Capítulo 7
—Gracias —le digo al camarero del bar en el que estaba por traerme mi vaso de Coca-Cola.
Éste me sonríe rápidamente y se marcha de nuevo hacia la cocina donde un hombre mayor y canoso lo llamaba casi a gritos. Óscar —así es como se llamaba el chico —me regala de nuevo otra sonrisa que yo no dudé en devolverle y acto seguido siguió trabajando. Era atractivo; eso no lo negaba. Era musculoso, pero no tanto y podría tener por lo menos mi edad o un poco más. La primera vez que se me había acercado a tomar mi pedido, me había percatado en un pequeño tatuaje que le asomaba debajo de la muñeca. Era una frase, o más bien dicho, una palabra: Mamá. Era lo que ponía.
Después de que estuviera un buen rato en la cafetería de la universidad, me apeteció darme una vuelta por Los ángeles, y era por eso que ahora me encontraba en un pequeño bar cerca de la universidad.
Centro mi mirada en el señor que había entrado en el bar ahora mismo. Parecía estar perdido, pero a la vez, también parecía saber muy bien que hacía aquí. Vuelvo de nuevo mi atención a las fotos de mis amigos de Oregón... bueno, o, mejor dicho, ex mejores amigos. Nunca pensé que acabarían traicionándome, ya que siempre había creído que estarían conmigo en todo, pero me equivocaba. Siempre habían estado conmigo porque mi madre era una actriz de éxito, y mi padre un gran boxeador al que muchos admiraban, bueno, y por otras cosas.
Deslizo el dedo hacía abajo por la pantalla táctil de mi teléfono. Pocos segundos después, me detengo en una foto que había subido la que creía mi mejor amiga Roxy. En ella salían Roxy y otras chicas más a las que no conocía de nada (supongo que las había conocido en la universidad), donde salían en una especie de discoteca, y estaba demasiado oscura la foto. Paso directamente hacia abajo, olvidándome de ella.
Al cabo de un rato, cuando estaba totalmente distraída, siento que alguien se sienta en el asiento frente a mí.
No le presto demasiada atención, hasta que aquella persona, comienza hablar dejándome sorprendida. Levanto la mirada encontrándome con la de Liam Brown. Estaba demasiado guapo con la sudadera de la universidad.
—Hola.
Dejo el móvil bocarriba a mi lado y apoyando la barbilla sobre la palma de la mano, comienzo a hablar con Liam.
—Hola —respondo con una sonrisa.
—¿Qué hacías por aquí? —pregunta siendo amable—. Te he visto, y no he podido evitar acercarme.
Sonrío.
—Me apetecía venir aquí, y por culpa de Connor me habían echado de clase.
—Ya, todos saben que después fuera en el edificio, le plantaste cara —responde sonriendo tímidamente; me sorprendía al ver lo rápido que se enteraban —Lo siento. A veces es un capullo.
—¿Solo a veces?
Liam suelta una carcajada a la que no tardo en unirme yo también. Al final, acabamos los dos riéndonos consiguiendo que las personas que había en aquel bar, nos miraran de manera extraña. Cuando me quise dar cuenta, el cielo ya empezaba a coger un tono oscuro y cuando me dispuse a mirar la hora, me di cuenta de que eran casi las ocho de la tarde. Me lo había pasado tan bien con Liam hablando y riendo, que no me había percatado de la hora. Un rato después, la puerta del bar se abre dejando ver entrar a Portman —el chico que conocí hacia poco, y que me llamaba Violeta— con otras personas más.
Me fijo en que se acercan a nosotros, y en el rostro de Portman puedo vislumbrar una sonrisa cuando me ve. En cuanto están lo suficientemente cerca nuestra mesa, Mikel Portman, me saluda sentándose justo al lado de Liam.
—¿Qué tal Violeta?
Sonrío en respuesta al mismo tiempo que llamaba al camarero de antes para que me diera la cuenta de lo que había pedido. En el momento en que le entrego el dinero a Óscar, me levanto y justo cuando estoy dispuesta a alejarme de la mesa, soy detenida por la voz de Liam:
—¿Ya te vas Baby? —Asiento; quería regresar a la habitación porque conocía a Derek, y al no decirle donde estaba, se preocuparía. —Vale, mañana nos vemos.
Vuelvo a asentir y pocos segundos más tarde, salgo de allí dirigiéndome hacia la parada del autobús. Quería tener mi propio coche, y no depender jamás de que nadie tuviese que llevarme.
Me quedo fijamente mirando mi reflejo en el espejo del cuarto de baño tratando de que éste me diera una respuesta a mi pregunta: << ¿Estás segura de ir a la pelea clandestina? >>
Habían pasado ya varios días desde que me encontré a Liam en aquel bar y me lo pasé genial con él, hasta que luego llegaron Portman y otras personas, y decidí irme. Ese mismo día, cuando llegué a la habitación de la residencia, me encontré a Emilia tirada en su cama hablando con mi primo Derek y su cara de enamorada, y justo cuando terminó y colgó el teléfono, me comentó que iba a ver una pelea itinerante en un sótano de un viejo establecimiento que ahora estaba abandonado, y que quería que fuera con ella. A Derek no le parecía buena idea, ya que él mismo sabía que aquellas cosas me traían demasiados recuerdos de las cosas malas que pasó papá... pero, de todos modos, le convencí diciéndole que estaba bien, que no pasaba nada.
Por eso es que ahora me encontraba en el cuarto de baño haciéndome la misma pregunta que llevaba haciéndome desde que acepté la invitación de Emilia. Un suave golpe en la puerta abierta del baño llama mi atención.
Mi primo. Apoyado en el marco de la puerta y mirándome preocupado, se encontraba Derek. Se acerca hacia donde estaba yo, y acto seguido, me pasa un brazo por detrás de los hombros; abrazándome.
—¿Seguro que quieres ir prima?
Ruedo los ojos volviéndome para quedar cara a cara con mi primo. Era la quinta vez por lo menos que me lo preguntaba. Esta vez no le respondí con palabras, si no que más bien, le abracé fuertemente rodeándole la cintura con mis brazos. Él hace lo mismo acariciándome la espalda con la mano y apoyando su cabeza en la mía. Sabía perfectamente que, con este abrazo, Derek ya entendía que sí estaba segura de ir y que no me pasaba nada; también que le quería por preocuparse tanto por mí.
Una vez que nos separamos, Derek salió del baño para dejarme unos minutos a solas y terminar de arreglarme; aunque más bien, aproveché ese momento solitario, para respirar y soltar todo el aire que había estado conteniendo toda la mañana y parte de la tarde.
No sé cuánto tiempo estuve mirándome en el espejo, pero cuando escucho la voz de Emilia fuera (en la habitación), sé que se estaba poniendo nerviosa porque no quería llegar tarde, así que, para no hacerla esperar más tiempo, salgo del baño y al tiempo que agarro mi teléfono móvil y la sudadera que compré el otro día cuando fui al centro con Emilia, los tres salimos de la habitación.
La pelea tenía lugar como bien había dicho mi amiga Emilia, en un establecimiento que ya no se usaba y que estaba total y completamente vacío; lo único en lo que Emilia se había confundido, era en que ésta dijo que era en el sótano del lugar, pero no, ya que el establecimiento no tenía sótano; es más, era de una sola planta con salidas de emergencia y toda esa estupidez que tenían aquellos lugares.
No tardamos mucho en llegar debido a que a mi primo se le había ocurrido acelerar con el coche en cada semáforo que veía en color ámbar para que no tuviera que pararse, obviamente. Mi pelo, que había decidido dejármelo suelto, se agita con el viento que entraba por mi ventanilla bajada gracias a la velocidad a la que iba Derek.
Una vez llegamos, bajo del coche a la vez que Emilia, que rápidamente se colocó a mi lado agarrándome del brazo y tirando de él para que empezará a moverme hacia el lugar.
Olía a tabaco nada más entrar en el establecimiento; Emilia y mi primo no dudaron en reírse de la mueca de asco que forme arrugando la nariz. Odiaba el mal olor que desprendía el tabaco. Cuando por fin entramos por la puerta grande de entrada, pude apreciar más el lugar: unas gradas en un lado de la sala y un ring en todo el centro de la sala era lo que más se apreciaba allí; además, era demasiado espaciosa y grande.
Y oscura. Las luces eran tenues y no se podía ver mucho, pero algo era algo.
Me agarro al brazo de Derek que éste iba guiándonos a Emilia y a mí hasta un par de asientos que aún se hallaban libres antes de que alguien nos los quitase. En el centro. Ahí es donde nos dirigíamos. Derek había visto tres asientos vacíos justo en el medio de las gradas, y por eso, ahora íbamos con cuidado de no molestar a la gente, hasta ellos.
Justo cuando estaba a punto de sentarme, las luces se apagaron del todo dejando solamente la luz que iluminaba el centro del ring y un hombre de mediana edad o así, se podía localizar en el centro recogiendo el micrófono que había descendido de arriba.
—¿Estáis listos para otra gran pelea? —preguntó aquel hombre prácticamente gritando; era fuerte y desde aquí se podía observar un poco su canoso pelo recto y liso. La voz era grave. Todos los estudiantes que habían venido a la pelea, chillaban respondiendo a la pregunta que éste había gritado.
—Él es Timothy Grande, el que organiza todas las peleas —me susurra Derek. Yo me encontraba entre mi mejor amiga y mi primo. —Tiene treinta y nueve y hace poco se retiró del boxeo, pero aún sigue haciendo estas cosas.
Vuelvo a mirar al tal Timothy. ¿Dejaba el boxeo para hacer estas peleas ilegales? No lo entendía.
—Me alegro —habla de nuevo el hombre. —Presentó: A mi derecha con metro noventa y cuatro de altura y musculoso... ¡El Intocable! —Todos, incluida yo, giramos hacia donde aquel hombre había señalado. A su derecha, un joven bastante alto y de aspecto terrorífico, entraba dentro del ring. Gruñía por los abucheos que la gente le lanzaba; la voz de Timothy resuena: —Y a mí izquierda con metro noventa y una mirada fría y devastadora... ¡El demonio salvaje!
Miro hacia la izquierda y no puedo evitar quedarme petrificada cuando mis ojos se paran sobre Connor Evans. ¿Era una broma? No bastaba con que tuviera que soportarle en la cafetería y en la clase de Literatura e Historia... si no que también tenía que hacerlo aquí. Su mirada transmitía furia y rabia al mismo tiempo mientras miraba a su contrincante, que aparte de que era un pelín más alto que Evans, éste no parecía querer que nadie le ganase.
La pelea empieza en cuanto el hombre sale del cuadrilátero. El primer golpe lo recibe Connor, pero éste se recupera y a partir de ahí, casi todos los golpes, son dados por él. El contrincante intenta de vez en cuando aprovechar que Connor está distraído para meterle algún gancho con el puño fuerte, pero éste es siempre más rápido y consigue esquivarlo todos. No estoy lo suficientemente cerca del ring como para verlo bien, sin embargo, se perfectamente que los nudillos de Evans comenzaban a tornarse de un color rojo carmesí proveniente de la boca y la cara de su contrincante. Siento que las personas que estaban detrás de mí sentadas, se levantan, y al rato, los de delante también impidiéndome ver, así que no me quedó de otra que hacer lo mismo que mi primo y que Emilia, y levantarme para ver. Puedo escuchar a la multitud gritar: ¡Demonio!, ¡Demonio!, repetidas veces sin parar. Incluso podía quedarme sorda en cualquier momento.
En el instante que Connor levanta el puño hacia arriba para unos segundos después dejarlo caer con toda la fuerza que puede tener sobre la nariz de su contrincante haciendo que éste derramada bastante sangre por ella y por la boca cayendo al suelo, sin poder evitarlo, la imagen de papá ahí en medio peleando, me vino a la cabeza, que tuve que salir de allí como me fuera posible y corriendo.
Aparto a unos tíos que me impedían salir, y cuando por fin estoy fuera, siento como un montón de lágrimas empezaban a recorrerme las mejillas sin fin.
Me alejo cuanto puedo de aquel lugar, pero sin irme de allí. Lo único que necesitaba era aire fresco y alejar de mi cabeza aquellos horribles pensamientos.
Baby, papá ya no pelea, tienes que olvidarlo. Pensé para mí.
Me recolocó mejor la sudadera y sin importarme mancharme, me dejo caer sobre el frío y sucio suelo de asfalto. Llevo mis rodillas hacia mi pecho y rodeándolas con los brazos, las abrazo fuertemente.
—¡La policía! —alguien grita al otro lado de las gradas.
Todos salen corriendo sin importarles que empujarán o aplastarán a las otras personas. Tendría que haberme ido a la residencia cuando salí llorando de la pelea, pero en lugar de eso, decidí volver dentro donde mi primo y Emilia habían estado todo el tiempo en sus respectivos asientos sin enterarse de que había salido. Voy detrás de Emilia mientras mi primo nos guardaba las espaldas para que no nos pasara nada. Derek siempre era tan protector. Era imposible correr cuando una multitud de personas te daban empujones para salir primero del establecimiento, así que no pude evitar caerme al suelo gracias a una estudiante que me había empujado tirándome.
Derek me ayuda a levantarme y después de asentir con la cabeza para que supiera que estaba bien, seguimos intentando marcharnos de allí.
Escucho la voz de mi primo diciéndonos algo a Emilia y a mí cuando estamos a punto de llegar al final de las gradas donde estábamos sentados. Derek se acomodó delante de Emilia y con un gesto de cabeza, nos dijo que le siguiéramos. No entendía para que, pero ahora mismo prefería hacer caso a mi primo.
—Si vamos por la entrada puede que la policía nos pillé antes —enuncia él conduciéndonos hasta el fondo del local. —Es mejor que vayamos por la puerta trasera. Nadie sabe que existe excepto yo y Connor.
Se que el plan de mi primo era estúpido, pero en estos momentos todo me daba igual con tal de que saliéramos de aquí antes de que llegara la policía. Otra vez más me arrepentía por no haberme vuelto a la residencia cuando tuve la oportunidad.
Los gritos de la multitud que antes eran fuerte, se iban escuchando cada vez más bajo al tiempo que nos adentrábamos por un pasillo oscuro. Una mano me agarró con fuerza la mía, y cuando miré para ver de quién se trataba, me fijo en que era Emilia. Cuando por fin mi primo se detuvo, sé que ya habíamos llegado a donde éste mismo nos decía. Habíamos llegado hasta el final del pasillo por donde habíamos venido, y cuando miré al frente, con dificultad por la oscuridad, pude entrever una puerta del mismo color que las paredes; negro desgastado. Observo como Derek intentaba atinar hasta encontrar el picaporte y cuando presentía que ya lo tenía, está se abre dejando que el reflejo de la luna nos iluminará un poco.
Emilia es la primera que sale, ya que la puerta era demasiado estrecha como para que cupiéramos dos a la vez, así que después de salir yo, el último fue mi primo. Ya comenzaba a refrescar, y aunque tenía la sudadera puesta, seguía teniendo un poco de frío. Miré a mi alrededor deteniéndome a examinar el lugar: un callejón oscuro con cubos de basuras a un lado y una sola farola en la esquina a lo lejos de nosotros.
—Tío por fin habéis salido —dice una voz a mis espaldas que reconozco muy bien; Connor —Anda, hola muñeca. No sabía que habías venido.
Me alejo de Connor acercándome a mi primo. Tuve que aguantarme las ganas de volver a gritarle que me dejara en paz y que no me llamará así, ya que la policía seguramente estaría cerca. No sé porque, pero en un acto reflejo, mi mirada se baja hasta sus nudillos llenos de la sangre del otro contrincante con el que había peleado.
Aparto rápidamente la mirada cuando una risa emana de la garganta del insufrible de Connor; compruebo que no me estuviera mirando, pero en ese instante, mis ojos se encuentran con los suyos. Una sensación extraña me recorre el cuerpo al sentir su fría mirada verde que no dudé en apartarla rápidamente de él.
—Derek, ¿me llevas a la residencia?
Hola, lectores! Aquí les dejo el siguiente capítulo de Love me Baby. Espero que os guste y dejarme que os ha parecido.
Burgui92, LaChicaAnonima18, SheilaCandel, Yomira99, AbiSanchezXVI, francinifernandez, Karel_Rey, ValeriiaAnahiii, liz02miller, BeMyKata, lpeld, Panteritaaa, Aran_IR, MariFers11, Alis0nCrawf0rd.
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