O16 | JOE Y JUNGKOOK
CAPÍTULO DIECISÉIS
2023 : joe y jungkook
Luego de ese beso, huyó al único lugar donde sus pensamientos pueden navegar tranquilos: su cuarto. Allí dentro, observó el techo durante largas horas tratando de pensar en una forma de remediar todos sus errores; llegando así a la conclusión de que… no hay forma de remediarlo. Fue una idiota creyendo que ese primer beso en la fiesta pasaría a la ligera, que nada cambiaría entre ellos, sólo fue el motor de arranque de algo que no parará hasta cambiar absolutamente todo en su joven vida. Una vez escuchó por parte de su madre; 'El primer amor es quien nos hace dejar todo por un abrazo, perder cada cosa valiosa por más tiempo juntos. Es por quien reímos, nos sonrojamos y lloramos solas sin entender nuestras emociones. Y es a quién nunca olvidamos.' Ha de ser honesta, ama a JungKook, más de lo que podría querer a cualquier otro chico.
Por eso necesitaba tiempo para pensar en sus próximos movimientos, hasta el momento fue imprudente, se guió por sus emociones de adolescente, sin pensar en el daño que ocasiona.
Durante una semana entera no se presentó a clases, huyendo de la responsabilidad. Sus padres preocupados preguntaban qué es lo que le sucede, desde que llegó a casa entre lágrimas. 'Yo… me enamoré, de verdad estoy enamorada pero es incorrecto.' le dijo a su padre, éste entre palabras reconfortantes la ayudó de la manera más dulce que un padre podría ayudar a su hija de diecisiete años.
—¡Joe! —su madre grita desde la sala— ¡Tienes visitas!
«¿Visitas?» extrañada se levanta de la cama, aún usa su pijama de princesas y pantuflas de Hello Kitty que con tanto cariño atesora por ser obsequios de su abuela. Durante los días que permaneció en casa no se había molestado en arreglarse más de lo debido, sin energías de sí quiera caminar. Se deslizó a la puerta blanca de madera, escuchando lo que hablan del otro lado. Sus amigas preguntaron si podían ir a visitarla, pero se negó repetidas veces, ¿Acaso vinieron igual?
—Joe Sang. —como si fuera alguna clase de pesadilla, escucha su voz del otro lado. Profundamente arrepentida, triste— ¿Puedes abrirme?
—No, no quiero. —respondió rápido. Se da la vuelta apoyando su espalda contra la superficie, con su pecho sintiendo los acelerados latidos de su propio corazón. ¡¿Qué hace aquí en su casa?! No la visita desde que tienen doce años, ¿Por qué de la nada él…? Inhala cerrando los ojos, debe ser un mal sueño, sí, de eso se trata.
—Quiero hablar contigo, vine a… —bajando ejl tono de voz, y viendo a ambos lados para asegurarse que nadie lo ve, continúa— pedir disculpas por aquella vez, y la anterior.
¿La anterior?
—¿A qué te refieres? —tembló al hablar.
—Mentí, y creo que se me ha vuelto costumbre hacerlo. —rió de su propia suerte— No estaba ebrio del todo en la fiesta, no al menos para no estar consciente de lo que hice… de lo que quería contigo. Lo lamento, sé que has estado culpandote por ello tanto tiempo, y sé que fui yo quien pidió que guardes silencio, pero es que estaba tan confundido de porqué lo deseaba tanto. De porque te deseaba, Joe Sang. Y ahora lo entiendo.
Así que… mientras que ella ha estado llorando interminables noches por la culpa de ser la peor perra existente con Mina, él simplemente guardaba su verdad. La buscó, o bueno, ambos se buscaron de una extraña forma, y ninguno quería admitirlo del todo, pues esa rara tensión romántica que había tenido inició desde jóvenes.
Tragó saliva, dudando si abrir la puerta o no.
—Me gustas, Kim Joe Sang.
Me gustas Me gustas Me gustas Me gustas. Su boca se abre mientras todo a su alrededor se vuelve borroso, casi inexistente, y lo único que hay es esa maldita puerta que los separa, ambos pegados a la madera tratando de sentir el calor del otro.
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