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[ 2 ]

— Ro, ¿Me pasas las servilletas?

Pidió el de gafas, sin despegar la vista de su teléfono y extendiendo la mano sobre la mesa. 

Roier, quién estaba muy concentrado untando mermelada en sus tostadas, no lo escuchó. O eso creyó Mariana.

—... Roier, pásame las servilletas. 

Una vez más el Manager fue ignorado provocando que soltara un largo suspiro. Había pensado que, luego de dejar que el universitario se calmara en su habitación hasta el otro día, quizás se volvería más “entusiasta” con esta nueva oportunidad. Pero no.

Y la peor parte es que ¡Solo estaba enojado con él! 

Con sus padres estaba todo de maravilla. ¡A pesar de que ellos habían propuesto la idea!

— Quackity, ¿Puedes decirle a Roier que deje de ignorarme? 

El nombrado rodó los ojos y dejó su café a un lado para hacer de mala gana lo que el más alto le pidió. 

— Roro, mi niño, dice Mariana que dejes de ignorarlo.

Finalmente el más joven reaccionó poniendo su seria mirada en su padre antes de acercarse a él y susurrar algo en su oído. Totalmente inaudible para Mariana. 

— Roro dice que lo ofendiste bien feo y que no piensa hablar contigo. 

En su nuevo trabajo de Paloma mensajera, Quackity le comunicó la información a su agente personal. 

— Dile a “Roro” que realmente me disculpo. No quería ofenderlo, ni mucho menos ofender su forma de dibujar. Pero esta es una oportunidad muy importante. 

El de cabello azabache le hizo llegar el mensaje a su hijo, con susurros, obvio. Y Roier volvió a acercarse a su padre para responder. Al escucharlo, Quackity inmediatamente se alejó.

— ¡Sin palabrotas! —Exclamó de repente, señalando al más joven.— ¿Dónde creés que vives? ¿En una favela?

Ahora fue turno de Roier para rodar los ojos. Nuevamente se inclinó “cambiando” sus palabras por unas más respetuosas.

— Roro dice que te metas tus disculpas en el siempre sucio. 

— ¡Ya tuve suficiente! —Mariana se puso de pie apoyando ambas manos sobre la mesa y enfrentando al más joven de los Luzuriaga.— ¡Tienes diecinueve años! Ya deberías dejar de comportarte como un niño. 

— ¡Y tú deberías dejar de comportarte como un viejo amargado! 

El más alto soltó un fuerte quejido de frustración y lo señaló.

— ¡Roier, vas a hacer ese maldito comercial por cómo me llamo Mariana! 

— ¡No! —Roier también se puso de pie pero para tomar su mochila y abandonar la sala al grito de:— ¡Y tú y tu pinche comercial pueden irse bien a la verga! 

La puerta principal se cerró de un portazo dando por finalizada esa segunda disputa. 

Mariana se dejó caer en su asiento, masajeandose las palpitantes sienes antes de volver a tomar su teléfono y enviar un último mensaje.

— En serio, necesito vacaciones. 

— Arregla las cosas con Roier y luego podremos pensar en ello.

Le respondió Quackity también abandonando la sala. 

~ • ~

Mariana era un idiota.

¿Quería que madure? Pues él era lo suficientemente maduro como para aceptar o rechazar cualquiera de sus tontas ofertas, y es más, también era maduro para elegir su propio futuro. 

¡Y eso no incluía la actuación! 

Pero no importa cuantas veces se lo diga. Él va a seguir creyendo que ese “camino” es lo mejor para él. ¡Ni siquiera sus padres lo presionan tanto!

Bueno… ellos son los causantes de todo esto...

¡Pero sus padres nunca lo insultaron! 

Además, Mariana podía decir todo lo que quiera de su forma de vivir, pero sus dibujos… Oh, Roier le demostraría que estaba muy equivocado. Claro que sí.

Algunos nacen con el talento innato de saber dibujar, pero eso no significa que no pueda esforzarse hasta el límite para conseguirlo. Y eso es exactamente lo que estaba haciendo en vez de atender a la clase. 

— Mm… quizás es el sombreado…

Murmuró observando su propia obra de arte a detalle. Había algo que no lo convencía del todo, algo que… no se veía bien…

— ¿Qué vergas está dibujando?

Escuchó a un chico susurrar detrás suyo. 

— No lo sé… —Contestó una chica de la misma forma.— Es como si Spiderman se hubiese metido esteroides de mala calidad.

Ok, eso es todo.

Roier tomó el dibujo, lo hizo una pequeña bola de papel para luego meterselo en la boca y comenzar a masticar, tanto el dibujo como su vergüenza. 

Increíble. 

Antes de que Roier se intoxicara con papel o muriera de vergüenza (cualquiera de las dos opciones eran posibles), un chillido se escuchó en el pasillo de la universidad. El castaño se giró hacia la puerta, extrañado. 

Luego vino otro grito, y otro, y otro más. De a poco el griterío se iba acercando hacia el salón donde Roier se encontraba. Y realmente no esperaba que fuera nada bueno. 

En realidad, de alguna forma ya se imaginaba de qué se trataba.

De repente la puerta del salón fue empujada dando lugar a más gritos, ahora dentro del aula. Y Roier solo pudo agarrarse la cabeza entre sus manos cuando reconoció a la persona que había llegado.

— ¡Oh dios mio! —Gritó una de sus compañeras.— ¡Es Slime de The Slimes

El susodicho no pudo evitar tomar una actitud un poco vanidosa, aunque estaba muy ocupado buscando algo entre todos los estudiantes.

— Disculpen, señoritas. Es muy halagador de su parte, pero necesito llegar a-

Decía el joven rubio empujando al tumulto de personas que pronto se formó delante de la puerta. Cuando finalmente se hizo un espacio, el rostro del muchacho se iluminó con una gran sonrisa en el momento en que su mirada se encontró con el estudiante fan de los comics.

— ¡Roro! —Exclamó su hermano mayor, prácticamente lanzándose hacia él y envolviéndolo entre sus brazos.— ¡Te encontré! 

Roier se removió entre incómodo y confundido. 

¿Qué vergas hacía su hermano ahí? ¿No estaba en un tour? 

¡¿Y por qué carajos estaba en su salón?!

Y en cuestión de segundos comenzó a escuchar murmullos:

“¿Quién es él?”

“¿Es su hermano?”

“No, no. Debe ser su pareja…”

“¿Ese no es el chico que dibuja a Spiderman con deformidades físicas?”

— ¡Suéltame! —Exigió empujando al cantante.— ¡¿Qué haces aquí?! 

— Auch. —Se quejó el rubio.— Así no es como deberías recibir a tu querido hermano.

— Ni siquiera deberías estar-

Las quejas del menor de los Luzuriaga se vieron opacadas por un grupo de chicas alrededor de la estrella de Rock. 

— ¡Slime, una foto por favor! 

— ¡Soy tu mayor fan! ¡Firmame aquí! 

— Fui a tu concierto el mes pasado, ¡Estuvo increíble!

— Tranquilas, chicas. Una por una. —Slime levantó ambas manos en un gesto para que se calmaran y luego le hizo una seña al profesor que se mantenía paralizado en frente de la pizarra.— ¿Cree que pueda habilitarme una de estas mesas? No me importaría hacer una firma de autógrafos aquí mismo.

Los gritos emocionados volvieron a resonar dentro del salón, aturdiendo a Roier y haciéndolo bufar con enojo. Inmediatamente tomó a su hermano por el antebrazo y lo arrastró fuera. 

De esa manera lo llevó hacia algún lugar solitario donde pudiera hablar con él sin interrupciones y de forma más tranquila

— ¡¿Qué chingados hacés aquí?! —Le gritó a su hermano en la cara, luego de que se escondieran detrás de unas gradas.— ¿No deberías estar en un tour mundial?

— Ah, me tomé un ligero descanso…

— ¿A qué te refieres? ¿Un des…? Olvídalo. —Se arrepintió automáticamente de su pregunta.— ¿Por qué no llevas un disfraz al menos? O pudiste haber esperado en casa. 

— ¡Lo hago! Llevo gafas. —Respondió señalando el par de cristales transparentes que cubrían sus ojos.— Pero de todas formas me descubrieron. Ahh… Es que mis encantos son muy difíciles de ocultar. No puedo hacer nada al respecto con esta potente aura de Estrella de Rock.  

Roier pestañeó.

— ¿De qué estás hablando? 

— Ow, ¿Por qué me tratas tan mal, Roro? Solo vine a verte a ti. 

— Ajá, sí. —Contestó con sarcasmo.— ¿Me quieres ver la cara de estúpido? Estoy seguro que Mariana te llamó para que me convenzas de hacer ese tonto comercial.

Slime jadeó indignado.

— ¿Queeee? —Se llevó una mano al pecho, agudizando su voz.— ¿Yo? Nooo. Para nada. 

— Sí, claro. —El castaño se cruzó de brazos listo para rechazar todos los intentos de su hermano.— Pues déjame decirte que eso no va a suceder. 

Roier le dió la espalda para dejar bien en claro su posición en el asunto. El mayor por un momento dejó atrás su fachada de “extraño a mi hermanito” enarcando una ceja hacia él. 

Con qué así eran las cosas, eh…

Por suerte, Slime tenía un As bajo la manga. 

— Roro, ¿Por qué eres tan malo conmigo? —El menor rodó los ojos aún sin verlo.— Solo quería ver a mi adorable hermanito menor… Y a traerle un regalo. 

Roier tardó solo medio segundo en mirar de reojo a su hermano. Aún desconfiado pero también intrigado por lo que Slime tenía entre manos. 

El rubio se removió y dejó ver una bolsa de papel.

¿Había llevado eso todo este tiempo? 

— ¿Piensas chantajearme? 

— ¿“Chantajearte”? ¿Yo? nunca. ¿Cómo podría? —El cantante suspiró y abrió la bolsa para meter una mano tomando su contenido.— Solo es una pequeña muestra del gran cariño que te tengo. 

Su hermano menor frunció el ceño pero de todas formas siguió expectante cada movimiento del rubio hasta que, de un manotazo, se deshizo de la envoltura dejando ver lo que escondía bajo ella. 

Roier se quedó sin aire. Ni siquiera pudo gritar ni moverse. Su boca solo se abrió al mismo tiempo que sus ojos, sin emitir sonido alguno. 

— E-eso… Eso es-... 

Slime sonrió triunfante.

— Spiderman de 1984… de Toy Biz. 

— No. No puede ser. —Negó Roier repetidas veces. Y como si fuera una Wikipedia personificada, comenzó a explicar cada característica que conocía:— Es una de las primeras figuras de acción de Marvel hechas por Toy Biz. Viene con más de diez accesorios y sin ningún signo de desgaste. Está en perfectas condiciones a pesar de los años… pero fue subastada en 2020 por 52mil dólares. ¿Cómo…? ¿Es que…? 

— Digamos que ahora está en 100mil.

El menor ahogó un grito como digno friki. 

— ¿Hablas en serio? 

— Sí, y mira. Si te acercas lo suficiente puedes ver cada detalle…

Acercó la caja sin abrir del jugue- La figura de acción hasta el rostro de su querido hermano menor para que deleitara sus ojos con el objeto tan único y valioso. 

Sin duda Roier lo hizo. Observó el empaque como si fuera la droga de un adicto recién salido de rehabilitación. 

— Roro… Esto puede ser todo tuyo. —Canturreó el mayor moviendo la caja de un lado a otro.— ¿Lo quieres? 

— S-sí, ¡Sí lo quiero! 

Tartamudeó con emoción y acercó sus manos hacia el regalo. Pero Slime lo alejó ganándose un sollozo del castaño.

— Si lo quieres, entonces ya sabes que tienes que hacer.

Y claro que lo sabía. 

Roier cayó de rodillas al suelo como un guerrero perdiendo la batalla. Totalmente vencido por su hermano y una tonta creación del consumismo capitalista pintada de llamativos colores Rojos y Azules. 

¿Pero realmente debería tirar su dignidad a la basura por una figura de Spiderman? 

Si lo pensaba mejor, había muchas figuras como esa (no), no era la única (lo era), y tampoco es que fuera la gran cosa (era la mejor puta mierda que había visto en su vida). 

Así que, a fin de cuentas…

— Lo haré. —Murmuró en un tono derrotado, con su mirada fija en el suelo para conservar un poco de orgullo.— Haré el estúpido comercial. 

— ¡Eso es! —Exclamó el rubio inclinándose a su altura.— Buen chico. 

Roier comenzaba a arrepentirse cuando, una vez más, la figura de acción se dejó ver delante suyo. Y no dudó ni un segundo en tomarla entre sus manos, con mucho cuidado, como si se tratara de un objeto totalmente delicado.

— ¿Esto es real? 

— Muy real. ¿Ves cómo no era tan difícil? —Respondió Slime intentando no reírse de su hermano.— Y me alegra no haber tenido que atarte de brazos y piernas.

Pero Roier estaba demasiado ocupado adorando su nuevo regalo como para ofenderse por aquella broma. 

~ • ~

“Y hablando de celebridades que se han visto envueltas en escándalos amorosos, es inevitable hablar del joven actor del momento.

Con un indudable talento en las pantallas y una encantadora personalidad en las entrevistas, Spreen De Luque fue interceptado la noche del viernes golpeando a un fotógrafo luego de que lo atraparan saliendo de un club nocturno con la hermosísima modelo-”

— Cambiá esa mierda. 

— No. —Respondió quién estaba manejado el auto.— Prefiero que escarmientes escuchando tus desastres. 

El actor resopló y se cubrió los ojos con su antebrazo. 

— ¿Al menos podés bajarle un poco el volumen? 

— Oh, disculpa. ¿Tu pequeña cabecita sigue sufriendo la resaca del viernes? —Preguntó el de gafas con sarcasmo.— ¿Necesitas algo? ¿Un ibuprofeno? ¿Paracetamol? No lo sé, quizás te haría sentir mejor un revolcón con otra modelo. Avísame, ¿Sí? 

Spreen quitó su brazo y rodó los ojos.

— Juan, sos un exagerado de mierda. ¿Por qué actuas como si te hubieran metido un palo en el culo? Peor, como si Yo te hubiera metido ese palo en el culo. 

Entonces el auto se frenó en seco, haciendo chillar las cuatro ruedas de la repentina acción. El argentino tuvo que sostenerse de los asientos delanteros para no caer y luego le dió una mirada espantada a su agente personal. 

Juan estaba echando humo por las orejas. Nunca lo había visto tan enojado en su vida. Y eso era mucho para decir tomando en cuenta que siempre lo hacía enojar. Pero esta vez parecía ir en serio. 

— Escúchame, Argentino chupapija. ¿Tienes idea de la imagen que te da hacer ese tipo de cosas? ¿Tienes una puta idea de como te ve la gente luego de visitar club tras club con una modelo diferente cada noche? 

— Wow, wow. Pará, bajá el tonito, eh. Te lo estás tomando muy a pecho-

— ¡Cierra la puta boca, Spreen! —Exclamó el Manager, sin dejar que el menor reprochara.— ¿Sabes todo lo que hago por ti? ¿Cuánto tengo que arrastrarme para limpiar tu reputación de niño bonito? No eres consciente de ello. Y aún así, Yo, en mi buen pedo, traté de ayudarte para que dejaras de ser un imbécil. ¡¿Y así me lo pagas?! 

El actor trató de contradecir pero nuevamente los gritos de Juan lo callaron.

— ¡Tus padres están como locos! Y creen que es mi culpa por no cuidarte como se debe. ¡¿Acaso soy tu puta niñera o qué?! ¡Porque si es así entonces voy a pedir un maldito aumento! —Dijo lo último dándole un golpe al volante. Luego lo señaló.— Así que les dije que no se preocuparan, que tú solito estás dispuesto a limpiar tu imagen esta vez. 

— ¿De qué hablás? 

Y esa fue la primera vez en el día que el rostro del agente se relajó dando paso a una macabra sonrisa.

Eso no era bueno.

— Oh, tienes tantas cosas por hacer, señor ocupado. Empezando por comerciales, firma de autógrafos e infinidad de cameos en series de baja calidad. 

Spreen cerró los ojos y se dejó caer contra el respaldo del asiento mientras sostenía su cabeza entre sus manos. 

— ¿Me estás jodiendo? ¡Es mi puto descanso!

— ¡Pues ya no más! —Respondió Juan volteandose en su asiento.— De hecho, ya tienes confirmado un comercial para este fin de semana y será mejor que seas amable con todo el mundo, porque sino el que tenga un palo en el culo vas a ser tú.

El pelinegro ya tenía jaqueca de solo pensar en las estupideces que debía hacer por un tonto error. No fue su intención golpear al fotógrafo, solo su puño se encontró casualmente con su cara.

Aunque Juan podía quitarle las “vacaciones”, pero nunca podría quitarle-

— Y olvídate de los clubes nocturnos. Ya me encargué de que estés vetado en todos y cada uno de ellos de este lado del país. 

Eso fue suficiente para enloquecer al actor.

— ¡Sos un hijo de puta! ¡No podés hacer eso! ¡¿Quién te pensás sos?! —Contratacó escandalizado.— ¿Sabés qué? Andate a la mierda, no te necesito y no tengo que estar pagando por esto. 

— ¡Tus padres me pagan! —Corrigió Juan.— Así que o recapacitas y limpias tu imagen o te llevo a rastras a la oficina de tu padre. Y ya sabes de Quién estoy hablando. 

Spreen quiso decir algo más. Quiso decirle que era un pelotudo cuatro ojos que lo único que sabía hacer era chupar pijas. Pero no, honestamente no quería enfrentar a ninguno de sus padres. Y menos con el divorcio con el que estaban lidiando en esos momentos. 

Así qué, soltó una queja parecida a un gruñido, pateó el asiento del copiloto y volvió a apoyar su espalda en el suyo. 

— ¿Ya te sientes mejor, princesita?

— Quiero un puto ibuprofeno. 










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