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Hye hizo una mueca de dolor. Su mano dolía como el mismo infierno; pero valía la pena ese dolor, pues pudo defender a las personas que realmente le importaban.
— Ustedes tres — habló SeokJin —, deberían de estar muy avergonzados por su comportamiento el día de hoy.
Por suerte los padres de los Min no se encontraban en la ciudad ese fin de semana, por lo que había cero probabilidades de que se enteraran sobre la pelea en la que estuvieron implicados sus dos hijos.
— Pero es que ese idiota comenzó. — se excusó el menor de todos.
— Pudieron haberlo ignorado — susurró Hye. —, ahora por su culpa me duele mi mano.
— ¡Wow! Tu puñetazo fue demasiado perfecto, Hye-ssi — dijo JungKook emocionado.
— ¿Y te parece correcto que la pequeña tuvo que intervenir en sus tonterías? — lo retó Jin. — ¡Es una dama!
— Una dama con un buen puño — musitó YoonGi.
— Tarados. — dijo la castaña.
Los tres estaban sentados en el sofá de la sala, y Jin estaba de pie frente a la chica, se había encargado de curar sus heridas.
— Pero aún así estuviste implicada en la pelea — contestó su hermano. —, lo cual te convierte en una tarada.
— Ugh. Lo siento Jin-oppa, sé que no actué con prudencia, pero no podía permitir que se metieran contigo o con los demás...
Y algo se removió en el interior de Jin, por lo que sólo pudo atinar a sonreír y besar la frente de la chica. Para él, ella era su mayor tesoro en la vida.
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