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Capítulo 14.

Hi~ Atrasadisima con la actualización semanal porque el fin de semana  se vino intenso en cuestión de estudios, pero acá estamos, enfocandonos más en Ash, tiene momentos muy lindos con varios personajes y esta hecho con mucho amor y confort, así que espero que les guste.

¡Mil gracias por el apoyo!

Ash odia los partidos deportivos.

Desde el aceite que los nachos dejan impregnados en los dedos hasta el pastoso sabor a alcantarilla característico de las bebidas energizantes, es una reunión de Neandertales en toda gloria, inclusive puede imaginarse a Arthur entre ellos, golpeando las barandas de madera con sus nudillos cortados, arrojando gritos ensalivados hacia un equipo y arremetiendo contra la oposición en una muestra de masculinidad tóxica que pretende atraer chicas y acaba siendo el anticonceptivo más efectivo. Como buen introvertido a Ash le gustan mucho más los ambientes tranquilos (la biblioteca o su habitación) sí, adora meterse bajo la colcha y nutrir su cerebro con la sabiduría de Hemingway o Salinger y saber que es un poquito más superior intelectualmente que el resto.

Los gimnasios, los estadios, los deportes o cualquier otra cosa que implique usar sus músculos físicos y no los mentales son de su desagrado y sino fuera porque Shorter lo obliga a levantar el culo algunas veces a la semana para acompañarlo en sus rutinas apuesta que sería una masa flácida. Ash rechaza todo lo asociado al deporte (excepto el béisbol, pero sigue a prueba). Entonces... ¿Qué diablos hace acá?

Eiji Okumura.

Su némesis, su adverso jurado, el Will Graham de su Hannibal Lecter, el Batman de su Joker, el Albus Dumbledore de su Gellert Grindelwald.

Su conejito japonés.

Su amante es la única razón factible para que se someta a esa tortura erudita, aunque tal vez es muy prejuicioso con un mundo que desconoce, quizás debería mantenerse con la mente más abierta.

—¡Dale con más fuerza! ¡No dejes que ese hijo de puta rompa tu marca! —Oh sí, la cultura de jocks definitivamente es la cuna de la cortesía—. ¡Rómpele las piernas a ese malparido!

—¡¿Pero qué carajos está haciendo?! ¡¿Acaso le pagan por calentar la banca?!

—Hacen mucho ruido. —Solloza acomodando su mentón encima de su palma, se ha sentado en una de las últimas gradillas de madera con sus converse embarradas y su camiseta blanca favorita—. No me gustan esta clase de lugares tan concurridos, me siento enfermo.

—Fue tu idea venir acá, Aslan. —Griff lo regaña ligeramente, acomodándole un jockey encima de la cabeza para mantener su misión de incógnito, a Ash francamente le parece una tontería, desde que llegaron no se han topado con ningún integrante de la pandilla china (ni siquiera Yut-Lung gracias a Dios) por ende, esconder su identidad en estas circunstancias es redundante—. Querías verlo saltar.

—Sí, pero verlo saltar y ya. —Explica—. No quedar atrapado en medio de una turba de deportistas.

—Supongo que no puedes tener ambas cosas. —Max bufa de la orilla de la gradilla—. Resígnate.

—No quiero resignarme, quiero quejarme.

—Eres un mocoso quejoso.

—Y tú un viejo histérico.

—¡Griff! —Y claro que Max lo acusa—. Me llamó viejo otra vez, dile que pare.

—No te lo tomes personal. —Ver a su dulce hermano mayor acariciando la mugrosa cabellera cobre del periodista le retuerce las entrañas al punto de gatillarle una arcada, ¿tienen que ser tan pegotes y empalagosos? Ya no están en la edad para hacer ese tipo de cosas—. Aslan llama viejo a cualquiera que sea mayor que él, incluso a Eiji.

—¡Eso debería ser un crimen! La edad es un tema sensible, ¿sabes?

—Ahora sí hablas como un anciano. —Se ríe entre dientes, relajando sus espaldillas contra la gradilla de madera, el día es caluroso, el gorro ayuda a mantenerlo libre de quemaduras y es un alivio porque su cara es propensa a llenarse de pecas con la radiación UV—. ¿Necesitas que te cambien los pañales ya? ¿O crees que puedes aguantarte hasta la casa?

—¡Griff!

—¡Aslan! —Que lo fulmine con la mirada lo colma de satisfacción, igual que un gatito tramposo que vomita una bola de pelos en la cama y menea la cola presumido, diciéndole «te he traído este trozo de mierda y sé que lo odias, pero no puedes retarme, es un regalo, te jodes y ya»—. No te preocupes, cariño. Cuando estés viejo yo te cambiaré los pañales.

—¿Entonces sí me crees así de viejo?

—Bueno, eres un par de años mayor.

—¡Ah! —Max los apunta acusatoriamente—. Ya veo de dónde sacó esa personalidad tan terrible.

—¿Acabas de decir que mi personalidad es terrible? —La voz de Griff se escucha indignada e incluso ofendida, Ash se acomoda en la grada, estira sus piernas hacia el escalón inferior y utiliza sus brazos de cojín para la nuca, mirando al mundo arder en primera fila—. Dijiste que amabas mi carácter.

—Y lo amo, aún si se vuelve insoportable. —Entonces su hermano hace un puchero y su corazón se suaviza—. Así como tú me amas y me soportas a mí.

—Tienes suerte de ser guapo, Glenreed.

—El más guapo de todos. —Griff rueda los ojos y permite que Max haga una movida barata, de esas que aparecen en las películas de los ochenta con bostezos fingidos que sirven para abrazar a la chica, y el poeta no solo permite que se la haga, sino que genuinamente impresiona disfrutar de tan pobre coquetería—. Esta es una buena cita.

—Lo es, hace mucho no salíamos los dos.

—No es una cita. —Ash los interrumpe—. Están acá para ayudarme a ver a Eiji a escondidas.

—Eso es tan romántico.

—Sí, ¡es un amor prohibido! —Max canturrea con una sonrisa de muchos dientes, es una expresión de marcos suaves que desprende una melancolía sinigual, se interroga de dónde vendrá y qué será eso que solo sus ojos azules parecen vislumbrar—. ¿Recuerdas nuestros días de Romeo y Julieta?

—Los recuerdo, besándonos a escondidas en el cuartel. —Griff se acurruca aún más cerca de Lobo.

—Colándonos a la tienda de enfermería para calentarnos.

—Coqueteando en los entrenamientos frente a nuestros compañeros de escuadrón.

—Quitándome la camisa a propósito durante las prácticas para que vieras mis músculos.

—Y yo babeando por tus músculos desde las gradillas de los novatos. —Sonríen ruborizados.

—Ay, el amor joven. —La lengua del rubio pica para continuarlos acomplejando y amedrentando en relación a la edad, sin embargo, se mantiene en silencio, observando a Max apoyar su cabeza sobre el hombro de Griffin y a Griffin cerrar los ojos tan pero tan relajado que le es imposible disimular su felicidad, es casi contagiosa.

Es extraño, debería sentirse más excluido que nunca en su propia familia, la pareja se ha vuelto más acaramelada de lo que es humanamente tolerable, no obstante, ha ocurrido una paradoja: mientras más cerca los ve, más cerca de ellos se profesa Ash. No sabe si atribuírselo al malentendido resuelto con Max o la gran cantidad de charlas sinceras que han empezado a girar en torno a su pueblo natal e Irak, no es capaz de pesquisar la causa directa, quizás no tiene nada que ver con su hogar sino que le atañe a Eiji. De cualquier manera, le da gusto verlos más enamorados que nunca, se ven jóvenes, como si esta guerra que a pesar de construir un dolor del tipo que no se va no los hubiera devastado con sus llamas implacables, sino que los hubiese invitado a renacer.

Es increíble cómo en situaciones tan precarias e inhóspitas pueda florecer algo tan maravilloso como la conexión que comparten ellos. Griffin se merece toda la felicidad del mundo y mucho más, y Aslan se profesa jodidamente orgulloso de que poco a poco empiece a validar su felicidad aunque sea con alguien tan feo e irritante como Max (menos feo e irritante que antes, al menos).

—¿Por qué nos miras así? —Max es quién rompe la burbuja de amor, su mirada desprende congoja, está preocupado porque aún le cuesta mentalizar a Aslan, más, no lo culpa, es bastante complicado leer la mente de un genio con un IQ tan superior, dah.

—Porque son asquerosos. —Porque se hacen felices mutuamente—. Son desagradables.

Porque los amo.

—Tu hermanito es poco sincero cuando quiere.

—Lo es. —Griff suspira con una sonrisa cómplice, como si supiese exactamente lo que se encuentra pensando y eso lo hace ruborizarse, odia sentirse tan vulnerable—. Pero también lo amo así.

—Eres de lo peor.

—Tienes razón, soy el mejor hermano mayor posible.

—¡Yo no dije eso! —Gimotea—. ¡No cambies mis palabras!

—Aww, si nos amas tanto.

—¡Ya cállense!

—¡Ah! Mira, Eiji va a saltar.

Aslan ni siquiera tiene que pensarlo dos veces para desconectarse de la conversación y enfocar cada uno de sus sentidos hacia las canchas deportivas, es verdad, Eiji se encuentra acomodado en la línea de partida escuchando las instrucciones de su entrenador, el sujeto le da un mal presentimiento, no solo por su apariencia sacada de dictador nazi sino que hay algo más, algo en la manera en que toca al japonés encima de los hombros, algo en la manera en que le susurra, algo en su risa altiva, o más bien, no es algo en Fox sino algo en Eiji, algo en su entrecejo arrugado, su sonrisa forzada, sus piernas tiritonas y su mirada abatida. Le preguntará más tarde, se dice. Porque esta es la primera vez que lo verá saltar y luego de hojear tantos cartelones del Fly boy no niega su curiosidad, no más.

Quiere quedar deslumbrado y perdidamente enamorado de esa libertad.

Anda, muéstrame que los seres humanos también pueden volar.

—No estés nervioso, es Eiji quién salta, no tú.

—Lo sé.

Anuncian el nombre de su pareja por los altavoces, lo ve apretar la pértiga con determinación, siente en sus propios dedos sangrar el frío del metal y de repente, esa mirada tímida de ciervo perdido en el bosque se desvanece para ser reemplazada con cierta fiereza, con cierta electricidad que se aviva en todo el cuerpo de Okumura igual que una llamarada brava. Sus pupilas brillan con concentración, se mira deslumbrante y cuando Ash creía que no podía verse mejor, Eiji corre, corre con tanta pasión que incluso Aslan termina levantado de su propio asiento para verlo más cerca. Corre, corre y en un abrir y cerrar de ojos...

Vuela.

Eiji vuela.

No queda más atisbo del chico tímido de buenos modales, no, este es un fénix alzándose a la libertad y Aslan jamás lo olvidará, porque se eleva alto, muy alto. El cielo se ilumina detrás de la cancha para darle una apariencia de ángel caído casi irreal, es despampanante, sus jades se entornan, sus pupilas reflejan a Okumura volando en el aire y sabe que la imagen permanecerá grabada ahí para siempre, anidada en su corazón, dejándolo acá, boquiabierto y desconcertado y completamente maravillado.

Es hermoso.

Es lo más hermoso que jamás ha contemplado.

—¿Nunca te has sentido tan orgulloso de alguien más que de repente quieres llorar? —Las palabras caen de su lengua con la misma naturalidad que su cuerpo regresa al asiento, su respiración bombea de forma errática, como si él hubiese sido quién saltara y hubiese caído encima de la colchoneta tan dura y mullida—. Porque acabo de sentir eso.

—Aslan.

—Él me acaba de dejar sin aliento, hijo de puta. —Ríe—. Así que a esto se refieren los libros cuando hablan sobre enamorarse y es extraño, creía que solo exageraban cuando escribían que te quedabas deslumbrado por alguien más, pero no es así, anhelo quedarme a vivir en esta imagen para siempre, Griff. —Ido aún en el salto de Eiji—. Quiero verlo saltar otra vez.

—Es lindo verte así. —Griffin confiesa, acariciándole desde la espalda hasta los pelos más cortos de su nuca que se cuelan a través del gorro—. Me alegra verte enamorado.

—¿Es qué no lo viste saltar? Es imposible no enamorarse de algo así. —Y si alguien le hubiese dicho hace un par de meses que diría esto sobre Okumura probablemente le hubiese llenado la boca con jabón para expiar semejante blasfemia—. Él es...increíble, es deslumbrante.

—Así lo veo.

—¡Es que Griff! —Aunque se da vueltas hacia el nombrado listo para continuar con ese derroche de amor, la ausencia de alguien capta su atención—. ¿Y el viejo?

—Mientras estabas en tu mundo fue a comprarnos algo para comer. —El calor le estalla en los oídos, ni siquiera lo escuchó marcharse y Aslan funciona en la hiperalerta, supone que es inevitable relajar la guardia cuando se trata de Okumura, espera que bajar sus defensas no le cueste la vida algún día o quizás, está exagerando—. Mira, te está saludando.

—¿Eh? —Al regresar su atención a las canchas encuentra a un Eiji muy sonrojado sobre la colchoneta extendiéndole retraídamente la mano—. Mierda, es muy lindo.

—Debe serlo para haberte domesticado de esa manera.

Las burlas de Griffin no impiden que Aslan extienda su mano y le regrese el saludo, tiene la intención de transmitirle su orgullo con una sonrisa de hoyuelos tímidos y movimientos torpes, anhela decirle que sí fue la gran cosa venir a su práctica deportiva y que se siente deslumbrado por lo que ha visto, que está orgulloso y que con mayor razón no debe subestimar su dolor si vuela de esa forma. Y Aslan lo envidia en cierta medida, él sí sabe volar. Es una envidia sana, claro, de esa que lo motiva a querer hacer algo igual de maravilloso para asombrar a Okumura, sí, eso sería perfecto, pero él es perfecto, su relación es perfecta, están en el paraíso.

—¡Ah! ¡Te lo dije! —Entonces en su paraíso aparecen una serpiente venenosa y un chiguagua—. Te lo dije, Eiji está perdidamente enamorado de mí. —Esa confesión lo descoloca de sobremanera, Ash tiene que controlar su mueca por educación a su hermano mayor, sin embargo, ¿qué carajos?

—¿Por qué crees eso? —La chillona voz de Yut-Lung Lee le araña las orejas, el rubio se encoge hacia la gradería y se hunde tanto en el visor del gorro como en el cuello de la chaqueta—. ¿Cómo llegaste a esa conclusión tan poco lógica, Sing?

—¡No es tan poco lógica! Estoy más musculoso por el gym, mediré casi dos metros cuando tenga mi glow up, ya lo verás, tú y Eiji se estarán peleando por mí.

—Ajá. —Yut-Lung no luce convencido—. ¿Entonces...?

—¿Qué no es obvio? Se acaba de ruborizar porque le mandé un beso.

—No creo que sea eso. —La víbora sisea, sus dedos largos de bruja repasan su lacia cabellera.

—¿Entonces por qué se sonrojó?

—Yo creo que se ruborizó por otra persona. —Hace un ademán hacia la cancha, Aslan arruga el ceño apenas vislumbra a uno de sus compañeros extenderle la mano para ayudarlo a pararse, es del porte de un mastodonte, tiene rasgos asiáticos y es tan grande que le tapa el sol a medio equipo—. Exacto.

—¿Crees que hay algo entre Eiji y Mizuno? —Mizuno, así se llama el rompehogares.

—Es obvio que Eiji tiene un novio y no nos ha querido contar, ¿acaso no has visto los chupetones en su cuello? Da la idea de que se lo intentaron comer a mordiscones.

—¡¿Chupetones?! —Grita exaltado—. Dijo que eran piquetes de mosquitos.

—Piquetes de mosquitos, ja. —Yut-Lung cruza sus brazos sobre su pecho—. Puedo oler un chupetón a kilómetros de distancia y está bien que tenga novio, pero es sospechoso que evite el tema y hable de un misterioso tutor, dijo que se llamaba Christopher Winston, eso grita nombre falso.

—¿Qué crees entonces?

—O Mizuno es un animal en la cama y a Eiji le da vergüenza explicarnos lo satisfecho y cansado que lo deja, o su novio es peligroso y Eiji lo sabe y por eso lo esconde. —Ash traga duro, haciéndose más pequeño sobre el escalón de madera, debería agradecerle al tal Mizuno por ser su chivo expiatorio, no obstante le molesta de sobremanera que sospechen de ese pertiguista como el pretendiente del moreno y no de él.

—¿Cómo podría ser peligroso? ¿Te refieres a que sea un problemático?

—Exactamente. —Yut-Lung chasquea los dedos con una sonrisa altanera—. Solo imagina lo terrible que sería para nosotros entregar a nuestro querido Eiji a alguien peor que Lynx. —Un tic nervioso le palpita en el ojo.

—¿Peor que Lynx? —La mueca de Sing no ayuda.

—Ajá.

—Qué asco, creo que voy a vomitar. —¿Perdón? Aslan tensa los párpados, inhala con fuerza y exhala con aún más desesperación para evitar un acto de violencia innecesaria. Los dos son amigos de Eiji, por ende, debe contener sus impulsos homicidas por muy justificados que sean—. Perdí el apetito.

—Lo sé, es que salir con Lynx es casi tan bajo como salir con Shorter.

—Yo creo que Shorter es más genial, al menos tiene buen estilo a pesar de su olor, el olor se le quita con una bañada, pero el gusto es algo con lo que se nace o no.

—Sing... —Jadea con orgullo—. Es lo más inteligente que has dicho en toda tu vida.

—Tú me lo enseñaste, Yue. —Vaya, es peligroso exponer a menores de edad a las brujas venenosas, le sorprende que aún no lo cocine para comérselo en su calderón—. Lynx no tiene estilo.

—En eso te doy la razón, Lynx impresiona comprar toda su ropa en liquidación y parece protagonista de wattpad con su ropa de bad boy, ¡por favor! ¿Quién usa camisetas blancas para pelear? Se le van a ensuciar con la tierra y la sangre, es obvio, es casi psicopático usarlas.

—Ahora que lo menciona, tengo que lavarlas y escobillarlas bastante. —Griff le susurra y la traición le quiebra el corazón.

—Y esas converse rojas, no me hagas ni empezar. —Su carcajada histriónica es un picoteo de pájaro carpintero en sus sesos, Ash debe frotarse el entrecejo una y otra vez en busca de paciencia. Respira, respira, respira.

—¡Ah! Mira, se está sonrojando de nuevo. —Cuando el lince de Nueva York alza el mentón listo para ver a su dulce conejito seducido por la verdadera copia de Popeye el marino asiática, se halla con la sorpresa de que Eiji lo está mirando a él y Dios, eso lo derrite—. Pero Mizuno no está cerca.

—No, él casi pareciera que le está sonriendo a... —Entonces Yut-Lung se da vueltas y suelta un jadeo mortificado—. Ash Lynx ¿Qué diablos estás haciendo acá? ¿Acaso has venido a causar problemas al entrenamiento de mi chico? —Okey, el apodo posesivo es la gota que colma su vaso, a la mierda las respiraciones y la paciencia.

—¿Acaso no puedo venir a mirar las prácticas? —Sing silva con los dedos y el resto de su pandilla se hace presente—. ¿Son perros guardianes?

—Tenemos que mantenernos unidos en la guerra y es bastante bajo que hayas querido emboscarlo en medio de un entrenamiento, ¿no tienes dignidad? —Las graderías chirrían bajo sus botas negras con cada escalón que sube, rechinan y rechinan soltando polvo y empaques vacíos de frituras hasta que finalmente Yut-Lung llega hasta Ash, quedando cara a cara—. No te metas con Eiji.

—No tengo intenciones de meterme con él por hoy.

—¿Entonces qué haces acá? —Yut-Lung apoya sus manos en sus caderas con prepotencia, lo jode.

—Es un país libre, ¿no?

—Chicos. —Yut-Lung les ordena—. Parece que tendremos que enseñarle a la mala.

—Vino conmigo. —Entonces Griff interfiere—. Vino a ayudarnos a Max y a mí en una investigación, lo trajimos arrastrado, ni siquiera quería estar acá y no ha hecho más que quejarse. —La víbora alza una ceja, suspicaz.

—¿Quién eres tú?

—Soy su hermano mayor, Griffin. —El nombrado le extiende una mano a la víbora—. Es un placer.

—Qué hombre más educado y dulce. —Y no debería sorprenderle que hasta una serpiente arisca se vea atrapada en los encantos de su hermano—. No sé cómo puede ser pariente de... —Yut-Lung alza una ceja y crispa la nariz antes de apuntarlo de pies a cabeza—. Esa cosa.

—¡Oye!

—Lamento haber interrumpido su día familiar pero entenderá que Lynx no tiene la mejor reputación por acá, solo estamos cuidando a los nuestros.

—Lo entiendo. —Sing hace un gesto para que los demás se calmen y retomen sus asientos—. Aslan no ha venido a causar problemas, lo prometo, se porta bien conmigo.

—Eso espero. —Yut-Lung le clava una mirada de dagas antes de esbozar una sonrisa cortés hacia el mayor de los Callenreese—. Ha sido una bocanada de aire conocer a alguien tan amable y con clase.

—El gusto ha sido mío.

—¡Griff! —Chilla una vez se han apartado—. No te pongas de su lado.

—No me pongo de su lado, se llama estrategia. —Le dice—. No hagas pucheros.

—No hago pucheros.

—Estás haciendo pucheros. —Y claro que Max regresa cuando los problemas se han acabado, ambas manos se encuentran copadas por empaques de perritos calientes y gaseosas—. ¿De qué me perdí?

—Nada que valga la pena comentar. —Ash refunfuña entre dientes, arrebatándole una gaseosa para beberla de golpe, esperando que el entrenamiento finalice y pueda colarse hacia los camarines.

—¿Y a este qué le pasa?

—Lo acaba de morder una serpiente. —Y es verdad.

Más allá del desagrado de la interacción, acaba de confirmar lo duro que será establecer un acuerdo con alguien tan insoportable como Yut-Lung Lee. Suspira, si bien Aslan no ha entrado en profundidad sobre su amistad vislumbra lo importante que es para su amante dicho vínculo, supone que en cierta medida fueron los primeros en vislumbrarlo y validarlo, mejor que nadie él entiende la significancia que implica pertenecer a una manada, esa fue su razón inicial para fundar su pandilla, estar seguro, no tener que ser cuestionado o obligado a estar indefenso nunca más. El problema es cuando dichos ideales que el grupo persigue o las bases de la amistad cambian, es ahí cuando te das cuenta de que lo que has estado buscando no era una verdad, sino un conjunto de expectativas determinadas por una serie de contextos.

Expectativas. Expectativas. Expectativas.

Piensa en Eiji, en la muerte de su padre, en lo duro que debe haber sido perder a su padre luego de elegir el salto de pértiga sobre el luto y en lo dolorosa que debe ser la presión (sea autoimpuesta o impuesta por los demás) sobre lo tabú que es fracasar. Quitas el contexto y dejas esas expectativas. Y eh ahí el problema, porque sin expectativas, ya sea el deporte, la pandilla, o el título que goza tras ser el Fly boy, si quitas todo contexto posible... ¿Qué le queda a Eiji?

Y aunque para Ash es obvia la respuesta, tiene la impresión de que para el propio Eiji no es evidente, que el propio Eiji aún no es capaz de verse a sí mismo.

—Adivina quién soy. —Como sea, se las arregló para colarse hacia los camarines e interceptarlo con un suave tirón para apartarlos, Ash ha acomodado sus manos sobre los párpados de su novio, siente el aleteo de mariposa hacerle cosquillas entre los dedos y eso le roba una risita.

—No sé. —Tararea, ve su sonrisa ampliarse de manera progresiva y lo anticipa—. Te escuchas igual que alguien que me gusta mucho.

—Si dices que soy Yut-Lung para molestarme te quedarás sin beso de felicitación.

—No eres divertido. —Suspira amurrado—. ¿Cómo supiste? —Ash le quita las palmas de la cara y le permite darse vueltas para mirarlo.

—Eres predecible, onii-chan. —Canturrea, acomodando sus manos sobre las caderas del pertiguista, jugueteando con el elástico del short y ahora que lo reconsidera, siempre le gustó esa prenda, hasta en sus días de enemigos disfrutaba prestándole más atención a esas piernas bronceadas y torneadas de la que debería—. Estás fuera de forma.

—Bueno, es que alguien me permite bajar la guardia demasiado seguido. —Musita, los dedos de Eiji han empezado a delinear alrededor de su clavícula y el toque lo tiene embriagado, de alguna manera su calidez le resulta refrescante a pesar de lo sofocante que está la tarde—. Sí viniste.

—Claro que vine. —Eiji sonríe con timidez, escondiendo ligeramente su rostro contra el hombro de Aslan en un semi abrazo, acelerando su pulso sin siquiera intentarlo—. Te dije que lo haría.

—Sé que lo dijiste. —Su agarre se tensa en sus hombros.

—¿Acaso lo dudabas?

—No. —Frunce la boca—. Pero no pensé que lo harías.

—¿Por qué?

—Por todos los problemas que te puede traer con mi pandilla.

—¿Ellos? —Bufa—. Les di una paliza antes de venir, especialmente a Yut-Lung y Sing.

—¡Ash! —Gimotea, pateando el suelo igual que ¡sorpresa! Un conejito mordelón.

—No es verdad. —Lo molesta, apretándole la nariz porque puede y ya.

—Bien, porque sería una terrible manera de ganarte a mis amigos.

—No me interesa ganarme a tus amigos, ellos son quienes deben ganarse a tu adorable novio.

—¿Tengo un adorable novio? —Ash asiente—. ¿Puedo saber dónde está? Porque solo te veo a ti.

—Eres de lo peor. —Resopla ofendido, recordando el chismerío—. ¿Quién es ese tal Mizuno?

—¿Eh?

—Yut-Lung cree que él es tu novio. —Y no quiere ni le sienta el show de amante despechado por los celos, sin embargo, no negará su curiosidad, ambos son asiáticos musculosos que hacen pértiga, Ash entiende perfectamente por qué creen que quedan bien, él también lo pensó y se odió por eso.

—Es un amigo del equipo. —Explica—. Y mi reemplazo si llego a fallar. —El decaimiento en su voz es tan transparente que le duele en su propia piel, lo muerde igual que una esquirla de hielo clavada en su corazón y de repente, tiene el impulso de consolarlo, no con palabras bonitas e insignificantes, sabe que eso puede ser mil veces más dañino sino hay certeza por delante—. Él será mi reemplazo.

—¿Pasó algo con el entrenador? —Sino con escucha y comprensión.

—¿Cómo lo supiste? ¿Tan evidente es?

—No evidente. —Lo calma—. Pero te conozco, Eiji. —Ash se inclina, presionándole un beso encima de la frente. Hay muchas maneras de besar a Eiji que ha ido descubriendo progresivamente a causa de su noviazgo, no obstante, esta es una de sus preferidas, una que transmite protección, seguridad y le dice: «estás a salvo entre mis brazos»—. Eres un pésimo mentiroso.

—Supongo que lo soy. —Sonríe sin una chispa de regocijo—. ¿Podemos conversarlo en un lugar más privado? Me siento paranoico acá, esperando que llegue alguien del equipo o de la pandilla.

—Pensé que nunca lo pedirías. —Sonríe con coquetería—. Pero antes...

Ash se quita la chaqueta para esconder a Eiji debajo de la prenda, la mezclilla es un velo que encubre la beldad de su novio, más, no del todo, porque de su nariz para abajo queda libre. Aslan desliza sus dedos por el mentón del japonés, repasa desde su manzana de Adán hasta las líneas que constituyen su mandíbula, aprecia al bronce hacerse dorado bajo su rubor salpicado, consigue que una carcajada nerviosa escape de sus gruesos y tentadores labios debido a lo graciosa de la situación y lo delicados que se profesan sus toques. El lince respira profundo, acurrucándose progresivamente con ese terco pertiguista, escucha sus pasos como si fuesen olas rompiendo en sus oídos, siente la candidez de su aliento quemarle su propia boca antes de acercarlo aún más, lento, muy lento, él extiende la tortura que implica el abismo entre sus bocas lo que más puede solo para verlo suplicar taciturno. Bésame, le pide. Deseo que me beses, Aslan. Sí, ha estado descubriendo infinitas maneras de besar a su novio en diferentes partes de su cuerpo y aún así, sus labios siguen siendo su favorita.

—Voy a besarte. —Entonces susurra—. Voy a besarte si así me lo pides.

—Por favor. —Jadea—. Te necesito.

En un roce apenas perceptible Aslan presiona sus labios contra los de Eiji, la caricia es romántica, no se asemeja en nada a los toques desesperados que compartieron en su casa, esto desprende dulzura casi divina y religiosa, se acerca lo suficiente para beber de su suavidad y probarlo, la esencia de Eiji no es algo posible de describir y aún así, le resulta adictivo. Se queda acá un instante, sintiendo a su amante curvar una sonrisa mientras los colores se le suben a la cabeza y se lo dice con este beso, se lo cuenta todo en el murmullo de una promesa: «estás a salvo entre mis brazos».

Yo te protegeré.

Yo te amo.

Escapan hacia los estacionamientos, se tumban en la maletera de la camioneta de Griff (Clementine) y se acurrucan mirando el atardecer colorear el cielo de la universidad, no les preocupa que los vean, Ash sabe que no lo harán, se aseguró de que Max eligiera el rincón más sórdido de la facultad. Estira su espalda hacia el faquín y sus converse en la tapa metálica, apenas cabe a diferencia de Okumura, quien luce bastante cómodo debido a su altura inferior, aunque bueno, esa brecha corporal no hace más que enternecerlo, ama ser un poco más grande que Eiji y si bien, la diferencia no es tan abismal, es la suficiente para despertar su instinto protector, como si realmente fuese un lince resguardando a un conejito.

—¡Porqué eres mi némesis!, ¿está bien? Nadie más puede golpearte, solo yo puedo patearte el culo, ¿entendido?

Piensa en su reticencia a compartirlo inclusive antes, se pregunta si aquello también habrá sido amor camuflado por su incapacidad para aceptar sus propios sentimientos y se ríe, se ríe porque el destino tiene unas vueltas retorcidas y probablemente fue de esa manera, probablemente fue celoso acerca de Eiji porque en el fondo, quería protegerlo siendo el único que le pegara por muy vago que suene.

—Entonces. —Ash está usando de almohadilla uno de sus brazos mientras el otro descansa encima de su vientre, quiere verse lo más relajado posible cuando toque el tema, más, a juzgar por el ovillo en que se ha convertido Okumura siente que el fracaso es inminente—. ¿Me vas a contar?

—¿Por qué quieres saber?

—¿Por qué no quieres contarme?

—No he dicho que no quiera contarte.

—Ajá.

—¡Es la verdad! —Gimotea para su placer—. No pongas palabras en mi boca. —Y tiene razón, no ha negado en teoría su deseo a compartir el tema, solo le pidió hablar con mayor privacidad y aun así...

—Te conozco. —Sus converse rechistan sobre el borde, el frío de la maletera se cuela con una avidez paralizante a través de sus ropas, hace frío y Okumura solo lleva ese uniforme deportivo y la casaca de mezclilla, se cuestiona si debería haber traído una manta y se arrepiente de no hacerlo.

—Lo sé. —Suspira, encogiéndose un poco más hacia sus rodillas, acomodando su mentón contra sus piernas como si pudiese forjar un refugio contra las tormentas—. Me has dicho que soy terrible con las mentiras.

—Y lo eres. —Confiesa para aligerar la tensión—. ¿Entonces...? —El moreno finalmente suspira y se muestra más receptivo a comunicar el dolor, Ash comprende lo duro que debe ser para su pareja el compartirlo porque de alguna manera asocia el apoyo mutuo con ser una carga, supone que se debe a su familia, a la pérdida de su padre o su mamá—. Me pone triste que me dejes afuera.

—No lo hago con mala intención. —Explica con una mueca angustiada, le da una disculpa silenciosa y esa no es su intención—. Es que no puedes hacer nada para cambiarlo, así que siento que te estaría atrapando en mis quejas en vano, es eso, no que no confíe en ti.

—Y aunque fuera de esa manera y solo te quejaras, ¿qué tiene?

—Qué no puedo cargarte con eso. —Susurra—. No quiero cargarte con todos mis problemas.

—Eiji.

—Tú también tienes tus problemas y no es justo que te atosigue con pequeñeces, sería un mal novio.

—Eiji.

—Por eso no te preocupes, estoy bien. —Sonríe y no sonrías si te duele, no me dejes afuera porque quiero estar ahí—. Estamos bien. —Pero nada está bien.

Porque Eiji teme ser una carga.

Eiji se siente como una carga.

Pero jamás podría ser una carga para Ash.

—Creo que tanto gimnasio te está haciendo tonto. —Una vena le palpita cerca de la frente y esto le roba una sonrisa, sabe que su amante es sensible con los estereotipos deportivos así que va a tocar esas fibras más que encantado si con eso hace entender al cabeza dura lo amado que es—. Sí, creo que tus músculos cerebrales deben estar prácticamente muertos, probablemente estén muy viejos y flácidos, arrastrando sus andadores por tu cráneo con sus mantas, esperando jugar al cróquet igual que Max antes de perder toda lucidez e irse a dormir por última vez, es una pena.

—¡Ash! ¡Deja de molestarnos a mí y a Max!

—No los molesto, solo soy brutalmente honesto de la forma más adorable posible.

—¿Y se puede saber por qué arrojas un comentario tan adorable? —Pregunta irritado y mierda que ama irritarlo.

—Porque no quiero que me cuentes tus problemas o angustias para resolverte la vida. —Le explica, provocando que su mirada se suavice al instante—. Quiero saberlo porque te amo y ya.

Y sabe que su confesión ha tenido un efecto de terremoto cuando ve al rostro de Eiji palidecer antes de teñirse del rojo más vibrante que jamás ha contemplado con la boca abierta en «o» y la mirada realmente vidriosa, es una expresión deslumbrante y adorable que le encoge el corazón. Puesto que para Aslan el apoyo mutuo ha sido obvio del comienzo, lo hiere saber que Eiji tiene el silencio así de normalizado para profesarse maravillado por algo que da por sentado.

—Vaya, onii-chan, creo que te dejé sin aliento. —Y Ash está a punto de decir aún más, sin embargo...

—¿Me amas?

Oh no.

No.

No. No. ¡No!

Parece que se ha equivocado y la sorpresa de Eiji es por la otra mitad de la confesión.

—No sé de qué estás hablando. —Finge demencia.

—Sí sabes.

—Debiste escuchar mal por todas tus neuronas seniles.

—No lo hice. —Se maldice internamente, se le salió un pensamiento, no tenía intenciones de decirlo en voz alta ni en ninguna voz en realidad. Piensa. Piensa. Piensa—. Acabas de decir que me amas.

—Claro que no. —Escupe a la defensiva—. No te amo, Okumura. Apenas te tolero.

—Sí lo haces, lo dijiste.

—No lo hice.

—Me amas.

—No te amo.

—Lo haces.

—Debió ser tu imaginación, ¿quién sería tan tonto para amar a su némesis jurado y además decirlo? E incluso si hubiera amor definitivamente tú serías quien hablaría primero, no soy la clase de hombre que anda soltando un te amo primero, joder, eso sería asqueroso. No. Debiste escuchar mal. —Bufa igual que gato arisco, saca garras y colmillos, incluso los vellos de su cuello se erizan—. ¡Ya borra esa tonta sonrisa! —Gimotea y de pronto, tirarse de la camioneta y huir del país es una grandiosa idea.

—Ash. —Pero Eiji aprieta su mano con mucha vergüenza, tiene las mejillas rojas y los dedos tiemblan mientras sostiene su palma, se ha inclinado al otro extremo de la maletera y de repente, la maletera es demasiado angosta o su corazón se hizo más grande y lo está aplastando—. También te amo.

—¿Eh?

—También te amo. —Y de pronto se siente tonto por negarlo y armar todo un escándalo para tapar el sol con un dedo—. Pensé que era obvio.

—¡No lo era! —Gimotea—. Yo no... —Aslan se rasca la nuca, frustrado—. Soy nuevo en todo eso de las relaciones y no sé cuál es el ritmo adecuado para hacer o decir las cosas sin que te espantes, creo que estoy perdido y me siento perdido cuando se trata de ti, me haces reaccionar sin darme chance de reaccionar o pensarlo mejor, me haces ser impulsivo y vulnerable, es raro. —Finalmente confiesa, sus hombros se han hundido dentro de su camiseta, su cuerpo se ha rendido, no puede huir y resulta irónico considerando su posición depredadora—. ¿Dije demasiado?

—No. —Pero Eiji presiona su propio cuerpo contra el de Ash, acurrucándose encima de su tórax con una sonrisa satisfechamente tímida y toques de mariposas—. Dijiste lo suficiente. —Y él no duda en encerrarlo entre sus brazos y atraerlo aún más cerca, es extraño que otro ser humano le transmita tanta paz, más, basta con tocar a este terco para que una sinfonía de emociones estalle.

—Me haces ver como un tonto.

—Tal vez siempre fuiste tonto. —Se burla y lo compensa presionándole un beso en el mentón—. Yo creo que estabas así de antes.

—Eres cruel con tu novio.

—Pero así me amas. —Y esta vez dice con orgullo—. Me amas, Ash. —No es una pregunta.

—Sí. —Aunque le da una respuesta—. Estoy muy enamorado de ti.

—Grandioso. —Eiji se acurruca aún más, construyendo un hogar encima de su pecho—. Porque ese sentimiento es más que mutuo.

Ríe y de alguna forma Eiji siempre se las arregla para dejarlo con el pulso más acelerado de lo posible, con la cara sudorosa y la respiración agitada. Hunde sus dedos en la cintura de su amante, se inclina hacia su rostro y besa sus labios con una delicadeza que le sorprende a sí mismo, el roce dispara una efervescencia por doquier, su sabor es dulce y tibio, todo lo contrario al candado que simbolizan sus labios, debería tener sabor a secretos mudos y dolencias arraigadas, no obstante, hay un resqueme de sol y brisa fresca en su boca, como si durante el salto Eiji se hubiese quedado con una parte del momento y ese momento se hubiese quedado con una parte de Eiji que Aslan ahora comparte. Besa sus labios como si no hubiese mañana.

—¿Me amarías incluso si fracaso? —Y finalmente se lo dice, sin preguntas, sin presiones, sin juicios, sin nada más que un corazón sangrante en la palma.

—¿En la pértiga?

—No solo en el salto de pértiga. —Musita, tensando su agarre sobre el pecho de Ash—. En todo. —¿Qué es todo para ti? Quiere preguntarle y no es el momento.

—Tu valor no depende de tus méritos. —Prefiere aplacar la inseguridad—. Mi amor no se encuentra atado a eso. —Y si bien, la soledad, la inseguridad y el malestar no pueden erradicarse por otra alma completamente la presencia de otro sí puede ser un escudo, ese es el tema con Eiji y el silencio, sino habla, sino lo hace partícipe de su dolor, la soledad va a colarse por las ventanas de la casita que ha construido en su corazón y va a apagar las velas, si las apaga, ¿podrá volver a encenderlas?—. ¿Acaso es eso lo que te tiene preocupado?

—Un poco. —Apenas susurra—. El entrenador me está presionando, dice que puedo rendir más.

—¿Y qué diablos le importa? No lo veo a él saltando la pértiga o moviendo su culo de la banca. —Es inconsciente ponerse a la defensiva, odia que alguien siquiera piense en lastimar a Okumura, supone que eso puso a Arthur bastante alto en su lista de enemigos—. Él no hace la gran cosa.

—Quizás, pero sigue siendo el entrenador.

—Pues no sabe nada. —Su bufido rabioso lo hace reír con sinceridad—. Eres un ser humano y tienes tus límites como todos nosotros y está bien que los pongas y los tengas, es lo sano.

—Sí. —Eiji baja la cabeza—. Pero si esos son mis límites ¿qué hago ahí? ¿qué hago siendo el Fly boy?

—Oye. —Aslan no le permite agacharla por completo, quedan frente a frente en la camioneta, entre sus palmas acuna el mentón de Eiji con suavidad, elevándolo—. No dejes que el ignorante convierta lo que tanto amas en una tortura. —La boca del japonés se tensa, sus ojos se llenan de un dolor para el que no está preparado a responder o vislumbrar—. No permitas que te quite eso, porque es tuyo.

—Pero...

—Es tuyo y de nadie más.

—Aun así. —Sus puños se crispan hacia el borde de la camioneta y el metal rechina en cada aliento—. Estoy tan asustado.

—¿De qué?

—De mis límites, creo. —Admite y no es solo eso—. De mí mismo.

Ahí está.

Esta es la espina que hay que arrancar.

—¿Todavía no quieres ir a rehabilitación? —No se lo cuestiona con afán de criticarlo, esto es la mera preocupación de un amante que no sabe cómo más ayudar.

—No sé. —Suspira—. Más que ir a rehabilitación o no, me da miedo que me den un diagnóstico que me arruine la vida, que me digan que si sigo saltando quedaré en muletas o algo así.

—¿Y es mejor no saberlo?

—Al menos por hoy no quiero saberlo. —Admite con voz tiritona, con terror a ser juzgado y Ash no es quién para juzgarlo, a fin de cuentas la lesión ha sido un duelo—. Iré la otra semana, estoy muerto de miedo de tener que escuchar lo que me dirán. —Ese cambio lo esperanza—. Me imagino solo en la sala de espera, me imagino temblando frente al doctor y luego me imagino los gritos de mi mamá.

—¿Quieres que vaya contigo?

—¿Eh? —Entonces Ash aprieta sus manos con mucha fuerza y se inclina para besarlo un poco más.

—¿Quieres que vaya contigo? —Repite y sabe que debe reformular para romper este impasse—. Yo quiero ir contigo, quiero estar ahí para ti.

—¿Por qué quieres someterte a algo tan desagradable? Estaré insoportable.

—Porque te amo. —Confiesa sin tapujos—. Te amo y me importa lo que pase contigo, no porque te crea débil o sienta que eres una carga, no, porque estás cargando con mucho y aunque yo no pueda llevarme tu soledad o prometerte que no estarás solo, podemos estar solos juntos y asegurarme de que tu dolor tenga un testigo y de esa manera sea un poco más real.

—Aslan...

—No porque no sea real ahora, solo. —Frunce el entrecejo, perdiendo el hilo de inspiración—. Sabes lo que quiero decirte.

—Sí. —Eso lo hace reír—. Lo sé. —Es Eiji quien enreda sus dedos entre los cabellos dorados de Aslan, se quedan en aquel instante, sintiendo la tibieza sangrar de la piel ajena y atesorarla, porque están perdidos sin un mapa y las velas se hallan apagadas—. Gracias. —Caen porque no tienen ni una pista sobre el amor o cómo amar a alguien más.

—Eiji. —Pero todos se pueden caer cuando las luces están apagadas y es mucho más sencillo volver a pararse entre dos.

—Gracias y te amo. —Admite contento—. Tengo el mejor novio del universo, soy afortunado.

—Claro que lo eres.

—Idiota. —Se burla—. Eres un americano idiota y delicado.

—Mejor que ser un torpe y terco japonés.

—Ya cállate y bésame. —Le ordena—. ¿O acaso tus músculos faciales están demasiado seniles para besarme?, ¿necesitan de un bastón y una manta antes de irse a dormir por última vez?

—No me perdonarás ese insulto, ¿no es así?

—Te lo recordaré hasta que seas un anciano tú mismo.

Es su culpa por molestarlo y lo asume a mucha honra. Luego de una intensa sesión de mimos llegan Max y Griffin con la excusa de que las horas volaron en la oficina y francamente no quiere los detalles asquerosos ni permite que le generen mal humor, hoy Eiji se quedará a dormir otra vez y eso le pone una sonrisa ilusa como nunca, adora sus charlas nocturnas bajo las frazadas, de alguna manera cree que son más íntimas y profundas, más sinceras, puede que sea el efecto de la luna o el simple efecto de estar acurrucados en los brazos del contrario semidesnudos y ansiosos como un par de adolescentes enamorados.

Prenden la radio, todos cantan (incluso Ash) esa irritante e insoportable tonada:

Oh my darling, oh my darling.

Oh my darling, Clementine.

Ríen y comparten bromas, pasan a comprar algo para cenar antes de llegar al apartamento, aunque no están en la maletera porque les han obligado a coger el asiento y el cinturón, aún puede saborear Nueva York en la punta de su lengua, es metálico, salado y eufórico.

You are lost and gone forever.

Llegan al apartamento y hay alguien esperándolos ahí.

—¿Es en serio Ash? —Le pregunta colérico, nunca lo ha visto tan furioso en su vida como en aquellos momentos—. ¿Okumura? ¿De verdad? Arthur ya hizo su primer movimiento.

—Shorter.

—Y esto le encantará.

Dreadful sorrow.

Clementine.

CHAN, llego el momento de saber qué ha pasado con el WongLung o tener más pistas al menos, pero vamos a la otra patita de los conflictos el otro fin de semana. Espero que les haya gustado, mil gracias por leer.

¡See ya!

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