Chào các bạn! Vì nhiều lý do từ nay Truyen2U chính thức đổi tên là Truyen247.Pro. Mong các bạn tiếp tục ủng hộ truy cập tên miền mới này nhé! Mãi yêu... ♥

Capítulo 31

(Cambié la fecha del GP de Abu Dabhi, en vez de ser el 26 de noviembre, una semana después del de Las Vegas, será el 3 diciembre, dejando una semana extra entre ambas carreras)

✯· ✧· ✧· ✧· ✯ 

✵ꕥ Cassandra Mueller –

Odiaba las mañanas.

Odiaba despertar y no recordar ni mi nombre por unos cortos 5 segundos. Hasta que esos 5 segundos se desvanecen y recuerdas todo sobre tu vida y todo lo que tienes que hacer y todas tus responsabilidades y problemas.

Desearía que esos 5 segundos nunca terminaran.

Pero justo ahora, enserio pagaría por no haber recordado.

Porque había amanecido, aunque muy cansada, feliz. De alguna manera, despertar y encontrar a Lando entrando en la habitación, con comida; parecía ser el paraíso.

Nunca había pensado que amanecer con alguien podría hacerme sonreír tanto.

Pero esos 5 segundos sucedieron, aunque tardaron un poco más. Pero cuando llegaron los recuerdos, deseé poder olvidar. No quería recordar su mirada mientras me preguntaba por Nick, y mucho más importante...

No quería recordar cómo había confesado que le gustaba.

Porque sí, eso también lo recordaba, y no sabía cómo reaccionar ante ello. ¿Cómo podría decir algo si yo no sabía lo que sentía? Simplemente sabía que cuando lo veía, me hacía sonreír, y que cuando el no estaba quería verlo, y sabía que cuando sonreí un revoltijo en el estómago me hacía querer abrazarlo.

Pero no sabía como gestionar esos sentimientos.

Y necesitaba salir de aquí.

Me levanté y cambié, mientras terminaba de empacar mis cosas.

Tomé mi teléfono para enviar un mensaje.

"Lo siento, lo siento mucho por hacer esto de nuevo"

"Pero no desapareceré esta vez, ¿Bien?"

"Responderé cada vez que escribas. Lo prometo"

Segundos después una llamada entrante de Oscar me confirmó que había leído mis mensajes, pero no tenía el valor para escuchar su voz, y decirle que volvería a huir.

No quería hablar con nadie, pero sabía que aunque Oscar podría perdonarme y entenderme cuando se lo explicara, había alguien más que no lo haría.

Así que llamé a otro número, nerviosa porque contestara.

— Rubia ¿Todo bien?

Tragué saliva. — No quiero que me odies, y no quiero que pienses que te estoy abandonando de nuevo, porque no lo estoy haciendo, no realmente... Pero enserio necesito salir de aquí justo ahora, tomaré un avión en unas horas y regresaré a California, luego probablemente regrese a Oxford.

— Espera, espera. Respira. ¿Estás bien?

Suspiré. — Lo estaré, francecito. Solo necesitaba decirlo para que no te enojaras conmigo.

— ¿Que sucede calamar? — Preguntó la voz de quien reconocí como Charles, de fondo.

— Cass regresará a California.

— ¿Qué? No, si ella se va, yo también me largaré. — Escuché la voz de Vienna.

— ¿Qué hace Vienna ahí? — Pregunté confundida.

— No. Dime porque te irás hoy, porque si tu te vas me voy contigo. — Me contestó la chica, que no sabía en que momento había robado el teléfono del francés.

Suspiré. — Necesito irme, así que simplemente me iré, Vienna.

— Pues me voy contigo.

— No, yo necesito...

— Yo te llevo al aeropuerto. — Escuché que le decía el monegasco.

Solté un quejido frustrada y corté la llamada.

Entre todo lo que había pensado, no había planeado como llegaría yo al aeropuerto, ya que por obvias razones no podía usar los autos de los choferes de mi padre.

Así que le escribí a alguien que quizás podría ayudarme.

"¿Recuerdas lo de: Escríbeme si me necesitas?"

"Pues te necesito."

─── ∗ ⋅◈⋅ ∗ ───

— ¿Sabes? Yo pensé que cuando me pidieras ayuda, sería para desahogarte o algo; no para usarme de chófer.

Me reí mientras metía mi maleta en su auto, y luego me subí en el asiento del copiloto.

— Estaba desesperada y necesitaba llegar lo más rápido posible.

El me guiñó el ojo. — Llamaste a la persona correcta, entonces.

Puso algo de música y condujo en silencio, mientras yo miraba por la ventana las calles de la ciudad. Cuando llegamos al aeropuerto, me ayudó a bajar mi equipaje, y yo lo miré con una sonrisa.

— ¿Volveré a verte? — Preguntó, y por primera vez desde que me recogió en el hotel, pude ver algo de duda en sus ojos. — Creo que ambos sabemos que amas correr, pero también sabes cuando estás huyendo por un tiempo, y cuando no tienes la intención de volver.

Me mordí el labio. — No lo sé, Max... Necesito arreglar muchas cosas justo ahora, necesito aprender a dejar de huir.

Él se rió con sarcasmo. — Algo irónico que lo estés aprendiendo mientras huyes.

— Cabrón. — Golpeé su brazo y vi como el Ferrari de Charles llegaba también al aeropuerto.

— Espero que la próxima vez que te vea, todo halla mejorado, Cass. No hace falta que me lo cuentes para que entienda que algo está mal. — Max me abrazó y dejó un beso en mi frente. — Pero te mereces ser feliz. Cuídate, Mueller.

Le sonreí. — Tu también, Verstappen. No choques demasiado.

El se rió y volvió a entrar en su auto, ambos sabíamos que las despedidas eran una mierda, y mientras íbamos al aeropuerto, le había hecho prometer que me dejaría y se iría.

Cumplió con su promesa. Aceleró sin mirar atrás, mientras yo llevaba mi maleta hacia la entrada, donde el piloto de Ferrari estaba bajando el equipaje de Vienna.

Aún no sabía en que momento se habían hecho tan cercanos, o que había pasado entre ellos, y porque a Vienna parecía no molestarle tanto su presencia.

Cuando entramos en el aeropuerto, Vienna se acercó a uno de los trabajadores, dispuesta a conseguirnos boletos hacia California en el vuelo más pronto posible. Y Charles se acercó a mí.

— ¿Puedo hablar contigo?

Asentí y ambos nos alejamos un poco, para hablar con algo de privacidad.

— Vienna se pone muy habladora cuando está ebria. — Me contó casualemente, a lo que yo sonreí nostálgica, recordando todas nuestras salidas y conversaciones de madrugada, cuando ella dormía en mi casa o yo en la suya, y llegábamos demasiado ebrias y riendo.

— Lo sé.

— Y a veces dice cosas muy interesantes.

Fruncí el ceño. — Charles, si tuvieron sexo la verdad no quiero saberlo.

El monegasco se sonrojó, pero negó con la cabeza. — Yo no... Nostros... no me refería a eso, Cass.

Me reí ante sus nervios, y me quedé en silencio esperando que continuara.

— No fue tu culpa.

Esas palabras me tomaron por sorpresa, lo miré asustada, tratando de averiguar a qué se refería, aunque muy dentro lo sabía; sabía exactamente de qué estaba hablando, y eso me aterró.

— Ella lo sabe. — Continuó él. — Y yo, por lo que me contó, también lo sé. No fue tu culpa... Y te extraña muchísimo.

Miré al suelo, nerviosa y avergonzada.

— Creo Cass, que ya es momento de dejar el pasado atrás, dónde pertenece. Ambas merecen seguir adelante, y ser felices.

Asentí en silencio, negándome a llorar una vez más por la misma razón.

Charles se apresuró a abrazarme y yo le correspondí, con cariño. — Eres más valiente de lo que crees, Cass. Solo inténtalo.

— Abraza a Pierre y Oscar de mi parte, ¿Bien? Diles que escribiré en cuanto resuelva esto.

— Lo haré. — Me dio una sonrisa, y se acercó a Vienna, dejando su mano en la cintura de la pelinegra, que solo le dio una pequeña sonrisa en respuesta.

¿Qué carajos estaba pasando entre esos dos?

─── ∗ ⋅◈⋅ ∗ ───

Cuando nos subimos al avión, una hora después; me di cuenta de que nuestros boletos eran de primera clase.

— Tu no entiendes lo que es una huida secreta ¿Oh sí?

Ella se rió. — Nuestros padres se darán cuenta pronto, así que da igual. — Se encogió de hombros y yo suspiré mientras nos sentábamos en nuestros asientos.

Estaban uno al lado del otro.

Mientras toda la gente subía al avión, envié un mensaje a Pierre y Oscar, para que supieran que ya había abordado.

La notificación de que Lando me había empezado a seguir seguía brillando en mi teléfono. Suspiré frustrada mientras lo apagaba.

No fue hasta que, después de unos minutos el avión empezó a avanzar, que recordé algo importante, algo que había olvidado.

Vienna le tenía miedo a los aviones.

La miré, para encontrarla jugando con sus manos, nerviosa. Puse los ojos en blanco, resignada antes de tomar su mano. Ella me miró sorprendida, y yo le di una pequeña sonrisa.

Pude sentir como apretaba mi mano mientras el avión despegaba; y me fue imposible no recordar todos los viajes de último minuto que habíamos compartido, a cualquier destino que se nos ocurriera.

Pensé en lo que me había dicho el piloto de Ferrari antes de despedirnos; no sabía cuando volvería a verlos, pero sabía que no quería seguir corriendo, ni de ellos, ni de mi pasado.

Necesitaba enfrentarlo, y la primera persona con la que tenía que resolver las cosas, estaba justo a mi costado.

Esperé unos minutos, las aeromozas pasaron por nuestros asientos y ambas pedimos algo de tomar, yo, como siempre, pedí una copa de vino. Vienna por otro lado, pidió una copa de Champagne, lo que me hizo sonreír.

— Tus gustos siguen sin mejorar. — Bromeé suavemente.

— O tu sigues siendo muy simple. — Me contestó ella, sonriendo.

Nos quedamos en silencio, sumidas en nuestros propios pensamientos hasta que llegaron con nuestras bebidas, le di un sorbo a la mía, dejando que él líquido carmesí refrescara mi garganta, que tenía cerrada ante la perspectiva de la conversación que estaba dispuesta a mantener.

Estaba asustada.

Pero también necesitaba seguir adelante.

— Lo lamento, Vienna. — Dije lentamente, para ver como ella me miró, sus ojos suavizándose.

— ¿Por qué? — Preguntó, y yo cerré mis ojos con fuerza, debí suponer que no me lo pondría tan fácil.

— Por haber desaparecido, por haber huido cuando me necesitabas.

Ella frunció sus labios. — Nunca lo entenderás. Nunca sabrás lo que fue, Cass. Fue un infierno.

— Lo fue para mí también.

Ella se rió con sarcasmo. — No. — Negó con su cabeza. — Tu estabas en Londres, a miles de kilómetros del desastre. Yo estaba ahí. Yo fui la que despertó sin saber que había sucedido, yo fui a la que le dieron las malas noticias. Y nadie me decía nada de ti, tu padre no contestaba las llamadas, tú tampoco, pensé que... — Una lágrima cayó por su mejilla. — Yo pensé que tu también... — Negó con la cabeza, dejando las palabras a medias, aunque no fue necesario más para que yo entendiera a que se refería. — Yo fui la que tuvo que asistir al funeral, sola. Yo abracé a Anne mientras le pedía perdón. Yo hablé con la policía cuando pedían explicaciones por todo lo que había pasado esa noche. Porque tú no estabas ahí. Los tres éramos una familia, nos apoyábamos en las buenas y en las malas, pero durante la peor parte, tú no estuviste ahí.

La opresión en mi pecho se hacía más grande, quería explicarle todo, pero no había manera de justificarme por ello.

— Y se que también sufriste. — Continuó. — Joder no pongo eso en duda, porque se que lo amabas tanto como yo lo hacía, pero que también lo hayas pasado mal no lo hace mejor. Te necesitaba, Cass. Todo se estaba desmoronando y tú no dudaste ni un segundo en hacer las maletas e irte.

Para entonces, ambas habíamos dejado de retener las lágrimas, y llorábamos. Yo lloraba porque sabía que tenía razón, sabía que mi deber era estar ahí, y porque hasta el día de hoy, no había sido capaz de perdonarme a mí misma por ello, no pensaba que fuera a ser capaz de perdonarme nunca.

— Tenía la esperanza de que volvieras, traté de entenderte ¿Sabes? Incluso pensé que quizás tu padre había tomado la decisión de mandarte lejos, que tú no habías tenido otra opción y buscarías la forma de comunicarte. Pero los días pasaban, y no sabía nada de ti. — Bebió de su copa. — Cada día yo me hundía más, y lo único en lo que podía pensar es en si tú estabas bien, en que había sucedido durante los días que estuve inconsciente. — Se rió, aunque fue una risa tan vacía, tan falsa. — Así que contraté a un investigador, mi padre estuvo furioso cuando lo descubrió, pero no me importaba, necesitaba saber que estabas bien; días después te vieron en una fiesta en Londres, con amigos, riendo y bebiendo como lo solías hacer con nosotros.

Tragué saliva. Recordaba esa fiesta. Recordaba cada cosa que había hecho, desesperada por sentir algo, por más pequeño que fuera.

— Ya no quiero estar enojada, Cass. Estoy cansada, estoy realmente exhausta de odiarte, o de intentarlo; solo quiero poder estar triste, y tener esperanza de que algún día lo superaré.

Asentí. — Lo sé, estoy cansada de fingir que no me importa, estoy cansada de intentar auto convencerme de que no me afecta, de que no quiero llorar todo el tiempo...

— Solo... Solo no entres en mi vida si te volverás a ir. Ya te perdí una vez, los perdí a ambos, y estaba empezando a aceptarlo cuando reapareciste, así que si te vas a disculpar, y vas a volver a estar aquí, asegúrate de no desaparecer.

Me reí suavemente y asentí con la cabeza. — No tienes idea de como te he extrañado.

Ella puso los ojos en blanco. — Puedo imaginármelo. — Tomó mi mano, entrelazando nuestros dedos. Mientras que con la otra mano limpiaba sus lágrimas.

La opresión en mi pecho se sentía menos pesada, yo me sentía más liviana.

Como si todo empezara a caer en su lugar.

Cuando aterrizamos en California, ambas bajamos en silencio del avión, tomamos nuestro equipaje y pedimos un taxi.

Le dí mi dirección al conductor, y con una mirada callé a Vienna, que estaba por decir la suya. — Ambas a mi casa.

Ella sonrió suavemente, y asintió con la cabeza.

Llegamos a la gran casa casi media hora después, entramos en el mismo silencio que nos había acompañado todo el viaje, y yo me dirigí a la cocina.

— Llevaré algo para tomar, te... Te veo en mi habitación. — No había entrado en ese cuarto desde que llegué, no tenía el valor, pero ahora mismo, con Vienna aquí, me sentí un poquito más valiente, como siempre que la tenía a mi lado.

Cuando tuve lo necesario, subí las escaleras, lentamente, preparándome mentalmente para entrar cuando llegué a la puerta.

— ... que sí, yo te avisaré si algo pasa... Sí, estamos bien, las dos. Joder no seas tan metiche, adiós, colgaré ahora... Te escribo luego. — Vienna colgó la llamada en la estaba mientras yo entraba con una sonrisa.

— ¿Quién era? — Pregunté curiosa.

Ella se rió. — Cállate.

Traté de centrar mi atención en ella, pero inevitablemente repasé la habitación. Ambas lo hicimos. Pero mis ojos trataban de evitar mi mesa de noche, porque yo recordaba lo que estaba ahí.

Luego de unos segundos, me permití mirarlo, en el medio del mueble blanco, estaba un cuadro, decorado con stickers brillantes de helados y flores, que habíamos conseguido en la feria de verano. Y una foto de los tres, con tan solo 9 años yo y ellos con 10, adornaba el retrato.

Solía ser mi foto favorita, Vienna tenía la boca cubierta de chocolate, luego de haber comido su helado, yo tenía una sonrisa gigante y un algodón de azúcar en mi mano, que él me había comprado cuando me había tropezado corriendo y rasmillado mi rodilla, para que no llorara.

Y luego estaba él, Nick.

Mirándonos a ambas desde lo alto, apenas nos sacaba algunos centímetros, pero a esa edad se sentía como si fuera un gigante. Él no miraba a la cámara, sino que nos observaba a ambas con una sonrisa y un brillo en sus ojos.

Vienna también miraba la fotografía.

Supuse que estaría recordando ese día, o el día después, cuando nos habíamos quedado en casa, enfermas luego de comer tantos dulces, y habíamos decidido usar nuestros preciados stickers, que tanto nos costó ganar en los juegos de la feria, para decorar el retrato.

Éramos unos niños, e incluso con todo lo que pasaba en nuestras casas, entre los tres habíamos encontrado una familia. Una pequeña, divertida y amorosa. Que ilusos habíamos sido al pensar que nos mantendríamos juntos para siempre.

La nostalgia se hizo presente cuando miré el espejo a un lado de la mesa de noche; ese en el que solía observarme para decidir qué conjunto ponerme antes de salir con ellos; me devolvía la mirada, y casi no era capaz de reconocer a quién me miraba.

Mi rostro seguía igual, quizás algo más maduro, mi cabello un poco más largo, pero igual de rubio. Pero mis ojos ya no escondían el mismo brillo que antes.

Y me entristeció, pensar que quizás esa parte de mí no volvería nunca.

Pero antes de que pudiera hundirme en mis pensamientos, sentí unos brazos a mi alrededor, cálidos.

Vienna me abrazaba, como solía hacerlo cuando éramos unas niñas y yo lloraba. Traté de no pensar en quién me debería de estar abrazando del otro lado, consolándome, como solía hacerlo.

Ella también se miraba en el espejo, con una sonrisa triste.

— Estaremos bien... Volveremos a brillar, Cass. Te lo prometo.

Sonreí, fue una sonrisa pequeña y llena de sentimientos, pero fue suficiente por ahora.

La abracé también, dejándome sentir el dolor y la falta de quien había sido mi hermano. Pero agradecida de haber recuperado a la que había sido mi hermana.

Dejándome sentir que quizás no todo estaba perdido.

Porque Vienna tenía razón.

Volvería a brillar.

Y estaría bien.

✯· ✧· ✧· ✧· ✯ 

Creo que este ha sido el capítulo más emotivo que he escrito hasta ahora, llevaba días tratando de averiguar cómo tratar el tema. Espero no haber decepcionado.

Fue difícil escribir de un tema tan delicado pero que es a la vez tan común, traté de tomar el espíritu de Cass y reflejarlo en sus decisiones, así como traté de dejar ver un poco más del lado vulnerable de Vienna aquí.

Para cualquier persona que haya perdido un amigo, o alguien cercano... Estarás bien, y volverás a brillar <3

Gracias por leer!

Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro