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Capítulo 36: Mi vida

―No, ¡no! ―Jung-kook grita y suplica en vano.

Su cuerpo yace sobre las frías baldosas en la mansión de Kim Seok-jin, quien lo retiene, estirando sus brazos y aprisionándolo firmemente de las muñecas.

―¡Hyung-nim, ayúdame por favor! ―exclama, con grandes bocanadas de aire.

―Shh... ―Baja la cabeza y lo mira desde arriba―. Ya va a empezar, y quiero disfrutarlo. Procura gemir fuerte, ¿sí?

Al perder contacto visual con Kim, el chico levanta la cabeza tanto como puede. Nota que la ropa ha desaparecido de su cintura para abajo, lo que acelera más su respiración. Se retuerce, pero el agarre de Seok-jin es inquebrantable.

―¡Por favor, hyung, no lo hagas! ¡Ayúdame!

―Guarda silencio, chiquillo ―interviene Taehyung de repente, con su característica voz grave.

Su mano helada se posa sobre su muslo, quitándole un grito. Su cuerpo se estremece, como si lo hubieran electrocutado.

―Abre las piernas para mí... como la puta que eres... ―dice, otorgando una mirada y semblante siniestros.

Separa las extremidades de manera violenta, y sin piedad alguna, accede a su interior. Jung-kook grita; su cabeza golpeando el piso y se gira a un costado, apretando los dientes y arrugando los párpados, que rápidamente se humedecen por el agua salada. Siente un desgarramiento brutal, como si lo estuviesen partiendo en pedazos, mientras que las risas de esos dos que lo someten ahogan su llanto.

―Por favor... Me duele... ―solloza por lo bajo.

―Ay míralo... Ya está llorando... ―se burla Seok-jin.

La sangre fluye con cada embestida, como si su cuerpo fuese un frágil recipiente quebrado. Los ojos de Seok-jin brillan con un placer sádico. Taehyung, en cambio, tiene la paciencia fría de un depredador que disfruta cada segundo del sufrimiento de su presa. El rojo, testigo del tormento, abunda, salpica y mancha. La voz del joven pierde fuerza, sus gruñidos lastimeros acompañan cada choque y azote contra su piel, cada ingreso forzado y no permitido.

Jung-kook abre los ojos con un jadeo. Todo se ha esfumado: los gritos, las risas macabras, sin embargo, la sensación de un dolor punzante ha quedado alojado por unos segundos en su pecho, estómago y pelvis. Su corazón no halla calma todavía, pero comienza a ser poblado por una ligera sensación de alivio al ver que está solo y...

«Un momento...», piensa, levantándose y quedándose sentado en la cama, con esa almohada que no ha dejado de abrazar desde que logró despertar de su pesadilla.

El espacio que lo rodea es limpio, iluminado y apacible. En el aire flota un aroma fresco, tan suave como el algodón. No está en la mansión Kim; acaba de darse cuenta. Las sábanas y cortinas son blancas, aunque las paredes no tanto. El sol entra por el ventanal con balcón, inundando la cama con su luz cálida. Junto a la puerta, que en estos momentos de inspección ignora, hay una cajonera de aspecto antiguo. A lo lejos, un espejo de pie, y otra puerta. Su atención se fija en el marco que le devuelve su reflejo. Deja la cama con la almohada y camina hasta ver su cuerpo entero espejado. Su rostro desanimado lo lleva a apartar la vista; se concentra entonces en las manchas de sangre sobre la camisa blanca. Recuerda que Taehyung lo había mordido. Tantea su cuello con los dedos, viendo que está limpio, sin marcas. Remoja y muerde su labio inferior, degustando de manera ingrata el sabor metálico de la sangre. ¿Acaso le han dado a beber? Las ideas comienzan a arremolinarse en su cabeza, pero el sonido de la puerta al abrirse lo interrumpe.

La figura de Jimin emerge detrás de la tabla. Jung-kook lo mira sorprendido, evocando que lo ha visto antes: cuando Taehyung lo "asesinó" frente a él, y el último rostro que vio poco antes de desmayarse.

―Jeon Jung-kook. ―Lo saluda con una sonrisa gentil, cerrando la puerta detrás de él.

El chico no responde; su mente aún trata de procesar los eventos. Ese joven estaba en esa fiesta diabólica que Seok-jin había llevado a cabo; por supuesto que también es un vampiro, piensa, nervioso. ¿Por qué está con él ahora? ¿Es su casa? ¿Acaso Taehyung y Seok-jin hicieron una especie de pacto y se lo vendieron? ¿También lo torturará y abusará de él? La sola idea le corta la respiración; su pecho sube y baja agitado, y su corazón late con fuerza desbocada. Siente los ojos arder y las lágrimas quieren acariciarlos.

―Por favor, no te alteres. No hay por qué temer.

―T-Ta-Taehyung... S-Seok-jin...

―Ya no te harán daño, no debes preocuparte.

El joven vampiro detecta el comportamiento inquieto de su organismo, podría percibirlo incluso sin sus sentidos agudizados.

―Soy Park Jimin, mucho gusto ―dice, poniendo una mano en su pecho y se inclina brevemente.

Esa expresión de temor, así como el leve temblor que lo acompaña no quieren marcharse. Jimin lo entiende; no está en sus planes que se muestre tan receptivo con solo una primera impresión.

―¿Ves esa puerta detrás de ti? ―dice con un tono muy suave, señalándola con un leve movimiento de su dedo―. Es un cuarto de baño. ―Sonríe con calidez―. Aquí hay agua caliente. Puedes darte un buen baño y tomarte el tiempo que quieras para relajarte. También tengo toallas suaves y ropa en condiciones para que puedas cambiarte esas sucias que llevas.

»Tu complexión es un poco más grande que la mía ―añade mientras recorre su figura con la mirada―, pero no te preocupes, estoy seguro de que encontraré una muda de ropa adecuada para ti.

Jung-kook permanece en silencio un momento, mirando hacia la puerta, como si esta fuese tanto una salida como una trampa. Luego, de imprevisto, rompe el mutismo:

―¿Y luego qué? ―Su voz tiembla ligeramente, quebrada, como si no esperara una respuesta que le agrade―. ¿Qué vas a hacer conmigo después?

―No voy a hacerte daño, si es lo que piensas. Puede que comparta raza con Kim Seok-jin, pero no ideales. ―Se cruza de brazos, con una postura firme y un rostro más serio―. Soy policía. He estado trabajando por meses en casos de desaparición, incluidos el tuyo y Kim Nam-joon. Es increíble que uno de los nuestros haya estado involucrado ―dice y chasquea la lengua―. He sido muy ingenuo.

Los ojos de Jung-kook adquieren luz en cuanto escucha ese nombre y de inmediato pregunta:

―Nam-joon-hyung... ¿En dónde está? ¡Quiero verlo! ¡Estar con él!

―Lo lamento, pero eso no se podrá. No ahora al menos.

―¡Pero...!

―No he podido traerlo con nosotros. Seok-jin tiene sus garras sobre él y no lo soltará por nada.

―Dijiste que eres policía, ¿o no? ¡Busca gente! ¡Usen armamento de grado militar si es necesario! ¡Hagan que pague!

―No es tan sencillo, Jeon. Además, el mundo de los caminantes de la noche...

―Dirás vampiros.

―Sí... Vampiros. ―Sonríe―. Nuestro mundo tiene sus propias reglas y... me temo que he violado unas cuantas de ellas. Me meteré en problemas si me descubren. Así que trataré de pensar cómo resolver esto de una manera segura.

―Eres un vampiro como ellos, lo que te pase lo mereces.

―Es cierto. No voy a ser hipócrita. Lo que verdaderamente me molesta es qué puedan hacer contigo.

―¿Qué van a hacer conmigo? ¿Comerme? ¿Violarme? ¿Matarme? Yo ya estoy muerto, Jimin. Esos dos hijos de puta han hecho conmigo todo lo que han querido. No importó cuánto suplicara, cuanto gritara o llorara... ―Las lágrimas toman posesión de sus ojos―. Era su maldito juguete... ―suspira casi sin voz, y la primera lágrima cae, pero rápido se esfuerza en limpiarla con la manga de la camisa.

―En verdad lo lamento, Jeon. Me entristece mucho que hayas caído en sus manos...

―¡¿Tú qué mierda vas a saber?! ¡Ustedes los vampiros no tienen sentimientos!

―Entiendo que hablas desde la ira y el resentimiento ―dice, con un rostro circunspecto―. Mira, por qué mejor no te das ese baño, te relajas y luego...

―¡Quiero irme a casa! Déjame, por favor...

―Me temo que no puedo hacer eso ―responde con su semblante entristecido.

―Quieres tenerme capturado y encerrado, como ellos...

―No soy tu enemigo, Jeon, por el contrario, intento ayudarte. Espero lo comprendas a tiempo.

Jung-kook cierra los ojos y limpia las lágrimas que resbalan por su rostro enrojecido. Jimin siente un impulso desgarrador por consolarlo, de tocar su hombro y asegurarle de que todo estará bien. Pero se contiene. Un acercamiento inapropiado ahora podría desatar un infierno más profundo. El chico lleva sobre sí demasiados traumas; debe ser prudente.

―No puedo permitirte salir de esta casa por ahora. Pero sí puedes dejar el cuarto y recorrerla a tu gusto. Yo estaré en la planta baja. Si necesitas hablar o quieres comer algo, dímelo y ahí estaré.

Jimin espera una respuesta, pero Jung-kook solo fija los ojos en el piso, con sus lágrimas cayendo una tras otra por sus mejillas, hasta desprenderse de su cara y tocar el suelo. Ante el silencio, el joven vampiro decide retirarse para darle su espacio. Ni bien cruza la puerta y la cierra con cuidado, siente cómo el chico se desploma sobre sus rodillas, su llanto ahora desbordando.

―Mamá... Quiero ir a casa... ―masculla, abrazándose a sí mismo, su voz rota por el dolor.

Al otro lado de la puerta, Jimin se queda quieto, apoyado sobre la tabla. Las lágrimas de Jung-kook parecen resonar en su pecho. Quiere culminar con su pesar, otorgarle la libertad que tanto quiere. Pero, desgraciadamente, Jung-kook ya es una pieza más en este juego malicioso y perverso. No es el indicado para calmar su dolor, y esa impotencia lo carcome, pues no tolera ser espectador del miedo, el caos y la tortura.

Más tarde, el joven vampiro se encuentra en la espaciosa sala, dando las últimas pinceladas a su tercer cuadro al óleo. Ha esperado por Jung-kook más de cinco horas, que le han parecido eternas. Había subido al dormitorio un par de veces, preguntándole cómo estaba, ya que tardaba demasiado en el baño. Un golpe para sí, dos para no: así se comunicaron.

En este tiempo, Jimin ha leído Lestat el vampiro, terminado una botella de whisky y finalizado su pintura. Mira el reloj en la pared, observando el péndulo que comienza a enloquecerlo, hasta que, por fin, lo huele. Ya puede reconocer su aroma corporal y el de su sangre. Gira el rostro hacia el arco que conecta con el salón y aguarda. Escucha sus pisadas lánguidas en los escalones y siente su esencia más cercana.

―¡Estoy aquí! ―exclama, para guiar sus pasos.

Jung-kook aparece bajo el arco, vistiendo ropa deportiva y holgada. Jimin lo contempla con una sonrisa; le parece un chico muy lindo. Le había dejado dos opciones de ropa: unos jeans con botas, camisa y suéter, y otra con ropa deportiva y zapatillas. Ahora ve cuál eligió.

―Qué bueno que decidiste bajar por fin, Jung-kook ―dice con amabilidad, dejando los pinceles a un lado y acercándose despacio―. ¿Te puedo llamar así?

El aludido asiente apenas, inexpresivo. Aprieta los dedos contra las palmas, visiblemente nervioso. Jimin lo nota, quiere alentar la situación, pero Jung-kook lo interrumpe, sin intención de ser brusco:

―Ya hice lo que querías. ¿Ahora qué?

―Bueno, lo primordial es acudir a la jefatura de policía y anunciar tu aparición. Debemos pactar una versión de los hechos y hacer que coincidan.

―O sea, mentir...

―Evitar la mención de la palabra "vampiro" nos ahorrará muchos inconvenientes. Aunque... entiendo que todo esto puede ser un proceso muy abrumador para ti. Podemos simplemente decir que no recuerdas nada. Tampoco tiene que ser ahora, podemos aguardar a que te...

―Vamos.

―¿Estás seguro?

―Me urge un respiro al aire libre e interactuar con otros humanos.

Jimin lo observa con seriedad; percibe una pizca de mentira en sus palabras, pero no dice nada. Está más interesado en descubrir qué pretende.

―Está bien ―responde con calma―. Iré por un abrigo para ti. Hace mucho frío afuera ―añade mientras pasa junto a Jung-kook, quien da un paso atrás para apartarse.

Una vez listos, Jimin conduce su auto hasta la estación de policía, Jung-kook mira con desánimo a través de aquellos oscuros vidrios polarizados por los que el sol no ingresa a pleno. No puede creer que está afuera, recorriendo las calles de la ciudad nuevamente, pero tampoco se siente libre.

Al llegar a la jefatura los colegas de Jimin los reciben con asombro. «¡Jeon Jung-kook!», exclama más de uno, con ojos saltones y dedos como flechas en su dirección. No obstante, el joven policía también sorprende. Es muy poco usual verlo de día, ya que siempre cubre el turno vespertino.

No se quita los lentes de sol en ningún momento. Lleva poco abrigo, una gorra y una capucha que tampoco planea apartar.

Los oficiales designados, conocidos por Jimin no solo por ser viejos colegas, sino aparentes cómplices en las porquerías de su ex novio, confirman la identidad de Jeon Jung-kook, verifican sus datos y toman su declaración, así como lo hacen con Jimin, dado que es él quien lo ha encontrado. Relata una historia sencilla, muy fácil de decir y repetir hasta el cansancio: encontrado en el bosque, no posee recuerdos de lo acontecido. Toda la información y detalles adicionales los reportan y guardan en un legajo, listo para ser revisado por sus superiores.

● ● ●

Jimin detiene el auto frente al hospital. Es necesario que a Jung-kook le hagan un examen físico y psicológico. Más caras se impresionan al ver al joven ya no desaparecido, puesto que son conocedores del caso. El chico tiene dolores musculares, magullones que aún son visibles; está notablemente cansado y ojeroso, y muestra signos de deficiencia de vitaminas. Dejando eso de lado, goza de buena salud, física al menos.

El psicólogo que lo evalúa detecta de inmediato síntomas de trastorno de estrés postraumático. No ha conseguido que el chico hable, pero le da a Jimin, quien parece estar a cargo y cubre los gastos, indicaciones para garantizar su bienestar y la recomendación de que comience terapia lo antes posible. Jimin asiente sin objeciones.

Al salir de nuevo al exterior, el joven vampiro se halla agitado y débil. El sol resulta más intenso de lo que imaginó. Se confió porque es invierno y numerosas nubes plagan el cielo azul opaco; sin embargo, en cuanto la estrella radiante reaparece entre ellas, siente su calor tocarlo levemente. Para su suerte, y precavido como suele ser, lleva consigo un paraguas negro que lo resguarda un poco.

―Andando, Jeon, debemos...

Y poco antes de terminar de balbucear, Jung-kook sale corriendo de ahí. Jimin le grita, aclama su nombre, pero el chico no hace caso, no se detiene. Jimin bufa con fastidio, pero no puede molestarse con él, ¿cómo podría? Ha pasado por mucho, y su padecimiento emocional está lejos de terminar; lo intuye y lo siente como una certeza. Él mismo ha visto los vestigios del cruel sometimiento que padeció. No se atrevió a cambiarlo ni higienizarlo por su cuenta. Solo se encargó de proporcionarle un poco de su sangre, suficiente para que las heridas comenzaran a sanar.

Jung-kook corre. Las lágrimas nublan su visión mientras el aire le falta, pero no se detiene. Corre hacia la única esperanza que le queda, la última chispa que oscila en su interior. Jung-kook corre a casa. Quiere ver a su mamá, abrazarla, decirle que está con vida; que no es como su padre, que no la abandonará; que está bien, que todo estará bien. Sin embargo, luego de tocar a su propia puerta es un desconocido quien le abre.

―No compro nada, gracias.

―¡Espere! ―Estrella su palma contra la puerta―. ¿La señora Jeon?

―Válgame... Eres el muchacho desaparecido, ¡su hijo!

―Soy yo. ¿Dónde está ella? ¿Acaso ya no vive aquí?

―No, chico. La señora se mudó hace mucho tiempo.

―¿Cómo? ¡¿A dónde?!

―Yo qué rayos voy a saber. Se fue. Unas semanas después de que desaparecieras ella puso la casa en venta. Llevamos unos pocos días viviendo aquí y como verás no pretendo acogerte ni nada de eso. Así que, chico, estás a tu suerte.

―¡Pero espere!

La puerta se cierra en su cara y por más que golpea con insistencia, no vuelven a abrirle.

―¡Por favor!

―¡Ya déjame en paz, niño! ¡Pasé por muchos problemas para poder comprar por fin esta casa! ¡Ahora es mía legalmente! ¡Y si me das problemas llamaré a la policía! ¡No me importa que hayas desaparecido!

―Solo quiero mis cosas... ―suspira.

―La señora Jeon dejó todo de esta casa, yo me ocupé de quitarlo todo apenas ayer. Seguro las encuentras en el callejón.

Rendido, Jung-kook se aleja de la puerta, baja los peldaños del pórtico y avanza hasta el callejón junto a la casa. Allí, en los contenedores de basura, estaban los colchones, las almohadas. Miles de cajas también, con sus libros, sus historietas, pinturas, ropa, entre otras cosas.

―Jeon... ―Jimin lo llama con una voz débil, cubriéndose del sol con su sombrilla negra.

Jung-kook se gira un momento para verlo, aunque no le presta atención, regresa sus ojos a los contenedores y empieza a revolverlos cada vez con más furia.

―Jeon, basta... No te tortures así... Lo que necesites yo puedo...

―¡Tiene que estar aquí! ―grita, acallando el ruido de su voz.

Entre la basura, arrugado, roto y sucio, está el objeto que con tanto desespero busca: una fotografía, no de él con su madre, sino de él con Mingyu. La misma que tenía escondida en el cajón de su recámara, porque su madre no solo no aprobaba su orientación sexual, sino que mucho menos aprobaba a Mingyu.

Las lágrimas caen como gotas de lluvia sobre esa vieja imagen impresa, y sin poder sostenerse más, cae sobre sus rodillas. Se aferra a la fotografía con fuerza y llora.

―Jung-kook... ―insiste Jimin, afligido.

―¡Él era el único que me quería de verdad! ¡Él siempre cuidó de mí y me amó! Quería dinero rápido para que pudiéramos irnos de aquí... hacer una vida juntos... ¡No debí dejar que se subiera a ese maldito auto!

Cada palabra parece desgarrarlo por dentro, rompiendo su voz y su pecho con el peso del sufrimiento.

―Mátame, Jimin... Te lo pido... Mátame...

El vampiro se pasa una mano por la frente, retirando algo de sudor frío. Correr bajo la luz no ha ayudado a su condición. Da un profundo respiro, sin dejar de posar sus ojos sobre el chico.

―¿Quieres que te mate? ―dice, su voz cargada de una frialdad que parece cortar el aire―. ¿Te estrangulo? ¿Te rompo el cuello? ¿Te fracturo el cráneo contra ese muro? ―Señala con los ojos, sin prisa―. ¿O prefieres que te lance de esa azotea de allá? ―Apunta en la dirección con un movimiento de su cabeza―. Tú escoge. Cualquier opción me tomará menos de un segundo.

Jung-kook lo mira, enmudecido. Las lágrimas desbordan sus cuencas, sorprendido y asustado por la brutalidad de sus palabras. El miedo, palpable, se acumula en su pecho, y Jimin lo percibe sin esfuerzo.

―Este chico, Mingyu... Te quería mucho, ¿verdad? Lo dices sin dudarlo. Él te quería.

El rostro del chico se frunce, y las lágrimas comienzan a caer sin control.

―Dime una cosa. Si él estuviera aquí, ¿cómo crees que reaccionaría...?

―No me ataques con Mingyu...

―No te ataco. Te invito a la reflexión. Él pereció queriendo darte una vida mejor... ¿Cómo crees que se sentiría viéndote y oyéndote así?

El llanto de Jung-kook se intensifica, sacudiendo su cuerpo con espasmos incontrolables. Cada sollozo parece arrancarle el aire del pecho, dejándolo apenas capaz de responder.

―Te voy a contar algo: He conocido a muchas personas a lo largo de mi vida y... He oído de más de una boca que... la paz de nuestros muertos radica en la propia. Y no hay nada peor para los muertos que no hallar descanso. No tienes que dejar ir a Mingyu ahora mismo. Tómate tu tiempo y honra su memoria... y Mingyu jamás habrá muerto. ¿Me entiendes? ¿O crees que él estaría feliz viéndote así?

Los lamentos del chico no cesan.

―Jung-kook, por favor, dilo...

―Tri... Tri-Triste... Estaría triste... ―llora.

―Eso es...

El sonido del llanto queda interrumpido de repente por un estruendo. Jimin acaba de caer al suelo, semiinconsciente. El paraguas rueda a su costado, y su cuerpo empieza a humear bajo la incandescencia del sol. Sin pensarlo dos veces, con un impulso que no entiende, Jung-kook lo agarra de la ropa y lo arrastra a la sombra del callejón, incluso mira en varias direcciones hasta estar seguro de que no habían sido vistos por nadie que circulara cerca. Luego, vuelve su rostro hacia Jimin, quien lo mira inexpresivo, pero atento.

―¿Dejaste tu auto cerca?

El joven inmortal mueve levemente la cabeza.

―A-a unos metros de aquí...

―Te llevaré.

Jung-kook se levanta para recoger el paraguas y lo carga en su espalda, cubriéndolo mientras camina hacia el vehículo. Una vez allí, ocupa el asiento del copiloto.

―¿Por qué me ayudaste? ―suspira Jimin, virando la cabeza hacia él.

―No sé... ―Jung-kook imita su postura―. Te lo debo, supongo...

―¿Qué vas a hacer ahora?

―No tengo donde ir... ―Agacha la cabeza.

―Te puedes quedar en mi casa... si tú quieres...

El chico lo mira con un aire de tristeza y desconfianza a partes iguales.

―No serás prisionero ahí. Podrás entrar y salir cuando lo desees... Solo te pediré que no lo hagas en la noche... Taehyung podría aparecer. Fue ese el motivo principal por el que te dije antes que no podría dejarte marchar sin más, pero... Tampoco quiero atarte o limitarte, aunque sí me da miedo que te dañe otra vez.

―Diría que no puede dañarme más de lo que ya lo hizo, pero él siempre... logra ir un paso más allá y...

―No lo dejaré tocarte de nuevo.

Jung-kook vuelve a mirarlo, encontrando sus ojos tajantes y determinantes.

―Eso te lo prometo. Te protegeré.

El joven encuentra además belleza en ese semblante. Jimin le parece atractivo, e inspira respeto cuando su expresión se colma en seriedad. Al escuchar su reafirmación, se muerde el labio inferior y asiente con sutileza, como si no quisiera hacerlo, pero en el fondo anhela desesperadamente una mano amiga que lo sostenga.

―¿Me haces otro favor ahora? ―murmura Jimin, metiendo su mano en el bolsillo de su pantalón. Saca un pequeño objeto brillante y se lo tiende―. Toma esta llave y abre la cajuela izquierda, por favor.

El aludido la toma y cumple con lo pedido. Al abrir el compartimento, un aire helado le acaricia las manos. Dentro, unos tubos de ensayo con un líquido rojo captan su atención. «Sangre». No lo duda. Jimin le pide que le pase uno, y el joven obedece de inmediato. Con manos temblorosas, el vampiro lo destapa y lo bebe todo de una sola vez, entonces recobra compostura.

―Eso...

―Es sangre de animal, si te lo estás preguntando.

―Oh... Ya veo... ¿Alguna vez has...?

―¿Atacado humanos? Sí. No voy a mentirte, aunque trato de controlarme tanto como puedo.

―¿Los... has matado?

―No. Jamás he matado a nadie, y pretendo continuar así ―dice, irguiéndose de repente y cierra la cajuela, asustando al chico―. Perdón. ―Sonríe con un poco de picardía.

―N-no, está bien... No puedo evitarlo, supongo.

―Entonces... ¿Te llevo de regreso a mi casa?

―¿Tengo otra opción?

―No quiero obligarte, Jung-kook.

―¿Qué más puedo hacer? ―suspira, llevándose las manos al rostro―. No soy más que un miserable.

―No creo que seas un miserable.

Las palabras de Jimin, así como su tono calmo y reconfortante, hacen que se enderece y le dedique la mirada.

―Yo no creo que seas un monstruo sin sentimientos... como los demás ―dice con sensatez, después de un breve silencio.

El vampiro sonríe, conmovido. En un impulso, acerca su mano hacia él. La expresión de Jung-kook cambia de inmediato; un espectro de temor lo invade, paralizando su cuerpo.

―¿Puedo... tocar tu cabello?

Jung-kook no responde, pero Jimin siente cómo su rigidez se desvanece poco a poco. Aprovechando el momento, deja caer una palma suave sobre su cabeza. Con una sonrisa dulce, revuelve con cuidado sus cabellos.

―Jung-kookie... Todo estará bien. Yo estaré aquí para ayudarte.

La respiración del chico se llena de alivio. Cierra los ojos y suspira, como si un enorme peso se esfumara de sus hombros, aunque el dolor sigue latente.

Al regresar a la casa, Jimin le pregunta a Jung-kook qué es lo que más desea comer. Finalmente, termina ordenando hamburguesas en un restaurante extranjero y lo observa devorárselas junto a las papas fritas, bebiendo vino con tranquilidad, como si contemplara a un niño pequeño que acaba de recibir un premio.

―Ten esto ―le dice, pasándole una servilleta para que se limpie la boca.

―Gracias ―responde apenado.

Al concluir con la comida, el vampiro le ofrece un refresco, pero Jung-kook prefiere algo más fuerte y termina con un vaso de cerveza. Tras hacer fondo blanco por tercera vez, suspira con un cansancio profundo, tanto físico como mental.

―No puedo creer que mi mamá me haya dejado atrás como si nada... ―dice, con una mano sobre el rostro y los dedos de la otra moviéndose distraídamente sobre la mesa―. ¿Nunca me amó? Pero yo a ella sí...

―Conozco esa sensación, aunque de diferente procedencia.

―¿Tú... te has enamorado alguna vez?

―Claro. De nadie más ni nadie menos que un humano, un caminante de la luz.

―¿Y qué pasó?

―Parece que no fui suficiente para él...

―¿Él? Entonces tú...

―Sí. ―Sonríe―. Aunque a mis padres les escuece en los huesos.

―Ahora soy yo quien entiende la sensación... ―Da un giro a sus pupilas.

―No debe importarte lo que piensen, tú debes hacer con tu vida lo que te plazca, ya eres un adulto.

―Sí, pero...

―Pero nada. Debes quedarte con las personas que te acepten tal cual eres y que te acompañen y te complementen. Como lo hacía Mingyu. ―Le sonríe.

Por un instante, después de mucho tiempo, Jung-kook deja entrever una sonrisa que parece querer dibujarse en sus labios, lo que hace que la mueca de Jimin se ensanche. Le parece un chico muy dulce.

―Jimin, ¿de verdad eres un vampiro?

―Sí... ―responde con calma y suavidad en su voz.

―Si no lo hubiera visto ya... no lo creería.

● ● ●

Jimin decide asearse antes de preparar todo para que Jung-kook pase su primera noche en la casa lo más a gusto posible. No obstante, al llamarlo, no recibe respuesta. Escucha la música proveniente de la sala, las luces apagadas, y al principio no siente temor. Lo huele, asegurándose de que no ha huido. Pero al encender las luces, lo encuentra tendido en el piso, con una botella de licor vacía a su lado.

―Jung-kook... ¿Qué hiciste? ―dice, mientras lo levanta―. Debes beber con más moderación, las bebidas que guardo son muy fuertes para que te las tomes de una sola vez...

Justo al terminar de hablar, cuando el chico queda sentado, vomita con fuerza, como si fuese una bomba de agua, desparramándolo todo por el suelo y sobre su ropa. Un breve hipo lo asalta, seguido de un llanto diminuto que emerge de él.

―Ay Jung-kookie... Debes tomarlo con calma... ―le habla Jimin, sosteniéndolo y apartando el cabello de su cara sudorosa y enrojecida.

―Debí haber sido muy malo para merecer todo esto... ―solloza―. Todo salió mal... Todos me han lastimado... ¡Mingyu, estúpido! También Taehyung, Seok-jin, mi madre... ¡Malditos sean todos!

―Ya, ya... Trata de tranquilizarte... Estás con vida, estás bien ahora, y podrás...

―¡¿Es que no lo entiendes?! ―exclama, sacudiéndose y soltándose de su agarre―. ¡Me han matado! ¡Lo hicieron! Esto que ves es mi cadáver... El mismo que ese maldito ha seguido violando tanto como ha querido... Y mis lamentos y súplicas... solo son reflejos cadavéricos ―dice, mientras las lágrimas amargas caen por sus mejillas.

»¡Y me siento una mierda! ¡Porque en el fondo llegó a provocarme placer! ¡Llegó a satisfacerme! ¡¡Y lo odio!! ―gruñe, llevándose las manos a la cabeza y apretando su cabello como si quisiera arrancárselo.

Derrumbado, Jung-kook deja caer su cabeza sobre el pecho de Jimin y llora desconsoladamente, a mandíbula abierta, apretando su bata de baño y empapándola con sus lágrimas. El joven vampiro se siente abrumado ante el calor que irradia, la fuerza con la que late su corazón y el fluir de su sangre, volviéndolo el bocadillo más suculento, como dirían sus iguales. Jimin no niega que también siente eso, pero aun así lo rodea con sus brazos y acaricia su espalda.

―Ya, ya... No estás solo... Ya, ya... Todo estará bien.

El camino hacia la sanación será arduo y difícil, pero Jimin ya está decidido a no dejar a Jung-kook a la deriva. Tal vez, en un futuro cercano o lejano, pueda ver una sonrisa dibujarse en su rostro, tierno como siempre. Quizá, un buen día, volverá a amar y vendrá corriendo a contarle todos los detalles. Tal vez decida mudarse con un con esa persona especial y, por fin, encuentre la felicidad que injustamente le han arrebatado.

Por supuesto, las malas noches seguirán apareciendo, y los espeluznantes recuerdos no desaparecerán jamás. Pero, con suerte, Jung-kook será capaz de guardar todo eso en una pequeña caja que, a veces, se abrirá o caerá al suelo, atormentándolo. Jimin anhela que algún día, Jung-kook pueda pararse frente a esa caja, levantarla y colocarla en el estante de su mente, en el lugar donde pertenece.


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Hola c:

Casi no subo capítulo hoy, pero me puse las pilas y terminé de editarlo todo tan rápido como pude. La semana que viene quizá sí se me complique. Voy a dejar un aviso igualmente si llega a ser el caso. 

Espero que hayan disfrutado del capítulo de hoy. Gracias por su apoyo. ♥

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