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7


Kutahya
1545

Bayaceto se mantenía firme con sus manos en la espalda observándola con seriedad, parecía bastante molesto, Aurora lo miro haciéndose la desentendida.

—¿Por qué haz rechazado los regalos?—Preguntó finalmente.—Peor aún, ¿Cómo te atreves a oponerte a mis órdenes? Eso podría costarte la cabeza.

—Entonces córteme la cabeza.—Se puso seria sobresaltando al príncipe.

—¿Qué haz dicho?

—Que me corte la cabeza.—Repitió.—En la mañana no quería ni verme y ahora pregunta porque lo desobedecí. Es evidente que la única razón que me llamo anoche fue para quitarse su resentimiento con la sultana Cihan... Así que si quiere matarme por tener un poco de dignidad, de la orden y acabe con esta humillación.

El la observo incrédulo de sus palabras, ¿Cómo era posible que una criada como ella le hablara así a un príncipe? No lo entendía, incluso le gustó su atrevimiento.

—Con su permiso, majestad.—Volvió a inclinarse lista para marcharse.

Bayaceto la sujetó del brazo y la obligó a caminar a su lado, ella tampoco opuso resistencia alguna pues a pesar de todo sabía que el era mucho mas fuerte de lo que parecía.

—Abran la puerta.—Ordenó a los guardias de sus aposentos.

Ambos asintieron y cumplieron su orden dejándolos pasar, estando ya adentro la puerta se cerró y el príncipe finalmente soltó a la concubina.

—Conoce tus límites Aurora.—Gruñó molesto.

—Los conozco muy bien.—Dio un paso próximo a el tratando de enseñarle su firmeza.

—Te estas sobrepasando.—Reclamó.

—Lamento herir su ego, príncipe.—Habló con evidente sarcasmo.

Soltó un ligero chillido cuando el príncipe sujetó su rostro con una mano, finalmente lo había llevado al limite, Aurora juraba que podía ver su vida pasar ante sus ojos y sin duda tenía a la misma parca frente a ella a punto de dictarle su destino. Sus miradas ardían entre el enojo y lujuria de ambas partes, sin más Bayaceto tomó los labios de Aurora uniéndose en un acalorado beso, sus bocas jugaban una con la otra deseosos, el príncipe estaba confundido por lo que aquella criada le estaba haciendo sentir.

El príncipe pegó a la esclava contra el anhelando más mientras ella le daba suave tirones en su fina ropa suplicándole lo mismo, esa noche volvieron a unirse, a sentir el cuerpo caliente del otro mientras se complacían entre jadeos y agitadas respiraciones, Bayaceto deseaba tenerla a su lado cada noche pues era la primer mujer que le daba una pequeña probada de atrevimiento y se estaba volviendo adicto a eso.

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A la mañana siguiente Aurora reaccionó pero no quería abrir sus ojos, no quería volver a sentir el rechazo el príncipe, abrió sus ojos y se sorprendió al verlo ahí acostado a su lado todavía dormido. Aquello se le quedaría en su cabeza toda la vida, con una sonrisa empezó acariciarle la cabeza provocando que Bayaceto se despertara y la observara detenidamente.

—Buenos días.—Saludo el príncipe con una sonrisa ladeada.

—Su alteza.—Ella le devolvió una sonrisa sincera.

El príncipe se levantó de la cama buscando su ropa optando por colocarse sus prendas mas cómodas, al mismo tiempo que Aurora se colocaba su vestido, Bayaceto pasó su mirada a la concubina afirmando que esté vestida.

—Guardias.—Llamó haciendo que uno de ellos entrara.—Que traigan el desayuno... Comeré con la señorita Aurora.

—Si, su majestad.—Luego de eso cerró la puerta dejándolos a solas.

Aurora se mantuvo callada mirando al príncipe quien se volteo a ella, le extendió sus brazos para que así ella corriera abrazarlo.

—Fui cruel contigo, lo admito... Pídeme lo que quieras y lo cumpliré.—Le murmuró acunandola en sus brazos.

—¿Lo que quiera?—Sonrió.

—Así es.

—Quiero convertirme a su religión...—Habló con un poco de pena.

—¿De verdad quieres esto?—Habló un poco enternecido y sorprendido por sus palabras.

—Si su majestad, quiero que el islam me abra los ojos... Ser como usted es mi más grande sueño.

—Ven aquí.—La llevó a uno de los almohadones para sentarse.—Debes proclamar el testimonio de fe, repite después de mí... No hay otro dios que Allah

—Testifico que no hay otro dios que Allah.

—Y testifico que Mahoma es su sirviente y mensajero...

—Testifico que Mahoma... Es su sirviente y mensajero.—Repitió con una sonrisa.

—Ahora no existe otro dios que merezca alabanza más que Allah y que proclamará al profeta Mahoma como el mensajero de dios.—Sujetó su mano.

Aurora asintió, finalmente se había pasado al Islam estaba mas que segura que eso la acercaria más al príncipe.

—Me falta algo...

—¿Eso que seria? Alteza.

—Ahora que eres una mujer musulmana, haz renacido de tu antiguas creencias y debes tener un nuevo nombre.—Explicó.

Bayaceto se acercó al oído de la castaña quedándose unos segundos en silencio antes de pronunciar lentamente el nombre que había escogido para ella.

—Hasret...

—Hasret.—Repitió el nombre.

—Deseo y amor.—Ese era el significado del nombre de la hatun.

Aurora había quedado en el pasado, en adelante todos la llamarían por ese nombre, Hasret.

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