Capítulo 1
En verano, probablemente una mañana temprana con el sol entrando por los ventanales, el rey tomó una decisión.
Esa misma tarde, se oficializó.
Quería no sacar la cabeza por la ventana de la carroza, pero se le hacía muy difícil.
El camino era largo, llevaban 1 hora y pico allí dentro, viendo pueblos y ciudades llenas de vestidos, periódicos y tabaco caro. Sin duda tienen dinero, ellxs y la ciudad.
Supo que el recorrido había llegado a su fin cuando el carro freno lentamente frente a unas puertas enormes de acero, impecables y pintadas de un tono blanco puro. Volvió a clavar sus uñas en sus muslos al sentir la imperiosa necesidad de sacar la cabeza y clavar sus ojos en el palacio que tenía delante.
- Ya hemos llegado. - aseguró uno de los acompañantes de aquella carroza. En sus labios se coló una sonrisa fundida en alivio y nervios. Quería llegar, pero no quería ver su destino de golpe. No quería enfrentarse a él cara a cara.
Tenía apenas 19 años. Era un crío.
El pelo le cae por la cara igual que la melena a un león, estorbando sus ojos y su frente. Da igual las veces que eche hacia atrás su cabello, siempre termina en la posición original.
Siente los ojos del guarda que está en la carroza, junto a otros más.
- Hay mucho jaleo. - susurra por lo bajo. El guarda — o ese rol ha querido asignarle él — asiente, se coloca las gafas y desvía sus ojos al exterior, justo por la pequeña ventanita del vehículo.
- Si. Está todo un poco desordenado pero no lo tengas en cuenta. Se encargarán lxs criadxs.
- ¿La celebración fue aquí?
- Donde si no. El rey siempre que toma decisiones y las hace públicas, las hace aquí: en su casa. - vuelve a asentir, mirando los números arcos envueltos en flores y las mesas, ya prácticamente despejadas. - Ayer, antes de la noche, vinieron todos los duques, duquesas, reina, reyes, príncipes y princesas de la ciudad. - parece que ha dejado de escuchar. Tiene los ojos clavados en la fachada de mármol, también blanca, con enredaderas en los balcones y las enormes ventanas que dejan ver algo del interior de semejante palacio.
- Es inmenso.
- Es imponente. Y grande. Te llevará días saber dónde está todo. - el carro frena. Siente un nudo en su garganta. - El rey os recibirá en el despacho, imagino. - la bola de saliva que cae por su garganta se le antoja a una piedra. Con las manos en los bolsillos y la cara iluminada, saca su cuerpo de la carroza.
Es inmenso, es gigante.
Es el palacio de los Todoroki.
- ¡Ha llegado, papá! - una voz femenina emerge del final del pasillo. Lleva un vestido azul precioso, y sus gafas resbalan sin poder evitarlo por el puente de su nariz.
- No grites Fuyumi. - susurra su madre.
- Está con el señor Nighteye.
- Lo se. Tu padre ha decidido que estaría en la carroza para dar el visto bueno. Y tu hermano, dónde está.
- Está entrenando, corriendo.
- No, Natsuo no. - suspira de forma pesada, temiendo la respuesta de su hija, que ya se la imagina. - Digo Touya.
- Ah, no lo sé.
- No lo sabes. - escucha refunfuñar a su padre, saliendo del despacho, con los puños cerrados. - Se va a enterar.
- Enji...
- Que vayan a buscarlo. Estará en la biblioteca o... o en el balcón trasero. Que lo busquen. No hay tiempo. Quiero a ese niñato aquí ahora mismo. - el tacón de los mocasines caros del rey se desvanece en cuanto baja las escaleras. Fuyumi sólo puede soltar el poco aire que hay en su cuerpo. Su madre ya ha desaparecido del pasillo. Shoto permanece en su habitación, igual que un fantasma.
Donde narices se ha metido ahora Touya. Si anoche estuvo en la celebración...
Touya despega su espalda desnuda de un colchón que apesta a alcohol y sudor. Se remueve en busca de espacio, los dedos de sus pies están tocando un cuerpo que yace al otro lado de la cama. No sabría decir quién es, una chica, o eso es lo que supone. Huele demasiado bien la habitación.
Pasa sus dedos entre su cabello blanco, aún con algún reflejo rojo que se ve rosa por el golpe de luz. Da un bostezo abriendo bien la boca y tuerce su cabeza para intentar identificar la persona que le ha acompañado tanto en la noche como en la mañana.
Es rubia, con labios gruesos y pestañas largas. Tiene su cabello pegado a la cara y en parte de su cuerpo desnudo, igual que él. Planta una pequeña sonrisilla en su cara y busca ahora con sus ojos un reloj.
Las 11:30, la hora perfecta para ir a casa, piensa.
El cuerpo de Touya despega su culo del colchón, y tantea entre las sábanas en busca de su ropa interior y su ropa de calle. Sin querer roza las piernas y pies de la chica, despertandola sin importarle demasiado.
- ... - escucha un suave gimoteo a la vez que observa sus brazos estirarse. Sus dedos finos tapan su boca, ocultando un bostezo. Clava sus ojos en la espalda y el culo de Touya, que desaparecen tras la ropa. - ¿Ya te vas?...
- Eh... si.
- ¿No quieres... un último de despedida o algo?
- No, tengo cosas mejores que hacer.
- Mejor que tener sexo.
- Si, parece que si. - la rubia, ladeando su cabeza y dejando que su melena ondulada caiga por su pecho desnudo, juega con sus largas uñas, mirando a Touya.
- Dame un cigarro o algo.
- Si vas a volver a palacio, no vayas con olor a tabaco.
- No se van a llevar ninguna sorpresa.
- ¿Qué les dirás?... - sonríe, juguetona, mirando sus ojos azules.
- Que vengo de dar un paseo. - y sin darle más vueltas, sale de la habitación, no sin escuchar los pasos de la chica, descalza y desnuda, abrazando su cuerpo detrás de él.
- ¿Volveré a verte otra vez, príncipe Touya?...
- No lo sé. Ya vamos viendo. - y no sin antes tocar su cintura, sale de allí. No necesita una carroza, puede volver andando. No sería la primera vez.
El pasillo es grande. Tiene largas alfombras decorandolo, además de tapices colgando de alguna ventana, con el escudo de la familia real. Trata de mantener la calma. Lleva una sonrisa segura pintada en la cara.
El guarda de cabello verde y piel pálida, abre la puerta. En el fondo de la enorme e imperiosa sala, hay un hombre fuerte e imponente, con presencia. Tiene sus manos a cada lado del sillón, esperando su llegada al parecer. El rubio siente como si un hilo estirase su cuerpo desde la cabeza, poniéndolo recto. El rey asiente con un gesto, y el guarda de gafas comienza a caminar, esperándole a él.
Camina detrás suya. Al lado del rey, una mujer hermosa, de piel blanca y cabello albino, con ojos color ceniza. Tiene una sonrisa dulce en la cara. En cambio, el rey permanece serio y frío.
El hombre para en seco a unos largo metros. Y él, en un acto reflejo, inclina su cuerpo hacia delante, en señal de respeto.
- Su majestad. Este es el nuevo guarda que usted mismo exigió.
- Hawks, ¿verdad? - sentencia Endeavor. El rubio levanta sus ojos.
- Así es, mi señor. Me llamo Hawks. - cierra sus ojos, esperando escuchar su voz.
- Escúchame atentamente, Hawks: a partir de hoy, cumplirás las órdenes del nuevo príncipe y futuro rey, Touya Todoroki. Pero sobre todas las cosas, obedecerás mis órdenes. No debes olvidar que quien está por encima de cualquier cosa en este palacio soy yo. Vivirás bajo mi techo, bajo las necesidades de palacio y bajo las órdenes de tus superiores.
- Si, su majestad. - continúa inclinado, con una mano en la zona del corazón. Tiene sus ojos cerrados. Endeavor se observa atentamente. Cree ver en él la suficiente valía como para proteger y guardar al futuro rey y heredero al trono. Estira su mano. Inmediatamente en la palma de la misma aterriza su valiosa espada, decorada en rubíes y oro.
- Arrodíllate. - no duda ni un minuto en hacerlo. Continúa con la cabeza agachada, pero esta vez con los ojos abiertos. Escucha los pasos del rey, y como algo se posa sobre su ropa y aterriza sobre su cuerpo de manera ligera: es la espada, da pequeños toques a sus hombros y a su cabeza.
Es el rito oficial. Es oficialmente un guarda del rey, o mejor dicho, del futuro rey, Touya Todoroki.
Levanta sus ojos y choca con los suyos, azules como el mismo cielo.
- Juro fidelidad a todo su palacio, su majestad.
- Es lo que debes hacer, Hawks. - el rubio mantiene su vista en la ajena, sintiendo su cuerpo temblar un escalofrío recorrer desde su cogote hasta sus tobillos. - Bienvenido a palacio. - Nighteye, desde largos metros — seguramente colocado a un lado de Hawks — observa al rubio tirar el aire por las aletas de su nariz, nervioso. Se lo nota, está acostumbrado a ver a principiantes llegar a palacio con miedo.
Pero luego nunca es para tanto.
Enji ahora estira su mano a Hawks, quien inmediatamente la acomoda en la suya. Planta sus labios en sus nudillos, dejando un pequeño beso que promete la fidelidad y la confianza total a su majestad.
La reina hace lo mismo: estira su mano y deja que Hawks plante un suave beso como juramento.
- Voy a enseñarle donde residirá. - murmura Nighteye, con las manos tras su espalda. Una sacudida de la cabeza de Endeavor es suficiente como para dar el visto bueno a su mano izquierda. - Si eres tan amable, acompañame Hawks. - el rubio asiente, y vuelve a caminar detrás suya.
Salen de aquella sala enorme. Siente como al salir de allí, el aire limpia su cuerpo. Siente menos tensión en su cuerpo, como si allí dentro viviese la tensión y los nervios. Siente como el nudo de su garganta se deshace a medida que se alejan de allí.
- ¿Estás mejor? Te he notado nervioso.
- Si. Un poco. Esa sala impone. Y el rey también.
- Es normal. Siempre ocurre. Te lo has tomado bastante bien.
- ¿Han habido... peores ceremonias?
- No es cosa de ceremonias. Es cosa de los guardas que ingresan. O bien están tan nerviosos como para llorar o como para fallar en los pasos.
- Ah, imagino. - Hawks continúa andando, sin perder detalle de palacio.
- ¿No se te hace extraño?
- ¿El qué, exactamente?
- Que eres el guarda del príncipe, y no sabes ni quién es. - siente su cara asomarse por encima de su hombro, mirándole sin dejar de caminar. - ¿No te has hecho la más mínima y remota cuestión de quién es?
- Si. Pero imaginaba que estaría ocupado o, no se, el rey no ha querido que él se incluyera en el ritual. - Nighteye dirige la vista a la entrada. La puerta hace el más mínimo sonido como para que él lo escuche. Varios guardas se asoman y, acto seguido, dejan un espacio similar a un pasillo entre ellos.
- Pues ahí le tienes. - una mata de cabello blanco, que al sol se ve de un tono rosa muy claro — como las nubes en los atardeceres de verano, el mismo verano en el que viven — se asoma por el portón. Hawks solo es capaz de ver de refilón su cara, y de ella resaltan esos ojos azules en su piel pálida. Eso y su camisa blanca, desabrochada en los dos primeros botones del cuello.
- Ese es el príncipe Touya. En unos momentos podréis conoceros.
- ¿Tan joven es?
- Si. Que no te engañe, es el mayor de los Todoroki.
Una nueva pared que conduce a numerosas habitaciones — llenas de criadxs e internxs arreglándolas — obstaculiza y finaliza la visión hacia el portón.
- Tu habitación será esta. Te encontrarás lo suficientemente cerca del príncipe como para acudir a su ayuda en un apuro, pero lo suficientemente lejos como para respetar su privacidad. Atenderás sus órdenes, y ante todo, las del rey. - la voz de Nighteye suena seca, y su tono es demasiado serio y riguroso. Es cierto que su aspecto también justifica su personalidad. Es alto, con facciones alargadas y — lo que más le sorprendió — con el cabello muy bien peinado. - Si necesitas algo relacionado a tu hospedaje, házmelo saber.
- De acuerdo.
- Me llamo Nighteye. No me he presentado. Soy uno de los contactos más cercanos del rey.
- Es un placer. - Hawks pretende agachar su cabeza en señal de respeto, pero unos pasos inundan los pasillos. Una voz seria y grave los acompañan. Es el rey.
- Donde estabas. - susurra.
- Dando un paseo. - responde Touya.
- Ven conmigo. - y con ese comentario, Hawks divisa al príncipe entrar a la sala de la que él ha salido, a paso lento y despreocupado, como si fuera el pan de cada día.
El príncipe llegó a palacio, una tarde no muy tardía, justo en el momento donde el calor comenzaba a fundirse en una corriente fresca de aire que entraba por todas las ventanas del palacio.
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no sé si esto lo cambiaré a lo largo de la historia, espero que no.
ya quiero que haya folleteo y acabamos de empezar jijjijij
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