14
—💭—
El suelo gris y frío delataba que no había dormido en la habitación, ni en la cocina, ni en el living.
Aquella escalera oscura lo hacía pensar que se encontraba en el sótano. Y las ataduras de sus muñecas le confirmaban los pensamientos.
Estaba en el sótano.
Sus dedos estaban manchados con sangre seca, pero, a pesar de eso, se podían ver los moretones que habían dejado los pies de Sunghoon en ellos.
Su cabeza palpitaba y no quería parar de hacerlo.
Estaba tan exhausto, tan destruido.
Era tan decadente aquella situación.
¿Qué había hecho mal para merecer eso? No podía condenarlo por su pasado.
Sintió ruidos en la planta alta.
Esperanzado, como un tonto creyente, gimió lo más fuerte que pudo.
Un gemido de dolor que jamás hubiese imaginado saldría de su boca.
Todo era tan confuso, tan extraño.
La risa de Sunghoon se escuchaba a lo lejos, pero no sabía si se reía de él.
Lo único que podía preguntarse era si Jungwon estaba bien, si había podido salir...si lo rescataría.
Si la propuesta de huir seguía en pie.
Comenzó a gritar el nombre de Sunghoon, no le importaba nada. Estaba más que muerto por dentro y no era algo lindo. Necesitaba pedirle perdón por todo lo que le había hecho siendo un Sunoo que no recordaba haber sido. Estar al borde de la muerte otra vez lo hizo tener la idea de quitarse la culpa, pues estaba casi seguro de que saldría muerto nuevamente, pero a manos del mayor.
No importaba si lo perdonaba o no, lo único que importaba era hacerlo, desahogarse, quitarse aquel muerto de arriba.
Quizás quitarse el muerto de arriba era lo que Sunghoon quería hacer con él desde un principio.
El pelinegro no tardó demasiado en aparecer en la habitación.
—Cariño, has despertado por fin —habló sonriendo mientras se acercaba.
Sus ojos estaban sombríos, completamente fríos. Su expresión delataba su desagrado.
Respiró y comenzó a hablar sin si quiera medir lo que diría. Ya no le importaba.
—Escucha, Sunghoon. Siento haberte lastimado, no sé qué clase de persona era en ese entonces, pero no soy la misma. No me imagino haciéndote daño, el Sunoo de ahora no podría hacerte daño —habló lo más fuerte y seguro que pudo, intentando contener las lágrimas.
Sunghoon rió.
—El "Sunoo de antes" juró no hacerme daño cuando colocó un anillo de oro en mi dedo, pero aquí estamos, ¿verdad? —una mueca de disgusto se hizo presente en su cara, estaba más que claro que hablar de eso todavía le llegaba afectar.
Pero, ¿a quién no le afectaría?
Estaba más que convencido en que era una persona nueva, distinta. Él lo sabía, pero Sunghoon no quería entenderlo. No lo culpaba.
—No soy el Sunoo que ha puesto ese anillo en tu dedo —contestó con voz temblorosa—Sabes eso, lo tienes que más que grabado. Sabes que no he sido el mismo y es por eso que actúas así.
El pelinegro respiró profundamente en un desesperado intento de no caer en aquellas engañosas palabras. Ya las conocía casi de memoria.
—Pero sigues siendo Kim Sunoo, y ese es el maldito problema —se sinceró.
Y era la verdad. Por más amor que pudiera sentir por él o por más cambios que haya notado, no podía obviar el hecho de que seguía siendo él, aquel muchacho que solo había destruido su vida en mi pedazos sin pensar en sus sentimientos un maldito segundo.
—Lo siento, en verdad lo siento —una lágrima se deslizó lentamente por su mejilla—Quizás te lo he dicho mucho, pero juro que nunca dije algo tan real. Lo siento, siento haberte dañado. Está bien si no me perdonas, solo necesito que entiendas que realmente estoy destruido por lo que te hice. Siente mi angustia, mi dolor —su voz comenzó a temblar—Siénteme a mí.
Ambos quedaron en silencio varios minutos.
Sunghoon observaba las paredes oscuras del sótano, intentando, quizás, encontrar las palabras correctas y no caer en la tentación de perdonarlo.
Si lo perdonaba, jamás se perdonaría a él mismo.
Sus pensamientos no aparecían con demasiada claridad, pues la mirada expectante del mayor era muy fuerte. Tan fuerte que sintió un poco del dolor de su corazón.
—No te preocupes, hermosura. Ya no me importa —respondió con una sonrisa torcida—Lo que me importa ahora eres tú.
La falsedad que denotaban aquellas palabras eran más que evidentes.
—No hagas esto Sunghoon —rogó dejando de contener las lágrimas—Si hubiera tenido el corazón que hoy en día tengo, no podría haberte hecho daño ni siquiera con palabras. Por favor entiende.
Se acercó un poco más a él y se sentó en frente con algo de tranquilidad.
—Mi mayor deseo siempre fue que entraras en razón y volvieras a mis brazos —comenzó—Soñaba con aquello como un tonto, esperaba algo de ti que por dentro sabía que no pasaría.
No emitió palabra alguna. Simplemente le prestó la atención que quizás nunca había hecho. Necesitaba escucharlo.
—Siempre soñé con que un día entraras a la casa, me abrazaras y besaras con cariño y me dijeras "Jungwon solo ha sido un error" —sus ojos se cristalizaban con cada palabra—Era tan doloroso ver como él había podido cautivar tu corazón tan rápido, pero quizás era más doloroso saber que yo jamás pude hacer eso. Tu corazón realmente nunca pudo pertenecerme, no desde que lo viste —las lágrimas caían sin pudor por sus mejillas, haciendo que él también quisiera volver llorar—De cierta manera entendía por qué me tratabas así, pues yo no era el hombre de tus ojos, sino que él lo era. Al parecer ese lugar siempre fue suyo.
Paró unos minutos para secar sus estúpidas lágrimas mientras intentaba endurecer su frágil corazón para poder continuar.
No ganaba nada contándole aquellas cosas, solo sacar un poco de su dolor sabiendo que no recibiría un golpe a cambio.
Odiaba tanto a Jungwon, odiaba tanto la manera en la que veía a su esposo, sin embargo, nunca pudo hacer nada al respecto. Y quizás ese había sido su error, no haber tratado.
Todo había empeorado desde la llegada de él a sus vidas. Sunoo no era agresivo, no era malo con él. Era dulce, cariñoso, comprensivo. El verdadero amor de su vida.
—Por unos momentos tuve la estúpida idea de creer que ahora que no recordabas nada, solo tendrías ojos para mí —admitió—Pero entendí todo cuando lo observaste. Él volvió a cautivarte sin decirte una palabra, y es algo que yo no pude hacer, otra vez —murmuró lo último con una mueca de disgusto—Y es por eso que desde hoy, serás mío nuevamente.
—Lo único que haz hecho cuando desperté fue maltratarme, insultarme, odiarme. ¿Qué esperabas? ¿Cómo una persona puede enamorarse del dolor? —respondió con rabia, observándolo con incredulidad.
—Yo lo hice, yo me enamoré del dolor —dijo cubriéndose la cara—Mi debilidad hizo que me enamorara de ti y creí que harías lo mismo, pero tú no eres débil.
Sunoo permaneció en silencio mientras pensaba en las estupideces que había dicho aquella persona frente a él.
—No eres yo, ese es el problema.
Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro