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Capítulo 29.

Hi~ Chiquillos, voy a responderles los comentarios en la noche pero no quería dejarlos colgados con el capítulo así que ya saben, el orden de los factores no afecta en resultado. Pero hablando en serio, mil gracias por el cariño tan sostenido y constante que le han dado a este fic chiquito, me siento demasiado reconfortada por LS, lo amo con mi corazoncito. Gracias por tanto. Nos vamos con Eiji hoy.

Espero que les guste~

Eiji naufraga, su espalda se hunde en la gomaespuma como si fuera un pantano de arenas movedizas de las que es imposible salir, sus piernas están tan pesadas que ni siquiera puede mover las zapatillas de los bordes de la colchoneta, alza su mano para proteger su mirada del sol, el cielo se filtra a través de sus dedos en una acuarela moteada, la barra sigue en el soporte, no la tiró, fue un buen salto, de hecho, su respiración aún se ralentiza gracias a la adrenalina y la pértiga ha rodado de su mano hasta las bancas de su equipo. Fue un salto maravilloso. Y poco a poco mientras se reincorpora empieza a escuchar las porras de sus compañeros y del entrenador.

Viva Eiji Okumura.

Viva la farsa.

Vivan las drogas para aplacar el sufrimiento. Viva la depresión sin remitir. Viva la enfermedad. ¡Viva que la vida de una persona se reduzca a lo que puede dar!

—Sin duda eres el Fly boy. —Mizuno le ofrece una mano, tiene la frente sudada a causa de la práctica y todo su fleco se ha juntado en un ramo espeso y negro que le resuena a una pluma—. ¡Eres nuestra carta de triunfo, te mereces ir a las olimpiadas!

—Gracias. —Eiji recibe el agarre.

—Ese es mi chico estrella. —Por supuesto, el entrenador aprovecha de aumentarle el ego—. Apenas terminemos le contaré a tu madre.

—Puedo contarle yo. —Ya que Eiji odia que el entrenador Fox irrumpa así en su privacidad ¿con qué derecho? No es su papá.

—Chico tramposo. —Se burla—. Tu mamá ya me dijo tus mañas, no le sueles contar lo que te ocurre.

—Ese es mi asunto.

—Nuestro asunto. —Enfatiza—. Eres mi carta estrella.

—Pero... —El entrenador acomoda ambas manos sobre los hombros del más joven, el peso le resulta tan abrumador que teme que en cualquier instante sus huesos caigan, su piel se chupe y lo que reste de cuerpo se deshaga igual que una muñequita de hilo o tal vez el propio Eiji se siente muy vulnerado por la presencia del adulto—. Pero yo no quiero esa presión.

—Muy tarde, muchacho. —Lo incita a mirar a todos sus compañeros—. Todos ellos cuentan contigo, tu familia también cuenta contigo, ¿sabes?

—Lo sé.

—Tienes una hermana pequeña, ella se escucha tan adorable en mis llamadas, debió ser duro perder a su padre a una edad tan joven.

—Lo fue.

—Imagínate luego perder a su hermano mayor porque se fue al extranjero. —Eiji se muerde un labio sin poder despegar la mirada de su equipo vitoreando por su mejoría, celebrando por todo ese dolor que no ha hecho más que tragar y acallar—. Imagínate lo devastada que quedará si se entera acerca de tu débil voluntad.

No tengo voluntad débil solo porque usted lo dice.

Pero no tengo porqué querer esto.

—Imagínate lo triste que sería saber que su onii-chan se fue solo para rendirse otra vez, igual que lo hizo con su papá.

—Lo entiendo. —Prefiere evitar el conflicto y acatar con la cabeza gacha, sus puños se mojan todavía más cuando los aprieta con impotencia, eso es todo lo que puede hacer ahora ¿no? Lo expuso frente a sus compañeros porque sabía que le dolería decepcionarlos.

—Tómate los medicamentos que te pasé.

—Bueno.

—No seas una carga para mi equipo. —¿Es un consejo?—. Ni para nadie. —No, esto es una amenaza.

—¡Entrenador! ¿Seguimos con la práctica?

—Dejémosle el campo a nuestra superestrella.

—Pero eso puede ser muy duro para Ei-chan. —Los ojos de Mizuno hablan de un compañerismo por el que no está listo para caer—. No es justo que solo él quede practicando.

—Si tú practicaras la mitad de lo que él practica habrías quedado en primer lugar, no tienes derecho.

Mizuno calla.

Lo dejan a solas.

Pero Eiji no se puede levantar de la colchoneta para agarrar la pértiga y volver a correr o tal vez salta pero ni siquiera se da cuenta porque hay un sentimiento...es difícil de explicar, hay algo atascado en su garganta y cada vez que trata de ponerlo en palabras se tranca un poco más y es como si lo tuviera en la punta de su lengua. Es un sentimiento de querer huir. De querer huir lejos de todas las personas que conoce y de la pequeña vida que construyó acá. Un sentimiento de querer ir a casa aunque sabe que carece de hogar. Un sentimiento de reinicio. De ínfimo. De reemplazable. De presión. De sofoco. De hago-lo-mejor-que-puedo pero nunca es suficiente. De pequeño. De inadaptado.

No puede evitarlo.

Lo ha hablado con la psicóloga y ha intentado mejorar, ha trabajado para no compararse con el resto y especialmente con Ash, sin embargo, se siente seco. Siente que nada... ¿cuál es el punto? No posee sentido nada de lo que hace, está acá dejando que la vida se le escurra entre los dedos, tratando de sobrevivir y sí, tiene todo su futuro más o menos planificado en la mente: resistirá, seguirá con todos los tratamientos porque al parecer tiene depresión y eso es jodido, irá a las olimpiadas, será un buen deportista y tendrá a Ash a su lado, eso luce bien, pero su cabeza es un cajón desordenado, la verdad es que no tiene idea de qué está haciendo ni de quién diablos es.

Entonces se queda ahí, mirando el cielo, preguntándose cuándo en vez de volar saltar la pértiga hizo de su pasión una tortura.

Sí.

Sabe que hay días así en dónde todo es más sofocante, si algo ha aprendido yendo a terapia mientras intenta sostener su vida universitaria es que inclusive con fármacos habrán días que son una mierda, días en dónde necesitará más apoyo. Su apoyo suele ser Ash. Es su novio. Pero Ash está lidiando con lo de Dino Golzine. Y Shorter. Dios. Pero al menos Ash tiene una red de apoyo firme. Griffin. Max. Y Eiji está tan solo en comparación, ni siquiera fue capaz de hacer las paces con Ibe, Yue, extraña tanto a su histriónico a pesar de todo, aun si solo entró a su vida para prenderle fuego e irse, no le importa, lo extraña y estar peleados ahora que necesita compañía y se concibe tan frágil lo torna más adverso todo, como si la vida lo pateara y pateara aun estando en el suelo.

«¡Basta!» le grita.

«Me rindo».

Pero la vida sigue pateando y pateando hasta que lo ve sangrar, llorar y suplicar, aun no es suficiente.

Y es duro, porque debería estar feliz de ser reconocido finalmente por su equipo.

Esto debería hacerlo feliz.

Y qué no lo esté le da miedo ¿saben? ya que en teoría su vida es perfecta, tiene a un novio que adora con todo su corazón, es el mejor de su equipo, está en una pandilla dónde lo ansían, irá a representar a las olimpiadas, finalmente es un orgullo, está en terapia, sus compañeros se tomaron de maravillas el uso de fármacos, ha logrado una vida estable, finalmente ¡lo hizo! Y es malditamente infeliz, existe un vacío tan grande en su pecho pensando en todo esto que teme que se lo trague, si este es su pick de éxito ¿acaso todo lo que le espera es caída? Le frustra, ha puesto de su parte, día a día, batallando con garras y dientes para estar bien y aún no llega a ese lugar así que ¿cuándo?, ¿cuándo sí lo estará?

Es un baúl de malas memorias.

Es una guerra escrita con piel.

Es una obra de arte arruinada.

Es un pájaro que se cercenó sus propias alas.

Es lo que queda pero no se encontró, es la cosa perdida que no sabe cómo volver a casa ni tiene una casa a dónde volver, es el huérfano que mató a papá.

—Eiji.

—Lao. —El nombrado lo está mirando con una expresión indescifrable, sus manos se encuentran en su cadera y francamente no sabe qué hace acá.

—Acompáñame a tomar un café.

—¿Por qué? —Cuestiona con los ojos aguados, siente que su corazón rebosa globos inflados que no hacen más que presionar y presionar contra sus nervios queriendo escapar y la asfixia es tan genuina que ha tenido que empezar a respirar por la boca—. ¿Por qué te importa?

¿Por qué te importo?

—Ni siquiera estamos en la misma pandilla a estas alturas, así que no entiendo, ¿qué haces por acá?

—Porque... —Las orejas de Lao enrojecen sutilmente mientras intenta relajar su ceño para mostrarle una mueca más suave—. Porque cualquier amigo de Sing es mi amigo, te lo dije.

—Oh.

—Eso nos hace amigos.

—Amigos de drogas. —Se burla haciendo alusión a su primer encuentro real en el consultorio, sonríe porque parece muy lejana esa primera sesión fallida a la que ni siquiera logró entrar, supone que ha avanzado en ese sentido, al menos ahora es honesto con su psicóloga. Aun así...

—Amigos de drogas. —Pero Lao intenta ser divertido y le sigue la corriente—. Ahora vamos, te miras patético tendido en la colchoneta así, déjale lo dramático a Yut-Lung ¿quieres?

—Vamos.

Aun así.

Deja que Lao lo arrastre hacia una de las cafeterías de la universidad, quedan muy pocas abiertas ya que se hizo de noche pero Eiji no sabe cuándo y supone que era cuestión de tiempo sufrir un colapso, incluso antes de conocer a Aslan no lo estaba haciendo bien. Al menos ahora puede tratar de sanarlo y eso debería contar aunque sea un poco.

—¿Y bien? —Pero aun entendiendo y siendo compasivo con el progreso se siente pequeño encogido en la mesa del rincón, con un vaso de café aguado y estancado entre las manos y con Lao observando cada uno de sus movimientos como si en cualquier segundo fuera a saltarle encima.

—¿Bien qué?

—Dilo.

—¿Qué cosa?

—Anda, puedo ver que te estás guardando algo y mueres por decirlo. —Lo incita inclinándose sobre su propio vaso de papel—. Puedes soltarlo conmigo, tenemos el nivel de confianza. —El nudo vuelve a hacerse presente en su garganta. Va a asfixiarlo. Va a asfixiarlo. Va a matarlo.

—Yo...

¿Qué cosa va a matarlo? ¿Qué es eso qué quiere decir pero no puede aceptar?

¿Qué es eso que su psicóloga dice tan evidente, pero Eiji no puede ver por más que rebusque? ¿Qué es eso que Eiji sabe y se oculta de sí mismo?

—Quiero dejar el equipo de pértiga. —Entonces lo suelta y los globos en su pecho empiezan a arrojar el aire para disminuir la presión, presión que se va a sus ojos en forma de lágrimas—. No es por todo eso de las olimpiadas, creo que odio saltar la pértiga.

—Eiji...

—Y eso me pone triste porque saltar la pértiga fue lo último que compartí con mi papá y nos prometí que sería bueno y lo soy, me esfuerzo más que nadie, soporto los maltratos del entrenador y siempre estoy bien con eso, pero últimamente no lo estoy más, últimamente solo quiero huir, no comprendo del todo ese sentimiento pero es horrible tener que salir con una sonrisa a las prácticas y es doloroso minimizar así la pelota de angustia que tengo atorada en la garganta, ya no quiero y ya no lo soporto, estoy cansado.

—Eiji.

—Ya no quiero más.

Eiji rompe en llanto, se cubre la cara con las palmas, intenta tragarse su voz pero su voz rompe sobre aquel desborde de lágrimas.

Grita. Llora. Se muestra patético. Pequeño. Tiembla. No puede dejar de tiritar. Es para volverse locos que el mundo finja que todo esté bien y tú no puedas seguir fingiendo ni sobre adaptándote, sí, pesa ser la "oveja negra" para rasgar el círculo de locura. Pesa estar mal. Pesa estar enfermo. Pesa todavía más tener que aceptarlo y lidiar con eso.

Sería más fácil ignorarlo como mamá lo hizo con la muerte de papá, pero no puede.

Ya hizo el duelo con sus padres.

Es hora de hacer un duelo por sí mismo ya que lo quiera o no... Eiji tampoco es lo que Eiji anhela ser.

—Son muchas cosas. —Continúa como si hubiera roto una llave—. Ahora estoy en la pandilla de Ash y me siento comparado porque Ash es increíble y tiene una familia que lo ama y me da rabia.

—Te da rabia no tener algo así. —Lao empatiza antes de que la moral lo censure, sus dedos tiemblan contra el vaso de café desatando una tormenta, ambos ya están en el ojo del tifón, no puede escapar más, solo atravesarlo—. ¿Qué más? Dijiste que eran varias cosas.

—Lo único para lo que he sido bueno es el salto de pértiga, era algo que realmente amaba e inclusive salvó mi vida en algún punto, por eso es frustrante que otros hayan contaminado eso para mí porque ahora antes de saltar pienso en mi mamá o el entrenador y lo odio ¿sabes? Odio saltar pero me odio más por haberme permitido influenciar por ellos, era el único espacio protegido que poseía y tendría que haberlo sabido cuidar mejor.

—No siempre podemos controlar lo que pasa alrededor.

—¿Tú crees?

—Lo sé. —Lao le perdona el peso de los hombros en una voz gentil y una mano tibia—. Al escucharte pienso en cómo fue criar a Sing, recurrí a las drogas queriendo una salida fácil, sentía que mis heridas eran más llevaderas así pero no duró y pronto me volví agresivo y caí. Culpé a muchas personas ante esa caída además, culpé a mis papás por darme tanta carga e incluso a Sing cuando era solo un bebé, ¿qué culpa podría haber tenido? Ninguna y aun así... lo odiaba en ciertos momentos.

—Lao.

—Sí, sé que se escucha horrible.

—No. —Eiji le devuelve el gesto—. Las personas no podemos sentir siempre cosas "bonitas" y menos ante quienes amamos, me pasa con Ash, odio sentirme celoso o inferior, pero a veces pasa y aprendí en terapia que está bien que me pase mientras lo converse, está bien no ser perfecto y es demasiado pesado tener que estar todo el tiempo idealizado ¿por qué deberíamos? Somos personas reales con lo bueno y malo que eso pueda implicar, no protagonistas de shōjo.

—Bien, sí has cambiado. —Se burla con un tono juguetón—. Pero mi punto es que a veces esas cosas nos tocan no más, a veces la vida es un poco más perra con algunos de nosotros y aunque no seamos culpables directamente de la situación, debemos hacernos cargo de las consecuencias, tenemos que hacernos cargo de nosotros mismos, por muy doloroso que pueda ser si saltar la pértiga se ha vuelto un peso extra deberías dejarlo.

—Pero hay personas que cuentan conmigo.

—No es eso lo que te importa, anda, sé honesto por una puta vez contigo mismo.

—Yo contaba conmigo. —Lo dice—. Y siento que rendirme a estas alturas es tirar la toalla.

—A veces necesitamos ponerle pausa a la vida para sanar bien antes de continuarla. —Lao transmite su apoyo en un toque endeble por encima del café—. Yo me tomé un año en mi carrera, no me morí.

—Lo sé. —La boca se le seca—. Pero todos parecen estarlo haciendo tan bien, me hace preguntarme ¿por qué yo no puedo hacerlo así? ¿por qué yo no puedo alcanzarlos? ¿por qué no puedo estar bien como ellos dicen estarlo? También quiero, lo estoy intentando, ¿entonces por qué...? ¿qué me falta?

—No te falta nada.

—¿Entonces por qué ellos pueden y yo no?

—Porque la vida es un poco más perra contigo. —Eiji ríe por su respuesta tan simplista—. Pero...Eiji.

—¿Sí?

—Ya basta. —Su mirada se endurece—. Aunque no te conozco tan bien como Sing o la víbora sañosa que tengo por jefe, creo que es momento de parar, tu vida no vale lo que otros esperan de ti.

—¿No estás siendo un poco dramático?

—Ahora dices eso y hasta te ríes pero estás tomando antidepresivos e intentando sostener la terapia en paralelo a lo que te hace daño y en algún momento eso será tan incompatible que podría matarte tanta presión y no quiero haber sido cómplice de tu muerte restándole importancia.

—Lao... —Eiji se tensa, tiene la impresión de que el tema es personal.

—La vida puede llevarte por caminos muy oscuros.

—¿Lo hizo contigo?

—Sí. —Lo admite—. Por eso, no puedo dejarte solo, ¿recuerdas cómo te sentías cuando esto partió?

Piden y piden, pero nunca dan de vuelta. Piden y piden. También soy un ser humano. Toman y toman. Pero nunca les importa ver realmente qué tan quebrado me dejan. Y después tener que salir con una sonrisa es doloroso minimizar así la pelota de angustia que tengo atorada en la garganta y no quiero, si pudiera huiría lejos. No volvería jamás. Desearía no volver jamás.

Soy una crisis existencial.

Soy lo que soy.

Soy todo lo que puedo ser.

—Lao. —Entonces Eiji toma una decisión—. ¿Puedes por favor acompañarme?

—Sí.

Eiji renuncia al equipo de pértiga.

Y es...raro.

Por un lado se aprecia más libre y autónomo por haber contradicho a su madre y al entrenador, esto fue 100% su responsabilidad, tendrá que cargar con absolutamente todo lo que implique porque no estuvo obligado a nada, lo eligió, eso sigue siendo extraño y por otro lado la incertidumbre lo aplasta al punto de deformación, sino vive bajo los estándares que el resto espera, ¿siquiera puede llamarse a sí mismo humano? Es extraño caer en un punto tan caótico pensando que Eiji nació con su vida ya pensada.

Pero tal vez, nunca la tuvo tan pensada, no planificó que le gustara el deporte, fue algo que se dio y su papá lo apoyó, tampoco planificó que se enganchara de la fotografía, ni hacerse amigo de un líder de pandilla como Yue, no obstante, dejarlo solo no fue una opción. Que el entrenador le diera drogas tampoco era parte del plan. Ni la presión. Ni la coacción. Ni su depresión. Ni la decepción. Pero pasó, así como han pasado muchas cosas malas, pasó Ash. No debe tener la vida resuelta. Es obvio aunque a veces se le olvida. Puede tomárselo con calma, no pasa nada. Estará bien. Estará bien. Estará bien.

—Cariño... —Ash lo recibe preocupado por la hora—. ¿Todo está bien? no me escribiste que llegarías tan tarde, Griff y Max andan en una cita pero de todas maneras están preocupados.

—Renuncié al equipo de pértiga.

—¿Qué?

—Renuncié, Aslan.

Y esta es la única manera de comprobarlo.

Siendo honesto.

—Renuncié porque la verdad, estaba empeorando mi depresión.

—Eiji.

—Perdón. —Se fuerza a sí mismo a no llorar enfrente de Ash—. Creo que hoy es esa clase de día en donde las cosas son más duras.

—Ven acá.

Pero Aslan no lo rechaza y como siempre: lo acoge.

Porque no tienes que arreglar a alguien cuando está mal, no te está pidiendo eso, basta con escuchar lo que tiene que decir y acunarlo. Eso es suficiente. Eso es más que suficiente. Dios.

—Mi pequeño girasol, has estado pasándola muy mal.

Aslan.

—Pero estás acá en mis brazos. —Ash le presiona una serie de besos en la coronilla de la cabeza que lo derrite entero, es el girasol anhelante al sol, es la luna amando al alba, es un conejito que se hirió la pata y ya no puede saltar en la cueva del lince—. Y estás a salvo.

—Cariño.

Son Ash y Eiji.

—Estás a salvo conmigo, te amo.

Nada más.

Y Eiji sucumbe ante dicha caricia.

Permite que Ash lo arrastre con gentileza hacia su cama y ambos se tumben en ella, es una sensación diferente que estar naufragando en las colchonetas o en el mullido sofá del psiquiatra y es casi como si la calidez de su pareja atravesara capa por capa su cuerpo, llegase al núcleo congelado en su pecho y llamara a la puerta, entrara puesto que ninguna barrera es capaz de detenerlo, en lugar de apreciar lo quebrado o sucio que se encuentra Eiji al haberse descuidado tanto a sí mismo fuera a la chimenea que tiene por corazón y la encendiera por completo. Sí. Así se siente estar reposando contra su torso fornido, envuelto entre sus brazos y las tenues sábanas, rodeado de estantes de libros y concibiendo el murmullo de palabras dulces, se siente tibio y seguro y bonito.

Entonces piensa en lo hablado con Lao y en lo mucho que han superado aunque Eiji no siempre haya podido ser una fuente inagotable de golpes o de recepción de temblores, cree que eso también hace de su amante tan especial, le gusta que ambos estén en la mierda sin censura ni se fuercen a pararse.

—Renuncié al equipo de pértiga. —De pronto, las palabras brotan por sí solas, sigue encogido contra el pecho de su amante, enrollando sus brazos en esta torneada aunque masculina figura—. Entregué el formulario y ya es oficial, probablemente mañana todos lo sepan.

—¿Cómo estás con eso?

—Bien.

—Eiji. —Lo regaña.

—Mal, no sé. —El nipón se deja inundar por el latido de Ash como olas en la costa salpicándole hasta los pies—. Todavía sigo procesándolo.

—Eso es bueno, procesarlo es bueno.

—Lo sé. —Suspira drenado aprovechando de recargarse de energía, de aspirar su aroma e inundarse por su amante.

—¿Puedo preguntarte por qué lo hiciste?

—Sí. —Dice eso, más, se niega a elevar la cabeza y entablar contacto visual.

—¿Por qué lo hiciste?

—Porque... —Los dedos del moreno se tensan alrededor de la cadera de Aslan, se dedica a bosquejar con la punta de sus yemas cada hueso, marca y borde del jeans que alcanza—. Era incompatible con mi salud, me lo trataron de advertir varias veces, tanto mi psicóloga como mi psiquiatra, incluso Ibe-san en retrospectiva, pero yo soy terco.

—Eres malditamente terco. —Entonces despega el rostro solo para fulminarlo con la mirada, fracasa sosteniendo dicha molestia ya que los ojos de su amante solo dan cuenta de amor infinito, Eiji pierde el aliento y tensa sus puños en los bordes del jeans—. Aunque esa es una de las cosas que me fascina de ti, a veces está bien escuchar al resto.

—Eres un sabelotodo.

—Lo sé.

—¡Ash! —Pero en lugar de indignarse el aludido solo le guiñe el ojo con coquetería para contestarle:

—Con 200 puntos de IQ, bebé. —Sus mofletes se ruborizan ante tan empalagoso apodo ¿qué diablos sería de su vida sin este chico? No sabe—. ¿Fue tener las olimpiadas tan cerca lo que te rebasó?

—En parte. —Tampoco lo quiere saber—. En parte no.

—Explícame.

—Pensé que tenías 200 puntos de IQ, ¿dónde está tu capacidad deductiva?

—Aún no puedo leer mentes onii-chan. —Le besa la coronilla—. Y si pudiera nosotros nos habríamos comido siglos antes.

—Tienes razón. —Ríe, más relajado, más ligero, más feliz—. Creo que es similar a lo que te pasó con el béisbol, nunca puse en duda mi amor por la pértiga, es lo único que me hace destacar y ni siquiera porque fuera tan bueno, Mizu-chan es mucho mejor que yo, pero aun así logré el título de Fly boy y ser especial se sintió bien y me hizo feliz ser reconocido por lo que yo podía dar.

—Eiji.

—Además era mi descargo, antes realmente esperaba para saltar y estando allá arriba no importaba nada más, toda mi mente se despejaba, quedaba en blanco y podía disfrutar de esa sensación bonita y maravillosa, me ayudaba a sentirme libre, fue cómo lidié con cada una de mis batallas, era mi lugar seguro y... —Sus puños se tensan un poco más sobre Aslan—. Duele que te arrebaten tu lugar seguro a pesar de todo.

—Claro que debe doler. —Ash se dedica a absorber ese dolor y validarlo, demostrándole que incluso si carece de palabras correctas puede estar ahí.

—Sí, dolió mucho. —Se caen sus defensas—. Es raro, sé que en mi familia nunca esperaron nada tan destacable de mí, siempre fui muy normal y hasta aburrido, pero aun así, siento que hay una presión gigante para cumplir y ni siquiera para ser alguien especial, sino solo para no molestarlos, para nunca serles una carga.

—Te lo he dicho.

—Sé que no soy una carga. —Se le adelanta—. Sé que hace mucho saltar la pértiga dejó de ser aquel lugar seguro que recuerdo con tanto cariño, sé que lo más inteligente era irme y que podría haberme salido mucho más caro no hacerlo pero aun así, estoy triste por irme.

—Oh, Eiji.

—A pesar de lo tóxico que era el ambiente y lo mal que me sentía todo el tiempo, lo extrañaré, creo que es inevitable angustiarse preguntándome cuál será mi lugar seguro además, siento que floto en el vacío y no estoy haciendo nada de lo que debería hacer.

—Puedes no descubrirlo de inmediato y eso está bien. —Ash se aparta, no lo hace brusco ni violento, solo quiere que se miren a los ojos, lo consigue—. Pero mientras estás buscándolo, quiero que sepas que me tienes a mí.

—No puedes ser mi lugar seguro, no puedo depender de ti.

—Ni te estoy pidiendo que dependas de mí. —Lo regaña apretándole la nariz—. Lo que te pido amor, es que te apoyes en mí así como yo siempre me apoyo en ti.

—Aslan.

—Luego de Shorter fuiste tú quién recibió todo mi dolor.

—Cierto. —El tema flota hacia la superficie—. ¿Cómo estás con eso?

—Mi mejor amigo me traicionó esparciendo los rumores sobre mí antes de ser bros y hacerse mano derecha de la pandilla, creo que mal.

—Creo que deberías hablar con Shorter.

—¿Te vas a poner de su lado?

—Claro que no. —Eiji acuna sus mejillas en sus palmas para acercarlo y besarlo—. Lince mañoso, ya sabes que siempre estoy de tu lado, pero no es algo propio de Shorter.

—Creo. —El rubio se rinde—. Sé que hay un motivo y sospecho que debe estar asociado a esa víbora venenosa, pero por ahora, quiero estar enojado un rato.

—Puedes estar enojado un rato.

—Gracias.

—Mientras sea entre mis brazos.

—Tonto. —Ash se ríe, han cambiado de posiciones y ahora es el rubio quién se esconde en el pecho del moreno—. Eres un tonto, onii-chan.

—Un tonto al que amas.

—Un tonto al que adoro.

Se quedan abrazados en silencio un tiempo, Eiji procesa lo dicho, descubre una cosa más que estaba pasando por alto: culpa.

Sí.

Se siente culpable de pausar la vida en pos de su salud mental como si no fuera una razón lo bastante válida para hacerlo, se siente culpable por tomarse un tiempo y desarmar los planes qué tenían para él y tomarse el descanso que merece. Siente que no es lo suficientemente importante. Que si todavía no se ha roto es porque aguanta un poco más. Pero mira a Ash. A Ash que ha aprendido a acoger el dolor sangrante tanto de su corazón como del suyo. Mira a Ash que no se forzó a seguir en el béisbol, sino que lo fue probando. Mira a Ash. Lo admira. Se inspira. E intenta ser un poquito más lince. Claro, le tomará tiempo y lo sabe, es un conejo después de todo. Pero acá está.

—Cuando las clases terminen deberíamos tomarnos vacaciones. —Acá está y mientras estén los dos juntos cree que lo pueden superar.

—Primero deberíamos funar a Dino.

—Y al entrenador.

—Max había pensado en funarlos de verdad. —Que el tema pase de una broma a tener más seriedad despierta su interés—. Lo merecen.

—¿Cómo?

—Creo que Yut-Lung debe tener pruebas y por eso aceptó trabajar con Arthur.

—Pero...

—Eiji, así como tú me dices que hable con Shorter... —Sus manos se entrelazan—. Deberías charlarle a la víbora de esto.

—¿Eh? —El nipón le da una sonrisa juguetona y descarada—. Sabía que querías a Yue.

—No, es un bastardo histérico y lo odio, pero a ti te hace feliz y estoy dispuesto a tolerar esa mierda por ti.

—Aslan, eso es lo más romántico que me has dicho en la vida. —Entonces el lince esboza una sonrisa coqueta.

—¿Más que cuando te dije que iba a meterla?

—Mucho más que cuando me propusiste metérmela en mi agujero. —Carcajean apenados.

—Estaba caliente, no me juzgues.

—Vives caliente.

—Es que eres caliente. —Ash se acomoda arriba de la cama—. Y antojable.

—Antojable no es una palabra real, te lo dije.

—¿Entonces por qué te me antojas tanto?

—Ya cállate y bésame.

—A tus órdenes, onii-chan.

Las manos de Ash se deslizan con una extraordinaria ternura por su campo de dientes de león mucho más negro que la tinta y esponjado que las plumas, Eiji se rinde contra el colchón, sostiene el hombro del contrario como si fuera un ancla pero procura acariciarlo con la fluidez calma de un arroyo, cobre se encuentra con jade, ambos esbozan una sonrisa nerviosa, se acercan, sus narices se tocan, el roce entre las puntas arde como fuego fatuo antes de que sus labios encajen a la perfección.

Besarlo es, Dios, es sublime.

Delicioso. Deslumbrante. Irreal.

Ash. Ash. Ash.

Te amo tanto.

Eiji siente cada capa de inseguridad desprenderse como si se estuviera deshaciendo una crisálida en los dulces labios del pandillero, son cálidos, audaces y se sienten malditamente bien fundiéndose al son de su respiración, primero parten con timidez, se dedican a trazar boca con boca, a amarse entre un nerviosismo casi infantil mientras su latido de corazón desemboca en su oído y el cuerpo empieza a exigirle por más cercanía, luego Aslan muerde su labio inferior con coquetería y profundiza, si bien, la intromisión de su lengua lo hace tiritar, se aferra exasperado a la espalda de su novio para recibirlo con anhelo. Y se besan. Hablan en las caricias. Con manos en la nuca. Dedos ahuecando mejillas. Su esencia ardiendo en cada jadeo que perece. Sus aromas fundidos. Sus latidos desembocados. Manos entrelazadas a manos. Lenguas con bocas suaves. Gemidos. Nombres. Pasión. Es el infierno del cielo.

Ash lo besa. Lo besa. Lo besa.

Eiji ríe.

Lo besa de vuelta.

Y aunque los problemas no se han ido luego del beso...se siente mucho mejor.

Y tiene razón, no es el fin del mundo salirse del equipo ni tampoco atrasarse ni quedarse un instante varado. La vida no se acaba. Aunque a veces se siente así. Aunque a veces la angustia sea tan gigante, arrolladora e irreal que se concibiera como si pudiera morir angustiado.

—Te amo. —Aslan se lo repite luego del beso como si existiera necesidad de reafirmar algo que está a simple vista—. Te amo tanto.

—Te amo más.

—Eres un terco.

—Y tú eres un dramático.

—Y tú eres el chico del jefe. —Le dice entretenido, colando sus palmas con audacia hasta las caderas del nipón, alzándolo de la cama para que sus pieles se toquen inclusive a través del jeans y la fricción es enloquecedora, lo suficiente para que arroje la nuca hacia atrás.

—Lo soy. —Claro que Eiji le sigue el juego deslizando sus dedos por su cuello, consiguiendo que cada vello dorado se erice para delatar sus nervios, a veces se le olvida porque Aslan es maravilloso en su significado más genuino pero así como Eiji lo eligió y ama... eso es mutuo—. Soy tu chico. —Soy tuyo.

—Me gusta cómo eso suena. —Sonríe con galantería, sus piernas se han entrelazado sobre la cama, la fricción entre la tela del jeans se siente bien, sin quererlo se ha vuelto demasiado consciente sobre todo lo relacionado a esos ojos fieros—. Aunque podría sonar mucho mejor.

—¿Cómo?

—El esposo del jefe. —Eiji ríe con las mejillas húmedas y rosillas a causa de los besos, si alguien sabe cómo hacer que su corazón salga disparado con esta clase de cursilerías ese es Aslan.

—Dijimos "para siempre", ¿verdad?

—No puedo creer que alguna vez hayamos sido enemigos si teníamos tanta tensión homosexual en el aire.

—Fue tu culpa, tú insistías en enfrentarme.

—Tú insistías en patearme el trasero. —Ah, así que finalmente admite que Eiji era el dominante ante esos encuentros.

—Y tú insistías en seguirme el trasero.

—Es que tienes un trasero muy bonito. —Y como Aslan es muy maduro procede a darle una nalgada para comprobar su punto, sus manos se quedan reposando en los bolsillos del jeans, navegando por el borde del elástico hacia las costuras en el centro.

—Ash, ¿puedes dejar de tocar?

—Podría. —Dice en un tono pícaro—. Pero mis manos tienen frío y tú estás calentito. —Eiji alza una ceja con cólera, no puede creer con quién diablos está razonando—. Una buena esposa se preocupa por la salud de su esposo ¿no? Si me haces pasar frío me podría enfermar.

—Eres un... —Resopla consiguiendo que un mechón de cabello se alce sobre sus pestañas—. En todo caso, tú serás la esposa entre nosotros dos.

—Ya veremos.

Cambian de posiciones, Aslan queda contra su cama enrollado al cuello de Eiji como si fuera un koala bebé, Eiji usa toda la fuerza que el entrenamiento le proveyó para sostenerse utilizando solo el brazo derecho, podría usarlos ambos, pero hacer eso implicaría que su mano izquierda abandone la caricia en la cintura de su amante y eso no le gusta, así que resiste, Aslan aprovecha para saltarle encima y llenarlo de besos en las mejillas, en el mentón, en su frente. Eiji grita. ¡Ash-u! El hijo de puta aumenta la intensidad de sus toques convirtiéndolo en una guerra de besitos.

Las cosas realmente estarán bien, entonces se dice mientras corresponde al jugueteo con cosquillas.

Es duro aceptarlo, pero ningún pasatiempo o deporte vale su vida.

Max y Griffin llegan al día siguiente, Eiji no se da cuenta de lo mucho que habían tonteado hasta que amanece y lo invitan a tomar desayuno con ellos.

Y de repente, pasa algo curioso con esa envidia que sentía hacia todo el apoyo que su amante recibía en comparación y es que deja de sentirse como si fueran unidades separadas, ve que realmente ambos adultos se preocupan de manera genuina, por eso, les habla de lo sucedido tanto con el entrenador, con el intercambio de drogas ilícitas como con las olimpiadas.

—Eso es grave, chico. —Max es el primero en darle el peso que corresponde—. He escuchado mucha suciedad alrededor de Dino Golzine pero nunca me imaginé que también estaría involucrado en eso.

—Ese bastardo. —Griffin maldice entre dientes.

—¡Griff!

—¿Qué? Lo es.

—Sí pero no maldigas durante el desayuno. —Aslan finge ser un angelito y se hace el correcto—. Ni tampoco lo convoques a menos que quieras que la comida se pudra.

—Lastimó a mi hermano bebé, ¿cómo quieres que me ponga? —El rubor en las mejillas de porcelana ante el apodo le despierta una sonrisa de adoración, porque Ash tiene un lado demasiado lindo que sabe calar hacia su corazón.

—Tu panqueque no tiene la culpa. —Hace un puchero y le aprieta la palma sobre la mesa y de seguro esa es una amenaza para que no se ría, no obstante es imposible no hacerlo—. Enséñame a ser buen chico con el ejemplo.

Tch. —Griff tiene su lado infantil, eso también es lindo, ya empieza a encontrar el parentesco más evidente en relación a Aslan—. De todas maneras, si Max levanta una polémica sobre él necesitamos más pruebas ¿no?

—Es cierto. —Max traga una serie de huevos con tocinetas—. Y para eso Shunichi está ayudándome de su propio lado.

—¿Ibe-san? —El nombre lo hiela.

—Sí, ha estado muy involucrado en esta investigación, de hecho, él me convenció de iniciarla porque Fox no le daba buena espina y bueno, luego salió esto de Dino.

—Te dije que los estábamos funando.

—Oh. —Pero Eiji no puede tomarle la ligereza a la broma—. Ya veo, Ibe-san estaba preocupado pero creo que quería darme espacio.

—Deberías ir a hablar con él, chico. —Eiji sabe—. Te extraña.

—También lo extraño.

—¿Entonces...? —Traga duro—. ¿Qué estás esperando?

Max tiene razón.

Eiji va.

Ha llegado el momento de enfrentar a Ibe, Eiji sabe que lo ha estado evitando activamente desde la primera disputa que tuvieron porque el adulto habló con la verdad y eso lo hirió, es duro que alguien tenga las pelotas para darle la razón a la voz de la salud cuando todos fomentan la enfermedad pero su tutor nunca temió usar ese papel. ¿Y cómo le pagó? Con vergüenza. No se culpa más. Acepta que tenía vergüenza de encontrárselo y mostrarle que era cierto y no se la pudo con todas, que cada día estaba un poco más marchito y se apartaba más de la imagen de Fly boy que alguna vez los rescató.

Pero acá está, finalmente frente a la oficina de Ibe.

Es acá, golpeando la plaqueta de cobre, llamando al pomo, repitiendo su nombre que Eiji posee una catarsis que tendrá que hablar más tarde en sesión.

¿Cuál fue la verdadera razón para evitar a Ibe todo este tiempo?

Simple.

—¿Quién es?

Eiji no quería perder a otro papá.

—Ibe-san.

—Ei-chan...

Se miran a través de la oscuridad del estudio, todas esas disculpas mentales que practicó de repente se le traban en la punta de la lengua, el nudo omnipotente que se astilla en su garganta se hace más fuerte que nunca, no puede respirar, la sensación de fragilidad y fracaso caen en los hombros y trata de sostenerla lo mejor que puede. Habrán días buenos y malos. Siempre los habrán. Días donde esté más Eiji que depresión y viceversa.

—Ei-chan.

Pero Ibe lo está abrazando y nada más importa.

Entonces Eiji se siente pequeñito, permite que el abrazo paternal del adulto lo envuelva, a Ibe jamás le ha agradado el contacto físico tanto por diferencias culturales como por cuestión de personalidad, pero aún así, lo envuelve como si fuera su pollito, le hacía falta mierda, le hacía tanta falta permitirse esa clase de apoyo tan reconfortante. Lo quiera o no... Ibe es la familia que se trajo de Japón inclusive sino existe relación sanguínea de por medio, Ibe usó el papel de papá, Ibe siempre lo apoyó y sí, dijo las cosas duras cuando había que decirlas y a pesar de eso, ahora lo recibe de regreso.

—Ei-chan, estás bien. —A juzgar por el temblor en su voz ve que también ha sido difícil para el adulto mantenerse apartado—. No quería entrometerme de más, pero si estás acá Max te debió contar, lo siento, no pude seguir viendo cómo ese bastardo se...

—Está bien. —Lo calma—. Gracias por involucrarte.

—¿Cómo has estado?

—Oficialmente tengo depresión así que... —Se encoge de hombros—. No estoy muy seguro, a veces estoy mejor que otros días y estoy trabajando en eso.

—Lo siento. —¿Y qué más podría decir alguien en esa circunstancia?—. Lo lamento mucho.

—Está bien. —Ríe.

—Yo he estado trabajando en exponer a esos cerdos de alto mando.

—Gracias.

Gracias por cuidarme cuando yo no pude cuidarme a mí mismo.

Gracias por no abandonarme cuando yo me abandoné.

—He logrado avanzar tanto con la ayuda de Yut-Lung.

—Oh. —Eso no se lo esperaba y más considerando el último encuentro rocoso que tuvieron, aunque si alguien conoce a tan compleja personalidad y cómo despliega defensas para apartar en reemplazo de la confrontación es Eiji—. Ya veo.

—No te ves contento por la mención.

—Estamos peleados.

—Lo siento mucho. —Eiji ríe.

—Ibe-san, te disculpas demasiado.

—Tal vez. —Le sonríe devuelta—. Es un hábito que heredaste de mí.

—Cuando dije que no eras como mi papá a principio de año... —Los puños del nipón se tensan sobre los hombros del adulto—. Mentí.

—Sé que lo hiciste.

—Lo siento por ser un ingrato.

—Es un gaje del oficio lidiar con un hijo ingrato de vez en cuando. —Ibe lo abraza por encima de los hombros y el toque es suave como pétalo de girasol—. Después de todo...es mi trabajo cuidarte aun sino siempre te parezca.

Es un baúl de malas memorias.

Es una guerra escrita con piel.

Es una obra de arte arruinada.

Es un pájaro que se cercenó sus propias alas.

Es lo que se esfuerza día a día por ser y lo que puede dar.

A veces no es suficiente, la mayoría del tiempo no lo es.

Pero a veces lo es.

Hoy lo es.

Con Eiji queda harto más que abarcar, pero para eso todo el epilogo es suyo, es el cierre de oro para el personaje. Pero el capítulo final y el proximo, ese ya es de Ash~

Nos vemos el domingo, gracias por tanto.

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