(Extra 5)

La cafeína no era un vicio que Soobin reconociera. Tomaba las dosis necesarias para hacer su trabajo eficientemente. Eso consistía en una o dos tazas par la mañana.

Y vaya, en unos días había triplicado esa cifra, y ya no hacía su trabajo la mitad de bien.

Trataba de colocar una pieza dentro de un intrincado mecanismo, pero era demasiado diminuta, y su mano no dejaba de temblar. Sobre eso, sus gafas se resbalaban en su nariz.

—Ya me voy a mi cuarto —Taehyun avisó. Fue la segunda o quizás tercera vez que le habló en todo el día.

Soobin no respondió, por lo que el androide solo se fue, dejándolo solo en esa habitación abarrotada de recuerdos y de sensaciones inmortalizadas en cada sitio.

Soobin ahogó un sollozo.

En su soledad, ya podía culparse por ser el único causante de su desdicha.

Si lo hubiera apreciado más cuando lo tenía...

Si le hubiera correspondido por lo menos una sonrisa. Si le hubiera besado con más dulzura. Si hubiera luchado para que se quedara.

Su cabello se despeino cuando sus manos se enterraron allí y jalaron, tratando de detener las demoledoras evocaciones.

Para cuando Taehyun volvió al día siguiente, Soobin estaba como siempre, imperturbable en su semblante.

Su aspecto era otra cosa, eso sí. Y se le sumaban los vasos de café tirados en el suelo.