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Kutahya
1545

A la provincia habían llegado varías esclavas previamente seleccionadas para sus servicios, unas pasarían al harem del príncipe, servirían a las sultanas o serían simples criadas que cuidarían la limpieza del castillo.

—¡Caminen, rápido!—Uno de los guardias les gritó a las muchachas las cuales se veían realmente sucias y bastante tristes.

Entre ellas una chica traída de Roma con el nombre de Aurora, ella a penas y podía caminar derecha pues el recuerdo de lo que había pasado la atormentaba, ¿Como había llegado hasta aquel horrible lugar? ¿Acaso Dios la estaba castigando por algún pecado?

Solía ser una simple campesina, alguien insignificante a los ojos de cualquier otra persona, pasaba sus tardes ayudando a su madre en los labores del hogar o simplemente paseaba en el campo recolectando flores para adornar su habitación.

Pero su vida dejaría de tener aquella tranquilidad cuando ese día llegó, su último día siendo libre, luego de salir de la misa de los domingos con su familia la gente empezó a gritar, correr y buscar refugio.

—Padre, ¿Que sucede?—Habló asustada sujetándole la mano.

—¡Los tártaros! ¡Los tártaros!—Alguien gritó alertando a las personas.

La pequeña familia buscaba huir como el resto, pero el amontonamiento los limitaba, las chicas más jóvenes del pueblo estaban siendo raptadas mientras suplicaban misericordia.

—Dios santo...—Madre abrazo a su hija tratando de ocultarla.

Pero todos sus esfuerzos fueron en vano, Aurora gritó aterrada cuando sintió ser levantada con facilidad del suelo.

—¡Madre, Padre!—Grito por ayuda.

Nadie pudo salvar aquella chica.

Se despertó de su trance cuando entraron al palacio, ni siquiera podía apreciar el lugar como debería, entre tantas cosas de valor ella sabía que no era nada, su vida ya no era suya.

—¡Que las lleven a los baños!—Un eunuco avisó.—Y llamen a una doctora para que las revisen luego.

Durante su ducha y revisión ella se había mantenido completamente callada, decaída, en su cabeza solo se reproducía una y otra vez la última vez que vio a sus padres, ojalá los hubiera abrazado una última vez.

—¡Oye!—Uno de los encargados de harem le gritó.

—¿Hmm?

—Te pregunte tu nombre, señorita.

—Soy Aurora.—Fue lo único que pronunció antes de volver agachar su mirada.

—De acuerdo. Todas escúchenme, pueden llamarme Emin Aga.—Aviso el eunuco caminando de un lado al otro.—Para permanecer aquí deben seguir una simples reglas, o más bien lo que tienen prohibido desobedecer, levantar la voz prohibido, los hombres están prohibidos... Exceptuando claro al príncipe. ¿Entendieron?

—Si.—Hablaron al unísono.

—Ahora síganme.—Ordenó haciendo que fueran atrás de el en fila india.

—¡Atención, la sultana Cihan!

Alguien anunció, el guía rápidamente se volteó a las nuevas criadas para decirles cómo recibirla.

—Rápido, hagan una reverencia y no levanten la cabeza hasta que la sultana pase.—Ordenó y así lo hicieron todas.

Todas menos Aurora que miro con fascinación a la sultana, era la mujer más bella que alguna vez había visto de eso estaba segura, por un momento se sintió celosa por no tener un rostro así pero su fantasía no duró mucho.

—¡Insolente! ¿Quien crees que eres para no reverenciarte ante la sultana?—La criada que acompañaba a Cihan observo con mucha molestia a Aurora.

—Yo... Lo siento.—Empalideció, por primera vez y ya lo había arruinado.

—Que la lleven al calabozo a ver si ahí aprende buenos mo-

—Nurten.—La sultana regañó a su criada y se acercó a las demás.—No seas cruel con ella, a penas está aprendiendo.

—De verdad lo lamento sultana.—Aurora se reverenció provocando una risa en su contraria.

—Está bien, agradece que haya sido yo... Pero ten más cuidado, ¿De acuerdo? No quiero que alguna tenga problemas por este tipo de errores.

—Gracias sultana.—Dio unos pasos atrás quedándose con las demás concubinas.

Cihan se retiró al mismo tiempo que Aurora iba a ser regañada por ese descuido.

—La sultana Cihan, es la sobrina de nuestro sultán ella pudo mandarte al calabozo por meses si así lo deseaba.—Emin comenzó su regaño pero a Aurora poco le importó.

—¿Hay más sultanas aquí?—Preguntó mientras empezaban a caminar a su salón donde recibirían clases.

—Si, nuestra sultana Cihan solo está de visita, aquí también vive la sultana Rana.—Explicó.

—¿Ella es familia del Sultán?

—No...

—¿Entonces como llegó a ser sultana?—Habló extrañada.

—Fue la concubina favorita del príncipe Bayaceto hasta que quedó en cinta, Allah la bendijo con 2 pequeños... El príncipe Orhan y el príncipe Osman.

—¿Y donde está el príncipe Bayaceto?—Cuestionó.

—Muchas preguntas por hoy señorita.—Se quejó.—Anda a tus clases, ya luego hablaremos.

Aurora asintió, su curiosidad había despertado, quería conocer aquel príncipe del que tanto se hablaba.

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