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Final

Entonces...

Éramos tan jóvenes. Tuvimos miedo, cometimos errores, marcamos nuestro futuro con las sombras del pasado, arraigado fuerte como las raíces de un árbol en nuestro corazón. Pero, incluso las raíces más fuertes pueden ceder ante una tormenta y otras hacerse de fortaleza extra sobreviviendo a grandes tempestades. ¿Cuál de ellas será la nuestra? ¿Sobreviviremos una vez más?

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Llegué apresuradamente al hospital. Mi estómago estaba hecho un nudo, por un momento sentí que vomitaría con la preocupación deslizándose por mi garganta. Ni siquiera me tomé la molestia de pedir prestado el auto de Seokjin con tal de llegar pronto. ¿Por qué? ¿Por qué estaba él aquí?

Un sentimiento de incertidumbre me atravesó el pecho al mirar a todos lados sin saber por donde empezar y a quién preguntar dentro del hospital. Giré la mirada buscando por el pasillo y mirando a las personas pasar. Caminé guiado por las flechas hasta la estación de informes. Un par de enfermeras se hallaban ahí.

— Disculpe... —llamé la atención de una de ellas.

— Sí, ¿en qué puedo ayudarle? —contestó amable.

— N-necesito información sobre un paciente, fue traído recientemente. —trastabillé al hablar. Mis manos estaban temblando por la preocupación.

— ¿Nombre del paciente? —preguntó.

— Min, Min YoonGi. —musité. La señorita revisó en su ordenador.

— ¿Es usted familiar del paciente? —volvió a preguntar.

No, no era nada...

— No. —susurré. Ella dejó de teclear y me miró.

— Solo puedo dar informe a familiares o personas cercanas.

— Él... Él no tiene familia. Sus padres murieron hace tiempo, yo... —me detuve pensando. No podía decirle que fue... Es, mi esposo, ¿o si? — Soy su amigo. Por favor dígame, ¿cómo está él? ¿Qué le pasó?

— Oh, bueno... El señor Min fue atendido de emergencia por una congestión alcohólica con complicaciones por ulceras hace unas horas. Afortunadamente fue atendido a tiempo. —me informó.

Eché mi cabello para atrás, respirando profundo. ¿Congestión alcohólica? Maldita sea, él sabe que no debe abusar del alcohol. ¿Por qué lo hizo? Maldito egoísta idiota. Le dije que no bebiera... ¿Que intentaba? ¿Matarse?

— ¿Está bien entonces? —pregunté.

— Al parecer su estómago presenta varias ulceraciones y debe ser tratado, no tengo mucha más información, deberá hablar con el médico encargado. —indicó. Ella puso un par de hojas en la barra. — Debe llenar este formulario por favor. —añadió. Lo tomé junto con un bolígrafo.

— ¿Puedo verlo? —le pregunté. Escribí lo más rápido posible los datos que pedía.

— En cuánto sea trasladado a una habitación podrá hacerlo. Mientras tanto, puede esperar tomando asiento por favor. —me indicó. Le di el formulario y asentí.

No podía objetar nada a eso. Me abracé a mi mismo y fui a sentarme a la banca en la sala de espera cercana. Mi teléfono vibró en mi bolsillo pero lo ignoré. Recargue mi cabeza contra la pared, mirando al techo blanco del hospital por largos minutos que parecieron eternos. Casi una hora después la señorita me llamó de vuelta para indicarme que ya se encontraba en piso y podía pasar a verlo. El recorrido guiado por ella me hizo pensar, en ¿por qué YoonGi estaba solo? ¿Y ella? ¿Por qué no estaba ella aquí como su pareja? ¿Ni siquiera lo sabía? ¿Le habían llamado como a mi? ¿Quizás me la toparía más tarde? Definitivamente no quería verla.

— Es esta su habitación. Las visitas por ahora deben ser cortas, el señor debe descansar. Por favor evite cualquier situación de estrés innecesaria. —me indicó.

Asentí comprendiendo. Y ella amablemente se retiró dejándome en la puerta. Mi mano alcanzó la perilla y se detuvo al girar. Hacía un par de semanas que no lo veía, ¿que sucedería cuando lo hiciera? ¿Él me querrá aquí?

Sacudí mis pensamientos y abrí la puerta despacio. La habitación era sencilla, de color neutro. Mi vista recayó en el final de la camilla y avanzó conforme abrí más la puerta hasta estar dentro y mirarlo por completo.

Pálido. Siempre había sido pálido pero ésta vez su piel lucía una palidez amarillenta. Su rostro estaba algo inflamado supongo, debido al alcohol. Sus ojos estaban cerrados mientras dormía, dejando ver sus negras pestañas, sus labios se veían resecos, casi blancos, habían perdido su tono rosa natural. Mi pecho dolió pero me mantuve fuerte, acercándome a la camilla donde se encontraba descansando.

¿Por qué se había hecho esto?

Mordí mis labios tratando de no hacer ruido y dejarlo dormir en paz, pero mi necesidad pudo más. Tentativamente alcancé su mano que sobre la camilla estaba. La tomé entre las mías sintiéndola fría o por lo menos, comparado a las mías que estaban tibias, las suyas se sintieron heladas. La sujeté con una y mi otra mano fue hasta su frente para acomodar su cabello. Una extraña y vieja manía que tenía desde hace tanto. Por un segundo imaginé que éramos los mismos de antes, que él solo dormía y pronto despertaría para desayunar juntos... Pero eso, ya sucedería. Después de todo el daño que nos hemos hecho. Era peor recordar. Debía comenzar a olvidar por nuestro bien. Así era mejor.

Acaricié su mejilla por última vez y decidí que había sido suficiente. Él no tenía que enterarse que estuve aquí. Se repondría con los cuidados del médico y seguramente ella vendría. Solté su rostro e hice el intento de dejar su mano con cuidado antes de retirarme, sin embargo, cuando estaba por llegar a la puerta y abrir, su voz se escuchó débilmente llamándome.

— ¿Jimin? —susurró. Me detuve, pero no volteé a verlo. Esto era justo lo que quería evitar. — ¿Te vas? —murmuró con voz áspera. Su garganta parecía lastimada y un poco ronca, intuyo que también por el alcohol.

— Yo, no quería despertarte. Lo siento. Duerme, ya me iba... —le dije aún sin mirarle.

— No te vayas. —dijo más fuerte. No supe identificar si me estaba pidiendo, rogando u ordenando.

Mordí mis labios nuevamente. Mi mano soltó la perilla, respiré profundo y giré despacio. Apesar de voltear, mis ojos tardaron en enfocar su figura recostada en la camilla. Sus ojos estaban abiertos ahora, ligeramente entrecerrados por el cansancio. Pude ver que incluso sus globos oculares tenían un tono amarillento. Seguro que su hígado estaba cobrándole por sus acciones. Me sentí impotente, molesto con él por descuidar tanto su salud. Me crucé de brazos y lo miré sin poder ocultar mi molestia.

— ¿Estás molesto conmigo cierto? —murmuró, su tono me pareció ligeramente sarcástico.

— ¿Qué estabas pensando? —solté sin más.

Una sonrisa se dibujó en sus labios y pronto su risa silenciosa se hizo presente. Intenté ser lo más serio y severo posible, pero verlo sonreír... Siempre fue una de mis debilidades. Giré la cabeza y rasqué mi nariz ocultando mi sonrisa antes de volver a mi postura sería. Esto no era un juego, su vida estuvo en riesgo, ¿y él solo sonreía dulcemente como si fuera algo de menos?

— Lo siento. —dijo luego de dejar de sonreír.

Algo en sus ojos y su tono cambio. ¿Se estaba disculpando por reír o por algo más?

Me daba la impresión de que se trataba de algo más.

— De verdad lo siento Jimin.

— Supongo, que no lo harás de nuevo. Así que está bien. —le dije. Él negó con la cabeza.

— No... me refiero a esto... —susurró con trabajos. Sus ojos brillaron como si quisiera llorar.

¿Que intentaba?

— Olvida eso. Éste no es el momento, debes descansar...

— No sé si haya un después Jimin. —me interrumpió.

— ¿A qué te refieres? —balbucee.

— Sé que te herí, sé, que te lastimé... —musitó. Mi garganta dolió al escucharlo hablar. — Mereces ser feliz con alguien, que te ame más de lo que no pude. Alguien que no te abandone como lo hice yo....

— Deja de decir esas cosas. —lo interrumpí ahora yo. — También lo hice yo. También te herí, también te lastimé... Hice cosas que no debí y me arrepiento por ellas. Tu también mereces estar con alguien que de más que yo. Así que deja de decir estupideces. —exclame duramente.

Mis ojos se nublaron, los limpié con la manga de mi chaqueta. No quería volver a desmoronarme. Ya había llorado suficiente.

— Te mentí. —susurró. — Jamás estuve con ella. No la quiero. Solo quería vengarme de ti. —confesó. Fruncí el ceño y lo miré sin entender.

— ¿Qué?

— Lo siento. ¿Fui un idiota no? Nunca pude olvidarlo. Nunca fue suficiente mi amor para que borraras tus miedos. Lo hice todo mal...

— ¿Esperaste cinco años para hacerlo? Yo te pedí perdón... —no pude evitar que la molestia se notara.

¿Esto fue todo? ¿Una venganza estúpida?

— Quizás lo habría olvidado si tu no me hubieras vuelto a traicionar.

— ¿Traicionar? ¿De qué estás hablando? ¡Jamás te traicioné! —le reclamé.

— Seguías escondiéndote. No usabas tu argolla de matrimonio en el trabajo, compraste un auto para ir por ti mismo, ¿crees que no me di cuenta? Yo deseaba llevarte cada día... ¿Dime si me equivoco Jimin? ¿No te avergonzaba que la gente supiera que estabas casado con otro hombre? ¿Por qué lo hiciste Jimin? ¿Por qué te escondías? ¡¿Por qué diablos te importaba?! —se exaltó.

Él tenía razón. Lo hice, lo hacía. Y me dolía tanto enfrentar la verdad. Entendía toda su frustración gritándome a la cara.

— Las personas son horribles YoonGi. Lo sabes... —limpié las lágrimas de mi cara. Su mirada era tan triste, solo me miraba con los labios entreabiertos, esperando a que continuara. — Tenía... Sigo teniendo miedo. Incluso en el tiempo en el que estamos, y el país en el que estamos, aún tengo miedos y las personas son horribles con personas como nosotros...

— ¿Personas como nosotros? —me interrumpió él. — Hablas como si fuéramos un par de monstruos. La última vez que supe, tu y yo también somos seres humanos Jimin...

— Sabes a lo que me refiero. —susurré.

— No, no lo sé. Al parecer tú eres el único que jamás supo entenderlo. Sin importar lo que hice... —él tosió. No sé veía bien. — Ja-jamás, entendiste que importa una mierda si Dios dijo que debíamos amar a una mujer... —volvió a toser.

— Para, te estás haciendo daño. —intente hacerlo callar.

— No me, importa... Maldita sea. —él se quitó el respirador de la nariz. — ¿No te das cuenta que el único que está mal eres tú? No te importó cuántas veces te dije que te amaba, no te importó cuánto te puede enseñar a amarte a ti mismo, lo echaste todo por la borda cada vez que te ocultabas, que me ocultabas a mi, que mentías, te mentías... a ti mismo... —su respiración era agitada y comenzó a toser más. Puso su mano en su boca y abrí los ojos horrorizado cuando ésta se manchó de rojo.

— ¡Por favor! ¡Por favor detente! Yoon... —le ordené preocupado. Limpié mi cara y corrí a la puerta para llamarle a una enfermera. — ¡Señorita por favor venga! —le grité. Ella asintió a una compañera y caminó rápidamente en mi dirección.

— ¿Necesita algo? —habló acercándose.

— Él... Él está sangrando. Por favor haga algo... —le rogué.

— Con permiso, déjeme verlo. Llamen al doctor Adams. —nos dijo sucesivamente a mi y después a otro enfermero que pasaba por el lugar. — Salga de la habitación un momento.

— Pero...

— Espere afuera por favor. —me pidió.

Hice lo que me dijo, salí de la habitación mientras miraba como un doctor arribaba a toda velocidad y entraba en tanto otra enfermera cerraba la puerta.

Me quedé ahí, de pie, a mitad del pasillo sin saber que hacer, ni qué decir. Solo esperar. Me abracé a mi mismo, observando de un lado hacia el otro del blanco brillante y silencioso lugar. Dos largos minutos pasaron antes de que un par de camilleros llegaran y la puerta volviera a ser abierta. Mi corazón se hundió en lo profundo cuando alcancé a ver como traspasaban el cuerpo de YoonGi de una camilla a otra y un tubo se hallaba en su boca mientras él estaba inconsciente. No...

Me acerqué de nuevo pero uno de ellos me hizo a un lado.

— ¿Dígame qué le sucede? ¿Por qué está así? ¡¿Que le está pasando?! —grité desesperado.

— Por favor aléjese. —murmuró el camillero.

— Joven, retírese. —completó la enfermera.

Me hice a un lado mortificado. Vi cómo lo sacaban en la camilla y los seguí de cerca. Nadie me decía que estaba pasando. Alcance al doctor del brazo.

— Por favor digame, ¿que le harán? —le pregunté.

— ¿Es usted familiar? —respondió con otra pregunta.

— N-no...

— Lo siento pero debe esperar. Con su permiso. —farfulló. La enfermera me sujetó del hombro, intentando que diera media vuelta.

— Ya escuchó al doctor, por favor acompáñeme. —dijo.

— ¿Que le harán? ¿Que le está pasando? —continué preguntando.

— Solo la familia o pareja puede estar aquí y saber esa información... —masculló. Me solté de su agarré y me planté frente a ella.

— ¡SOY SU ESPOSO MALDITA SEA! —espeté desesperado.

La mujer se quedó mirándome entre asombrada y apenada. De hecho, la mayoría de personas alrededor que me escucharon, estaban igual. Joder, estaba harto... Estaba harto de callar, de esconderlo y solo salió. YoonGi tenía tanta razón, era un imbécil egoísta. Él siempre tuvo la razón. No me importaba si todo mundo me había escuchado. Él seguía siendo mi marido y tenía derecho a saber lo que le estaba pasando.

— Oh, yo lo siento... Es que no lo teníamos registrado así... Y... —ella balbuceó avergonzada.

— Solo digame por favor. —le rogué.

— E-el señor Min tiene un cuadro de hemorragia interna aguda y debía ser intervenido cuanto antes. Al parecer se reventó otra úlcera. —la chica me miraba apenada,

— ¿Pero él estará bien verdad? Harán algo por él cierto? —vacilé temeroso. Miré en dirección por donde se habían ido e intenté ir pero la chica me detuvo.

— Harán lo posible, pero debe quedarse en la sala de espera. Por favor... Se le informara cualquier cambio o procedimiento necesario. —me pidió.

No tuve más opción que asentir y regresar por el pasillo hasta la sala de espera nuevamente. Me dejé caer sobre la banca y recargue mi cabeza de la pared, cerrando mis cansados ojos un momento.

Él iba a estar bien, sí, él lo estaría... 

Suspiré y froté mi cara con mis manos. Mi celular vibró por quizá sexta vez en el tiempo que llevaba aquí. Lo saqué del bolsillo de mi chaqueta notando los cinco mensajes de Seokjin.

«Me levanté y no estabas, ¿todo bien?»
«¿Dónde estás?»
«¿Todo bien?»
«¿Estás con Jackson?»
«Jimin, por Dios, no estás viendo mis mensajes, ¿qué está pasando? Dime que está todo bien. Marcame en cuanto puedas.»

Miré el reloj en la esquina derecha de la pantalla, eran las seis de la mañana. Seguramente ya estaría camino a su trabajo. Con toda la prisa olvidé avisarle. Abrí la opción de llamar al instante y tras dos timbrados respondió.

— ¿Hey dónde estás?

— Lo siento, olvidé avisarte. Tomé tu auto también. —rasqué mi ceja y me levanté, caminando hacia el ventanal de cristal en el pasillo. Afuera comenzaba el día, aunque aún estaba un poco oscuro. — Yo... Tuve que salir de prisa porque... Vine al hospital.

— ¿Que? ¿Al hospital? ¿Qué pasó? ¿Estás bien?

— Sí, sí... Yo estoy bien. Es... Es YoonGi.

— ¿YoonGi? ¿Qué pasa con él?

— Fue internado de emergencia, por una congestión alcohólica. Se le complicó con úlceras y ahora está siendo atendido por hemorragia interna... —exhalé cansado. Tenía ganas de seguir llorando pero no quería romperme con Seokjin al teléfono.

— Dios... ¿Él estará bien?

— No lo sé. Dijeron que me avisarían pero hace rato que entró al quirófano.

— Tranquilo, seguro que estará bien, se positivo. Uh... Tratare de ir a verlos en cuanto salga, ¿ok?

— Gracias, yo, te avisaré por mensaje si hay noticias.

Me despedí enseguida porque seguramente estaría ocupado. Después de colgar volví a guardar mi teléfono y regresé a la banca.

Dormite entre lapsos hasta cerca de las siete treinta de la mañana cuando me levanté nuevamente, fui al baño y lavé mi cara antes de salir en busca de un café bien cargado. Regresé a la sala de espera cerca de las ocho quince sin nuevas noticias. No fue hasta veinte minutos después que fui llamado a la barra de atención.

— ¿Paciente Min YoonGi? —preguntó la señorita. Me acerqué de inmediato.

— Es mi esposo. ¿C-cómo está? —vacilé.

— Oh, él salió de peligro pero será trasladado a terapia intensiva. —mencionó. Miré a la derecha y el mismo doctor de antes apareció acercándose. — El doctor Adams le informara más detalles. —avisó ella.

— ¿Cómo está? —le pregunté a él también.

— La hemorragia fue controlada con algunos pormenores, tuvo que hacerse una transfusión pero afortunadamente contábamos con algunos paquetes de su tipo sanguíneo en el banco. Es importante tenerlo vigilado y que sobretodo, no se exalte. Debe estar en reposo. Su estómago está seriamente lastimado y si otra úlcera se rompe... Tal vez no resista otra hemorragia. —informó.

— ¿Puedo verlo? Por favor. —pregunté. El doctor me miró con quizá algo de clemencia.

— Solo unos minutos. Después deberá salir. Acompañeme.

Asentí y lo seguí. Él me llevó hasta la zona terapia intensiva del hospital. Me indicó usar ropa adecuada antes de abrir y permitirme entrar a su habitación. YoonGi seguía dormido y ahora el respirador estaba directamente en su garganta. Lucía más enfermo aún. Me dolía tanto verlo así. Me estaba muriendo. Era como si un pedazo de alambre de púas estrujara mi corazón y mi garganta. ¿Por qué tuvimos que llegar hasta aquí? Ambos sufriendo lento.

Caminé hasta un lado de la camilla, me incliné y bajando un poco el cubrebocas dejé un corto beso en su fría mejilla. Acomodé su cabello el cual estaba desaliñado. Bajé la mirada por su pálido brazo y sujeté su mano nuevamente. Seguía estando helada. La cubrí con ambas manos para intentar darle algo de calor. ¿Por qué teníamos que llegar hasta aquí? Por qué tenía que pasar esto para que me diera cuenta de cuánto sigo amándolo y que por más que intenté no pude olvidarlo. Por qué tuvo que pasar esto para dejar de ser un idiota cobarde.

— Lo siento... De verdad lo siento tanto. —murmuré en voz baja. Llevé su mano hasta mi mejilla y la acuné en su palma.

Sin importar cuanto pudo lastimarme, lo amaba. Sin importar el daño que le hice, el aún me amaba también. Lo sabía. Estaba seguro.

— Te amo, no me dejes. —musite, con la esperanza de que aún dormido me escuchara.

Debía despertar. Debía estar bien. Debíamos arreglar las cosas, intentarlo por última vez. Su mano se movió y de inmediato giré la vista hacia su cara. Sus ojos se abrieron lentamente pero aquel tubo lo mantenía inmóvil.

— Tranquilo... Tranquilo. No intentes hablar. —apreté su mano y traté de tranquilizarlo. Sus ojos lucían asustados.

La puerta se abrió, era una enfermera. ¿Se había acabado el tiempo tan pronto?

— Él, despertó. —le informé.

— ¿Despertó? —preguntó impresionada. — No se supone que debería hacerlo tan pronto. —dijo ella acercándose.

YoonGi comenzó a mover su mano, intentando que la sujetara de nuevo, puesto que lo había soltado a penas la señorita entró. Lo volví a sujetar y me miró. Parecía querer decirme algo, pero obviamente con ese tubo en su boca no podía.

— Calma. No te preocupes. Ya habrá tiempo. —le dije.

— El señor debe descansar de sus últimos procedimientos. Me temo que deberá salir. —me indicó la enfermera. YoonGi apretó mi mano.

— Todo estará bien. Volveré después, ¿ok? —le avisé. Él cerró los ojos para después abrirlos. Una tristeza enorme me desarmó. Él jamás me había mirado de esa forma, tan, indefenso. Me levanté de puntillas, dejé un beso en su frente y otro más en su mejilla.

— Por favor... No me dejes. Recuperate. Perdoname. —murmuré solo para él, muy cerca de su rostro. Sus ojos se aguaron y asintió con la mirada.

Besé su cabello, solté su mano despacio antes de sonreírle y caminar hacia la salida de la habitación. Una vez cerrada la puerta miré unos segundos a través de la ventana de cristal. La enfermera puso algo en su intravenosa y en cuestión de segundos él cerró los ojos nuevamente. Entendía, debía descansar. Salí de ahí antes de ponerme a llorar. Él estaba fuera de peligro, eso habían dicho. Debía calmar esta angustia.

Fui a desayunar justo a las nueve en punto. Algo ligero, porque en realidad no tenía nada de hambre. Solo quería evitar caer desmayado y necesitar el hospital también. Le avisé a la enfermera por si necesitaban mi presencia y ella me llamó justo antes de irme.

— Joven espere. —dijo. Me acerqué de nuevo a la barra. — El señor Min traía consigo algunas pertenencias. —comentó mientras buscaba. Ella puso una bolsa de plástico resellable frente a mí entregándola. — Creí que querría tenerlos. —añadió amable.

— Muchas gracias. —le dije.

Tomé la bolsita la cual en el interior solo traía a la vista una cartera y un teléfono móvil. Me la llevé hasta el comedor y tras tener mi comida me senté en una de las mesas desocupadas.

Realmente no tenía hambre, por más vueltas que le di a los vegetales, mi apetito era nulo. Miré la bolsa sobre la mesa y por curiosidad la inspeccioné. Él teléfono parecía viejo, nunca lo había visto antes. Lo encendí y mientras se iniciaba miré la cartera de cuero. Ésta sí la recordaba. Yo mismo se la obsequie cuando cumplió veintidós. Sonreí observandola. Estaba desgastada pero jamás quiso cambiarla. La abrí. Había un par de tarjetas, su identificación, nada de efectivo, aunque intuía en qué pudo haber gastado. En uno de los compartimentos había un pedazo de papel doblado y en otro, su argolla de matrimonio.

La guardaba... Él aún la conservaba.

El teléfono sonó con una notificación distrayendome. Lo tomé y miré en la pantalla sin ningún bloqueo. Miré alrededor, había pocas personas en el comedor. Con curiosidad entré a la galería multimedia. Solo había una carpeta con tres fotografías, una de un par de cupcakes, un ramo de violetas y la última... La última... En la última foto estaba yo, cargando a Lyn en mis brazos a una distancia no muy lejana. ¿Él nos vio? ¿Él estaba ahí?

Volví a ver las anteriores fotos, las violetas, los cupcakes, me parecían tan familiar... ¿A caso...?

No, no podía ser...

Salí de galería, entré al menú de mensajes de texto y revisé... Un solo mensaje había sido dejado en la bandeja de entrada. Un mensaje que recordaría sin duda... Porque lo respondí yo mismo...

«Espero, no estés demasiado cansado el día de hoy, te veías muy bien por cierto, disculpa que no te lo haya dicho. Descansa.»

Jimin

«Disculpa, ¿quien eres? No tengo tu número entre mis contactos, quizá te equivocaste de número. »

Él... Había sido él...

Los regalos, el mensaje, la llamada... Había sido él todo el tiempo. ¿Había sido esto parte de su venganza también? Hacerse pasar como mi enamorado anónimo, entonces... ¿Jamás fue Jackson?

Me sentí peor que nunca, yo si fui infiel... Yo, estuve con alguien más y ahora debía decirle, que seguía amando a YoonGi. Por qué sí... Lo seguía amando y no podía seguir mintiéndome ni aprovecharme de sus sentimientos. Debía afrontar la verdad, no más secretos, no más dudas, no más miedos. Porque mi mayor miedo era estar solo, mi mayor miedo es perderlo como creí que lo haría en ese entonces y como lo siento ahora...

Miré la mesa continúa y mis recuerdos me llevaron al pasado nuevamente. Él estaba ahí, sentado en la mesa que solía usar en el salón. La clase aún no comenzaba pero algunos de sus compañeros se hallaban en sus lugares platicando cuando llegué a buscarlo. Desde el marco de la puerta pude ver como giró la vista hacia la ventana y puso sus audífonos cuando me vio. Estaba tan desanimado, me sentía la peor basura por haberle despreciado enfrente de todos. Mi amiga Lisa pasó por mi lado, poniendo su mano en mi hombro. Ella pronunció un animo con sus labios antes de entrar su salón de al lado y tomar su lugar cerca del frente.

Respiré profundo y caminé hasta su lugar, una mesa atrás de la suya. En cuanto me senté él giró la vista al frente. Obviamente, estaba evitándome. No era para menos. Había pasado así los últimos días y mi miedo de perderlo para siempre estaba carcomiendome. Estiré mi mano y quité uno de sus audífonos de su oreja con un ligero arranque de valor.

— ¿Qué haces ahora uh? —me habló molesto finalmente. Molesto, pero me habló.

— ¿Podemos hablar? —le pedí con una pequeña sonrisa. Él rodó los ojos y regresó a su posición. Deshice mi sonrisa y exhalé. — YoonGi...

— ¿No querías que me alejara de ti? —murmuró rudo. — Es mejor que no te vean con un gay como yo, Park Jimin. —concluyó.

— No hables así... —susurré dolido. Él se giró para verme.

— ¿Cómo quieres que lo diga? ¿No es la verdad? —espetó. Su mirada lucía tan frustrada, tan molesto y decepcionado.

— Lo siento... Fui un idiota tenías razón. Fue toda mi culpa... Lo lamento, de verdad. ¿Qué quieres que haga para que me perdones? Lo haré... —le supliqué. Él me miró contrariado.

— Esto no es un juego Jimin, no puedes solo pedir disculpas después de meter la pata. No puedes esperar que así sin más te perdone. Demuéstrame que puedo confiar en ti, que no volverás a decepcionarme. —murmuró.

Entendía. Asentí. Lo sabía. Sabía que no podía jugar con sus sentimientos, entendía por qué desconfiaba. Miré alrededor, los chicos y chicas murmuraban haciéndose los desentendidos pero sabía que estaban al tanto de lo que había pasado en el patio de recesos. Me levanté de la mesa, YoonGi levantó la cabeza mirándome.

— ¿Qué harás? —preguntó.

No le respondí solo le sonreí antes de tomarlo de la mano, haciéndolo levantarse y caminar al frente conmigo. YoonGi tenía una expresión en blanco cuando lo sostuve de ambas manos mirándole, mientras que todos alrededor nos observaban.

— YoonGi... Si acepto. Pero tú... ¿T-te casarías conmigo? —le pregunté tembloroso.

Me estaba muriendo, mis piernas temblaban, mis manos sudaban. Todos los presentes nos miraban y murmuraban, algunos con risas ocultas, otros sorprendidos. YoonGi me soltó de las manos y se cruzó de brazos con una mirada de reproche. Por un momento, creí que me mandaría muy lejos cuando los minutos pasaron y no respondía. Un peso sobre mis hombros fue acumulándose mientras todos murmuraban a nuestro alrededor. Estaba por perder la esperanza cuando un gesto parecido a una sonrisa se asomó de su boca y sin esperarlo, él me jaló para tomar mi rostro entre sus manos, estampando sus labios contra los míos. Besándome a mitad del salón, con todos observando. Pasamos ese día en detención y valió la pena, porque después de eso, nuestra historia comenzó.

No me arrepiento de nada, cada recuerdo fue hermoso, cada momento a su lado, el arduo camino, nuestros duros comienzos sorteando dificultades. Fue difícil empezar de cero. Un par de jóvenes sin estudios terminados, con empleos múltiples, comprar nuestra casa... ¿Por qué fuimos tan estúpidos? Yo cediendo nuevamente al miedo y él guardando un resentimiento que lo dirigió a un erróneo acto.

Si hay una persona culpable, si hay una persona idiota, esa hemos sido ambos. Solo nosotros sabemos nuestra historia, solo nosotros sabemos cuánto daño nos hemos hecho, y cuánto nos amamos. Nadie más puede conocernos más de lo que nos conocemos.

¿Era demasiado tarde para solucionarlo? ¿Podemos perdonar nuestros errores? ¿Podemos amarnos como la primera vez?

Mirar nuestros ojos sin culpas, sonreír como solíamos hacerlo, como si el tiempo se detuviera en el día que nos vimos por la ventana de mi casa, o cuando salvó de una paliza segura. Reír como las tardes de verano, besarnos como la primera vez, con la misma dulzura con la que aclaró todas mis dudas de que amar a otro hombre era tan fuerte, tan real, que era amor como cualquier otro.

Porque si tengo que elegir entre amarte, o dejarte... Volveré a elegir amarte una, y mil veces más.

— ¿Park Jimin? —me llamaron. Sequé mis lágrimas y volteé a ver a mis espaldas. Una enfermera me buscaba en la entrada.

— ¿Sí?

— Su esposo, quiere verlo.

Sonaba tan lindo dicho por alguien más. Mi esposo. Mío. ¿Él quería verme?

Me levanté rápido, guardé todo y caminé tras de ella. Nuevamente me dejó en la puerta. Suspire y abrí adentrándome. Habían quitado el tubo respirador de su boca ahora y sus ojos aunque adormilados se abrieron un poco al verme. Caminé hasta la orilla de su cama y como de costumbre moví su cabello de sus ojos. Me encantaba verlos, pequeños y brillantes. Acaricié su mejilla y él hizo el intento de hablar pero puse mi mano delante de sus labios. Negué con la cabeza y le sonreí.

— Te perdono. —susurró apenas.

— Te perdono. —repetí como respuesta. — No te atrevas a dejarme, porque yo no te dejaré. —supliqué. Me acerqué a su rostro y uní mi frente a la suya. Mi mano se humedeció con la caída de sus lágrimas antes de cerrar los ojos.

El amor duele, el amor se equivoca, el amor es fuerte. Amor se siente cuando es real, se sufre. Lloráremos y reiremos, dejáremos ir a esa persona pero si el amor es verdadero, jamás desaparecerá. El amor volverá, y será dos veces más fuerte de lo que fue. Porque esta historia los dos la escribimos, y solo los dos sabemos su destino.

Amar o dejar para que esa persona sea feliz, cualquiera de la que elijas demostrará el verdadero amor que sentirás por alguien.

Él eligió dejarme, pero yo elijo amarle por los dos. Amarle por nuestra fe, porque lo nuestro, sea solo nuestro.

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Ámame o déjame...

Love me or Leave me...

Fin.

MIN∆BRIL

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