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Capítulo 2.

Hi~ Mantenemos esta actualización bien por tercera semana consecutiva, este fic me absorve mucho tiempo porque es más largo que los otros, pero me gusta tanto la dinamica boba entre Ash y Eiji (con todos en realidad), me da confort. Además, siento que he afilado más la comedia, porque admitamoslos, mis primeros fics con tintes de comedia rayaban en lo burdo, i mean, los miro y me dan mucha verguenza ajena propia y lloro, pero se quedan ahí por el cariño y lloro otra vez. Este me da orgullo, por fin. 

El capítulo de hoy va dedicado a mi querida beonlyoung, porque hace mucho no te podía dedicar algo bonito y esto te dará confort, yo sé, le tengo fe, así que de todo corazoncito espero que te guste. Muchas gracias por el tremendo cariño para leer.

¡Ojala lo disfruten!

—¿Estás seguro de esto? —La pregunta del rubio escapa más temblorosa de lo que pretendía, sus manos tambalean alrededor del tubo de tintura como si estuviese cortejándolo en una lenta pieza de vals, recorre desde la tapa recia hasta los bordes de plástico manchados de morado, que desastre.

—Claro que sí. —Shorter balbucea, restándole importancia a la potencial ruina que puede explotar en su pelo y en su vida en general, carpe diem es su filosofía existencial, si no lo conociera tan bien y su apariencia no fuese tan vistosa lo habría confundido con los hipsters de la universidad—. Anda, es solo aplicarme el color y dejarlo actuar veinte minutos antes de enjuagar.

—Dices eso luego del desastre de la decoloración. —Brama, apoyándose contra la orilla de la tina, usándola de respaldo mientras mira acusatoriamente las raíces mostaza de su mejor amigo, el color le sienta horroroso y teme que si le ponen algo más quede calvo.

—Bah, a Nadia también le ha pasado, debe quedar así.

—¡Entonces pídele a ella que te tiña el cabello! —Se queja pateando el suelo, no sabe a quién le ha copiado la costumbre pero asegura que no es suya.

—No puedo. —Shorter cruza los brazos contra su pecho desnudo, se encuentran acomodados en el baño de su casa, con Aslan reposando contra la bañera y él sentado en la taza del retrete cerrada—. Fue a una cita con el petulante de su novio, por eso recurrí a ti.

—Así que era tu segunda opción.

—Tercera en realidad, Alex tampoco podía. —Hijo de puta.

—Tíñetelo cuando ella regrese, no nos arriesguemos a otro accidente. —Dice como si fuese lo más obvio del mundo, ¿hola? No por nada tiene 200 puntos de IQ, aunque los seres humanos regulares parecen olvidarse de su inherente genialidad, eso lo irrita.

—¡No puedes abandonarme! —Grita con un histrionismo más fastidioso que la pesada y áspera voz del maestro de literatura o las uñas de la secretaria en la pizarra de tiza (es decir, desagradable)—. Tengo que verme genial para la fiesta de esta tarde. —Fiesta a la que por supuesto, Ash no irá.

—Aún puedes engomarte el cabello hacia atrás, te verías como la versión china de Johnny Bravo.

—¡Ash! —Gimotea indignado, arrojando su espalda contra el respaldo de mármol, chocando con los productos de skincare que Nadia tanto atesora, tirando de la cadena gracias al roce de su columna vertebral—. Necesito impresionar a las mamacitas.

—¿Ves? Ya hablas como él, es perfecta mi idea. —Entonces le arroja un rollo de papel higiénico a la cara porque a pesar de ser mayor es obviamente más maduro. Aslan suspira, extiende sus converse hacia la mugrosa alfombra de felpa y se lamenta seriamente su nula capacidad para hacer amigos.

—Tengo que estar ahí. —Okey, si va a tenerlo secuestrado de estilista lo mínimo que puede hacer es empujarlo un poco más—. No puedo perdérmela, no me lo perdonaría.

—¿Por qué tienes que estar ahí?

—Porque habrá alguien ahí. —La indiferencia en su voz se craquela gracias al sonrojo que adorna detrás de sus orejas—. Alguien a quien necesito deslumbrar.

—¿Alguien que te gusta?

—Joder, no. —Dice eso aunque impresiona falso—. La pandilla de esa víbora va a estar ahí, es una fiesta en la facultad de deportes y ese dolor de culo jamás se pierde la oportunidad de presumirse.

Yut-Lung Lee.

Acá vamos otra vez.

—Parece importarte mucho su opinión. —Le da un inicio casual a esta confrontación, no quiere que suba sus barreras más de la cuenta así que usa un tono relajado y simplón—. ¿Por qué?

—Porque ellos nos humillaron, estamos en guerra, es obvio que quiero atacarlo donde pueda. —Su respuesta viene acompañada de un chasqueo de lengua amargo e irritado, como si aquel nombre destilase un veneno que lo estuviese progresivamente paralizando—. Tú nos diste esa orden.

—Cierto. —Él hunde sus yemas entre los bordes de la tina, están fríos como témpanos de hielo, el aroma de los químicos lo ha empezado a marear a pesar de tener las ventanas abiertas—. Pero me da la sensación de que es algo más, algo específicamente que tienes contra Yut-Lung, no sé nada de lo que ocurrió entre ustedes, ignorarlo me inquieta, eres mi amigo. —Entonces, la tan característica despreocupación abandona el rostro de Shorter para ser reemplazado por una mueca sombría.

—¿Quieres hablar de eso? —Se ha puesto a la defensiva—. Cuéntame de tu relación con tu hermano mayor, ¿cómo van las cosas en casa?

—Eso no tiene nada que ver.

—Lo tiene todo que ver, Ash.

—No, eso es cambiar completamente el tema. —Shorter carcajea sin gracia, bajando la cabeza con parsimonia, envuelto por una pesada aura de decepción y amargura—. Te niegas a ser vulnerable.

—No es justo que me pidas ser vulnerable si tú te niegas a hacer lo mismo.

—No es justo que me presiones.

—¿Entonces por qué tú puedes presionarme? —Le duele—. No, no haremos esto.

—¡Pero...!

—No es justo. —Declara, alza una barrera entre ellos dos, o más bien, solo hace visible el malestar omnipotente que tantos años los ha atañido—. Nuestra amistad no es justa.

Ash lo sabe, lo que hace especial a la amistad (incluso incondicional) es intercambiar secretos como si fuesen fichas de juego, no es que no le cuente cosas, al contrario, confía en Shorter más que en su propia familia, pero cada vez que pretende poner el tema, su boca parece zurcida con viejos hilos de estambre que no se consigue arrancar, mientras más habla, más lastimado sale, así que se calla. Esta clase de pláticas sirven para recordarse a sí mismo de que incluso teniendo la pandilla no se ha integrado completamente por más que se haya esforzado en esconder sus heridas y secretos, el problema radica en haberse convencido a sí mismo de que había logrado convencer a los demás de que era alguien que no era: el lince de Nueva York.

A veces encontraba a Shorter observándolo con una mueca indescifrable al otro lado del cuarto, se preguntaba cuánto habría adivinado acerca de su pasado, tenía que contenerse para no acercársele más, porque tal vez se equivocaba y no sería tan terrible contarle a alguien sobre lo ocurrido, o más bien dicho, ni siquiera ocurrido según la policía. Pero cada vez que intentaba decírselo a Shorter una voz en su cabeza le decía: «¿cómo te repondrás si él también lo minimiza? Ten las pelotas suficientes para aguantar y cállate, maricón» y lo hacía. Si Griffin, Max, su padre, la policía y el mismísimo pueblo en realidad menospreciaban lo adverso del evento.

¿Por qué sería diferente esta vez?

Simple, no lo sería. Y la conclusión más lógica es que debía pasar luego de página y tragarse el trauma que ni siquiera es trauma porque bueno... No alcanzaron a abusarlo. Pero si eso es verdad, ¿por qué tiene pesadillas?, ¿por qué siente unas horribles ganas de llorar al pensar en Barba Azul?, ¿por qué se siente tan sucio si no fue tocado?, ¿por qué tiene una asquerosa necesidad a ser consolado?

—¿Vas a aplicarme el tinte? —Shorter es el primero en hablar y golpear la puerta que yace entre ellos dos, su tono es suave, es una disculpa taciturna por cruzar una línea que tienen implícitamente consensuada ni siquiera mirar.

—Lo haré. —Y así de fácil patean este problema debajo de la alfombra y lo dejan de ver, confirmando los temores de Aslan sobre ser invisibilizado, esa es la dinámica que prevalece en sus relaciones.

—Bien, todavía debemos elegir ropas geniales para ir. —El rubio se levanta de la tina, dando pasos semejantes a zancadas hacia su mejor amigo, sosteniendo el tubo de plástico sobre su propio pecho, ha manchado su camisa blanca—. Vamos a ser los sujetos más geniales de toda la universidad.

—¿Vamos? —El más joven alza la ceja, finalmente removiendo la tapa negra de la tintura, un fuerte aroma dulce y chicloso emana del empaque, provocando que arrugue su nariz y deforme su sonrisa en un mohín de asco—. Eso me suena a manada.

—Pues claro que iremos los dos. —El moreno se recupera rápidamente de la discusión, le golpea la espalda, dificultándole mil veces más el trabajo de aplicarle el tinte para cubrir el pastoso mostaza—. Okumura estará ahí, es en la facultad deportiva después de todo.

—¡¿Eh?! —De repente hace calor y está respirando muy rápido—. ¡¿Y eso qué diablos me importa?!

—No te pongas a la defensiva. —Por accidente apretó el tubo de tinta en la conmoción y le empapó el rostro a su mejor amigo, espera que salga o lucirá igual que la criatura del pantano pero púrpura—. Realmente no puedes controlar tus reacciones cuando se trata de Okumura, ¿verdad?

—No. —Bufa, estampándole un rollo de confort en la cara, tratando desesperadamente que no vea su rubor de rabia encendiendo sus mejillas—. Lo odio.

—Sé. —Por suerte Shorter es tonto y no lo nota (o finge no hacerlo)—. Pero estas semanas pareces aún más reactivo a lo relacionado con él.

—Me frustra que no ceda el control y disuelva su tonta pandilla de una vez. —Pero no es solo eso.

—No, eso no es. —Supone que ha subestimado la inteligencia de su mejor amigo—. ¿Acaso te robó a la chica que te gusta?, ¿es eso? —O tal vez, lo está sobreestimando.

—No tengo a nadie que me guste. —Ash rueda los ojos, comenzando a masajear el cuero cabelludo de Shorter, la tintura no hace espuma y le tiñe de inmediato las manos, debió ponerse guantes de látex para protegerse, aunque es demasiado tarde—. Mi corazón le pertenece a una sola señorita.

—Los libros no son señoritas. —Se burla—. A menos que hables de Hemingway, el sujeto tiene más de cien años y está muerto, tu crush es turbio, amigo.

—¡Shorter! ¿Puedes hablar en serio? —Bufa, removiéndose un rebelde mechón dorado de la cara, continuando con su ardua tarea de envolver hebras de cabello desteñidas de un mostaza opaco en un brillante y pegajoso púrpura.

—Hablo en serio siempre. —Espeta—. Debes tener las bolas azules, me preocupas.

—No deberías molestar a quien te puede dejar calvo en estos momentos. —Entonces, Shorter jadea, retrocediendo hacia la repisa de plástico completamente indignado, tirando de la cadena otra vez.

—¿Serías tan cruel como para hacer eso? —La sonrisa maliciosa que se dibuja entre los hoyuelos de Ash le deja la sangre helada y el cuerpo entumecido.

—Ya sabes la respuesta.

Hijo de puta.

Se quedan charlando de cosas banales acerca de la universidad, la pandilla, incluso la fiesta mientras Aslan juega a ser estilista. Shorter se deja mimar, arroja bromas animadas que pretenden aligerar la tensión causada por la previa pelea (¿pelea? Ni siquiera hablaron). Piensa en su relación construida con una confianza absoluta que les permite ser un dúo incomparable e inalcanzable en las riñas, se confían mutuamente la integridad, no obstante, ambos crecieron en ambientes violentos y eso hace que sea incluso más difícil desahogarse con el otro al verse reflejados inconscientemente, alzan una barrera saludable que los mantiene lejos de lo que no quieren ver de sí mismos y por ende, del otro, lo que si bien, suele funcionarles, últimamente les da demasiados problemas.

Ash está sufriendo y Shorter lo ve, mierda, lo ve con tanta claridad.

Pero el mismísimo Shorter creció en un ambiente de minimización y consumo, él también sintió una admiración e idealización casi ridícula por su hermana mayor, una visión que todavía no supera y no está listo para confrontar, aceptar que Nadia no es perfecta implicaría tener que aceptar que él pese a ser un niño fue un hermano de mierda por no ayudarla más, preguntar por Griffin inevitablemente lo llevaría a eso y teme explotar sobre Ash las cosas que piensa de sí mismo. Así que acá están ambos genios de la comunicación, hubo un tiempo en que Wong se mostró vulnerable con alguien, alguien que lo acogió y no solo eso, sino que lo hizo sentir amado, alguien de quien realmente se enamoró.

Suspira, Yut-Lung es historia pisada.

—¿Qué piensas de esta? —Así que se pretende concentrar en su muy madura venganza, en ir a la misma fiesta para mostrarse más galante que nunca y coquetear en su cara, lo ha superado, es obvio que para Yue él no significó nada, solo se lavó las manos cuando más lo necesitó—. Es genial ¿cierto?

—Mhm... —Ash repasa con una mirada felina la musculosa amarilla que Shorter sostiene entre sus palmas, tienen manchones de tintura repartidos en la piel que no salieron ni con crema, pero el pelo del chino quedó bien, como si hubiesen recién salido del salón—. ¿Quieres usar eso para la fiesta? —Le pregunta con el mayor tacto que puede, si se lo hubiera teñido de verde sería una piña andante.

—No te preocupes, también tengo una para ti. —Entonces, saca de su armario una musculosa negra.

—No sé, esas poleras son un poco... —Aslan juguetea con sus converse hacia los bordes de la cama, su boca está reseca y le duele la cara de tanto frotársela para sacar la tinta—. Gays.

—¡¿Qué?! —Shorter se muestra genuinamente ofendido, se ha llevado la mano hacia el pecho en un ataque de pura indignación, es histriónico y exagerado, igual que Yut-Lung—. Son una muestra máxima de masculinidad, por eso los deportistas las usan, ¡las musculosas son pura testosterona!

—Sé que los deportistas las usan, he visto a Okumura en su uniforme.

—Alto. —Shorter alza una ceja, divertido—. ¿Estás diciendo que Okumura se ve gay? —Y Aslan se pone rojo en un santiamén.

—¡No! —Gimotea, entrando en un error mental del que no logra recuperarse—. Sí, un poco, no sé. —Es obvio que Shorter disfruta molestarlo con su némesis por lo descolocado que lo pone, Ash suele enfrascarse en una fachada burda de madurez y astucia que si bien, es atractiva como subordinado, como amigo siente que lo deja más afuera.

—Deberías llevar una musculosa también para que hagan competencia de a quién le luce mejor.

—Idiota. —Bufa amurrado y él se ríe.

Es un alivio, cree. En este último tiempo cada vez que mira a Ash siente que lo envuelve una tristeza, pero no lo comúnmente entendido por tristeza, esta no es compasiva, esta es tan grande que parece abarcarlo todo de su mejor amigo, devorándole hasta los huesos. Es una tristeza que aunque Shorter nunca ha encarnado, la ha visto miles de veces en desconocidos: en esa población china donde todos sus vecinos se mataban para ganar sueldos miserables, en sus padres atrapados por el consumo por supervivencia, en Nadia perdiéndose su infancia, en sus compañeros de clase al regresar a sus casas de cajas de fósforos. Es una tristeza entremezclada con la admiración nacida de pura resiliencia, de que sin importar lo duro que sea, las personas intentan vivir sus vidas miserables, esa misma tristeza. Es triste y sin embargo, todos lo hacemos. Así confirma que Aslan debe estarla pasando mal.

—Es hora de ir por las mamacitas. —Esta es su manera de animarlo sin cruzar los límites, se permite disfrutar de la farsa que Ash quiere que crean que es en lugar de confrontarlo, intentando aligerarlo de su carga con diversión banal y vida universitaria, es lo mejor que puede hacer por el momento.

—No. —Y ambos lo toleran—. Ni de joda iré.

Por supuesto, van a la fiesta.

Aslan no ha ido a muchas fiestas desde que se mudó a Nueva York, planificar su futuro con Griffin y mantenerse siendo el número uno de la carrera le consumían demasiado tiempo sumado a ser líder de pandilla, además, siendo franco, odia esta clase de interacciones sociales, a diferencia de Shorter es introvertido, su sábado ideal es enclaustrarse en su apartamento y leer un montón de libros. Pero no, acá está porque quiere ser un apoyo para este idiota de ocurrencias que literalmente le dejaron la cara y las manos moradas. Refunfuña, dejándose arrastrar hacia el gimnasio, últimamente pasa demasiado tiempo acá y eso le da escalofríos, ni siquiera ha ido a la biblioteca.

—¡Chicos! —Un Bones evidentemente ebrio se cuelga de sus hombros apenas lo ve desde la puerta, la fiesta se mira imponente desde afuera, muchas luces de colores se vislumbran contra el arco de granita bajo una tonada horriblemente estruendosa de la que posiblemente se encarga un patético aspirante a dj—. Los estábamos esperando, ¿por qué se demoraron tanto?

—La perfección toma tiempo. —Wong dice aludiéndose a sí mismo como si fuese lo más obvio del mundo, repasando con sus manos esa fea musculosa amarilla junto a unos pantalones vistosos.

—Ah. —Su colmillo sobresale mientras analiza—. Es verdad, se ve genial boss.

—¡Hey! —Reclama completamente indignado, paseando sus manos (con las yemas moradas porque la tintura es imposible de sacar) desde la frente hasta el marco de los anteojos de sol (¿para qué los necesita? El gimnasio está bajo techo, dah)—. No es el único genial acá.

—Meh. —Aslan contiene una carcajada ante lo osado que es Bones ebrio, le agrada más de lo usual.

—¿Y quién crees que arregló a este chico bonito? —El aludido rueda los ojos, más, se deja abrazar.

—Ponerme una musculosa y una chaqueta de mezclilla no es arreglarme. —Entonces, Wong resopla.

—Claro que sí. —Y le pega otra vez en la espalda—. Ahora entremos, debo buscar a alguien.

—¿A Yut-Lung? —Pone el tema por accidente y se arrepiente el instante en que lo hace.

—No. —Aun con su sonrisa deslumbrante, su mejor amigo impresiona herido—. A alguna chica para pasar el rato, quiero distraerme.

No dice más y se deja arrastrar por el torbellino efervescente de alcohol, euforia y pubescencia que yace entre las paredes del gimnasio, es mucho peor de lo que Ash creía. Si bien, hay varios grupitos de personas tranquilas solo charlando mientras comen, no faltan los atrevidos restregándose en esa pista de baile improvisada al medio del lugar, justo bajo un toldo innecesariamente puesto pero que pretende crear ambiente con las luces de colores y otras zonas donde cree que hay juegos. Se aburre apenas pisa el interior, el aroma del alcohol entremezclado con el sudor le retuerce las entrañas, no le encuentra lo divertido a esto, preferiría quedarse en casa leyendo, ¿por qué vino? Cierto... Max.

Max está en su casa.

No puede regresar.

—¡Chicos! —Kong y Alex los reciben con vasos de plástico rebosantes de cerveza barata y rancia, lo sabe porque Jim le enseñó de alcohol aun siendo un niño, pasó mucho tiempo dentro del bar sin despegarse de su lado porque luego de Barba Azul era jodidamente aterradora la soledad.

—¿Por qué Shorter se parece a...? —Bones le hace un gesto a Alex para que guarde silencio, quien entiende la señal en un santiamén y sonríe forzosamente—. Se ve bien. —Sin embargo, la atención del aludido resulta encontrarse dispersa en otra parte de la fiesta, incluso se ha bajado los lentes de sol porque está buscando a alguien.

—La pandilla de Arthur también está acá. —Kong bufa, apoyándose contra la mesa de bocadillos.

—Arthur no tiene pandilla. —Refuta indignado, aguantándose las ganas de apretarse la nariz por la peste de los porros, tan desagradable—. Le gané limpiamente a ese sujeto, absorbimos su facción.

—Sí, pero sus hombres siguen siendo leales a sus órdenes. —La preocupación que gotea la voz de Alex enciende un presentimiento áspero en su interior—. Wookie es un perro faldero problemático.

—¿Han estado diciendo algo?

—Sí, quieren que tomes medidas aún más duras contra los chinos, no creen que estés haciendo lo suficiente para imponer tu poder. —Alex niega, nervioso—. Cuando hablo de los chinos, sabes que no me refiero a ti, Shorter. —No obstante, el nombrado se encuentra con el ceño tenso y los puños tiesos alrededor del vaso, el alcohol ha rebasado la orilla, llegando a empaparle hasta las zapatillas.

—Ese traidor. —Masculla, al más joven le toma dos segundos encontrar al causante de sus penurias en medio de la pista de baile: Yut-Lung Lee—. ¡Vamos, Ash! Saquemos a bailar algunas chicas.

—No me metas acá, no tengo interés por... —Pero entonces, su mirada salta hacia el otro extremo de la pista y contempla a Eiji danzando con sus compañeros del equipo de pértiga porque son unos gorilas con falta de neuronas que se regodean en grupos para alabarse a sí mismos.

Eiji Okumura.

El maldito Eiji Okumura.

Y no es que le importe, pero una sensación jodidamente desagradable hierve en sus entrañas al ver la manera en que baila con sus demás compañeros y luego pasa a los brazos de Yut-Lung, se observa ridículo en ese atuendo además, por supuesto está usando una musculosa negra para presumir esos brazos que a nadie le importan junto a una fastidiosa chaqueta fosforescente que ni sabe para qué usa si ni siquiera le cubre el hombro y deja expuesta su clavícula y apenas le cubre el trasero en esos pantalones ajustados. Claro, el atuendo podría verse lindo e incluso sexy con esos lentes de botella rosados saltando en su cabeza, pero es Eiji de quien está hablando, por ende, no es una mezcla entre ternura y obscenidad sino que es solo feo. ¿A quién diablos le importan sus bíceps bronceados? ¿O su pequeña cintura tonificada? ¿O sus glúteos trabajados? A Aslan obviamente no.

—Eres bastante guapo. —Por eso termina bailando con una chica que Shorter ha arrastrado a esto, no para poderse acercar mejor en la pista de baile porque al diablo Okumura—. Te he visto algunas veces en la facultad, me eres familiar.

—Ah sí. —Imposible mostrarse más desinteresado, sus ojos se encuentran demasiado entretenidos viendo la forma asquerosa en que Yut-Lung se restriega contra su némesis, a Ash le da igual, tiene a una chica increíblemente candente y hermosa enfrente, debe concentrarse—. Estoy en literatura.

—¿Te gustan los libros? —No parece impresionada, aunque le permite acariciarla desde la cintura hacia la cadera, su cabello es rubio, brillante y tupido, es preciosa.

—Sí. —Agradece la estruendosa canción que el dj ha puesto, al menos así disimula la incomodidad.

—¿Cómo te llamas? —Es la clase de canción juvenil que transmite una sensación refrescante ficticia, como estar mirando un comercial de alguna bebida, una ken tropical, con todo ese montaje de playa y habladurías sobre el sabor caluroso, es un ritmo insoportablemente pegajoso, pero mejor que la canción que tanto le encanta a Griffin supone. De cualquier manera, Shorter baila complacido a su lado con su propia conquista, así que debe aguantar.

—Ash Lynx.

—¡Ah! —Se ve ilusionada—. ¡Eres el chico de los rumores! El lince de Nueva York. —Acá va otra vez.

—Ese mismo.

—¿Es cierto todo lo que dicen de ti?

—Yo no sé todo lo que dicen de mí.

—Ya sabes, no te hagas el tontito. —Pero la mujer no tiene freno, lo ha abrazado del cuello para ser sensual, sin embargo, a él le recuerda una boa constrictora, se siente ahogado, mareado y quiere vomitar aunque apenas ha tomado—. Dicen que has matado gente, pero ese no es el rumor que me interesa. —Se ríe meneando sus largas pestañas—. Dicen que tu lengua es de terciopelo.

—No me siento muy bien.

—Pobrecito, deja que te acompañe a un lugar más privado. —Mierda, está perdido.

—¡Ash! —Y aunque no pidió ser encontrado.

—Eiji. —Él lo encuentra de todas maneras—. Okumura. —Corrige, la chica se niega a apartarse de su lado, lo ha envuelto como si fuese una especie de depredador con sus garras—. ¿Qué haces acá?

—Solo queríamos darles la bienvenida. —Shorter se sobresalta apenas escucha la venenosa voz de Yut-Lung Lee, la sonrisa que le confiere es retorcida y rencorosa, puede jurar que intenta asesinarlo con semejante mueca de desprecio—. Pero veo que se están divirtiendo, no pierden el tiempo.

—Esa es mi línea. —Shorter gruñe, no es común que pierda el temple, aun así lo hace—. Te veías bastante cómodo entre toda esa testosterona de deportistas. —Eiji rueda los ojos, ofendido.

—¡Por favor! Tú fuiste quien partió, Wong.

—¡Tú fuiste el que empezó! No te hagas el inocente ahora.

—Mientras tanto, yo puedo encargarme de ayudar a mi... —El japonés vacila aprovechando la pelea como una distracción, apretando sus labios y arrojándole una mirada fugaz repleta de nervios—. ¿Compañero? —Mejor que llamarlo enemigo supone.

—No creo que él quiera tu ayuda. —Pero la chica es insistente—. Ni que batee para tu lado.

—De hecho, quiero ir al baño de hombres sino te importa. —La respuesta sale automáticamente de sus labios, no comprende la razón, es estúpido por donde se mire, acaba de arruinar su oportunidad con una chica preciosa por su némesis, vaya uso de su ferviente IQ—. Nos vamos, Okumura.

Pero se siente correcto escabullirse con Eiji de la pista de baile y finalmente salir al exterior, se siente casi emocionante, como si fuesen dos fugitivos de la ley corriendo de la policía, Bonnie y Clyde, Ash carcajea, sabiendo que ha leído demasiadas novelas esta última semana.

Tonto, tan tonto.

—¿Me veo gay con esto? —Es lo primero que le cuestiona al apartarse, aunque todavía hay personas danzando y charlando a su alrededor, es una cantidad considerablemente menor que no lo abruma.

—¿En serio? —Bufa, repasando aquella vestimenta con desdén—. Estás usando una musculosa, por supuesto que te ves gay. —Entonces, el japonés enrojece hasta las orejas, robándole una risita.

—¡También estás usando una! Los dos nos vemos gays. —Aslan jadea mortificado por la acusación.

—¡Es diferente! —Se defiende—. Shorter me obligó a ponérmela.

—Eso no quita lo poco heterosexual que te ves, eres todo un imán para chicos, Lynx. —Bufa con una sonrisa la pequeña mierda—. No vaya a ser que me termines seduciendo con tus brazos de fideo.

—¡Mis brazos son de un tamaño normal! Incluso debo tener más músculo que tú, señor diversidad.

—Es bastante patético usar la orientación sexual de alguien como ofensa ¿sabes?

—¡Tú pusiste el tema! —Chilla porque este tipo es un irracional al que no se le puede dar el gusto.

—No porque me ofendiera, pero no quiero llevar un letrero que grite mis preferencias. —Le habla lento y pausado, como si fuese un niño, eso lo irrita tanto.

—Así que eres gay. —Admite triunfante.

—¿Por qué? —Eiji se coloca los lentes de sol, alzando una ceja—. ¿Acaso estás interesado? —No lo soporta, se merece un premio por llevar más de diez minutos dentro de la misma habitación y no abalanzársele a golpes por lo irritable que es su personalidad.

—Eres un idiota. —Gimotea amurrado.

—Entonces deja de hablar conmigo, Einstein. Para tener los músculos en el cerebro estás algo tonto.

—No puedo dejarte solo, tú me ayudaste con ella. —De repente, lo procesa—. ¿Por qué lo hiciste? —La atmósfera se torna diferente entre ellos, más ligera y pesada en paralelo, cargada de preguntas sin respuestas y respuestas cuyas preguntas nunca serán formuladas—. No te incumbía.

—Porque escuché lo que te dijo y me pareció injusto, odio al tipo de personas que hablan así de los demás sin siquiera conocerlos, es desagradable. —Suspira—. Voy por un vaso de agua.

Y se va.

Aslan se queda paralizado en medio de la fiesta, se profesa ajeno, como si estuviese llegando recién a una tierra desconocida que le da miedo explorar, porque sabe que debajo de esa playa virgen yace enterrada una podredumbre exuberante. Se frota el entrecejo, su atención navega entre los grupos de conversadores hacia la pista de baile, ve al equipo de pértiga buscar a Eiji, y no lo entiende, no lo comprende para nada, odia esa sensación de ignorancia, eso mismo lo lleva a contemplar al moreno por el rabillo del ojo con la esperanza de desglosar un misterio imposible, es violento, la lógica no le funciona cuando se trata de ese petulante. Esta sensación es similar a observar un eclipse de sol sin los lentes correctos, sabe que es dañino y aun así, es incapaz de resistir la tentación. Por supuesto, apenas se hace consciente de la atención que le destina a su némesis la desvía hacia cualquier otro lugar.

No quiere pensar en Eiji ni le interesa.

—¡Te dije que te alejes! —Pero el universo es una mierda que lo odia y ese grito lo detiene en seco, Eiji se escucha al borde del pánico, ni siquiera tiene tiempo para reaccionar—. ¡Esto es una trampa!

—Te advertimos que no te metieras con nosotros. —Wookie lo ha acorralado en las afueras del gimnasio, justo al costado de los baños—. Eres un problema para Arthur, tú y Yut-Lung son escorias que deben desaparecer. —El idiota se halla inmovilizándolo contra el suelo, ha agarrado y tironeado sus tobillos como si supiera que son su punto frágil, Eiji impresiona dolido, un alarido escapa de lo más profundo de su garganta cuando intenta torcerle la pierna.

—¡Suéltame! —Pero no se detiene, al contrario, hace aún más violenta la paliza. ¿Por qué? Okumura es mucho más fuerte que este tarado, no obstante, parece aterrorizado hecho un ovillo en el suelo.

—Me estás dando una expresión deliciosa. —Wookie se relame—. Anda, quiero ver un poco más de eso, muéstrame más de tan exquisito miedo. —El lince ni siquiera tiene tiempo para reaccionar, se abalanza furioso contra su propio subordinado, estampándole puñetazos en la cara una y otra vez, arremetiendo contra su mejilla moreteada como si fuese un animal salvaje.

—Ash... —Eiji se ha encogido contra la pared, abrazando su tobillo, se ve hinchado, es malo.

—Vamos, llamará refuerzos cuando despierte. —No tiene idea de porqué ni se detiene ha pensarlo, le extiende una mano, lo ayuda a ponerse de pie, pero le cuesta. A Aslan le duele pensar que por su culpa la carrera deportista de Eiji ha sido perjudicada y no debería—. Te llevaré a un lugar seguro.

—Gracias.

Okumura no quiere ir a su dormitorio, aparentemente el fotógrafo japonés ronda por ahí y se niega a ser visto en tan deplorable estado, por alguna razón tampoco accede al hospital pese a lo hinchado que se mira su tobillo, Aslan suspira, debería abandonarlo, no es de su incumbencia, no le cae bien, de hecho, este tipo le pateó literalmente las pelotas la última vez que se vieron. Pero como es buen samaritano y tal vez siente una punzada de culpa por la fiesta, lo lleva a su departamento, reza para que Max y Griff hayan ido a una cita, se maldice por eso, aunque para su suerte es de esa manera y la casa está vacía. No pierde el tiempo, va por hielo para la hinchazón o lo que sea.

—¿Por qué me defendiste? —Eiji lo mira con suspicacia desde el sofá, se encuentra a la defensiva, como si aún pudiese atacarlo y fuese una mente maestra que planeara su asesinato a sangre fría.

—No sé. —Musita, abriendo la puerta del refrigerador, una mueca de asco deforma su rostro apenas se encuentra con las bebidas favoritas de Max, quien por supuesto, lo ha invadido todo, debería irse de casa y ya, es obvio que ni siquiera lo notarían—. Solo pasó.

—Ajá. —No le cree—. No te creo. —Y lo hace obvio.

—No sé. —Insiste.

—¿Por qué me ayudaste? Ni siquiera te agrado.

—¡Porqué eres mi némesis!, ¿está bien? Nadie más puede golpearte, solo yo. —Eiji se congela en el sillón, se ha puesto rojo hasta las orejas con una expresión jodidamente adorable de ojos grandes y labios temblorosos—. Solo yo puedo patearte el culo, ¿entendido?

—¿Qué es esto? —Pero el moreno se ríe y mierda, es casi reconfortante—. ¿Ahora quién es el gay?

—Eres tan maduro. —Suspira con sarcasmo.

—Obviamente, soy dos años mayor que tú. —El hielo cruje en la bolsa a causa de la sorpresa, Aslan se da vueltas hacia la sala de estar, pasmado.

—¿Eres mayor que yo? —Vaya, no lo esperaba.

—¿Sorprendido?

—Es que pareces un niño. —Balbucea, cerrando la puerta del congelador, encaminándose hacia el sofá con una confianza que no sabe de dónde ha aparecido—. Y te juntas con niños.

—¡Yue y Sing son muy maduros para su edad!

—Ajá. —Entonces, Eiji patea el suelo como un conejo y Aslan entiende de dónde aprendió el hábito.

—¿Te preocupa...? —No sabe cómo iniciar el tema, es bueno escamoteando y no tienen una relación donde puedan confiarse los secretos, los secretos son un canje para la amistad, ellos se encuentran muy distantes de eso, son lo contrario, así que Okumura no debería responderle—. Tu tobillo.

—Oh. —El japonés sonríe amargamente, permitiendo que le ponga la compresa helada para bajar la hinchazón, su piel se eriza ante el brusco cambio de temperatura—. Estoy aterrorizado. —Es una respuesta sincera y vulnerable—. Sé que es tonto y no cambiará nada, pero me da miedo que alguien haga más real esta situación. —No se lo esperaba, es diferente a lo que acostumbra.

—¿Más real? —Eiji asiente, suavecito.

—Si voy al médico y me dice que el daño es irreversible y que no debería seguir yendo a las prácticas porque me estoy arruinando todavía más el tobillo, eso lo haría real, decirlo en voz alta me prohibiría seguir fingiendo que estoy bien y que esto es temporal, aunque hayan pasado meses y a veces me duela tanto que no pueda levantarme por horas de mi cama, quiero tener eso, quiero tener en mi poder esa decisión o al menos engañarme y decir que lo tengo, quiero seguir fingiendo un poco más antes de que todo cambie para siempre. —Ríe—. Es tonto.

—No. —Ash aprieta la bolsa con fuerza contra su tobillo, no es brusco, tampoco demandante, es dulce como no se imaginó que podría ser—. Es irresponsable para tu salud, pero no tonto, aunque no soy quién para regañarte si hago lo mismo. —El hielo en la atmósfera se derrite, dándole paso a una tibieza agradable y entrañable que le es familiar, le recuerda a Cape Cod y a los girasoles, a casa.

—¿También te lesionaste? —Lo pregunta de broma.

—No con una lesión física. —Pero le responde en serio—. Me pasa con Griff. —Es raro, sin embargo, lo único que es capaz de apreciar dentro de esos ojos cafés es la sincera impotencia de alguien que desea ayudarlo pero todavía no sabe cómo, esa amargura y desazón, no es superioridad, rechazo ni incomodidad, lo alivia—. Estoy en una situación donde ambos fingimos que las cosas están bien, me da miedo, sé que si damos ese paso las cosas ya no serán normales, aunque esto tampoco me hace bien, es enfermizo vivir en este apartamento, ¿sabes? Soy un recordatorio de todos sus errores.

—¿Lo eres?

—¿Eh?

—Es distinto sentir que eres un recordatorio de todos sus errores a realmente serlo, espero que no me malentiendas, con esto no quiero decir que tus sentimientos no sean menos reales o válidos, tal vez para Griffin las cosas no son así y tú eres quien está interpretando demasiado, eso quiero decir.

—Oh. —Se calla, anonadado. Es extraño e ilógico, no obstante, se alivia con esas palabras, es como si Eiji hubiese visto lo necesitado de confort que estaba y se lo hubiese dado con toda su alma.

—¿Has podido hablar con él?

—No.

—Ash... —Entonces, Eiji vacila pero finalmente se atreve a tocar su mano, es apenas un roce, es casi imperceptible, sin embargo—. ¿Quieres hablar de eso? Pareces ahogado. —Esta es la primera vez que alguien le ofrece semejante empatía y eso lo destruye.

¿Quiere hablar de eso?

No sabe.

Piensa constantemente en cómo sería pertenecer a esta familia, abandonar su identidad para entrar a este apartamento siendo una persona diferente, como si se tratara de un lugar encantado el cual, pudiese tomar su identidad y conferirle otra: ser un Glenreed, atrás quedaría ser Callenreese y junto a su apellido real el béisbol, Barba Azul, los rumores alrededor de su infancia, la vergüenza, terror, suciedad y la obscenidad que siente al saber que en el instante no le tomó el peso que correspondía, acá tendría a su hermano contento, a un cuñado que lo amaría y podría convertirse en alguien más.

Aslan Glenreed.

Aunque no se cambiará el nombre literalmente, siente que al entregarse a Max dejaría de ser quien es, esa sensación de enajenación y soledad es un descubrimiento reciente, completamente distinto a la soledad que lo envolvió en su infancia por no tener una mamá, por ser abandonado con su padre o por ser llamado seductor con solo ocho años en la estación de policía mientras la luna proyectaba una cruda luz blanca sobre la sonrisa de su entrenador, esta situación lo hizo develar que no era soledad en ese entonces, sino miedo. Ahora es soledad, soledad a que su hermano no volvió por él al ser un horrible recordatorio de lo que no pudo hacer, soledad por no hablar genuinamente con Shorter o el resto de sus amigos, soledad porque debe ser líder pandillero para protegerse, soledad por haber abandonado a su viejo padre en esa mugrienta cabaña y le da rabia.

A veces se pregunta si también estaría experimentando semejante soledad sino le hubiesen abierto los ojos mostrándole que había algo extraño e inaceptable en su dolor: «no fue gran cosa».

«Ni siquiera te tocaron».

¿Entonces por qué se siente como si hubiese pasado? Está cansado de dicha respuesta, si tiene que elegir, elige la soledad.

Pero, ¿qué hay de Eiji?

¿Acaso le daría la misma respuesta?

—De niño ocurrió algo que últimamente me está afectando demasiado, suelo controlar bien el tema al ignorarlo, estuve años haciéndolo, pero últimamente tener a mi hermano de vuelta lo ha sacado afuera, tengo pesadillas todas las noches, pesadillas exageradas sobre escenarios que no alcanzaron a pasar, siento que si hablo el tema con Griff estaría mejor, pero él trajo a Max y no sé, creo que es una especie de distracción para no tener que hacerse cargo de mí.

—Ash...

—No digo que no merezca ser feliz, mierda, él es la persona que merece toda la felicidad del mundo, lo amo, es mi héroe, y por eso mismo me duele que me ignore, sé que para él también debió haber sido duro, ni siquiera estaba en Cape Cod, no lo culpo, jamás podría, pero sí lo culpo de cómo me hace sentir ahora, me hace invisible, con Max pasé a ser un mueble más de la casa, este era nuestro hogar, él debió preguntarme, debió cuidarme, debería cuidarme. —Niega—. Estoy exagerando. —Y se invalida igual que aprendió del resto.

—Oh Ash. —Pero Eiji lo llama con su voz suave y dulce sin soltarle la mano—. No existe problema grande o pequeño, nadie sabe cómo te afectan las cosas, por ende, no es comparable. —Se intenta explicar, frunciendo su ceño como si estuviese ordenando sus pensamientos y es lindo—. Basta que te haga sufrir para que sea grave, no estás exagerando, punto.

—Tú. —Y de repente, se siente mejor, no porque haya hablado explícitamente de lo que pasó o haya podido confrontar a Griffin, sino que fue una prueba de realidad, de que no absolutamente todo el mundo va a rechazarlo y darle la respuesta que acostumbra, las cosas pueden cambiar—. Eres bueno consolando a las personas. —Se ríe, presionando levemente con su palma libre la compresa de hielo.

—Supongo. —Eiji le resta importancia, desliza sus dedos hacia los bordes de su chaqueta con un aire de timidez—. Las personas creen que al compartir tus problemas esperas que los arreglen, no es así. A veces basta con que alguien te diga que ve que la estás pasando mal y ya, porque la estás pasando mal y es una locura que el resto pretenda que sigas funcionando normal.

—Pareces hablar desde la experiencia. —El japonés bufa.

—Claro que lo hago, soy dos años más sabio que tú. —Y lo golpea en el hombro—. Espero que algún día puedas hablar de esto con tu hermano mayor. —Aslan se deja caer contra los cojines del sofá, a pesar de haber tenido a Okumura incontables veces debajo o arriba suyo a causa de las peleas, es la primera vez que siente que están realmente cerca.

—Yo también. —El pecho le punza y las manos le sudan bajo la compresa—. Cielos, esto fue intenso. —Eiji se ríe nervioso, encogiéndose hacia la orilla del sillón.

—Fue el alcohol, tomamos mucho. —Pero ninguno de los dos tomó un vaso entero—. Deberíamos mantener esta noche en secreto, ya sabes, por Yue y las pandillas.

—Sí. —Ríe—. Será un secreto, aunque de todas maneras no tiene mayor importancia.

—No la tiene, mañana volveremos a la normalidad.

—Claro.

Pero el corazón de Ash late con fuerza y se enciende como la mecha de una dinamita.  

El siguiente capítulo tenemos más del fly boy y sobretodo una de las primeras escenas significativas entre Max y Ash, así que la estoy esperando mucho, tambien veremos más de Eiji, este fic no se enfoca solo en una perspectiva, pero empezamos de lleno con Ash porque es el gran protagonista acá. Como sea, este fic me da amor. Muchas gracias por leer~

¡Nos vemos el otro fin de semana!

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