Capítulo 44
—Bueno, entonces, voy el día 31 a pasar Noche Vieja contigo papá, ¿ok?
Estaba hablando con mi padre. Le había decidido llamar para avisarle de que iría por Noche Vieja a visitarle. Papá asintió aun sabiendo que no le podía ver ya que era una llamada y no una videollamada, mientras le daba instrucciones a quien estuviera al otro lado del móvil con él. Iba conduciendo hacia la editorial del señor Golden ya que hoy empezaba mi primer día trabajando allí. Por suerte iba a en manos libres. Recuerdo el día que le conté a mi padre y a mi primo la noticia (fue ayer así que no pasó mucho tiempo). No duraron en alegrarse por mí y felicitarme. Si bien ellos sabían lo mucho que amaba este mundillo.
—Papá, ¿qué estás haciendo? —al final no pude controlarme y le pregunté simple y llanamente por la intriga que me carcomía por dentro. Mi pregunta llegó justo cuando un taladro se detuvo.
La risa de papá me puso mucho más intrigada de lo ya que estaba.
—Tranquila Baby, solo estoy reformando la cocina —lo soltó como si nada. Como si aquello fuese lo más normal del mundo. —El otro día, vi que se estaba agrietando la pared y que le había salido una mancha de humedad, y me dije a mi mismo: John, ¿por qué no haces una cocina como las de las películas? ¿De esas americanas, pero más grande de la que teníamos? Y aquí estamos. Haber lo que sale.
Rodé los ojos. Mi padre siempre había sido de esos hombres que, en lugar de pensarse dos veces las cosas, les gustaban más la parte en la que se iba a la aventura. Directos a la piscina. Siempre me decía que prefería hacer las cosas que planificarlas. Que nunca entendía a las personas que lo pensaban antes de hacer. A ver, había cosas serias que papá si utilizaba la cabeza antes de actuar.
—Papá, estas como una cabra —le oí reír. ¡Dios! Amaba la risa de mi padre. Era mi melodía favorita y solo quería que nunca se apagara. —Bueno, te dejo que voy conduciendo. Nos vemos el 31.
—Okay pequeña. Te quiero —luego de decirle yo lo mismo, colgó.
Y la música que estaba sonando antes de siquiera llamarle volvió a llenar el espacio del coche. El resto del viaje lo pasé con la compañía de la voz de Bebe Rexha. Veinte minutos más tarde ya había llegado. Aparco en un aparcamiento libre.
Sigo al señor Golden por un pasillo largo mientras que iba mirando a mi alrededor para al menos intentar quedarme con el camino y no perderme cuando la próxima vez me toqué ir sola, hasta que me vaya haciendo a trabajar aquí. Nada más entrar por la puerta de la empresa, me había encontrado a Erick Golden hablando con su secretaria así que no tuve que buscarle yo por mí misma. Iba por detrás de este lo cual tenía un pretexto para poder admirarle bien. Tenía una espalda bastante ancha y grande. Era alto lo cual el traje que llevaba hoy puesto hacía que le quedara como un guante. El pelo lo llevaba despeinado como si se hubiera estado pasando la mano todo el rato por su cabello castaño claro y un poco rizado. Solo un poco. De vez en vez este iba mirando para atrás suponiendo que era para saber si le estaba siguiendo o si no me había perdido. De perfil era muchísimo más atractivo de lo que pude reconocer. Aunque había algo en el que me resultaba seriamente familiar, deseché esa idea absurda pensando que podía parecerse a alguien. Muchas personas solían tener dobles como por ejemplo Selena Gómez que tenía una doble super parecida a ella, pero de origen mexicano creo que leí. Aparto mis pensamientos singulares que me recorrían en mi cabeza. Nos habíamos detenido. El señor Golden se situaba en una puerta de despacho cerrada. La abrió. Luego de que me dejara pasar a mi primero, entró él cerrando tras de sí. Era un despacho como cualquier otro. Espacioso y bastante grande. Las paredes eran de un color blanco limpio y de ellas colgaban algunos diplomas o lo que fuesen. La mesa de escritorio también era blanca y estaba situada en el centro de la habitación con un ordenador IMac sobre la superficie de ella. Detrás de este una estantería empotrada llena de distintas carpetas, archivadores y libros. Vi cómo se sentaba en la silla que había detrás de la mesa. Acto seguido me ofreció hacer lo mismo en una de las dos que había frente a él. Este despacho era acogedor. ¡Diablos! Hasta tenía un sofá de cuero negro en uno de los extremos.
No voy a mentir si dijera que no me sentía pequeña en aquel momento. Comenzamos a platicar sobre las actividades que me mandarían hacer, acordar definitivamente los horarios —aunque estos ya estaban desde el primer día— y sobre todo que aquí lo que querían era que me sintiera como en casa. En ese instante entro Cathy. La misma que estaba en la recepción y que ya conocí cuando vine el día que me dio la cita. Aún no me acostumbraba a verle el cabello. Era muy raro y eso que solo era de un color azul oscuro degradándose poco a poco hacia abajo. Esta le entrego algo al señor Golden. Parecía ser una especie de carpeta amarilla muy fina con papeles sobresaliéndose de ella. Este le sonrió de vuelta y poco después de hacer yo lo mismo, salió dejándonos nuevamente solos. Me comentó que las tareas los primeros días no serían ni muchas ni muy difíciles debido a que apenas comenzaba, cosa que agradecí. Es verdad que apenas comenzaba y no quería ya agotarme el primer día.
—La primera planta suele ser donde nos reunimos —siguió explicando. Atenta a sus palabras me encontraba yo. Iba apuntando todo en mi cabeza. Solía ser de memorizar con facilidad así que no necesite libreta ni nada. —La segunda y la tercera es de la parte de periodismo, aunque a veces subimos allí porque también una empresa editorial necesita de la ayuda de la gente de periodismo —esto último lo dijo con una sonrisa como dándome a entender que aquí todos trabajábamos juntos. Sonreí asintiendo —Creo que eso es todo Baby... ¿puedo tutearla verdad?
Asentí. Desde el día que llegué a hablar con él supe que esta empresa era más una familia que un puesto en el que los trabajadores odian al jefe y viceversa. Aquí había buen rollo desde el principio.
—Genial. Pues te enseñaré... —no llegó a terminar la frase porque en ese mismo instante entró Cathy de nuevo. Llevaba una carpeta y a continuación habló
—jefe tiene que reunirse ahora con los de la sala de periodismo para aquel asunto importante. Le esperan ya allí
Este asintió. Aceptó lo que Cathy le entregaba, se levantó de su silla y antes de marcharse añadió:
—Cathy enséñale su despacho a Baby —la mujer asintió. Me miró con una sonrisa y lamiéndose los labios me hizo un gesto para marcharnos. —Y Baby, tú también tutéame, ¿entendido?
Una vez me vio asentir a su propuesta de tutearle como él había hecho conmigo, salió con carpeta en mano y se marchó dejándome a solas con Cathy que esperaba en la entrada. Caminé hacia ella y salimos del despacho de Erick Golden.
—Espero que te sientas bien aquí Baby. Todos somos como una familia. —supe que solo trataba de hablar para que el silencio que se había formado desapareciese, y se lo agradecí. Era simpática y aunque solo llevaba muy poco tiempo aquí, ya me caía bien.
—Gracias.
—No me las des —respondió con otra sonrisa esta vez enseñando sus dientes y fue ahí cuando vi que tenía el piercing del frenillo en el labio superior. Le quedaba genial. —Erick parece serio al principio, pero es gracioso, amable y divertido.
—Se nota que es buena persona —no sabía muy bien que decir. Todavía estaba nerviosa, aunque con ella iba soltándome poco a poco.
Segundos después, nos paramos frente a una puerta. Cathy la abrió y cuando me explico que este sería mi despacho donde haría las cosas que me mandaran, se despidió de mí con un beso al aire. Y así pasé el primer día de trabajo. El despacho no era distinto que el de Erick, pero sí un poco más pequeño que el suyo. No tenía el sofá que él mismo tenía, pero a cambio tenía dos sillones frente a la mesa de escritorio que también se encontraba en el centro de la habitación. Lo diferente de mi mesa y la de mi nuevo jefe, era que la mía era negra y la de él blanca. La misma estantería empotrada detrás y una ventana donde podía ver un poco de las vistas de las calles de Los Ángeles donde se encontraba la empresa. Era un espacio acogedor. No pude reprimir una sonrisa.
Como bien dijo Erick hoy no me mandaron muchas cosas que hacer. Cathy se ofreció a enseñarme todos y cada uno de los rincones de la empresa —claro, exceptuando los lugares ocupados— y su lugar preferido: una mini sala de descanso donde tomaban el café a menos que les dieran por salir fuera. Y aunque no me mandaron mucho por hacer, con las pocas tareas que hice, ya me encontraba mínimamente cansada. El señor Golden me entregó unas carpetas desordenadas donde me pedía explícitamente que las ordenada correctamente. Eso hice. Y terminé rápido. Tampoco me fue muy difícil. Y entre papeles que debía ordenar, guardar o incluso triturar porque no valían, se me fueron pasando las horas. Mientras leía unas hojas de un mini manuscrito que Erick me había pedido que leyera para después decirle si valía la pena publicarlo o no, alguien llamó a la puerta.
Levanté la mirada viendo quien entraba. Era Cathy.
Se acercó a mi mesa, apoyó sus manos bien cuidadas sobre la madera de esta y con los ojos sonrientes, habló:
—Tenía pensado salir a tomar algo, ¿te apuntas? —las horas que llevaba allí me había dado cuenta de que mi nueva compañera de trabajo era de esas que le iban la marcha. Enarqué una ceja confundida —Venga... no quiero salir sola.
—¿Pero el señor Golden me dejará? ¿Qué hora es?
No quería mostrar una cosa que no era ante el señor Golden después de que me ofreciera esta oportunidad. Observé a Cathy carcajeándose algo que me dejó más confundida de lo que ya estaba. ¿De qué se reía?
—Erick normalmente suele venir también, pero hoy no puede —contestó jugando con su piercing. No podía imaginarme a mi jefe fuera del trabajo —Son las siete y media.
—No sé... es mi primer día y no quiero que el señor Golden crea algo de mí que no es... —y justo cuando terminé de hablar y como si lo hubiéramos invocado, nuestro jefe apareció por delante de mi nuevo despacho escuchando nuestra conversación.
Entró, con carpeta gorda en la mano y sonriente respondió:
—Baby no pensaré nada de ti porque salgas con Cathy. Puedes irte si quieres. —la sonrisa de su rostro me era cálida y agradable, así que, sin más, me levanté ordenando un poco mi mesa de trabajo y cuán terminé y agarré mi chaqueta, me dirigí con Cathy a la entrada. Antes de salir, Erick nos interrumpió —: Por cierto, Baby, te dije que podías tutearme.
Asentí avergonzada. Porque era verdad. Él mismo me había dicho que no tenía por qué llamarle de usted y ahora que me había dejado salir antes me había dado cuenta que era cierto que esta empresa parecía más un lugar de amigos que de trabajadores y jefes. Acto seguido Cathy y yo salimos después de que éste nos avisará diciéndonos que nos vería más tarde.
Fuimos en mi coche. Cathy me guió.
Cathy me llevó hasta una discoteca donde nunca antes había estado. Era un poco a las afueras de donde vivíamos, pero sin llegar a salir de California. Se llamaba: Undernight. Era un pub. Grande, con algunas luces neones y con varias personas que te hacían ver que debía ser muy famoso. Había dos plantas. La de arriba era para gente Vip y lo sabía porque un grupo de personas le enseñaron una especia de pulsera que llevaban en la mano al hombre de seguridad y les dejó pasar. Aparte que Cathy me explicó lo de las pulseras Vips. Debía de reconocer que el lugar no estaba tan mal. Nada más llegar se me pasó la idea de que aquí Cathy era muy conocida ya que los guardias de seguridad, —dos gorilas enormes que si quisieran te romperían los huesos con solo abrazarte—, nos dejaron entrar sin apenas tener pases. Además, Cathy debía ser de las clientas Vips porque rápidamente subió conmigo agarrándome del brazo hacia la segunda planta. Y aquí estábamos. Sentadas en una mesa redonda con dos copas de Vodka con coca cola. La música resonaba altísima entre las mil personas que había en medio de la pista bailando y gritando.
Bebí otro trago de mi vaso. A continuación, y sin verla venir, Cathy se levantó y me agarró de las manos para levantarme a mí también como si apenas pesara nada para minutos después encontrarme con ella en todo el centro de la pista de baile. La canción de antes hacia rato que ya había acabado pasando a sonar en su lugar Se iluminaba de Ana Mena y Fred de Palma. No me quedó de otra que bailar. Además, las pocas horas que la conocía sentí que Cathy se había convertido en una gran amiga. Desde que había llegado a la oficina se había comportado muy bien conmigo. Tratándome como una más.
Y en ese momento olvidé todo. Me olvidé del trabajo, de Connor y de todo a lo que mi cabeza no dejaba de darle vueltas. Me olvidé saltando y bailando junto a mi nueva amiga.
Bailamos hasta que nos dolieron los pies que en mi caso tardó mucho más que a Cathy. Al contrario que ella, no iba muy arreglada que digamos. Cathy iba con un vestido negro de cuello en "V" y con encaje en la espalda y unas plataformas de infarto también negras... yo en cambio, resaltaba unos jeans ajustados azules y una camisa cerrada de color granate y abotonada prácticamente entera. No olvidemos de que lo conjuntaba todo con unas zapatillas Reebok blancas. Por eso aguantaba más de pies. Aunque debía confesar que mi amiga también aguantaba subida a esos precipicios. La siguiente canción no la conocía, sin embargo, no quise dejar de bailar. Movía las caderas sin importarme las miradas de la gente que había alrededor. Me importaba poco. Cathy sonreía de una manera alocadamente mientras se acercaba un poco más a mí y no fue hasta que acercó sus labios a mi oído, cuando me di cuenta que lo había hecho solo para decirme algo:
—No mires, pero allí hay dos tíos que no dejan de echarte el ojo —lo dijo con un tono gracioso.
Sabía que era de mala educación, pero nada más terminar de escucharla decirme aquellas palabras, no pude evitar no darme la vuelta para ver si era cierto lo que decía. Efectivamente. Allí apoyados sobre la barra se localizaban dos tipos más o menos de mi edad o de la de Cathy centradas solo y exclusivamente en nosotras dos. Miraban en nuestra dirección como si de dos acosadores se tratasen. Uno sujetaba un vaso de cristal con líquido amarillento con la mano. El otro de cabellos rojizos y gafas hípsters, se dedicaba a sonreír como auténtico lunático. El primer tipo llevaba pelo moreno, delgado como el segundo, y de vez en vez también sonreía, pero sin apenas enseñar los dientes. Los dos vestían como si en pleno verano estuviésemos: camisas de manga corta azules marinos, jeans desgastados y deportivas. Como si algo me hubiera sacudido, dejé de contemplarlos. Volví a centrarme en mi acompañante y seguí bailando. Me movía de manera sensual. Alcé los brazos disfrutando de la música, saltando y riendo con las ocurrencias que decía Cathy. Otra cosa que descubrí de ella era que le daba igual donde o con quien estuviera que siempre tendría palabras obscenas, graciosas y divertidas en la boca. Como ahora: que me hablaba del capullo de su ex que no dejaba de llamarla pidiéndola que quería volver. Ella siempre me decía que le contestaba con las mismas palabras:
—¡Qué se vaya a engañar a otra el cacho subnormal! —gritaba debido a la música alta. No tenía ni idea que fue lo que le hizo llegar a cortar con su novio o, mejor dicho, que le hizo a ella, pero de momento no había querido preguntárselo por el mero hecho de que apenas nos conocíamos. Ya me lo contaría ella si le apetecía. No la obligaría.
—¡A lo mejor se ha dado cuenta de lo que ha perdido! —respondí señalándola de arriba abajo con la mano provocando una carcajada de su parte.
—Pues sí tía. No hay mujer más buena como este bombón que ves aquí —carcajeé.
A decir verdad, Cathy era una mujer con un buen físico. Ojos azules, alta, delgada, pero con unas curvas de infarto para cualquiera que la mirará y una personalidad además de divertida, madura. Supuse que el pelo antes no lo debía tener así. Eso sí, no iba a mentir si desde el primer momento que la vi no tuve el anhelo de preguntarle porque se lo tiñó de ese color; sin embargo, tuve que aguantarme para que no pensará que era una cotilla o pesada. Le quedaba de muerte.
—Por cierto, ¿puedo hacerte una pregunta? —hablé después de un buen rato en silencio.
Cathy asintió sin dejar de mover la cintura.
—¿Cómo es que en la empresa todos sois muy amigos? ¿El señor Golden es realmente así de bueno? —esas preguntas estaban en mi cabeza desde que mi jefe me aceptó a hacer las prácticas en su editorial y hasta ahora no había podido sacarlas debido a que me daba vergüenza delante de este mismo.
—"Erick" no es como esos típicos jefes que todo el mundo odia —empezó a decir Cathy subiendo de vez en vez el tono de voz. Me acerqué a ella para poder oírla mejor —Él más bien lo que quiere es que todos nos llevemos bien dentro del trabajo. Dice que cuán mejor sea la convivencia con los compañeros y/o jefe, mejor es el lugar de trabajo —Asentí; en eso la comprendía. Un lugar donde todos se gritarán, se odiarán o no soportaran al jefe, podía llegar a ser un infierno. Un segundo después, la música dejó de sonar para dar lugar a la voz del Dj diciendo algo de la siguiente canción. Cathy continuó —: Además, al principio puede que Erick de miedo, pero solo es una capa que él se pone para parecer más serio. En el fondo es un tío de puta madre. Por cierto, ve acostumbrándote a llamarle por su nombre y no de usted.
Las mejillas se me encendieron de pronto. Si, aún no me acostumbraba a tutearle como el mismo me había dicho. Se me hacía raro llamarle por su nombre en lugar de señor Golden, ya que normalmente a una persona que estuviera por encima de ti y fuera tu jefe, habría que llamarle de usted.
—Pero dejemos de hablar del trabajo y divirtámonos. —y la hice caso. A partir de ese momento, no saqué más preguntas relacionadas con el trabajo y seguimos pasándonoslo en grande bailando y riéndonos de sus ocurrencias en toda la noche.
Las horas fueron pasando a medida que seguían cambiando las canciones. Ni siquiera había mirado el móvil ni la hora ni una sola vez desde que llegamos al Pub, así que, si alguien se estaba intentando poner en contacto conmigo o cualquier otra cosa, debía de estar ya preocupado. O enfadado. En el instante que ya mis pies sí que sí no aguantaron más, le avisé a Cathy para decirle que me iba a sentar un rato en la misma mesa que habíamos cogido antes. Resoplé cansada cuando por fin posé mi culo en el asiento. Era un sofá en forma de "C" que daba media vuelta a la mesa. Sin llegar a cerrarse. Me llevé el vaso medio lleno a los labios y nada más sentir como me bajaba el amargo y fresquito líquido por mi garganta, resollé. Parecía como si llevará una eternidad sedienta. Como si mi boca estuviera seca hasta este momento. Tenía tanta sed que casi me bebí todo su contenido. Casi. Dejé solamente un trago más en el culo del vaso.
Pocos minutos después de mí, llegó Cathy sentándose a mi lado derrotada. Hizo lo mismo que yo: bebió un buen trago de su copa jadeando de lo que aquella acción conllevaba y lo devolvió a su sitio provocando un estruendo cuando el vaso golpeo en la mesa. Al contrario que yo, esta sí que se terminó entero su vodka.
Esta vez sí que aproveché a mirar el móvil. Me sorprendí al ver que era más de medianoche. Para ser más exactos: las cuatro y media de la mañana. Pero ningún mensaje ni llamadas.
Volví a guardar el móvil centrándome en las vistas a mi alrededor... bueno, y en la conversación que de pronto mi amiga y compañera de trabajo había iniciado. Básicamente me comentaba que justo cuando yo me había venido para sentarme, ella había visto a un tío que estaba buenísimo hasta las trancas. Durante nuestra loca y descomunal conversación sobre el tipo que había bailado con ella, mis ojos se fueron hacia la persona que se hallaba caminando a paso decidido hacia nosotras. Estaba distinto con ropa informal. Vaqueros, camisa por fuera y desabrochada dejando un poco de su pecho a la vista y botas negras. El pelo igual de despeinado que cuando le vi por primera vez. Ahora se notaba más su atractivo. Todas se le quedaban mirando mientras seguía caminando hacia aquí. Era Erick Golden.
Una versión joven de Erick se encontraba frente a las dos.
Cathy parecía estar acostumbrada a verle así, porque sin vergüenza alguna, se atrevió a bromear:
—jefe que elegante vas, ya no pareces un hombre mayor a punto de cumplir cuarenta —Erick en lugar de tomárselo a malas, le siguió la broma diciéndole que si acaso quería que la despidiera; obviamente de broma, como esta misma había hecho con él porque Cathy se descojonó importándole bien poco las personas que se giraron a mirarla.
—Baby que no te engañe esta de aquí, solo tengo treinta y seis años —me habló como justificándose de la broma sobre la edad de Cathy. Ambos nos reímos. Ya empezaba a sentirme a gusto con ellos —Así me gusta. Verte pasándotelo en grande. En mi empresa esto es lo que quiero: que todos nos llevemos bien Baby.
—Gracias señor... —como si me diera cuenta del error que iba a cometer, rápidamente sacudo la cabeza y me corrijo. —Digo... Gracias Erick.
Asintió con una sonrisa en el rostro.
Quince minutos después, sin exagerar, los tres decidimos irnos. Eran las cinco de la madrugada y mañana tendría que estar fresca para comenzar el día. No fui la única que se quería marchar. Erick también dijo que mañana tenía una reunión importante y que no sería adecuado ir con la resaca del siglo a la editorial. La única que se quejaba de nuestras excusas y habladurías era Cathy que parecía querer más a pesar de que ya llevaba como mínimo seis copas de vodkas con coca cola; yo nada más tomé dos y Erick medio vaso de lo que él pidió que simplemente fue una cerveza. Luego de convencer a Cathy borracha para que nos largáramos de allí y suerte que estaba Erick, porque si no yo misma no podría llevarla a casa —ni siquiera sabía dónde vivía—, tuvo que decírmelo nuestro jefe y poner el GPS para no perderme, nos marchamos.
Cuando llegué a la dirección marcada por el teléfono y con ayuda de Erick que vino por detrás nuestra con su propio coche, conseguimos subirla hasta su casa, ya que era un segundo de nueve pisos y meterla en su cama. Aún no tenía confianza con ella, así que no me atreví a desnudarla y ponerle ropa cómoda. La tapé con la colcha.
Nada más terminar bajé con Erick para marcharnos. Tenía que reconocer que me lo había pasado bien. Demasiado bien. Había sido la mejor noche que podría contar.
—Espero que te abras más con nosotros Baby —sentenció este antes de meterse en su coche. Estábamos cerca de mi Audi. Asentí —Mañana te veré de nuevo. Que descanses.
—Gracias. Igualmente.
No sabía que más decir, así que después de sonreírle haciéndole ver que me lo había pasado realmente bien con ellos dos y que prometía mañana abrirme más a ellos y dejar atrás la vergüenza, —porque sí, me entraban varios nervios con ellos—, que pronto seguro se me pasarían con más confianza, entré en mi coche y arranqué hacia la universidad.
Estaba muerta. De verdad que lo estaba. Por eso cuando al fin llegué, observando a Emilia dormir, la imité sin apenas desnudarme y caí tan rápido en los brazos de Morfeo.
Aquí les traigo el capítulo 44 de Love Me Baby. Espero que lo disfrutéis y no olvidéis de votar y comentar para saber que os ha parecido.
¿Os esta gustando Cathy de lo que lleva? ¿Y Erick?
¿Cuál es vuestra frase o escena que más os ha gustado de la historia?
DEDICATORIAS:
MakaAlbrann, LaChicaAnonima18, SheilaCandel, Burgui92, Panteritaaa, __DulcePrincesa, GrisbelBrito458, NatashaRodriguez314, Lilynet_2095, -Sweethazelnut-, AndreaSmithh, Summers_Sarah, Alis0nCrawf0rd, MarieJenn, AdictaAlChicoDelPan, LaChicaRomance, DayanaMontera, Dashana1994, ABNERSANJINEZM, ChristineTxM
Espero que lo disfrutéis y besitos para todos y todas.
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