Capítulo 10.
Hi~ Lo prometido es deuda así que acá estoy con la actualización de este fic, hay unas leves notitas abajo de cómo seguira el rumbo por si quieren saber, pero más allá de eso no tengo reportes, mil gracias por tanto.
¡Espero que les guste!
Ash presiona un beso silencioso contra la barbilla de Eiji, lo siente jadear y estremecerse bajo el roce y eso le encanta, el sonido le resulta casi tan emborrachador como el sabor impregnado a sus labios, se había pasado meses tratando de mitigar sus impulsos a tocarlo y a desearlo de esta forma, ahora que finalmente los deja salir se concibe adicto. Sus dedos le delinean la espalda, lo está apretujando con fuerza contra la cama y aun así, lo recorre con lentitud, queriendo grabar esto en un capítulo de su propia historia. Supone que le ha tomado demasiado tiempo desglosar lo mucho que le gusta ese terco porque en alguna parte de sí mismo sabía que era inconcebible, que tenía un rol que satisfacer entre sus subordinados, que debía hacerle justicia a su nombre y a la ferocidad implicada, ¡al carajo!
Aslan ha aprendido a tener las pelotas para hacerse cargo de su malestar, sí, y también de lo demás, de un amor que era obvio desde el inicio y enterró con tanta fuerza, con la misma fuerza que Griffin suprimió sus demonios en Irak y aun así, Irak vive dentro de su casa y lo toma de rehén, con la misma fuerza que el silencio asfixia a Shorter y este se deja ahogar, con la misma violencia que Barba Azul usó para convertirlo en ese niño desvalido y tullido siempre, no más, no será prisionero de su propia libertad.
Así que besa a Eiji.
Y lo besa. Y lo besa. Y lo besa. Y lo besa.
Y mierda, lo besa un poco más.
Y él ríe.
—¿Qué sucede? —Aslan pregunta deliberadamente bajo y sensual, apartándose de Eiji, mordiendo su labio inferior antes de soltarlo por completo—. ¿Quieres que me detenga?
—No, no es eso.
—¿Entonces qué es? —Su voz es jodidamente cariñosa y dulce, es una voz que no sabía poseía hasta que conoció a Eiji, la persona que hace lo imposible posible y lo irracional completamente legítimo.
—Me haces cosquillas. —Repite nervioso, su cabello es un desastre de rizos a medio formar encima de la almohada, sus piernas se encuentran enredadas y comprende que esta urgencia de tocarlo, de tener su atención y de ser quien provoque su brillo inquebrantable, siempre ha estado acá—. Tienes un poco de barba fantasma. —Esperando y esperando por él, solo por Aslan.
—¿La tengo? —El más joven acaricia su propio mentón, notando la leve aspereza a la que alude.
—Supongo que te pareces a Max. —El hijo de puta se burla con una sonrisita altiva y coqueta, Aslan tiene muchas ganas de callarlo a besos y maldición, lo hará.
—Max está feo.
—Ese es el punto.
—¡Oye! —Y entonces se dirige a atacar su cuello, divertido, sus palmas se han colado por debajo de la polera, le encanta su silueta tan masculina y tentadora, recorre los músculos del salto de pértiga, los siente derretirse debajo de sus yemas, es hermoso y atrayente—. Te haré tragarte esas palabras.
—¿Así como te tragas las salchichas enteras?
—¡Pequeña mierda!
—¡Ash! ¡Ya basta! —El japonés se retuerce sin aliento—. Hace cosquillas.
—Te dije que estábamos bien siendo la manada mientras no me hicieras enojar o el lince terminaría devorando al conejo.
—Demasiado literal. —Resopla, enredando sus brazos alrededor de Aslan—. Pero te lo dije ¿verdad? No me daba miedo ser devorado.
—Y a mí no me daba miedo devorarte. —Ambos ríen con timidez, sus frentes terminan juntas sobre la otra, el aire está densamente dulce en la habitación, el único sonido que se escucha son sus pulsos desenfrenados y sus jadeos acalorados—. Eso suena un poco gay, ¿no es así?
—¿Un poco? —Eiji alza la ceja con una sonrisa que Dios, debería quedarse para siempre, es preciosa y consigue que el calor se extienda en el rostro del más joven igual que un espectáculo de pirotecnia, supone que le gusta más de lo que ha admitido—. Bastante diría yo. —Supone que no es tan terrible hacerse cargo de él mismo si el mundo aún no se acaba—. Creo que te saqué del closet.
—No me sacaste del closet, me tiraste del closet. —Le sigue la corriente para vencerlo—. Mi encanto es irresistible, no te culpo por caer rendido. —El japonés frunce la boca con un falso gesto de concentración, sus dedos tamborilean encima de los omóplatos de Ash y eso le encanta.
—No es mi culpa que seas tan irresistible. —Eiji se inclina para presionarle un beso contra la clavícula provocando que todo su ser se estremezca y contenga un jadeo entre diente—. Eres la mezcla entre James Dean y Holden Caulfield. —Okey, ahora solo lo está molestando.
—Deja de usar a Hemingway y a Salinger para molestarme. —Gimotea.
—Pero si no hay nada más sexy en un hombre que le gusten Hemingway y Salinger, eso es candente, ¿no te lo había dicho?
—¡Eiji! —Y entonces le golpea la cara con la almohada y eso lo hace reír—. ¡Matas nuestro momento romántico!
—¡No! —Y claro que el terco debe intentar darle un rodillazo en las bolas—. ¡Tú matas el momento!
—¡Deja de intentar golpearme!
—¡Deja de asfixiarme! —Ríe y tira la almohada lejos, quedando aún más bajos y...vulnerables encima de la cama—. Supongo que eres como Yue en ese sentido. —Ni siquiera tiene la cortesía de disimular su mueca de asco, las entrañas se le retuercen y su calentura se esfuma en un santiamén, pensar en esa víbora definitivamente es un grandioso anticonceptivo.
—¿Qué podemos tener en común? —Finalmente pregunta, sabiendo que se arrepentirá—. Yo y esa serpiente maligna no nos parecemos en nada.
—El lenguaje del amor de los dos es la violencia.
—Supongo que haces esto con él también.
—Obviamente. —Sabe que quiere provocarlo, sin embargo funciona y Aslan odia sentirse predecible y tan evidente cuando se trata de este sujeto—. Esto es lo que Yue y yo hacemos en las reuniones.
—Creo que te odio.
—Tienes una extraña manera de demostrar el odio. —Aslan se arroja a su lado en la cama, su brazo sigue enredado en la cintura del moreno, se niega a soltarlo, a desprenderse de su tan desmesurada calidez o de dimitir el momento, piensa que es injusto, que hay instantes en que deberían dejar de correr las manecillas del reloj y solo quedarse así, tumbados al frente del otro, tocándose con cierta timidez y miedo, pero también...expectación—. ¿En qué piensas?
—En las ganas que tengo de callarte con un beso.
—Esa es la única manera en que puedes ganarme. —Y Eiji sonríe con esa misma sonrisa que ilumina hasta las galaxias más oscuras y lleva a los viajeros perdidos a ser encontrados, le sorprende siendo franco, no se imaginó que Okumura se le confesaría, no porque sea un cobarde o poco tenaz, todavía le cuesta hacerse cargo de sí mismo, ese es el tema, el mundo es complicado y confuso—. Es trampa para nuestras discusiones.
—No me parece trampa, más bien, usar la cabeza.
—Idiota.
—El idiota al que llevas besando desesperadamente horas y le acabas de declarar tu amor. —Y claro, como Eiji es un irracional lo patea aunque se recueste encima de su pecho.
—No hagas que me arrepienta.
—¿De qué?
—De haberme enamorado de ti.
—Yo no...
—Porque estoy muy enamorado de ti, Aslan. —Y esto lo hace sonreír efectivamente como un idiota.
Es aquí cuando Ash se da cuenta de lo pequeña que era la prisión donde él mismo se había encerrado bajo llave, recuerda que una vez Shorter le contó que lo sentía como una caja fuerte con claves que son imposibles de adivinar resguardada tras un muro blindado y ese muro blindado a su vez por una gran puerta de seguridad, le dijo que era impermeable y aunque al principio le restó importancia al arrojar la metáfora lejos, ahora cree entenderla diferente. Aslan se encerró a sí mismo dentro de la caja fuerte, no puso ningún secreto ahí, sino que se metió y redujo su mundo a eso, ahora que mira aterrorizado la portilla abierta se da cuenta de lo complicado, confuso y doloroso que puede ser ese mundo real, uno donde quienes ama sufren y merecen ser vistos, uno donde incluso los adultos más fuertes son huérfanos de la guerra, es mejor así, se siente como si hubiese sido ciego y recién diesen a sus ojos el don de la vista, pero tal vez, eso no es cierto.
El mundo siempre ha estado ahí solo que Ash no lo pretendía ver, Ash no se pretendía ver a sí mismo, irónicamente, viendo a Eiji aprendió a ver a los demás.
Tal vez esa es la diferencia entre adultos que admira como Griffin y los niños resentidos como él, y aunque aún no está a la altura...
—Estoy muy enamorado de ti, Eiji. —Ya no es un niño, eso es seguro—. Estoy loco por ti. —El aludido enrojece hasta la nariz por tan repentinas y suaves palabras, su boca tiembla, sus pupilas se profesan dilatadas bajo la luz del alba y es hermoso, hermoso en el sentido transcendental de la palabra, aún si suena como un romántico cree que desde que el japonés lo consoló no hubo marcha atrás.
—Ash... —Y el moreno lo mira tan pero tan asustado—. ¿Qué vamos a hacer? —Sabe perfectamente a lo que se refiere—. ¿Cómo vamos a hacer esto? —Y tiene muchas ganas de bromear y escamotear el tema ya que ¿hola? Los mecanismos de defensa no se esfuman al desearlo y ya.
—No sé. —Pero hacerlo implicaría en cierta medida invalidar al pertiguista y no lo hará—. ¿Esto no te parece extraño?
—¿Qué cosa? —El colchón cruje y las sábanas terminan de caer al suelo cuando lo siente inclinarse.
—Nosotros.
—Oh.
—Oh. —Aprecia a sus tupidas cejas tensarse mientras sus mofletes se inflan y mierda, quiere besarlo otra vez.
—No es tan extraño. —Eiji se inclina, sus dedos se enredan en el flequillo dorado del más joven, sus palmas no vacilan al cepillarlo—. Si lo piensas siempre hemos estado encima del otro. —Es imposible refutar eso, es la santa y única verdad.
—Pero no de forma tan gay. —Y aun así lo hace solo para ganar—. Aunque mirando hacia atrás creo que solo quería tu atención o algo así.
—¿Qué eres? —Se ríe—. ¿Un niño de primaria? —Aslan esboza un puchero absolutamente maduro para manifestar su rabia.
—Fuiste la única persona que tuvo el coraje para enfrentarme a pesar de los rumores, eso me cabreó bastante, pero también... —Se permite liberarse, sacando el aire putrefacto que la censura dejó bajo su corazón—. También eso me encantó, era divertido competir solo para ganarte, me gusta que me des esa atención a mí, que te desespere y que corras directamente a mí en plena pelea, porque para nosotros jamás existió alguien más, siempre se trató de enfrentarnos y eso era muy divertido.
—¿Acaso eres masoquista? —No alcanza a quejarse de la burla cuando el moreno presiona un beso encima de su frente—. Supongo que es lo mismo para mí, pero auméntale la presión.
—¿Presión? —Asiente.
—¿Crees que las personas no se crean expectativas cuando eres el rival del lince de Nueva York? —Ni siquiera lo había considerado siendo sincero, porque claro, Aslan es fuente de rumores y de malas lenguas, no obstante, se le olvida de vez en cuando cómo esto puede afectar a quienes ama u odia.
—Lo siento.
—Oh, Aslan. —Le encanta la manera tan suave en que musita su nombre—. No te disculpes.
—Pero son rumores acerca de mí.
—Con mayor razón no debes tomar responsabilidad de eso. —Entonces arroja un largo y amurrado resoplido.
—Primero me dices que me haga responsable y luego que no, decídete. —Pero Eiji se limita a mirarlo con tanto cariño que lo deja paralizado en un trance, si fuese un felino real apuesta que ronronearía.
—Tienes un punto. —Sonríe, acomodándose un mechón detrás de la oreja—. Quise decir que tomar la responsabilidad de tus acciones es sanador, pero tomar responsabilidad por las acciones del resto es algo que no puedes hacer, no tienes control sobre lo que los demás hacen, pero sí tienes el control de lo que tú haces con eso.
—¿Eh? —Aslan se inclina y le sonríe con coquetería—. No sabía que eras tan sabio, onii-chan. —Ese apodo le despierta un pequeño tic en el ojo, definitivamente lo va a seguir usando para molestarlo.
—Soy muy sabio. —Susurra, permitiendo que Aslan le sostenga los mofletes—. Lo sé todo sobre los leopardos y Hemingway.
—Eso es tan sexy, bebé. —Le ronronea en la oreja.
—Lo sé. —Pero Eiji ríe—. Conozco tus fetiches.
—Conejo tramposo.
—Lince mañoso.
Lo besa.
¡Joder! No puede ser normal querer besar tanto a otra persona y aun así, lo provoca de sobremanera estrujar el cuerpo de Eiji contra el suyo con dureza, devorar sus labios, apretar con descaro desde la cintura bajo su camiseta hasta sus caderas, es pura electricidad. Apenas Okumura jadea para tomar aire, Aslan aprovecha de meter su lengua profundo, consiguiendo que su compañero se estremezca y se derrita ante esos toques, dejándose caer en la cama y clavando sus uñas sobre los hombros del lince. Un placer desconocido lo inunda, es extraño pero emocionante, no yace espacio para respirar, ambos se restriegan, un gruñido escapa de lo más recóndito de su garganta mientras siente el dulzor invadirlo al besarse con más intensidad. Ya no puede esperar, necesita más, mucho más.
Ash hunde sus dedos en esa cabellera espesa y negra, lo apoya contra la cama, mata cada minúsculo espacio que queda, el toque es suave y sedoso entre sus yemas, sentirlo lo prende y hace saltar con ferocidad su corazón.
—A-Ash... —Brinca un latido cuando Eiji lo llama con una voz soporíferamente aterciopelada—. Para un segundo.
—¿Demasiado rápido? —Cuestiona sin saber cómo lidiar con este abanico de emociones nacientes.
—Demasiado intenso. —Pero él se ríe, alzando su mano para acariciarle las mejillas, sus labios dulces se encuentran terriblemente hinchados luego de tanto besuqueo y en sus ojos de ciervo pende una chispa oscura que le gustaría desentrañar—. Esto... —Y de pronto, Eiji está apretando con temor sus hombros, intentando estrecharlo contra su cuerpo como si pudiese esfumarse, vuelve a repasar ese significado para su nombre, «Ash» como las cenizas, como elegir quemarse o desvanecerse.
—¿Qué ocurre?
—¿Esto en qué nos convierte ahora? —Y finalmente lo deja escapar.
—¿Qué no es obvio? —Eiji niega—. En presa y depredador. —Y el desgraciado frunce el entrecejo y literalmente lo patea, queriendo tirarlo de la cama—. ¡Oye!
—Eres de lo peor. —Se queja, dándose vueltas amurrado hacia la pared—. Yo hablaba en serio.
—Lo siento, me pasé. —Recuerda la primera disculpa que le dio y se ríe, mirando hacia atrás sin los lentes del negativismo que lo empañaban todo vislumbra lo natural que esto se ha dado, aunque ya no se culpa, no más, si se aferró tanto a esa etiqueta fue por algo, fue porque en algún lugar dentro de sí mismo eso lo hizo sentir seguro y ya—. ¿Tienes miedo de perder a Yut-Lung?
—Eso me aterra. —Eiji se aparta de la cama, usándola para sentarse, para hundir sus pies sobre esas frazadas con pájaros feos mientras su espalda se apoya en la pared, Aslan imita la posición—. Es mi mejor amigo, yo no quiero que... —Y de repente, luce extraordinariamente pequeño otra vez—. No quiero que me odie por traidor.
Y otra vez vuelve a encontrar la vida, su mundo y la realidad demasiado difíciles. Piensa en Cape Cod y en la cabaña del entrenador, en el jardín había un árbol negro y moribundo, con una sola rama del ala derecha que tiritaba con la lluvia y la hacía especialmente fea y resbaladiza, se recuerda mirando por la ventana aquel deprimente árbol mientras Barba Azul le preparaba cocoa y adentro estaba tan calentito, recuerda no haber tenido ninguna razón particular para no estar agradecido en compañía, después de todo, le preparó cocoa para consolarlo porque extrañaba a Griffin y Jim estaba en el bar atendiendo y aun así...se vio a sí mismo como ese deprimente árbol. Y se sintió así, como si estuviese aferrándose con fuerza a su única ramita a pesar de la lluvia violenta.
Mirar a Eiji ahora es mirar este árbol tan frágil y querer resguardarlo con un paraguas.
—¿Quieres que finjamos que esto no pasó? —La angustia en su voz es obviamente dolorosa, Ash no es la persona más fuerte para sostener un paraguas bajo la tormenta, más cuando la tierra se rompe a sus pies en un agujero profundo del que ni siquiera ve final, se encuentra petrificado.
—No. —Porque sabe que si caen a ese agujero no saldrán—. No quiero eso.
—Pero tampoco quieres perder a Yut-Lung. —Y le da rabia, Eiji siempre debe elegir entre elecciones que son menos malas, no entre lo que genuinamente quiere y Ash no lo fomentará—. ¿Estaría bien si intentáramos hacer las paces entre las pandillas?
—¿Eh?
—Eso. —No es el hombre más maduro del mundo ni mucho menos el más experimentado—. ¿Hacer eso te dejaría más tranquilo? No te puedo garantizar que funcione, pero te prometo que trataremos de llegar a un consenso a pesar de mi odio por la víbora, ¿eso te agrada?
—Sí. —Y el brillo regresa a sus pupilas con una belleza arrebatadora—. Esa es una grandiosa idea.
—No creo que la víbora me escuche.
—Yo puedo incitarlo a escucharte.
—¿Debo preocuparme por su amistad de heterosexualidad dudosa? —El moreno bufa, divertido, su brillo juguetón y travieso regresa y eso debilita su corazón un poco más.
—No te preocupes, Yue también prefiere el rol del pasivo, así que no podríamos funcionar, no como tú que seguramente prefieres ser el activo, te he imaginado bastante. —Se calla, ruborizándose con violencia, vaya, al parecer ha dejado escapar un pensamiento de más. Ash se inclina cual depredador ante su presa.
—¿Eh? —Su sonrisa de Cheshire es seductora—. Entonces has pensado en mí y en el rol que tomarás cuando te devore.
—Y-Yo no....
—Has pensado en mí arriba tuyo . —Le susurra a la oreja con un tono extraordinariamente grave y bajo que le hace trepidar las piernas—. Yo también he pensado en ti, onii-chan. —Se inclina todavía más, atrapando con sus dientes el lóbulo del japonés, sintiendo sus jadeos contenidos quemarle del cuello hasta el mentón, deleitándose con el temblor excitado que provoca en su cuerpo, es tan sexy.
—Ash.
—¿Acaso no lo has deseado ni una sola vez? —Sus manos se cuelan dentro de la camiseta de Eiji en un toque impaciente y voraz—. Porque yo sí.
—¡Eiji! ¡¿Por qué diablos la puerta está cerrada?! Olvidé mis llaves otra vez.
—Mierda. —Okumura lo aparta de un solo golpe con su típica brusquedad—. ¿Acaso es tan tarde?
—Es de mañana.
—¡¿Nos estuvimos besando toda la noche?! —Grita en voz baja—. Tienes que irte.
—No hay problema. —Y claro que como Ash es cool y debe dejar impresionado a este sujeto piensa en una solución digna de sus 200 puntos de IQ—. Puedo saltar por la ventana.
—Esa es una terrible idea.
—No lo es. —Le guiñe un ojo con coquetería—. Los gatos siempre caen de pie. —Eiji impresiona ser devorado por el pánico de los chirridos a través del pomo, así que no discute, cediéndole una victoria silenciosa tras alzarse en la punta de sus pies y apenas besarlo.
—No se te ocurra morir ahora que finalmente nos hemos confesado. —Lo amenaza—. Escríbeme al llegar a tu casa para saber que estás a salvo.
—Sí.
Y claro que Ash no cae de pie al tirarse por la ventana.
Mierda, seguramente se fracturó el coxis.
No se arrepiente por supuesto, nunca se ha arrepentido, ni una sola vez en su vida desde que eligió recuperar el control, así que se sacude los jeans, se tira el cabello para atrás y se dispone a retornar con naturalidad a su propia pandilla. La situación con Arthur no solo se les salió de las manos a esos chinos, sino que también a su propio bando, la última vez que ese tipejo usó arma blanca en la pelea acabó con los nudillos cercenados como castigo, pensó que había aprendido y esperó que lo hiciera, es demasiado complicado de controlar, igual que una hiena.
Los chicos lo reciben en el bar con jarras de cerveza y bocadillos, Kong está refunfuñando algo acerca de la universidad mientras Bones se cuelga de su cuello, Shorter vislumbra entretenido la escena sin intervenir, sus lentes penden encima de un nuevo moretón y una punzada le arde en el corazón. Quiere hablar con él, quiere cambiar las cosas entre ellos dos y es tan difícil si cada uno se encierra en su propio dolor. ¿Cómo cambiar si el cambio es estático?
Habla conmigo.
Cuenta conmigo.
Somos amigos.
—¡Arthur está fuera de control! —Pero el chirrido de Bones inaugura la reunión—. Rompió nuestros códigos llevando un arma blanca a la pelea.
—¡Sí! ¡Necesitamos castigarlo! —El público exige sangre—. ¡Jefe! —Y él más que encantado le dará a la multitud lo que necesita para satisfacerse, alimentará al monstruo.
—¿Dónde está? —Ash gruñe, golpeando la jarra de cerveza contra la barra para captar la atención del resto y obtener ese tan vanagloriado respeto, le gusta tener el poder y el control, aunque tenerlo implique un arma de doble filo—. ¿Dónde está ese bastardo?
—No vino. —Porque tener poder sobre alguien implica adquirir responsabilidad—. Probablemente sabe lo que hizo mal.
—Y aun así tiene el coraje para faltar. —Ash suelta una carcajada áspera—. Vaya.
—Sí que tiene pelotas para romper la ley y creer que se saldrá con la suya. —Y algo en sus palabras le es extraordinariamente jodido y retorcido, siente a su estómago erupcionar en olas de amargura, furia y recelo expandirse hacia su tráquea, es una bomba por estallar—. ¿Qué haremos con él?
—¿Qué crees que haremos con él? —Pregunta despacio, la manera en qué sus subordinados miran sus acciones y sus gestos, esperando poder recibir de su mano una especie de justicia divina, es casi como si lo creyesen Dios o rey, príncipe de las tinieblas o portal infernal—. Vamos a darle un castigo ejemplar para que esto no vuelva a suceder, nosotros no asesinamos, si quieren ir a hacer esa clase de trabajos estoy seguro de que otras pandillas los recibirán, pero no toleraré esto.
—¡Además se metió con la presa del jefe! —Eso le punza el corazón igual que una daga filosa y muy envenenada justo en los pulmones, expandiendo el mal, ramificándolo por doquier.
—¡Sí! ¡Escuché que quiso fracturarle el tobillo otra vez!
—Ese hijo de puta. —Gruñe por lo bajo con tanta cólera que si tuviera a Arthur enfrente piensa que lo mataría con sus propias manos, pero tiene rabia, una rabia salvaje y dura, es incontrolable—. Les repetiré otra vez esto por si no les ha quedado claro. —De un salto Aslan se para encima de la barra, aplastando las cervezas y las botanas, no le importa, no le importa nada más que ese respeto gélido en las pupilas de sus subordinados—. ¡Okumura es mío! —La multitud vitorea.
—¡El jefe lo destrozará!
—Y cualquier persona que se atreva a lastimarlo a mis espaldas, se las verá conmigo. —El público se atreve a soltar un grito exaltado y emocionado, como si acabase de hacer una declaración de guerra en lugar de una confesión disfrazada bajo el recelo y la furia, una furia consumidora que esconde su fragilidad suave, debe mantener seguro a Eiji a toda costa.
«Debes protegerlo», vuelve a sonar en su cabeza.
Protégelo. Protégelo. Protégelo.
—¡¿Entendido?!
—Yes boss!
—¡Bien! —Gruñe—. ¡Y quién me traiga la cabeza de Arthur será bien recompensado!
—¡Ash! ¡Ash! ¡Ash!
Este es el reino donde él es rey.
Aslan salta de la barra y se toma una jarra entera de esa cerveza asquerosamente rancia, las pelotas de pool chocan a la distancia bajo los chiflidos que le arrojan a las camareras. Piensa en lo que acaba de suceder y en las cursilerías que dijo, a la larga esta ¿relación? con Okumura le traerá demasiados problemas y es perfectamente consciente de eso, sin embargo no puede seguir ocultándose más de sí mismo, hacerse responsable implica eso, mirar lo más feo, desagradable y duro, no para cambiarlo o perdonar, a veces solo basta con mirar, aunque sea con el rabillo del ojo. Y una vez mirado lo que con tanto recelo se guardó su corazón, una vez vislumbrado que siempre ha querido la atención del japonés aunque sea a golpes, una vez entendió que siempre quiso acercársele en cierta medida, no hubo vuelta atrás.
Está enamorado de Eiji Okumura.
Está perdidamente enamorado y es un dolor de culo.
Refunfuña bajo la espuma del alcohol, cree que todos los seres humanos son lugares distintos, Griff es el cementerio que dejó una guerra, Max es una guerra todavía consumándose, Wong es como un callejón oscuro donde trafican secretos en la noche y de día se ve como un paraíso, Kong, Alex y tal vez Bones son una escuela de infancia que derrumbaron por falta de presupuesto, ¿y Ash? Ash es la gran fortaleza rodeada de muros impenetrables para protegerse de los demás, usa la excusa de que sus muros lo hacen sentirse protegido cuando realmente lo llevan a una existencia triste y...solitaria.
Nadie debería atravesarlos jamás.
Nadie, ni siquiera un pertiguista.
Y aun así, Eiji fue el primero con la fuerza suficiente para saltarlos y encontrarlo, y Ash sabía que era demasiado bueno, pero se dejó llevar. Y ahora, con una jarra sucia de cerveza en las manos, con los chicos gritando en medio de un partido de pool, con Shorter tarareando al lado, comprende que en algún momento deberá elegir entre esto: su pequeña vida y Okumura. Y no tendrá un final feliz sino encuentra una manera de ponerse un alto a sí mismo.
—Esto de Arthur es un problema. —La voz de Shorter es áspera y gangosa, como si acabase de tener un resfriado y recién ahora la estuviese recuperando—. Los chinos no me caen bien, pero es pasarse de la raya llevar un arma blanca, Sing tiene apenas edad suficiente para cambiarse el pañal.
—Te escuchas apegado. —Ash tararea, recorriendo con la punta de sus yemas los bordes de la jarra, se encuentran sentados al lado frente a la barra, son los únicos hombres en esa parte de la cantina, los otros se profesan demasiado ocupados en el partido de pool.
—¿Apegado? —Asiente.
—A ese niño.
—Sing.
—El chiguagua de Chinatown. —Y entonces Wong resopla, acomodándose los anteojos hasta el arco de la nariz, solía creer que los usaba en una declaración de odio a la moda o un intento patético por verse genial, ahora cree que estos lentes lo ayudan a guardar secretos y a construir muros.
—Él debe odiar que le digan así.
—Pareces conocerlo mucho.
—¿Por qué no solo me preguntas lo que me quieres preguntar, Ash? —Shorter suelta la lata y se da media vuelta encima del banquillo, no lo suficiente para despegarse de la barra, pero sí lo necesario para que se queden mirando—. ¿O vas a seguir con este juego? —Y podría hacerse el tonto, pararse, volver y fingir que no ha pasado nada.
—¿Cuál es tu relación con los chinos? —Pero no lo hará.
—Bueno, soy chino por si no te has dado cuenta.
—Sabes a lo que me refiero. —Wong baja el mentón con una sonrisa tan desconsolada que le punza el corazón y marchita las espinas alrededor de sus muros, ¿siempre se vio así de melancólico con el tema? Y si es de esa manera, ¿cómo no se dio cuenta antes?, ¿acaso son amigos sino hacen más que enfermarse? Porque el silencio enferma, es enloquecedor decirse que son amigos cuando en verdad son un campo minado—. Shorter...
—¿Cómo va tu relación con Griffin? —Y acá va otra vez.
—Yo no...
—¿Cómo vas con Max en la casa? —Quedan dentro del mismo impasse del que no han podido salir durante años—. ¿Cómo vas con tu familia? Cuéntame.
—Eso no tiene nada que ver.
—Lo tiene todo que ver. —Se defiende con la quijada tensa y tiritona—. Cuándo tú estés dispuesto, cuándo tú quieras contarme uno de tus secretos y dejar de esconderte detrás del rol de líder te voy a pagar con la misma moneda.
—Me estás tratando como si yo fuera el malo entre nosotros dos.
—¿Acaso no lo eres?
Y es así como funciona su relación, Ash toma el papel de villano al resguardarse detrás de sus muros y Shorter usa el papel de víctima al no poder atravesarlos, un ciclo que se fomenta hasta forjar todos los cimientos de su amistad. Ash es el villano que se niega a hablar y Shorter es la víctima de su duro silencio, Shorter hace sentir mal a Ash por el silencio y Ash guarda más silencio para no hacer sentir mal a Shorter, así funcionan, no obstante, ¿qué pasaría si uno de ellos se sale de su papel impuesto?, ¿qué pasaría si Ash baja los muros y es Shorter quien no posee el coraje para entrar?, ¿qué ocurriría si cortara el ciclo de raíz y renunciara a la comodidad y protección que le da ser el malo?
—El viejo me invitó a una conferencia que dará dentro de la universidad. —No lo sabe, más, se niega a quedarse en el rol de villano y a esconderse tras eso—. No estoy seguro de porqué le pedí que me invitara, quizás solo quería darle la oportunidad y conocerlo más, no sé, pero lo hice. Quería odiarlo cuando lo hice, quería que él me dijera que no le interesaba si iba, que intentaba ser amable en casa conmigo por Griffin, no porque de verdad le interesaba.
—Ash.
—Pero no fue así, mierda, él estaba tan contento, incluso derramó café sobre sus notas para buscar una invitación y que yo no me retractase, fue lindo. —Sus dedos se detienen alrededor de la espuma blanca—. Creo que todo este tiempo he estado buscando una excusa para odiar a Max en el silencio porque una parte de mí sabía que si hablaba con él descubriría que era un buen chico y era algo más sencillo quedarme en esa otra posición, donde él era un villano y yo una pobre víctima.
—Ash.
—Creo que quiero querer a Max.
—No tenías que contarme eso. —Y Shorter se ve realmente anonadado por la ruptura del impasse, no comprende qué nuevo rol le corresponde ahora que los muros están abajo y Ash lo está invitando a entrar—. No quería presionarte.
—No. —Lo detiene—. Quería que supieras. —Vuelve a pensar en la idea de que somos lugares, aún le cuesta dejar entrar a personas dentro de sus muros, sin embargo, supone que está bien, no deben quedarse para siempre, puede darles visas temporales, a Shorter, a Max, a Griff y a la pandilla, deja que entren por un rato—. Desde hace mucho quería que lo supieras.
—¿Entonces por qué...?
—Por la misma razón que no te pregunto por tus heridas, por Nadia o por tu pasado. —Les permite entrar y ver todo el dolor y el coraje que ha tenido que sobrellevar para estar acá—. La misma razón por la que evito el tema de Yut-Lung y tú evitas preguntarme por mi familia.
—¿Cuál es esa razón?
—Porque tenemos miedo de romper nuestra amistad yendo demasiado lejos, es un consenso mudo a estas alturas.
—Tienes razón. —Wong sonríe, sus dedos retiemblan alrededor de la jarra de cerveza, sus zapatillas dejan de bambolearse en la silla, se atreve a poner el primer pie dentro de los muros de Aslan—. Yo quería mucho a Sing ¿sabes? Era algo así como mi discípulo, solía admirarme, me encantaba la idea de entrenarlo y que creciera siendo un hombre mejor que yo.
—Nunca me contaste eso. —No es reproche en su voz, es dolor—. No te ves como el tipo de hombre paternal.
—Siempre quise tener un hermanito. —Sonríe—. No porque Nadia no sea suficiente, la adoro, pero es diferente cuando te encuentras con un reflejo de ti mismo, de ese instante exacto en que la vida te jodió y puedes hacer algo, puedes guiarlo para que no salga como tú. No lo vi como una redención mía ni nada parecido, solo que...en cierta medida quería evitarle las cosas por las que pasé, ese chico solo tiene a su hermanastro mayor y entiendo lo duro que es sentirte siendo una carga sin nada más que puedas hacer, porque toda ayuda que das le jode un poco más.
—¿Lo dices por Nadia? —Asiente.
—No es un secreto que mis esfuerzos por ayudarla terminaban dándole trabajo extra. —Ríe aunque carece de gracia—. Lo arruiné, Sing está muy encariñado con Yut-Lung y yo me equivoqué, ninguno de los dos jamás fue capaz de perdonarme, pero creía que estaba haciendo lo correcto, creía que lo estaba arreglando todo siendo una especie de héroe solitario y dejé que me engañaran. Es mi patrón a estas alturas, suelo joder a las personas que más me importan, también lo he hecho contigo, Ash.
—Shorter.
—No me mires así. —Le pide con melancolía—. Es la verdad.
—No. No lo es. —Se planta con firmeza—. No creo que hayas jodido a nadie.
—Pero lo hice.
—¿Cómo?
—¿Nunca te has preguntado por qué Yut-Lung es tan dependiente de Eiji? —El tono de la incógnita le da un escalofrío, lo siente recorrerlo desde la columna vertebral hasta la punta de su nariz.
—No.
—Es mi culpa. —Musita y de repente Shorter se ve realmente vulnerable e ínfimo sobre el taburete, es así de simple, sin los roles del villano ni de víctima queda esto—. Yo lo empujé a eso. —Dos niños muy lastimados que tuvieron que ponerse el traje de adulto demasiado temprano.
—¿Cómo podría ser tu culpa?
—Todavía no puedo hablarte de eso. —Sus dedos se constriñen alrededor del vaso—. Perdón.
—No. —Y por muy frustrante que eso podría haber sido en el pasado—. Gracias por contarme esto. —No lo es más, si bien, solo fue capaz de darle el inicio de la historia es más de lo que le sacó durante toda su amistad, así que irá con cuidado, cada quien tiene su propio tiempo para hablar—. Antes de que el tema se cierre, ¿puedo preguntarte una última cosa?
—Puedes hacerlo.
—Tú... —La boca se le seca, sus piernas se retuercen en el escabel y es difícil respirar, probablemente no le responda porque es demasiado personal—. ¿Estabas enamorado de Yut-Lung? —Pero Shorter le sonríe, como si hubiese estado esperando desde hace mucho tiempo esa pregunta y seguramente ha sido de esa manera.
—Estaba loco por él.
—Ah. —Aslan no sabe cómo responder.
—¿Te incomoda? —Y no es necesario que lo sepa.
—¿Qué cosa? ¿Qué seas un gay con un gusto terrible para los hombres?
—¡Ash! —El desgraciado le pega—. Hablo en serio.
—Creo que lo sabía. —Confiesa con una voz muy pero muy baja—. Creo que por eso no quería poner el tema.
—Mi pasado con él no resta mi lealtad hoy.
—Lo sé. —Lo tranquiliza—. A veces el corazón puede ser irracional.
—Hablas como si tuvieras experiencia. —Wong lo molesta, le golpea suavemente el hombro contra su horrible musculosa amarilla y lo patea—. Hablas como si fueras más maduro en el amor.
—Tal vez lo estoy. —Balbucea, porque mientras Max, Shorter y Griff tienen una visa—. Tal vez estoy aprendiendo todavía.
Eiji construyó una casita.
Su cabeza se encuentra repleta de Eiji cuando regresa a casa, de los dulces labios de Eiji fundiéndose entre los suyos, de sus caderas estrechándose con dureza contra sus propias caderas, del latido lleno de ansias y miedo en su corazón, de sus mejillas sonrosadas y húmedas por la excitación, de lo lindo que fue su confesión y lo mucho que la había estado deseando aun sin saberlo. Supone que no tiene derecho a juzgar a Shorter luego de eso y que aunque quisiera hacerlo, sería contraproducente, sino es capaz de acoger los secretos de su amigo tras demandárselos, no debería pedirlos en primer lugar porque puede hacerlo sentir rechazado y solo. Suspira, metiéndose a su hogar, listo para desfallecer encima de la cama y pensar en una solución en el reino de Morfeo.
—¡Griff! —Pero al llegar a casa se encuentra a su hermano derrumbado en el suelo de la cocina con una mirada vacía y cristalizada, como si estuviese en algún otro lugar, como si estuviese en Irak otra vez—. Cariño, estoy acá. —Max se halla arrodillado a su lado, sostiene con mucha gentileza y ternura sus mejillas empapadas de sudor e impotencia.
—¿Dónde estamos? —Apenas balbucea en un jadeo.
—En casa. —Le repite, apoyando su frente encima de la de Griffin y de repente, Ash se siente como un intruso por estar presenciando semejante momento de intimidad, ni siquiera los había visto tocar sus manos ante sus muecas de desagrado, le parecía curioso considerando el compromiso pero negó palabra alguna al no quererlo presenciar—. Estamos en casa.
—¿Casa?
—Sí.
—¿Dónde es eso?
—Donde estás a salvo. —Le vuelve a susurrar con una voz deliberadamente baja—. Estás conmigo.
—¿Max? —Pregunta con las pupilas aun desenfocadas, da respiraciones violentas, igual que un pez fuera del agua usando sus últimas energías para sobrevivir un poco más—. ¿Amor?
—Así es. —Musita con suavidad, presionándole un beso encima de la frente—. Soy yo. —Alrededor de ellos se encuentran platos rotos y restos de verduras.
—¿Qué pasó? ¿Por qué todo está roto?
—Tuvo un flashback mientras cocinaba. —Le explica—. Los flashbacks son... —Max arruga esa nariz regordeta junto a su entrecejo reseco para explicarle—. Imágenes intrusivas e involuntarias, suelen ser acerca de cosas desagradables.
—Lo sé. —Da un primer paso hacia la cocina—. Él... —No quiere preguntarlo, obtener esa respuesta puede matarlo y no quiere eso, se profesa demasiado asustado—. Él nunca antes había tenido uno.
—Los ha tenido. —No lo dice para regañarlo o culparlo, sino porque merece saber la verdad—. Griff no ha dejado de tenerlos desde que regresamos, incluso en medio de la guerra los tenía.
—No sabía. —Aslan baja la cabeza, su hermano se ha desmoronado encima del regazo de Lobo, una mueca confundida y dolida ha quedado grabada en sus bonachonas facciones, llevándose a su héroe para dejar un cascarón vacío de lo que fue—. No sabía nada.
—No es su tema favorito para conversar contigo. —Y de repente, tiene rabia.
—¿Por qué lo sabes tú? —Y debe respirar hondo para calmarse, y luego de nuevo, y luego de nuevo.
—Ash...
—¿Por qué él te muestra esto a ti y no a mí? —El corazón le aprieta como si estuviesen agarrándolo dentro de su pecho, se ha prometido hacerse responsable de él mismo porque no desea que su vida esté en las manos de alguien más, pero tiene rabia y esta no tiene que ver con Griff o con Max sino que en el fondo, sabe que su vida está un poco en las manos de alguien más—. ¿Por qué siempre te elige a ti sobre mí?
—No es una competencia, Ash. —Su voz es tan dura como el gélido en sus ojos.
—¿Entonces por qué se siente de esa manera? —Tiene rabia y está temblando, se pregunta si así se sentirá la tierra cuando sufre un terremoto y niega, esto le recuerda más a un volcán al borde de su erupción, se concibe mareado, enfermo y pasado a llevar, como si fuese el que sobrara en el cuadro perfecto y familiar que presencia y se odia por eso, se odia por estos celos enfermizos, sin embargo, también odia el papel de villano al que tantas relaciones lo han empujado, aun siendo enemigos Eiji jamás lo puso en ese rol—. ¿Por qué nunca soy yo?
—¿Por qué no se lo preguntas tú?
—¿Eh?
—Aslan... —Max acaricia el cabello de Griff una y otra vez mientras se retuerce encima de su regazo como si tuviese una daga en el pecho o estuviese recuperándose de una herida de bala—. Deberías preguntarle a tu hermano directamente, él está aquí. —Y no sabe por qué, pero está llorando al ver ese estado tan deplorable y poco humano.
—Griff. —Entonces da el primer paso.
—¿Aslan? —Pero su hermano aprieta horrorizado la chaqueta de Max—. ¿Aslan está acá? ¿Por qué? No debería... No quiero que me vea así, por favor no. —Griffin se hace un ovillo tembloroso hacia el vientre de su pareja, esconde su cara llorosa para que no lo mire mientras las piernas no le dejan de temblar y un charco de orina empapa el piso—. Haz que se vaya, haz que se vaya.
—Griff. —Ambos tiemblan y tiemblan...y de repente Griff está llorando como un niñito en el vientre de Max mientras este lo rodea y lo estrecha—. Lo siento. —Siente vergüenza por ver esto y aunque no se lo explica en sus cuatro sentidos, ve lo duro que debe ser para su hermano mantener su propio papel de héroe siendo una persona tan lastimada—. Lo siento mucho.
—Aslan. —Max lo llama con esa clase de voz que lo hace llorar—. No lo hace porque no te ame, eres lo más valioso que él tiene en el mundo. —Y sabe que está pasando algo importante acá, un suceso que marca un antes y un después y que no hay palabras suficientes para describirlo—. Por eso duele que lo veas así, él quiere ser confiable para ti, no una carga.
—¿Se siente como una carga?
—A veces se siente como una carga para todos. —Los dedos de Max cepillan con gentileza la maraña castaña que tiene Griffin pegada a su frente por el sudor, no deja de llorar y jamás había escuchado a su hermano sollozar, ni siquiera cuando tenía que trabajar turnos dobles o tuvo que abandonar la escuela para ayudar a Jim en el bar, no derramó ni una sola lágrima—. Sé que puede ser duro tratar de entenderlo, pero tiene una propia guerra que está intentando ganar dentro.
—Lo sé.
—Eres su hermanito y te ama.
Ash se queda en silencio ahí, derramando sus propias lágrimas silenciosas, llorando por lo que Lobo ha dicho, llorando por él mismo, llorando por todas esas cosas que todavía no comprende al ser tan joven, llorando por las cosas que no hizo y llorando por el fantasma de la guerra que acecha al mayor y no lo deja en paz, llorando porque su hermano pasa a ser un desconocido y a la vez, alguien mucho más conocido, llorando por haber desperdiciado tanto tiempo en el papel de villano que sin desearlo acabó empujando a Griffin a un papel de héroe no deseado.
Lo siento, Griff.
Lo siento tanto.
En esta patita del fic primero nos vamos a enfocar más en Ash y en sus conflictos con Griff, Max y Shorter además de todo el tema de las pandillas, y luego iremos más a los de Eiji que son mucho más densos y problematicos en cuestión de trama, así que el viernes regresamos con Ash y Griff en una conversación decente a raiz de este suceso. Y luego retomamos las actualizaciones semanales porque ¿hola? tengo muchas tramas que seguir y he dejado tiradas, dios, soy de lo peor, ya, ahora sí, me metí demasiado acá buscando confort y me niego a que las demás mueran, así que eso sería en resumen. Espero que les haya gustado.
¡Nos vemos el viernes!
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