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Epílogo.

Hola mis bonitos lectores, se dice se cumple aunque he estado bien atiborrada con los examenes. Pucha, ¿qué más puedo decirles? Love struck fue ese confort fic que necesitaba con urgencia en un momento muy duro de mi vida, esta historia mi hizo tan feliz, es de mis fics favoritos aunque sean solo cosas cotidianas y slice of life, de verdad ha sido un honor compartirlo por estos lares. Muchas gracias por tanto, los amo muchito.

—¡Quítate de encima, Okumura!

—No quiero.

—¡Quítate!

Eiji sonríe con altanería, su boca hinchada se mira aún más rosilla bajo el intolerable calor que destila Nueva York, sus mejillas se hallan perladas de sudor, las gotas diáfanas se deslizan con gracilidad del extremo de los racimos que tiene por pestañas hacia su mentón, cayendo como si fueran lluvia hacia el rostro de Aslan quién se encuentra inmovilizado debajo, con sus piernas crispadas, con las caderas friccionándose contra los shorts deportivos y los dientes apretados a causa de la cólera que le genera ser desafiado.

—Quítate. —Eiji lo tiene sometido, su satisfacción es tan grande que le acelera el corazón.

—¿Por qué debería? La vista es bonita.

—Eiji. —Le advierte en un gruñido—. Sal de encima o te arrepentirás.

—¿Qué puedes hacer para que me arrepienta? ¿Leerme hasta que me muera de aburrimiento? ¿Vas a hablarme de tus horribles novelas? Por favor, Lynx.

—¡Pequeña mierda! —Gimotea—. Sal de encima.

—No.

—Vamos. —Le advierte con una mirada depredadora que le hiela la sangre, las manos del lince están acomodadas sobre su vientre, por debajo de su suéter suave y mullido, eso hace estragos en el torso del nipón pero no permite que se dé cuenta, la pandilla está mirando y desea verse genial—. Quítate.

—Quítame de encima.

—No seas infantil.

—¿Acaso eres demasiado débil como para quitarme de encima?

—¡Tú...!

—Pues vaya líder de pacotilla que eres.

—No es mi culpa que tú seas un maniático del deporte.

—No es mi culpa que tú seas un amante de las bibliotecas, eres blando, Lynx.

—Y tú eres adorable, mi amor.

—¿Qué? —Eiji entorna los ojos en blanco.

—Eres tan besable, muero por comerte ahora, bebé, me estoy excitando.

—¡Ash! ¡Para!

Muy tarde, las fuertes palmas de su novio se han enrollado con dureza sobre los huesos de su cadera para empezarlo a recorrer consiguiendo que toda su piel arda, los nervios de Eiji lo traicionan y Aslan lo sabe, por lo que procede a apretar aún más fuerte para tumbarlo contra el suelo y así cambiar de posiciones, su sonrisa es mera satisfacción al finalmente tener tan indefenso y vulnerable a Eiji quien no deja de luchar y patear en vano, es tan lindo, Aslan se relame igual que un depredador apreciando a su presa.

Es apetitoso. Sublime. Delicioso.

—Debo admitir que me encanta ver cómo me montas pero lo prefiero en un contexto más... —Aslan se inclina, sus dientes se enganchan en la oreja del moreno provocando que un suspiro escape desde lo más profundo de su garganta, el aliento aterciopelado del depredador lo derrite entero—. Íntimo.

—Estás haciendo trampa. —Entonces se queja porque es mal perdedor—. Tocarme así cuando sabes que mi cuerpo reacciona a ti es trampa.

—Lo sé. —Ash se inclina para morderle el labio inferior—. Claro que lo sé, onii-chan.

—Eres un gato mañoso.

—Y tú eres un conejo terco.

—Ya cállate.

—Cállame pero a puros besitos.

—¿Besitos?

—Tienes razón, mejor dame besotes.

Ash le arroja una sonrisa coqueta.

Eiji no duda en devolvérsela.

—¡No entiendo! —Entonces Bones llora agarrándose la nuca—. ¿Debemos alentarlos para que riñan o debemos dejarlos a solas para que hagan cochinadas? Es confuso y hace que me palpite el cerebro.

—¡Ash! —Eiji recobra sus sentidos—. Mira lo que los incitas a decir.

—No tiene nada de mentira, no me importaría que se fueran para que pudiéramos estar mucho más cómodos.

Los largos dedos de su novio se deslizan por el suéter para engancharse a la orilla y así dejar expuesto su vientre, si bien, ha pasado una cantidad importante de meses desde que no entrena, los músculos a raíz del deporte siguen ahí, incluyendo sus abdominales, ha notado que Ash adora verlos, idea que corrobora ante la chispa de malicia que enciende sus ojos verdes, los dedos del lince trazan las líneas de su torso como si se tratara de un escultor dándole forma a su siguiente creación, Eiji vive por esto y moriría por eso sin dudarlo. Es que Ash. Dios, Aslan. Sin duda lo ha cambiado todo desde la entrada tan violenta que tuvo en su vida. Lo salvó. Una y otra vez. Y jamás le pidió nada a cambio tras hacerlo.

—Eres tan sexy, me siento tentado a ponernos cariñosos.

—¿Debo tomar eso como una invitación, Aslan?

—Puedes tomarlo como quieras mientras sea en mi boca.

—Claro que no. —Shorter trinca a Ash del cuello como si fuera una madre oso tirando de su cachorro porfiado—. Se supone que ustedes dos estaban luchando a muerte, no dándose cariñitos y las reglas de la pandilla funcionan para todos por igual, acá las riñas no se terminan en la cama.

—Qué asco que el jefe pelee así con nosotros. —Bones musita.

—¡¿Quién querría pelear así con ustedes?! Ni sus manos los quieren para pasar la noche.

—¡Ash! No seas malo con los chicos.

—¡Ya escuchaste a la esposa del jefe!

—No soy la esposa del jefe.

—No soy malo con los chicos. —Se defiende enrollando los brazos alrededor de tan torneada cintura frente a las muecas inciertas de la pandilla, todavía debe serles extraño verlos en esta faceta de luna de miel—. Pero Eiji tiene ventajas, es mi novio y lo amo mucho, por eso odio pelear con él, me duele.

—También odio pelear contigo. —Eiji corresponde, son unos gays, están tontos y enamorados—. Ni te hubiera desafiado a luchar enfrente de todos pero estoy harto de comer hot dogs en cada reunión de la pandilla, mis papilas gustativas se mueren con el picante.

—Eres un bebé. —Entonces dice con una sonrisa sañosa—. Llorando por el picante.

—Tonto, tú lloriqueas por el natto.

—Porque el natto apesta, cerebro de músculo.

—Te amo.

—Te amo más.

Ha pasado casi un año desde que renunció al equipo de pértiga e ingresó en la pandilla de su amante.

Wow.

Pero no solo ha sido un año desde que cambió de pandilla, sino que además...

«Depresión mayor».

En retrospectiva era obvio que terminaría de esa forma, ha pasado noches enteras sobre-analizando fotograma por fotograma de su vida, tratando de buscar alguna pista de dónde inició para lidiar ante toda la culpa que le genera no haberlo tratado antes y ahora estar tan incapacitado ya que sí, lastima tener esa brecha entre los demás y él. Incluso con Aslan. Tener que tomar pastillas para ser funcional y a veces pasar por periodos de depresión profunda, tener recaídas, asistir constantemente a terapia y sentir que la vida es una maldita montaña rusa emocional carente de intermedios en dónde o yace en la cima teniéndolo todo o de repente se cae y nada tiene sentido.

Es desgastante vivir así.

A veces extraña mucho el salto de pértiga y a Yue puesto que las cosas nunca fueron como antes en ningún sentido. A veces se cuestiona si tomó las elecciones correctas. Tendría que haber aguantado, no era tan terrible, ¿por qué no pude haber aguantado más? Habría ido a las olimpiadas, mamá no me habría cortado de su vida y sería amado, me sentiría bien, sería feliz ¡sí! Pero entonces...recuerda que nada de eso lo hizo feliz en esos momentos, al contrario, Eiji casi muere por la presión que aquel mundo tan cruel ejercía. Ni siquiera lo veían como humano. Ni como un ser vivo. Les dio igual. Y tras irse les siguió dando lo mismo, puede que eso haya sido lo más doloroso de afrontar, confirmar cada pensamiento catastrófico y negativista de ser usado y aceptar que efectivamente lo estaban usando.

A veces le da rabia consigo mismo no ser feliz con Ash.

Se siente malagradecido. Mancillado. Egoísta.

Debería ser feliz.

Porque Ash es maravilloso y ha estado apoyándolo lo mejor que puede en esa enfermedad y aunque lo ha conversado varias veces tanto con sus tratantes como con su novio, el terror a quemarlo queda omnipotente en el rabillo de su cerebro.

«Ahora sí» se dice a sí mismo.

«Ahora sí me dejará».

Le dolió entender que este miedo a que Ash lo deje era miedo a su propio rechazo, porque Eiji estaba tan sobreadaptado a mostrar la cara "bonita" que acabó creyéndose la actuación al punto de olvidar quién era el actor debajo del personaje, ha sido crudo mirar sus partes más feas y reventar la burbuja rosita en dónde el poder del amor lo salva y alcanza la felicidad con Ash. No. Su felicidad no depende, ni tampoco puede depender, de Aslan. Pero a veces estos pensamientos arremeten como olas sobre su playa de calma para desarmarlo todo. A veces es crudo aceptar que incluso sin ese salto de pértiga Eiji estará bien porque entonces se pregunta si todo eso de antes valió la pena. No. No lo hizo. Nunca valió la pena la aprobación ajena. No a costa de su salud mental al menos.

Vaya, ha sido toda una ruptura de trauma generacional ponerle un freno a su vida para sanar aquella herida.

Para hacer el duelo.

Un duelo por sí mismo.

—Hola, preciosura. —Aslan no permite que se asfixie en su mente, antes de que sigan escalando los pensamientos de catástrofe ya está abrazándolo de la cintura, ama que lo haga—. ¿Qué te trae a un bar de mala muerte como este?

—Tú.

—¿Eh? —Una sonrisa felina se crispa en sus labios—. ¿Yo?

—Vine porque tú querías venir. —Eiji se restriega mimoso contra su novio, sabe que hoy será un día intenso y por eso mismo asume que Ash le preparó una previa en la cantina.

—Quería una excusa para emborracharte.

—¿Y qué harás cuando esté borracho? —Eiji crispa una ceja, le gusta el ambiente del bar y le encanta que los chicos incluso se hayan vestido de forma especial para acompañarlo, hoy colgarán la primera exhibición que presentará en la facultad y eso lo pone nervioso.

—Podría hacer muchas cosas contigo. —Ash lo apoya contra la barra de madera, Eiji viste una camisa gigantesca debajo de un suéter crema que parecen generar reacciones coquetas en su pareja—. Hoy estás muy bonito, Eiji.

—G-Gracias. —Tartamudea, pese al año sigue poniéndolo nervioso—. Tú igual. —Entonces se dedica a mirar realmente bien el outfit de Aslan y pierde el aliento.

Hermoso, es su primer pensamiento.

Galante. Coqueto. Rebelde.

Precioso.

Sí, claro que Ash Lynx se vería jodidamente guapo.

Está usando un conjunto combinado, un pantalón gris de tiro alto emparejado con un cinturón negro de cuero que hacen ver de su silueta mucho más estilizada y esbelta, aun así, su porte más masculino queda expuesto gracias al ajustado cuello alto que usa debajo de un crop top de cuadros con matices otoñales que le confieren una apariencia casi translúcida a su piel angelical y a su melena dorada, el jade que escalda en sus ojos sin duda es el broche de oro. Luce sublime. Como un cantante de alguna banda de rock o un actor. Un River Phoenix sin duda.

—Supongo que te gusta lo que ves.

—Sí. —Eiji ni siquiera esconde su curiosidad y eso impresiona descolocar a Aslan—. Te ves realmente guapo, es increíble, todas las chicas van a enloquecer por ti, eres el modelo de toda mi exhibición al fin y al cabo.

—Tal vez. —Ash esboza una sonrisa de Cheshire—. Pero no es mi culpa ser tan atractivo.

—Presumido. —Relincha.

—¿Quieres tocar?

—¿Qué?

—¿Quieres tocar? —Entonces repite.

—¡¿En serio?! —No lo duda—. Me gusta mucho eso. —Si no que salta a la sección en dónde el suéter se superpone con el crop top y lo toca, repasando la silueta de su amante—. No entiendo cómo toda tu cintura es tan fina pero tienes abdominales en tu vientre, no tiene sentido, aunque creo que nada de ti tiene sentido.

—Pareces entretenido. —Aslan le acaricia la cabeza como si fuera un animal pequeño, el tacto gentil le fascina y consigue calmar los nervios previos—. Pero hay lugares más divertidos que podrías tocar.

—Bro. —Shorter interrumpe—. Basta, estamos en horario apto para niños.

Tch. —Ash se enrolla igual que un gato mimoso—. Solo estás celoso de mi relación, podemos estar empalagosos y tú no.

—Yo también podría estar empalagoso con mi novio.

—La víbora no cuenta como "novio" ni siquiera cuenta como ser humano.

—¡Sí cuenta! —Gimotea.

—No cuenta.

—¡Sí cuenta! Y no le digas así.

Eiji ríe.

Se toman una cerveza antes de la exhibición.

Mientras lo hacen, Eiji no puede evitar vislumbrar la complicidad existente entre Shorter y Ash, llama su atención que a pesar de la supuesta traición hayan logrado arreglarse con semejante fluidez, pero pensándolo con la cabeza fría, nada fue culpa de Shorter, de hecho Arthur tergiversó la situación en busca de malos entendidos, como consecuencia Shorter no solo acabó expulsado de su vieja pandilla sino que además le costó el amor de Yue, supone que Ash vio eso, supone que Ash supo apreciar su hermandad y valentía para sincerarse. Supone que Ash ha cambiado harto. En ese sentido le hubiera gustado aprender y retomar su complicidad con Yue.

Pero no pasó.

No existe mala sangre entre ambos, por supuesto, Eiji comprende a nivel racional que lo lastimó con la idea de apartarlo de Dino y a fin de cuentas, eso les permitió obtener información privilegiada por medio de sus hermanos. Aun así...

Suspira.

Eiji solía pensar en la relación con Yut-Lung como si fuera un altar de flores en el que habían girasoles para encarnar la jovialidad, dalias para la incondicionalidad y exuberancia, lirios de "alegras mis días" y narcisos por el deseo, habían rosas clichés y margaritas de inocencia y muchas madreselvas porque Eiji creía que estaban-hechos-el-uno-para-el-otro y no fue así. Hubo dependencia de ambos en aquel clímax tan amargo que tuvo su amistad y aunque sí, trataron de retomarla simplemente no funcionó puesto que ninguno era la misma persona que antes.

A veces le da pena.

A veces se siente muy solo sin Yut-Lung.

Pero las flores se marchitan sino se riegan y Eiji posee todo un altar muerto para poderlo comprobar.

—¿Estás nervioso por la exhibición? —Pero está bien, es parte de la vida que lleguen personas y que se vayan, está agradecido de todo lo que le enseñó durante sus años juntos.

—Bastante. —Posee a Shorter y a los chicos, no es lo mismo claramente, sin embargo, son amistades que valora de sobremanera—. Me recuerda un poco a los nervios antes de las competencias.

—No te preocupes, este tipo puede ser un idiota la mayor parte del tiempo. —Shorter acuna a Aslan por encima de los hombros—. Pero su cara bonita engaña a la mayoría y probablemente lo haga con tu público.

—¿Qué tonterías dices? Mi cara bonita es encantadora, igual que mi personalidad.

—No sé si estoy tan de acuerdo con eso. —Eiji refunfuña contra su jarra.

—¿Ves? Por eso Eiji me cae tan bien, tiene pelotas.

—¡Claro que tiene bolas para ser el novio del boss! —Bones clama visiblemente borracho con su voz gangosa y las palabras arrastradas—. Sabía que elegía el bando correcto.

—Cállate, Bones. —Kong le pega—. ¡Solo estás así ya que siempre has sido simp de Eiji! Incluso antes de que el jefe se lo comiera.

—Es porque Eiji es genial, es el Fly boy.

—¿Incluso si no soy más el Fly boy? —Esa pregunta escapa sin su consentimiento a causa del alcohol.

—Sí. —Pero Bones no duda—. Eres genial porque eres Eiji, punto.

Y esa respuesta...

Ay.

—¿Ves? —Ash aprieta la mano con gentileza—. Los chicos siguen pensando que eres genial aun sino eres saltador de pértiga o no perteneces al 100% en una pandilla, sigues siendo Eiji, eso es suficiente.

—Aslan...

—Ash tiene razón. —Shorter lo abraza por encima de los hombros—. No por nada me he encariñado tan rápido contigo y yo solo me encariño con las personas más geniales.

—Y con Yut-Lung.

—Ya empezaste. —Exhala—. Mira, si vas a criticar mi noviazgo empezaré a contarle a Eiji los secretos más vergonzosos que conozco de ti, Ash.

—No te atreverías, Wong. —Amenaza.

—Pruébame. —Sonríe—. Todavía puedo hablarle de los sueños húmedos que tenías con él mientras todavía eran "enemigos".

—¡Hijo de puta!

—Hey. —Alex los detiene—. Vamos a llegar tarde a la exposición si continúan riñendo, compórtense.

Es intenso entrar a la exposición.

Es duro.

Como no está listo para confrontar a sus seres amados prefiere apartarse con la excusa de que desea ver a los demás expositores en la galería para calmar su nervio, si bien Ash lo vislumbra con sus jades repletos de preocupación, se lo concede.

Así que Eiji varada como un fantasma entre los diferentes pasillos mientras la lluvia inunda su alma.

Plic. Plic. Plic.

Plac.

Pero en medio de esa tempestad inevitablemente llega... al inicio, ancla sus zapatillas en las baldosas de la galería, deja que el asombro cale dentro de su corazón igual que la primera vez, sus dedos caen de manera inconsciente sobre el marco dorado que yace en la fotografía, ha quedado ante el trabajo de otro artista y no puede evitar sentirse maravillado por lo que el modelo transmite, es hermoso y trasfiere una libertad sublime (aunque caprichosa) sus cabellos se encuentran desparramados sobre su cara y se alzan levemente encima de los ojos, sus ojos reflejan puro fuego, Eiji envidia pero admira en la misma medida dichosa clase de determinación inquebrantable, esta es una declaración y como las mejores declaraciones suelen serlo: sin saberlo.

Salvaje. Etéreo. Despreocupado.

Feliz.

Sí, el modelo luce malditamente feliz en dicha fotografía y Eiji anhela eso tan desesperado, ¿por qué el resto sí y él no?

—¿Por qué tú sí y yo no?

«Fly boy in the sky».

Claro que llegó a esa fotografía.

El inicio.

El final.

Todo lo que fue y todo eso que ya no puede ser.

Es raro apreciar el contraste y Eiji supone que desde que abandonó la pértiga evitó deliberadamente todo lo relacionado a su pasado, como si pudiera marcar una línea con un antes y un después, asume que se convirtió en un desconocido para sí mismo por eso, encerrándose en cajas mentales como si pudiera fingir que nunca pasó. Pero sí pasó. Sí fue. Sí existe.

—Perdón. —Se musita a sí mismo, sabe que no debe tocar las fotografías (más considerando el valor sentimental que tienen para Ibe), sin embargo, no lo puede evitar más—. Perdón por haberte tenido encerrado todo este tiempo, me escondí de todas tus fotografías... como si hiciera alguna diferencia.

—Oye, viste a ese chico de ahí. —Hay un grupo de chicas al lado y ni siquiera se había percatado por la concentración extrema—. ¿Acaso no es el modelo?

—Ah, lo conozco, es Eiji Okumura.

—¿El chico que no fue a las olimpiadas?

—Ese mismo.

Eiji baja los hombros sin escuchar nada más.

De repente, tiene mucha pena.

De repente, su montaña rusa cae de golpe pero el carril de Eiji está roto y no tiene baranda para que se logre afirmar por lo que Eiji solo puede contemplar la inevitable caída sabiendo lo que va a ocurrir.

Porque así es para las personas y así siempre será: el fracasado que no fue a los juegos olímpicos, el que tuvo miedo, el que no fue lo suficiente.

Mizuno tuvo las pelotas que le faltaron.

¿Verdad?

Pero nadie nunca verá lo que justifica su sensación de "fracaso" y cómo eso lo estaba comiendo vivo tanto en las prácticas como en su día a día, ni siquiera se sentía como una maldita persona, sino que se apreciaba como si fuera una masa monstruosa de depresión, una herida recién abierta atiborrada de pus demasiado repulsivo para ser visto o siquiera disfrutar de un lugar seguro ya que el lugar que antes tenía para hacerlo fue bombardeado y eso lo dejaba desamparado siendo testigo de cómo los demás podían hacer las cosas y Eiji no. Que él no pertenecía. Qué no era capaz. Hiciera lo que hiciera. Ya estaba atrás.

Era una brecha inconmensurable.

Y Eiji corría y corría y corría tratando de cerrarla, pero nunca iba a poderla cerrar. A veces, la vida es un poco más perra no más, como le dijo Lao.

Recuerda el primer encuentro en dónde Aslan tuvo que recoger sus pedazos.

Recuerda la impotencia estacada en su garganta y la pelota de angustia que no bajaba ni desaparecía hasta que o se dopaba con pastillas o caía agotado emocionalmente en su cama aterrado de que el siguiente día fuera igual. Recuerda los gritos por el celular. El terror que le inducía responder todas las llamadas. Los halagos del equipo, la sensación de no-lo-merezco al recibirlos. Lo tortuoso que era saltar y lo aun más tortuoso que era no hacerlo. No poder sostener su vida. Sentir que su vida carecía totalmente de sentido ¿y entonces? Las drogas del entrenador. Dios. Las maravillosas drogas que lo hicieron sentir un poquito mejor o al menos hacían del sufrimiento tolerable, podía hacerlo, era solo soportar un último esfuerzo y ya. Solo hasta las olimpiadas. Solo hasta las olimpiadas. Solo hasta ahí y las dejaría. Pero luego llegó Lao. Y más presión. Y no pudo ir a su primera cita con la psicóloga. Fue consciente de la brecha que había entre Ash y él en recursos.

En dinero.

En familia.

En amigos.

En todo.

Y eso le dolió.

Le dolió sentirse tan solo en comparación.

Luego llegó más presión y simplemente se rompió y odió romperse, porque toda su vida Eiji aprendió que para lo único que servía y todo lo que era se volcaba en la pértiga, ya ni siquiera servía para esto así que ¿para qué sería? Pero la vida lo ahogó y estaba tocando fondo, visitando psiquiatras, faltando a clases aunque no podía darse el lujo por su beca de intercambio, tratando de no llorar ya que hubo un tiempo en que la depresión fue tan grande que no podía dejar de hacer eso. Sí. Esto debería serle motivo suficiente para que se diera un descanso no obstante no lo era, eso le daba tanta pena. Nadie que no sea Eiji nunca lo entenderá, así de simple. E incluso ahora habiendo sucedido aquel escándalo con Dino y Fox (del que salieron impunes al sobrarles dinero pero al menos los dejaron en paz) siente que sigue roto algo dentro de él.

Vacío. Destrozado. Irreparable.

—Es una buena fotografía.

—Ibe-san.

—Es una maravillosa fotografía. —Claro que su tutor está acá para apoyarlo porque Ibe es esta figura paternal que parece que no se aburre de salvarlo—. El modelo hizo un excelente trabajo y ni siquiera se tuvo que esforzar demasiado para transmitir sus emociones, solo saltó.

—A veces lo extraño.

—Creo que es normal que lo extrañes.

Se quedan en silencio.

Miran la fotografía.

Sus ojos cobrizos penden de la imagen al escrito que Ibe pensó para el concurso y finalmente fue su broche de oro.

[¿Por qué los humanos anhelan volar por el cielo?

Es un sueño aparentemente simple sin embargo eternamente anhelado por aquellos a quienes se les negó que sus alas crecieran.

¿Será que nunca lograremos volar con el esfuerzo de nuestros propios cuerpos?

...un poste elástico de fibra de vidrio, solo eso era lo que se necesitaba y el cuerpo del joven se empinó por el cielo, como si hubiera rebotado en el suelo. El tiempo que él permaneció flotando en el aire no fue más de 2.5 segundos. Fue en esos momentos cuándo parecía que reía].

Quiere llorar.

—Una vez me preguntaste qué sentía estando allí arriba. —Entonces Eiji suelta con los ojos ardiendo aunque no entiende qué parte de todo esto le da pena, probablemente sea un duelo pero ni siquiera un duelo al deporte, sino a lo que implica.

—Lo recuerdo. —Ibe lo abraza por la espalda, aunque no es una persona que se expresa a través de la piel necesita hacerle saber que está ahí—. Claro que lo recuerdo, ¿cómo podría olvidarlo, Ei-chan?

Cambiaste mi vida, sino fuera por tu fotografía habría seguido yendo a la facultad intentando dibujar algo en un lienzo vacío.

Tú me diste el coraje para ser fotógrafo, fuiste mi inicio.

—Es raro... —La voz de Eiji escapa en un aleteo de mariposa, aunque sus ojos se encuentran clavados en Ibe da la sensación de estar mirando algo mucho más allá.

—¿Qué es extraño?

—Todo.

—Ei-chan.

—Cuando era más joven saltar la pértiga me salvó la vida, nunca esperé ser bueno, de hecho mírame a mí en comparación a alguien grande como Mizuno, aun así, amaba hacerlo, me hacía feliz, a la vez me ayudaba a tomar distancia de mi casa, pero ahora...cuando pienso en la pértiga solo recuerdo al entrenador Fox gritándome o cómo me ven con lástima cuando les cuento lo sucedido ya que en el fondo piensan: ¿cómo pudo ser tan tonto para perder esa oportunidad? Y entonces me siento tonto.

—Ei-chan...

—¿Cómo pude ser tan tonto para elegirme?

—No fuiste tonto por elegirte, fuiste inteligente.

—¿Entonces por qué todos me hacen sentir así?

—Porque a veces las personas son tontas. —Ibe es paternal—. A veces las personas opinan en dónde no tienen idea y fingen saberlo todo cuando no es así.

Es triste crecer en una cultura que normaliza el malestar.

Y esa es la cuestión con Eiji.

Las personas a su alrededor están acostumbradas a estar mal y critican a quién no lo está. Estoy más mal que tú y no por eso soy una carga ¿ataques de ansiedad? ¿depresión? Pues yo también me siento de esa manera pero me las arreglo solita, no ando siendo una carga, solo trágatelo y hazte el hombre de la casa por una sola vez. Pero Eiji ya no puede hacer eso. Por ende, cortó la relación con su madre.

Eso lo llevó a sentirse muy solo en el peor instante de su depresión, le daba pena ver como los demás pacientes recibían apoyo y él no. Hizo el duelo. Buscó una familia. Griffin. Max. La pandilla. Y muchos más que están en su exposición aun si su madre no. Además su hermanita sigue en contacto pese a la negativa de la matriarca.

Y acá está.

A pesar de cómo la vida lo pateó y lo pateó en el suelo, ¡acá está!

—¿Crees que fue un error? —Es la única pregunta que brota de sus labios.

—Creo que... —Ibe lo estrecha aún más cerca, contemplando la fotografía en un silencio cómplice y es casi como si fueran los únicos en la galería—. Creo que sabes la respuesta.

—Eres de lo peor.

—Es mi trabajo como tu tutor ser de lo peor.

—¡Ibe-san! —Gimotea pateando el piso.

—Es mi trabajo mostrarte el camino pero no cargarte hacia el sino guiarte de la mano. —Y es extraño cómo Ibe también ha aprendido a ser más paternal a raíz de estas interacciones, es bonito.

—Sí. —Eiji se acurruca—. Tienes razón, ese es el trabajo de un papá.

—Y te lo dije. —El mayor intenta disimular el quiebre en su voz porque está viejito y es sensible igual que Max—. Puedes encontrar una nueva pasión y eso también estará bien.

—¿Lo dices por la fotografía?

—Lo digo ya que tu exhibición es espectacular, no a cualquiera le prestan la galería para que exhiban una serie.

—Ash hizo buen trabajo como modelo.

—Estás siendo modesto. —El nipón ríe, más relajado y calmo.

—Tal vez.

—El modelo es importante y en eso tienes razón, pero vemos al modelo a través del ojo del fotógrafo y la manera que tú tienes para plasmar a Ash es preciosa. Transmites un amor desmesurado dándole una apariencia mucho más tierna, incluso a mí me sorprendió.

—Es que lo amo mucho, Ibe-san. —Acepta con las mejillas rojas y el corazón desembocado—. Y creo que esta es mi manera de gritárselo al mundo sin usar esas dos palabras, creo que esa es mi manera.

Para siempre, le dijo.

Para siempre.

—¿Cómo le dices a alguien que lo amas sin decirle que lo amas? Tienes razón. —Su tutor sonríe ante una dulce complicidad—. ¡Pero aún no lo acepto para ti, jovencito! Le falta esforzarse para ganarme, ni siquiera me ha pedido tener la charla.

—¡Ibe-san!

—Ahora, vamos. —El fotógrafo lo ignora acomodando una palma en el hombro, impulsándolo a que dé los primeros pasos a esa nueva faceta de su vida—. Todos están esperándonos para la exposición.

—Sí.

Eiji va.

No porque esté listo para ir, no cree alguna vez estar listo para dar el siguiente paso, no obstante es algo que merece hacer por sí mismo y se lo valida.

Así que va hacia su exposición.

Se permite ser amado.

—¡Eiji! Tus fotografías son maravillosas.

—Yo no...

—Realmente captaste la belleza del boss, ¿cómo decirlo? Se ve mucho más suave que de costumbre, pero no en un sentido desagradable, solo diferente.

—Te mataré si vuelves a decir algo así. —Claro que Ash se engrifa—. Te voy a tumbar el otro colmillo.

—¡Ah! —Bones se cubre la boca.

—Amigo, no seas así, tienen razón. —Pero Shorter sale a la defensiva—. Son fotos especiales, cuesta sacarles la mirada de encima.

—No seas tan gay en estos momentos, Shorter.

—¡No es un halago para ti! ¡Es para Eiji!

Todos ríen.

Es raro ser querido y es aún más raro aprender a querer nuevas cosas.

Nunca le prestó verdadera atención a la fotografía, estaba demasiado ocupado sufriendo por el salto de pértiga y siente que ha salido de la nada ¿realmente le gusta? ¿o es un intento desesperado para encajar y mostrarle a los otros que lo tiene todo resuelto? Ya que sí, a veces sigue siendo angustiante que el resto parezca tener la vida resuelta. Ash con su pandilla y su carrera de literatura. Sing con su amor por el boxeo. Yue con la pasión por la danza. Max y el periodismo. Griffin y la poesía. Ibe siendo un fotógrafo renombrado. El equipo de pértiga y la pértiga. Shorter y la cocina. Incluso Lao de a poco se involucra en la repostería. ¿Pero qué hay de Eiji?

¿Quién es Eiji?

¿Eiji es la fotografía, un pandillero o una serie de fracasos?

A veces no se siente como nada de eso.

Está bien, hay días más emocionales en la depresión, parte de ver todas sus fotografías acomodadas, a sus seres amados apreciándolas con una devoción genuina y sintiendo a su corazón llenarse de un sentimiento que juraba muerto tiene que ver con esto. Pero a diferencia del principio comprende la presencia de discrepancias, sabe que no está solo y que la familia, la familia que armó, esa que metió en la casita dentro de su alma y les permitió conocer ciertamente quién era, aprecia que se conciben orgullosos de él y no es solo una percepción. Lo ve en las lágrimas contenidas de Griffin. En los jadeos de la pandilla. En cómo Max se tapa la boca en un suspiro de asombro. En la sonrisa tan paternal de Ibe que le recuerda un poco a la sonrisa que su difunto padre le dio antes de saltar. En el guiño tonto que Shorter le envía y en Aslan.

Dios, Aslan.

Aslan que es su musa. Su inspiración. Su motivación. Su alma gemela. Su corazón. Mundo. Universo.

Su enamorado.

Claro que está viendo una fotografía en particular entre todas las que puso en la galería ya que debió verlo venir.

Y quizás, lo hizo.

¿Cómo le dices a alguien que lo amas sin usar esas dos palabras? Entonces piensa.

«Amanecer».

Así.

Así lo haces.

—Todavía no puedo creer que así me vea a través de tus ojos. —Entonces Aslan dice abrazándose a sí mismo—. Rompes con toda imagen que intento imponer.

—Es porque eres suave conmigo. —Eiji acomoda su cabeza sobre el hombro de su lince deleitándose tanto por la brecha corporal como por la diferencia de temperatura, deja que sus mechones dorados le caigan hacia la nariz y le hagan cosquillas, permite que ese olor lo inunde entero—. Incluso cuando no te agradaba...me defendiste de Arthur y me diste un refugio para pasar las tormentas.

—Eiji.

—Me diste un hogar.

Eres mi hogar.

—Porque no puedo evitar que pases ante tormentas o sucedan cosas malas pero puedo obsequiarte un refugio dónde pasarlas, podemos ser un refugio mutuo.

—Creo que siempre lo hemos sido. —Entonces Ash ríe y su sonrisa le da mil años de vida—. Por esto somos tan especiales ¿no?

—Supongo.

Se quedan en silencio un segundo más.

Ash sonríe con nervios.

—¿Recuerdas eso que me dijiste la primera vez que hablamos de verdad? —El nipón frunce las cejas.

—Recuerdo que estabas gritando por teléfono y te recuerdo llorando pero no lo que te conté, estaba muy nervioso ¿sabes?

—¿Por qué diablos me recuerdas llorando? —Gimotea siendo un bebé.

—Sonará tonto si lo digo en voz alta.

—Pruébame, onii-chan.

El aludido resopla divertido, ve la fotografía que tienen enfrente, con Ash sentado en la orilla de una ventana vistiendo ropa simple, con su cadera en el marco, su rostro contra la rodilla y toda la luz del alba dándole un aura angelical y sumamente etérea, pero solitaria. Con una soledad sublime. Parece estar rezando o tal vez durmiendo, se mira hermoso apartado de todo. Entonces debe decirlo.

—Sé que es gracioso, tú eres mucho más inteligente, grande y fuerte que yo, pero siempre sentí que tenía que protegerte. Me pregunto de qué quería protegerte. Pero al escucharte en esa llamada creí que era del destino, del destino que te estaba arrastrando como una inundación.

—Eiji...

—Una vez me hablaste de un leopardo sobre el que leíste en un libro y cómo creías que ese leopardo no podía regresar. Y yo te dije que no eras un leopardo, que tú podías cambiar tu destino.

—Sí. —Ash sonríe como solo Ash sabe hacerlo—. Lo recuerdo.

—En ese entonces no lo sabía y dudo que lo hubiera siquiera considerado, aun así supongo que todo este tiempo he tratado de decirte, incluyendo con esta exhibición que no estás solo Ash. Yo estoy a tu lado.

Eiji mira a Ash.

Ash le devuelve la mirada.

—Mi alma siempre estará contigo.

Esa.

Esa es la manera más hermosa de decirle "te amo" a alguien sin usar esas dos palabras.

Eiji siempre le ha dado a Ash un «aunque el mundo entero esté en tu contra, yo siempre estaré a tu lado» y a cambio Ash siempre le ha dado a Eiji un «yo te protegeré. Nunca te alejes de mí».

Es cosa de ellos, supone.

Claro que al inicio no lo podría haber imaginado bajo su fachada de enemigos, pero en retrospectiva siempre quiso acercarse más al indomable lince de Nueva York que lo llamó "niño" al conocerlo ante sus facciones infantiles y le dio una sonrisa burlona que Eiji no había visto antes y sin querer, se halló queriendo ver más, se esforzó por hacerle frente, por convertirse en su rival digno puesto que existía algo en la presencia de Aslan que lo sacaba de quicio y lo mantenía rumiando sobre sus jades incluso si solo se podían encontrar para batallar. Algo que tuvo sentido al verlo llorar y sentir su corazón tan chiquito. Algo que cobró aún más sentido al ser consolado en sus brazos luego de la práctica con las palabras más dulces que podrían existir. Algo en sus asquerosos perritos calientes tan americanos y clichés. Algo en esos horribles libros. Algo en la manera que se inclinaban. O se tocaban casualmente entre peleas. Algo en Aslan simplemente lo hacía sentir que lo entendía mejor que nadie. Y entonces simplemente lo supo.

Amor.

Eiji estaba enamorado.

Ciegamente enamorado.

—Dijiste que llorar solo era triste. —Ash le recuerda—. Sé que se escucha simple pero en el pasado... tus palabras realmente me salvaron la vida.

—Ash.

—Lo que intento decirte, es que estoy muy orgulloso de a dónde estás hoy. —Aslan lo abraza por la cintura, sus dedos queman incluso arriba del mullido suéter—. Cada paso que has dado aun si lo has sentido como caída te ha traído a esto y sé que no ha sido fácil, pero no has dejado de ser Eiji por la renuncia al salto de pértiga, sigues siendo Eiji.

—¿Qué me hace tan Eiji, entonces? —Aslan sonríe como si hubiera estado esperando la pregunta al usar sus 200 puntos de IQ a mera conveniencia.

—¿Quién más podría volar a través de las fotografías? Solo mira.

Y Eiji realmente mira.

Sigue siendo Eiji.

A pesar de todo...

—Te amo. —El nipón se acurruca contra su novio—. Te amo tanto.

—Te amo más, conejo terco.

—Lince mañoso.

Ambos asisten a la fiesta que Ibe da en su oficina cuando la galería cierra, aunque es raro ser alabado por su trabajo es aún más extraño volverse a encontrar con Yut-Lung.

—Ustedes dos tienen que hablar.

Eiji lo sabe.

Pero tiene miedo.

Tiene mucho miedo.

Aun así no deja que el miedo lo paralice y da el primer paso, se para frente a Yut-Lung para escoltarlo hacia el balcón de la oficina con la finalidad de tener más privacidad, al principio no dicen nada, todo es demasiado incómodo como para siquiera respirar, la única distracción que tiene es el arrastre del piso contra sus zapatillas o el bisbiseo del céfiro cerca de la galería, los dedos del nipón flotan encima de la barandilla, sus mangas son largas y se ensucian cuando toca el borde de metal, pero aún así lo prefiere a tener que encarar a su mejor amigo porque es raro el cambio. Es raro haber pasado...tanto con una persona y de repente, ser desconocidos.

—Lo siento.

Y entonces lo mira, se atreve a alzar el mentón para ver la expresión destrozada de Yut-Lung que no está ni siquiera usando corrector para camuflar sus ojeras, se ve mal y no lo disimula, asume que los dos están rotos a su manera.

—Sé que hemos tenido esta charla varias veces, pero realmente lamento cómo las cosas pasaron al final de nuestra amistad.

—Sí. —Eiji se abraza a sí mismo—. Yo también.

—Te amé mucho ¿sabes? —Ambos sonríen con tristeza.

—Yo también te amé mucho y creo que por eso me dolió tanto lo que pasó.

—Lo intenté a mi manera.

Pero a veces eso no es suficiente.

Y diablos, sería idóneo que pudieran retomar su amistad y volver a ser besties a partir de este punto, sin embargo, eso no es realista. A veces no basta con las buenas intenciones o las disculpas o anhelos por hacerlo mejor y tratar. A veces las cosas se rompen. A veces las cosas se rompen y no se arreglan. ¿Para qué mentirse? Las cosas se sienten raras entre ellos, la confianza se cortó incluso si Yue fue la carta de triunfo que les permitió poner distancia con Dino y Fox. Las cosas en la vida real son difíciles, Eiji todavía no está en un buen lugar para presionarse más.

Así que está bien darse un tiempo.

Necesita tiempo para sanar.

—Escuché que Fox fue despedido.

—Ah, sí. —Eiji se concentra en la conversación—. Supongo que Dino quiso limpiar su imagen y hacer algo que calmara a los chicos.

—Ese cerdo. —Yut-Lung brama—. Nunca cambian.

—Pero al menos está lejos de Ash y del resto.

—Eso es bueno. —El chino afirma—. Eso es muy bueno.

—Escuché que estás saliendo con Shorter. —Entonces las mejillas del más joven se tiñen de un rojizo violento—. ¿Cuándo pasó?

—En medio de este drama, creo. —Yut-Lung se apoya contra la barandilla mirando a la fiesta sin ver hacia esa dirección en realidad—. Hubieron muchos malos entendidos entre Shorter y yo, soy el tipo de persona celosa que se siente abandonada con facilidad por eso cuando temí que Ash me lo estaba quitando lo corté antes de que él me cortara, me dio miedo, me dio terror ser abandonado y Sing al final tomó mi bando.

—Sueles cortar a la gente antes de que te abandonen.

—Sí. —Entonces amatista se encuentra con cobrizo—. Hice lo mismo contigo. —Por primera vez Yue es directo en vez de escamoteador—. Sé que en algún momento me empecé a volver controlador y no es excusa, pero me dio mucho miedo perderte, eras todo lo que tenía.

—Y aún así... me sacaste cuando tú también eras todo lo que tenía.

—Por favor, Lynx estaba ahí babeando por tu culo.

—Mi relación con Ash es distinta a la que tenía contigo.

—Lo sé. —El chino se frota el entrecejo—. Lo sé, nunca te debí haber hecho elegir, al final te coloqué en una posición tan dura que no tuviste la confianza para hablarme de lo que te estaba pasando con el entrenador y terminaste recurriendo a Lao, ¡Lao! El tipo odia el skincare.

—Yue.

—Te debiste sentir muy solo. —Y algo en esas palabras...

—Sí. —Hace trizas su corazón—. Me sentí muy solo, me hiciste mucha falta.

—Eiji.

—Todavía me haces falta. —Lo admite—. Pero las cosas nunca serían como antes, no me obligaré a fingir que nada pasó, muchas cosas pasaron y merecen tener peso en mi vida.

—Pero... —Esta vez Yut-Lung da el primer paso—. Quizás podamos tener algo mejor.

—¿Algo mejor?

—Podemos intentar ser amigos de cero. —Le ofrece—. Te ves como si necesitaras un amigo.

Puff. —El nipón resopla—. ¿Acaso estás proyectando?

—¡Cállate, Okumura!

—¡Ah! Estás histérico otra vez, estás proyectando.

—¡Al diablo! ¡Estoy proyectando, necesito un maldito amigo! ¿Feliz? —Le sorprende que se muestre tan sincero, pero supone que ha cambiado bastante.

—¿Eh? —Sing abre el ventanal—. ¿El trío chiguagua está de vuelta?

—Nunca aceptaré ese nombre.

—¡Ah! —Los ojos de Sing brillan como estrellas—. ¡Por fin!

Salta y los abraza.

Eiji recibe el abrazo gustoso, también resignifica esa parte de su pasado, trataron de apoyarlo incluso sino sabían cómo, ambos iban a cada maldito partido, lo defendían cuando le hablaban mal, iban en espada y escudo a su defensa porque lo amaban, es solo que no todas las personas aman igual ni se tienen los mismos recursos para demostrarlo. Las personas hacen lo mejor que pueden, mientras el abrazo se perpetúa mira su altar con flores quemadas que nunca volverá a estar igual y a la vez, mira una pequeña flor poco a poco abrirse paso en el suelo.

—Ahora que ustedes están más amigables otra vez, por fin podemos salir a citas dobles. —Es Shorter el encargado de aligerar el ambiente.

—Ni muerto saldría a una cita para ver cómo Lynx manosea a Eiji.

—Yo tampoco quiero ver a Shorter babeando por ti.

—Cómo si tu compañía fuera muy agradable además, imitación de crepúsculo.

—¿Si? Pues tampoco es muy agradable tu compañía, víbora venenosa.

—No entiendo, ¿somos enemigos o somos una pandilla grande? —Sing reclama sin saber cuál bando tomar.

—Coexistimos. —Afirma Yue mientras Shorter lo abraza—. Coexistimos nada más.

Pero coexistir es harto.

Durante el resto de la noche se dedican a tontear y a hablar del futuro como si esas palabras tuvieran peso en algo, Eiji ha aprendido a no sobrepensar las cosas, simplemente fluir, le da risa considerando lo rígido que podía ser, pero supone luego de hacerse cenizas viene renacer, pensando en esa misma línea toma a Ash de la mano para escabullirse en medio de la fiesta por el campus, todavía resta una cosa que hacer.

—Sabía que terminaríamos acá. —Los ojos de Aslan son estrellas cuando finalmente llegan—. Nunca habría esperado otra cosa, es lo apropiado para cerrar la noche.

—Estoy un poco asustado.

—Yo estoy acá. —Los dedos de Aslan rozan su espalda como si fueran un suspiro—. Y no me importa si es un gran salto o no, solo quiero verte volar otra vez.

—Puedo hacer eso. —Eiji sonríe—. Solo me da nervios.

—Prométeme una cosa si vas a volver a saltar.

—¿Qué cosa?

—Salta para ti y por ti.

Es raro tener esta clase de libertad.

El pensamiento se repite una y otra vez al quitarse el suéter, arremangarse la camisa hasta los codos, volver a tomar una pértiga, un latigazo de nostalgia se enciende como una chispa desde la punta de sus yemas hacia el desemboque de su corazón, se agacha en su cuenta imaginaria, su cuerpo trepida, recuerda demasiado bien los gritos y el maltrato del entrenador, la boca se le seca, los ojos le punzan a medida que se ve inundado por una sensación de insuficiencia. Pero sabe que al abrirlos no estarán ni su madre ni Fox, sino Aslan. Y Aslan es su libertad. Por ende, aplaca los pensamientos catastróficos para probarse a sí mismo que esto es suyo, que esto siempre ha sido suyo e incluso si lo enfermaron por momentos, esto nunca ha dejado de pertenecerle.

¿Qué es Eiji?

¿Qué es la felicidad?

¿Qué es estar bien?

Probablemente no lo sepa todavía y probablemente ambas respuestas sean pasajeras, sin embargo, mientras sus zapatillas rechinan por la cancha haciendo un eco sordo, mientras el amanecer se eleva desplegando sus colores en un desborde de pasión, mientras su corazón late con tanta potencia que incluso lo siente estallar en sus orejas y clava la pértiga, se eleva, mira a Aslan. Cree que nada de eso importa.

Porque en estos momentos es Eiji y es feliz.

Y finalmente... vuela.

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