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10

—💭—


Sunghoon no tenía intención de subir la silla de ruedas a la habitación o ayudarlo a bajar, así que se levantó y como pudo comenzó a caminar por el pequeño pasillo.


Se sostenía de las paredes y se movía con cuidado de no caerse, era mucho más fácil de lograr sin tener un pesado yeso en la pierna.

Tenía hambre, sed y quería orinar.


Lo primero que hizo fue orinar, esa fue la parte más fácil de todas. Lo más difícil sería bajar por las escaleras sin caerse y quebrarse otra extremidad.

Fue bajando escalón por escalón con torpeza y dolor, pero todo valió la pena cuando observó el desayuno en la mesa.


Se sentó y desayunó con muchas ganas. Esta vez eran seis panqueques, fruta y té con azúcar. Estaba en el mismísimo paraíso. Vació todos los platos y vasos habidos y por haber, con emoción y con la pancita feliz.


Antes de sentarse a desayunar, había arrastrado la silla de ruedas cerca de él, así que se levantó y se sentó por fin en su peor enemiga y se dirigió al gran ventanal, como todas las mañanas.

Quería viajar a través del tiempo y poder vivir acostado en el pasto para siempre. Se sentía uno con la naturaleza.


Era muy lindo ver cómo el viento alborotaba las hojas de los árboles para que finalmente unas cuantas cayesen en el jardín delantero. Sonrió.


—¿Sunoo?—llamó el pelinegro en un grito desde la cocina

No llegó a responder aquel llamado, pues Sunghoon salía a toda prisa de la cocina.


—Por favor dime que no te has comido lo que estaba en la mesa —dijo al borde de las súplicas.


—Sí, ¿Por qué?—respondió.


Dudó en responder que sí, pero finalmente Sunghoon se daría cuenta y prefería un par de gritos ahora antes de otra caída de escaleras.


—Era mío, Sunoo —vociferó—Eres un maldito obeso, glotón y asqueroso.


Sunoo asintió, porque tenía razón, lo era. Era un obeso y un glotón, pero no se arrepentía.


—Lo siento, no sabía —se disculpó—No pasará nuevamente.


—¡Claro que no pasará! —gritó antes de lanzar una fuerte cachetada.


Quedó atónito, intentando encontrar una reacción adecuada que no sea el llanto.


—L-lo siento.


—Claro que lo sientes, no seas imbécil —respondió—Eres la mismísima mierda.


En silencio lo odiaba.

Su mejilla ardía, pero lo ignoró. También ignoró los insultos de Sunghoon mientras ingresaba nuevamente a la cocina. Ignoró todo a su alrededor y solo miró el pasto, intentando calmar sus ganas de llorar.


Un auto se aparcó frente a la casa.

Observó como un muchacho pelinegro bajaba del auto blanco aparcado fuera de la casa. Sintió cierta curiosidad, pues solo la terapeuta iba a la casa y jamás había visto a aquel muchacho. Pero era lindo.


La mirada del muchacho se posó en él, pues la gente de fuera también podía ver cómo un loco en silla de ruedas pasaba horas observando el pasto. El pelinegro levantó la mano en forma de saludo y aceleró el paso, pero él no hizo lo mismo.


Como era de esperarse, tocaron el timbre y rápidamente Sunghoon salió de la cocina, insultando a todo el mundo e intentando calmarse, fue a abrir la puerta algo confuso y enojado, pues se notaba que él tampoco esperaba visitas.


Su cara cambió drásticamente al ver quién se encontraba del otro lado de la puerta marrón oscuro.


—Vete —vociferó secamente y cerró la puerta nuevamente.


El timbre volvió a sonar repetidas veces, hasta que finalmente se hartó y volvió a abrir la puerta.


—¿Qué es lo que quieres? No me hagas perder el tiempo, no estoy de humor —habló con cierto enojo y amargura.


El muchacho de afuera tardó unos minutos antes de responder.


—El rumor de que un joven revivió en su funeral ya llegó hasta el pueblo del que huiste. Y curiosamente pasó en la iglesia donde velarías a Sunoo de forma privada. ¿Dónde está? —habló con un tono desafiante intentando empujar al menor de la puerta.


—Él no está aquí —respondió con el mismo tono.


El pelinegro rió.


—Lo vi por la ventana y lo saludé, no seas imbécil y déjame pasar —habló casi al borde de la desesperación.


Al oír que estaban hablando de él, intentó estirar la cabeza para ver mejor a la persona detrás de la puerta, pero por más que estirara nunca alcanzaba.


Siguió intentando hasta que finalmente, cayó secamente contra el suelo con la silla, quedando algo atontado y adolorido, pues el golpe había tocado un poco su cabeza y su pierna había quedado completamente en el suelo.


Gimió de dolor.


—Mierda, Sunoo —dijo Sunghoon observándolo con enojo mientras caminaba hacia él para levantarlo.


Sintió muchos pasos antes de que alguien finalmente lo levantara, pero ese alguien no era Sunghoon. Era aquel pelinegro.


—L-lo siento, perdón en serio —habló como pudo mientras intentaba abrir sus ojos torpemente.


Estaba desesperado por pedir disculpas.


—Suéltalo, Jungwon. Llamaré a la policía si no lo haces —dijo el pelinegro mientras lo empujaba con violencia a pesar de que tenía a un frágil Sunoo en brazos.


Jungwon levantó una ceja y respondió ante las palabras del mayor.


—Eso no te conviene. Mejor cállate, Park —dijo mientras depositaba a Sunoo nuevamente en la silla—¿Te encuentras bien?




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