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22


Kutahya
1554

Aquel día Hasret ingresó a sus aposentos rompiendo en llanto, no importaba cuánto quisiera engañarse a sí misma, el amor que sentía por el príncipe estaba intacto, pero aún así continuo mostrándose firme en el palacio, el encierro de Defne en unos aposentos fue lo primero que ordenó y al dar a luz sería ejecutada.

—¿Ya ha regresado el príncipe Bayaceto?—Cuestionó la mujer.

Claro que luego de una dudosa explicación de la criada el príncipe había marchado hacia Manisa para reclamar a su hermano sus acciones y traer consigo a la niña con la que habían extorsionado a Defne.

—Si sultana.—Emin asintió.

—Quiero ver a la niña. Tráela aquí, y luego ver por Defne, asegúrate de que no arme un escándalo.

El se inclinó dispuesto a cumplir su orden, la primera en ir a los aposentos de Hasret fue la pequeña "Ana" quien nerviosa se reverenció a penas entró a los aposentos.

—Ven aquí.—Dio unos golpecitos al mueble donde estaba sentada.

Ella se acercó con la cabeza agachada y a penas estuvo en su presciencia rompió en llanto.

—¿Qué sucede? ¿Por qué lloras?—La mayor hizo una mueca sin entenderla.

—Por favor, perdone a mi hermana... Ha hecho todo eso por mi.—Sollozó.

—Sultana.—La de dorados cabellos apareció.

—Hatun, acércate.—Observo cada paso que daba con severidad.

Hasret me hizo un ademán con la cabeza a la niña para que fuera a sentarse a uno de los cojines junto a su hermana.

—Como bien sabes, tu destino está en mis manos.—Empezó hablar sin despegar su mirada de Defne.

Defne se mantenía con su cabeza agachada, aquella mujer le causaba un terror inmenso pues su siempre presencia hacia temblar a cualquiera que pisara el castillo.

—Pronto traerás al mundo a un príncipe o sultana, pero eso no va cambiar nada.

Su vista cambió a la menor quien apretaba con fuerza la mano de su hermana tratando de retener el llanto.

—¿De donde han venido?—Cuestionó.

—Ve-Venecia.

—Hmm... Italia.—No pudo evitar delinear una sonrisa.—Hace algunos años también vivía ahí, en Roma.

Se levanto juntando sus manos, pudo ver como Defne temblaba de los nervios.

—Nurbanu te amenazo, ¿No es así?—Pronto escondió sus emociones.

—Si, sultana... Todo lo hice por mi hermana, de no hacerlo-

Continuó con un sollozo.

—Le suplicó su perdón.—Como pudo se levantó y volvió arrodillarse para tomar las ropas de su contraria.

—Concedido.—Dió unos pasos atrás quitando los labios de la embarazada de su vestido.—Tan pronto como des a luz las enviaré de vuelta a Venecia y les otorgaré monedas de oro suficientes para que se sustenten por unos meses, lo que sea de ustedes después de eso no me importa.

Ambas hermanas empezaron a llorar de alegría, Ana corrió abrazar a la rubia quien parecía finalmente liberar el aire que tenía acumulado.

—¡Guardias!—Hasret los llamó.—Lleven a las señoritas a sus aposentos...

Defne mantenía su sonrisa y agradeció hasta que finalmente se marchó, Hasret agotada volvió a sentarse apoyando su cabeza con su mano.

—Allah, ¿Cuando acabará esto?—Balbuceó.

—¡Atención, el príncipe Bayaceto!

—Lo que me faltaba.—Gruñó retirando su mano, ni siquiera le importó levantarse o reverenciarlo cuando el estuvo en sus aposentos.

—Hasret...—El hombre se acercó a ella sentándose a su lado.

—He decidido perdonarle la vida a tu favorita, cuando de a luz la regresaré de donde vino.—Habló sin voltear a verlo.—Procura que la próxima mujer que metas a tus aposentos no sea enviada por tu hermano y la serpiente de Nurbanu.

—Quiero que me mires.

Ignoró su pedido, Bayaceto no dudó en tomar su rostro con suavidad haciendo que finalmente lo viera luego de ignorarlo todo ese tiempo.

—No habrán más mujeres, no quiero a nadie más que tú.—Trató de descifrar sus pensamientos, fallando en el intento.

—¿Como puedo estar segura de eso?—Tomo la mano que estaba en su rostro apartándolo.—Haz traicionado mi confianza y ahora esa mujer está esperando un hijo...

Su voz se rompió, no quería sentirse débil al llorar frente a él, pero sus sentimientos pudieron más.

—Lo lamento, de verdad.—Acercó sus labios a las mejillas empapadas de lagrimas de su amada.—Por Allah te prometo que nunca habrá otra mujer.

—No jures en nombre de Allah, alguna vez me dijiste lo mismo y tus palabras fueron lanzadas al infierno junto a mi corazón.—Se apartó reacia a su afecto.

—Hasret, cuando intentaste acabar con tu vida supe que no podría continuar sin ti, no puedo mantenerme de pie en esta batalla sin la mujer que amo... No me quites tu amor, sin el no soy más que un príncipe destinado a la peor de las muertes, destinado a la soledad y a perder su cordura.

Se sobresaltó, su corazón se detuvo al imaginar algo así, lo amaba, lo adoraba tanto que no podía seguir resentida, se estaba lastimando a sí misma ante aquello.

—No digas eso Bayaceto...—Balbuceó.

—Habló en serio, mi vida, mi alma y mi todo eres tú, mi sultana, mi deseo, mi amor...—Nuevamente sujeto su rostro esta vez sin ser detenido.—Mi Hasret...

Sin más la entristecida Hasret tomó los labios de su príncipe, no estaba segura de que podría ocurrir en el futuro, pero no quería pasar un solo momento sin el.

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