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Kutahya
1554

Hasret cada día se recuperaba un poco más, el veneno la había dejado débil y su mismo cuerpo no la dejó moverse durante su estancia en la enfermería.

—Vamos sultana, esta vez ya podrá levantarse y caminar.—Emin Aga la alentó.—Inténtelo.

—Emin, ¿Por qué me salvaste ese día?—Hablo con la mirada perdida.

—Mi sultana, desde que llegó sabe que mi lealtad estuvo con usted y hasta hoy sigue intacta, ¿Que sería de este pobre Aga si usted muere?—Le mostró una sonrisa.—Usted me prometio que conquistaría al mundo y tiene que cumplir su promesa... Así que levántese y vayamos a ejecutar a esa criada.

Hasret no pudo evitar reír, no se sentía en condiciones para ejecutar a alguien y ya se había hecho a la idea de que Bayaceto tendría más mujeres pero ya no más a ella, se sentía como muerte en vida.

—Sultana Hasret.—Dos niños se asomaron.

—Príncipes.—Les mostró una sonrisa alegre.—Orhan, Osman... ¿Como han estado?

—Bien sultana.—El mayor habló.—Que Allah la ayude a recuperarse.

—Si, que Allah la proteja.—Osman continuó.

—De hecho, creo que ya me siento en condición para levantarme.—Aseguró.—Emin...—Ella le extendió su mano para que la ayudara a pararse.

Con mucho esfuerzo ella puso sus pies en el suelo, los príncipes elevaron sus manos para atraparla en caso de que no pudiera mientras Emin la sujetaba del brazo como apoyo. Tan solo unos pasos y se agotó, pero al menos lo había hecho estaba de pies y eso era más que suficiente para anunciar en el palacio que su Sultana se había recuperado.

—¡Atención, la Sultana Hasret!—Anunciaron en el pasillo del harem mientras ella ingresaba, sana y lista para enfrentar aquella mujer.

—¡Emin Aga!—Lo llamó, el eunuco corrió a ella para reverenciarla.

—Mi sultana...

—¿Donde está?—Habló entre dientes.—Defne Hatun.

—Salió al jardín, iré con usted.—Aviso cuando ella empezó a caminar.

No pensaba con claridad, pero sabía que a nadie le importaría lo que le sucediera ni si quiera a Bayaceto, iba a mostrarle a las del harem que sucedía si la retaban.

—Sultana.—La de dorados cabellos empalideció al verla.

—Te daré el gusto de saber que estuviste a punto de quedarte con todo lo que me pertenece, señorita.—Pronuncio observándola detenidamente.—Te iras de aquí, regresarás al mercado de esclavas y me aseguraré de no volver a verte nunca.

—¿Que tienes entre tus manos?—El Aga habló ganándose una mirada curiosa de Hasret.

La hatun negó.

—Habla.—Ordenó.

—No es nada sultana, solo un aceite de-

Emin la tomó de la muñeca con fuerza obligándola a enseñarles aquel frasco con un líquido azul.

—¿Que es esto?—Se lo arrebató.

—Parece veneno.—Emin murmuro aún sujetando a Defne.

—Así que veneno... ¿Planeabas matarme?—Rio con cinismo a lo que la jove negó.

—No me atrevería, sultana.—Su voz empezaba a romperse.

—¡Entonces habla! ¡¿Querías envenenar a mis hijos?! O...—Cayó en razón.—Querías envenenar al príncipe.

Ella sollozó echándose a sus pies para suplicar.

—¡No sultana, no haría algo así!

—¡Guardias!—Gritó haciendo que los mismos se acercaran.—Encierren a esta traidora, Emin ve e informa a su alteza.

—Si sultana.—Hizo una reverencia y se marchó.

—¡Por favor sultana, déjeme explicarle!—La mujer continuó gritando pero ella la ignoró.

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Hasret se mantenía afuera de la celda en el calabozo donde Defne había sido encerrada, esperando a Bayaceto para explicarle lo sucedido.

—Mi sultana.—El príncipe sonrió al verla sana, se acercó a darle un abrazo pero antes de poder hacerlo su contraria elevó su mano pidiéndole distancia.

—Bayaceto, he encerrado a la señorita Defne.—Empezó hablar y poco le importo, lo único que quería era ver a su compañera feliz.

—Tienes la libertad de hacer lo que desees, pero quiero que dejes tu rencor de lado.

—Príncipe... Esto no lo hice por amor, lo que sentía por ti, tú mismo te aseguraste de destruirlo.—Murmuró molesta.

—Hasret, por favor tenemos que hablar sobre lo ocurrido...

—No viene al caso, lo importante ahora es que la señorita Defne es una traidora y ha intentado envenenarlo.

—¿Qué?

—Como escuchó, su favorita a la que tanto adora es una serpiente.—Sonrió con cinismo.

—Abran la puerta.—Ordenó a los guardias los cuales no dudaron en acatar su orden.

—Príncipe... Sultana...—La muchacha se reverenció al ver entrar a la pareja.

—¡¿Como te atreves a intentar envenenar a un príncipe?!—El mismo le grito haciendo que esta buscara refugio en la pared.

—Lo hice por mi hermana...—Empezó a sollozar.—Escúcheme, se lo suplico.

—¡El castigo que mereces está claro! ¡Serás ejecutada!

Hasret no pudo evitar sonreír satisfecha con ello, la misma Defne había cavado su propia tumba.

—¡No! ¡Por favor! ¡Príncipe!—Gritó arrodillándose intentando besar sus ropas.—¡Estoy embarazada!

La habitación se quedó en silencio al mismo tiempo que la sultana borraba su sonrisa del rostro, Bayaceto no dudo en voltearla a ver, Hasret sin más le devolvió la mirada y sin reverenciarla se marchó.

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