[ 3 ]
¡Es hora de levantarse y-... !
Roier no dejó que el despertador terminara su frase, botando el mismo al suelo de un empujón.
Era hoy.
Hoy era el día en el que pisotearía su dignidad con un zapato de tacón alto.
— Ugh… mierda…
Se llevó ambas manos a la cabeza para intentar calmar el dolor, pero nada. Supongo que eso es lo que el insomnio provocaba en las personas. Roier no había pegado un ojo en toda la noche. No podía hacerlo. Su mente no dejaba de atormentarlo con situaciones hipotéticas en las que todo salía mal y quedaba en ridículo.
Pero bien. Lo había prometido. Tenía que hacerlo por la preciada figura de Spiderman de Toy Biz que ahora adornaba su estantería.
Así que tomó una larga bocanada de aire y se levantó de la cama.
— ¡Oh dios mío! ¡Es hoy! —Exclamó Quackity mientras corría de un lado a otro por el salón, con algunas prendas ocupando sus manos.— ¡Luzu! Puta madre, ¿Dónde está este pendejo cuando lo necesito?
— Aquí está el “pendejo”.
Luzu, que recién llegaba a la sala arreglando su camisa carmín junto con el chaleco oscuro, respondió con cierto tono de regaño.
Quackity soltó una risita nerviosa y batió sus pestañas balanceándose en su lugar.
— Sabes que no hablo en serio, mi amor. —Dijo suavizando su voz. Aunque en cuestión de segundos volvió a su actitud desesperada.— Pero ya. ¡Ayúdame con esto!
Quackity levantó dos camisas, mostrándolas. Una turquesa y otra azul marino.
— ¿Cuál creés que combina mejor con mis ojos? ¡Necesito verme increíble hoy!
Luzu arrugó el entrecejo e inclinó su cabeza hacia un lado, examinando ambas camisas. O eso intentó hacer pero apenas podía reconocer la diferencia entre un color y el otro.
— Ponte la que sea. —Finalmente contestó, acercándose al más bajo para tomar su rostro entre sus manos.— De todas formas te verás hermoso con cualquier cosa.
Un Quackity más joven hubiese reaccionado a eso temblando y riéndose como colegiala enamorada.
Pero esos eran los viejos tiempos.
Así que, el pelinegro agradeció las bonitas palabras dándole un golpe en el pecho.
— ¡No necesito palabras cursis ahora! ¡Necesito una respuesta!
— ¡Pero ambas son azules!
— ¡Claro que no! Fíjate que esta es Azul y la otra es Turquesa. ¡Solo escoge una!
— ¡Está bien! —El castaño se rindió rodando sus ojos, mostrando sus manos y dando un paso hacia atrás.— Está bien… entonces ponte la turquesa.
— La azul, entendido.
Luzu abrió la boca para decir algo ante la respuesta diferente de su pareja, luego simplemente prefirió quedarse callado y observar con cariño y resignación al más bajo.
Fue entonces cuando alguien más se unió a la pareja.
— Muy bien. ¿Están todos listos?
Habló Mariana con voz fuerte mientras ingresaba a la sala con varias carpetas repletas de papeles entre sus manos.
— ¡No! —Exclamó Quackity de forma dramática antes de murmurar un muy bajo “ta madre”.— Espérate, aún tengo que cambiarme la camisa. ¿Acaso creés que iré a presentarme ante Sprite con estas pintas? No, mijo. Estás muy equivocado.
El pelinegro lanzó la camisa turquesa en el aire para que cayera justo en el rostro del Manager haciéndolo resoplar. Pero antes de que pudiera decir algo, el jadeo de Quackity lo interrumpió cuando este se giró con la idea de salir de la sala al pasillo que llevaba por las escaleras hasta las habitaciones.
El hombre se congeló en su lugar y se cubrió la boca con una mano mientras observaba a quién era su hijo… o eso creía.
— Ay wey… ¿Roro?
— Mhm…
Fue lo único que recibió en respuesta del chico castaño que caminaba (o se arrastraba) por el pasillo para llegar a la sala.
Si bien estaba vestido, sus prendas simplemente no combinaban y estaban muy desordenadas. Cómo si hubiera agarrado lo primero que encontró en su armario y se lo hubiera tirado encima. Y ni hablar de su cabello. Parecía el nido de alguna especie de pájaro carroñero. Definitivamente algo debía haberse muerto allí.
Bueno, aunque lo que sin duda parecía muerto era el muchacho en sí.
Las grandes bolsas bajo sus ojos dejaban mucho que decir. También su mirada perdida en el suelo, su piel pálida y su boca entreabierta.
Roier era un completo Zombie.
— No mames, Roier. —Se animó a hablar el Manager mientras lo observaba de pies a cabeza con incredulidad.— ¿Qué vergas te pasó?
Roier respondió con un murmullo casi inentendible, por lo cual Luzu se acercó a él poniendo una mano en su hombro.
— ¿Qué has dicho, Roier?
El aludido le dió una mirada moribunda a su padre y dijo:
— La vida… la vida me pasó por encima.
Antes de seguir su camino hacia la puerta de entrada.
Mariana rodó los ojos por el dramatismo del más joven. No podía creer como a un muchacho de su edad le parecía un total sufrimiento salir delante de las cámaras sin siquiera mover un dedo para llegar a algo como eso. Había personas que se desvivían por conseguirlo mientras que Roier estaba allí, comportándose como un gladiador apunto de irse a la guerra.
Así que lo siguió muy de cerca.
— Roier, no empieces con tus mamadas. Esto es muy importante para tu futuro.
Lo regañó esperando una respuesta atrevida de su parte, o quizás una simple mirada molesta. Pero lo único que consiguió fue un largo silencio, un detenimiento y un golpe seco.
El golpe seco fue la frente de Roier chocando contra la madera de la puerta de entrada.
Bien, quizás no estaba siendo tan dramático.
— Dios mío, Roier. ¿Qué te sucede? —Preguntó esta vez con un tono más preocupado, tomando al menor por los hombros.— ¿Cuánto has dormido?
—... Ocho… ¿Nueve?
— ¿Horas?
—... Minutos.
— Chingada madre, Roier. ¿Cómo puedes estar tan pendejo? —El nombrado lo ignoró nuevamente mientras poco a poco se inclinaba hacia delante hasta que, por segunda vez, su frente chocó contra algo. Por lo menos fue algo más suave, como el hombro de Mariana.— ¿Siquiera has desayunado? Tienes que comer algo, sino-
— No, no puedo…
— ¿Por qué?
La simple idea de probar un bocado de comida hizo que Roier tragara ruidosamente sus inevitables náuseas provocadas por los nervios.
— Si como algo… voy a vomitar. —Explicó con voz temblorosa.— En realidad… probablemente voy a vomitar de todas formas… Y si me subo a un auto, definitivamente Voy A Vomitar.
El más alto hizo una mueca de asco mientras dejaba que el más joven se acomodara contra su hombro para una pequeña siesta de pie que duró pocos segundos. Mariana había alzado su mano para acariciar los despeinados cabellos castaños de Roier apiadándose un poco de él cuando otras dos hicieron acto de presencia tomando al chico desde atrás.
— ¡No te preocupes, Roro! —Caturreó Quackity, ya luciendo su camisa azul.— Tenemos todo un botiquín de primeros auxilios dentro del auto, ya sabes; bolsa de mareos, pastillas para las náuseas y energizantes. ¡Muchos energizantes! Vamos, cariño. Ándale.
Fue en ese momento que Roier abrió los ojos de par en par, prácticamente rogándole a Mariana y a su otro padre por ayuda que no consiguió cuando Quackity terminó empujándolo fuera de la casa.
— ¿Creés que va a estar bien?
Preguntó el Manager a su jefe. Luzu suspiró y volteó a verlo antes de salir detrás de su familia.
— Eso esperemos.
Mariana apretó sus labios en una fina línea y arrugó el entrecejo mientras veía al hombre salir por la puerta. Luego bajó su mirada a los papeles entre sus manos. Mejor dicho, al resumen de lo que sería el comercial que iban a grabar ese día y…
Quizás era mejor no mencionar la parte final…
~ • ~
— ¡Mi nombre es Mayichi y seré tu maquilladora!
— ¡Yo me llamo Aroyitt y me encargaré de tu cabello y tu ropa!
Roier se encontraba sentado en medio de su “camerino” con dos hermosas chicas delante suyo que tenían toda su atención en él. Para muchos un sueño.
Para Roier una pesadilla.
Si bien, la siesta de quince minutos que tuvo en el viaje, más los litros y litros de energizantes que consumió lo habían revivido. Aún había cosas que no podía hacer a la perfección debido a la nula conexión de neuronas en su cansado cerebro.
Cómo hablar.
— Yo-… eh… ah…
— ¡Excelente! Déjame ver… —La chica que se había presentado como Mayichi tomó su rostro entre ambas manos y lo levantó para que pudiera verlo mejor.— Tus rasgos son delicados pero aún así bastantes masculinos. Tus labios necesitan algo de color y puedo retocarte la nariz para que se vea más pequeña. Y tus cejas son un poco… bueno…
Roier instintivamente frunció el ceño ofendido.
— A ver, quítate. —Dijo de repente la otra rubia empujando a la primera para ser ella quien ahora sostenga el rostro de Roier entre sus manos.— Mmm… creo que tus cejas están bien. Lo que no está bien es tu cabello, cariño. Solo déjame…
Aroyitt soltó al muchacho para llevar una mano a su cabeza, justo dónde se encontraba la bandana azul para tirar de ella y quitarla.
— Oye, espera-
— No, no. Esto se va. —Dijo lanzando la bandana a algún rincón de la habitación.— Ahora- ¡Wow! Tienes el cabello más largo de lo que imaginé… ¡Oh! Mayichi mira. Mira sus ojos.
¿Qué? ¿Qué tenían sus ojos?
Cuando la otra rubia volvió a él una sonrisa se plantó en sus labios mientras que las mejillas de Roier comenzaban a enrojecer por la desmedida atención que estaba recibiendo.
— ¡Dios mío! Que bellísimo color. Es como café con miel. ¡Me encantan!
— Y con su cabello cayendo a los costados resaltan aún más. ¡Son preciosos!
El castaño desvió su mirada hacia el suelo y frotó su nuca con vergüenza.
— ¿G-gracias?
— ¡Hay que probarte el corset!
— ¡¿Qué?!
Fueron varios minutos de sufrimiento en los que Roier deseó morir.
Aroyitt y Mayichi lo llevaban de un lado a otro por el camerino, y era tan rápido que ni siquiera sabía lo que estaba pasando. Era una tortura.
Maquillaje por aquí, vestidos por acá, esmalte de uñas, zapatos de tacón, alguna que otra dolorosa depilación y ¡TA-DA!
Una hora después de haberlo abandonado, Mariana estaba tocando la puerta del camerino para comprobar que todo estuviera yendo de maravilla.
— ¿Está todo bien aquí?
Fue lo que preguntó cuando finalmente la puerta se abrió gracias a la amabilidad de una de las estilistas profesionales. Pero su pregunta quedó flotando en el aire cuando su vista se topó con el menor de los Luzuriaga.
— ¡¿Por qué me ves así?! —Exclamó Roier, o bueno, la hermosa chica que sonaba como Roier.— ¿Al menos puedes cerrar la boca, por favor?
Mariana hizo caso a la petición, recomponiendo su mandíbula en su lugar sin despegar su asombrada mirada de la joven delante suyo.
Esa persona no podía ser Roier. Era demasiado bella para ser ese mismo tonto, apestoso y malcriado friki.
— Muchas gracias, chicas. Hicieron un excelente trabajo. Pero ahora les pido que nos dejen un momento a solas.
Ambas mujeres se despidieron tanto de Roier como de Mariana antes de salir del camerino. Cuando la puerta se cerró, el de gafas volvió a hablar:
— Woah, Roier… Si realmente te vieras así, definitivamente te haría mi esposa.
— ¡¿DE QUÉ ESTÁS HABLANDO, PENDEJO?!
— Shh, no seas vulgar, mi amor. Ahora eres una dama. —Del enojo Roier casi se quita la peluca para poder lanzarse en contra del Manager. Pero antes de que lo haga, este levantó una mano deteniéndolo.— Y hablando de eso. Supongo que no querrás que los demás sepan quién eres realmente, ¿No?
— ¡NO! ¡Claro que no! —Lloriqueó el menor.— ¡Esto es horrible! Imagina si además debo confesarles a todos que estoy travestido. ¡Es una locura! ¡Me voy a morir!
— ¿No puedo convencerte de lo contrario?
En un segundo Roier ya tenía sus manos puestas en el cuello de la camisa del pobre Manager.
— ¡MARIANA NI SE TE OCURRA DECIRLE A ALGUIEN SOBRE ESTO! —Amenazó como si fuera algo de vida o muerte.— Porque te juro que te mato, y luego me mato.
— ¡Está bien! Tranquila, bebé… No arruines tu esmalte.
Roier soltó un chillido de frustración y se agarró la cabeza con ambas manos comenzando a caminar de un lado a otro. En algunos pasos sus tobillos se doblaban como Bambi recién nacido por culpa de los finos tacones pero pudo mantener el equilibrio.
“Tacón, punta. Tacón, punta” eso es lo que había dicho Aroyitt.
— Ya, está bien. Mira, lo tengo todo bajo control… —El Manager se enderezó y aclaró su garganta para proseguir.— Tu nombre es Melissa, Melissa Luzuriaga. Prima lejana de Luzu. Has venido para probar suerte y mostrar tus cualidades actorales. Eres encantadora, talentosa y humilde. Muy humilde. A las personas les encanta eso. Con este comercial puede que ganes más reconocimiento, haces unas apariciones más, luego llamas para hacer una conferencia de prensa de último momento y ¡BUM! ¡Sorprendes a todos con tu verdadera identidad! Se vuelven locos, todos van a querer tener a Roier “el chico del momento” en sus programas, el que engañó a medio país siendo una hermosa mujer, y automáticamente saltas a la fama… ¿Qué dices?
Roier parpadeó.
— Estás demente.
— ¿Al menos puedes fingir que te emociona un poco?
El más joven no logró contestar cuando unos golpes se escucharon del otro lado de la puerta.
Roier abrió los ojos desmesuradamente y comenzó a hacerle señas a Mariana para que no abriera la puerta. Pero este lo ignoró.
— ¿Sí?
~ • ~
— Muy bien. ¿Qué es lo que te dije antes de llegar?
— Que tengo que ser amable y bueno con todos…
— Además de eso.
El pelinegro rodó sus ojos.
El actor y su Manager estaban caminando por los pasillos del set de grabación con rumbo hacia el camerino de su coprotagonista para “supuestamente” ser amables y desearle suerte a la novata.
Pff, boludeces.
— Qué se yo, ¿Que te gustan las pijas?
— ¡Ugh! Hijo de tu-... —Juan se mordió la lengua para no seguir con el insulto mientras Spreen sonreía burlonamente.— A ver, imbécil. Más te vale no meter la pata hoy. Y sabes perfectamente a lo que me refiero.
El más alto se hizo el desentendido, mirando hacia otro lado.
— No. No sé de qué estás hablando.
Podía escuchar la fuerte respiración de su Manager a su lado. Conteniendo lo poco que le quedaba de paciencia para poder hablar como una persona civilizada.
— Lo que quiero decir es que, tienes totalmente prohibido acosar a tu compañera de rodaje.
Rápidamente volvió su mirada a Juan.
— ¿Eh? ¿Qué decís? —Su voz subió unos tonos, claramente discrepando a lo que hacía referencia el mayor.— Hablás de mi como si fuera un puto depredador serial.
— ¿No lo eres?
Ahora era turno de Juan para dejar ver una sonrisa socarrona. Spreen entrecerró sus ojos ofendido.
— No. Obviamente no lo soy. ¿Te pensás que voy por la vida abajo de cualquier falda? —Juan no contestó pero su opinión estaba más que clara. El pelinegro resopló y volvió su vista al frente.— Además tampoco es como si me fuera a enganchar de la primera mujer que vea cuando entre ahí. Sos un poco fantasioso vos, ¿No?
Y de la nada, el actor recibió un golpe del pequeño ramo de flores que su Manager llevaba en las manos.
— ¡No te atrevas a mentirme! —Se quejó.— Yo sé más que nadie la clase de persona que tú eres. ¿Creés que después de tantos años trabajando a tu lado no conozco a la perfección tus indiscretas costumbres?
— “Indiscretas”...
Murmuró Spreen volviendo a poner los ojos en blanco.
— ¡Sí! ¡Indiscretas! Porque si fueran discretas no te hubiesen encontrado en múltiples situaciones tan bochornosas y tú reputación estaría intacta.
— ¿Bochornosas? ¿Quién usa esa palabra hoy en día? Pareces mi abuela. —Se burló el argentino. Luego señaló el ramo haciendo una mueca.— ¿Y qué mierdas es eso?
— Es un ramo, infeliz.
— Ya sé, pelotudo. ¿Pero por qué lo traes?
— Hay que darle una buena impresión a tu coestrella. Su Manager dijo que es algo tímida y está muy nerviosa. Un pequeño gesto de nuestra parte quizás la ayude a ganar confianza. —Explicó arreglando el papel café que rodeada las flores rojas.— Además, por lo sé es una prima lejana de los Luzuriaga. Familia de buena posición en la industria. Ya los conoces, son amigos de tus padres.
— ¿Y eso qué?
Juan respiró hondo para contener las ganas de golpear en la cara al más alto.
— Que tienes que dar una buena imagen y quizás así ellos hablen con tus padres de lo educado y caballeroso que es su hijo.
Resopló.
— Como si su opinión fuera tan importante.
— ¡Spreen! —El pelinegro detuvo sus pasos cuando el Manager se posicionó en frente suyo con su rostro enrojecido del enojo.— ¡Pendejo ingrato de mierda! Escúchame bien; harás lo que te digo porque de otra forma te pondré un collar para perros, una correa y te llevaré a rastras con tus padres. No me provoques, imbécil.
— Sí, sí. Ya te escuché. —Respondió el contrario sin problema mientras ponía su mano en el rostro ajeno para empujarlo hacia un costado provocando un quejido molesto.— Nada de coqueteos. Nada de insultos. Ser educado y dar una buena imagen.
Juan no lo volvió a ver. Solo se adelantó los últimos pasos que lo separaban de la puerta del camerino y entre dientes dijo:
— En serio que eres insufrible.
Luego elevó su mano acercando los nudillos en la puerta dando dos toques. Solo pasó un minuto antes de que la puerta se abriera ligeramente mostrando a un hombre alto de traje, que también usaba un par de gafas cuadradas.
— ¿Sí?
— ¡Hola! —Saludó Juan con una sonrisa de oreja a oreja que Spreen nunca en su vida había visto.— Tú debes ser Mariana, ¿Verdad? Mi nombre es Juan, hablamos por teléfono.
El rostro del otro Manager se iluminó como si acabara de recordarlo y automáticamente su semblante serio se convirtió en uno más amigable.
— Ah, es cierto. Casi lo olvido. —Dijo abriendo un poco más la puerta para poder extender su mano y que el más bajo la tomara.— Mucho gusto, Juan. En serio estamos muy agradecidos de que hayan aceptado esta propuesta de último momento. El señor Quackity estará encantado de verlos a… ambos.
Al decir la última palabra, su mirada se posó en el actor de cara aburrida y presencia algo intimidante. Juan al notar esto golpeó con su codo a la estrella quién inmediatamente fingió una sonrisa.
— Un gusto, Marian.
— Mariana.
Corrigió.
— Sí, eso. —Se giró hacia su Manager.— Supongo que ya tenemos que ir a prepararnos. ¿No, Juan?
Últimamente Juan había desarrollado un molesto tick en el ojo con cada cosa que Spreen hacía, y ese momento no era la excepción. Así que contó hasta diez y agrandó su sonrisa hacía Mariana.
— ¿Dónde está la novia? Nos encantaría saludar y desearle suerte en el rodaje.
— Oh… Sí, ella…
Mariana titubeó mirando de reojo al interior de la habitación donde Roier movía sus manos erráticamente en señal de que no los dejara pasar. Y Mariana pensó: Podría ser un buen hermano adoptivo y hacerle un favor.
Sí…
…
Nah.
— Ella está justo aquí. Acaba de terminar de prepararse. —Mariana abrió la puerta de par en par mientras Roier tenía un ataque de ansiedad y señaló adentro.— Les presento a Melissa Luzuriaga.
Roier tragó ruidosamente el nudo que se estaba formando en su garganta y levantó su mirada casi asustada hacia los desconocidos. Y en ese momento un corazón se removió violentamente. Casi queriéndose escapar de su confinamiento en el pecho de la persona.
Porque claro, no estábamos hablando de Roier. No. Su corazón ya desconocía lo que eran los latidos normales desde que su padre lo obligó a subirse al auto.
En este caso se trataba de alguien más.
Alguien cuyos ojos amatista no pudieron despegarse de la joven actriz desde el segundo en que la vió ni aunque se obligara a hacerlo. No podía creer lo que estaba viendo. ¿Acaso la hermosa mujer en frente suyo era real?
La chica tenía una mirada tan cautivadora, de un color avellana con tintes dorados que no paraban de temblar cada vez que posaba sus pupilas en él. Su largo cabello castaño y esos pequeños brillos que adornaban alrededor de sus pestañas también hacían juego. Y ni hablar de sus abultados labios, apretados en una mueca tímida y nerviosa.
Era cómo ver un ángel.
— Mucho gusto, Meli-
Juan fue abruptamente empujado hacia un lado mientras en un rápido movimiento le quitaban el ramo de flores de las manos. Ni Mariana ni él pudieron decir algo más cuando observaron lo que estaba pasando.
— Hola, mi nombre es Spreen De Luque. —Se presentó acercando su mano libre hacia la joven con una media sonrisa y un tono de voz más grave de lo habitual.— Así que vos sos Melissa… Es un gusto que nos volvamos a ver. ¿Han pasado cuánto…? ¿Catorce? ¿Quince años?
Melissa parpadeó y desvió su mirada repetidas veces sin responder ni tomar su mano. Estaba nerviosa, obviamente.
Eso es lo que normalmente Spreen causaba en las chicas. Nada nuevo.
— Perdón, me imagino que esto es mucho para vos. Me contaron que es la primera vez que hacés algo así. Pero tranqui, te va a salir genial. —Cuando bajó la mirada alejando su mano, Melissa aprovechó que no la podía ver para alzar una de sus cejas confundida.— Sé que no es nada, pero tampoco quería llegar con las manos vacías.
Spreen levantó el ramo de flores hacia ella agrandando aún más su sonrisa para mostrar el par de adorables colmillos.
Melissa estaba boquiabierta. O debería decir: Roier estaba boquiabierto.
¿Qué era todo esto? ¿Una broma de mal gusto?
¿Acaso comenzarían a salir camarógrafos de todas partes para enfocar su rostro perplejo y dejarlo en ridículo?
Automáticamente llevó su mirada detrás del actor y su Manager para buscar ayuda en Mariana, pero este solo intentaba contener su risa con su mano ante la inesperada situación. Cuando Roier frunció el ceño, Mariana se recompuso y señaló hacia el actor gesticulando un “acepta las flores” con sus labios.
El castaño rápidamente volvió su atención al frente con una sonrisa nerviosa.
— Gra- ugh. —Roier tomó el ramo y se aclaró la voz cuando su tono sonó demasiado grave, intentando agudizar lo mejor que pudo en la siguiente frase.— ¡Gracias! Qué amable.
No quiso volver a mirar a Mariana porque estaba más que seguro que se estaba matando de la risa por su desgracia, así que mantuvo el contacto visual con el pelinegro.
— No es nada. —Dijo encogiéndose de hombros.— Además, debés estar acostumbrada a que tu novio te regale flores.
Spreen dió un paso hacia el frente invadiendo levemente el espacio personal de Roier. La vista de este cayó nuevamente en Mariana con más pánico que antes.
— En realidad Melissa está soltera.
Perfecto. “Melissa” quería tirarse de un puente en ese preciso instante.
— Oh, ¿En serio? Pues en ese caso-
— ¡Muy bien, Romeo! Nos vamos. —Interrumpió Juan poniéndose en medio de ambos y tomando al argentino por los hombros para empujarlo a la salida.— Fue un gusto, Melissa. Mucha suerte en el rodaje.
— ¡Sí! Nos vemos a-
No pudo terminar la frase porque Juan terminó de empujarlo fuera del camerino, cerrando la puerta detrás suyo.
El cuarto quedó en silencio por varios minutos hasta que Roier dejó de escuchar el sonido de los pasos de ambos y los regaños de ese Manager de baja estatura. Fue entonces cuando tomó una larga bocanada de aire y le lanzó en la cara el ramo de flores a Mariana.
— ¡¿Cómo pudiste hacerme eso, pendejo?!
El más alto comenzó a reírse a carcajadas.
— ¡Yo no hice nada!
— ¡Claro que sí! —Lloriqueó el castaño tomando su largo cabello (falso) entre sus manos.— ¡Me ofreciste como vaca para el matadero! ¿Qué clase de amigo eres?
— No es mi culpa que seas atractiva.
Roier le lanzó una de sus peores miradas, más que ofendido.
— ¡¿Atractiva?! ¡Deja de tratarme como una mujer. Soy un hombre, cabrón! Debajo de este bonito vestido me cuelgan dos huevos.
— Pues al parecer Spreen De Luque no se dió cuenta de ese pequeño detalle. —Pobre tipo, pensó.— Increíble, Roier. Lo dejaste todo enculado.
— Eso no puede ser verdad. —Negó rotundamente.— ¿Quién sería tan imbécil y ciego como para no reconocer a un hombre en frente suyo? Tiene que ser una broma.
— Roier, espera. ¿Hablas en serio? —Mariana tomó a la falsa Melissa y la llevó hacia el espejo más cercano.— Wey, solo mírate. No miento cuando digo que realmente te ves atractiva.
No quiso hacerle caso pero segundos después se rindió ante la insistencia y puso sus ojos en el espejo para observar a la bonita desconocida que estaba del otro lado del vidrio haciendo lo mismo…
¡¿ESA ERA ÉL?!
Los labios de Roier se entreabrieron por la sorpresa mientras se acercaba para mirar mejor cada nuevo detalle de su persona. Hasta ese momento no quería ver su propio reflejo para no revivir traumas infantiles, pero… Wow.
Debía admitir que se veía bien… Demasiado bien.
Oh por dios, su padre tenía razón. ¡Era demasiado afeminado!
— Tengo que empezar el gimnasio.
Murmuró tocando delicadamente su rostro para verificar que fuera real.
— ¿Y deshacerte de esa cintura de princesa? Eso sería una gran pérdida para el mundo.
— Ya, pendejo. Bájale tantito. Estás empezando a asustarme.
No pudo seguir quejándose de la extraña actitud de el de gafas cuando una voz desconocida se escuchó desde los parlantes del lugar retumbando en todo el set.
“¡Atención! Todos en su posición. En diez minutos comenzaremos a rodar”
— Ya se habían tardado… —Murmuró Mariana girando para ver el pequeño parlante a una esquina de la habitación.— Muy bien, Roier. Es tu momento. Ya sabes que-
Cuando volvió al más joven, este se encontraba mirando un punto fijo con su cuerpo temblando como si fuera una gelatina.
—... ¿Ro?
— M-Mariana, c-creo que-... Creo q-que el suelo se e-esta moviendo… las paredes s-se cierran…
Roier estaba teniendo un ataque de pánico, otra vez.
Genial.
Mariana suspiró y se llevó una mano al puente de la nariz para masajearlo mientras pensaba en cómo lo arrastraría hasta el set sin que corriera a esconderse en algún rincón a llorar.
Necesitaba vacaciones y un buen aumento.
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