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3

—💭—


—Entiendo — habló algo dolido— ¿Hay alguna posibilidad de que me ayudes a salir? Tengo mucha hambre y me duele el cuerpo.


La mirada del muchacho se encendió como un foco y rápidamente lo sostuvo de los brazos para que se pudiese levantar.

A pesar de todo el esfuerzo que puso, no podía mover sus piernas y sus brazos apenas respondían y eso aumentaba su angustia aún más.


Se sentía tan pesado, ya no recordaba que era lo lindo de estar en este mundo lleno de depresiones y angustias.


Le gustaba flotar en el vacío mismo, sin sentimientos, completamente en blanco y sereno.

El pelinegro lo cargó sin vergüenza alguna y sigilosamente lo subió a un auto color azul, estacionado fuera de la iglesia.


Aseguró que luego se encargaría de todo y que hablaría con la policía y los medios para que todo sea algo pacífico para él, pues no debía de sufrir alguna situación estresante.

Mientras lo cargaban, observaba el cielo. Aquel cielo tan cielo, color celeste brillante y con hermosas nubes con diversas formas imperfectas flotando por él.


Una vez dentro del auto, solo podía observar los asientos púrpuras con puntos blancos.


Todo tan conocido y desconocido a la vez.


— ¿Cuál es tu nombre? — preguntó— No puedo hacer nada por mi vida ahora que subí a este auto, pero vale la pena preguntar. Ya morí una vez, puedo morir otra.


Supuso que murió, algo en él se lo dijo. A pesar de que aquel pelinegro le había confirmado su defunción, le costaba creerle. Confió más en sus pensamientos, y al final terminaron siendo iguales. Todo era tan confuso.


Una pequeña risilla dolida salió de aquella boca que observó un rato.


— Sunghoon, Park Sunghoon — respondió mientras manejaba aquel auto color azul.


— Entonces, ¿Yo me llamo Park Sunoo?


Él permaneció callado unos instantes.


— Decidiste conservar tu apellido de soltero, te llamas Kim Sunoo — respondió sin más, aparcando el auto en una casa grande y hermosa.


Lo cargó hasta dentro de la casa antes de depositarlo en el sofá color morado oscuro, frente a un gran televisor apagado.

Bajó la vista y observó la alfombra púrpura, era fea, pero el color le daba un toque extraño que la hacía ver un poco mejor.


Se notaba que Sunghoon era una persona adinerada y eso lo intrigaba mucho, pues seguramente debía trabajar en un buen puesto.


¿Qué hacía él antes de morir?


— Sunoo, tengo una silla de ruedas en la casa. ¿Te parece bien usarla? Es hasta que te recuperes, faltan muchas terapias para que puedas volver a caminar correctamente — preguntó el pelinegro acercándose a él.


Asintió, sin importarle demasiado.


—Tengo hambre, Park Sunghoon. ¿Podrías darme algo para comer, por favor? —pidió observando las paredes azules oscuras del cuarto de estar.


—Sí, claro que sí. No dudes en decirme lo que necesites, estoy aquí para ti —le sonrió y entró a lo que supone, es la cocina.


La casa se veía grande desde fuera, pero desde dentro parecía muy acogedora. Cocina-comedor, salón, un baño, y arriba lo que parecían ser habitaciones.

Todo era curioso.


Aquella puerta color verde oscuro debajo de la escalera lo hacía imaginar qué habría allí.

¿Algún depósito? ¿Una habitación? O simplemente un simple sótano lleno de cajas marrones con cinta gris.


Finalmente, el pelinegro llegó con un sándwich simple, en un plato color blanco, acompañado con un vaso de una bebida burbujeante.


Sunoo asintió en forma de agradecimiento y comenzó a comer lentamente, intentando practicar para poder hacerlo correctamente de manera inconsciente más adelante.



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