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Capítulo 7.

Hi~ Debo confesar que el capítulo de hoy cuando lo planifique no era tan potente, no sé, ame mucho que basicamente fuera un capítulo AshEiji y cómo se desarrollo, definitivamente es mi favorito hasta el momento, así que espero de todo corazoncito que les guste. 

¡Mil gracias por leer!

Luchar contra uno mismo resulta agotador.

Tener que aceptar que ya nada volverá a ser como antes por más que se sueñe despierto o se pidan deseos a estrellas fugaces, tener que aceptar que el pasado es un pasado irreparable y no quedarse pegado con eso, los seres humanos solemos quedarnos pegados en los instantes de más impotencia a la espera de un día aparecer en susodicho momento y hacer las cosas diferentes, que en lugar de dar un paso adelante seamos lo suficientemente inteligentes y demos dos pasos hacia atrás, no uno (demasiado cerca del desastre) ni tres (se puede perder el enfoque) solo dos, apenas dos pasos para salvarnos por poco y sobrevivir, para sanar aquella herida insanable y finalmente liberarnos de esos traumas que acarreamos y no hacen más que engullir con sus colmillos hambrientos en pesadillas, recuerdos, evitación, miedo, alerta y claro, las dulces reexperimentaciones que te arrastran directo al suceso de la herida pero no te permiten dar dos pasos más atrás, sino que te ponen aún más cerca para que sientas esa impotencia a carne abierta.

Cada vez que Aslan intenta restarle importancia a su propia situación recuerda esto para validar eso que tan duro ha golpeado en su identidad, desde algo intrínsecamente suyo, desde ese trocito de sí mismo que se profesa perdido para siempre hasta una cuestión de nombre. Aslan odia su verdadero nombre desde Cape Cod, no ha dejado que nadie además de su familia lo llame así porque sin querer invocarlo lo remonta al entrenador de béisbol, a esa fuente retorcida de amor que le prestó dulzura, cariño y atención cuando Griff lo dejó solo y una vez se volvió indispensable quiso algo a cambio que él estaba demasiado asustado para dar. Es solo un juego de niños, le dijo. Recurrió a las amenazas cuando esto no funcionó: me lo debes si me quieres. Oh vaya, quizás por eso Ash odia la reciprocidad que implica la amistad, una relación romántica o lo que sea. Pero ese no es el punto, sino cómo esto repercutió en que Aslan desapareciera y empezara a odiar esa connotación.

Aslan, odiaba ese nombre.

Aslan, odiaba la vulnerabilidad que le recordaba.

Aslan, odiaba lo...sucio y culpable que se sentía.

Así que se lo cambió a «Ash Lynx».

Sí, sí, era perfecto, ambas partes fríamente calculadas para que transmitiesen lo que necesitaba con desesperación gritar a los cuatro vientos y no podía, Griffin no es el único prisionero de guerra acá, él pudo ir a Irak pero Irak vive dentro de Aslan.

«Lynx» o lince en inglés, porque se perjuró que nadie podría domesticarlo, que sería completamente libre, al menos eso le permitía tener el control de lo que sucedía o no, no pudo elegir en el momento lo que dijo la policía sobre haber seducido a su entrenador, no pudo elegir por el juego de persuasión que este pedófilo implementó, ni cuando Griffin se fue, ni cuando los rumores corrieron, no le dieron la posibilidad de elegir cuando el negocio de Jim casi quiebra por su culpa, ni los rumores que corrían acerca de él, no pudo elegir si parar, no pudo, nadie lo escuchó. Así que se prometió no estar más impotente ni indefenso jamás, que renunciando a Aslan renunciaría a su vulnerabilidad e inocencia.

«Ash» como las cenizas, el apodo le daba el poder de decidir si quemarse en lugar de desvanecerse.

Pensó que podría ser una cosa como cenizas al aire, flotando libremente en las corrientes de viento hasta finalmente dispersarse y esfumarse, nadie sería capaz de atraparlo. Algo que está pero no está al mismo tiempo. Algo que no es nada y en esa nada hay algo.

Ash Lynx.

Sí, un nombre dedicado a la ferocidad, una oda a la libertad, su primera reapropiación a su identidad.

—¡Ash! —Un nombre que parece cobrar un significado absolutamente diferente entremezclado con los gimoteos de Eiji—. Ni siquiera estás intentándolo bien. —Le reclama, apoyando sus manos sobre sus rodillas en esos ridículos shorts deportivos, dando largas respiraciones pausadas por el ardor de las canchas, el escote le queda jodidamente suelto y no es que quiera verlo, de hecho, es imposible que a Aslan le importen menos las clavículas perfectamente definidas de este chico, pero...El cuello de la camiseta baja lo suficiente para darle vista de su pecho torneado.

—¿Acaso no tienes más ropa? —De pronto la cara se le ha puesto muy roja—. No podemos entrenar en estas condiciones, me reúso.

—¿Eh? —Okumura mira confundido su uniforme—. ¿Qué tiene de malo? Todos en el equipo lo usan.

—Sí. —El lince frunce la boca, intentando desviar su atención a cualquier punto de las canchas o los contenedores de la facultad deportiva para esquivar esos ojos de gacela—. A ti te queda diferente.

—¿Cómo puede quedarme diferente si es el mismo?

—Diferente, ya sabes.

—No, no sé. —Eiji gira los ojos, visiblemente irritado—. Para tener 200 puntos de IQ eres lento.

—Quizás no quiero decirte.

—Sino me dices no me cambiaré. —Eso lo saca de quicio, da una serie de bocanadas profundas para empapar sus pulmones de templanza, no sacará nada arremetiendo contra Okumura y lo vislumbra a la perfección, está esperando para fastidiarlo, no le dará el placer. Respira, respira—. ¿Entonces...?

—A ti se te ve suelto.

—¿Suelto?

—¡Sí! —En este punto está desesperado—. Así que deja de inclinarte.

—Me queda bien. —Eiji tira confundido del elástico de su short—. No se me caen ni nada.

—No los pantalones, me refiero a la musculosa, cuando te inclinas tú... —No es capaz de finalizar el hilo catastrófico de esos pensamientos, esto es más vergonzoso que cuando Griffin fue a su primera obra de teatro con cartelones y todo, que lo trague la tierra, por favor.

—¿Yo qué? —Sabe que Okumura no está jugando con él cuando ladea la cabeza y pestañea muchas veces contra esas hebras brunas, a Ash le irrita de sobremanera su ingenuidad, ¿dónde está el sujeto que hace chistes sobre hot dogs y malpiensa todo cuando lo necesita?—. Estoy bien con esto, lo uso porque es bastante cómodo.

—Sí pero puedes distraerme ¿sabes?

—¿Distraerte? —Y mierda, esto es el colmo—. ¿Cómo?

—¡Pues...!

Ash se obliga a mitigar su crisis histérica para examinar al japonés con la mente fría, cuál crítico del mundo de la moda se acomoda las manos en las caderas y procede a analizarlo de pies a cabeza con suma lentitud. Debe admitir que Eiji luce injustamente bien, cuando sale de esos horrendos suéteres con pájaros desproporcionalmente deformes tiende a verse...¿lindo?

Sí, es algo lindo.

Sí te gustan las cosas feas, claro.

Aunque hay algo diferente en el uniforme deportivo, con esa musculosa que le queda un poco suelta y envuelve su cuerpo de atleta de formas que lo hacen salivar, revelando sus antebrazos tonificados y su piel cremosa de bronce, su mirada baja a los shorts, son más cortos de lo que deberían, ¿cómo salta tan tranquilo así? Aslan no podría y no se le vería de esta manera el uniforme. Además, todavía lleva encima la chaqueta de mezclilla que le robó y le queda ¿sexy? Le queda grande, las costuras le llegan a la cadera y los puños esconden sus manos y aun así, impresiona perfecta, como si este fuese su lugar. El pensamiento hace que su estómago dé un vuelco de 180°, Shorter tiene razón, no piensa con claridad sobre Eiji. Quizás los lince son posesivos con la presa, sí, debe ser eso, es aprensivo solo por su rivalidad, obvio (mentira).

—¿Entonces? —¿Qué tiene este sujeto que lo hace perder el control así?—. ¿Qué tiene de malo mi uniforme?

—Nada. —Miente y se ha vuelto un terrible mentiroso con las orejas rojas y las pupilas tiritonas, los chicos se burlarían si pudiesen verlo—. Era tu cara horrenda, ya lo superé.

—Aja. —Pero Eiji es insistente y se acerca a zancadas, Aslan no tiene oportunidad, antes de que sea capaz de reaccionar lo posee enfrente, se esfuerza con la última fibra de su ser para no mirar hacia abajo porque aunque fuera gay, este sujeto de suéteres vomitivos y personalidad voluble ni siquiera llamaría su atención, es tan meh—. No te creo.

—¿Puedes alejarte? Invades mi espacio personal. —En lugar de obedecer como alguien con mínima pizca de racionalidad se eleva en la puntita de sus pies, ¿tan poco respeto tiene por su seguridad?

—Te has puesto rojo, estás pensando en algo.

—No.

—¿En qué? Ya me dejaste con un complejo de Popeye antes, me lo debes.

—¡Se ve tu escote cuando te agachas! —Finalmente grita—. Se te ve el pecho. —Y en lugar de soltar una estridente carcajada como creía que Okumura lo haría, procede a enrojecer con suma violencia y taparse con la chaqueta de mezclilla y grandioso, ahora se siente como un pervertido.

—¡¿Por qué te andas fijando?! —La ansiedad tiembla en su pregunta con la indignación, sus palmas sudan alrededor de los botones de metal—. ¿Acaso vas a mirar a todo el equipo de béisbol cuando te cambies en los camarines?

—¡Por supuesto que no! Pero es imposible no mirar si te estás estirando enfrente mío.

—¿Ahora es mi culpa?

—Pues yo no ando restregándote mis músculos encima.

—¿Qué músculos? —Y el hijo de puta bufa—. Por favor.

—¡Sí tengo! —Aslan gimotea, tirando su propia chaqueta contra la cancha deportiva, dándole mayor seriedad a la disputa por su contextura—. Me extraña que no los hayas sentido si paso tanto tiempo encima de ti, literalmente soy el de arriba en nuestra rivalidad.

—No me pongo a pensar en tus inexistentes músculos cuando te golpeo, Ash.

—Corrección, yo te golpeo. —Lo increpa porque su orgullo es primero—. Y son bastante reales para tu información, incluso más reales que los tuyos.

—¡No es verdad!

—Claro que lo es. —El más joven se mantiene reticente—. ¿Acaso quieres tocar?

—¿Puedo? —Y claro que debería haber esperado una reacción completamente irracional del sujeto más irracional sobre la faz de la tierra, debería rendirse intentando adivinar lo que pasa por su mente porque es en vano.

—Claro. —Pero no cree que Eiji vaya a tener las pelotas para tocarlo y... se está acercando con unos ojitos muy pero muy brillantes y una sonrisa ilusa que le deja el corazón martillando en la garganta, se arrepiente al instante y retrocede no uno ni tres pasos, sino dos. Y aún así, no es suficiente, puede verlo, esta cercanía le dará problemas con la pandilla y con su autoimpuesta identidad.

—Wow. —Sin embargo, las palmas del japonés ya se encuentran encima de su vientre, repasan con mucha curiosidad los abdominales que tiene gracias a Shorter y su insistencia en rutinas de ejercicio tardío—. Tienes razón, están acá. —Debería asquearle que lo toque así, lo último que hace Aslan es tener el control de esta situación y aunque no fue más allá de seducción de pedófilo, para asegurarse de jamás tener que ser forzado a lo físico se puso el parche antes de la herida otra vez y se lo negó.

—Te dije. —Y aún así, hay algo extraordinariamente agradable en la manera en que Eiji lo roza bajo su camiseta, es suave, sus manos se sienten calentitas y sin malicia, es diferente a cuando se golpean y se pregunta por qué, en teoría son las mismas personas—. Shorter es un maniático secreto acerca del ejercicio, teme perder sus músculos.

—Esto debe volver locas a las chicas. —Musita entretenido—. Ah, lo siento, te toqué de más. —Y es casi como si supiera lo importante que el consentimiento y la comodidad significan para Ash, sonríe, porque probablemente Okumura es de esta manera y ya. Es amable y respetuoso.

—No me molestó.

—¿Eh?

—No me molestó que me tocaras. —Su sonrojo es violento apenas deja escapar la confesión, la boca le tiembla, las piernas no le resisten—. Ya sabes, llevamos bastante tiempo tocándonos.

—¡No lo hagas sonar tan gay! —Y Eiji parece una tetera con las mejillas tan rojas y la voz chillona de vapor—. Son peleas, no caricias.

—No me estabas acariciando ahora, fue lo mismo de siempre.

—Te estaba acariciando, fue diferente.

—Vaya. —Una sonrisa diabla se dibuja entre sus hoyuelos—. No sabía que me traías tantas ganas.

—¡Ash! —Okumura patea el suelo en una increíble muestra de madurez—. Tú me preguntaste si te quería tocar los músculos.

—Y tú dijiste que sí.

—Por meros fines científicos, necesitaba saber si eran reales para seguirte molestando o no.

—Eso no le quita lo gay.

—Eso no quita que tú me lo ofreciste.

Entonces los dos sonríen con las mejillas infladas, como si estuviesen guardando migas de pan sobre estas e intentan contener sus carcajadas, pero no pueden hacerlo. Se profesan demasiado divertidos con esta dinámica de estupidez ajena y ya no la consiguen reprimir. A Ash le alegra, todavía se siente bastante débil luego de su conversación con Griffin y odia concebirse así, igual que una estatuilla de porcelana muy frágil que con la más mínima brisa puede hacerse añicos, reírse con Okumura lo hace sentir mejor. Aunque ahora que lo piensa, su vida se encuentra más llena de risas desde que tuvo la primera gran discusión con su hermano por teléfono y este terco lo consoló.

«Porque no se deja sola a una persona llorando, llorar solo es triste» le dijo y cambió su mundo para siempre.

—Deberíamos practicar. —Por primera vez Okumura es la voz de la razón, toma uno de los bates de madera apoyados en el contenedor de metal, si bien, Aslan suele evitar esta parte del campus al no querer contagiarse con los gérmenes de idiotez expuestos por los deportistas, le gusta acá—. Tarde o temprano tienes que devolver la motocicleta de Shorter.

—Ni siquiera se ha dado cuenta que la tomé. —Mentira—. Así que aún puedo pasarte a buscar a los dormitorios sin que nadie se dé cuenta. —Ash recoge una pelota del piso, empezando un ritual entre ellos donde tiran y atrapan.

—¿No te da miedo que alguien nos vea?

—Nadie nos ha visto hasta ahora. —El japonés arruga la nariz y la menea, pensativo.

—Es verdad. —Hasta que al final reconoce su genialidad—. Es duro esto de ser enemigos y...

—¿Compañeros? —Intenta terminar la oración por Eiji, aunque siendo sincero, él tampoco posee la menor idea de qué diablos son.

—No, no somos compañeros, es otra cosa.

—¿Camaradas?

—No.

—¿Némesis platónicos?

—Siguiente. —Vaya que es exigente el hijo de puta—. Pero ya estamos más cerca, Ash.

—¿Compañeros de crímenes?

—Ah, esa me gusta. —La pelota rechina contra el curte de madera apenas toca la superficie del bate, es un crujido metálico que le deja un resqueme entre los dientes y lo ignora—. Nos queda bien esto de ser compañeros de crímenes, a fin de cuentas nadie sabe que nos vemos a escondidas.

—¿Como Romeo y Julieta?

—Estaba pensando más en Bonnie y Clyde.

—Así que sí sabes cosas de literatura. —Ash se burla con una sonrisa felina, arrojándole la pelota en una intensidad que debería cansar a cualquiera, sin embargo, Okumura sigue el ritmo a la perfección y eso lo irrita con la misma magnitud que lo embelesa—. Y aún así necesitas ayuda sobre tus ensayos de literatura. —Lo ve inflar las mejillas por el rabillo de su ojo mientras finge concentrarse en aquella pelota que se lanzan, no puede estar poniéndole menos esfuerzo, su cuerpo recuerda a la perfección cómo jugar, la sensación de valía y empoderamiento es reconfortante.

—Claro que sé cosas de literatura, Ash. —Se tiene que morder la boca para no molestarlo acerca de su pronunciación de estornudo—. ¿Por qué decidiste leer todos los libros de Hemingway?

—¿Cómo sabes que me los he leído todos? —El japonés alza una ceja, ofendido—. Bien, es un poco obvio, lo entiendo.

—Gracias.

—Antes de que Griffin fuera a la guerra le pedí que leyera conmigo uno de los viejos libros de papá, Jim es terrible para leer y estaban ahí cogiendo polvo en la cantina, no sé, creo que me dio curiosidad por lo que guardaban dentro, fue un libro de Hemingway: por quién doblan las campanas, habla de la guerra y sus consecuencias, me ayudó a entender en ese momento porqué él se iba. Cada vez que lo extrañaba, el viejo me compraba un libro de Hemingway y cuando llegué al leopardo en las nieves del Kilimanjaro decidí que quería leerlos todos.

—Ash... —Muy tarde se ha dado cuenta de lo natural que ha salido esa vulnerabilidad.

—N-No es la gran cosa. —E intenta actuar indiferente lanzando la pelota, como si no fuese relevante haber confesado esto por primera vez—. Es una patética historia infantil.

—No lo es. —Pero Eiji deja caer el bate hacia el pasto—. No es una historia patética, es admirable.

—¿Qué es admirable? Apenas era un niño, ni siquiera sabía lo que hacía.

—Poder haber convertido algo tan triste en algo tan esperanzador. —Escucha los pasos de Okumura acortar la distancia en la cancha y contiene la respiración, alza el mentón listo para atacarlo o desviar la mirada—. No podemos elegir el sufrimiento, pero sí somos libres de escoger lo que hacemos con eso y cómo lo confrontamos, por eso, aun en las condiciones más inhumanas y atroces como puede serlo una guerra seguimos siendo libres en cierta medida.

—Eso... —Aslan no puede desviar la mirada, porque esos ojos cafés son el cielo nocturno del pueblo donde los niños se pierden y los deseos se oxidan en pozos, se inclina, atrapado, siente que hay todo un mundo viviendo en esas iris cobrizas—. Eso es bastante profundo.

—Una de las cosas que mi papá me enseñó, creo que en su juventud pasó por situaciones duras aun sino me las dijo explícitamente, estoy seguro. —Pero Aslan no sabe nada sobre ese mundo, todavía.

—Tú... —De repente tiene la terrible urgencia de contarle a Okumura sobre lo ocurrido en Cape Cod, porque tal vez, solo tal vez, esta vez las cosas sean diferentes y consiga una respuesta disonante con la invalidación pasada—. No estás sosteniendo bien el bate. —No obstante, le cuesta, no porque no quiera, al contrario, toda su alma grita para hablar del tema, pero las prisiones son paredes de carne y piel magullada y los traumas son tesoros escondidos en cajones de memorias.

—¿Eh? —Así que opta por callarse un poco más—. ¿Lo estoy sosteniendo mal?

—Sí. —Y espera algún día poderlo sacar—. ¿Quieres que te enseñe? —Aslan no comprende la razón para decirle aquello.

—¿Qué?

—Puedo enseñarte si quieres. —Pero no vacila en volvérselo a repetir.

—¡¿Puedes?! —Y su sonrisa es tan linda y brillante que le corta la respiración, debe disimular su risa antes de recoger el bate del piso y volvérselo a extender, Eiji puede ser un desastre de vez en cuando con sus piernas tiritonas ante el cambio de peso, con sus dedos de gelatina en la base y su columna flectada de manera graciosa, como si estuviese sosteniendo un arma o algo así.

—Vamos, endereza la espalda. —No se lo imagina siendo tan bueno en los deportes con su torpeza natural, posiblemente sino hiciera pértiga sería nulo—. Sostén el bate más firme, herirás tu muñeca de esa manera. —Traga duro, intentando no pensar en lo pequeñas que son sus manos en las suyas mientras acomoda sus dedos en el soporte, ¡pero vamos! Una palma de Ash es suficiente para tomar las dos de Eiji, eso podría ser lindo, podría claro, hipotéticamente porque no lo es.

—¿Así está bien? —Sus pestañas negras aletean contra las mejillas de Aslan, hace calor en la cancha y nunca han estado tan expuestos, casi parece que lo abraza por la espalda, es curioso cómo a pesar de haber sostenido tanto tiempo contacto físico a través de las peleas, esto se sienta tan diferente.

—No te preocupes por la resistencia del viento con esta distancia, bambolea el mando suavemente, apunta bien y...

—¿No necesito golpear una pelota para saber si lo hago bien?

—No estarás listo para golpear nada sino aprendes esto antes. —Es graciosa la forma en que arquea las cejas e infla los mofletes amurrado, es tan maduro, olvida que es dos años mayor—. Debes tener la guía de un buen instructor antes.

—¿Se supone que tú eres ese instructor? —Pregunta indignado.

—Sí, yo.

—¿Vas a juzgar mi potencial?

—A menos que no confíes en lo que te estoy enseñando, en ese caso puedes desistir. —Se juró que le devolvería una broma o renunciaría, sin embargo se planta con firmeza y repite el movimiento ya aprendido con una impresionante gracilidad, su aroma le hace cosquillas bajo la nariz, es ridículo ya que se bañó en su casa y por ende, llevan el mismo jabón, es imposible que huela así de bien.

—¿Y bien? —Pero lo hace.

—Estás mejorando. —Eiji se relaja, apoyando su espalda contra el pecho de Aslan quien tiembla por no saber cómo romper el agarre entre sus manos—. Pero tienes que seguir practicando.

—Para eso estamos aquí, ¿no?

—Pensé que tú eras quien debía ayudarme.

—Sí, pero en el fondo amas presumir tus dotes naturales.

—Tienes razón. —Ríe—. Aunque solo amo presumírtelos a ti.

Se quedan practicando hasta el atardecer, Eiji mejora con sorprendente rapidez su habilidad para el béisbol, es mucho mejor lanzando que bateando gracias a su musculatura, no obstante, ayuda a que retome el deporte y wow, no es tan terrible ni desastroso como estaba esperando, no sufrió ningún escenario catastrófico y apocalíptico de lo que pasaba, no revivió su pasado traumático tras enterrar por casi diez años esta parte de sí mismo, al contrario, pudo conectarse con el goce, con la diversión, la adrenalina y todas esas emociones más agradables que había olvidado que le traían. Supone que en parte se lo agradece a Okumura, al no haber estado presente en Cape Cod no le trajo recordatorio de Barba Azul ni lo dejó vagar en los pasillos del pasado, lo mantuvo conectado acá y ahora, no sabe si fue a propósito o inconsciente que lo ayudó a evitar una reexperimentación, más, lo agradece con una de esas sonrisas brillantes de Aslan que murieron con Ash Lynx.

«Ash» como las cenizas.

«Lynx» porque es libre.

Aslan Jade Callenreese.

—Estoy agotado. —Aunque ambos se dejan caer encima del pasto y sueltan los implementos, Aslan habría deseado seguir jugando un poco más, apoyan sus manos encima de sus vientres, sus alientos escapan en nieblas de cansancio blanquecinas y agitadas—. El béisbol es duro.

—El salto de pértiga también se ve duro.

—Más que el salto de pértiga me está costando la mantención que requiere.

—¿Mantención?

—Todo el entrenamiento antes de saltar. —Ash ni siquiera lo había pensado, con razón siempre que ve al moreno está con su uniforme, probablemente come, respire y sueñe con el salto de pértiga.

—Algún día deberías enseñarme.

—Primero tendrías que ver si te gusta, ya sabes, en una práctica o algo así.

—¿Eh? ¿Acaso me estás invitando a tu siguiente competencia? —Y su sonrisa socarrona tiembla tras dar vuelta el rostro en el pasto y encontrarse con un adorable carmesí.

—Solo si quieres. —El corazón le tamborilea con fuerza dentro del pecho, otra vez, Ash se encuentra a sí mismo perdido dentro de esos grandes ojos cafés, sobre ese mundo que no conoce pero aceptó que le gustaría conocer—. Puedes asistir a una práctica ínfima para no levantar sospechas si quieres venir, no tienes que sentirte obligado, yo no...

—Iré. —Y Aslan lo dice con tanta firmeza que consigue una expresión de pérdida, como si en alguna página de su propia historia Eiji le hubiese pedido esto a alguien más y la respuesta hubiese sido una rotunda negación o menosprecio, como si el historial de crueldad del japonés a sí mismo fuese mera interiorización de lo que el ambiente se encargó de confirmar, él no, jamás lo hará sentir como carga o una molestia, llamase empatía o humanidad básica, pero no lo hará—. Quiero estar ahí para ti.

—¿Qué?

—Ahí estaré, en primera fila para tu competencia. —Repite sin pizca de vacilación—. Lo prometo.

—Pero si los chicos te ven...

—Eres mi presa, ¿no? —El moreno rueda los ojos, entretenido—. Debo mantenerte vigilado, te dije, mantén a tus amigos cerca y a tus enemigos más cerca.

—Eres un tonto.

—Con 200 puntos de IQ y ahora experto en los deportes.

—Tienes coraje para llamarte experto a ti mismo luego de una sola práctica.

—O quizás me tengo fe. —Ash bufa, hundiendo sus palmas sudadas en su camiseta—. Creí que sería mucho más duro de confrontar esto del béisbol, siendo sincero, estaba terriblemente asustado con tener alguna intrusión o reexperimentación porque he visto a Griffin tenerlas y...no son agradables.

—Oh, Ash. —Y entonces Eiji lo mira con un sentimiento que si bien, le es incomprensible, le deja su corazón sangrando—. ¿Quieres contarme sobre lo que pasó?

—Sí. —La respuesta brota de su boca desesperada—. Quiero contarte, pero llevo años sin hablarlo, ni siquiera Shorter sabe, nadie sabe en realidad y... —Estoy asustado, no puede decirle.

—No te sientas presionado. —Pero Eiji ha acortado la distancia para que queden frente a frente con el rocío del pasto quemándoles la piel y las sombras de los alerces siendo su manto cómplice.

—Nunca me haces sentir presionado, eso es lo que me gusta de ti.

—¿Entonces admites que te gusto, Ash?

—¡Eso no...!

—Es una broma. —Dice—. Es lo mismo para mí. —Ríen nerviosos, yacen completamente vulnerables frente a frente, pasado con reminiscencias, alma con heridas, piel con lesiones, cuerpo con pérdidas extensivas, enredan sus piernas en busca de calor ajeno y soporte en plena tormenta.

—Griff se fue a Irak cuando yo era un niño, eso te lo conté, ¿verdad? —Busca una confirmación para romper el hielo de su propia carcasa, ve a sus palabras forjar una capa de témpano contra su prisión congelada y piensa acerca de su propia muerte, en el cadáver en el Kilimanjaro, por qué escaló tanto la montaña, se pregunta.

—Sí. —¿Se perdió cazando a su presa hasta que llegó un punto en el que no podía volver? ¿O subió y subió, poseído por algún instinto y se desplomó intentándolo? Piensa en la dirección de su cadáver, ¿estaba intentando bajar? ¿O subir más alto?—. Me lo contaste. —De cualquier manera, el leopardo sabía que nunca volvería.

—Griff amaba el béisbol y yo estaba en el equipo, no sé, me sentía solo porque Jim trabajó en el bar la mayor parte del día, nuestra situación económica no era la mejor y él hacía lo que podía, empecé a pasar más tiempo con el equipo por eso, el entrenador conocía a mi hermano y sabía de su partida a Irak, se preocupaba por mí, me daba atención y me escuchaba porque yo no tenía a nadie más en ese momento, tomó un poco el rol de Griffin y empecé a verlo como otro hermano mayor, era lindo cuando me traía meriendas o se quedaba hasta tarde jugando, me dio...

—Ash.

—Me hizo confiar en él, lo quería, Eiji. ¿Puedes imaginártelo? Sentí afecto por un pedófilo. —Pronto quiere vomitar, las lágrimas han empañado sus ojos sin que se diera cuenta, el corazón le duele igual que si estuviese incrustándose una daga—. En ese entonces no lo sabía, solo sabía que él me amaba, me lo decía y yo disfrutaba de ser amado, de ser querido, sentir que le importaba a alguien, que no estaba completamente solo sin Griff, y un día, él me pidió algo a cambio. —Su mirada se va lejos de Eiji, impresiona ido, completamente desconectado—. Me llevó a su cabaña, me dijo que quería que probáramos un nuevo juego, que a mis compañeros les encantaba jugar eso y yo dije ¿por qué no?, no era la clase de niño que jugaba, pero amaba a mi entrenador.

—Aslan.

—Cuando me resistí me amenazó, me dijo que no me amaría más sino cedía y me asusté, me sentía con la obligación a amarlo y a corresponderle, porque él había sido tan bueno conmigo, pero no fui capaz de hacerlo, él me besó la mejilla y dijo que estaba bien, que mañana lo intentaríamos otra vez y eso nunca pasó, porque le conté a Jim lo sucedido. La policía no nos creyó por supuesto, Cape Cod es un pueblo pequeño y mi entrenador tenía buena reputación, nunca me pasó nada, no me tocó ni me puso una mano encima, no me presionó, no me pasó nada y aún así, tengo pesadillas sobre esto, sobre lo que podría haber pasado y me siento mal a veces todo el tiempo, me siento sucio y no evito pensar que él era bueno conmigo y si era tan bueno fue mi culpa por darle el mensaje equivocado.

—No. —Y entonces, parpadea y es traído de regreso—. Ash eras un maldito niño. ¿Cómo podría ser tu responsabilidad? Tú confiaste en él, tú estabas solo y él se aprovechó de tu afecto para manipular y hacerte sentir responsable, él sabía bien lo que estaba haciendo, él era un adulto, tú eras un niño, punto.

—Pero...

—Jamás podría haber sido tu culpa. —La mirada de Eiji vuelve a suavizarse, se sienta sobre la hierba con el corazón sangrando, es raro, Ash nunca lo había visto realmente enfadado hasta este punto y lo enternece de sobremanera ser la razón de su impotencia, su rabia, su tristeza, su tanto—. Y deja de decir que no te pasó nada.

—No me pasó nada.

—Ambos sabemos que es mentira, fue grave que traicionara de esa forma tu confianza.

—No quiero hacerme la víctima.

—No te haces la víctima de esa manera. —Lo contradice—. Al contrario, dejas de hacerte la víctima cuando asumes la responsabilidad de lo qué te ha pasado y trabajas alrededor de eso, cuando al fin te admites a ti mismo qué te pasó algo grave y te afecta, y tienes rabia y quieres gritar, y ha sido tan duro, eres muy fuerte por haber pasado por tanto tú solo. —Y es así de simple para Eiji romperlo, lo quiebra en miles de pedazos semejante empatía y ferocidad con su sufrimiento, porque mierda que le cuesta hacer válidas sus dolencias, así que es lindo que alguien más las mire y les dé gravedad.

—Tienes razón. —Ríe, limpiándose con la manga de su camiseta, sentándose encima de la hierba e imitando su posición—. Quiero gritar todo el tiempo, me siento atrapado y reprimido.

—Entonces grita.

—¿Eh?

—Grita.

—¿Acaso estás loco?

—No hay nadie acá, ¿qué es lo más terrible que podría pasar?

—¿Nos expulsan de la universidad? —Ash escamotea con reticencia.

—No nos van a expulsar por eso, sé realista.

—Pues no te veo gritando a ti por todo lo que te sucede con la pértiga.

—¡Me duele la lesión y estoy cansado de que me digan que debo superarlo! —Pero entonces aquel terco grita con todo el aire de sus pulmones tan pero tan fuerte que media facultad debió escucharlo a través de las ventanas y las clases—. ¡No quiero ir a las Olimpiadas! ¡No quiero más presión! ¡Estoy sufriendo! ¡Estoy sufriendo y es importante!

—Eiji, ya entendí.

—¡Estoy acá! ¡Estoy acá y estoy adolorido! ¡Estoy acá, me alivió la lesión pero me enfureció al mismo tiempo! ¡Quiero saltar la pértiga y estoy harto de saltar! ¡Quiero renunciar! ¡Quiero renunciar pero no quiero, no sé nada de nada! ¡AAH! —Y diablos, ver a alguien tan retraído y cortés como Eiji gruñir a los cuatro vientos sus secretos más íntimos lo empodera y despierta sus ganas de competir.

—¡Odio los rumores que corren de mí! ¡Estoy enfadado con mi hermano porque se fue! ¡Estoy muy enfadado con Max por irrumpir! ¡Estoy enfadado con Griffin por no hablar conmigo! ¡Estoy furioso conmigo mismo por no ser más amable con mis propias heridas! ¡Estoy furioso conmigo mismo por no tener las bolas para confrontar a mi hermano! ¡Estoy furioso por no ser más honesto con Shorter! ¡Estoy furioso por no ser un mejor líder! ¡Estoy furioso! ¡Joder! ¡Estoy furioso con todo el mundo!

—¡Más fuerte!

—¡Estoy furioso y estoy aquí! ¡Estoy aquí y estoy furioso por no haberlo notado antes! ¡Estoy furioso por no notarlo desde Cape Cod! ¡Era un niño, maldición!

—¡Más fuerte!

—¡AAAH! —Cuando su garganta se encuentra tan seca luego de gritar se siente recompuesto y más ligero.

—¿Mejor? —Aslan asiente, incrédulo.

—Mucho mejor.

Ash nota que está cambiando con respecto a sí mismo y su postura sobre su historia, supone que el primer paso es reabrir la herida para limpiarla, por muy doloroso que puede ser efectivamente debe hacerlo para que sane, sino seguirá infectada para siempre y seguirá siendo un rehén de su pasado. Eiji tiene razón, nada de eso fue su culpa, de hecho, Aslan conoce con lujo y detalle los mecanismos de persuasión que aparecen en la pedofilia: el adulto somete al niño a la fase de seducción dándole un espacio seguro donde se profese amado y validado hasta que cobre la moneda de cambio, hasta que tiene al infante tan deslumbrado por las migajas de confianza que lo deja en su palma y la cierra cuando lo desee, lo tiene a su merced, no hay competencia ni palabras existentes para explicar todo el daño que se hace en una época tan frágil e inocente. Fue grave, fue real, fue real y lo tiene furioso, pero más que nada, furioso consigo mismo, porque sabe que en alguna parte quiso a su entrenador y todavía le cuesta integrar esas ambivalencias, le cuesta integrar que hubieron tanto cosas buenas como malas en su relación porque se escucha inaceptable e incómodo, ¿acaso está enfermo? Es tan repugnante que haya querido a su casi transgresor (nada de casi, fue su transgresor por manipularlo) y pasa, la cruda verdad es que pasa de esa manera.

Especialmente cuando el abuso es cometido por un ser cercano, sea un familiar, un padre, tío o una figura de admiración existe cariño y odio en este sistema y así como es importante reconocer aquello negativo por la transgresión también es importante mirar que antes de esto hubo cariño, confianza, validación y seguridad. Por eso a un niño le es tan difícil integrarlo, la mente no está preparada para tolerar a esa edad semejantes cosas así que se queda en la idealización: «él nunca me haría eso, me quiere, es bueno» o en la devaluación: «lo odio y es un maldito degenerado» y puede serlo, esto no pide que haya un perdón o una catarsis divina, solo es importante dejar de reprimirlo y ya, hablarlo, hablárselo y una vez hecho, mirarlo diferente, reapropiarse de su vida, porque es su maldita vida, ni siquiera sueñen en quitársela otra vez.

Es suyo.

Es Aslan.

Es Aslan y es Ash.

—Lo siento si me propasé allá atrás. —Ha llegado el momento de la despedida y Eiji luce tímido, aún viste su chaqueta de mezclilla sobre sus hombros y siendo franco, no quiere que se la quite por nada del mundo—. No quise sonar agresivo, fue instintivo reaccionar así.

—No fuiste agresivo. —La voz de Ash es tan suave como su mirada, da dos pasos enfrente, no hacia atrás y vaya, no necesitó regresar al pasado para sentirse más cómodo con el pasado—. Fue eso que necesitaba para sacar la rabia.

—Gritar ayuda de vez en cuando. —Eiji se acaricia la nuca, ansioso—. Puede ser bastante liberador.

—¿Gritas mucho en tu tiempo libre? —Lo pretende molestar.

—Yo no, Yue sí. —Pero el tiro le sale por la culata—. Yue tiene la filosofía de que mientras guardamos más, más infladas quedan nuestras almas y nuestros vientres.

—Claro que dice eso.

—No seas malo con Yue. —Le pide—. Usaste sus técnicas terapéuticas para estar mejor.

—Si hubiera sabido que eran suyas no las habría usado.

—Lo sé. —Canturrea, balanceándose en la punta de sus pies, provocando que los rizos en su flequillo se enreden en esas brunas pestañas bajo la brisa—. Por eso no te dije.

—Conejo tramposo.

—Lince mañoso. —Ríen con timidez—. Entonces...

—¿Sí?

—¿Nos vamos a seguir encontrando para estudiar o practicar deportes?

—Me ofendería sino lo hiciéramos. —Se burla pero son sus mejillas las rojas—. Me he acostumbrado a vivir esta doble vida, sería aburrido regresar solo a la rivalidad de pandillas. —Okumura impresiona ilusionado con esas palabras, sus manos juguetean nerviosas frente a su vientre, su latido es rápido.

—Estaba pensando que podrías venir a mi dormitorio en ese caso, una tarde que Yue no esté porque suele pasar algunas noches afuera.

—¿Quieres que me vaya a quedar a dormir? —Eiji aprieta con fuerza las mangas de la chaqueta, de repente se mira pequeño, realmente pequeño en esa inmensa prenda.

—Solo si quieres, como yo me quedé en tu casa pensé que era lo justo y tengo cosas que me gustaría mostrarte, pero entiendo si es raro, debes tener mejores cosas que hacer, yo...

—Eso me encantaría. —Lo frena antes de que salga de la estación su propio tren de catástrofe entre los carriles chuecos de la distorsión cognitiva—. Considéralo una cita, Okumura.

—En tus sueños, Lynx.

Y el aludido regresa a su apartamento con una sonrisa bobalicona.

Aunque es impropio del temible lince de Nueva York se siente más esperanzado luego de gritar todo lo que guarda, el mundo no colapsó, la tierra no detuvo su rotación, las estrellas no se cayeron ni el cielo se derrumbó, pero se siente diferente. Supone que el tiempo no es lo que cura, sino todo eso que hacemos con el tiempo para curar, cuando se asume la responsabilidad y corremos el riesgo de finalmente liberarnos. Aslan no perdona a Barba Azul, no cree poder hacerlo jamás, pero le gustaría poder perdonar a esa parte de sí mismo que fue víctima y dejar de victimizarla.

—Aslan. —Max está trabajando en el apartamento cuando llega, tiene unos lentes de botella que le dan un aspecto chistoso y casi ridículo—. Ash, quise decir.

—Viejo...

—Perdón. —¿Y acaso no ha sido cruel con Max? Claro, ha sido mucho más fácil escudarse al decirse que Lobo no lo entiende y pasa minimizando su dolor y Eiji tiene razón, eso es victimizarse de cierta manera, es no hacerse cargo de la responsabilidad.

—Oye Max. —Y aunque en estos momentos, ahora, ya, no se sienta listo para abrir el tema al seguir demasiado fresco e infectado—. ¿En qué estás trabajando? —Renuncia a sus prejuicios y decide que lo que sienta por este sujeto será después de conocerlo, mira sus esfuerzos por intentar construirles un hogar, lo ve y aún no sabe cómo se siente, está bien, está perfecto.

—En un discurso.

—¿Eh? —Le da una sonrisa que ¡sorpresa! Es genuina, se acerca a la isla de granita en la cocina—. ¿Desde cuándo eres famoso?

—Desde siempre. —Bufa, retirándose los lentes, revelando sus ojeras de puro cansancio violeta—. Me pidieron ir a dar una conferencia sobre Irak en mi vieja facultad, hace años no piso la universidad y me siento algo nervioso.

—¿Nervioso? Pero si pareces una cotorra todo el tiempo, si alguien puede hablar por horas eres tú.

—¡Oye! —Gimotea y eso le inunda el pecho de satisfacción—. Yo no cotorreo.

—¿Acaso has visto la cuenta del teléfono?

—Griffin también lo usa.

—Para hablar con las amas de casa, es distinto. —Entonces Max resopla y se mira entretenido, posa el mentón encima de su palma mientras su codo batalla por no resbalarse de la isla de granita, esta es la conversación más larga y decente que han sostenido desde que se conocen—. ¿La darás dentro de mi universidad? —El periodista asiente, sus hombros se relajan progresivamente y el aire no está pesado, es incluso agradable, pero aún tantea el terreno con cuidado.

—En la facultad de literatura de hecho.

—¿Mi facultad?

—Exactamente.

—¿Puedo ir? —No sabe por qué pregunta eso.

—¿A dónde?

—A tu conferencia. —De hecho, sus mejillas quedan rojas a causa de la vergüenza—. ¿Puedo ir?

—¿Te gustaría? —Pero ha elegido no vacilar más, irá con cuidado, paso a paso porque hay un tiempo y timing para todo, no obstante, sigue siendo mejor a quedarse estancado.

—Sí. —Ash le explica con un hilo repleto de timidez—. Creo que me gustaría conocerte un poco más.

—¡Ah! —Y los ojos de Max brillan como si acabasen de nacer estrellas—. ¡No estaba preparado para esto!

—¿Quieres que regrese en un mes y te lo pregunte? —Bromea, esbozando lentamente una sonrisa felina y astuta.

—¡No! ¡No! —Es divertido ver a Max en pánico, piensa—. Será todo un honor si vienes a verme, deja que te busque uno de los folletos. —Y el hombre es un desastre, moviendo pilas y pilas de apuntes, hundido entre tazas de café añejas y bebidas energizantes, buscando un panfleto de un color chillón y brillante—. ¡Acá! —Se lo extiende ilusionado, tiene el corazón desnudo en la manga, se lo pasa, lo deja a merced de este implacable depredador.

—Gracias. —Y Aslan elige no romperlo, elige darle una oportunidad—. ¿Puedo llevar a un amigo? —¿De dónde diablos ha salido la pregunta?

—¿A un amigo? —Lobo luce genuinamente sorprendido y eso lo ofende, debe creerlo un antisocial, siempre encerrado leyendo o metiéndose en problemas con las pandillas—. ¿A Shorter? —Titubea.

—No. —Y el pulso se le dispara—. A alguien más.

—¿Un compañero? —Niega.

—Él es un... —Piensa en la conversación previa que tuvieron y sonríe—. Es un compañero de crimen.

—¿Eh? —Y Max podría hacerle preguntas o reprocharlo a causa de tanto misterio—. Mientras él sea una persona importante para ti, también lo es para mí, puedes llevarlo.

—G-Gracias. —Y se imagina la carita de Eiji hacer chispas y constelaciones cuando le cuente—. Él no entiende mucho sobre literatura pero creo que se pondrá feliz.

—Ash.

—¿Sí?

—Gracias. —Deja caer esas palabras igual que una bomba en pleno campo de batalla, ve los pedazos de su voz hacerse añicos contra el piso, es violento y destructivo, más, no lo asusta, porque cambiar puede ser bueno, reescribir la historia y alterar el final—. Gracias por querer acercarte a mí hoy.

—No es la gran cosa, viejo.

—Lo es. —Y Max se muestra validante y comprensivo—. Es la gran cosa.

—Supongo.

—Tengo curiosidad sobre algo, todo este tiempo he tratado de conocerte, Ash. —Sus dedos crispan los folios de papel bajo la reminiscencia del café, ambos se encuentran sentados uno frente al otro y es una conversación agradable—. ¿Qué ha cambiado?

—¿A qué te refieres?

—¿Qué ha cambiado para que me dejes acercarme?

¿Qué ha cambiado?

Ni el propio Aslan logra vislumbrarlo siendo honesto, las cosas que sí logra vislumbrar es que llevaba bastante tiempo queriendo sacar el tema y siempre pensaba; algún día y a alguien encontraría forma de decírselo, a una persona. Y entonces tendría a alguien en quien podría confiar y que guardaría su secreto más esencial, y que tal vez, si tenía la fortaleza necesaria para contárselo a alguien más, que tal vez, si el mundo no se acababa tras hacerlo, podría contárselo a aún más personas, no porque le guste retraumatizarse en el relato, sino por los espacios en blanco en sus relaciones con Max, Griffin y Shorter. Merecen escucharlo y a su vez, ser escuchados. Así que regresa a la pregunta, ¿qué pasó?, ¿qué ha cambiado? Y se ríe, puesto que la respuesta es verdaderamente simple.

Eiji Okumura.

Eso pasó.

Primero cabe aclarar que el trauma sea infantil o adulto, sea fisico, sexual, psicologico, emocional, etc, es diferente para cada persona siempre. Y en el caso del abuso sexual infantil lo que suele pasar es justamente esto, el pedofilo tiende a construir una zona segura y de confort, así que hay muchas ambivalencias con respecto al abusador, más considerando que en la mayoría de los casos es un familiar cercano y no se saca nada condenando esto, hay que mirarlo sin juzgarlo, darle su espacio y que sane, es super importante aprender a escuchar sin prejucios cuando alguien muestra una parte tan vulnerable de sí mismo. Y esto nos lleva a otro nivel en el AshEiji del que Eiji nos dará una vista. Si las cosas salen bien, nos veremos consecutivo hasta el lunes porque realmente estaba hypeada con esta cosa y con hartas ganas de escribirla. Mil gracias por leer.

¡See ya!

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