13
—💭—
Se lo llevaría para siempre finalmente. Su deseo estaría más que completo.
El mayor permanecía acostado en la cama, observando al techo, todavía intentando tragar la idea de que era un maltratador, una de las peores bestias.
Jungwon se sentó en la cama y lo observó tristemente. Se notaba lo destruido que estaba, pero no podía hacer más que decirle cuánto lo amaba y que siempre estaría allí para él.
Jamás creyó estar en esta situación.
Sunoo se veía horriblemente frágil. Aquel hombre que lo enamoró parecía ya no existir. Él se había enamorado de su madurez, de su carácter, de su fuerza.
Y ahora, allí solo había alguien frágil, destruido y sin una pizca de madurez. Un niño total. Un niño que buscaba refugiarse cuanto antes en los brazos de su madre y olvidar todo lo malo.
Pero él no era un niño y tampoco tenía madre, así que debía afrontar todo solo.
—Tranquilo Sun, nos iremos pronto y todo estará mejor. Lo prometo —dijo dulcemente en un intento de tranquilizar el ambiente.
No quería que el menor se sintiera presionado, y mucho menos incómodo a su lado. Solo quería que volviera.
Sunoo solo asintió.
Sintió los pasos rápidos de Sunghoon por el pasillo, y sabía lo que se venía, pero no tenía miedo. Por lo menos, no por él.
—Jungwon, te vas de mi casa —vociferó entrando con brusquedad a la habitación y tirando al pelinegro de la cama—Vete o te mato, ¡juro que lo hago!
—¿Tú y cuántos más? Imbécil. Sunoo dijo que me ama, él se irá conmigo —dijo desde el suelo—Siempre serás el que nadie quiere, no lo olvides.
La ira de Sunghoon se hacía cada vez más evidente. Su cara hervía y sus ojos denotaban una furia incesable.
Sunoo solo temblaba inmóvil en su lugar.
El primer puñetazo fue dado, fue tanta la brusquedad que un poco de sangre fue salpicada.
Rápidamente fue dado el segundo, a manos de Jungwon, quien se había parado. Se podía notar a kilómetros de distancia el odio que se tenían entre ellos y había una simple razón: la existencia de Kim Sunoo.
—¡Basta, por favor! —pidió al borde de las lágrimas, con un evidente desespero por querer finalizar aquella situación innecesaria.
Pero nadie le hizo caso.
En esta triste historia, él siempre sería el ignorado.
Sunoo solo lloró.
No sabía qué más hacer, se sentía impotente.
Intentó arrastrarse para poder sentarse en la silla de ruedas desde la cama, pero su intento se vio fallido al caer boca abajo en el suelo. Estaba desesperado, el dolor lo invadió completamente. No sabía qué era peor; el dolor de su pierna o el de su cabeza.
Intentó levantarse pero un pesado mueble cayó encima de él producto de el tonto esfuerzo de sentarse y de las brutas maniobras de los mayores. No podía tener peor suerte.
Gimió de dolor.
Ni siquiera tener la fuerza suficiente para correr o respirar.
Luego de unos agonizantes minutos, logró correr la cara y comenzó a respirar desesperadamente. Pero ya era demasiado tarde.
Las voces y ruidos se habían disminuido, ya no los escuchaba, pero podía sentir los golpes gracias a la vibración del suelo. Sus ojos se cerraban cada vez más y estaba al borde del desmayo, no quería sentir más nada.
Y de pronto, en minutos que parecían horas eternas, Sunghoon apareció frente a él, golpeado y ensangrentado, observándolo desde arriba con indiferencia.
Sus ojos denotaban una frialdad que desconocía completamente. Era un Sunghoon diferente, otra de sus tantas personalidades que lamentablemente desconocía y deseaba desconocer, pues no se veía precisamente amigable. Expulsaba odio, furia, desagrado.
Un pitido se hizo presente en su oído por algunos segundos para luego desvanecerse. Sentía que moriría y eso es lo más horrible, moriría otra vez.
Moriría sin haberle pedido disculpas, sin haber revisado si Jungwon se encontraba bien.
Moriría sin poder arrepentirse de sus bestiales actos.
—Mereces estar así —habló Sunghoon mientras limpiaba la sangre de su cara con sus manos—He hecho tanto por ti y nunca me pagaste como es debido. Mereces sufrir, mereces las peores mierdas que existan en el mundo —sus puños ya se habían apretado en busca de tranquilizarlo, pero aquello era imposible—Otra vez volviste a sus brazos sin pensar un maldito segundo en mí.
Su corazón palpitaba con fuerza a pesar de estar casi al borde de desmayarse, o peor aún: de morir.
Las palabras de Sunghoon resonaban dentro de su cabeza, destrozando todo a su paso.
No podía creer el sufrimiento que un par de palabras podían generar en él.
Levantó su pie y comenzó a pisar los dedos de Sunoo con tanta fuerza y maldad que desconocía.
No tenía fuerzas para gritar, como tampoco las tenía para moverse. Simplemente lo observó con una mirada de sufrimiento extremo. Con aquella mirada pretendía demostrar su sentimiento de culpabilidad, pero Sunghoon parecía simplemente no notarlo.. o quizás solo se negaba a hacerlo.
La primera patada fue lanzada, en su estómago, con mucha fuerza y puntería.
Ni siquiera tenía la fuerza para retorcerse, solo tenían fuerza sus lágrimas, las cuales salían a chorros.
La segunda, tercera, cuarta y quinta fueron repartidas entre su cara, sus piernas, su cabeza, su cuello y nuevamente en el estómago.
—P-por f-favor.. Sunghoon —habló en un susurro doloroso.
El mayor rió mientras le seguía proporcionando patadas, recordando una y otra vez aquella conversación ajena. Había estado allí desde que entraron a la habitación.
—Tienes que aprender a ser un niño bueno, Sunoo —le sonrió—No te librarás de mí.
Y simplemente, tan simplemente, todo se oscureció.
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