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Capítulo 9.

Hi~ Antes de que mi día se fuera al oscuro y triste pozo de la sobreexplotación laboral y otros estresores había alcanzado a dejar este capítulo bien listito, pero recién ahora tengo un par de minutitos para subirlo. Es uno bien importante y especial, así que espero que les guste y recuerden, cada quién lidia sus conflictos a su propia manera, lo importante es reconocer eso y seguir. El capítulo va dedicado a esta personita maravillosa a quien adoro y ha alegrado mis días llenos de tormentas CarnadaDeErwin, ya sabrás porque te lo dedique en el capítulo, tú me diste la idea del apodo para los chicos, te amo.

¡Espero que les guste!

—¿Cómo se llama él?

—¿Quién?

—¿Cómo se llama tu novio? —El pánico se torna evidente en los ojos del japonés, aquel sentimiento arremete igual que olas salvajes dentro de su iris, okey, debe mantener la calma, comienza a dar un hilo de respiraciones progresivas con el objetivo de templarse (técnica de mindfulness que Yut-Lung ha incorporado obligatoriamente a la pandilla)—. ¿Quién es la gata rompehogares? Ya sabes, la otra.

—No sé de qué estás hablando.

—Respóndeme. —No es una petición—. Como tu amante necesito aprobar a tu futuro esposo.

—No te puedo responder. —Y aun así tiene las pelotas para negarla.

—¿Acaso me estás desafiando, Okumura? —Oh mierda, lo llama por su apellido, es cosa seria—. Sé que puedes responderme y como dueño de tu trasero y tu lealtad absoluta lo exijo.

—No tengo novio, ¿de dónde has sacado eso?

—Sí tienes.

—No tengo.

—Sí, eres demasiado obvio y siendo sincero está siendo un dolor de culo tener que fingir que no me doy cuenta. —Esa terquedad lo enferma, más, se contiene, apretando los puños y soltándolos.

—No tengo novio. —No es mentira, de hecho, con las tutorías de Ash y lo intensivo que se ha vuelto el entrenamiento deportivo apenas tiene tiempo para sostener un par de horas de sueño decentes, lo han regañado en más de una ocasión por dormitar en clases—. ¿De dónde has sacado eso?

—Por favor. —Yut-Lung bufa contra su taza de té, si bien, se encuentran a las afueras del vestidor a la espera de Sing, este sujeto no pierde aquel toque fabuloso de glamour, alza su meñique con suma parsimonia mientras le da un segundo sorbo al líquido, es azul, uno de esos tés lunares que compran por temporadas única y exclusivamente—. Es obvio que tu trasero gay le pertenece a alguien más.

—¡Yue! ¡Deja de hablar de mi trasero!

—¿Por qué? Es un gran tema de conversación.

—¡Yue!

—Bien. —Cede, rodando los ojos con una mueca de absoluto fastidio e irritación, al menos debería tener la decencia de disimular el tedio—. Pero retomando el tema principal, sé que hay alguien más, prácticamente flotas en el aire pensando en ese tipejo.

—No floto por nadie. —Intenta confrontarlo sin embargo, su mejor amigo se encuentra ocupado en las burbujas de su bebida azulada con toques de canela y eso lo saca de quicio, por mucho que adore a su mejor amigo a veces quiere abrazarlo hasta la asfixia, lo normal—. Y podría tener una novia por si acaso.

—¿Tú? ¿Una novia?

—Claro.

—Ja. —Yue suelta esa carcajada tan estridente que lo hace escupir el té sin elegancia—. ¡Ja! ¡Ja! ¡Ja!

—¿Terminaste?

—Oh cariño. —Entonces baja la porcelana con una expresión digna de Miranda Presley—. El día que tú tengas novia yo iré a rehabilitación.

—¡Deberías ir a rehabilitación! Eres un adicto al vino. —Y a los chismes, omite.

—¡No cambies de tema! —Ah, ha tocado una fibra sensible, lo sabe porque el té se ha dado vueltas encima de su camiseta de cachemira, provocando una mueca cabreada—. Te escabulles de nuestras reuniones y luego de tus prácticas para ver a tu mugriento tarzán, ¡admítelo! Apestas a terrible sexo.

—¿Tarzán? —Pregunta entre confundido y divertido por la imagen mental, luego de tocar los no tan inexistentes abdominales de Lynx cree que le sienta bien.

—¡Sí! No esperes que refuerce tus gustos si el vago te da una chaqueta tan mugrienta. —Y entonces se percata que aún lleva la prenda de mezclilla encima de los hombros, Dios, han pasado días y cada mañana se jura no ponérsela, no obstante, le agrada la manera en que la tela lo envuelve y para qué se miente, todavía siente el resqueme de Aslan entre los bordados y los botones—. Es un taparrabos bastante horrible si me lo preguntas.

—¡No es un taparrabos! ¡Es una chaqueta normal!

—Una chaqueta que te regaló ese imbécil para apestarte entero con sus feromonas.

—¡Yue! ¡Es una persona, no un animal!

—Es un animal si se viste de esa manera. —Proclama, tocando con la punta de sus dedos la prenda, sosteniendo apenas entre sus uñas los bordes de mezclilla con un asco tan visceral que resulta hasta contagioso—. ¿Dónde compra su ropa? ¿En Walmart?

—Probablemente. —Y el pensamiento se le sale con una sonrisa, ¡pero vamos! Su closet consiste en una serie de camisetas blancas, en jeans rasgados y las mismas converse rojas que deben llevar años parándose por voluntad propia, Yue tiene razón, apesta y seguramente Griffin lo regaña, casi puede imaginarse su puchero reticente ante las quejas de su hermano, bla, bla, bla, debe pensar.

—Creo que voy a vomitar. —Yut-Lung acomoda una mano encima de su vientre y la otra en su boca, haciendo énfasis en su histrionismo para contener una arcada—. Esto es demasiado asqueroso, juré que estaría listo para el día donde crecieran tus alas de mariposita, pero no puedo entregarte a ese cavernícola si ni siquiera se baña, no me pidas que sea tan fuerte.

—¿Cómo sabes que no se baña?

—¿Acaso has olido tus ropas? Hueles a Shorter, nada se baña si huele a Shorter.

—¿Cómo sabes que no la compré yo? Quizás quería cambiar de estilo. —Y aunque entiende que no es la excusa más factible en todo el universo existe algo extraordinariamente pesado en la carcajada de lengua suelta que el más joven lanza con los ojos muy apretados, tan apretados que incluso caen las lágrimas—. ¡Hablo en serio!

—Por favor, tu horroroso gusto para la moda se resume en pájaros deformes y suéteres de abuelo, no en chaquetas de pandillero sucio.

—¡Dijiste que Nori Nori era lindo!

—Y te mentí. —Le dice con seriedad, tomándolo de los hombros para mirarlo justo a los ojos, la taza de té ha quedado encima del piso—. Te mentí porque te amo y no soportarías la verdad.

—Estás siendo dramático.

—¿No te molestaría que no lo fuera? Eres mi bebé.

—Soy mayor que tú.

—Mi preciado y terco bebé al que debo proteger de los pandilleros marihuaneros. —Entonces, Yue procede a envolverlo y acunarlo contra su pecho como si justamente fuese su virtuosa hija virgen y ¡genial! Tenía más que suficiente con la sobreprotección de Ibe—. ¿Entonces me dirás? —Y el agarre se tensa alrededor de su cuello, ejerciendo la presión de sutil amenaza contra su manzana de Adán.

—Te lo dije, no tengo novio.

—Pensé que habíamos superado esta parte de la discusión.

—¡Pero si no tengo!

—Okey, pero estás enamorado de alguien.

—¡Yo no...! —¡No estoy enamorado de nadie! Quiere gritar, más, la voz no le sale, el japonés se toca la garganta confundido, es como si tuviera las palabras atoradas en la lengua y es ridículo.

—Ni siquiera puedes negarlo. —Se burla y lo suelta—. Eres predecible, Okumura. Tus genes de niño bueno no te permiten decir mentiras.

—No tengo esos genes.

—Entonces... —Pero el más joven lo ignora olímpicamente, mirando las uñas con aburrimiento antes de alzar el mentón y atravesarlo con ese iris purpúreo igual que una navaja—. ¿Quién es?

—¡No sé! —Libera exasperado—. No sé de quién me hablas, estoy igual que siempre. —En lugar de irritarse, Yut-Lung lo abraza de los hombros con mucha pero mucha paciencia.

—Piensa. —Y le hace una petición razonable—. Piensa en los hombres que conoces y dime, mi dulce Rapunzel.

—No eres madame Gothel, Yue.

—Solo cállate y piensa.

Y lo hace, no vislumbra si es por mero morbo y curiosidad, pero lo hace. Piensa en todos los hombres del equipo de pértiga, en sus compañeros de clase, incluso en la pandilla y aprecia que nada especial ha cambiado, siguen siendo los mismos de siempre. Se traga un rugido irritado ante la afilada mirada de Yue, apuesta que Ash sabría de quién habla, claro que lo haría, es un genio atrapado en un cuerpo de modelo y ni siquiera es justo, ¡apenas levanta su trasero del sofá! El japonés vive atrapado en su red de confusión donde primero Aslan lo azota contra el suelo con sus puños y luego lo defiende del orden de sus subordinados con una mirada de pura protección, piensa en lo acogedor que es y luego se enoja porque se le acerca solo para venir quebrado pidiendo por consuelo, le dice que no pueden verlos juntos y después se ofrece a hacerle tutorías y a asistir a sus prácticas deportivas, no es lógico, no es para nada racional y eso lo enloquece.

¡Sí!

Ash Lynx lo vuelve loco.

Y también...

—Él. —Yut-Lung lo detiene—. Estás pensando en él justo en estos momentos, pones cara de menso cuando se trata de tu enamorado. —No. No. No. No puede ser Ash Lynx, de todos los hombres sobre la faz de la tierra se rehúsa haber tenido un pequeño crush con su némesis, ¿acaso ama complicarse la existencia?, ¿será masoquista?—. ¿Quién es?

—Mi tutor. —Pero la confesión le escapa sin su consentimiento y se hunde en el problema en lugar de flotarlo, permite que la ola le rompa en la cara otra vez porque es débil, gay y blando y ni siquiera puede ocultar lo feliz que lo ha hecho Aslan en este tiempo, ¡Dios!—. No quise decir eso, salió solo.

—Shh. —Y claro que Yue no le permite defenderse—. Con esto me doy más que satisfecho, asesinaré a ese sujeto si te llega a lastimar, necesito conocerlo para amenazarlo con cortarle las pelotas junto a su micropene.

—¡Ash no tiene un micropene!

—¿Ash?

—Estornudé. —Ríe nervioso—. Estornudé mientras lo decía.

—Más te vale, ese nombre ya me genera un asco de por sí solo, me moriría si tu novio comparte ese apodo con Lynx.

—Seguro. —Eiji se acaricia nervioso la nuca, no entiende en qué problema se ha metido, se profesa tentado a darse media vueltas y huir, quizás quedarse a vivir en el complejo deportivo para evitar el conflicto inminente, pero no hará eso, no luego de darle una extensiva charla a Lynx sobre relevancia de tomar el control y hacerse responsable—. No pasa nada.

—Bien. —Bufa—. Te asesinaré sino es así.

¿Qué le da tanto miedo de Yut-Lung de todas maneras? Es su mejor amigo, su confidente, su refugio, es la sangre que acude a la herida sin esperar que la herida lo llame, por ende, no debería tener esta reticencia a mostrarse vulnerable como lo ha hecho con Aslan, porque si alguien lo aceptará con los brazos abiertos es este histriónico a quien adora. Sonríe con tristeza, esa es la respuesta ¿no? Eiji se encuentra aterrorizado de hacer algo que le desagrade o transgreda las normas de su confianza por esto, no se imagina una vida sin Yue y le dolería que lo privara de algo tan indispensable como se ha vuelto su existencia.

No se hará el tonto o el ingenuo, entiende que está haciendo mal al juntarse con Aslan a las espaldas de quienes les juró su lealtad, que puede perder esa parte tan bonita de él mismo, porque la amistad y su único truco es eso, juntarse con personas no más geniales o inteligentes, sino mejores en otros sentidos, más fuertes como Yut-Lung, más fieles como Sing, más afables como Ibe, más apasionadas, más indulgentes, personas que son más, que le enseñen a ser más y le digan cosas de él mismo que ni siquiera sabía, sean buenas o malas, personas por las que confíe y de quienes reciba la confianza, le ha costado llegar a ese nivel con Yue ¿de verdad podría perdonarlo por la traición? ¿Acaso podría?

No.

No lo haría.

Y le duele, pero no está seguro si es la posible pérdida la que lo lastima o lo que simboliza, no aprecia si es el hecho de perder a su mejor y único amigo o tener que pasar por el duelo de otra pérdida con el tobillo fantasma y quedarse solo en ese abismo, Yue tiene razón al desconfiar y Eiji quiere mejorar y ser un buen apoyo, porque no existe nadie tan valioso a quien ame como a este idiota y aun así se ha vuelto difícil darle tiempo a las cosas que ama por los entrenamientos y lo poco que tiene lo pone en una bandeja de plata para Aslan, lo siente, lo siente y lo entiende si al final esto explota. Entiende, pero aún así le duele. Le duele y no sangra. Sangra pero no se desangra. Y piensa en las palabras de ánimo que los incautos le dan cuando se siente en ese abismo del que a veces cree escapar y a veces siente que se lo ha tragado: «no es para tanto, ya mejoraran las cosas».

¿Lo hacen?

Porque siente que cae.

Cae.

Cae.

Y nada mejora.

Y nada cambia.

Él no cambia.

No porque no quiera, pero si Ibe tiene razón y ha desarrollado algún cuadro depresivo no va a poder salir de esto solo, la depresión es como un agujero negro que devora hasta los huesos, es la sombra parasitaria que lo pega a la cama y hace tan difícil levantarse, es el monstruo en su estómago que lo priva de alimento porque todo le da asco o lo hace tener atracones, es la anhedonia que corta alas, es la pena que aparece en llantos sin final, es el insomnio que proyecta una y otra vez ese accidente, mostrándole y restregándole sal a la herida, es el pensamiento tan ligero a la muerte y su seguridad, es creer que a nadie le importa, porque Eiji se ha dejado de importar y mierda, si fuera una cuestión de ser positivo y ya lo habría hecho, pero esto se lo come y no puede salir, no solo y al mismo tiempo, si pide ayuda pierde la poca vida que le queda, la poca vida que se dejó.

—¿Eiji? —Y algunas veces ataca de esta manera, el día comienza bien, realmente agradable y luego se desmorona, aparecen las nubes de su tormenta y lo nublan todo, las preocupaciones inundan sus pulmones sin que alcance a tomar aire, recuerda haber hablado de depresión un tiempo con mamá, no obstante, las enfermedades mentales están tan estigmatizadas—. ¿Estás bien? —No, no lo estoy.

—Yue. —Tengo mucha pena y tengo miedo de perderte, tengo muchas cosas guardadas que quiero dejar salir y me cuesta, tengo terror de mí mismo y cómo puedo destruirme, tengo terror a destruir lo que tenemos, porque te amo y te necesito y estoy siendo un pésimo amigo—. Quiero decirte algo...

—¡Chicos! —Pero el universo se complota y Sing corretea con su reluciente sonrisa de los vestidores.

—¡Mocoso! —Y es así de fácil volver a enterrar el tema, ¿por qué no es más sencillo hablar? Si claro, ha funcionado a través de un silencio disfrazado de cortesía desde su hogar, su mamá jamás procesó el duelo de perder a su padre, se lo tragó todo con la excusa de ser fuerte, pero si esto es ser fuerte, ¿por qué se siente a punto de desplomarse?—. Qué asco, estás todo sudado, hueles a Shorter Wong.

—¡No quiero oler así de mal! —Se queja, sintiendo repentino asco por el sudor que le cae desde las puntas del flequillo hasta la ligera musculosa—. Me iré a dar una ducha.

—Venías queriendo decirnos algo. —Eiji se reincorpora, mostrándose adaptado siempre, ni siquiera sospechan lo enjaulada que está la cara de la libertad—. ¿No es así?

—¡Cierto!

—¿Qué era?

—¡Acabo de enterarme de algo horrible! —Sing chilla—. ¿Saben el apodo que nos puso la pandilla de Lynx?

—¿Nos pusieron un apodo?

—¡Sí! ¿Quieren saber cuál es?

—No, gracias. —Resopla Yue—. No tengo interés en quienes no tienen neuronas.

—¡El trío de chiguaguas!

—¡¿Qué?! —Yut-Lung se atora con su propia saliva y se muerde la lengua por la indignación, su piel ha palidecido igual que una hoja y su mirada yace clavada en el más joven, está mortificado—. ¿Estás hablando en serio? Lo entiendo de ti porque mides medio metro, pero ¿qué hay de mí? Merezco de una especie mejor, de una elegante serpiente pitón o algo más exótico y lujoso, no un pulgoso.

—Dicen que eres chillón y ladras mucho.

—¡Hijos de puta! —Yue ladra rabioso—. ¡Voy a hacerlos pagar! ¿Cómo se atreven a insinuar que mi dulce y cantica voz son ladridos? ¡Apuesto que fue Shorter! El sarnoso ama esparcir rumores de mí.

—¿Y yo? —Al menos esta conversación lo ayuda a salir de su cabeza—. ¿Por qué yo? Soy más grande que ustedes dos.

—No te creas un edificio tampoco, Okumura. —El puchero de Yue le resulta adorable, ha cruzado el brazo contra su pecho con la trompita estirada mientras mitiga sus quejas acerca de ser un perro en lugar de una especie más extravagante, es un niño—. Nosotros tres somos los más pequeños.

—Dicen que Eiji es adorable y por eso es un chiguagua.

—¡¿Eiji es adorable y yo soy un chillón?! No puedo creerlo. —Escupe, Sing los acuna por los hombros a los dos, iniciando la caminata hacia la reunión con su pandilla, permitiéndose permanecer en aquel momento y dejar ir lo demás—. Qué insulto más grande, yo no soy chillón.

—Tienes la voz un poco aguda. —Eiji lo molesta.

—Pues perdóname por no poder ser tan adorable como tú y tus ojos de Bambi.

—¿Ojos de Bambi?

—¡Sí! ¡Los tienes! Son grandes y bonitos. —Sing sonríe, emocionado—. Los amo.

Y Eiji los ama a ellos dos.

Los ama pero es duro amarlos con la mente tan llena de otras cosas, de presión, de expectativas, de pasado, de arrepentimiento y por mucho que trate de dejarlo ir, la tapa de su corazón se cierra igual que una olla a presión y teme que esta explote, otra vez, no es voluntario ni deseable, a las personas a veces les cuesta entender que hay cosas que se salen de control y van más allá de motivación pero bueno, ¿qué sabe él? Al menos quiere hacerse responsable de su malestar, no será un hipócrita tras darle ese discurso a Aslan y hacerse responsable no significa necesariamente superar el sufrimiento, puesto que el sufrimiento vive dentro de él, pero sí mirarlo y darle un hogar a ese sufrimiento en su corazón igual que lo haría con un viajero herido, esperar que sane.

—¡Los yankis están fuera de control! —Aunque difícil pensar en sanación luego de ese grito colérico.

—¡Es verdad! ¡Se están metiendo en nuestro territorio! ¡Han cruzado la línea! —El vidrioso chirrido de las cervezas entremezclado a la peste del alcohol lo incita a arrugar la nariz—. ¿Vamos a permitir eso, jefe? —Yue sonríe con suma lentitud a su lado, la botella de vino encima de la mesa retiembla, el más joven no duda en poner sus pies sobre la superficie de madera para captar la atención de ese público con gracilidad, belleza y poderío.

—¡Silencio, el dragón de luna va a hablar!

—Estoy seguro de que todos están al tanto del último altercado con la pandilla de Lynx, aquel donde Arthur no mostró piedad ni conmigo, ni con mi mano derecha. —Si bien, Eiji apenas tiene imágenes difusas del incidente antes de derrumbarse entre los brazos de Ash, vislumbra que algo les sobrevino a sus amigos, lo nota por su reticencia y su burdo escamoteo al tema—. ¿Verdad? ¡Respóndanme si les hago una pregunta!

—¡Sí jefe! —Gritan al unísono.

—Bien. —Yue les aplaude divertido—. Aunque llevamos relativamente poco siendo una pandilla nos son familiares las reglas y el honor que estas implican, tenemos códigos y morales, cualquier pandilla respetable en Nueva York los tiene y los conoce. —Su voz se derrite bajo la canción de fondo, camina sobre la mesa con una ligereza digna de un bailarín profesional, es hermoso y lo admira—. El primer principio es no hacer trampa usando armas de fuego o armas blancas.

—¿Arthur andaba portando una?

—Sí. —Entonces Yut-Lung se baja el cuello del suéter, mostrando una pulcra línea rojiza—. E intentó asesinarme con su mugrienta navaja.

—No es la primera vez que anda trayendo una.

—Pero es la primera vez que la usa, por muy bajo que haya caído ese sujeto en sus tretas la gravedad de eso es diferente, ¿lo entienden o acaso debo explicarme más lento? Alguno de nuestros hombres puede morir en el siguiente encuentro sino frenamos esto, ¿qué pasa si luego llegan con pistolas?

—No llegarían a eso. —Las manos de Sing retiemblan en la mesa y es acá cuando Eiji nota una serie de cortes superficiales entre sus nudillos y supone que se la llevó barata, que tal vez si Arthur buscó noquearlo con tanta determinación era porque su objetivo principal se enfocaba en Yut-Lung—. No caerían tan bajo.

—¿Quieres que te recuerde el incidente, Sing? —El nombrado baja la cabeza y se muerde el labio.

—No es necesario.

—¡Voy a matar a ese desgraciado! —Lao golpea la mesa con ambos puños, parece un animal furioso, abriendo y cerrando las fosas nasales con su respiración violenta y acalorada—. Sing aún es un niño, ¿qué mierda tiene en la cabeza?

—Eso mismo. —Yut-Lung tararea, sentándose encima de la mesa, dejando que sus largas y delicadas piernas se bamboleen hacia el soporte, el ambiente es tan tenso que teme que la siguiente palabra los haga explotar a todos—. Tiene mierda en la cabeza.

—Debemos ir tras Arthur.

—¡Sí!

—Por mucho que odie a Arthur, él no es el líder de esa pandilla y lo sabes. —El más joven se resopla las uñas con aburrimiento, sus botines desprenden restos de tierra sobre las tablas—. Es un peón.

—¿Entonces qué? ¿Iniciamos una cacería contra Lynx? —El estómago se le retuerce ante esa simple proposición, si bien, lleva peleando a puño limpio desde que Ash llegó a la universidad, ya no se cree capaz de hacerle daño, no después de semejante intimidad—. ¿Nos enfocamos en el rey?

—Justamente. —Yue congela todo a su alrededor con esos ojos afilados—. Digo que es tiempo para detener los abusos que sus matones nos han impuesto desde la raíz del problema.

—¡Sí! —La pandilla grita eufórica—. ¡Ese es nuestro jefe!

—¡Digo que es tiempo de cortar de raíz la mala hierba y desatar una guerra real en contra de ellos!, ¡de defendernos apropiadamente como sabemos que podemos! Ya basta de estas peleas infantiles, es momento de pasar a las grandes ligas.

—¡Sí!

—Yo digo... —Yue salta de la mesa para aterrizar en el piso, las tablas crujen y el mundo se paraliza—. Yo digo que es temporada de lince.

—Ay, Yue. —Sing se mira preocupado mientras la multitud alardea eufórica a su alrededor, Eiji pega su espalda al respaldo de la silla y se hunde en la chaqueta, esto va a terminar mal.

—Y cualquier persona de nuestras líneas que se atreva a relacionarse con el enemigo será castigado con la misma dureza, no queremos ratas acá, los traidores no tienen perdón ni cabida en este lugar, ¿están conmigo?

—¡Yue! ¡Yue! ¡Yue! —Está muerto.

Definitivamente Eiji está más que muerto.

Intenta restarle importancia al tema en una solución temporal, se pone el parche en lugar de sacarse la espina y se queda riendo con los chicos en el bar un rato, no es fanático de la cerveza y más tarde irá Aslan a su cuarto para ayudarlo con el ensayo lo que es una terrible idea, la catástrofe escala con fuerza en su mente, explotando por doquier, ahora teme más que nunca el hecho de perder a todos esos preciados amigos y debe ponerle un alto a estos encuentros con Ash, es lo mejor, supone, a fin de cuentas son de mundos diferentes y probablemente cuando ponga el tema el lince también esté de acuerdo en retomar su enemistad, han sido tontos y descuidados.

—¿Tu tobillo está bien?

—¿Qué?

—Tu tobillo... —La voz de Lao lo saca a la superficie por un instante—. Otra vez tuviste la mala suerte de enfrentarte a Arthur solo y si saliste sin algún navajazo fue por algo, probablemente te hirió pero de otra manera. —Y le sorprende lo receptivo que puede llegar a ser a pesar de su apariencia hostil, aunque no debería sorprenderle tanto, ha hecho maravillas con la crianza de Sing.

—Estoy mejor. —No duda—. Un médico me vio luego de eso. —Y Max debe ser el primer profesional al que le permite acercarse en ese ámbito luego de la operación—. Dijo que sobreviviría.

—Más te vale. —Le pega el hombro, tensando sus manos alrededor de su jarra de cerveza—. Tienes que sobrevivir bien de esta.

—¿Por qué? —Eiji alza una ceja, si fuera Ash o Yue lo molestaría respondiéndole algo así como: ¿me echarías de menos acaso? Pero con Lao le cuesta no ser tímido.

—Porque Sing está encariñado contigo. —Le explica—. Mi hermanito puede ser muy sociable y todo lo que quieras, pero aún así... —Sus dedos se hunden en la pegajosa espuma que cae hacia la mesa, sus ojos tristes lo encuentran y es difícil de digerir su dualidad, el mundo se derrumba alrededor—. Le cuesta confiar en las personas de verdad. —Y esa confesión dulce y bien intencionada lo mata.

—Ya veo. —Es todo, lo mata—. Me aseguraré de estar bien en ese caso. —¿Con qué cara los llama sus amigos si a espaldas anda tonteando con el enemigo? No puede seguirlo haciendo, no si los ama tanto como dice amarlos.

—Además. —Lao lo golpea más suave esta vez—. En la pandilla te extrañaríamos.

—¿Lo harían? —Es raro, Eiji se profesa dispensable en las peleas—. ¿De verdad?

—Claro que sí, ¿quién sería el adorable sino estás tú? —Y de pronto, se siente con la confianza para bufar, su cabello rebota encima de sus párpados aunque la tensión se expande en su interior—. Nos quedarían puros feos a bordo, a excepción de Sing, claro.

—Y Yue.

—No estoy tan seguro de esto último. —Ríen—. Solo trata de cuidar tu espalda ¿sí?

—Lo haré.

Y la manera más inteligente y sincera de cumplir con esa petición es poniendo distancia con Ash, no actuar como si el chico fuese tan importante cuando su amistad y lealtad tanto con Yut-Lung, Sing y la pandilla lleva años en edificación, así que ni siquiera debería estarse cuestionando las prioridades en esta encrucijada, sin embargo...

—Hola. —Ash ya está esperándolo a las afueras del dormitorio cuando regresa, se ve como un sueño con su camiseta celeste y sus jeans rasgados, con sus cabellos despeinados entre pestañas tan pero tan doradas que parecen hilos de oro o besos de sol, inclusive sus pecas mitigadas le dan dicha aura galante que hace suspirar a tantas chicas y lo remonta a James Dean—. Llegué un poco temprano.

—Así lo veo.

—Te traje algo.

—No era necesario. —Aslan le extiende una pequeña bolsa de papel.

—Es un regalo. —Y Eiji la abre con una sonrisa tonta, porque claro que esta clase de ofrenda le daría el irracional, es un gesto molesto que debería fastidiarlo—. Espero que te ayude a mejorar tu inglés. —Pero no lo hace, al contrario, consigue que el pulso se le dispare con ferocidad, que el pasillo gire y las manos le tiemblen por lo mucho que le encanta.

—Un diccionario de plaza sésamo. —Y de repente, es obvio lo que está pasando acá, es tan evidente que tiene unas terribles ganas de llorar y tal vez lo haga, porque es feliz al lado de Aslan, es más feliz de lo que jamás soñó con serlo, y a pesar de todo siente que entablar esa relación es la única elección al 100% suya suya que ha tomado sin presiones externas ni expectativas—. Qué lindo.

—¿Lindo?

—Sí, eres muy lindo.

—Eiji. —Y entonces Ash le da una mirada repleta de preocupación que no merece, acorta la distancia de una zancada antes de que Eiji pueda trazar un abismo y lo toma del rostro con sus manos grandes y gentiles en un toque intoxicante y embriagador—. ¿Qué pasa?

—N-No es nada. —Miente y es un terrible mentiroso.

—Pareces al borde del llanto.

—Solo estoy cansado. —Los dedos de Aslan lo acarician con una suavidad de la que no es digno, no es justo que sea así de dulce, no es justo que lo toque para hacerlo sentir tan especial, tampoco que se incline tan cerca que pueda sentir su respiración en su nariz y esto le duela, porque Yue ha tenido razón todo este tiempo y él era el único que no estaba preparado para verlo—. Entremos, hace frío.

—¿Tienes frío?

—Sí.

—Pero estás vistiendo mi chaqueta. —Se burla—. ¿Por qué la sigues usando?

—¿Por qué?

Porque estoy enamorado de ti.

Porque estoy muy enamorado y me acabo de dar cuenta.

—Es una prenda cómoda. —Ríe de manera forzada y gira la perilla—. Adelante, debemos terminarlo antes de que Yue regrese mañana.

Pasan las primeras horas atrapados en un silencio garrafal mientras escriben su ensayo sobre libros tan aburridos que solo pueden gustarle a Ash Lynx, pero es incapaz de concentrarse, se concibe muy ocupado desglosando su relación, han dejado de ser enemigos meses atrás, de hecho, su vínculo es tan estrecho que hasta Yue creyó indirectamente que eran pareja, puede verse así, pero Eiji perjura que es más intenso, que sus sentimientos son demasiado profundos para una palabra tan diminuta como el «amor», es indescriptiblemente hermoso y aún así, debe ponerle fin, por Yue, por Sing, por sus amigos, por su pandilla y por el mismo Aslan, probablemente le desagrade saber esto.

—No te veo demasiado interesado en tu propio ensayo. —Pero claro que el genio lo lee con claridad cuando le conviene, es mañoso incluso en esto, no debería tomarlo con la guardia baja.

—¿De qué estás hablando? Estoy bastante absorto en mi ensayo. —Sin embargo, el americano alza una ceja con una frialdad digna del hielo y derrumba sus patéticas barreras.

—Llevas fingiendo leer la misma página la pasada media hora.

—Perdón.

—No te disculpes. —Ash suaviza la voz, han dejado todos los cuadernos encima de la cama al carecer de un lugar decente donde acomodarse los dos, el escritorio es para una persona y no se arriesgará a desacomodar el espacio de Yue—. Si quieres dejamos esto para otro día. —No Eiji, no puedes darte ilusiones así.

—Mejor no. —El japonés baja la cabeza y se ve inundado por un dolor desconocido, esto es diferente a la pérdida que sintió por su tobillo o la tristeza lánguida que le ofrece la depresión, esto es el dolor donde siente que le arrancan el corazón a través del pecho y lo aprietan con sadismo, este es el tipo de dolor que podría matarlo de pura pena, esto es el dolor propio del desamor y de conocer a quien jura la persona correcta en el tiempo equivocado—. No deberíamos hacernos esto más, Ash.

—¿A qué te refieres? —El más joven se inclina para que lo mire, pero se niega, sabe que su alma se va a desmoronar apenas contemple esos jades y acepte que ya no tendrán esta intimidad, su espacio seguro, el lugar en el que ha construido su casita pero la casita era hostil y se encontraba atestada de fantasmas.

—No deberíamos volvernos a ver. —Apenas logra articular—. No más.

—¿Qué? —La sonrisa de Aslan cesa—. ¿De qué estás hablando?

—Deberíamos retomar nuestra antigua relación y limitarnos a ser enemigos, no es buena idea esto, está mal.

—Eiji... —Pero entonces Aslan acuna sus mejillas como si todo el amor del universo y las maravillas pudiesen caber aquí, justo entre esos hoyuelos que solo florecen para él, igual que girasoles que se mueven en busca del sol, de su sol—. ¿Eso es lo que realmente sientes?

—Eso es lo correcto.

—No te estoy preguntando por lo correcto. —Ash se inclina, apretando aún más el agarre, el cuarto está helado, una mueca descorazonada pende entre mejillas que han quedado tan pálidas como un gélido mármol y a pesar de eso, le da una mirada suave y comprensiva, es resonantemente hermoso, eso le deja el corazón hecho un lío—. Te estoy preguntando qué sientes.

—No quiero...

—Sé honesto. —Le suplica—. Sabré si mientes.

—Ash.

—Lo sabré y me dolerá.

Y Eiji desea decírselo todo, que nunca ha tenido un amigo así, que nunca hubo nada tan real e íntimo hasta que lo conoció, quiere decirle que nunca supo que existía gente como Ash en un mundo donde el conocimiento se castiga y el dolor se censura, que nunca había conocido a alguien tan dignamente irracional para llevarle la contraria, a alguien tan leal para andar con el corazón en la manga a pesar de sus heridas, a alguien con una mirada tan pero tan deslumbrante que solamente puede esconder un alma esplendorosa, que nunca había reído con burlas diablas y con toques angelicales, que nunca había conocido a alguien tan bello e inteligente, que nunca se había enamorado así y que aunque él gritó para salvar a Aslan siente que Aslan lo salvó en ese grito, quiere decirle que es el primer hombre al que le entrega y le rompe el corazón antes de darle la oportunidad. Quiere decirle todo esto, pero no puede, porque hacerlo implicaría elegirlo sobre Yut-Lung y no se lo perdonaría.

«Jamás me harías eso, eres Eiji, tú siempre me cubres la espalda».

—Sí. —Así que debe decir esto y elegir lo que es responsable, no es más un niño para actuar egoísta, sabe que esto tendrá consecuencias para todos los demás—. Quiero dejar de verte, eso siento. —Y a pesar de mantener la voz firme y la mirada clavada en esos jades.

—Mientes. —Ash no vacila—. Puedo verlo con tanta claridad, estás mintiendo.

—¿Entonces qué crees?

—Qué estás asustado.

—¿Me estás llamando cobarde?

—No. —Ash lo detiene antes de que pueda mostrarse impermeable—. No creo que tener miedo sea lo mismo que ser cobarde, yo también tengo miedo y aun así, estoy acá.

—Aslan. —Y su nombre brota de su boca como la última gota en el desierto—. Lo siento mucho.

—Pasó algo con Yut-Lung. —Lo infiere—. ¿Quieres contarme?

—Sí quiero. —Y es arrastrado otra vez en esto y lo odia—. Quiero que lo sepas todo.

Aslan es una guerra perdida.

Se sientan encima de la cama, ambos impresionan agotados a pesar de la ligereza del día, sus rodillas chocan entre las frazadas, el agotamiento físico y mental es evidente entre estos dos, les ha pasado la cuenta no poner las cosas con claridad en la mesa y ha llegado el momento. Eiji se muerde el labio y cuenta hasta diez antes de elevar el mentón para contemplar a esos jades, son relumbrantemente verdes y se ríe porque de verdad ha sido obvio del principio. Todo este tiempo ha estado intentando descifrar los misterios de su vida, la poca vida que la lesión le dejó, su propio corazón y su identidad, cuando la respuesta ha estado siempre cerca y aún así, luchó para no verla. Seguramente ha estado bastante enamorado de Aslan y no se había permitido verlo, sentirlo o pensarlo.

Basta.

—¿Entonces...? —Basta de huir, basta de excusas, basta de cobardía.

—La pelea con Arthur se salió de las manos. —Comienza a explicar, su voz es tan suave que si Aslan no lo hubiese visto mover los labios no habría entendido lo dicho, el cuarto está oscuro porque todo se ha oscurecido de repente o quizás, siempre ha sido de esa manera pero no lo había vislumbrado—. Oficialmente estamos en guerra y cualquier persona que sea vista con el bando opuesto tendrá su sentencia por traidor.

—Eso es extremista.

—No, no lo es. —Musita—. Tiene sentido porque para Yue es importante la lealtad.

—Eiji...

—Y yo soy cualquier cosa menos leal. —La angustia arremete con fuerza en su corazón, la siente en olas rompiendo contra las paredes de su interior, desmoronándolo todo como si fuesen un barranco en plena tempestad—. No es justo que le haga esto, es mi mejor amigo, ellos me recibieron cuando no tenía nada, cuando no era nadie todavía y me quieren, ellos me quieren, Ash.

—Yo... —También te quiero, habría deseado que le dijera—. Lo comprendo. —Pero no lo hace.

—Gracias por entenderlo. —Su corazón va a explotar de tristeza, puede sentirlo desinflarse tal como si fuera un neumático pinchado en plena carretera desierta, no hay nadie que lo ayude a cambiarlo, es Eiji con su corazón de trapo que él mismo se agujereó.

—La lealtad es importante en la pandilla, haría lo mismo si uno de mis subordinados me traicionara.

—Yue es mi mejor amigo, lo sabes. —Ash arruga la nariz casi como si estuviese conteniendo la pena para hacerse el duro y volver a alzar sus barreras, Eiji se despide de esa preciosa fragilidad, sabiendo que ya no es digno de verla, sus puños se tensan encima de sus jeans, se hunde con tristeza bajo esa chaqueta y espera que lo drene—. Lo quiero, lo quiero mucho.

—Lo sé.

—Y también te quiero a ti. —Y Ash se ve anonadado con semejante confesión, sus ojos se abren con una chispa de sorpresa pétrea y vibrante, pierde el aliento, se quiebra su rostro, tiembla y luce muy pequeño.

—¿Qué? —Y Eiji podría mentirle y evitarse el dolor, ¿quién se cree para andarle diciendo esto? Nadie le ha dado ese poder, es un egoísta, es una carga y tal vez esos pensamientos intrusivos sean reales o tal vez no, pero se juró hacerse responsable de sí mismo y no es responsable escapar, al contrario, esa sería la solución parche, necesita confrontar la realidad—. ¿Qué dijiste?

—Te quiero, Aslan Jade Callenreese.

—¿Cómo a Yut-Lung? —Niega, abre él mismo su pecho para mostrarle lo que yace ahí, le extiende lo que se esconde dentro y se lo da, pero no cabe a través de las rendijas rotas, así que lo hace trizas y le obsequia pedazo por pedazo, ha sido suyo del inicio, siempre ha sido Ash—. ¿De esa manera?

—Es diferente. —De pronto, Aslan toma sus manos y se le vuelve difícil el respirar, quedan enfrente, el flequillo dorado de ese hombre pende hasta sus pestañas blancas, Eiji tiene el impulso de moverle el mechón detrás de la oreja y lo hace, porque si va a romperle el corazón que lo haga vislumbrando por última vez esos ojos verdes, verdes como jades bajo el alba—. Es completamente diferente, Ash.

—¿Cómo puede ser diferente? —El resto del universo desaparece a su alrededor.

—Porque me gustas. —Todo el resto del universo a excepción del chico cuya mano y todo lo que ha tocado alguna vez aprieta con fuerza, todo lo que ha nacido y perecido entre ellos dos, toda historia de amor que ya no será, todo ese cielo estrellado cuyas constelaciones no se descubrirán, bebe todo esto y más—. Me gusta todo de ti y me gusta cómo tus acciones demuestran lo que guardas.

—¿Mis acciones? —Y Ash se mira en shock.

—Sí. —Pero Eiji mantiene la templanza por los dos, le toma trabajo poner sus emociones en palabras al recién descubrir este enamoramiento, más, lo intenta—. Me gusta que tengas un corazón grande y un alma frágil y creas que los ocultas perfecto, porque no lo haces. —Comienza—. Me gusta cómo tienes el coraje para lidiar con el caos, eres altruista pero te culpas a ti mismo, te preocupas por tus hombres y te haces el rudo fingiendo que no te importan cuando te derrites por ellos, especialmente por Bones.

—No es verdad. —Y de repente, está ruborizado.

—Lo es. —Y el moreno coge el valor para tomarlo de las mejillas y memorizarlo—. Me diste una voz cuando más lo necesité, dices que yo te salvé, pero la cuestión es que tú me salvaste y no tenía idea de lo perdido que estaba de mí mismo hasta que te encontré o más bien, tú me encontraste. Y esto es tonto, porque debes ser el hombre más irracional de la faz de la tierra y es una terrible idea hablar esto en voz alta para hacerlo real, muchas personas pueden salir lastimadas, pero me hiciste valiente y ya se siente lo bastantemente real, se siente como el dolor que solo puede provocar el amor y este amor solo puede ser provocado, sentido, revivido y asesinado por ti.

—Eiji, lo siento.

—No lo sientas.

—Es mi culpa.

—Deja de hacer eso.

—¿Hacer qué?

—Hacer todo por tu cuenta, te guardas el dolor y sigues adelante, haces que yo quiera cambiar eso, y si no puedo... —Pierde el aliento cuando alza el mentón, la mirada que Aslan le lanza...no por favor, duele, le duele demasiado el corazón—. Al menos me habría gustado quedarme a tu lado.

Me habría gustado quedarme para siempre.

—Y sé que me falta mucho todavía, que tengo cosas que lidiar pero mi alma quiere ser solo tuya, no quiero nada a cambio de estas palabras, solo ansío que sepas que hay al menos una persona que se preocupa por ti y no quiere nada a cambio, aun si partimos como enemigos, aun sino correspondes estos sentimientos, esto te pertenece.

Silencio.

Quedan en un silencio sepulcral.

Eiji alza el mentón con valentía, a pesar del dolor en su pecho entiende que ha sido lo correcto, que Aslan merecía saber de estos sentimientos y comprender por qué no pueden verse más, las personas que aman merecen su sinceridad por muy dura, cruda y dolorosa que sea. Pero la mirada de Ash no ha cambiado luego de esa confesión, al contrario, impresiona un millón de veces más brillantemente verde lo que es ridículo, porque vamos, los ojos de este chico ya son lo bastante hermosos para aún más embelesarlo.

—Estoy enamorado de ti, Aslan.

No se arrepiente, no se disculpa, no lo lamenta, punto.

Y Ash no le da palabra alguna para su confesión, no es necesaria, el más joven se arriesga a inclinarse hacia Eiji y entonces...

Lo besa.

El siguiente capítulo parte bien bonito y ya da pie a los nuevos conflictos en esta trama, probablemente tienen una idea, pero no se preocupen, esta confesión no cambia tanto la relación apache de estos dos, solo que ahora se pueden dar besotes para callarse, este es mi fic de confort y necesito confort actualmente así que estaré spameando varias veces con esto. Mil gracias a quienes se toman el cariño para leer.

¡Nos vemos el miercoles!

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