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20


Kutahya
1554

Bayaceto se encontraba revisando cartas de la capital, observando detenidamente sus informes y algunas palabras del pueblo, desde la discusión con Hasret tenía un nudo en su garganta que lo mantenía distraído, tanto así que se sobresaltó cuando alguien tocó repetidas veces la puerta.

—Adelante.—Habló sin muchos ánimos.

—Alteza.—Emin Aga entró con su rostro en blanco.

—¿Que sucede?—Enarco una ceja notando la preocupación del eunuco.—Habla Emin Aga.

—La sultana Hasret... Ha intentado acabar con su vida.—Su voz se rompió.—Entre a tiempo a sus aposentos, las doctoras están haciendo toda por mantenerla aquí.

El príncipe se levantó de golpe y no dudó en salir de sus aposentos a paso veloz sintiendo culpa, el había provocado eso al no darle el lugar que merecía, al denigrarla y humillarla, se sentía devastado, nunca creyó que ella hablara con tanta seriedad.

—Alteza, la sultana Hasret se encuentra mejor.—La doctora habló a penas el entro a la enfermería.

—¿Que ha sucedido?—Hablo con la mirada agachada.

—Ha tomado veneno, hemos conseguido detener el efecto a tiempo pero ella está muy débil por falta de alimento y bebida.—Habló.—No ha despertado todavía pero si quiere puede verla.

—Gracias...—El camino a las camillas de la enfermería en la que reposaba su sultana, pálida, ojerosa y con el cabello enmarañado.

Se sentó a su lado para apreciarla, su sultana, la mujer que lo había acompañado durante tantos años ahora estaba debatiendo su vida por su culpa.

—Hasret, amor mío... ¿Que te he hecho?—Murmuro.—No puedes dejarme, no puedes irte, ¿Que haré sin ti? Eres mi razón de todo...

—¿Padre?

A sus espaldas estaban sus hijos los cuales también habían sido informados hace tan solo unos segundos, la mayor corrió a ver a su madre y se asustó al verla de tal manera.

—Ella se levantara, ¿No es así? Padre.—Berat habló ansioso.

—Madre...—Ferhan se acercó a verla.

—Ella va estar bien, hay que pedirle a Allah por su salud.

—Ya estará contento, majestad.—Hanzade habló furiosa y si pensar sus palabras.—Esto le a ocurrido a mi madre por la tristeza, conozco bien la razón de todo esto.

—Hanzade.—Bayaceto trató de tocar su hombro pero esta se negó refugiándose en los brazos de su madre.

—Majestad, ¿Por qué no va con su favorita? Para que se alegre.—Sin duda alguna ella merecía un regaño por faltarle el respeto a su padre y príncipe, pero no lo haría, entendía la impotencia de su hija ante el estado de su progenitora.—Déjenos solos...

—Hanzade.—Repitió y esta vez dejó que su padre la tocara.—Ven aquí.—El la tomó en brazos para abrazarla, era su pequeña hija, su sultanita, podía soportar el desprecio de cualquier persona, menos el de ella.

Entonces los días empezaron a ir más lento cada vez para el, mientras que ella descansaba en cama sin mover un solo dedo, había ordenado que llevaran a su mujer a los aposentos principales para estar más cerca de él y dejar en claro a las criadas que no había personas más importante que Hasret, nadie más entraría ahí se había prometido que al despertar ella misma podría echar a la concubina o hacer lo que desee.

—Por favor Hasret, abre tus ojos.—Murmuro sujetando su mano.—¿Que haré si me dejas?

Veía su pecho subir y bajar sintiendo cierta paz, ella estaba ahí escuchándolo.

—Allah, no lleves a mi Hasret.—Suplicó rompiendo en llanto.—No lo soportaría.

—¿Bayaceto?...—Murmuró todavía con los ojos cerrados.

—Vida mía.—Suspiro recuperando la vida que se estaba yendo.

—¿He muerto? ¿Ya terminó todo?—Busco su mano.

—No, Allah te ha dejado conmigo.—La sujeto y beso su palma una y otra vez.—Recupérate, tienes que mejorar.

—¿Para que?—Hablo desanimada.—No me amas más, ¿Porque seguir?

—Te amo, te amo... Tienes que quedarte conmigo.—Suplico con su voz rota.

Hasret volvió a caer dormida o al menos fingió pues no tenía ganas de hablar, no con el, su corazón le dolía al no poder escapar de aquel infierno.

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