27
Topkapi
1558
La luz en el palacio se había apagado, las túnicas y vestidos negros adornaban el harem, los rezos se escuchaban junto a suave sollozos de aquellos que habían perdido a un ser amado, un corazón roto y un destino escrito, su perdida fue llorada por unos y celebrada por otros.
—¿Por qué mis hermanos pueden acompañar su ataúd? ¿Por qué no puedo ir con ellos?—Chilló.
—Hanzade, no derrames más lagrimas querida... Ahora su alma descansará junto a nuestro señor Allah.—Peinó los suaves cabellos de su sobrina.
Solo habían sido cuestión de horas en las que las doctoras no habían podido hacer nada más, el sultán empezó a recitar el Koran para el alma que había ido a conocer la verdad, Bayaceto ingresó a los aposentos con un semblante frío aun incrédulo de la noticia.
—Lamentamos su pérdida, príncipe.—Las doctoras hablaron antes de salir.
Sobre la cama reposaba el cuerpo de su némesis, su hermano quien a pesar de sus peleas había sido su compañero durante años. Su mirada se dirigió instintivamente hacia Nurbanu quien abrazaba a su hijo desesperada pues conocía bien el destino que les esperaba al pasar la puerta.
—¿Van a ejecutarlo, no es así?—Hanzade preguntó.—El tio Selim se ha ido, Murad es el siguiente y a Nurbanu la exiliaran...
La sultana del sol y la luna retuvo el aire en sus pulmones antes de asentir, ese era el protocolo a seguir cuando un príncipe fallecía.
—Lo importante ahora es que tú madre despierte, Bayaceto no soportaría su pérdida.
Para ese momento Hasret seguía en cama, si viviría era incierto todavía pues el veneno no la había dejado despertar, pero todos tenían fe de que ella se levantaría.
—Déjenme a solas con Hasret.—Una enojada Nurbanu entro a los aposentos de la mujer.
—Nurbanu Hatun.—La Doctora intervino.
—¡Dime sultana! Sigo siendo madre de un miembro de la dinastía.—Exclamó entre dientes tratando de modular su voz.—Vete antes de que te mande al calabozo.
Las criadas que custodiaban a la Romana se retiraron dejándolas a solas, la viuda caminó arrastrando sus pies llegando así hasta la cama donde se sentó acercándole su rostro.
—Tu lo hiciste, ¿No es así?—Sollozó.—Tu lo envenenaste.
Sus temblorosas manos se posaron en el cuello de su contraria la cual seguía con sus ojos cerrados.
—Me asegurare de que sufras tanto como yo lo estoy haciendo.
La mirada débil y apagada de la castaña se divisó luego de días, a penas parecía consciente de lo que ocurría.
—Te juro, arpia... Que disfrutare verte en el infierno.
Con fuerza inició la asfixia, sus ojos derramaron las lagrimas acumuladas y sacó fuerza de la ira que tenía, había perdido todo, a Selim, su título, poder y era cuestión de tiempo para que ordenaran la ejecución de su hijo mayor, Hasret todavía débil llevó sus manos a las de la Veneciana en un intento inútil de apartarla.
—¡Nurbanu!—Bayaceto ingresó a tiempo para detenerla apartándola de su mujer.
—¡Merece morir! ¡Me quitó a Selim!—Lloró entre gritos e hipidos.—¡Debe ir al infierno!
—¡Llévenla al calabozo!—Ordenó empujándola a los agas.
Una pálida sultana se semi incorporó colocando una mando en su cuello tratando de recuperar el aire.
—Traigan a las doctoras.—Avisó a las criadas que se mantenían a fuera de los aposentos.
—Bayaceto.—Ella extendió sus brazos hacia el.
El hombre frente a ella no dudó ni un segundo en ir hacia sus brazos atrapándola.
—Hasret, querida.—Peinó el cabello de su contraria aferrándose a ella.—Una vez más Allah me ha dado la alegría de tenerte.
—Mi Hanzade, ¿Como está?—Habló en un tono tan bajo que era inaudible.
—Ella está bien, intentaron envenenarlas a ambas pero Nurbanu falló en su plan... Mi hermano el príncipe Selim comió del plato que iba dirigido a nuestra pequeña.
—Lamentó escuchar eso, el príncipe Selim ahora está junto a la sultana Hurrem.—Murmuró reposando la cabeza en el.
—Recuéstate, deja que las doctoras te revisen.—Empujó el cuerpo de ella con delicadeza dejando su cabeza en la almohada.—Estás bien, eso es lo importante.
—Ahora eres el único heredero al trono.—Una sonrisa se escapó de sus labios.—Serás el sultán del mundo Bayaceto.
El la observó e incluso con el rostro pálido y despeinada seguía sintiendo ese amor el mismo que había estado latente en su corazón durante años.
—Hoy te hago una promesa Hasret, cuando suba al trono quiero que estes a mi lado siempre.—Sujetó su mano.—Lo primero que haré como sultán será casarme contigo, nunca mas volverán a faltarte el respeto... No tendré piedad con quienes lo intenten.
Un beso se posó en la mano de la Romana quien estaba estupefacta de lo que sus oídos escuchaban, la guerra había terminado y la victoria había sido suya.
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