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Capítulo 2: ¡Trágame, tierra!

Lacy reaccionó gastrointestinalmente al hecho de tener que saludar al chico lindo de las fotocopias. Estuvo encerrada en el baño por una hora antes de salir e iba atrasadísima. Incluso, todavía percibía su estómago revolcarse con violencia ante el ínfimo pensamiento relacionado a eso.

Arribó al negocio de fotocopias mirando el suelo, así evitaría contacto visual con él y se apoyó en el mostrador móvil que todavía no estaba instalado correctamente, por lo que pasó de largo y se estrelló contra el suelo.

— Fanden, olvidé asegurar el mostrador porque estaba colocando papel en la máquina —Disculpó un joven pálido, baja estatura y ojos verdes—. ¿Estás bien? —Extendió su mano y tomó la de la mujer que acababa de caerse— No pareces grave, igual la copia queda a cuenta mía —La levantó con fuerza en contra de su voluntad, prosiguió hablando—. Me llamo Lars, ¿y tú?

Lacy miró de frente ese rostro angelical que parecía preocupado y luego, admiró la mano que la sostenía. ¿Cómo era eso posible? El dolor de estómago creciente hizo lo suyo y acabó vomitando, por lo menos tuvo la decencia de hacerlo a un costado y no encima de ambos.

— Oh, mierda, estás muy roja. Vamos a la cafetería a que te tomes un té de hierbas a ver si te sientes mejor.

La llevó de la mano hasta la cafetería de la facultad y la dejó sentada en una mesa cercana a la entrada.

— ¡Amigo! —Exclamó Lars al de la caja— Tráele un té de hierbas a la mina, yo te lo pago más rato.

El muchacho acarició su mejilla con ternura.

— ¿Qué necesitabas fotocopiar? Iré a limpiar ahora antes de que termine el bloque de clases y vayan todos, y te traeré tus copias.

Incrédula de todas las cosas que acababan de pasar, con la respiración pesada y las manos tiritando, sacó de su mochila el texto de Doro.

— Me... Me llamo Lacy —Se atrevió a musitar.

— Un gusto —Guiñó y recibió los papeles—. Nos vemos en un rato.

Medio segundo después, del interior de la cocina apareció un varón de cabello rizado castaño, que lo llevaba amarrado hacia atrás, dejando ver el rapado en sus costados. Portaba una bandeja con un té de hierbas, un cuenco de azúcar y un muffin de canela.

— Buenas, me llamo Jason Newsted, escuché que estabas enferma y te traje esto, no te preocupes, la casa paga —Tomó asiento a su lado—. Te he visto todos los días acompañar a una rubia y un peladito que te compran el café y pensé que sería un buen momento para pasar a saludar —Emitió una risa nerviosa—. Que tonto soy.

— Ah, sí... yo... yo también te había visto —Rió también del mismo modo.

— ¿Y tú te llamas...?

— Lacy, L-Lacy Wu.

— Oh, ¿ese es un apellido chino? —Asintieron— Que bonito, ehmm... Ay, que vergüenza. ¿Cómo lo digo? —Juntó sus dedos índices tímido, a medida que la otra procedía a beber el primer sorbo del té—. Te me hiciste muy linda y tengo muchas ganas de conocerte.

De la impresión, dejó caer la taza, derramando el líquido caliente por toda la bandeja y la mesa. Por reflejo, ambos se echaron para atrás con sus sillas.

— Diablos, dame un momento y lo limpio. No te preocupes, yo lo controlo todo.

Jason corrió a buscar una mopa, justo cuando se retiraba, Lars había regresado.

— Eh, flaco, aquí tienes la plata —Le soltó un par de monedas y un billete, el otro recibió como si nada.

— Gracias, Ulrich. Voy a trapear.

El recién nombrado remitió las fotocopias a la asiática.

— Toma, dientitos —Ella quedó paralizada por ese apodo—. No te ofende, ¿cierto? Creo que tienes una sonrisa muy única.

Lacy recibió las fotocopias y las guardó rápidamente antes de que cometiera alguna otra estupidez.

— G-gracias... Ummm... Quiero salir de aquí —Pensó en voz alta, ya la había cagado mucho.

— Te acompaño, ¿dónde quieres ir?

— A la sala de estudios.

— Está bien, cuando termine mi turno en la fotocopiadora vendré a ver si te sientes mejor, ¿te parece? —Asintieron.

La escoltó fuera de allí, colocando su brazo alrededor de sus hombros en caso de que se cayera de nuevo o chocara con algo.

— Te he visto a la distancia con el pelado de cejas anchas, él siempre pierde sus apuntes y viene casi siempre a sacar copia de las mismas cosas, pero tú nunca entras al negocio, me di cuenta —Relataba.

— Ah, es que... no me gusta ocupar tanto espacio en los negocios cuando... cuando no voy a comprar nada —Excusó con una mueca torpe.

— Ohhh... Comprendo, bueno —Inclinó su rostro hacia el lado, en un intento por hacerse el lindo—... Siempre serás bienvenida a mi negocio y puedes venir a pedir las copias que quieras como indemnización por casi matarte hace un rato en el mostrador.

No era necesario recalcar el reciente accidente.

— Y si quieres salir a comer, tomarte un café o algo... —Acotó cuando arribaron en la sala de estudios— Ven no más y me escapo un ratito.

— Gracias, Lars, no... no es necesaria tanta amabilidad...

— No es nada, dientitos, déjame regalonearte como mereces —Le dio un ligero toque en su cálida mejilla—. De ahí nos vemos, chaito —Se acercó a besar su mejilla—. Cuídate.

— Chao... —Susurró.

¿Qué mierda estaba pasando? ¿Cuál es la probabilidad de que dos chicos lindos a los cuales jamás se habría atrevido a hablarle vinieran como un príncipe a rescatarla y no se alejaran a pesar de que cometiera estupidez tras estupidez? ¿Qué clase de sueño era ese? Si sus oídos no la traicionaban, estos dos chicos lindos le hicieron cumplidos por su imagen y reconocieron haberle echado el ojo con anterioridad. Incluso, ¡uno encontraba atractiva una de sus mayores inseguridades! Es como si el estúpido juego de mesa estuviera tomando control de...

— ¿Está esa silla ocupada? —Interceptó sus pensamientos una voz suave y gentil.

— Eh... —Lacy contempló a un chico moreno de rizos oscuros y gafas de lectura— No, acabo de llegar...

— Tú eres Lacy Wu, la amiga de Dorothee y Scott, ¿cierto? —Se sentó en la silla de enfrente y sacó su laptop.

— Umm... sí —Después de todo lo que vivió, seguía con el pulso acelerado. Por lo menos le salían las palabras. Por debajo de la mesa, no dejaba de sacudir el pie en pánico—. ¿Tú eres... Kirk Hammett?

— Sííí, vamos juntos en análisis estadístico, aunque nunca te he visto en la sala... Ehm... —Desvió la mirada hacia su computadora— Siempre oigo tu nombre en la lista, por eso lo sé.

— Oh, sí, es que... Bueno...

— Entiendo, es una clase pesada —Exhaló con fuerza—. También... También oí, ojo, por ahí oí que te está yendo mal...

— Um, pues, sí... Me cuesta un poco.

— Ah, es que... —Ambos parecían muy nerviosos—. Ugh, no sé cómo decirlo sin quedar como un raro, pero...

— ¿Pero...? —Vio esos grandes ojos cafés brillantes hipnotizada.

— No sé si sabías, yo hago tutorías solidarias para ayudar a compañeros con problemas...

— ¿En serio? —Fingió ignorancia.

— Um, sí, bueno, yo ahora me acercaba para ofrecerte mi ayuda porque no me gustaría que alguien tan bonita como tú se atrasara un año en la carrera... ¡Digo! —Se corrigió, sonrojado— No te lo tomes a mal, no soy un simp, ¡es pura amabilidad!

— Oh... ¿En serio? No te molestes... —Se rascó la nuca— Tus tutorías ya te deben quitar mucho tiempo...

— Sí, es verdad... —Tosió incómodo— No obstante, si es por ayudarte lo doy todo.

— Awww, muchas gracias...

— Si quieres te doy mi número y nos ponemos de acuerdo.

— Me parece.

Nuestra protagonista buscó en los bolsillos de su chamarra el celular, el cual sacó al mismo tiempo que Kirk, haciendo que choquen los aparatos y a él se le cayera al suelo, sonando un rotundo "¡crack!" de la pantalla que resonó por toda la sala de estudios, varios estudiantes voltearon en silencio a observar la situación.

— Ay... Lo, lo siento mucho, Kirk, yo... —Murmuró avergonzada, sin saber si reír o llorar por la situación.

— Calma, tiene mica protectora —Él recogió su teléfono y limpió con su manga los cristales rotos.

— Ummm, creo que iré al baño —Improvisó para huir de la situación.

Vaya día de locos hasta ahora, nada podía ir a peor, si se mantenía alejada de los lugares frecuentes de esos tres chicos, nada podía salir m...

Tropezó con la escalera de la entrada y cayó sobre el pecho de alguien mucho más alto. Recordaba perfectamente de quién era por esas matas de pelo rubio claro y que ayer le pasó lo mismo, esta ocasión, la sostuvieron en el aire antes de pasar de largo.

— Lacy, ¿estás bien?

— Ay, James, lo siento... He... He tenido un día horrible —Se cubrió el rostro, al borde del llanto.

Pasmado, el rubio la abrazó.

— Vamos a las bancas frente a la fuente, ahí me cuentas qué es lo que pasó mientras afino mi guitarra —Señaló el objeto que portaba en su espalda.

¿Desde cuándo James es tan amable?

Se posicionaron en el susodicho lugar entretanto él sacaba su guitarra acústica y procedía a afinar. Ella no murmuró nada, por miedo y por respeto a lo que estaba haciendo.

— Dime qué te pasó, puedo concentrarme en dos cosas al mismo tiempo.

— Uhhh... Vomité en el negocio de fotocopias, rompí una taza en la cafetería, le boté el celular a un compañero y ahora me caí encima de ti.

— Bueno, eso último casi siempre te pasa —Bromeó y ella se sonrojó.

— Y eso... —Realizó una mueca. Había compartido con James varias veces por ser antiguo amigo de Dave, sin embargo, jamás se habían sentado a conversar a solas.

— Mira, si quieres te ayudo a pagar esas cosas, hace poco me pagaron en la chamba.

— Ay, no, eso... eso ya está saldado. Es... Es la vergüenza.

— Ya pasó todo eso, ¿me ves preocupado porque siempre chocamos? —Contempló la cara del muchacho; sonreía encantado, ella negó ante la interrogante—. Puedo tocarte una canción para que te sientas mejor.

— Eres tan dulce, James...

En el instante en que acabó de afinar su instrumento, procedió a tocar las primeras notas de lo que parecía ser una canción romántica que no alcanzó a reconocer porque una voz externa la distrajo.

— ¡Lacy! ¿Qué mierda haces con el rubio traidor? —Era el pelirrojo gritando desde el segundo piso, tomado de la mano de Doro— ¡Ven a clases!

— Ay, lo siento, James... Debo irme...

— Entiendo, ¿nos vemos luego?

— Claro...

Se despidieron de beso en la mejilla y ella arribó hacia el salón.

— Ahí tienes tu texto —Devolvió los papeles a su amiga.

— ¿Qué onda con Hetfield? ¿Te estaba tocando una canción? —Interrogó curiosa.

— ¡No inventes! —Interpuso Scott.

— No, sólo estaba afinando su guitarra.

— Parecía estar tocando una canción mamona de Aerosmith, reconocí los acordes iniciales —Destacó Dave.

Silencio.

— De repente hoy todos los chicos lindos están siendo demasiado amables conmigo —Confesó.

— ¿Crees que hoy amanecí amable? —Parpadeó de manera 'afeminada'.

— ¡Tú no, Scott!

— Pucha.

— Están actuando igual que en la partida del juego de rol que inicié ayer—Vociferó para sí misma.

— ¿Qué? ¿Y eso qué tiene que ver? —Consultó la rubia.

— Aprovecha que te están dando bola... Excepto a Hetfield, a él te lo prohíbo —Espetó Mustaine.

— Mmmm... ¿Y qué hago? ¡Me gustan los cuatro! ¡No puedo quedarme con todos!

— Dios te oiga —Murmuró Dorothee y su novio volteó con cara de 'k pedo'.

— Prueba con cada uno y que sea lo que Diosito quiera —Sugirió Rosenfeld.

— Puede ser...

El resto del día transcurrió con normalidad, evitó contacto con los cuatro chicos que parecían flechados de la noche a la mañana y se fue a su casa, donde volvió a abrir la caja y se echó para atrás impactada al notar que se actualizó en la partida la fecha de hoy con la información de los sucesos ocurridos repartidos en las cuatro láminas de cuatro partidas, cada una con el nombre del muchacho con el que interactuó hoy.

Anotó la fecha del día siguiente y arrojó los dados, tomó una carta con el respectivo número: "Encuentro en la cafetería".

"Oh, no... No quiero que estén los cuatro peleando encima de mí. Voy a sacar otras tres más a ver qué sale."

"Cita y almuerzo en un departamento".

"No, ¡mi mamá no puede ver que traje a un hombre de repente a la casa!"

"Expedición a una montaña".

"¡Me voy a desmayar!"

"Sexo casual."

"¡Lo que me faltaba!"

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