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CAPITULO 13

CAPITULO 13



-Tranquilícese. Él está perfectamente bien.

A esa voz, calmada e indiferente, con un extraño acento, siguió una atemorizada.

-¡¿Perfectamente bien?! ¿Está loco? ¿Qué le paso?

Miguel gimió de dolor.

-Solo un pequeño experimento. El estará bien, su majestad. ¿Lo ve? Ya está despertando.

Otro quejido ahogado antes de que pudiera forzarse a abrir los ojos. La blancura del laboratorio lo habría cegado, de no ser por dos sombras que se interponían. Sus ojos se enfocaron y distinguieron el cabello tan blanco del doctor Baymax y sus ojos oscuros, y al príncipe Hiro con desordenados mechones de cabello negro sobre sus cejas.

Mientras aun sentía un ligero dolor en su torso y piernas, el cerro de nuevo los ojos, vagamente preocupado porque el príncipe Hiro viera la diferencia o captara rápidamente su lente de contacto.

Gracias a sus antepasados que aun podía sentir el lente en su ojo.

-¿Estas vivo?-dijo Hiro, retirándose de la frente el cabello desordenado. Sintió sus dedos calientes y pegajosos contra su piel, antes de darse cuenta que era el quien tenía la fiebre.

Sentía todo el cuerpo adolorido, como si el fuego mismo le hubiera recorrido todo el cuerpo sin piedad alguna o como si hubiera estado trabajando sin parar por mucho tiempo.

¿Qué le había hecho el doctor?

-¿Se golpeó la cabeza?-pregunto Hiro.

Sus manos estaban temblando. Miguel las apretó contra su cuerpo en un esfuerzo por ocultarlas.

-Oh, él está bien-dijo de nuevo el doctor Baymax-. Se llevó un pequeño susto, pero no pasó nada. Lo siento, joven Rivera. No pensé que fuera tan sensible.

-¿Qué me hizo?-pregunto, con cuidado de no arrastrar las palabras.

Hiro deslizo un brazo debajo de él y lo ayudo a incorporarse.

-Solamente estaba ajustando su columna-

Miguel miro de reojo al doctor, y no necesito ser adivino para saber que estaba mintiendo.

-¿Qué le pasa a su columna?-la mano de Hiro se deslizo a su espalda baja.

Miguel tomo una bocanada de aire y un escalofrió recorrió su piel. Temía que el dolor regresara, que el contacto del príncipe de alguna forma pudiera alterar su sistema, como lo había hecho el doctor Baymax, pero nada ocurrió y pronto Hiro redujo la presión de su mano ¿Qué había pasado antes de desmayarse?

-No le pasa nada-dijo el doctor Baymax-. Es solo que la región espinal es donde convergen muchos de nuestros nervios antes de enviar mensajes al cerebro.

Miguel solo le había dedicado una mirada confundida ¿Tan rápido podía inventarse una mentira asi?

-El joven Rivera se estaba quejando de un molesto dolor en el cuello-dijo mientras acomodaba sus lentes-. Asi que le hice un pequeño a juste. Se le llama quiropraxis, un método muy antiguo pero sorprendentemente efectivo. Él debe de haber estado más desalineado de lo que yo pensaba, y por eso el repentino reacomodo de vertebras provoco una conmoción temporal en su organismo.

Sonrió al príncipe con ojos desprovistos. Algo muy en el fondo de Miguel le decía que aún estaba mintiendo.

Miguel quedo con la boca abierta, esperando que el doctor continuara, que dejara esa mentira absurda y empezara a decirle al príncipe todos sus secretos: que él era portador del hechizo, que era el primero en poder seguir viviendo como si nada con la magia, que ahora era su conejillo de indias favorito.

Pero el doctor Baymax no dijo nada más, solo le sonrió con mirada maliciosa, lo cual le lleno de recelo.

Sintiendo la vista de Hiro sobre su cuerpo, volteo hacia el con la intención de encogerse de hombros, como si la explicación del doctor Baymax no tuviera para el más sentido del que tuviera Hiro, pero la intensidad de la mirada del príncipe Hiro lo dejo sin palabras.

-Espero que él me esté diciendo la verdad, porque sería una lástima que murieras cuando apenas hemos tenido el placer de conocernos bien-sus ojos centellaban y sus mejillas mostraban un ligero tono rosa, como si compartiera una broma secreta, y Miguel fingió la risa más falsa que había escuchado de sus labios- ¿Estas bien? ¿Puedes levantarte?-dijo, tomando sus manos entre las suyas, con su brazo aun rodeándole la espalda.

-Creo que sí.

Lo ayudo a ponerse de pie. Ni una señal del dolor insoportable.

-Gracias-dijo Miguel, y se apartó de él, sacudiéndose la ropa, a pesar de que el piso del laboratorio estaba inmaculado. Su muslo golpeo la mesa de exploración.

-¿Qué estás haciendo aquí?-pregunto Hiro, con los brazos colgando torpemente a sus costados durante un segundo antes de que sus manos encontraran el camino a sus bolsillos.

Miguel abrió la boca, pero el doctor Baymax lo interrumpió, carraspeando.

-¿Ustedes se conocen?-pregunto, al tiempo que levantaba ambas cejas.

-Nos conocimos hace dos días-respondió Hiro con una ligera sonrisa.

El corazón de Miguel se sobresaltó cuando observo aquella pequeña sonrisa, lo había tomado por sorpresa, tan encantadora como inesperada, igual a esa vez en su despacho. Luego sus ojos notaron el holograma detrás de él. Aun mostrando los símbolos extraños que tenía su cráneo y huesos. Volvió a posar rápidamente la mirada en Hiro, con el pulso acelerado.

-Exacto... como corre el tiempo ¿verdad?-

Hiro se volvió, siguiendo su mirada hasta el holograma. Miguel estrujo las manos; sus nervios se retorcieron en la base de su estómago cuando Hiro salto hacia atrás al ver la imagen.

Un chico. Un cráneo con símbolos.

Miguel se mordió el labio, resignándose a no volver a recibir del príncipe otra de esas sonrisas que paran el corazón, el doctor Baymax se dirigió al holograma y apago la pantalla de red con un leve roce.

-Mis disculpas, majestad. Confidencialidad médica. Eso era de un súbdito reclutado hoy.

Al menos fue sincero con eso. Aunque sea un poco.

Miguel soltó un suspiro casi audible, sintiendo gratitud y sospecha en igual proporción.

-Precisamente por eso vine. Me preguntaba si había logrado algún avance.

-Es difícil decirlo en este momento, majestad, pero hemos encontrado una posible pista. Desde luego, lo mantendré al tanto de cualquier avance o descubrimiento-sonrió inocentemente, primero al príncipe, luego a Miguel. Su mirada era clara: no iba a decirle nada a Hiro.

Él no entendía el por qué.

Aclarándose la garganta, retrocedió hacia la sala.

-Entonces me voy. Los dejo volver al trabajo-dijo mientras daba unos pasos hacia la salida-. Creo que...esteee... regresare para que siga con mi problema de la columna... ¿Esta bien...mañana?

-Perfecto-dijo Baymax-.También tengo tu número y dirección, en caso de que alguna vez necesite localizarte-su sonrisa se oscureció apenas, como para dejar claro que la condición de "voluntario" de Miguel solo duraría mientras el volviera por sus propios medios. Ahora era valioso. No tenía intención de dejar que se marchara para siempre.

-Te acompaño a la salida-dijo el príncipe, colocando su mano en el escáner. La puerta se abrió.

Miguel levanto sus manos.

-No, no: está bien. Yo puedo encontrar el camino.

-¿Seguro?-

-Sí. Estoy seguro de que tiene que atender cosas muy importantes...reales...de la nación... de la investigación. Pero gracias, Hiro-

El pelinegro sonrió algo apenado y mostrando un ligero sonrojo en sus orejas.

-B-Bueno, me dio gusto verte de nuevo.

Miguel le sonrió con ironía y se sorprendió al descubrir que su expresión era seria. El asiático lo miraba con calidez y cierta curiosidad.

-A mi igual-cruzo la puerta. Sonriendo. Temblando-. Entonces me comunicare con usted después.

-P-Por supuesto, Rivera-

-Puedes llamarme Migu...-la puerta se cerró entre ambos-...el. Miguel. Estaría bien, Hiro-se recargo en la pared del corredor, golpeándose la frente con los nudillos. "Me comunicare con usted después. Puedes llamarme Miguel", se remedo y luego se mordió el labio. "No se fije en el mexicano baboso que le estaba balbuceando".

Fue entonces que recordó.

Si no mal recordaba. Era la fantasía de cada chica del país, poder entablar aunque sea una pequeña conversación con el príncipe de San Fransokyo. Él estaba tan lejos de su ambiente, de su mundo y de sus posibles preferencias. Que él debía dejar de pensar en Hiro inmediatamente después de que se cerró la puerta. Debía dejar de pensar en el en ese instante. Nunca debería volver a pensar en el excepto, quizá, como su súbdito...y su príncipe.

Sin embargo, el recuerdo de su mano tocando su frente se negaba a desaparecer.


Aquí tienen gente!!! Nuestro pinshi chino hermoso ya apareció!!! X3 y esta vez para quedarse...bueno...no tanto :v o no se. Eso dependerá.

¿Les gustó el capítulo?
¿Extrañaron al chinito? :3

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