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V

Ha pasado un mes desde el festival, desde entonces su grupo de amigos ha crecido, ahora no solo por fin ha conseguido hablar con Yugi Mutou, el chico de quien se ha enamorado, sino que ahora tiene dos par de amigos más, Hiroto Honda y Katsuya Jonouchi sin embargo su centro sigue girando hacia el chico de orbes amatistas.

Una sonrisa se esboza en su rostro al escuchar a el profesor decir que se tendrá que trabajar en equipos de dos, por suerte Yugi Mutou ya no se tendrá que sentirse mal por dividir a Honda y a Jonouchi siendo que ellos eran amigos antes que él se les uniera, si bien no es molestia su forma de ser tímida y amable le dictaba sentirse así, por otro lado Ryou Bakura ve la oportunidad de al fin acercarse aún más al chico que tiene a un par de asientos enfrente de él.

Toma lápiz, en una esquina de la hoja escribe para después arrancar el espacio donde lo hizo y volverlo bolita que después lanza cayendo certeramente en el pupitre de atrás del chico tricolor.

Jonouchi frunce el ceño y mira mal a cualquiera que piense que podrá molestarlo, pero al ver a su nuevo amigo albino haciéndole señas que pase el mensaje sonríe ampliamente, en las mejillas del mitad ingles llega el rubor siendo que el rubio se había dado cuenta de sus intenciones hace dos semanas, ¿Acaso era tan obvio que gustaba por Yugi Mutou?, se pregunta, pero el rubor aumenta al ver como este le alza el pulgar, poco después de pasar la "nota", observa a detalle las cambiantes expresiones del amatista, primero un poco de sorpresa, luego una sonrisa se asoma en sus labios, para nuevamente venir la sorpresa y después de unos segundos mirar hacia su persona y asentir.

Por unos segundos, se nota embobado, desvía la mirada y muerde el lápiz, nuevamente alguna chica pregunta si tiene algo.

–Estoy bien –sonríe amable mientras la clase avanza sin pena ni gloria, espera el almuerzo ya es costumbre comer en la azotea, además ha preparado un gran almuerzo esta mañana, desde que los tres chicos vieron su Bento* y lo probaron, ante las alabanzas de los tres y la sonrisa del amatista no se pudo desistir en cocinar algo que pudiera compartir.

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La clase ha finalizado, como de costumbre se van los cuatro, pero antes de salir el chico mitad ingles debe hablar sobre algo serio con el tricolor ¿Cómo se organizaran con la tarea del profesor de historia? Piensa en decirle que vaya a su casa pero también muere por conocer la suya, tras el festival ante el tiempo requerido en esa actividad han tenido que someterse a clases más rigurosas para terminar los temas previstos antes de salir de vacaciones por lo cual no han podido verse más allá de la escuela y hablar de vez en cuando por chat o por teléfono. Pero esta vez quien se mueve primero es el más bajo que ha dejado sin aliento al chico de orbes cafés.

–¿Quieres ir a mi casa? –pregunta inocente, no hay nada de raro en su propuesta pero le ha tomado con la guardia baja aún más sus mejillas se han teñido un poco ¿Así se siente cuando el chico que te gusta te invita a su casa? Los segundos corren, se siente un tanto nervioso e inquieto, quiere decir si, pero su boca no se mueve, las palabras se le han escapado como si fuesen llevabas por la leve brisa del viento que entra por la ventana –bueno es que queda cerca –dice un tanto nervioso y dudoso Yugi Mutou y entonces comprende que le ha costado darse el valor de invitarle siendo que no hace mucho ese chico no hablaba con nadie, él es tímido por naturaleza aun así lo intenta, se siente algo molesto consigo mismo, si algo quiere que empiece entre ambos él debe dar el primer paso y dejar de dudar tanto.

–Sí, me encantaría –y por primera vez sonríe sincero, siendo que había adquirido la costumbre de sonreír solo por hacerlo.

Ryou Bakura no es amable pero ha nacido con un aspecto que le ha traído de todo en su vida, es de buen ver lo reconoce y lo sabe bien por ello mucha gente se ha acercado antes a él con la intención de solo verse bien junto a él, ya sea como seudo amigo o novio en turno o solo un adorno entre las conexiones que tiene su padre lo que le ha hecho cerrar su corazón aun así en el corto tiempo que tiene junto a ese trío ha conocido otro lado de lo que se llama amistad, uno que no creyó ver jamás de verdad.

Y ahora mismo veía otro acto de amistad entre ellos siendo que Honda y Jonouchi han salido primero, ante la excusa de que irían a revisar la motocicleta del primero puesto que dicen haber escuchado extraños ruidos que ha hecho el motor siendo solo una mentira para dejar al par solos.

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El camino es el mismo, aun así se siente intranquilo, no espero que ese par de chicos aceptaran su gusto tan fácil siendo que reconoce que la homosexualidad no es bien vista por mucha gente, pero él lo sabe bien, no es que le gusten los chicos, no siente atracción por ellos solo siente atracción por uno y ese chico ahora mismo camina junto a él mientras habla vivazmente sobre un nuevo juego que sacaran para inicios de noviembre.

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Una casa de dos plantas, al frente una juguetería con el nombre "Game", se queda en medio de la calle observando detenidamente cada detalle.

–Vamos Ryou aquí es –le llama el tricolor, él asiente y le sigue, piensa que se han detenido a comprar algo pero la sorpresa que se lleva al ver que el hombre de avanzada edad le recibe tan familiar.

–Oh, Yugi llegas temprano –sonríe afable el anciano– Y veo que traes a otro amigo tuyo eso me alegra –muestra su aperlada dentadura mientras se acerca al joven mitad ingles que gira a ver al tricolor.

–Ryou este es mi abuelo Solomon Motou –le mira mientras le presenta, hace un ademan hacia el otro extremo y prosigue con la presentación –Abuelito este es Bakura Ryou un amigo mío, cursa en el mismo grupo que yo, no hace mucho que fue trasferido, es de Inglaterra.

–Un gusto –afirma el hombre de cabello cano, Ryou se siente un tanto avergonzado al conocer a la familia del chico por quien siente algo.

–También es un gusto para mi Sr. Mutou –afirma un tanto nervioso, sus palabras suenan tal grabación de un robot mecánico y aquello le abochorna aún más.

–Iremos a mi cuarto –dice el tricolor mientras le insta a seguirlo, el albino retoma el paso no sin antes hacer una reverencia sin embargo, al aun seguir mirando hacia atrás casi choca con su espalda, el chico de orbes amatistas se ha detenido.

–¿Yugi? –ladea curioso su rostro, se asoma para ver que lo ha detenido así pero solo ve la puerta de lo que cree que dirige hacia su habitación, le ve suspirar y bajar la cabeza derrotado ¿Qué era lo que le tenía así? Quiso preguntar, pero al final se abstuvo.

–Ryuo –le llamo sin mirarle– perdona el desorden de ante mano –finaliza y sigue el paso, abre la puerta y ve la habitación del chico, las pareces azul crema, en ellas varios póster de juegos y de películas, ve la cama un tanto desordenada, las sábanas blancas, también ve un par de calzoncillos que le hacen desviar la mirada la cual se posa en una vieja cinta de vídeo que toma del suelo al entrar mientras, el tricolor trata de arreglar un poco el desastre de la mañana al habérsele hecho tarde, a su derecha ve un viejo baúl, le recuerda cuando era pequeño y guardaba sus juguetes en uno similar al de él, gira el rostro, los calzoncillos se han ido, la sabana ya no está regada, mira el reloj que está en la mesita de al lado de la cama junto a la lámpara, luego mira la pc y debajo los demás vídeos –Ya casi termino –afirma el tricolor quien se siente un tanto avergonzado por tan mal estado de su cuarto, el albino sonríe mientras se deleita viendo la habitación de un adolescente normal y de su edad.

Toma la ropa interior, va al closet, la ropa se desborda pero al final logra meterla, el albino mueve la cinta que trae en las manos, no hay título en esta, curioso al ver que se ha girado a verle suelta –Oye Yugi ¿Qué es esto? –en la mejillas del tricolor se estaciona el color carmín, trago en seco al verle con la cinta que los chicos le habían prestado, se acerca a él y la toma de sus manos dejando un tanto perplejo al mitad inglés, a conciencia de su actuar extraño después de meter la cinta en el cajón donde guarda sus calcetines suspira y trata de hacerse el desentendido –solo es una cinta que me prestaron –ríe nervioso para después mirar el techo, su sonrisa se tuerce al ver las pegatinas de estrellas, en momentos así le avergonzaba lo infantil que podía llegar a ser de vez en cuando. –Oh cierto iré por unos refrigerios, así mantendremos las fuerzas mientras pensamos sobre el tema y nos dedicamos de lleno, por favor toma asiento donde más te agrade –sonríe antes de salir, Ryou quiere ofrecerse a ayudar pero al final el chico es más veloz que él y para cuando quiere decir algo él ya se había ido de la habitación.

Mira de nueva cuenta su entorno, sin darse cuenta ha caminado hasta la cama del chico, una idea recorre su ser y es de poder recostarse en ella, pasan los segundos, traga duro pero al final se arma de valor y lo hace, hasta se permite abrazar la almohada que usa y olerla, todo huele a él y aquello solo le hace desear volverse aún más cercanos, a regañadientes se levanta de la cama para tomar asiento, pero al girarse ve lo más curioso que pudo encontrar dentro de la habitación del chico, las estrellas amarillas pegadas en el techo, cerró los ojos unos instantes para imaginar cómo sería verlas en la oscuridad de la noche, ya las veía brillando para su chico protegiendo su sueño de cualquier pesadilla. Tomo su mochila, saco su cuaderno, recordó que el profesor pedía un informe detallado de una civilización antigua a libre elección, a su mente vino Egipto siendo que su padre era arqueólogo de vocación por lo cual sabia varios aspectos así que podían pedir asesoramiento si tenían dudas en algún tema en específico.

Deja la mochila de lado y el cuaderno encima, decide salir pero al abrir la puerta se topa de lleno con la figura del tricolor quien llega con una bandeja de sándwiches y una jarra de limonada, ambos orbes se miran con sorpresa al final ríen por la coincidencia, toma cual caballero la bandeja y la mete dentro, una sonrisa se esboza por parte del tricolor.

–Gracias Ryou

–Nada de gracias, debo agradecerte yo por la hospitalidad –le sonríe y lleva dentro la bandeja, rápido el tricolor mueve algunas cosas de la mesa para que pueda colocarla, la tarde corre de lo más amena, el pasar tiempo juntos es más agradable en persona que en línea y esa es la idea compartida que tienen ambos,aunque ninguno la rebela.    

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