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XXXV

— Aquí se vé— el médico señaló un punto en la pantalla, que mostraba imágenes del recientemente escaneado cerebro de Jimin.

Había un punto más brillante entre toda la masa gris que mostraba la computadora.

— Según los archivos, estos son los estudios de hace casi un año— abrió otra pestaña, mostrando imágenes similares, pero aquel punto brillante era más pequeño—. Ha crecido unos tres milímetros desde entonces.

La señora Park se frotó sus ojos, borrando algunas lágrimas, había permanecido en ese estado melancólico todo el día, al igual que Yoongi , sólo que el rubio se esforzaba por parecer estar mejor para no hacer sentir mal a Jimin.

Era el tercer día en Busán, el tercer día de sentirse tan triste que se sentía enfermo, el día anterior habían estado llenos de análisis y estudios, que se habían apurado los resultados por orden del médico, y su preocupación por el dolor de cabeza de Jimin, que se había calmado un poco por los medicamentos que le habían recetado de urgencia, pero necesitaban una respuesta para un tratamiento más adecuado, por ahora solo estaban tapando las molestias.

Y mientras el pelinegro estaba agotado de consultorios, médicos, estudios y hospitales, Yoongi se sentía a morir de estrés, él debía ser fuerte por el menor, y por la señora Park también, que estaba sensible y llorona por todo, él también quería llorar pero no se permitía a sí mismo mostrarse sensible.

Por el contrario, cuando estaba con Jimin finjían que estaban bien la mayoría del tiempo, se acorrucaban juntos y se abrazaban, incluso la tía Loon había comprado helado para ambos y finjieron que nada pasa pero ninguno tenía apetito ni para comer un helado y lo tuvieron que tirar sin poder terminarlo.

Ambos esperaran que las cosas mejoraran para volver a la rutina que tenían siempre.

— Pero, según todo esto— el hombre juntó los papeles de los otros estudios, acomodandolos en una pequeña pila—. El tumor sigue sin ser maligno— habló, sonriendo ligeramente.

Yoongi suspiró de alivio, sintió como un peso en su espada desapareciera.

— Jimin es muy fuerte— dijo el médico—. Su cuerpo está actuando contra el tumor, es lo ideal, lo mantiene controlado, sino, hubiera crecido mucho más... El crecimiento fue hacia la parte externa, no hacia adentro así que por ello no es maligno, pero sí puede generar molestias por la presión y también porque su cuerpo está gastanto energías en las defensas... Estar agotado, dolor de cabeza, o dormir mucho... Son sintomas normales en estos casos pero Jimin no está en peligro.

El hombre le extendió los papeles a la señora Park, quién los tomó con manos temblorosas, una pequeña sonrisa de alivio marcaba sus labios.

— Le recetaremos unos medicamentos para ayudarlo, evitaremos cualquier operación, no sería el primer caso de que el cuerpo puede contra un tumor y lo elimina, sin necesidad de intervención quirúrgica... Según los archivos, Jimin logró disminuir el tamaño del tumor cuando era más joven, y el cuerpo tiene memoria.

Miró a la señora Park, quien asintió.

— Eso favorece a que lo pueda hacer de nuevo, su cuerpo sabe cómo actuar  — habló el médico, comenzó a cerrar las imágenes de la computadora—. Podría sentirse agotado por la pelea de su sistema inmunológico, pero es normal, está bien que descanse y...

— Espere un momento— pidió la señora Park, deteniendo al médico, miró a Yoongi—, ¿Puedes ir con Minnie? — pidió de una forma sutil para que el chico no escuchara todo, la mujer aún era muy reservada con respecto al tema.

El rubio asintió, ya tenía lo que quería escuchar, salió de la sala, escuchando al médico que volvía a hablar, pero ya no entendía bien las palabras.

Con una sonrisa corrió por el pasillo para buscar a su lindo novio, quien debía estar saliendo de la sala donde estaban haciendo sus últimos estudios, lo encontró esperando parada en el pasillo con arita de perrito abandonado.

—¡Jiminieeee!

El pelinegro volteó al escuchar el grito de Yoongi , su expresión seguía tan melancólica como esa misma mañana, pero el rubio casi lo hace caer por el sorpresivo abrazo, zarandeandolo mientras dejaba sonoros besos por todo su rostro y cuello, entre frases como "Te quiero", "Te amo", y "Bebé lindo", hasta hacer reír a Jimin por lo meloso que estaba, cambiando su humor.

Yoon-nie — murmuró el pelinegro, empujado a Yoongi para que lo dejara respirar.

El rubio se apartó, pero dejó sus brazos rodeando la cintura de Jimin.

— Estás bien, Jiminie— murmuró Yoongi juntando sus frentes, por más que sonreía sus ojos estaban brillantes de lágrimas, sin poder evitarlo, volvió a abrazarlo, escondiendo el rostro entre el hombro y el cuello de su novio—. Estás bien— repitió.

Jimin sonrió, abrazó a Yoongi con ganas, también escondiendo el rostro en el hombro de su chico.

¿Feliz? — preguntó el pelinegro.

— Si pudiera explotar de felicidad, sería una bomba atómica— dijo Yoongi, haciendo reír al chico.

Se separó de él para mirarlo con toda la gratitud del mundo, acarició sus mejillas con suavidad, borrando unas lágrimas, para luego inclinarse sobre él, para besar sus labios con lentitud, recorriendo toda su esponjosidad; perdiéndose ambos profundamente en sus sensaciones.

Ninguno pudo borrar su sonrisa, ni siquiera entre los cariñosos y lentos movimientos de sus labios.

— Hijos míos, pueden seguir con sus cursilerías en casa— dijo la señora Park, apareciendo al lado de ambos, ya abrigada y lista para irse—. La gente los mira— agregó, pero sabía que a ninguno de los dos le importaba.

— Los ojos son para mirar, que se aguanten.

— Oh, Yoongi, deja de decir esas cosas, ahora dame a mi hijo, yo lo tuve primero.

Yoongi apenas dejó a la señora Park abrazar a su hijo, ya que quería a Jimin sólo para él.

Durante el resto del día lo mimó tanto que el pelinegro se había rendido en sus intentos para apartarlo, dejando que Yoongi lo abrazara constantemente, que acariciara su cabello y dejara besos en todo su rostro, sus manos o su cuello, y le recordara infinitas veces cosas que el menor ya sabía.

— Eres muy lindo, Jiminie... Eres el chico más lindo del mundo, ¿Lo sabes?— Jimin asintió, era al menos la décima vez que lo hacía—. Te amo, mucho, muchísimo... Eres tan tierno y tan lindo.

— Mamá...

— Yoongi, déjalo en paz.

— Pero es que me hace muy feliz y quiero decirle cosas lindas...

— Lo sé, pero Jimin ya sabe esas cosas, tienes toda una vida para decirle esas cosas, aguántate un poco.

Luego de un diagnóstico adecuado, al final del día Jimin se sentía muchísimo mejor, su cabeza era una molestia que sólo sentía si se ponía a pensar en el dolor, los medicamentos que le habían dado estaban funcionando.

Por más que su tía Loon insistió en que se quedaran, Jimin quería irse, quería regresar a su casa, ir a la escuela y pasar el rato con sus amigos, todos los estudios lo habían puesto de mal humor y quería alejarse de Busán lo más pronto posible.

Así que luego de una última cena, a modo de celebración, y una cómoda noche de descanso, volvieron a Seúl por la mañana justo durante el amanecer, dejando todo atrás meinstras el cielo aún era de color naranja.

No quiso dormir, en cambio, se quedó escuchando música con Yoongi, mirando por la ventana durante el camino.

El rubio golpeó un poco su brazo para que lo mirara, Yoongi señaló al cuaderno sobre sus piernas, girandolo un poco hacia él.

No sabía en qué momento lo había sacado, Jimin casi no lo usaba esos días, salvo en ocasiones donde se sentía muy cansado por hablar o quería decir algo bastante largo, fuera de eso, el cuaderno estaba casi olvidado.

Se inclinó para enfocar la vista en lo que Yoongi había escrito.

"¿Te he dicho que tengo suerte de tenerte?"

Jimin sonrió, otra vez su novio empezaba con las cursilerías, alzó la vista hacia él, asintió, Yoongi volvió a escribir.

"No me cansaré de decirlo nunca, soy muy afortunado de tenerte".

Yoongi tomó su mano, entrelazando sus dedos, dejando un suave beso en la pequeña mano de su novio.

— Soy muy afortunado de tenerte- murmuró, Jimin apenas lo escuchó, casi le había leído los labios.

Yoongi sonrió al ver el sonrojo en las mejillas de Jimin, y lo hubiera besado allí mismo de no ser por la presencia de sus padres a menos de un metro de ambos.

— Tampoco me canso de esto- murmuró el rubio, tomando la lapicera de nuevo, trazando unas líneas con algo de torpeza.

Jimin sintió la calidez florecer en su interior por lo que veía, un lindo y algo torpe dibujo de una mano haciendo una seña que ambos conocian a la perfección: Una mano con el dedo pulgar, índice y meñique extendidos.

El menor lo miró con ternura, tomó la lapicera de su mano para escribir junto al dibujo.

"Te amo".

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