Chào các bạn! Vì nhiều lý do từ nay Truyen2U chính thức đổi tên là Truyen247.Pro. Mong các bạn tiếp tục ủng hộ truy cập tên miền mới này nhé! Mãi yêu... ♥

Capítulo 11.

Hi~ No tengo mucho más que reportar además de cansancio y desesperación por el largo de los capítulos que no es intencional, solo pasa de esa manera, esperemos que no se alarguen más o terminaré subiendo testamentos y lloro. Mil gracias a las personas que se toman el cariño para leer, espero que les guste.

Aslan piensa en el buzón de su casa en Cape Cod, si le preguntan no poseía nada que lo hiciera lindo o especial, al contrario, era una lata de metal recubierta de tanto óxido que el color no era metálico sino de un rojizo tierra, su ala no funcionaba y hacía un chirrido horroroso cada vez que se abría, y pese a esto, era su melodía preferida, porque eso significaba que Griff había enviado una carta. Durante los años primerizos de su ausencia Ash las esperaba con un brillito propio de su inocencia chispeando en sus ojos, a veces lo acompañaba papá y otras veces alguna vecina simpática, podía estar haciendo lluvia, nieve o un calor insoportable y ahí estaba él, plantado ante el buzón, a punto de desmoronarse pero resistiendo por una última carta.

«Uno de estos días voy a traerte a tu hermano en lugar de una carta», era lo que el cartero prometía para animarlo y eso avivaba su espíritu un millón de veces más.

Este día Griff vendrá y no será una carta, se decía.

Hoy es el día en que pasará algo especial.

Pero no fue así hasta una década por delante y durante esos años de ausencia lo único que consiguió llenar fueron cajas y cajas con cartas y poemas de un hermano fantasma que no le contaba casi nada de la guerra y demasiado sobre un tal Max Lobo. Con el transcurso de su vida Aslan las revisaría más de una vez, porque leer un pasaje era meterse en el cerebro de ese héroe al que siempre admiró, a los 13, a los 14 e incluso a los 15 había deseado comprender lo que pasaba tras su prosa, quería ser capaz de entender si la guerra le había dejado el corazón lastimado y la mente ida. Sin embargo, no fue capaz de preguntarle y prefirió enterrar las cartas bajo su cama, las metió en una caja de cartón, las pateó en su bodega impermeable y deseó jamás haberlas visto. Sí, Ash aprendió a esconder tanto sus sentimientos como su pena, su rabia, su ira, su felicidad, su inocencia, su dolor, su exaltación, su ignorancia, todo, absolutamente todo, pero...

¿Qué hay del amor?

—¡Auch! —El quejido de Eiji lo saca de su trance y lo regresa a la pelea como si acabasen de romper el ancla atada a su tobillo y pudiese nadar a la superficie otra vez—. Sé más cuidadoso. —Lo regaña, Aslan se encuentra arriba de él, lo tiene apoyado contra el pavimento y acaba de estampar un crudo puñetazo contra esa adorable y regordeta mejilla, va a quedarle hinchada y morada por días.

—Lo siento. —Se disculpa, relajando sus piernas a los costados del japonés, los gritos a su alrededor lo hacen saber de lo violenta que se ha vuelto la disputa—. Estaba en otra parte.

—Aslan. —Y entonces lo llama con ese tono extraordinariamente frágil y extiende su palma con la finalidad de acogerlo y acunarlo, no es justo, espeta, si es tan dulce no puede evitar amarlo—. ¿Estás bien?

—Lo estoy. —Miente.

—No es verdad. —¿Y quién lo diría? Se ha vuelto un pésimo mentiroso—. Estabas pensando en otra cosa. —No es reproche en su voz, sino más bien, preocupación, la clase de preocupación que regalan los seres amados a las cosas rotas y heridas.

—¿Por qué? —Pero Ash decide aligerar la tensión y convertir esto en una broma, es terrible lidiando con la incomodidad—. ¿Te da miedo que esté pensando en alguien más? ¿Te dan celos, onii-chan?

—¡Ash! —Y por supuesto, su primer instinto es intentar darle un rodillazo.

—Oye, sé más cuidadoso. —Se queja, manteniéndose firme arriba del japonés—. Soy una persona delicada.

—No lo pareces. —Bufa y una sonrisa de Cheshire se esboza muy lentamente entre los mofletes del más joven, los gritos alrededor se pierden bajo el polvo de las canchas, otra vez han convertido parte de la facultad en un campo de guerra, pero da igual, todo da igual si existen esos ojos de ciervo para contemplarlo y pintar su propio universo.

—¿Esta es tu fantasía sobre tenerme arriba? —El comentario lo irrita de sobremanera y lo sabe tras arrojarle una mirada de dagas, le encanta provocarlo—. Sabía que te gustaba estar abajo, pero esto es incluso masoquista.

—Okey, cambiemos de posición.

—¡No! —La verdad, disfruta de la vista que tiene en medio de esta pelea fingida—. Me portaré bien en estos momentos. —El mismo puchero con el que suele manipular a Griffin funciona para ablandar el corazón de este chico y adora ser su debilidad—. ¿Te pego?

—En la mejilla, sí. —El aire sube y baja con nervios de sus pulmones—. Necesitamos que esto se vea creíble entre nosotros dos, así que pégame con fuerza.

—¿No te desquitarás conmigo luego?

—¿Desquitarme cómo?

—¿No me dejarás en abstinencia? —El brillo divertido que arde en esos ojos negros lo deja helado antes de que pueda pronunciar un jadeo alguno.

—Eso tendrás que averiguarlo más tarde, Lynx.

Desgraciado.

Intenta contactarse con todo el odio que solía tenerle a Okumura, no es exagerado decir que deseó incontables veces tenerlo a su merced y poder partirle esa bonita boca, no obstante, es difícil querer pegarle si ahora puede castigarlo con besos y es un método mucho más dulce y efectivo. Niega con la cabeza, llena sus pulmones de aire, sabe que los chicos deben estarlos viendo aunque se profesen ocupados en sus propias peleas, debe dejar una impresión pulcra. Pero ¡mierda! esos malditamente adorables ojos de Bambi le punzan el corazón apenas alza el puño, además, su aroma rico no ayuda, no puede ser que huela así de bien luego de un entrenamiento, todavía ve el sudor escurrirle desde el flequillo a los mofletes sonrosados, ¡vamos! El hedor de nadie es agradable.

—¡Deja de ser tan jodidamente lindo! —Gimotea tirándolo de las mejillas—. Si quieres que te pegue vas a tener que poner una cara más desagradable.

—¿Qué? —Eiji parpadea como si acabase de hacerle una petición completamente irracional—. ¿Se supone que esto es en serio?

—Solo pon una cara similar a la de Yut-Lung y te moleré contra el pavimento.

—¿Cómo se supone que haga eso?

—¡No sé! —Chilla—. Contacta a tu diva interna.

—¡No tengo diva interna!

—Con esos shorts deportivos que muestran tus piernas yo creo que la tienes. —Y por supuesto que el hijo de puta le da un rodillazo en las bolas y lo deja tirado en el piso.

—Es momento de cambiar roles.

—¿Eh? No sabía que querías montarme. —Okumura bufa ofendido, en un santiamén ha dado vuelta la posición para quedar encima de la cadera de Aslan e inmovilizarlo contra el piso—. ¿Estás seguro de que podrás golpear mi cara bonita?

—Estoy seguro de poder hacer ese sacrificio. —El aroma de las bodegas deportivas inunda sus fosas nasales y ya no le desagrada de sobremanera, de hecho, estaban practicando béisbol antes de todo este lío—. No nos está funcionando muy bien hacer las paces entre pandillas. —Eiji suspira, tomando sus manos para mantenerlas inmóviles y que al menos parezca que hacen un esfuerzo desde afuera.

—Dales tiempo.

—¡Quítate de encima, bestia apestosa! —Pero por la manera en que Yut-Lung Lee chilla y batalla en contra de Shorter tienen sus dudas.

—¿Es mi idea o esos dos siempre se buscan? —Eiji mira con suspicacia la manera en que Lee y Wong se dedican a golpearse y a tironearse el uno del otro, todos se encuentran estampando puñetes en contra de la cara de alguien más, todos excepto Arthur y sus perros falderos—. Son raros.

—¿Más que nosotros? —Aslan pregunta divertido, alzando una ceja, tirando del agarre de Okumura para darle competencia, es mal perdedor y lo reluce con orgullo.

—Tienes un punto. —Sus dientes castañean pegoteados por una desagradable capa de polvo y tierra gracias al barro desprendido en la cancha, intenta limpiarse y no puede, Eiji es más fuerte de lo que aparenta y lo tiene bien inmovilizado contra el cemento, debe confesar que es levemente excitante e inclusive entretenido ser cazado por un conejito—. ¿Listo, Lynx?

—Estoy listo. —Aslan aprieta con ferocidad los párpados—. Dame tu mejor golpe.

Y Ash realmente está dispuesto a recibirlo, siente a su respiración presionarle con fuerza su camiseta de arriba hacia abajo, asfixiándolo con el peso del japonés, la adrenalina sigue chispeando en venas a pesar de haber armado una farsa, los huesos le crujen y tiene la boca hinchada. Acá vamos, se dice para sí mismo. Pero pasa un segundo y entonces pasan dos, pasan tres, pasan miles hasta que siente una mano tocarle con ternura el mentón, es un roce embriagador, sus yemas impresionan derretirse y adormecerle la piel, es delicioso y ¿qué diablos? Se supone que debería estarle rompiendo todos los dientes, no amándolo, vaya, supone que Okumura no es tan buen profesional sino puede apartar su vida laboral de su vida personal, ja, aunque no lo culpa, él es encantador.

—No puedo. —Finalmente gimotea, deteniendo los toques justo en las pecas extintas del rubio.

—¿Cómo que no puedes? Antes te morías por hacer esto.

—Sí, pero tu carita... —Y le punza en el corazón que sea tan adorable, siendo honesto Aslan se muere por darle vueltas, apoyarlo duro contra el suelo y comérselo a besos acá mismo—. No quiero ver un nuevo moretón en tu mejilla.

—Piensa que soy alguien que detestas si te es más fácil golpearme.

—Yo no detesto a nadie. —Explica casi ofendido, si fuera un conejo real estaría seguro de que habría alzado sus orejas en señal de desagrado y berrinche—. Ni siquiera te detestaba a ti.

—Claro que detestas a alguien. —Miente pero no dará marcha atrás.

—¿A quién?

—¡Holden! —De repente se le ocurre—. Odias a Holden, te reprobaron por su culpa y tú siempre te burlas diciendo que me parezco a él. —No lo toma como una ofensa siendo franco, el protagonista en el guardián entre el centeno es absolutamente genial y es una pena que su novio sea un burro.

—¡¿Qué clase de psicópata va a buscar prostitutas y se sale de clases?! Es un delincuente.

—¡Estás tomando demasiado literal la trama!

—¡Holden apesta! Incluso las señoras del hotel lo pensaban.

—Holden no apesta, es un pobre genio incomprendido, está demasiado adelantado para su época.

—¡No es verdad!

—¡Es verdad!

—¡No lo es!

—¡Sí lo es!

—¡No es verdad! —Y un puñetazo al fin se estampa contra su cara, su mandíbula rechina y maldición que le duele, su pulso se ha atorado en su garganta y su mirada se ha desenfocado gracias a toda la tierra desprendida que actúa como niebla—. Lo siento, me dejé llevar.

—Vámonos de acá, finjamos tener nuestra pelea en otro lugar. —Finalmente balbucea, escupiendo sangre al piso—. Tienes los nudillos pesados. —Pero Okumura se limita a encogerse de hombros en un mohín de falsa inocencia antes de ayudarlo a pararse, nadie los está mirando.

—Tú me provocaste.

—Idiota. —Gimotea antes de darle la mano—. Eres todo un idiota, onii-chan.

—No más que tú, Holden Caulfield.

Se escabullen hacia la zona más aislada de las bodegas, su cuerpo le duele mil demonios, de alguna forma este encuentro se las arregló para ser más demandante que los otros, usó cada fibra de hueso, músculo e intrepidez para patearle el trasero y aun así, ni siquiera pudo rozar esa cara tontamente linda que tiene el pertiguista. Suspira, recuperando el aliento, tratando de regularizar su respiración, retomando el hilo del entrecortado mientras sus piernas tiemblan y la mandíbula le cruje, cae sudor de su frente y ha transparentado su camiseta, es asqueroso, quiere ducharse pronto, espera que su compañero no note el hedor y se espante.

—Ash... —Pero Eiji lo detiene desde atrás—. ¿Dónde compraste tus jeans? —Y claro que le hace una pregunta completamente irrelevante e incluso irracional.

—¿Por qué te importa?

—Porque se te ve el trasero.

—¿Eh?

—Se te ve el trasero. —Y eso hace que se ponga muy pero muy rojo y deba tantear para comprobar que efectivamente, uno de los bolsillos de sus jeans se desgarró por completo gracias al roce que la acera le proporcionó.

—¡¿Por qué te andas fijando?! —Le grita nervioso en su lugar, Aslan puede ser un experto en el arte de fastidiar a Okumura, no obstante, aborrece cuando las posiciones cambian y es quien queda muy vulnerable—. Es bastante gay que lo hayas hecho. —Eiji se presiona el entrecejo con mucha fuerza, ha detenido sus pasos e impresiona estar buscando desesperado paciencia.

—No sé cómo decirte esto, pero estamos en una relación gay. —Ash se quita la camiseta de cuadros para amarrarla alrededor de su cintura y cubrir el desliz, es una suerte que tenga una polera oscura abajo, aunque no hace frío quería una excusa para apestar a Eiji con su ropa, es una lástima—. Dicen que mi novio es todo un genio, pero a veces lo dudo.

Novio.

Esa palabra es nueva.

—¿Eh? —Entonces Aslan tararea, se alza en la punta de sus pies aunque es más alto de por sí y mira con coquetería a Okumura—. No sabía que éramos pareja. —Se burla, provocando que la expresión de pánico se vea opacada por un violento y adorable rubor.

—¿N-No es así? —Y es tan linda esta ingenuidad.

—No lo sé, deberías pedírmelo apropiadamente. —Ash no duda en estrechar con dureza a Eiji entre sus brazos, lo siente tan cerca que puede delinear los huesos de su cadera aún por encima del jeans, es un toque candente y demandante—. ¿Acaso no lo harás?

—No. —Gruñe—. Ya no quiero ser tu novio, me retracto.

—Es una lástima, ya acepté.

—¡Ash! —Gimotea, intentando empujarlo en vano, por muchos músculos de pertiguista que tenga, la brecha corporal sigue siendo gigantesca para este enano—. ¡Suéltame! —Chilla, es un chillón, eso le encanta—. ¡Oye! —El más joven posa sus manos sin descaro en los shorts deportivos del moreno, tironea de los elásticos con coquetería y le enternece de sobremanera lo vulnerable que tiembla.

—¿No eras tú quien se estaba fijando en mi trasero? ¿Te molesta que me fije en el tuyo? —Eiji abre los labios y pierde el aliento, es sensible cuando se trata de esta clase de intimidad y la aprovecha.

—Tocarle el trasero a otro hombre es un poco gay, Ash. —Se burla con tanta originalidad.

—No sé cómo decirte esto, onii-chan. —Susurra—. Pero estamos en una relación gay.

Y ambos ríen.

Ríen y se besan

Dios, se besan tanto.

Se van a esconder dentro de una bodega a la espera que la contienda termine, si bien, Aslan intentó dialogar civilizadamente con Yut-Lung sobre un viable acuerdo de paz, la víbora no tardó en mostrar sus colmillos, erizarse y saltarle directo a la yugular para matarlo, es un salvaje, le es inconcebible la amistad entre estos dos pero debe esforzarse si quiere que su romance no termine en tragedia. Con el cuerpo drenado por esa falsa pelea se dejan caer encima de una montonera de colchonetas, igual que el día en donde se besaron hasta que amaneció, quedan frente a frente, pegados sobre la funda azulada y mohosa dentro del contenedor de metal, todavía se escucha el desastre afuera, es intenso, más intenso que el bombardeo en una guerra, piensa en Irak y si Griffin habrá tenido que esconderse con Max en un contenedor de provisiones para poderse amar, piensa en un romance nacido a base de muerte y cenizas, piensa en cómo Griffin encontró sanidad en la locura de enamorarse, le duele, le duele mucho.

—¿Ya me lo dirás? —Eiji le pregunta con suavidad, trayéndolo de regreso con un toque de mariposa.

—¿Decirte qué?

—Ya sabes. —Ash niega, intentando reincorporarse al presente y salir de Irak.

—No, no sé. —Piensa en Eiji y en lo mucho que ha estado pensando en Eiji desde que se conocen al tratar de desentrañar su rivalidad, cuestionándose por qué eran enemigos y el por qué le importaba tanto—. No entiendo. —Ash odiaba pensar en esas cosas, odiaba pensar en Eiji y ser víctima de una oleada de sentimientos abrumadores que lo dejaban volcado en una playa desierta.

—Tienes la misma mirada que cuando comenzó la pelea. —Le explica—. Sé que piensas en algo.

—Siempre pienso en algo. —Se ríe.

—Sí, pero me da la impresión de ser muy importante. —No debería sorprenderle que este terco sea capaz de vislumbrar con semejante claridad los secretos más recónditos detrás de sus fortalezas—. ¿Quieres contarme? —Ya es natural entre ellos dos, o quizás, siempre lo ha sido.

—Estaba pensando en Griffin. —Esta es la diferencia entre las personas que visitan sus muros gracias a las visas y en quienes poseen construidas una casita ahí, piensa—. En las cartas que me mandaba durante la guerra. —Eiji tiene permitido esto, puede verlo absolutamente todo de él y luego decidir si desea mudarse a otro lugar, a un lugar menos jodido y hostil, la cosa es que sin importar lo qué le muestre, se queda.

—¿Te enviaba cartas? —Se queda a su lado.

—Sí. —Aslan se encoge encima de la colchoneta, se profesa extrañamente vulnerable y no es por la abertura del jeans—. A veces también me enviaba poemas, solía esperarlos con muchas ansias, solo quería saber si seguía vivo, supongo. —Su aliento pende en una calima blanca hacia esas pestañas brunas y tupidas, lo ve hacer escarcha y de repente, sus ojos nievan.

—La ausencia de tu hermano se escucha muy dura para ti. —Su reflejo empático hace terremotos y desata tsunamis, es tan fácil para Okumura desmoronarlo con una simple palabra y acción, es como un efecto mariposa ampliado un millón de veces más fuerte.

—Lo fue. —Niega—. Lo es. —Porque Irak sigue habitando en la casa y ahora es Aslan el desconocido.

—¿Qué hiciste con las cartas?

—Las escondí de mí mismo. —Confiesa y no sabe por qué—. Griffin siempre ha sido un tema especial y duro, creo que incluso de niño me daba miedo que regresara siendo alguien más y probablemente ha sido así del inicio, pero me negaba a creerlo, estaba demasiado ocupado idealizándolo y tirándole mierda a Max, era más fácil. —Su boca tiembla—. Desearía poder seguir haciendo eso.

—Ash. —Eiji se acerca, sus rodillas se enredan y el calor que desprende es agradable.

—Sufrió un flashback hace un par de días, nunca lo había visto tan... —La orina en el suelo, el horror en sus ojos vidriosos e idos, la impotencia en su agarre, parecía estarse muriendo y estos días Aslan se ha estado cuestionando si efectivamente regresó vivo—. Roto. —Como un cascarón de quién fue.

—Oh, Ash.

—No siempre fue así. —Musita con timidez, sus emociones quiebran su garganta entre un torbellino de amargura y aspereza—. Hubo un tiempo en que pensé que lo conocía.

—¿Conoces a alguien realmente?

—No lo creo. —Confiesa, el sonido de la pelea lo trae de regreso al contenedor y aun así, cree mirar las estrellas de Cape Cod en los ojos de Eiji.

—¿Ni siquiera a mí?

—No sé nada sobre ti. —Sopla—. Tu pelo es completamente negro, tus ojos también son profundos y negros. Las cosas oscuras me daban miedo cuando era niño.

—¿Por qué?

—Mi padre me hizo una calabaza de Jack para la noche de Halloween, la usé para pedir dulces. Fui a esconderme al bosque para asustar a mi hermano. Estaba completamente oscuro y se escuchaban ruidos tenebrosos. —Aslan sonríe con melancolía, no suele hablar mucho de su infancia al encontrar su baúl de memorias empañado con Barba Azul, sin embargo, atesora ciertos instantes, fue un niño muy feliz, fue amado, fue mimado y se lo reconoce.

—¿Entonces? —Eiji lo incita a continuar, apretando su mano encima de la colchoneta, ama que mire sus jades con tanto cariño, lo ama tanto—. ¿Qué pasó después?

—Estaba asustado, así que me iba a casa. Pero repentinamente, vi una cabeza de calabaza gigante. —Eso le deja resqueme amargo entre los dientes, un puchero deslucido arquea su entrecejo y estira su boca—. Después me di cuenta de que era mi reflejo en el parabrisas de un auto. Odio las calabazas desde entonces, solo ver una me da escalofríos. —Pero Eiji no reacciona, se mantiene con los labios abiertos, estático—. ¿Qué?

—Mhm. —Sus mejillas enrojecen, la boca le tirita y sus manos se constriñen antes de que se cubra la cara y suelte una grosera y estridente carcajada.

—¡¿De qué te ríes?! —Gimotea con el rubor quemándole hasta las orejas.

—¡Será mejor que no le cuentes a nadie! —Eiji se aprieta el estómago con fuerza, las lágrimas se le agolpan alrededor de los mofletes mientras se burla de su miseria—. ¡El tipo que le apunta un arma al jefe de los chinos le tiene miedo a una calabaza! —Elige tomarse como halago que considere sus puños como armas, pero esa paz mental no dura mucho, puesto que su estrépito es inaguantable—. ¡Le diré a Yue! ¡Le diré que despida a los chicos y que plante un jardín de calabazas! —Hijo de puta.

—Ríete lo que quieras. —Oh, pero el desgraciado no se deja de reír—. ¡Eiji! —Se queja.

—Lo siento. —El aludido procede a limpiarse las lágrimas mientras que Aslan lo patea para tumbarlo de la colchoneta—. Es que eres muy lindo.

—¿Lindo? —Y de alguna manera eso compensa las mofas por las calabazas.

—Sí. —Su mirada cobriza se suaviza—. Eres realmente lindo, Ash. —Su mente hace cortocircuito en esas palabras, están demasiado cerca en aquella colchoneta polvorienta y mohosa, aunque todavía puede escuchar la disputa afuera, no puede importarle menos—. Deberías dejar de intentarlo tanto.

—¿Intentar tanto qué?

—Esconder lo maravilloso que eres. —El aliento de Eiji le quema en las mejillas, lo saborea entre sus labios y eso le encanta, su brazo se acomoda con recelo encima de su cintura, es suave, firme gracias a la pértiga y tentadora—. Vale la pena que algunas personas lo sepan.

—Supongo. —Piensa en lo insignificante que sería su vida sin este terco y cree que debe ser lo mismo para Griffin sin Max, se lo imagina en un contenedor, aferrándose a la vida durante un flashback con los labios de Lobo presionándole la frente y cantándole canciones de cuna, esperando salir vivos del bombardeo o los disparos, piensa en lo desconectado que debe estar de sí mismo y en lo jodido que debe ser aferrarse otra vez, piensa en Griff aferrándose a sí mismo, a Max, a su casa, a papá.

—Ash. —Aferrándose al recuerdo de un niño que no existe más en Cape Cod porque su entrenador lo mató—. Me tienes tan enamorado. —Piensa en lo revitalizante que sería recibir una confesión de semejante calibre en medio de la agonía, esa sí sería una motivación para tragarse el dolor y resistir.

—Tú me traes loco. —Susurra, juntando sus narices, la suya está helada y la de Eiji está tibia, aunque claro, todo de él es tibio y reconfortante—. Gracias por hacerme hablar de esto.

—Podía ver que lo necesitabas.

—Eiji.

—Puedo verte, Ash. No lo olvides.

Eiji es la luz. Ash es la oscuridad.

Sin la luz no puede haber oscuridad.

Sin la oscuridad la luz no puede brillar.

Así que sí, era bastante esperable que se terminaran enamorando.

Salen de los contenedores luego de su extensa sesión de mimos, es curioso cómo la mera compañía de alguien más puede ser tan sanadora a nivel emocional, cómo el simple hecho de tirar en voz alta todas esas cosas que ha guardado de Griffin como si fuesen las cartas dentro de la caja, es bastante que procesar todavía, tiene miedo, siendo sincero es incluso cómodo dejar a su hermano idealizado encima de su pedestal, tener que conocer al verdadero Griff implicaría aceptar la guerra que él lleva lidiando desde que dejó Cape Cod y no es que le tema a la imagen real, sino que teme que al entrar a aquel campo de batalla, su hermano deba entrar al suyo y eso no le guste. ¿Soportará que escape despavorido de su fortaleza y queme su visa?

Suspira.

Teme y anhela en partes iguales que desee construir una casita así como Eiji lo ha hecho, no obstante así cómo él ha idealizado a Griffin, Griffin probablemente lo ha idealizado a él y eso es mil veces más aterrador.

—Luces asustado. —Eiji ha apretado su mano a pesar del peligro a ser vistos juntos, supone que aun si le aterra perder la amistad de Yut-Lung para este chico se ha vuelto prioridad consolarlo.

—Supongo que aún tengo cosas que pensar. —Musita—. Creo que necesito estar solo.

—Grandioso. —Su sonrisa es pura luz, ¿cómo no lo notó antes? Aunque seguramente lo notó antes y se negó a amarla escondido bajo la excusa de una rivalidad—. Estemos solos juntos. —Ash sonríe, porque la sonrisa de Okumura es contagiosa y en este momento parece que puede curar cualquiera de sus males.

—Eres tan irracional. —Bufa con una falsa molestia.

—Y tú eres tan lindo.

Boss! —Antes que pueda responder alguna cursilería el chillido de Bones le pone la piel de gallina, sus zapatillas se clavan en el piso de granita, el pánico arremete en su corazón, ya vienen.

—Mierda. —Gruñe, sin ser capaz de soltar la mano de Eiji, sucumbiendo directamente al terror con los pasos de sus subordinados acercándose—. Mierda, mierda, mierda. —Masculla, debe pensar en algo, en lo que sea, vamos, su cerebro es brillante y su inteligencia es superior, no ha vencido a miles de pandillas contrarias para rendirse ahora, sin embargo, su cerebro está congelado, como si recién hubiese comido un granizado helado.

—¿Ash? —Y entonces alza su camiseta y esconde a Eiji dentro de la tela—. ¿Qué diablos?

—Shh. —Le pide, abrazando al moreno que se encuentra bajo su polera negra como si fuese lo más normal del mundo, ahora que lo considera podría haberlo tapado con la camisa de cuadros pero eso habría implicado dejar su retaguardia al aire y ¿hola? Todavía tiene dignidad que proteger—. Guarda silencio y me desharé de ellos pronto.

—¡Pero...!

Boss! —Claro que deben ser Bones y Kong quienes lo importunan, impresionan tener el hábito de molestarlo bastante arraigado—. Los chinos se retiraron luego de que Shorter noqueara a la víbora.

—¿Lo noqueó? —Repite atónito, vaya, Wong sí que tiene maneras agresivas de demostrar el amor.

—Sí, pero parecían estar inmersos en una discusión marital antes de eso. —No debería sorprenderle luego de tan horrible confesión de parte de Shorter el otro día, todavía le da escalofríos y le provoca arcadas imaginárselos juntos, los opuestos se atraen, recuerda y ríe, Eiji se siente calentito sobre su pecho—. ¿Jefe?

—¿Sí? —Intenta actuar natural, acomodando sus manos encima de sus caderas e inflando su pecho.

—Hay una persona dentro de su camiseta.

—¿Dónde? —Kong alza una ceja más que indignado, okey, esto debe verse como un acto de idiotez.

—Ahí. —Pero Bones es ingenuo y vuelve a apuntar—. ¡Ah! ¡Sabía que escondía una novia! —Y es así de simple excusarse, en teoría no es mentira, sí tiene a su pareja metida ahí abajo, la omisión es tan indefensa y simple en el género, da igual.

—Sí, ella es tímida. —Entonces el colmilludo se agacha para mirarle las piernas, siente a Eiji tensarse bajo su polera, pegándose aún más a su pecho en busca de protección—. También es peligroso que sepan su identidad con todo esto que está pasando con Arthur.

—No sabía que era tan romántico. —Kong impresiona genuino en sus palabras—. Eso es muy tierno.

—Su chica se ve linda. —Bones recorre las caderas de Eiji con una mirada de arriba hacia abajo—. Aunque está algo peluda.

—¡¿Qué?! —Ash tiene que contener una carcajada entre sus mejillas ante el jadeo ofendido.

—Sí, tiene pelitos.

—¡Claro que tengo pelitos! Soy un hombre. —Grita en voz baja solo para sus oídos, y como Aslan es muy maduro no vacila en aprovechar esta instancia para molestarlo.

—Luego la llevaré a depilarse, qué vergüenza. —Le da palmaditas dónde se encuentra su cabeza por encima de la polera—. Así podrá usar las faldas que tanto me gustan. —¿Y qué hace el desgraciado?

Lo muerde.

Literalmente, muerde a Ash.

—¡Ah! —El más joven cae de bruces contra el piso—. ¡Me mordiste!

—¡Claro que te mordí! —Eiji tiene las mejillas cubiertas de un rojizo brillante e intenso—. ¡Todo eso fue bastante grosero!

—¿Acaso es grosero que tengas pelos en las piernas?

—¡Tú también tienes! Incluso en el pecho. —Jadea apuntándolo acusatoriamente, como si su camisa de repente fuese transparente y todos pudiesen ver sus vellos dorados—. Rubios y todo pero están, los vi ahí dentro.

—Ahí abajo también, ¿quieres ver?

—¿De verdad? ¡Déjame ver!

—Ejem. —Bones y Kong tosen perplejos por tan extraño intercambio de insultos y coqueteos—. ¿No nos va a explicar, jefe? —El más alto se muestra impermeable y lo corrobora cuando lo ve cruzar los brazos por encima de su pecho y pararse con firmeza ante las canchas de deportes.

—¡Él es...! —Bones por otro lado parece estar sufriendo un ataque cardíaco, se ha agarrado el pecho con violencia mientras mantiene la boca abierta y balbucea un tren de incoherencias—. ¡El Fly boy!

—¿Me conoces? —Eiji luce repentinamente tímido cuando el colmilludo toma sus manos con mucha admiración, es casi como si flotara hasta el japonés para tocarlo.

—Todos conocen al Fly boy. —Suspira maravillado—. Soy tu admirador, te amo.

—¿Te gusta el salto de pértiga?

—No solo eso, creo que eres genial por patearle las pelotas al jefe. —El aludido esboza una mueca de puro desagrado, como si estuviese oliendo algo podrido arruga la nariz y alza el labio superior.

—Tu lealtad se fue al caño, Bones. —Kong lo regaña, reafirmando su fe en la fidelidad de la pandilla.

—No es mi culpa, realmente quería conocer a Okumura. —Lo dice con una voz empalagosa que saca caries con facilidad—. Te he estado observando todo este tiempo.

—G-Gracias. —Le resulta extraordinariamente linda la timidez que muestra y molesta también, ¿por qué se avergüenza ante este chimuelo y no ante él? El feo consigue los mimos y el considerado que lo muerdan casi en el pezón, vaya injusticia—. Eso es muy dulce de tu parte.

—¿Qué hacen ustedes dos juntos? ¿Estaban peleando? —Si bien, la ingenuidad de Bones sería todo lo que necesitarían para cubrir sus huellas.

—No se veían peleando. —Kong está acá y tiene más sentido común del que debería—. Tenían toda otra clase de vibra. —Aslan traga duro, tomando la mano de su subordinado para pararse de un solo tirón, sus zapatillas se clavan contra los adoquines de cemento y su camiseta ha quedado entierrada.

—Lo podemos explicar. —Refiere con la mente un poco más clara—. Pero necesito que guarden del secreto.

—¿Por qué no nos invita una cerveza, jefe? —Kong abraza a Ash con su brazo derecho y a Eiji con el izquierdo—. Tengo mucha intriga por su relación.

La clave para la amistad es rodearse de personas mejores, eso es cierto, no obstante, aquello puede convertirse en un arma de doble filo cuando subyace inserta una asimetría de poder, se vuelve toda una tortura tener que lidiar con personas más amables, generosas e indulgentes si debe mandarlas, protegerlas y responsabilizarse a fin de cuentas. Supone que ese fue el problema con Arthur, Arthur no es mejor en las cosas deseables, no porque Aslan se crea gran cosa, pero el pandillero era mejor en todas esas cosas equivocadas: en la avaricia, los celos, la deshonestidad y la cólera. A pesar de lo que Eiji le ha dicho de no hacerse responsable por las acciones de los demás, en parte es su culpa el no haber contenido más a esa hiena, el problema crece y crece. Más, solo cuando Kong relata frente a la barra las consecuencias que esto les ha traído con los chicos, comprende lo vasto que ha crecido y debe aceptar que ya no tiene ese poder entre sus manos.

—Si Arthur sabe que tú y Okumura están en una relación saldrá herido. —Aún bajo la espuma la voz le sale ásperamente serena—. No va a perdonarte por mandar a cazar su cabeza y buscará la forma más ruin de vengarse, ya lo conoces.

—Ya salía herido antes. —Eiji proclama al lado, sus dedos se encuentran apretando con firmeza una jarra de bebida (mañana tiene entrenamiento y no puede tomar) sus yemas sangran calidez hasta el cristal iridiscente, quedando plasmados entre los bordes del logo—. No le tengo miedo y mi propia pandilla me puede respaldar en eso.

—¿Tu pandilla te querrá sabiendo que estás en una relación con el jefe?

—Yo no...

—¿Acaso no te verán como un traidor?

Silencio.

—Lo supuse. —Kong suspira, bebiendo de golpe el líquido ambarino que abunda dentro de la jarra, el alcohol cae hasta la barra de madera como un barco hundiéndose en altamar—. No les digo esto para regañarlos, al contrario, estoy contento de que finalmente alguien aguante al jefe.

—¿Gracias?

—Pero es mi responsabilidad hacerles saber del peligro que enfrentarán, si Okumura deserta de su pandilla no podemos asegurar que todos acá lo acogerán y tendrá el doble de enemigos. —Eiji baja su mentón con decepción hacia su vaso, delinea los bordes de vidrio con suma lentitud, ahogándose en sus pensamientos, sumergiéndose dentro de las burbujas de gas.

—Lo sé. —Musita—. Estaba consciente de los riesgos a los que me enfrentaría si me enamoraba de Ash, pero fue inevitable. —Y el corazón le duele tanto al verlo vulnerable.

—No me importaría enfrentar al mundo entero por ti. —Le confiesa frente a los chicos, tomando su mano y jurándose no soltarla jamás—. Te protegeré.

—Eso es algo gracioso de escuchar considerando que antes querías patearme el trasero.

—Tal vez solo quería marcar tu trasero. —Y eso lo hace reír.

—Idiota. —Sonríe—. Mi americano idiota.

—¡Esto no es justo! —Bones chilla, no teme mostrarse como el simp que es, restregándose sobre la mejilla del moreno una y otra vez—. No es justo que no puedan estar juntos por esta guerra, lo odio.

—No se ven demasiado sorprendidos. —Ash se defiende, alzando levemente su guardia y deseando bajarla—. ¿Por qué? —Bones y Kong intercambian una mirada sospechosa que le pone los pelos de punta, le hiela la sangre y le corta la respiración, algo se traen esos dos, piensa y tiene razón.

—Bueno... —El colmilludo alarga la «o» igual que un chicle—. Teníamos la sensación de que tarde o temprano pasaría algo entre ustedes dos, su tensión sexual era bastante obvia, incluso peleando no se podían quitar de arriba del otro, eran intensos.

—¡Oye! —Grita con las mejillas rojas—. No es verdad.

—¡Por favor! —Bones resopla, tomando de golpe una jarra de cerveza—. Era obvio.

—No tan obvio.

—Obvio para todos menos para ustedes, parece. —Kong ríe, revolviéndoles el cabello—. Me alegro de que hayan podido arreglarse, tenía el presentimiento de que se llevarían bien. —Aunque Ash no lo dice en voz alta, se siente muy afortunado de haber conocido a personas tan maravillosas para estar bajo sus órdenes y su responsabilidad.

Gracias por llevar tanto tiempo a mi lado.

Los quiero.

Es curioso, cuando Aslan inició su pandilla fue con el objetivo de sentirse seguro y no verse temiendo desvalido otra vez como cuando era niño, no esperaba que él se convirtiese en el protector de otras personas, sabe que inspira respeto en Nueva York, que es afable en la superficie pero por debajo se esconde una determinación gélida que le da esa reputación de bestia. Sabe que hay rumores acerca de su pasado en Cape Cod y si es un asesino o incluso un prostituto, y aun así, lo escuchan, sabiendo que mantendrá a los enemigos fuera de territorio, no lo subestiman. Por eso es...raro ser protegido por sus subordinados (más considerando que son Bones y Kong), si ambos fueran unos sedientos de poder podrían perfectamente delatar su relación con Eiji y salvarse. Pero no lo han hecho, en contra de esas expectativas pesimistas lo han apoyado y supone que tal vez eso los haga amigos, y que solo tal vez pueda bajar sus muros un poquito para que echen un vistazo.

—Gracias por confiar en nosotros.

—¿Eh?

—Bones y yo... —Es Kong quien se encuentra hablando—. Nosotros lo valoramos mucho, jefe. Usted es la única persona que ve a personas tan invisibles y problemáticas como nosotros, usted nos salvó en nuestro peor momento y nos sentimos en deuda por eso, incluso Alex lo piensa. —Esa confesión le deja un resqueme amargo entre los labios, sus dedos trepidan contra la jarra de cerveza, el pecho le duele y el latido le punza—. Lo que trato de decirle es que nos alegra verlo contento.

—Kong.

—Y aun si va contra las reglas de la pandilla, nosotros lo ayudaremos para que alcance esa felicidad, usted es quien tiene nuestra lealtad, usted es quien nos ha cuidado y es a usted a quien seguiremos, no a cualquiera que gobierne, espero que no le importe, lo queremos.

—Yo... —No tiene idea de qué responder, de pronto teme haberse vuelto un sentimental—. Gracias. —Pero es capaz de agachar la cabeza y permitirse concebir afortunado, el haber pasado tanto detrás de sus muros le impidió ver el tesoro que lo estaba esperando, tiene amigos y es amado, debió parar esos impasses mucho antes, aunque claro, sin Eiji nunca lo habría logrado—. También me importan.

—Y si Arthur llega a meterse con su amorcito nosotros le daremos una paliza. —Sonríe.

—¿Crees que tienen la fortaleza necesaria para darle una paliza?

—Entre Bones y yo, tal vez. —Musita—. Pero vale la pena intentarlo. —Su atención se ve atraída de manera automática hacia los chillidos de Bones y Eiji cerca del área de botanas.

—Sí. —Balbucea escondiendo una sonrisa contra la jarra—. Hay cosas por las que vale la pena luchar, supongo.

—Y personas. —Le corrige.

—Y personas. —Lo acepta.

Hay personas por las que vale la pena luchar.

Shorter.

Bones.

Kong.

Alex.

Eiji (sobre todo este último).

Quizás Max.

Pero ¿qué hay de Griff? ¿Qué hay del hermano que trajo guerra dentro de la casa? ¿Del soldado que nunca descansa y libra una batalla contra sí mismo y contra Aslan? Aunque probablemente la guerra no sea contra Aslan, sino contra esta idealización, esta suerte de invento que guardó en una caja de cartón mental compuesta por sus memorias, béisbol y una ternura que se esfuma con los ocho años, aunque es de esa manera para él también, si Ash sufre es por este invento que él mismo escribió de su hermano mayor, se pregunta si algún día serán lo suficientemente valientes para declarar tregua y ser capaz finalmente de mirarse.

—Aslan. —Aun sino tiene las respuestas para esto último acaba paralizado cuando lo encuentra ante la isla de granita en la cocina, tienen un sofá bastante cómodo, sin embargo, parece apegado a esos muebles que eligieron juntos y él los reemplazó—. Bienvenido.

—¿Dónde está el viejo? —No ver a Max en su día a día se le ha vuelto extraño y odia (¿odia? No, él teme) la naturalidad de la costumbre.

—Le están revisando el contrato para la conferencia en la universidad.

—Ah. —Y es su decisión, podría encerrarse en su cuarto como suele hacerlo o bajar todos los muros y permitirle ver—. Ya veo. —Elige arrastrarse hacia la isla de granita rosa e hilar el resto del plan en la marcha.

—Así qué... —Griff tamborilea sus dedos contra los bordes del mueble, sus ojos lo miran con mucha inquietud y curiosidad, eso lo pone nervioso, una vez escuchó que las mamás lo saben todo aun si no se los dices, cree que el mayor se asemeja en ese contexto—. ¿Estabas con los chicos?

—Sí.

—Con los chicos y... —El tamborileo se torna aún más insoportable contra sus tímpanos, sus piernas se han clavado con la rigidez de una tabla y la boca aún le sabe a tierra—. ¿Con Eiji? —Y como si ese nombre fuese una bomba no tardan las letras en caer una a una y desatar un caos dentro de su alma en una explosión de destrucción masiva, no es justo lo fácil que lo descoloca.

—T-Tal vez. —Escamotea, su mirada se entrecierra y de repente, es obvio—. Sabes algo.

—Tal vez. —Griffin le sonríe entretenido—. Estaba limpiando tu cuarto y encontré esto. —Una nota de papel se desliza por encima de la mesa, el horror no tarda en devorarle hasta los huesos.

«Estoy enamorado de Eiji Okumura», dice.

Mierda.

Mierda. Mierda. Mierda.

—Puedo explicarlo. —Mentira, ni siquiera pudo darle una explicación decente a los chicos—. Yo no...

—Aslan. —Pero Griffin toma su mano, deteniendo ese tren de catástrofe y distorsión cognitiva que amenaza con salir de la estación a todo vapor—. Está bien.

—No, no lo está. —Se pone a la defensiva, tomando su mano y dando dos pasos hacia atrás—. Nada está bien. —Se empieza a derrumbar y no lo entiende, había estado tomando con calma el haberse enamorado de Okumura, fue quien mantuvo la compostura y la firmeza, pero otra vez, tiene muchas ganas de llorar y hacerse pequeño, porque está asustado de perder a sus amigos y está asustado de que lastimen a Eiji por su culpa, tiene miedo, se juró no tenerlo nunca más y es inevitable.

—Aslan.

—No está bien.

Y entonces Griff lo abraza, lo abraza con ternura, sus brazos son diferentes a los que recordaba, son más firmes y duros, aun así, permite que lo estreche con fuerza contra su tórax, como si pretendiese esconderlo ahí dentro, dándole un refugio contra todas las explosiones que se desatan en la guerra, le acaricia los cabellos más cortos de la nuca. Tiembla, tiembla...tiembla. No puede evitarlo, llevaba conteniéndose meses para no abrazarlo y es tan cálido, está vivo, su hermano ha vuelto vivo de Irak y podría haberlo perdido, aun si no es la persona que se fue y se tardó en regresar, está acá, a salvo.

—Está bien, todo está bien, Aslan. —Le musita, presionándole un beso contra la frente, le hizo tanta falta, el más joven corresponde con brusquedad el abrazo, se aferra con desesperación a la espalda de su hermano y piensa en esa noche en Cape Cod, cuando el entrenador trató de sostenerlo de esa manera y se sintió jodidamente asqueroso.

—Lo siento. —Susurra en un apenas hilo de voz—. He sido injusto contigo desde que regresaste.

—No. —Lo ampara—. Yo he sido injusto contigo desde que regresé. —Y justo como si el tiempo no hubiera pasado Griff se encoge para arrodillarse y limpiarle la pena entre los pulgares, siempre han sido rasposos y ásperos, igual que los de papá y aun así, le transmiten una sensación completamente diferente de acogida—. Debí insertar a Max en tu vida con más cuidado, probablemente sentías que me perdías, ¿no es así?

—Sentía que sobraba. —Siento que sobro en realidad.

—Oh, Aslan. —Musita sin dejar de limpiarle el llanto—. El amor no funciona así, el amor no se divide entre más personas dejes entrar a tu corazón, se multiplica.

—Lo sé. —El más joven hunde sus dedos en los hombros del mayor, sintiendo la tibieza que gotea su piel debajo de su camiseta—. Lo sé.

—Es lo mismo con Eiji. —Y claro que usa esa nota para molestarlo.

—¿Te decepciona?

—¿Qué cosa? ¿Qué estés enamorado de un chico? —Asiente—. ¿De verdad le preguntas eso a tu hermano gay?

—Ya entendí. —Bufa—. No quería enamorarme de Eiji, es un irracional y solo me trae problemas.

—Vi cómo lo abrazabas el otro día, sé que no piensas eso. —Se burla el sabelotodo—. Supongo que el corazón algunas veces puede estar un poco loco para enamorarse de personas un poco locas.

—¿Te pasó así con Max? —Y esta es la primera vez que se atreve a preguntarle.

—Sí. —Quedan arrodillados ante el otro en el piso de la cocina, Ash se niega a soltarlo, en todo este tiempo no ha querido procesar que su hermano volvió a salvo porque en el fondo, esperaba perderlo otra vez, sea con Max, con la guerra o por sí mismo—. Max es el ejemplo perfecto.

—¿Cómo...? —Traga duro, intentando respirar—. ¿Cómo se enamoraron? —Un tenue rubor tiñe las mejillas de su hermano y lo hace sonreír como si una luz emanase de su interior.

—Tenía la impresión de que Max me odiaba. —Esa confesión lo toma por sorpresa porque ¡vamos!, su hermano es completamente adorable, imposible de odiar—. Solía usar un tono de voz muy duro para hablarme y ponía una cara de asco cuando le tocaban los ejercicios conmigo así que me sentía muy cohibido y lo evitaba, no quería darle problemas a nadie, quería irme a casa pronto y ya.

—Ese viejo mierdoso.

—¡Aslan! —Chilla—. Déjame terminar. —El más joven refunfuña amurrado, haciéndolo reír—. Como te decía, pasé con la impresión de que Max me odiaba casi todo el primer año, pero luego quedamos atrapados juntos en una emboscada, tuvimos que escondernos del enemigo por dos noches enteras y éramos la única compañía del otro, así que empezamos a hablar y empecé a verlo como la persona que era. Esa es la cuestión con la guerra, tienes que olvidar que los demás son personas, tienes que reducirlos y reducirte a algo inhumano o matar se vuelve enloquecedor. —Traga duro, el agarre bajo sus manos se tensa—. Yo estaba pasando por un mal momento, estaba muy estresado, tal vez había enloquecido un poco a esas alturas, estaba como...como un zombi, no sentía nada.

—Griff.

—Y hablar con Max fue bastante reparador, no sé qué hizo que me abriera tan fácil con él, el hambre o la sed, tal vez extrañarlos tanto a ti y a papá, no sé, pero cuando salimos y Max me cargó de regreso porque yo estaba demasiado débil para usar mis piernas, supe que me había visto como una persona real y eso me hizo llorar como un bebé, incluso yo había olvidado que lo era. —Ash no tiene palabras correctas para consolarlo, no obstante, se mantiene acá, en silencio, no le da frases clichés o le pide que sea más positivo, solo quiere decirle que lo ama.

—Te amo. —Y lo hace.

—También te amo. —Y aunque Ash no suele llorar por el dolor de los demás, llora por Griff esa tarde y por todo el horror que pasó—. Desde ahí nos volvimos inseparables. —Retoma el hilo de la historia con una sonrisa tímida y viva—. Una cosa llevó a la otra, supongo.

—¿Antes le caías mal a Max? —Pregunta con cierta reticencia.

—Oh no, le gustaba.

—¿Qué?

—Max no sabía cómo acercárseme y terminaba poniendo esa clase de caras que yo malinterpretaba.

—¿Qué clase de idiota haría eso? —Bufa, completamente ofendido.

—No me parece tan diferente a lo que haces con Eiji.

Touché. —Ríen, ríen y son capaces de mirarse—. Gracias por contarme esto. —Sin embargo, Griff niega.

—A veces como tu hermano mayor quiero protegerte del dolor y por eso me guardo estas cosas.

—No lo hagas. —Le pide—. Sé que tu dolor es solo tuyo y mi dolor es solo mío, pero... —Las palabras que Eiji le dijo la primera vez que realmente se vieron resuenan por su cabeza—. Llorar solo es muy triste y estar solo es mejor en compañía.

—Has crecido. —Lo dice con un tono melancólico y suave, como si finalmente se disipase la neblina entre ellos y fuesen capaces de vislumbrarse en el campo de batalla—. Has crecido mucho.

—Tú también has crecido. —Lo halaga—. Max te ha engordado.

—¡Oye! —El apartamento se llena de carcajadas—. Puedo apostar que Eiji te engordará.

—¿Con su comida apestosa natal? No gracias.

—¿Sigues enfadado porque lo dejé preparar natto?

—Casi muero intoxicado.

—Eres tan dramático. —Le limpia la pena una última vez—. Extrañaba estar en casa.

—Yo también. —Sonríe—. Extrañaba tenerte en casa.

Aslan se permite admitir lo contento que lo puso saber cómo se enamoraron, le alegra que Max con terquedad haya podido entrar en los silencios de Griffin y llenarlos de sonido, le da gusto que Griffin pudiera contarle más sobre la guerra aunque fuera muy poco, eso bastó para entender que Irak dejó un dolor enterrado en su corazón, que construyó un hogar ahí y Ash jamás podrá arrebatárselo, el dolor de Griff es de Griff y sería injusto privarlo de eso por muy doloroso que sea de mirar. Max llega a casa y cenan como una familia por primera vez, luego de las anécdotas, las charlas y la limpieza de los trastes Aslan va a su cuarto, se agacha, mira bajo su cama y saca esa caja repleta de cartas.

—Bienvenidas. —Les dice.

Y las lee.

Las lee porque su dolor es suyo y por primera vez, lo quiere.

Seguimos el siguiente capítulo profundizando un poquito más en la dinamica de Ash, Max y Griff porque me dan confort y es importante antes de dar el otro salto hacia Eiji lo que nos dará un poco más de problemas no solo por la presión, no se olviden que Fox está metido ahí, ojito. Mil gracias a las personitas que se tomaron el cariño para leer.

Ahora sí, nos deberiamos ver la otra semana.

Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro