14
Topkapi
1548
Desde el nacimiento de sus hijo, Hasret había tomado el título de sultana, Cihan se había marchado pues su derrota estaba más que clara y los meses comenzaron a pasar, finalmente su amado Bayaceto estaría devuelta a la capital. Ella esperaba paciente la llegada del Sultán pues luego de saludarlo finalmente podría correr a los brazos del príncipe.
—Atención, el sultán Suleiman el magnífico.—Un guardia anunció.
Las mujeres lo reverenciaron a su llegada, el se quedó parado frente a ellas con una gran sonrisa.
—Pueden retirarse.
Ellas se miraron entre sí ante la petición del sultán, ni siquiera su haseki había podido besarle la mano para recibirlo, al salir de los aposentos Hasret buscó con la mirada a su príncipe, y ahí estaba al final del pasillo esperándola.
—Bayaceto.—Sonrió y corrió como una niña hacia el para abrazarlo.
—Hasret, mi amor.—La sujeto con fuerza, había sido tanto tiempo lejos de ella que el simple olor de su perfume lo enloquecía.—Mi sultana, ¿Como has estado?
—Bien su majestad, lo he pensado día y noche, no puedo creer que esté aquí conmigo.—Sus ojos brillaban como las estrellas, finalmente lo tenía frente a ella.—Venga conmigo, quiero que conozca a sus hijos.
Ella se sujeto de su brazo mientras caminaban hacia sus aposentos, al ingresar fueron recibidos por dos criados que sostenían a los hijos del príncipe.
—La sultana Hurrem a escogido nombres preciosos.—Ya se los había dicho en una carta pero aún así se sentía orgullosa de que ella los haya nombrado.
—Mi pequeña sultana, Hanzade...—Beso su pequeña cabeza.—Y mi príncipe, Berat.
—Se parecen mucho a usted.—Habló con felicidad.
Pero pudo notar en el rostro de su príncipe que algo andaba mal y tenía que descubrir que ocurría.
—Déjennos a solas.—Pidió a sus criadas.
—Si, sultana.—Hicieron una reverencia y se marcharon con los bebés.
—Mi príncipe, mi amor y mi alma...—Coloco sus manos en el pecho del príncipe.—¿Que lo entristece? Puedo verlo en sus ojos, se que no está bien.
El quitó las manos de Hasret de su cuerpo para así besarlas.
—Hasret...—Murmuró.—Mi padre, el sultán está enfermo, se ha desmayado en frente de los jenízaros y corren rumores de que ya no se levantará.
—Ahora entiendo porque nos ha pedido marcharnos.—Hizo que el príncipe se sentara en uno de los muebles de sus aposentos.—No se preocupe-
—Toma mi mano y promete que todo estará bien.—La interrumpió con su mirar devastado.
Ella así lo hizo, sujeto la mano de su único amor para calmarlo.
—Allah hará que nuestro sultán se levante lleno de salud.—Le mostró una sonrisa.—O de lo contrario, usted ascenderá al trono, se lo prometo.
—Que Allah te escuche.—Dio un beso en su cabeza.
Durante las siguientes horas ninguno quiso separarse del otro hasta que Bayaceto fue a reunirse con su madre y hermanos, ella se encaminó a los aposentos del príncipe para esperarlo ahí.
—Sultana.—Un guardia habló.
—Esperare al príncipe en sus aposentos.
—No hemos recibido ninguna orden sobre-
—¿Tengo que darte explicaciones?—Hablo molesta.—No solo soy la favorita del príncipe, soy la madre de sus hijos y si se entera de que no me haz dejado pasar te cortarán la cabeza.
El no tuvo más remedio que apartarse, Hasret no le tomó mucha importancia pues para ella lo único en ese momento era esa habitación, minutos y horas pasaron en su espera hasta que apareció.
—Mi sultana...—Se acercó a ella para abrazarla.
—¿Que ha sucedido? ¿De que han hablado?
—Llamarán a mi hermano Mustafa, quieren que esté con nosotros durante estos momentos difíciles.
—Ya veo... Venga, siéntese y relájese.—Lo obligo a caminar hasta la cama para sentarlo.
Este colocó sus manos en la cintura de Hasret acariciando delicadamente provocando sus suspiros.
—Había extrañado tanto sentir tu cuerpo.—Hablo el príncipe.—He querido quitarte ese vestido desde que te vi esta mañana.
—No se detenga entonces, majestad.—Le mostró una sonrisa coqueta.—Sabe que soy solo suya y puede hacer de esta servidora lo que desee.
Bayaceto bastante motivado fue desvistiéndola, al mismo tiempo que ella demostraba sus ganas de quitarle sus ropas, el príncipe no dudó en despojarse de sus ropas cuando ella se lo pidió.
Con cuidado la recostó en la cama posicionándose sobre ella, querían sentirse siendo uno solo y, al deshacerse incómoda y desordenadamente del resto de la ropa de la cintura hacia abajo, Bayaceto alzó su mirada, al tiempo que ella buscaba sus ojos.
Hasret cayó en su propia trampa y se vio cegada de inmediato por un deseo creciente al ver a Bayaceto en ese estado y recibir sus besos y las caricias que empezaba a proporcionarle con sus fuertes manos, la miró a la cara, mostrándole una sonrisa pacífica, al estar en la cama ella por primera vez quiso ser quien llevara el control por esa noche y se acomodó mejor encima de él, dejándose llenar lentamente. Su noche fue perfecta y satisfactoria pues luego de todo ese tiempo podían disfrutar el uno del otro completamente, sus respiraciones agitadas, besos y caricias fueron las suficientes para llevarlos al límite.
Al terminar, ya cansados se acostaron uno al lado del otro Bayaceto se separó de ella para mirarla, al notarla callada, y le acarició la mejilla con un pulgar repetidas veces, lo mismo hacía con la otra mano con su pelo y espalda.
—¿Pasa algo?—Preguntó con ternura. Ella le sonrió de menor a mayor, ampliando su boca cada vez más. Y con eso le bastaba para saber que todo estaba bien.
—¿Prometes que estaremos juntos siempre?
—Es una promesa.—La besó.—Eres la única mujer que ha conquistado mi corazón de esta manera, mi Hasret... Amor de mi vida.
Ella no pudo contener más su felicidad y lo beso repetidas veces haciéndolo reír, estaba segura de que las palabras del príncipe eran reales y ella también estaba segura de cuánto lo amaba y todo lo que sería capaz de hacer por el.
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