16
—💭—
¿Dónde estás?
Aquí estoy, contigo.
¿Dónde estás?
Aquí estoy, contigo. En tu corazón, en tus respiros, en tus recuerdos.
¡Recuérdame! ¡Recuérdame!
¡Ámame! ¡Ámame, por favor!
No podía despertar, no podía recordar, no podía sentir.
¡Sálvame!
Por favor, sálvame.
Despertó por tener un peso arriba de él. Intentaba regularizar su respiración pero parecía una misión imposible. Su pecho subía y bajaba con mucha intensidad, su corazón latía con fuerza. Aquel mal sueño lo había dejado completamente confundido y asustado, no le gustaba no entender, no le gustaba ser arrancado de sus fantasías tan desesperantemente.
Aparentemente fue movido de donde estaba, pues ahora estaba acostado en la cama y su ex esposo lo estaba abrazando. No encontraba explicación alguna para no haberse percatado de aquel cambio antes, pero con lo intenso de aquel sueño quizás si podría tener una explicación algo coherente.
No sabía si ese abrazo contenía amor, si contenía cariño, no sabía nada y no quería saberlo tampoco.
Sintió la humedad de su camisa a causa de las lágrimas del mayor y su corazón se estrujó un poco, quizás no lo suficiente.
Colocó su mano en la cabeza del pelinegro y lo acarició con suavidad mientras observaba el techo con desinterés, intentando recordar el sueño por completo, pero por más que intentara, lo único que su cabeza recordaba eran los horribles sentimientos y sensaciones sobre su blanquecina piel. Aquellos leves recuerdos se reproducían una y otra vez dentro de su cabeza sin descanso alguno.
Ni siquiera en los sueños podía ser feliz.
Sintió un leve movimiento por parte del mayor y presionó un poco más su mano contra los suaves cabellos, no tenía intenciones de tocarlo realmente, aquel era un toque muy lento y desganado pero sentía que debía hacerlo. Entendía que en todo esto, lo único que necesitaba Sunghoon era confort, y él simplemente no se lo brindaba.
En su corazón sentía que se lo debía de alguna manera por haberlo hecho sufrir tantos años, él era su propio karma.
El agarre de Sunghoon se hizo aún más fuerte intentando refugiarse en algo que sabía que no serviría, porque aquella persona nunca lo sujetaría. Él lo dejaría caer al abismo, no lo salvaría.
Intentó mantenerse en silencio, pero necesitaba decirle todo lo malo de una vez.
Necesitaba contarle el gran secreto.
Necesitaba acabar con todo.
—No fue un accidente —soltó sin más mientras expulsaba el aire que tenía contenido en los pulmones.
La cara de Sunoo esta vez no demostraba ninguna reacción, pues no entendía realmente a qué se refería, pero le daba miedo indagar en aquello.
Su mano seguía posicionada entre los cabellos del pelinegro con el mismo desinterés, pero Sunghoon no sabía cómo reaccionar ante aquel silencio.
—¿Qué cosa no ha sido un accidente? —dijo para luego seguir, pues una idea vino a su cabeza—Si es por lo de los golpes, ya lo sé. Créeme que lo sé.
Sunghoon negó arriba de su pecho, pero se quedó en silencio un rato, intentando quizás sonar lo más suave posible.
Le dolía recordar, le dolía ser el culpable.
Simplemente, tan simplemente, le dolía todo.
El dolor se había convertido en su fiel compañero.
En silencio se odiaba.
Se levantó lentamente hasta poder sentarse en la cama y quedar frente a él en un tonto intento de tomar el valor necesario.
—Tu muerte no fue un accidente, yo la provoqué —respondió mientras observaba aquellos ojos que en un no muy lejano tiempo, lo hacían temblar por completo.
Los ojos de Sunoo se abrieron completamente, pues lo que escuchaba no podía ser cierto. Nada podía ser real. Probablemente todavía no había podido despertar de aquel mal sueño.
Sálvame por favor.
¡Estaba con su maldito asesino!
Durmió con él, comió con él, hizo todo con él.
—¿Cómo? —fue lo único que pudo preguntar mientras lo alejaba aún más con cierto pánico en cada movimiento.
Sintió su sangre helarse por un segundo.
Realmente no podía ser real.
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