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17


Topkapi
1553

Bayaceto regresó al palacio luego de ir al entierro de su hermano, bastante adolorido con su corazón destrozado marchó a los aposentos del sultán.

—Príncipe.—Un Aga lo reverenció.

—Dile a la sultana Hasret que venga a mis aposentos con mis hijos.—Aviso antes de ingresar.

Miro el lugar detenidamente, hace tan solo unos días el estaba feliz junto a su compañera y de un momento a otro se habían peleado de tal manera, se sentía mal por todo lo que dijo y necesitaba disculparse.

—Príncipe, sus hijos están aquí.—Un guardia anunció antes de dejarlos ingresar.

La primera fue la pequeña sultana Hanzade, la luz de los ojos de Bayaceto y su más grande adoración.

—¡Papi!—Ella corrió a sus brazos, el la cargo dejándole besar su mejilla.

—Padre.—Berat se acerco reverenciandolo.

—Mi campeón.—Acarició su cabeza.

Rápidamente volteó su mirada al ver una silueta femenina ingresar con su hijo a un lado, pero se desilusionó al ver a una criada más no su Hasret.

—Alteza.—La muchacha se inclinó.

Bayaceto dejó a Hanzade en el suelo recibir a su hijo Ferhan quien se inclinó a él para saludarlo bastante alegre, de cierta forma todos le recordaban a Hasret a pesar de que ella insistía con el parecido que le tenían a él.

—¿Por qué no ha venido la Sultana Hasret?—Cuestionó.

—La sultana está sus aposentos descansando.—Avisó.

—¿Como se encuentra?

—Últimamente se ve cansada, alteza.

Bayaceto sentía un dolor punzante en su pecho, pero no podía demostrarlo mucho menos frente a sus niños.

—Ve afuera, déjame con mis hijos.—Ordenó.

La muchacha se inclinó nuevamente y salió, mientras que los tres pequeños se sentaban junto a su padre.

—Hanzade, ¿Como ha estado tu madre?—Preguntó.

—La sultana no se encuentra bien, nos oculta que esta triste pero es evidente.—Habló con un puchero.

—¿Mi madre se alegrará pronto?—Ferhan preguntó.

—Eso espero, iré a sus aposentos luego y les prometo que su madre ya no estará triste.—Les mostró una sonrisa.

—Padre, ¿Cuando regresaremos a Kutahya?—Pregunto Berat.—Echo de menos a mis hermanos, Osman y Orhan.

—Por lo pronto tenemos que esperar a que el Sultán regrese de la campaña, luego podremos regresar.—Hablo calmado.

Las horas con sus hijos pasaron, un almuerzo tranquilo en el que Bayaceto solo pudo pensar en Hasret arrepentido de lo que había dicho y hecho, finalmente salieron de los aposentos dejando a los niños a cuidado de la criada de la sultana.

El príncipe tuvo la intención de ir a los aposentos de Hasret para hablar sobre todo lo que había pasado y quizás reconciliarse pero algo le llamó la atención a mitad de camino.

—Madre, por favor detente.—Mihrimah junto a Rustem, Fakria y Sumbul intentaron detenerla.

—¿Que ocurre?—Hablo el príncipe con preocupación.

—Es su hermano, príncipe.—Rustem habló.

—Le han enviado una carta a nuestra madre, Cihanger está muy enfermo.—Continuo Mihrimah.

—Hijo, por favor permíteme ir a verlo...—Hurrem hablaba desesperada.

—Calma madre, yo mismo te acompañare.

—Allah...—La sultana no podía detener su llanto desesperado.

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Los tiempos oscuros habían llegado, la muerte del príncipe Cihanger estaba en boca de todos además de las constantes peleas de los únicos príncipes herederos, en ese momento Hasret se encontraba en su habitación cantándole a su hijo más pequeño el cual a penas tenía 5 años.

—Sultana.—Una criada entro a los aposentos de Hasret quien vestía de negro por su luto.—El príncipe y sultana quieren verla.

—Déjalos entrar.—Con desanimo regreso su vista a Ferhan.

—Madre.—Hablaron al unísono haciéndole una reverencia.

—Hijos míos...—Murmuro con una sonrisa melancólica.—Vengan a mi lado, díganme ¿Como esta su abuela?

—No ha salido de sus aposentos, dicen que está muy triste.—Berat habló haciendo un puchero inconscientemente.

—Mi príncipe, no entristezcas... La Sultana Hurrem es la mujer más fuerte del imperio, ella se pondrá de pie una vez más.

—Madre...—Hanzade habló.—¿Que va suceder? Si el sultán fallece.

—Uno de los príncipes ascenderá al trono y será el sultán.

—¿Y si el tío Selim es el nuevo sultán?—Berat habló.—Vamos a morir, ¿No es así?

Hasret se sobresaltó.

—Cariño mío, no digas eso...—Si, era lo más seguro pero no podía decirle algo así a sus niños.—Su tío, el príncipe Selim los ama son parte de la dinastía y no podría si quiera lastimarlos.

—Promételo.—Berat estaba angustiado.—Promete que no nos va pasar nada.

Ella sonrió de lado, se levantó dejando al pequeño Ferhan recostado casi adormecido para así regresar a su hijo para abrazarlo.

—Hijo, por favor no te atormentes con esos pensamientos.—Le susurro.—Soy la sultana Hasret, y haré lo que sea necesario por ustedes, ¿De acuerdo? Lo que sea.

El pequeño tomó su mano dándole un beso para ponerla en su frente como agradecimiento, solo su madre podría calmarlo en un momento así.

—Vengan aquí.—Extendió sus brazos para así recibir a Hanzade y Berat.

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