Sudadera
Jona estaba en su habitación, tocando la guitarra. Su cabello rubio y corto se balanceaba ligeramente mientras intentaba perfeccionar un acorde complicado. Sus ojos miel acaramelado reflejaban la luz de la lámpara de escritorio, y su concentración era evidente. Sin embargo, el sonido de una discusión en la planta baja lo distrajo. Sus padres, Fermín y Larissa, estaban peleando de nuevo.
De repente, la puerta de su habitación se abrió y entró João, su gemelo, con su característico cabello ligeramente rizado. Se lanzó a la cama de Jona y suspiró.
—Están peleando otra vez ¿No? —Jona dejó de tocar y miró a su hermano que dejaba caer su peso sobre el colchón.
—Sí, ya es costumbre —respondió su gemelo, encogiéndose de hombros—. Apuesto 50 euros a mamá esta vez.
Jona sonrió y asintió.
—Yo apuesto 30 a papá. Siempre acaba ganando el.
Los gemelos se rieron ligeramente, pero el sonido de la discusión seguía de fondo. Jona disociaba, perdiéndose en sus pensamientos, mientras João le contaba las últimas novedades del día. Luego, ambos escucharon un golpe seco. Era la puerta principal cerrándose de golpe, seguido de un silencio inquietante.
—¿Qué ha sido eso? —preguntó Jona, mirando a su hermano con preocupación.
—No lo sé, pero es la primera vez que pasa —respondió João.
Ambos bajaron sigilosamente las escaleras y se dirigieron a la cocina. Allí encontraron a Fermín, su padre, llorando en silencio. Al ver a sus hijos, Fermín intentó disimular, pero ellos lo abrazaron.
—¿Qué ha pasado, papá? —preguntó Jona, con un nudo en la garganta.
Fermín los miró con tristeza.
—Nos vamos a divorciar. Vuestra madre se ha ido a casa de los abuelos y, de momento, os quedaréis conmigo —dijo, tratando de mantener la calma.
Los gemelos lo abrazaron más fuerte, compartiendo el dolor en silencio. Después de unos minutos, João propuso ver una película juntos para distraerse.
—Papá, ¿qué tal si vemos una peli? —sugirió João, intentando animar el ambiente.
Fermín sonrió tristemente y asintió.
—Mejor dejadme solo un momento, chicos. Necesito tiempo para pensar —dijo, repartiendo besos en la frente de sus hijos antes de retirarse a su habitación.
Jona y João se miraron, entendiendo que debían darle espacio a su padre. Se quedaron en la cocina en silencio hasta que escucharon la puerta de la planta de arriba cerrarse. Entonces, rompieron el silencio.
—¿Qué crees que va a pasar ahora? —preguntó Jona, con preocupación.
—No lo sé, Gonita. Es raro ver a papá así —respondió João, pensativo.
Después de un rato, volvieron a sus habitaciones. Jona seguía peleando con el acorde de su guitarra, pero el hambre lo distrajo. Al salir de su habitación, pasó por el pasillo y escuchó a su padre sollozando levemente. Mordió su labio inferior, reprimiendo las ganas de entrar y consolarlo, y bajó a la cocina.
Allí encontró a João, que estaba mirando su móvil.
—¿Has escuchado a papá al pasar por el pasillo? —preguntó Jona, tomando un trozo del sándwich de queso que su hermano le ofrecía.
—Sí, lo he escuchado —suspiró João—. Según el tío Gavi, no deberíamos dejar solo a papá.
Jona se encogió de hombros.
—¿Qué vamos a hacer, Joa?
João sonrió, teniendo una idea.
—Tengo una idea. Vamos a prepararle algo para animarle —dijo, sacando palomitas de maíz de la alacena y metiéndolas en el microondas—. Gona, pásame un bol.
Jona estaba en su mundo y no prestó atención a su hermano hasta que João le tiró un trapo.
—¡Joder, Jonathan! Te estoy hablando —dijo João, molesto.
Jona sacudió la cabeza, volviendo a la realidad.
—Perdona.
—Ya enano, alcánzame un bol —repitió João, con paciencia.
—Vale, vale —murmuró Jona, pasándole el bol.
Con las palomitas listas, los gemelos fueron a la habitación de Fermín. Al entrar, Fermín los miró sorprendido.
—¿Qué hacéis aquí, chicos? —preguntó Fermín.
—Noche de películas —respondió João, con una sonrisa.
Fermín sonrió triste y los invitó a acostarse en la cama. Los gemelos se acomodaron junto a su padre, con la cabeza apoyada en su pecho. Fermín acariciaba el cabello de los dos mientras veían la película. Jona, con su TDAH, pronto se aburrió y comenzó a jugar con la camiseta de su padre, pero disfrutaba del momento familiar.
—Papá, ¿qué vamos a hacer ahora? —preguntó Jona, con voz suave, mientras seguía jugueteando con la camiseta de Fermín.
—Vamos a estar bien, Gonita. Solo necesitamos tiempo —respondió Fermín, besando la frente de su hijo.
La noche pasó tranquila, con los gemelos apoyando a su padre, conscientes de que, aunque la situación era difícil, estaban juntos, y eso era lo más importante.Durante un momento de la película, Jona se quedó dormido, seguido por João. Fermín sonrió al ver a sus hijos dormidos y dejó un casto beso en el cabello de ambos mientras seguía mirando la película. Al día siguiente, Jona despertó solo en la habitación de su padre, algo confundido. Se estiró y se levantó, y en su trayecto a su habitación escuchó ruidos y risas provenientes de la habitación de João, suponiendo que Gala había venido a visitarlo. Fue a su habitación, se dio una ducha y se cambió, eligiendo unos jeans blancos rotos en las rodillas, unas Converse rojas y una sudadera negra, más grande de lo necesario, que había robado a Dexter. Amaba el perfume del ojigris que aún impregnaba la prenda, sintiéndose seguro al llevarla.
Mientras bajaba las escaleras, jugueteaba con las mangas de la sudadera, perdido en sus pensamientos. Llegó a la cocina y encontró a su padre, Fermín, y al mejor amigo de este, Gavi, quien también era su padrino.
—¡Buenos días, Jona! —saludó Gavi amablemente, sacándolo de sus pensamientos.
—Buenos días —respondió Jona, con una leve sonrisa.
Fermín lo invitó a sentarse con ellos y le dio una taza de café, sabiendo cuánto le gustaba. Mientras los ex futbolistas del Barça hablaban, Jona estaba perdido en sus pensamientos, jugando con la manga de la sudadera.
—Jona, esa sudadera ya la había visto antes —comentó Gavi, mirando con curiosidad.
Fermín también miró a su hijo.
—Es verdad, aunque no recuerdo haberla comprado para ti.
Jona se sonrojó abruptamente, bajando la mirada a su taza de café y murmuró:
—Es de Dexter...
Gavi sonrió, comprendiendo el significado detrás de esa confesión, y miró a Jona con complicidad. Fermín se mordió el labio inferior, divertido.
—Recuerdo cuando aparecías en los entrenamientos con las sudaderas de Pedri —dijo Fermín, mirando a Gavi.
—Qué pesado eres —respondió Gavi, sonrojándose.
Jona sonrió de lado y se rascó el cuello, dejando a la vista un par de marquitas rojas que no pasaron desapercibidas para Fermín.
—¿Y esas marquitas, Jona? —preguntó Fermín, arqueando una ceja.
Gavi se rió divertido.
—Tienes que comer ajo, Jona.
Fermín y Jona miraron a Gavi, confundidos.
—Es para espantar a los vampiros —explicó Gavi, divertido.
Antes de que Fermín pudiera decir algo más, el timbre resonó en toda la casa y fue a abrir la puerta. Gavi aprovechó para darle un consejo a su ahijado.
—Deberías conseguir maquillaje, suele funcionar —dijo, recordando las veces que Pedri lo había dejado lleno de chupetones.
—Gracias, tío Gavi —murmuró Jona, sonrojado.
Fermín volvió a la cocina, esta vez acompañado por Roma y Dexter. Roma saludó a Gavi con un beso en la mejilla y luego hizo lo mismo con Jona.
—Buenos días, Gavi. Hola, Jona —saludó Roma, con una sonrisa.
Dex saludó a su tío Gavi, quien le dijo divertido:
—Bonitos colmillos, ¿eh, Dex?
Dexter se sonrojó, y Jona se atragantó con el café. Dexter murmuró algo incomprensible y arqueó una ceja al ver a Jona con su sudadera negra. Fermín notó el pequeño intercambio de miradas y sonrió.
—Jona, ¿por qué no llevas a Dexter a tu habitación y os ponéis al día? —sugirió Fermín.
Jona terminó su café de un tirón y le dijo a Dexter:
—Vamos arriba.
Ambos salieron de la cocina y subieron las escaleras. Al pasar por la habitación de João, se escuchaban gemidos, pero Jona no les prestó atención. Dex suspiró, negando levemente con la cabeza.
Al llegar a la habitación, Jona fue el primero en entrar, seguido de Dexter, quien cerró la puerta tras él.
—Florecita, ¿estás bie...?
Antes de que pudiera terminar, los labios de Jona lo callaron, sujetándolo de la cara en un beso. Dexter no tardó en seguir el beso, llevando sus manos a la cintura de Jona.
—Tenía ganas de verte —murmuró Jona contra los labios de Dexter.
—Yo también, Florecita —respondió Dexter, profundizando el beso.
Se separaron un poco, y Jona apoyó su frente contra la de Dexter, sonriendo.
—Me gusta cuando llevas mi sudadera —confesó Dexter, acariciando su cintura.
—A mí me encanta —respondió Jona—. Huele a ti, y eso me hace sentir seguro.
Dexter sonrió, abrazándolo más fuerte.
Ambos se quedaron en silencio, disfrutando de la presencia del otro, encontrando consuelo en su mutua compañía
Bueeeeeenas si estoy actualizando más esta historia porque les agarre cariño a estos jaja.
Que les pareció?
Opiniones?
En fin.
Los quiero.
Lai <3
Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro