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Capítulo 16.

Hi~ Y con esto ya logro mi cometido de estar más o menos activa hasta el día de hoy. Debo decir que ame el capítulo, no estaba planificado de esta manera y lejos se convirtió en mi capítulo favorito de la trama. Era importante el contexto pasado porque el cambio en el comportamiento de Eiji como se imaginarán es bien notorio, así que para que no estuvieran tan perdidos. No me había dado cuenta que ya llevamos 17 capítulos con el prologo, siento que no le queda mucha vida porque mis fics suelen ir entre los 20 capítulos sino son dinamicas, pero, lo que tenga que ser no más. Mil gracias por tanto cariño, especialmente hoy, lo aprecio mucho.

¡Espero que les guste!

Su atención salta hacia sus zapatillas, hacia sus converse rojas, esas que Griff dice que se paran solas por lo fétidas que se encuentran, un par de gotas de mugre han salpicado el empeine, sus cordones se hallan atados de manera dispareja, dejando al lado derecho del nudo ahorcado mientras que el izquierdo batalla por no cortarse, la caña permanece intacta aun cubierta por sus jeans, ese color es vibrante e intenso, es rojo, rojo cenizo.

«Be who you want to be in Converse sneakers», es el lema de la marca.

Sé quién eres en tus zapatillas converse.

Sé libre.

Sé Ash Lynx.

Suspira.

Aquellas converse fueron lo primero que pidió al llegar a Nueva York, estaba paseando con su padre con una actitud de mierda frente los escaparates del centro comercial, porque lo único que él odiaba más que Cape Cod, era dejar Cape Cod sin Griffin, le prometió estar ahí apenas iniciara la universidad y sin embargo, ni siquiera había rastro del soldado. Así que sí, salir a celebrar su carta de aceptación con Jim era el peor panorama del mundo, recuerda haber refunfuñado desde que se levantó y haber usado cualquier excusa para criticar al remedo de padre que tenía, ya que, aunque no hubiera rencor y comprende que hizo lo que mejor pudo e incluso le ofreció irse a otro lugar...lo resiente.

—Elige lo que quieras como regalo. —Suspicacia fue lo primero que despertó la oferta tan generosa, porque generosidad y Jim no iban en la misma oración y por ende, debía ser una trampa—. No mires así a tu padre, no es tan rara mi oferta.

—Ajá.

—Cómo quieras. —Le gruñó y eso lo hizo bajar la guardia—. No te quejes de que nunca te doy nada.

—¿No me reprocharás luego? ¿De verdad puede ser lo que quiera?

—Así es.

—¿Incluso si es algo innecesario?

—Es tu regalo. —Le respondió con simpleza—. Escoge lo que quieras y te lo regalaré, no hay trampa.

¿Lo que quiera de verdad?

Ja.

Aslan contuvo una carcajada, Jim era apretado con el dinero y con todo lujo en general, por ende su objetivo de esa tarde no fue buscar un regalo que genuinamente le gustara, sino algo que le negase a causa de su exuberante precio. Unas Chuck Taylor 70 fueron lejos su opción favorita, y él de verdad esperaba que Jim se las negara, que le dijera que era un mocoso presumido que se creía la gran cosa por quedar en una universidad y que arremetiera su rabia o al menos, explotara, de esa manera Ash podía seguirse odiando en paz y mantenerse sumido en una creencia catastrófica y negativista sobre que Griffin no había vuelto porque él no valía la pena. Pero su padre miró con una mueca angustiada que jamás había visto su billetera y le sonrió, pidiéndole una talla que no sabía que su padre conocía y susurrando que lo envolvieran con un listón de su color favorito.

Y ahí lo recordó.

Había visto esta mueca angustiada incontables veces antes: cuando las cartas de Griff se retrasaban, cuando Aslan esperaba al cartero pegado al buzón, cuando les cortaban la luz porque no ganaba ese dinero suficiente en la cantina, cuando debía mandarlo al colegio con la misma ropa y Ash regresaba ilusionado por un cambio. De repente, sintió culpa por obligar a su papá a gastar sus ahorros en algo tan tonto como unas zapatillas de marca, le compró los útiles para la universidad, fue quién lo alentó a inscribirse, peleó contra Barba Azul y le creyó. Mierda. Desde que tiene memoria, Aslan ha evitado empatizar con su padre por lo disociado que es, luce sin emociones y a veces se interroga seriamente si sufriría con su muerte o si la notaría, ser tan lapidario es injusto y lo sabe, más, le cuesta creer que lo ama si jamás lo ha demostrado abiertamente, no es afectuoso de piel, ni de palabras, ni de gestos, ¡ni nada! Puesto que a diferencia de Griff, Jim es frío.

¿Acaso es adivino para saberlo? El amor no es implícito y debió decírselo o al menos intentarlo.

Pero Jim no creció en un hogar con responsabilidad afectiva y probablemente fue un mejor papá en comparación a su propio padre, y probablemente esta censura de emocionalidad se vaya rompiendo en su cadena generacional, no de un tirón: el abuelo demostró su amor con golpes, Jim lo demuestra cubriendo sus necesidades básicas y Ash quiere demostrarlo con emocionalidad. Sin percatarse, Ash comparó a Jim y a Griffin como si pudiesen ir en la misma balanza.

Es que Griff me abraza cuando estoy asustado.

Es que Griff me arropa y me lee un cuento.

Es que Griff me prepara el desayuno.

Griff esto, Griff lo otro.

Griff es mejor papá que tú, remedo de padre.

Y debió ser duro para Jim sentir tan invalidada su paternidad. Esa tarde que le regalaron las zapatillas lloró y fue una estupidez, porque su padre no lo llamó marica ni lo reprochó como esperaba e incluso deseaba que lo hiciera, al contrario, parecía desesperado por no saberlo consolar. En el fondo, Aslan no conocía a su padre, sino una idea que tenía sobre su papá, un esquema internalizado y devaluado, una ficción, y a pesar de que guardó el recuerdo de las converse junto a las cartas bajo su cama y lo escondió por siempre, estaba ahí, esperando a ser visto otra vez.

No entiende bien por qué lo piensa ahora, pero algo en la mirada de Shorter se le hace amargamente familiar con la mueca angustiada de Jim.

¿La ficción que tiene de Shorter es el Shorter real?

—Entonces. —Su voz es gélida aunque rabiosa, puede ver cómo cada vocal es envuelta en un magma burbujeante mientras que las consonantes se congelan dentro de esquirlas—. ¿No me explicarás?

—No sé de lo que estás hablando. —Y lo dice en serio, no asumirá lo que Shorter desea de él si tiene la posibilidad de clarificarlo.

—Okumura. —Gruñe—. Eiji Okumura.

—¿Qué hay con él? —Su novio se ha quedado en la cocina con Griffin y Max, no quería aislarlo si la charla iba a girar en torno a él, pero tampoco estaba tan seguro del nivel en qué pretende participar.

—¿Qué hay con él? —Su risa sarcástica se asemeja más al aullido de un animal herido—. Esa debería ser mi línea. —Shorter aprieta los puños, las vetas envuelven sus nudillos igual que un grillete creado en acero y de pronto respirar es muy pesado, como si hubiesen grilletes invisibles serpenteando por doquier, colándose por sus converse y escalando hacia su corazón.

—No entiendo por qué es la gran cosa.

—Estaba en la camioneta con ustedes, ¿por qué?

—Porque estudiamos en la misma universidad.

—No me jodas, Ash. —Hay una amenaza implícita en su voz, las venas alrededor de sus cejas se han tensado con tanta rigidez que hasta sus lentes se han caído hacia su nariz—. ¿Por qué está Okumura en tu casa?

—Apartamento.

—¿Eh?

—Esto es un apartamento. —Y no puede evitar soltar un comentario estúpido porque odia la tensión en general y mucho más cuando se trata de Shorter, es su mejor amigo y joder, tapar sus problemas, fingir que no existían y escapar no fue más efectivo que tapar el sol con un dedo—. No una casa.

—Ash. —Le advierte—. No evites el tema. —Me lastima que lo hagas.

—Porque somos cercanos. —Lo admite, sintiendo que Shorter es un barril de explosivo al borde del estallido y sus palabras son fósforos encendidos arrojados en la oscuridad—. Por eso está acá.

—Andaban tomados de la mano.

—Así es.

—¿Por qué?

—¿Por qué crees tú? ¿Por qué una persona anda tomada de la mano con otra persona?

—No lo sé, por eso te pregunto. —Lo escucha tragar duro, su camiseta se pega y despega con mucha tensión, le recuerda a una camisa de fuerza y de repente, un hospital psiquiátrico luce como un lugar más acogedor al comedor—. ¿Es tu novio o algo así? —Consulta con una risa que no posee nada de risa, al contrario, es una súplica que no comprende cómo abordar todavía. Dime que estoy loco, Ash.

—¿Hablaste con Bones y Kong? —Así que escamotea sutilmente—. ¿Por eso lo preguntas?

—¿Bones y Kong lo sabían? —Su tono tiembla herido y casi traicionado, la atmósfera está cubierta por una densa capa de indiferencia que le atraviesa la piel y le recubre los huesos, transformándolos en estatuillas—. ¿Hablas en serio? Se supone que yo soy...

—Sí. —Musita, agachando la mirada hacia las zapatillas—. Se supone.

—¡Lo entiendo! —El optimismo que chispea no le da un buen presentimiento—. Estás jugando para que Okumura baje la guardia y luego lo destroces, qué listo eres, sabía que no podías traicionarnos, eres el jefe de la pandilla, por un minuto me asustaste, Ash.

—¿Qué...? —Pero el nombrado se encuentra en shock debido a semejante conclusión—. No, ¿cómo llegaste a ese disparate?

—No tienes que disimularlo conmigo. —Shorter acorta la distancia entre ellos, cada paso desata un terremoto en su amistad, juzga los cimientos desmoronarse debajo mientras se acerca, para cuando lo abraza por los hombros el derrumbe es irreparable—. Está bien, Okumura es un dolor de culo.

—No hables así de Eiji. —La rabia se derrite entre sus venas y bombea por su corazón—. Él no es un dolor de culo.

—Siempre lo dices.

—Es mi novio y solo yo puedo decirlo. —Gruñe, quitándoselo de un manotazo.

—¿Lo dices en serio? —Palidece.

—Sí. —El lince se mantiene firme—. No estoy jugando ni hay una treta escondida, Eiji es mi novio.

—Tú... —Pero no puede terminar la oración—. Ash.

Eras mi amigo.

Mi mejor amigo.

—Lo sé.

Perdón.

Silencio.

Quedan en un absoluto y fatigoso silencio, demasiado aterrorizados por decir algo que los derrumbe aún más. Mira a Shorter y se convierte en testigo de cómo atraviesa por las facetas del duelo, recorre todas y cada una de ellas al mismo tiempo. Aprecia la negación en sus labios apretados, frunce entre dientes con tanta fuerza que hasta sus piercings se recogen, es una incredulidad de noesverdad. Ira, su boca se deforma en una mueca rota que muestra una pérdida irremediable, se queda un instante acá antes de negociar consigo mismo, poniendo su amistad en una balanza interna donde ve si Aslan vale la pena y francamente no lo desea saber. Luego golpea el azul de la depresión, debe asumir que es la verdad, que Eiji se ha vuelto parte esencial de su existencia por mucho que duela y a juzgar por su mirada desesperanzada, le duele mucho.

—Tú... —Pero entonces en vez de dar un salto hacia la aceptación regresamos a la rabia—. ¡Salir con Okumura! ¿De verdad? Pensé que eras mi amigo, Ash.

Oh no.

Esto no era lo que se había imaginado.

—Sabes que me duele relacionarme con él por lo que pasó con Yut-Lung y aun así... eres un traidor.

—Shorter.

—Pensé que eras mi mejor amigo.

—¡Lo soy! Pero no me hagas elegir entre Eiji y tú, por favor. —Se lo suplica, siendo incapaz de tomar los cimientos de su amistad, viéndolos quemarse durante la explosión y volar a través de las cenizas.

—Porque siempre perderé yo ¿verdad?

—Shorter.

—No tienes que decirlo. —Ríe, apartándose de golpe—. Con Yut-Lung fue lo mismo, al final siempre quedo como la segunda opción para ustedes dos, como algo desechable que cambiarán al momento en que llegue algo mejor y de verdad no me hubiera molestado ser desechable para ti pero esperaba que tuvieras las pelotas para decírmelo directamente y no esconderlo. —Mete sus manos dentro de sus bolsillos y se da media vuelta, le lanza una mirada iracunda que es una ficción porque claramente ve el dolor que se cristaliza en sus ojos y debe ser doloroso, a Ash le duele también.

—Shorter. —Entonces hace algo impropio y es quién lo detiene, agarrándolo del brazo y negándose a soltarlo por mucho que batalle—. ¿Qué fue lo que pasó con Yut-Lung Lee? —Insiste, sabiendo que sino pueden atravesar este tema marcará el punto final de su amistad—. Habla conmigo.

—¿Hablar contigo? —Carcajea sañoso.

—Por favor.

—¿No te parece injusto que siempre seas tú quien me presione para contarte cosas y no digas nada?

—Sí. —No es la respuesta que esperaba y lo nota por su perplejidad—. Tienes razón, es injusto y de verdad lo lamento.

—¿Qué?

—Te he puesto en una posición difícil. —Y todas las defensas tan impenetrables que Shorter se había esforzado por alzar se esfuman en un santiamén—. Se supone que eres mi mejor amigo y yo te alejé, no, ni siquiera te di la oportunidad para alejarte porque de un inicio zanjé la brecha entre nosotros. —Piensa en Eiji y la manera en qué se traga su dolor, piensa en lo duro que fue para Ash permanecer afuera y sentirse tan excluido del sufrimiento, teniendo que quedarse ahí, impotente con una puerta en medio, sin poderla golpear, sabiendo que su novio lloraba al otro lado y él se limitaba a escuchar, es lo mismo que le pasaba con Jim, ni Eiji ni Shorter ni nadie son adivinos para asumir nada.

—¿Por qué tú...?

—Porque tienes razón y he sido un cobarde. —Admite—. Es duro tener que escuchar llorar a quienes amas y no poderlos consolar o estar ahí para ellos, eso también lastima.

—Ash. —Y Shorter ha dejado de luchar.

—Me daba miedo que estuvieras ahí, eres diferente a los chicos de la pandilla, tú eres más que eso, eres prácticamente familia y... —Ríe, pensando que hacía lo mismo con Griff—. La incertidumbre es más tolerable. Porque si te atreves a dar ese paso y pides ayuda, y quienes amas te niegan esa ayuda porque en el fondo no eres digno de recibir ayuda ni de los demás ni de ti mismo, creo que eso sería un golpe del que no me podría recuperar.

—No puedo creerlo. —Ríe.

—¿Qué?

—¡De verdad no puedo creerlo!

—¿Qué cosa?

—Tienes 200 puntos de IQ y me dices estas tonterías. —Lo regaña con una sonrisa suave—. Aunque creo que no son tan tontas si me ha pasado algo similar. —Suspira, liberando sus manos—. Ese tema con Okumura es complicado, debí decirte por qué me era doloroso y no simplemente asumirlo.

—Gracias, no leo pensamientos.

—Supongo que tu IQ está de adorno entonces, no lo usas.

—Podría decir lo mismo de tus pelotas azules.

—Hombre, eso fue un golpe bajo. —Gimotea—. Estuviste esperando devolvérmela desde que puse a tus bolas de tema con los chicos, ¿no es así?

—Vaya, el tinte te dejó un par de neuronas vivas. —Se burla aunque no de verdad—. Qué alivio.

—Hijo de puta.

—El hijo de puta que es tu jefe, no se te olvide.

—Mi hijo de puta favorito.

Sonríen para aligerar la atmósfera, recuerda la primera vez que conoció a Shorter y cree que aunque ha cambiado de peinado sigue exactamente cómo lo memoraba con esa sonrisa incondicional y fiel, tuvo la impresión de que Shorter protegía a sus seres amados con la vida, no exageró ni idealizó, era así y ya. Seguramente eso fue lo que captó su atención y por eso le permitió entrar fuera de su obvia insistencia, este fue el primer vínculo estrecho y genuino que entabló y aunque no le permitió entrar del todo como a Eiji a causa de las expectativas, espera hacerlo.

—Probablemente ya lo sabía. —Sonríe—. Probablemente lo sabía y me negaba a aceptarlo.

—¿Qué cosa?

—Lo mucho que te encanta Okumura.

—¿Cómo podrías saberlo? —Balbucea—. Ni siquiera yo lo sabía hasta hace un par de meses, no creo haber sido tan evidente. —Pero Shorter lo detiene con un movimiento de cabeza.

—Te dije. —Se burla—. Realmente no puedes controlar tus reacciones cuando se trata de Okumura, era un poco gay que buscaras tanto su atención siendo franco.

—¡Shorter! —Chilla.

—Estaba enamorado de Yut-Lung. —Lo suelta, arrancándose de un tirón la espina—. Fuimos pareja desde que me uní a su pandilla, estaba realmente enamorado de él y un día tomé la decisión errónea pensando que los protegería, terminé lastimándolo mucho, Sing nunca me lo perdonó y en lugar de arreglarlo, él se refugió en Okumura y me reemplazó. Fue duro ver cómo usaba mi lugar, antes creía que eran pareja y siempre lo resentí por eso, me sentí usado y cambiado.

—¿Eiji y la víbora? —Pregunta horrorizado y claro que eso fue lo que le quedó—. ¿Por qué pensaste tal abominación?

—Porque Yue me lo confesó.

—¿Lo dices en serio?

—Claro que sí, aunque sospecho que lo dijo para lastimarme ansiando venganza, eso me rompió el corazón, verlos juntos era difícil y más considerando lo genial que es Okumura sobre la pértiga, sentí que lo había perdido, que no había competencia y aún es así. —Suspira, soltando todo el aire de sus pulmones como si necesitase ventilar el malestar—. Después me uní a la pandilla y agradezco mucho la acogida, pero no es lo mismo, ¿entiendes? Él fue mi primer amor y maldición que duele.

—¿Por qué...? —Es mucha información que procesar de golpe, Aslan debe desglosar rama por rama la conversación—. ¿Por qué no me lo querías contar?

—Porque aquel error imperdonable tiene que ver contigo. —Baja la cabeza—. Y no quería perderte, aunque bueno, creo que ya te había perdido si estábamos tan distantes.

—¿Error? —Traga duro y mira a Eiji encogido en la cocina, no ha tocado las galletas que Griff horneó y francamente luce mal, no es momento para tener esta conversación ni se cree capaz de procesarla con el respeto que merece—. Tenemos varios temas pendientes que resolver.

—Supongo. —Shorter ríe, desviando su mirada hacia el conejito hecho bola—. Entonces... —Tararea con nervio—. De verdad es tu novio.

—Sí. —Sonríe embobado—. Es mi novio, es muy lindo.

—El amor te pegó duro. —No es una pregunta—. Me siento feliz por ti, Ash. Aunque necesito tiempo para acostumbrarme y procesarlo.

—Claro. —Se lo concede—. Por cierto, no le cuentes a nadie todavía.

—¿Por Arthur? —Mierda, se olvidó de esa escoria.

—Por Yut-Lung, el psicópata ha declarado traición sobre cualquiera que contacte a nuestra pandilla, yo odio al tipejo, pero es el mejor amigo de Eiji y... —Se detiene entrelazando su mirada con los ojos de Wong—. Me alegra haber podido hablar esto, sentía que había algo malo entre nosotros.

—Sí. —Shorter se ríe, rascándose la nuca una y otra vez—. Digo lo mismo, sabía que ocultabas algo.

—¿Cómo supiste?

—Puff. —Bufa—. Por favor, toda tu aura grita enamorado, se pueden oler tus feromonas en el aire.

—¡Shorter! —Gimotea indignado—. No se nota tanto.

—En las reuniones pones ojos de corazones y ahora tiene sentido, pensé que solo eras gay closetero, pero no, eras un Eijisexual closetero.

—¡Ya cállate! —Le pega en el hombro, se ha puesto rojo hasta las orejas, apenas lo tolera—. Saldrás perdiendo si nos ponemos a hablar de gustos.

—Pero qué miedo. —Ríe.

—Es una advertencia. —Y le revuelve el cabello igual que Griffin suele hacerlo para transmitirle que está orgulloso y lo ama en desmedida—. Hablémoslo con más calma mañana, ahora ve a dormir.

—Intenta descansar un poco para prestarme atención. —Le guiñe el ojo y a pesar de la ligereza que ha cobrado la situación sabe que no escamotean o fingen, porque el tema está en la mesa y es justo que ambos se preparen lo mejor que puedan para charlarlo, hay muchas cosas que desea transmitir, cambiar y reforzar en su relación con Shorter, necesita tiempo para enlistarlas—. Diviértete pero no demasiado. —Su tono aterciopelado lo hace recordar la vez donde tocó a Eiji y...

—Eso...eso se siente muy bien. Te necesito, Ash. Quiero que me toques.

Mierda. Mierda. Mierda.

—Sí. —Traga duro—. Claro.

Será una noche larga.

Aslan no se interrogó su sexualidad ni siquiera en la infancia, siendo honesto, tenía tan poco interés en las relaciones sexuales/románticas que llegó a cuestionarse sobre pertenecer al espectro asexual, por eso le genera tanta risa el hambre casi desesperada que disfruta con Eiji, es algo que transgrede lo racional, físico e incluso espiritual. Se siente embriagado por el japonés, es natural el ansío a estar más hondo en él, a dejar una huella imborrable, su marca, su pedazo, y es que Eiji no solo ha dejado una huella, sino que ha marcado un camino entero a su corazón. Claro que todos esos pensamientos pasan a segundo plano apenas entra a su cuarto y lo ve hecho una bola entre las sábanas.

—Eiji. —Lo llama despacio, sus converse rechinan contra las alfombrillas de la pieza, la oscuridad es sofocante, o tal vez Aslan se profesa sofocado por la tensión. No comprende lo qué pasa, ¿acaso los escuchó y se está martirizando solo?, ¿qué podría haber ocurrido en estas horas? Si hace un rato se daban la mano en la camioneta y se llenaban de besitos—. Cariño...

—Ve a dormirte, Ash. —El aludido queda dolido por tan cortantes palabras, antes de intimar con Eiji juraba tener un magíster escondiendo sus emociones, sin embargo, el japonés en un santiamén leía sus microimpresiones y le frustra no poder hacer lo mismo, porque si fuera al revés Okumura sabría lo que le pasa con tanta claridad.

—¿Escuchaste lo que hablamos con Shorter?

—Ash.

—¿Eso te tiene tan decaído? —Insiste y no puede evitarlo—. Mi girasol.

—No es eso. —El pertiguista se da vueltas y algo en su rostro se vuelve sombrío, enciende su alarma mental y lo desespera. ¿Qué debe hacer en estos casos? No sabe cómo consolarlo ni tampoco puede volar para saltar sus muros—. Mejor duérmete, Ash.

—Shorter. —El nombre tiembla entre los labios de Aslan, es casi como si le pesara, casi como si esto lo quebrara también, se sienta encima de la cama, alza la mano y quiere tocarlo, no lo hace, se queda con el corazón hecho un puño mientras el dolor sangra a través de su piel—. Shorter no lo habló con mala intención, solo necesita tiempo, ya verás.

—Ash. —Entonces pronuncia su nombre en una súplica—. Por favor, duérmete.

—Pero... —El japonés se encoge en el extremo opuesto de la cama, hay un abismo que ninguno sabe o puede conciliar, han trazado una grieta—. Te pasa algo.

—Sí. —Lo aprecia esconder su sonrisa amarga contra la almohada, ve a sus puños crisparse entre la aspereza de las sábanas hasta forjar grilletes de libertad enjaulada—. Tienes razón, me pasa algo.

—Eiji.

—Ni siquiera lo puedo disimular, es patético. —La rabia que hierve en su voz lo hace retroceder, esa rabia no es hacia el resto, no es un: «es patético», sino un: «soy patético».

—Habla conmigo. —Ash logra apreciar esa infinidad de emociones dentro de los ojos del pertiguista, puede ver a su corazón erupcionar como magma, dejándole un resqueme violento y punzante, casi puede saborear el humo del estallido quemándole la garganta—. Cariño.

—Hoy solo me siento mal. —Pero en ese instante en lugar de erupcionar, se rompe y lo ve enfriarse de golpe, sabiendo que en cualquier instante romperá en llanto y duele mucho, le duele mucho esta estúpida distancia zanjada y le duele no tener las palabras correctas porque Okumura ha sido apoyo desmesurado y Aslan ni siquiera consigue verlo—. Hoy necesito dormir, no tengo energía para poner esto en voz alta todavía, eso es todo.

—Eiji...

—Por favor. —La vaporosa luminiscencia de una lágrima capta su atención—. No me obligues.

No me obligues a contarte.

No confío en ti.

Duele.

Duele demasiado.

Basta.

—Lo comprendo. —Miente—. Descansa.

Pero Ash no descansa, por una parte, quiere ser un novio comprensivo y escuchar sus deseos, si Eiji necesita distancia se la dará, pero por otro lado, existe un desesperado afán de entablar su noviazgo a base de reciprocidad e incondicionalidad y ¿cómo ser incondicional si ni siquiera le da oportunidad de estar ahí? Le resulta terrible esa idea. Y es mil veces más terrible sentir a Eiji tan lejos en la misma cama, Aslan no puede respirar por ese nudo atorado en su garganta, ni siquiera se sacó las zapatillas, sin embargo, no consigue dejar de temblar porque hace frío detrás de la puerta y no logra golpearla, tiene demasiado miedo para hacerlo. Vuelve a pensar en sus converse y en la ficción, ¿acaso no creó una ficción de Eiji en lugar de ver a Eiji en realidad? No lo cree, pero sí cree que Eiji en cierta medida teme que Aslan lo tenga idealizado y lo reproche por romper esa idealización. No lo culpa, quitar los mecanismos defensivos es un verdadero dolor de culo. Pero ese no es el punto, sino que debe abrir la puerta y atravesar esto o esto se convertirá en un ciclo.

—Eiji. —Lo llama despacio y él lo ignora—. Cariño.

—Duérmete, Ash.

—Pero...

—No quiero hablar.

Bien, sino va a aceptarlo con palabras de otra manera va a comunicárselo, por eso, se arrastra debajo de las sábanas para sostenerlo entre sus brazos, el moreno tiembla horrorizado y contiene un llanto herido entre sus labios. No dicen nada por un largo tiempo, solo se quedan ahí, sosteniéndose entre la oscuridad de la noche y es gracioso, antes de conocer a Eiji la oscuridad le asustaba por Halloween y la calabaza de Jack, ahora le gusta, no se juzga indefenso puesto que en esos ojos oscuros aprendió a ser valiente.

Ser valiente no se trata de atacar, a veces ser valiente significa llorar y desmoronarse. Y diablos que hay que tener pelotas para ver las heridas y sanarlas.

—Te amo. —Le susurra, besándole la nuca—. Y estoy aquí.

—Detente. —Detente que me duele.

—Y no te amaré menos porque te sientas mal o estés triste o lo que sea que estés atravesando, me quedaré a tu lado sin importar lo difíciles que se pongan las cosas. —Confiesa, presiona su boca ante el hombro del japonés—. No eres una carga, eres mi pareja.

—A-Ash. —Y de repente Eiji está llorando, se ha reducido a un ovillo contra sus propias rodillas, pero no lo ha apartado ni batallado ante el abrazo, al contrario, le pide en silencio que lo sostenga porque en estos momentos el mundo se ha vuelto demasiado pesado para que Eiji lo logre sostener—. Ash.

—Estoy aquí y no me iré. —Le promete.

—Pero...

—Recuérdalo, dijiste para siempre.

Quédate a mi lado. No tiene que ser para siempre, aunque solo sea por ahora.

Para siempre.

—Lo siento por causarte tantas molestias. —Y de repente explota hiperventilado—. Lo siento, no es justo que solo te dé problemas, estoy actuando como una carga y no era lo que pretendía o deseaba, estoy siendo un terrible novio y lo siento.

—¿Cuál es tu tema con ser una carga?

—Porque cuando escuchas tanto algo te lo empiezas a creer. —Dice y Eiji se da vueltas para quedar frente a frente, su corazón arremete con fuerza contra su tórax mientras el suyo amenaza con correr disparado de su pecho para escapar hacia el japonés—. Finjo que esas cosas no me afectan, me digo que estoy bien, pero no es así, me es muy difícil pensar que no te estorbo porque hay una voz dentro de mi cabeza que me dice que tarde o temprano no soportarás que sea tan inútil y será todo, y creo que esa es la peor parte, saber que eres lo más maravilloso que me ha ocurrido y saber que si te vas será porque yo te espanté y no te merezco.

—Alto. —Lo sostiene de las mejillas con fuerza, por mucho que adore tenerlo de cucharita pequeña debe mirarlo directamente a los ojos en estos momentos—. Alto con esa catástrofe.

—Lo dice el catastrófico.

—Touché. —Ríen—. Pero si vamos a hablar de ser problemáticos creo que yo te llevo la ventaja.

—¿Por qué lo dices?

—Eiji. —Lo llama reticente—. Literalmente me encontraste gritándole a Griff y lloriqueando, no creo que esos hayan sido tus planes la noche que nos conocimos de verdad, te causé problemas, inclusive diría que fui una molestia.

—Pero es diferente. —Musita, sus dedos juguetean alrededor del cuello de Aslan mientras los dedos de Aslan se deslizan por aquella cintura estrecha y suavecita—. Es diferente, tus problemas son muy importantes.

—¿Por qué? ¿Por qué haces esa diferencia?

—Porque tú eres importante. —Confiesa—. Y yo no.

Oh Eiji.

Mi chico valiente.

¿Quién te ha repetido eso toda tu vida para que te lo creas?

—Pronto será el aniversario de la muerte de mi papá. —El soplo de su novio le golpea el mentón, lo estrecha más apegado a su pecho aunque la cama es grande y debe ser incómodo abrazarlo si aun sigue vestido—. Mi mamá quiere que regrese a casa, va a haber una misa y luego una reunión donde todos los que amaron a mi papá van a estar, será mal visto si falta un hijo, mi madre no perdonaría mi ausencia, menos si estoy flaqueando con la pértiga, pero...

—No quieres ir. —Lo conoce y lo dice.

—No. —Admite—. No quiero y eso me hace una terrible persona. Porque soy el hombre de la casa, es mi trabajo apoyar y proteger a mi madre y a mi hermana, ¿cómo puedo ser tan cruel para dejarlas desprotegidas? Será un día duro, no quiero que Masako deba lidiar sola con mamá, pero... —Su boca se tensa en una línea cerrada, sus puños se aferran a los hombros del más joven—. Odiaría estar ahí y fingir que todo está bien conmigo.

—Mi dulce Eiji. —Las lágrimas caen y caen de su rostro, aunque su primer instinto es mitigar la pena, no lo hace, porque sabe que sacar este dolor es necesario y ve las pocas oportunidades que Eiji tiene para hacerlo—. Estoy aquí, estoy aquí y veo que te duele.

—Lo hace, duele mucho. —El moreno se encoge un poco más hacia Ash—. Me duele porque anhelo querer a mi mamá, pero no creo quererla, soy un hijo malagradecido, me lo dieron todo y ni siquiera puedo amarlos como se debe, es monstruoso y no es que no la quiera, pero su silencio me hizo tanto daño que me cuesta quererla como debería. —Y Aslan entiende perfectamente el sentimiento.

—No creo que haya una manera correcta de querer a los papás.

—Hay una forma en que ella espera ser amada.

—¿Y qué diablos te importa? Es su problema, que se lo meta por donde no le pegue el sol.

—¡Ash! —Lo empuja—. Es mi mamá.

—¿Y?

—Es tu suegra. —Oh.

—Bien, mi suegra no va a quererme mucho, lo anticipo. —Y eso lo hace reír, las lágrimas caen pero ya no impresionan ser reflejo de un sufrimiento desmedido, sino que estas son de...alivio. Hay alivio en esta pena—. Es admirable que quieras quererla y quizás más adelante puedas quererla, pero Eiji, necesitas tiempo para sanar y sino crees que ir a Gizmo te ayudará, no vayas.

—Izumo.

—¿Eh?

—Es Izumo, no Gizmo.

—¿Gizmo? —Repite confundido, sacándole una sonrisa tan brillante que lo incita a orbitar alrededor porque Eiji...

—No, eso es de los Gremlins. —Eiji es su sol y el sol también sufre y se apaga—. Es I-zu-mo. —Eiji no es un ángel y justamente por esas imperfecciones tan humanas lo ama, aunque a veces se le olvida.

—I-zu-mo. —Repite suavizando su expresión, relajando el entrecejo junto al agarre en su cintura, el japonés eleva el mentón para contemplarlo atentamente y vuelven a ser ellos mismos.

—Sí, sí. —Dios, su risa es tan encantadora que la reproduce mentalmente una y otra vez—. Hay ocho millones de dioses en Japón. —Tantos dioses y la señora Okumura no le rezó a ninguno para ser una buena mamá, vaya—. Incluso hay uno para los baños y uno que te hace pobre.

—Espero que no me visite. —Ash sonríe con melancolía, el cabello de Eiji le cosquillea contra la nariz debido a la cercanía, el aroma es tenue y extraordinariamente familiar, lo hace sentir en casa y Aslan también desea que Eiji se sienta así—. Japón, ¿eh? Me gustaría ir algún día.

—Me encantaría llevarte. —Le confiesa apenado—. Seguro que todos se sorprenden. Mi hermanita incluso se desmayaría. —Dice intentando hacer una medialuna con las manos y fallando al estar tan abrazados contra el otro bajo la complicidad de las sábanas, Eiji viste un pijama celeste.

—¿Qué diablos es eso? —Y Aslan su ropa de siempre con sus zapatillas. Ambos carcajean inmersos, la fantasía es agradable y se permiten alejar de la realidad—. Al menos podríamos iniciar una nueva pandilla juntos en Japón y apartarnos de la guerra, solo imagínanos: gobernando Tokyo codo a codo.

—Esa idea me gusta. —Musita, acurrucándose aún más cerca y construyendo su nido encima de su corazón—. Gracias por escucharme, Ash. —Sus dedos se hunden en la ternura del algodón, el pijama es suave y agradable, sus converses golpean la orilla de la cama, tensando aún más las sábanas.

—Gracias por contarme. —Le besa la frente—. No quería ser insistente con el tema, pero...

—No. —Eiji lo detiene, envolviendo a Ash entre sus brazos—. Es necesario que lo vaya entendiendo.

—¿Qué cosa?

—Qué alguien tan maravilloso como tú pueda amarme. —Sus mejillas queman y su corazón corretea con fuerza, es tan fácil para este hombre descolocarlo, Shorter tiene razón, él realmente no consigue controlar sus reacciones cuando se trata de Okumura y es un poco gay—. Qué soy afortunado.

—Esa... —Ash suspira, embelesado—. Esa debería ser mi línea.

—Sí. —Ríe entre dientes—. Supongo que tienes razón.

—Conejo tramposo.

—Lince mañoso.

No duermen esa noche.

Se quedan acurrucados intercambiando anécdotas sobre el pasado y sus familias, Aslan le cuenta la compra de esas legendarias zapatillas, de los veranos eternos en Cape Cod, de lo duro que la pasaba en el colegio sin Griffin y sin una mamá, mientras que Eiji le habla de su padre, de Ibe, la pértiga y el resto de su familia. Temen quedarse dormidos y romper la magia así que llegan al consenso implícito de despertarse mutuamente apenas ven al otro con sueño. Y es acá, escuchando a Eiji hablarle sobre las cosas más feas y difíciles de él mismo que comprende que no se ha enamorado, no, Ash ha caído de golpe en este amor y que este amor lo ha quebrado en miles de pedazos tanto a Eiji como a Aslan porque los ha obligado a salir de su zona de comodidad y crecer. Por eso, incluso si algún día rompen, sabe que no volverá a ser ese de antes, porque su terco conejito se ha quedado con una pieza de su alma, la más importante, la más grande y la más indispensable.

Para siempre, le dijo.

¿Cuánto será?

—Prométeme que me escribirás si llegas a necesitarme. —Y eh acá lo más difícil de ser pareja de Eiji Okumura: tener que separarse de él—. No me vas a molestar y si estoy haciendo otra cosa te avisaré para que coordinemos, pero no te contengas, eres mi presa y por ende, mi prioridad, ¿quedó claro?

—Lo entiendo. —El japonés rueda los ojos irritado con falsedad—. Eres sobreprotector.

—No, tú eres demasiado terco y me obligas a ser aún más terco que tú.

—¿Desde cuándo esto es una competencia de terquedad?

—Desde siempre. —Eiji ríe entre dientes, enrollando sus brazos alrededor de Aslan y balanceándose sobre la punta de sus pies, se pregunta si con unas converse será más alto y le divierte la idea—. Por favor, cuídate.

—Lo dices como si pudiera pasarme algo malo de regreso cuando Griffin me irá a dejar como si fuera un niño, sabes que puedo caminar o tomar el subterráneo, ¿verdad?

—Eso no se discute, jovencito. —Griff agarra las llaves de Clementine desde un tazón transparente—. Si eres el novio de Aslan, eres parte de la familia.

—Y eso significa tener un hermano mayor irritantemente protector.

—Sé que amas que sea protector contigo. —Lo regaña—. No finjas que te molesta.

—Intenten no charlar mucho sobre mí durante el camino.

—¿Lo escuchaste? —Eiji bufa, dándole una mirada cómplice y divertida al castaño—. Él cree que no tenemos nada mejor de qué charlar. —Comparten una sonrisita altanera que le gatilla un escalofrío y le deja la boca con un sabor amargo. Oh no, esta relación puede ser peligrosa.

—¿De qué hablan entonces? —Pregunta con miedo—. ¿Qué tanto pueden tener en común además de la vejez y los suéteres de abuelo?

—No es de tu incumbencia. —Eiji le guiñe un ojo, abrazando a Griffin por los hombros cómo puede, la brecha de altura es ridícula y de alguna manera eso lo irrita—. Ah, estás haciendo un puchero.

—No es cierto.

—¡Sí! Lo estás haciendo. —Pero qué fácil Griffin se puso del bando contrario—. Me trae nostalgia a cuando Aslan lloraba porque lo sacaba de la biblioteca, los otros niños iban al centro recreativo para poder jugar en las áreas verdes y Aslan no, a él había que tenerle sus libros o hacía un berrinche que hasta asustaba a la bibliotecaria, una vez me llamaron del trabajo para que lo fuera a buscar porque no dejaba de reclamar sobre el final de un cuento y...

—¡Ya! —Está rojo hasta las orejas—. Váyanse, shu, shu.

—Definitivamente quiero saber el final de esa historia.

—Oh. —Griff sonríe malicioso—. Tengo muchas más, no te preocupes.

—Podríamos pasar a comer algo en el camino para charlar con más calma.

—Y a vitrinear en las tiendas de cocina, estoy intrigado por tus nuevas recetas, el natto es delicioso.

—¡¿Cierto?! Tengo muchas más, no te preocupes.

—Te quiero como el hermanito que jamás tuve. —Un tic nervioso se hace presente en sus ojos.

—Por favor, Max será afortunado de tener a un esposo tan maravilloso como tú, eres un sueño, eres el novio perfecto sin duda.

Desgraciados los dos.

Y Aslan podría haberse quedado amurrado por esa penosa conversación (¿conversación? Ja, remedo de charla, ellos no tienen la cultura suficiente para entablar una conversación con un genio) pero se niega a rebajarse a ese nivel, por ende, pone en práctica sus técnicas de meditación y se calma. Bien, eso no es del todo verdad. En realidad quería quedarse a solas con Max para charlar en privado libre de las bromas de Griff o las miradas burlonas de Okumura, se deshizo de la basura (basura que adora por supuesto) pero que era necesaria sacar del apartamento.

Mientras intenta pensar en cómo abordar a Max recuerda una de las primeras lecciones que recibió de un profesor en la universidad, la clase era una de filosofía sobre el sufrimiento humano, les contó que habían dos clases de personas: quiénes sufrían por sí mismos y quiénes sufrían por los otros, les hizo saber que la familia no contaba porque: «la familia es en realidad una extensión de uno mismo, por ende, quienes lloran por la familia en realidad lloran por ellos mismos», y que la generosidad de naturaleza genuina, la valiosa, se encontraba sufriendo por las personas que carecen de vinculación previa, es decir, los desconocidos. A Aslan esta cita le quedó dando vueltas particularmente ese día porque:

a) No se sentía parte de su familia y mucho menos iba a verlos como una extensión.

b) Cree que es enfermizo necesitar de cierta extensión.

c) Él no pertenecía a ningún lugar ni a nadie.

Ahora las cosas son diferentes (sin duda ha llegado a conectarse mejor con su familia) no piensa que esa cita sea verdadera, pero si debe rescatar algo es que sufrir por su familia forja el vínculo todavía más, y otra cosa que ha entendido, es que el concepto familia abarca más que relaciones sanguíneas y lo ejemplifica con Eiji y Max, los considera parte de su familia ahora, también a Shorter e inclusive con los demás chicos de la pandilla, cada uno es una ramita extra de su familia. Sí, sufrir por la familia en cierta medida es sufrir por uno mismo pero no porqué haya una extensión, sino por el sufrimiento propio que genera la impotencia de no saber cómo ayudar a quiénes ama.

—Viejo. —Pero familia también implica tener más redes de apoyo y nuevas maneras de contener el malestar, no para que desaparezca, sino para hacerse responsable—. ¿Cómo...? —Ash tensa la boca, no se siente con la confianza o cabeza suficiente para adentrarse al estudio de Lobo así que se queda clavado en la puerta igual que las macetas de alrededor—. ¿Cómo contienes a Griff?

—¿Eh? —La interrogante le resulta curiosa y no lo disimula, al contrario, se quita los lentes, los deja sobre la mesa y se voltea, ofreciéndole su atención plena y absoluta, haciéndole saber que Aslan es más importante a cualquier cosa que haya estado haciendo, eso lo incita a acercarse—. No entiendo.

—Ya sabes. —El más joven se rasca la nuca con ansiedad—. Griffin es una persona difícil de consolar.

—¿Por qué es muy cerrado con sus problemas?

—Sí. —Mira sus zapatos, por alguna razón no puede despegar su atención del piso—. Eiji es similar.

—Quieres apoyarlo y no te deja. —Concluye.

—Me deja, aunque le cuesta todavía... —Un par de mocasines feos se abren paso en su campo visual para quedar frente a las converse, el contraste es llamativo e imposible de ignorar, se pregunta si él también usará zapatos de viejo cuando sea un anciano y sonríe—. No quiero presionarlo, pero me desespera, ¿lo entiendes?

—Lo entiendo mejor de lo que crees.

—Entonces... —Sus puños se tensan en el dobladillo de su polera—. Griff estuvo en una guerra, suele mostrarse reticente a hablar del tema pero debió ser una tortura para ti sacárselo.

—Esa es la cuestión, Aslan. —Le gusta el tono tan paternal que Max emplea para llamarlo, se concibe protegido y por muy ridículo que suene, amado—. No se lo saqué a la fuerza, me mantuve a su lado, esperando y esperando hasta que él quisiera contarme.

—¡Pero eso es lento!

—Claro que es lento. —Se ríe—. Pero es difícil cambiar algo que lleva tanto tiempo arraigado y más si ha funcionado para la supervivencia, ¿no es así?

—Lo sé. —Sin querer hace un puchero—. No quiero ser un mal novio o que sienta que no se puede apoyar en mí.

—Entonces si le cuesta hablar del tema encuentra otras maneras de transmitírselo.

—¿Cómo, Sherlock? —Su ceja tiembla ligeramente por la ofensa.

—¿Cómo estuvo Eiji para ti? Antes de ser pareja me refiero.

—Él...

Llorar solo es triste.

—Él estuvo para mí. —Musita, el corazón le aprieta el pecho y le duele—. Solo eso.

—Exacto. —Max se arrodilla como si estuviese hablando con un niño para mirarlo a los ojos porque Aslan se negaba a alzar el mentón—. No existe un tiempo para hablar, en cada persona es diferente, en cada persona es igual de válido, lo importante es que Eiji sepa que estás ahí y que lo amas. —Ash odia que diga tanta verdad, no obstante, también lo alivia.

—¿Cómo encontraste la manera de decírselo a Griff?

—Simple. —El viejo aprieta su mano y le muestra su reluciente argolla—. Le propuse matrimonio.

—¿Me estás diciendo que me case con Eiji?

—¡No! —Grita porque lo conoce—. No ahora al menos, termina tus estudios antes, Griff me mataría si te dijera algo así.

—Ese es el punto, si el novio muere no hay boda. —Aunque lo fulmina con la mirada, prosigue.

—Corrígeme si me equivoco.

—Siempre te equivocas.

—¡Ash!

—Bien. —Alza ambas palmas en señal de tregua—. Sigue.

—Me da la impresión de que nadie ha estado para Eiji y que Eiji tiende a estar para los demás. —Su disculpa silenciosa golpea la superficie de su mente y le hace trizas el corazón, porque alguien hizo que se sintiera una carga y de tanto repetírselo, se volvió una verdad autoimpuesta—. O eso pienso.

—Creo lo mismo. —Baja la cabeza y se arrodilla junto a Max.

—Podrías empezar por ahí. —Lo invita—. Lo demás se dará natural.

—¿Así te pasó con Griff? —La sonrisa que aparece en el rostro de Max le corta la respiración, aunque suele ser expresivo, sus ojos azules brillan más que nunca.

—Me costó hacer que Griff entendiera lo loco que me traía, su autoestima en ese entonces era muy mala y pensaba que yo estaba fuera de su liga.

Puff. —La carcajada se le escapa sola.

—¿Disculpa? —Alza una ceja, indignado—. ¿Qué es ese puff?

—Perdón, es solo que tú eres un viejo.

—Aslan. —Le advierte—. Solo soy un par de años mayor que tu hermano.

—¿Un par de años? Más bien un par de décadas mayor que Griff.

—¡Aslan!

—Ya entendí. —Y lo deja seguir.

—Tuve que cortejarlo durante varios semestres para hacerlo entender de que no cambiaría de idea sobre lo enamorado que estaba y que realmente me gustaba, de hecho hubo un tiempo en que Griff creyó que me gustaba otro cadete y me quería ligar con él porque éramos "amigos" así que se cayó de cara cuando se enteró que toda esa planificación romántica era para él. —Ash se sienta relajado, permite que la voz de Max lo envuelva y lo acepta, le fascina escuchar la historia de amor de los dos.

—¿Cuándo se dio cuenta?

—Cuando me declaré al frente de todos nuestros amigos. —Ash deja escapar un silbido de asombro.

—Eso es bastante audaz para un anciano.

—¿Cierto? —Ríe—. Desde ahí me prometí y le prometí que lo cuidaría durante el resto de mi vida y es raro, antes de conocerlo nunca me había enamorado en serio y era lo que menos quería en medio de una guerra, pero pasó, no pude evitar caer por su gentileza y su resiliencia. Y aquel momento en que me enamoré de él también te prometí aun sin conocerte, que los cuidaría y amaría a ambos.

—Tú... —Aslan juguetea con los cordones de sus zapatillas, la confesión lo ha puesto rojo y ha tirado los vestigios de barreras que ni siquiera puede alzar—. ¿Nunca me viste como una molestia?

—¿Una molestia? —Asiente.

—Siempre temí que no quisieras a Griff porque venía con un cacho extra, por eso intenté apartarme, porque sentía que tú no me...

—Aslan. —Lo detiene, acomodando una mano sobre su hombro—. Te amo, eres mi niñito. —Y esas palabras lo hacen querer llorar porque mierda, odia lo débil que se ha vuelto ante Max y su estúpido amor paternal.

—Otra vez estás con el tema de que te gusta Jim, ya decídete. —Lo molesta, si le responde en serio terminará hecho un lloradero y no quiere eso antes de ir a la universidad.

—Aslan Jade Callenreese. —Pero Max lo llama con una ternura impresionante, toma sus mejillas en sus manos y lo mira—. Siempre mantente fiel a ti mismo, sé quién eres en realidad, eres muy amado de esa manera, solo siendo tú y ya.

—¿Y si no es suficiente?

—¿Eh? —Aslan trata de bajar la cabeza, asustado.

—¿Y si ser yo no es suficiente?

—Lo es. —Le dice—. Te prometo que lo es.

Ash mira sus zapatillas y sonríe.

«Be who you want to be in Converse sneakers».

Bueno lo unico que me queda decirles a estas alturas es que los cambios son progresivos, si bien, Eiji en un inicio se muestra reticente a hablar, lo hace. Y a fin de cuentas, los mecanismos que usamos para sobrevivir están ahí justamente por eso, nos ayudan a sobrevivir y nos han ayudado hasta este momento, por ende, cuesta mucho cambiarlos, se puede, por supuesto, pero no esperen un glow de un día para otro, ya me conocen, soy lenta como una tortuga en estas cosas. Eso~  Probablemente el siguiente se nos venga intenso porque está planificada ya la primera escena como tal de WongLung llevamos demasiado suspenso en esa pareja y momento de aclararlo. Mil gracias por leer.

Nos vemos el viernes~

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