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Capítulo 36

✵ꕥ Cassandra Mueller –

Mi habitación era un desastre.

Había pasado las útlimas horas tratando de decifrar que ponerme, y me estaba volviendo loca.

Vienna, frente a mí, parecía estar perdiendo la paciencia también.

— Literalmente lo que te pongas estará bien, te verás hermosa y el chico misterioso te comerá con los ojos.

Dijo y yo bufé. — No lo entiendes, el no es... Es diferente.

— Bueno, no me dices quien es, así que entenderlo es un poco complicado.

Suspiré. — Si te lo cuento, no se lo puedes decir a nadie.

La pelinegra imitó un cierre con sus dedos en su boca, prometiendo no decirle a nadie, sonreí ante la ceña que hacíamos de pequeñas cuando nos contábamos un secreto, y me senté en la cama, junto a ella.

— Lando. — Dije sin más, captando el segundo exacto en el que me miró con sorpresa.

— Joder. — Su reacción fue, aunque no la más expresiva, la más exacta; durante nuestras conversaciones le había contado sobre Cisca, y como había terminado conociendo a cada piloto. Por supuesto, no había dejado fuera mis discusiones con cierto castaño. — Y yo que esperaba que fuera Max. — Si. También le había contado eso. La mayoría, al menos, luego de que insistiera.

Me reí. — No. No veo a Max en una relación seria en un futuro cercano.

— ¿Y a Lando sí?

Hizo la pregunta que llevaba rondando mi mente durante horas, no lo sabía. ¿Lo veía en una relación? ¿Me veía a mí misma en una?

Me encogí de hombros.

— No lo sé.

Ella puso una de sus manos en mi brazo. — Permítete disfrutarlo, Cass. No importa como termine, solo dsifruta el momento, creo que ambas hemos aprendido que a veces las cosas son más cortas de lo que nos gustaría.

Asentí ante sus palabras. Tenía razón.

Suspiré. — Bien. Hagamos esto, ¿Qué me pongo?

Ella soltó una carcajada mientras se levantaba para analizar de nuevo toda la ropa que ya me había probado.

Al final, un jean ajustado con una blusa negra de espalda abierta fue el outfit elegido; Vienna había arreglado en mi cabello en un moño que ella definía como casual, y dejaba algunos de mis mechones de adelante sueltos.

Puse mi teléfono y labial, junto con mi tarjeta en un pequeño bolso negro, y me terminé de maquillar.

— ¿Llevas condones? — Preguntó Vienna, completamente relajada.

La mire, seria. — Por supuesto que no, no es esa clase de salida.

Ella se rió. — Ya, claro. Después de lo que me contaste en su habitación me vas a decir que ambos no están pensando en eso.

Puse los ojos en blanco. — Cállate.

— No te embaraces. — Advirtió y yo le saqué el dedo medio, causando que se riera de nuevo.

Lando me había escrito un rato antes, avisándome que pasaría por mi habitación a las 8:30.

Eran 8:20 cuando tocó la puerta.

Miré a Vienna alarmada para levantarme y poder ponerme los zapatos, pero ella me detuvo.

— Si dice 8:30, tú no tienes que estar lista antes. Relájate.

Sin decir más, se dirigió hacia la puerta, que entreabrio, mirándolo.

— Llegas antes, Norris.

Contuve una risa al ver la cara de sorpresa del castaño, pero me apresuré a terminar de arreglarme, ignorando la conversación de los otros dos.

Cuando terminé, cinco minutos después, me acerqué a la puerta, que estaba siendo obstaculizada por Vienna.

— Ya sabes, media noche es el toque de queda. Y más te vale que respetes lo de no sexo en la primera cita.

Ví como Lando se sonrojaba ante las palabras de mi amiga, y mordí mi labio, divertida.

— Vee. — Le dije a la pelinegra, que al mirarme sonrió.

— Oh, claro. — Entonces ella se alejó de la puerta.

Dejando que Lando me viera, el sonrió, con ese brillo tan característico mientras me recorría con la mirada, examinándome.

Yo hice lo mismo.

Llevaba unos pantalones negros y una camisa de lino negra también. Debería ser ilegal que un chico pudiera verse así de bien. Todo lo que mi cabeza podía pensar es como quería quedarme en la habitación con él.

— Bien, pues ya vayanse, ¿No? — Dijo Vienna, causando que dejara un golpe en su brazo.

— Nos vemos, Vee.

— Recuerda que duermo al lado, por si quieres hacer ruido en la noche...

La calle, poniendo mi mano en su boca. Y sin decir más salí por la puerta, que mi amiga se encargó de cerrar.

— Estás deslumbrante. — Me dijo Lando, cuando nos miramos más de cerca.

— Tú no te quedas atrás. — Le dije y miré hacia los lados, algo nerviosa. ¿Cómo se hacía esto?

Él aclaró su garganta. — Vamos, rayito. — Caminamos unos pasos en silencio, hasta el ascensor, pero antes de que llegáramos, en lo que supuse que fue un momento de valentía, el castaño tomó mi mano, entrelazando nuestros dedos.

No dije nada, solo sonreí, complacida, apretando su mano junto a la mía.

— ¿Qué tienes planeado? — Pregunté curiosa mientras nos acercábamos a su auto.

— Ya lo verás.

─── ∗ ⋅◈⋅ ∗ ───

Mi mirada brillaba, no le prestaba atencióna mi alrededor, a nada que no fuera la magia que podía observar desde dónde estábamos. Nunca creí que podría ver algo tan hermoso.

Lando me había traído a un planetario.

Había insistido en que era necesario que fuera sorpresa, por lo que al aparcar frente al edificio, se había apresurado a cubrir mis ojos, y llevarme guiada por su mano, que no había soltado la mía en ningún momento.

Sin embargo, lo último que me esperaba al abrir mis ojos, había sido ver miles de estrellas que brillaban en el cielo. El camino en ascensor había sido largo, por lo que debíamos estar realmente alto.

Había algunas personas a nuestro alrededor, aunque no demasiadas. Mucho telescopios a lo largo de la habitación, que estaba fría al tener el techo completamente abierto.

Las luces titilaban como estrellas distantes, y la atmósfera se llenaba de una mezcla de anticipación y asombro. Me sentí transportada a través del espacio, rodeada de constelaciones que danzaban al ritmo de las estrellas. Era como si estuviéramos solos en el universo, conectados por la inmensidad del espacio que se desplegaba ante nosotros.

Nos perdimos en el brillo de las estrellas, compartiendo risas y susurros mientras el tiempo parecía detenerse. Él me explicó cómo usar el telescopio para admirar todo desde más cerca.

Su mano en mi cintura mientras la otra descansaba sobre mi muñeca.

Su respiración cálida en mi cuello, mientras me explicaba a susurros lo que debía hacer.

Me sentía como en una fantasía. Una burbuja en la que solo existíamos él y yo, bajo el cielo estrellado como único testigo, de lo que había entre nosotros.

— Fue difícil, pensar a dónde llevarte. — Comentó luego de un rato, cuando habíamos dejado los telescopios, y nos habíamos trasladado a una habitación donde podías ver los videos de estrellas fugaces.

Estábamos recostados en el suelo, con las manos entrelazadas, admirando las proyecciones en el techo. Su otra mano estaba bajo su cabeza, la mía descansaba en mi estómago.

Y la paz que me envolvía, a su lado, cerca. Era como una cura para todos los males.

— ¿Ah sí? — Pregunté curiosa, aunque sin mirarlo.

— Lo fue. Quitando cualquier plan que implicara comer, tuve que ingeniármelas. — Rió un poco. — No sabía si te gustaría, quizás lo verías como algo aburrido... Pero es una de esas cosas que, aunque no les preste especial atención a diario, me gustan.

Lo escuché divagar sobre astronomía, y sonreí. — Como con la fotografía. — Recordé que había mencionado su hobbie por tomar fotos.

Y aunque no lo estuviera mirando, podía sentir como sonreía. — Sí, como con la fotografía.

— Es la mejor ci... — Me quedé callada. — Me gusta, lo que elegiste.

— Sí. — Dijo y su mano se dirigió a mi cabello, poniendo un mechón detrás de mi oreja, mientras se acercaba. — A mi también me gusta nuestra cita. — Dijo y dejó un beso en mi mejilla.

Era increíble, como no tenía que pedir, que preguntar, el mismo se encargaba de no dejarme dudar de nada. Él se aseguraba de que yo supiera como se sentía.

— Me gustas, Cass. Me gustas mucho. — Susurró. — No sé desde cuando, no tengo ni idea de cuando caí por ti, pero sé que lo hice, y sé que no es algo que quiera guardar en secreto.

Tragué saliva. — También me gustas. — Me giré, dejando de ver las estrellas por un segundo, para poder apoyarme en su pecho, como cuando me había dormido en su habitación de hotel esta misma tarde. — Pero tengo miedo. — Admití. — Hay muchas cosas que no conoces de mí, el lado malo. Y no estoy segura de si estoy lista para mostrártelo.

Un beso en mi cabello me hizo sonreír. — Me gustaría conocerlo. Quiero conocer todo de ti, Cass. Y quiero conocerlo cuando tu te sientas lista, no me importa si es mañana o en un año, pero quiero estar ahí, cada día, hasta que decidas que estás lista.

— Está bien. — Murmuré. Ambos sabíamos que mis palabras, por muy simples que sonaran, escondían mucho más; estaba accediendo a tenerlo en mi vida, a dejarlo entrar. Estaba confiando en él.

Nos quedamos en silencio, sus manos no dejaron mi cuerpo en ningún momento, acercándome a él, como si tuviera miedo de que desapareciera.

No te preocupes, Lando. No pienso irme.

— Creo que esa es la estrella más hermosa que he visto. — Murmuré, señalando una estrella fugaz azul, que cruzaba el cielo.

— Sí, es la más hermosa. — Murmuró, perdido en sus pensamientos.

Lando, ¿Cuándo fue que empezaste a tenerme?

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Capítulo corto, lo sé. Pero les prometo que en el próximo se los compenso :)

Espero que les haya gustado!! Gracias por leer <3

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