5
Cómo Marain tiene vista de halcón que nadie le gana en eso, observó detenidamente al chico que iba en el carro. Parecido a Iker, pero sabía que no lo era, así que pensó que era su hermano.
—¡Déjenme entrar, esto es urgente!
—No la podemos dejar entrar —dijo el otro guardia—
El carro negro se paró de repente y la puerta trasera se abrió, de ahí salió un chico igualito a Iker, excepto por el cabello.
—Dejen pasar a la señorita, al parecer tiene apuros de ver a Iker —sonaba sarcástico, Marain sabía a lo que se refería—
—Perdone, pero no es por lo que usted piensa.
—¿Ah, no? ¿Entonces?
—Son asuntos de él y mío, no te tengo que dar explicaciones de mi llegada para verlo. Ahora si me disculpa, tengo cuentas pendientes que saldar.
Quizás pareciera algo inrrespetuoso de su parte decir y entrar de la nada, pero de verdad ella tenía prisa, tenía que recibir el dinero con urgencia.
Entró a la casa, mejor dicho, a la mansión que fácilmente uno se pierde. Marain vió a una sirvienta, así que pidió información sobre Iker.
—¿Iker? Tengo entendido que está en su habitación y no puede salir.
—¿En donde queda su habitación?
—Tercer piso, primera puerta a la izquierda.
—Gracias —asintió—
🏍️
No llevaba media escalera de la primera y ya se estaba asfixiando, a punto de desplomarse en el suelo.
—¿Quién es el loco que se le ocurre hacer cien escaleras?
Las escaleras y Marain no son muy amigas que digamos. Le recordaba a su pasado oscuro en donde había una mudanza y por poco se lecciona una pierna.
Siguió subiendo las escaleras hasta llegar al tercer piso. Marain giró hacia la primera puerta a la izquierda y tocó.
—Adelante.
Sin más preámbulos, la chica entró.
—¡Escúchame bien, Iker Frederick, dijiste que me darías una muy buena recompensa por la competencia! ¿¡En donde está!?
El chico dió un sobresalto por la repentina llegada de Marain. Nunca pensó que ella iría hacia su casa.
—¿Cómo supiste en dónde vivo?
—¿No es obvio? Pregunté por casi todo San Diego por tí, hasta que me dijeron que vives aquí.
—Ahora sí que me das miedo, Marain —Iker abrazó a su almohada—. ¿Viniste nada más por el dinero —asintió—. Bien... Pensaba dártelo hoy pero para mí desgracia me impidieron salir. En fin, coge esa cajita de al frente, es tuya.
Con un poco de desconfianza Marain tomó la cajita y la abrió. Contenía una muy buena cantidad de dinero, aparte de una pequeña cadenita.
-—¿Y esto? —mostró la cadena—
—Un pequeño gracias.
—Pues gracias por eso, aunque no era necesario —este negó—
—Sé que soy un problema, lo dijiste, y con lo mínimo que lo puedo pagar es con eso. No sabes cuan agradecido estoy.
—Estoy pensando en cambiarte de apodo. En vez de problemático, princeso.
—¿Qué...?
Marain reía por dentro al ver la expresión de Iker, parecía de asco pero a la vez gracioso.
—¿Estás de broma?
—Para nada, princeso.
—No es divertido, soy un macho pecho peludo, Marain.
—Si claro... ¿Porqué te impidieron salir?
—Mi hermano mayor me lo prohibió —se recostó en su cama—
—¿Es uno aparecido a tí solo que el color del pelo es diferente?
—Exacto... Espera, ¿cómo sabes quién es? —frunció las cejas—
—Él fué el que me dejó entrar cuando los guardias me lo negaron.
—Ya veo... Pero no te dejes engañar por su carita de ángel.
—Lo sé.
Hubo un silencio un poco incómodo, a los dos se les habían acabado las palabras, no sabían que decir u hacer.
—Creo que debería irme —habló ella después de minutos—
—¿Tan rápido? Quédate un ratito más, Mari.
—Para eso tienes a tus amigos, ¿no?
—Ellos se quieren aprovechar de mi, pero yo como tonto acepto.
—No me sorprende.
—Te lo pido, quédate un poco más, estoy aburrido de estar en esta habitación solo viendo televisión.
—¿Y el teléfono?
—Se llevó el cargador, sólo tengo cinco porciento.
—Con razón no me levanté con una avalancha de mensajes.
—¿Es decir que me estabas extrañando? —de sus labios se asomó una sonrisa—
—Para el carro, no te creas importante.
—Puf, contigo no se puede —Iker empezó a peinar su pelo, parecía un niño con caprichos—
—¿Esto es enserio, Iker? Tienes deciséis años pero pareces de nueve.
—Vamos, Mari...
—Esta bien —suspiró pesadamente mientras se acercaba un poco más a la cama—. ¿Qué hacemos?
—Quizas... ¿Rondar por toda la casa?
—¿Tienes permitido salir de la habitación?
—¡Claro! No puedo salir de la casa, contrario a eso, puedo salir de mi habitación y rondar por toda la mansión.
🏍️
Marain por poco se perdía si no fuese por Iker, ya que ella se separó un poco de Iker y fué a una dirección opuesta.
—Eres tan despistada... —rió—
—No es mi culpa de que esta mansión sea enorme, parece mas un laberinto que una mansión.
—Echale la culpa a mis padres.
Ambos jóvenes llegaron hacia un hermoso y florido patio, al lado de este, está una grande piscina de bordes claros y oscuros.
—Cierra la boca, Mari, te van a entrar moscas.
—Nunca pensé que fueras un millonario.
—Corrección, billonario —Iker se sentía orgulloso de haber nacido en una familia rica, con lo cual le contaba a todos que provenía de una familia muy adinerada; su error más grande—
—¡Aún peor!
Iker llevó a Marain hacia un sitio un poco apartado de la mansión pero aun seguian en el patio. El lugar apartado era aún mejor, un pequeño arco pasaba de extremo a extremo en un camino, dos fuentes a cada lado en donde las aves bebían, un caminito llano color crema, y flores por doquier.
—Mi lugar secreto. A nadie le gusta porque todo es muy colorido, no sé porqué.
—¿Porqué me trajiste aquí? ¿Acaso te me vas a declarar? —dijo en forma de broma—
—¿Declarar? ¡Cómo crees! Eso nunca.
—¿Entonces? —la chica se sentó en un banco para apreciar el lugar mejor—
—Simplemente quería venir aquí contigo. Es raro... —rascó su nuca—. Contigo me siento calmado y como si no tuviese problemas, en cambio cuando me alejo; siento que todo vuelve a caer en mí otra vez.
—¿Y si no estuviera para tí algún día?
—Podria sobrevivir. Con agonía y problemas, pero lo haría.
—Aún así no trates de apegarte mucho a mí, no soy una buena persona —este rió a carcajadas—
—¿Que no eres una buena persona? ¡Estás loca, al parecer no te conoces bien!
«¿Me conozco bien?» —pensó ella—
Marain creía saber muy bien quien era, de dónde provenía y el pasado de sus padres. Lo cierto, es que lo único que conoce, es su fecha de nacimiento y en donde vive —en un decir, claro está—
—¿Piensas que soy buena persona?
—¡Claro que sí! Me ayudaste cuando más lo necesitaba, no todas las personas me ayudarían en eso, y mucho menos si es para arriesgar su vida.
—Quizas sea porque mi padre me enseñó a ser bondadosa cuando realmente mi naturalidad es lo contrario.
—¿Tu padre? Creí que...
—¿No tenía? —asintió—. Mi padre es Tyler Bleach, el mejor motorista de la región.
—Creo haber escuchado ese nombre antes. ¿Tiene otra hija llamada Trizzy?
Aguantó las ganas de reírse en su cara, pero no pudo evitar sonreír.
—¿Qué? ¿No era Trizzy su nombre? Siempre he escuchado que a su hija la llaman así.
Y así fué como Marain comenzó a reír sin control.
—¡Contéstame, Marain!
—Trizzy soy yo —paró de reír, pero todavía seguía sonriendo—
—¿Es enserio? Pero si tu nombre es Marain...
—Exacto, pero en la carretera mayormente me llaman Trizzy, no me preguntes porqué, ya que yo tampoco sé.
—Rayos... Ese hombre no paraba de hablar sobre tí. Aunque solo hemos intercambiado palabras unas dos o tres veces. ¿No sabes cuándo vuelva?
—No lo sé, quizás dentro de unas semanas, ya está durando demasiado.
—Entonces cuando vuelva, dile que el Alpha de la esquina lo espera.
—¿El Alpha de la esquina? —volvió a reír ella—. Ni que fueras el matón del barrio. Apenas sabes decir que no cuando no quieres algo.
—Deja de molestarme, Marain —chasqueó la lengua—
—Esta bien, princeso.
—¡Marain!
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