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Beomgyu pasó noches enteras pensando en Soobin, revisando sus recuerdos como si fueran vídeos y perdiéndose en las miles de fotos que tomó de su ex maestro durante los ocho meses que estuvieron juntos.

Pasaba mucho rato en eso, y lo peor, es que Jungkook no lo dejaba en paz, siempre preguntando cómo se sentía, si estaba cómodo, si necesitaba algo, si estaba bien.

Lo odiaba ¡lo detestaba con cada pieza en su cuerpo!

Porque pasó ocho meses tratando de hacer que Soobin lo tratara como lo trataba Jungkook. Porque Jungkook le sonrió desde el primer día, y Soobin nunca llegó a hacerlo por completó. Porque no quería atenciones de nadie que no fuera Soobin, y porque si nunca las tuvo, quizás, no fue suficiente.

Para Soobin siempre fueron maestro y alumno, mientras que para Beomgyu Soobin fue todo, su punto de partida, su brújula, y su meta.

Jungkook seguía preguntándole diariamente «¿Ya se te dio tu segunda misión?» pero nada. El androide temía, porque si esa misión le era asignada, iba a odiarla por no haber llegado antes y haberlo separado de Soobin.

—Seraphin —llamó a su gato para que se recostada junto a él.

Boca abajo, amortiguado por las sabanas, Beomgyu murmuró.

—Duele.

Si los androides no deben llorar ¿por qué Beomgyu dejaba lágrimas salir de sus ojos? Si las maquinas no sienten ¿qué significa ese dolor en su pecho?

Incluso él, un invento programado para no tener defectos, se las había arreglado para cometer la estupidez más grande:

Enamorarse.

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[Espacio de desahogo]

Ya llegamos a la mitad de la fic, o un poco más de la mitad