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Capítulo 40


Me encontraba en una habitación totalmente en penumbra. En el medio de la oscuridad. Ni siquiera se escuchaba nada. Solo mi respiración agitada en aquel lugar. Si es que estaba respirando. No sabía ni entendía que era lo que pasaba. De pronto, todo a mi alrededor comienza a darme vueltas hasta que sin previo aviso la habitación en la que me encontraba, se alumbra haciéndome cerrar los ojos velozmente. Abro poco a poco los ojos nuevamente encontrándome con una habitación que me resultaba sumamente familiar: ¿mi antigua habitación? Recorrí a paso rápido mi cuarto. Todos mis juguetes de pequeña estaban esparcidos por el suelo..., de repente escucho unos gritos. 

Salgo por la puerta de mi habitación antigua siguiendo aquellas voces que había escuchado gritar hasta detenerme en el salón de mi casa. Una niña que me resultaba conocida estaba sentada sobre el sofá del salón jugueteando con un peluche de cerdito ajena a los gritos de aquella pareja de esa escena. Esa niña era yo. Supe de inmediato que me encontraba en otra pesadilla. 

Los ruidos procedían de la cocina. 

En el instante que iba a empezar a moverme para acercarme hacia allí, aquella pareja que gritaba sale de la cocina directos al salón. Mis padres. 

—Kimberly... —la voz de papá sonaba cansada.

En cambio, mamá no debió haberlo escuchado, o, mejor dicho, debió de pasar de él como era de prever su actitud. Solo se giró unos minutos para después mirar a papá que parecía intentar hacer que aquella mujer plantada allí con cara de hipócrita entrara en razón con algo. 

—John despídete de Baby por mí y dile que la quiero, ¿vale? —dijo mamá con un tono neutro en la cara —. Tengo que coger un avión para el estreno de mi película.

—Kimberly...

—Te quiero John —se me hizo extraño escuchar esas palabras saliendo de su boca cuando nunca se las había dicho que yo supiera; aunque seguramente serían falsas.

Sabía que mi padre ahora tendría los ojos al borde de las lágrimas porque mi madre siempre pensaba en su trabajo más que en su familia... o también podría ser porque nunca escuchaba a mamá decir aquellas palabras, pero fuera lo que fuese no tenía la intención de llorar delante de la pequeña que jugaba en el sofá.

—Kimberly..., yo también te quiero —fuera lo que fuese a decirle, no lo dijo; en su lugar le respondió esas palabras que para él sí que eran sinceras. 

Mamá pareció pasar de él en ese momento, ya que, sin más tardar, cogió una especie de maleta, —la misma que usaba cuando viajaba por su carrera— y simplemente comenzó a caminar hasta la puerta para salir. Justo antes de llegar a ella, cuando paso por al lado de mi padre, ésta le susurró algo al oído que no pude escucharle bien por lo bajito que lo dijo.

Tenía que reconocer que no recordaba haber vivido aquel día; pero debía ser muy pequeña.

En ese momento, la puerta se cerró formando un estruendo que hizo a la niña levantar al fin la vista hasta su padre. Tenía una sonrisa en el rostro como si no supiera que estaba pasando, le enseño el peluche a papá y cuando éste se sentó a su lado, la pequeña alzó los bracitos para que el hombre la sentara entre sus piernas. Eso mismo hizo.

Aquella pequeña que parecía no tener más de tres años como mucho, sonreía como si el mero hecho de que su madre hubiera preferido irse por trabajo antes que estar con ella, fuese lo más normal del mundo. Pocos segundos después en un incómodo silencio, ésta pronunció unas palabras:

—Papi juga conmigo —dijo la mini Baby mostrando nuevamente el peluche ante los ojos de papá.

En ese instante apareció Derek por alguna parte de la casa directo hasta donde estábamos nosotros. Vestía un pijama de rayas rojas y blancas. Observé como la copia en miniatura de mi primo le cogía la manita a la mía mientras le acariciaba los deditos al tiempo que mencionaba mi nombre:

—Baby

De repente, todo a mi alrededor comenzó a volverse borroso. Ya no veía las caras de ninguno de ellos, pero sin embargo seguía escuchando la voz de mi primo diciendo mi nombre una y otra vez distorsionándose con algo que no lograba reconocer bien lo que era... ¿podía ser con el ruido del tráfico?, o ¿es que ya me estaba despertando? Si. Definitivamente era eso. 

—Creo que voy cogiéndole el tranquillo —menciono pisando el embrague al tiempo que aceleraba un poco con las manos.

Oigo la risa de Evans detrás de mí mientras me agarraba por la cintura para que no fuera capaz de volcar la moto hacia un lado, y es que era justo lo que había hecho hace tres horas atrás. Habíamos decidido salir a caminar por última vez por las calles de Madrid y ahora nos encontrábamos en un tipo descampado o algo parecido porque yo le había insistido en que siguiéramos con las clases de moto y que no había dejado de insistir hasta que al final tuvo que aceptar. Escucho el ronroneó de la moto y no puedo evitar no alegrarme de que por fin de una buena vez me haya salido bien arrancarla sin que se me calara. 

Sonrío como si de una niña me tratase y sin apenas soltar las manos de los asideros, giro la cabeza para poder mirar al insufrible que estaba riéndose seguramente por mi actitud. 

—Después de veinte mil intentos muñeca, al fin lo hiciste —le saco la lengua provocando que éste volviera a reírse de mí. Esta vez sí que suelto uno de los asideros. —Creo que un niño pequeño lo haría mejor. 

—Oh... cállate. Soy toda una profesional —digo haciéndome la presumida.

—Si, después de caerte muchas veces. Más te vale que no le haya pasado nada, ¿eh muñeca?

—¿O si no qué? —le sostengo la mirada atrevida por mis palabras.

Éste sonríe de medio lado con una mirada terrorífica y extremadamente sexi.

—Puedo hacerte miles de cosas muñeca —respondió casi en un susurro teniendo en cuenta de que en aquel descampado solo estábamos nosotros.

Abrí los ojos de repente poniéndome roja al mismo tiempo. Para evitar que se diera cuenta, vuelvo a poner la vista en las manivelas de la moto y luego de haberle avisado que me apetecía probar lo que había aprendido, me preparó para poner en marcha el vehículo para unos segundos después acelerar. Solamente hice unos pocos metros en línea recta desde donde se encontraba Connor hasta la otra punta. Cuando fui a llegar de nuevo a Evans, sin querer derrapé tan fuerte y rápido, que levanté un poco de barro del suelo provocando que le manchara las botas y un poco del pantalón al insufrible.

Una pequeña carcajada me emergió de la garganta que no tardó en detenerse cuando éste me miró con una ceja alzada y una sonrisa arrogante antes de mover los labios y decir:

—Será mejor que conduzca yo para marcharnos de aquí.

Y eso hizo. Después de llevarnos más de cuatro horas practicando en aquel descampado, decidimos volver al hotel donde mi primo y Emilia nos estarían esperando para ir a cenar fuera para pasar la última noche por aquí.





Golpeo a Derek.

Emilia hace lo mismo en el otro brazo mientras nos reíamos de la cara que había puesto mi primo frotándose los dos lados maltratados. 

Habíamos terminado de cenar en el sitio donde fuimos por elección final. Al principio queríamos ir a cenar a un sitio donde hacían toda clase de comida italiana como pizzas, espaguetis o lo que pidieras y que se encontraba en La Vaguada que era un centro comercial con cine y muchas tiendas dentro..., pero cuando llegamos al sitio vimos que estaba cerrado hasta después de las navidades, así que al final decidimos ir a un Burger King.

Luego de llevar un rato riéndonos sin poder casi hablar, es Emilia quién le echa la bronca de lo que había hecho y por el motivo del que se había llevado nuestros golpes.

—¡Serás cerdo cariño! 

—Oh venga si solo ha sido un eructo de nada —responde alzando las manos en modo de inocencia. —Además, seguro que tú también te tiras alguno de vez en cuando.

—No, yo no —habla defendiéndose.

A continuación, es Connor quién tiene la palabra:

—Emilia, no me digas que nunca se te ha escapado alguno —menciona sonriendo. —Bueno, aunque no me extraña, porque las dos sois muy fin...

Antes si quiera de que llegara a decir la última palabra, que supuse sería "finas", me tiré un eructo para demostrarle que nosotras también podíamos hacerlo. Había sido un eructo falso, pero se me daban bastante bien, que hasta parecían reales. Los tres se me quedan mirando sorprendidos... bueno excepto Derek porque él sabía perfectamente que se me daba bien fingir eructos desde muy pequeña, así que no me extraña cuando le veo con una traviesa sonrisa en el rostro. 

—¿Qué ibas a decir insufrible? —contraataco retándole con la mirada —Las chicas también podemos eructar.

—No me quiero ir de aquí... —menciono saliendo a la terraza donde se encontraba Connor recordando que mañana volvíamos a Los Ángeles.

Connor se da la vuelta al escuchar mi voz a la vez que tiraba su cigarro por la terraza hacia el otro lado de la calle. Veo que comienza a acercarse hacia la puerta donde me encontraba yo apoyada sobre el marco de esta, quieta. No llevaba camiseta y ahora me hacía pensar si de verdad no tenía más ropa aparte de pantalones, o es que le gustaba ir siempre así. Cuando está lo suficientemente cerca de mí que puedo llegar a oler su aroma, Evans apoya sus manos que, comparadas con las mías, no parecían cubitos de hielos (y eso que él llevaba más tiempo aquí fuera) y comienza a acariciarme delicadamente con sus pulgares mis mejillas. Roza mi labio superior y se queda por un buen tiempo largo, jugando con el inferior. 

—¿Sabes muñeca? —alzo la mirada hacia sus ojos que no me había percatado que estaba mirando sus labios hasta ahora. —Me has sorprendido antes. 

—¿Por qué? ¿Acaso las tías no pueden tirarse eructos?, ¿Qué si nos tiramos uno, ya es de mala educación?, ¿y que, si hacemos las mismas cosas que vosotros, ya no somos señoritas? —No tenía pensado decir todas aquellas preguntas, pero el simple hecho de que a todas las tías nos tratasen como si tuviéramos que comportarnos como señoritas finas y de bien, me ponía muy histérica. Nosotras también podíamos eructar, tirarnos pedos y todas esas cosas que en nosotras se verían "mal" según algunos y seguro que, si mi madre hubiera estado aquí, me hubiera regañado por tirarme un eructo (incluso si era falso)

—Ey, ey ,ey —Connor alza los brazos como diciendo que me detuviera —Yo no digo eso muñeca, solo que me has sorprendido antes, nada más. 

—De todos modos, era falso insufrible.

Camino hasta una de las sillas que había al lado de la mesita redonda donde la otra vez me senté tomando una taza de café caliente. Éste hace lo mismo en la otra silla. La más cercana a la puerta. Ahora mismo lo único que nos distanciaba era la mesa que teníamos en medio de los dos. 

—Da igual eso muñeca, pero creo que va a ser verdad que cada vez me sorprendes más.

Le miré de reojo.

—Bueno... podemos jugar a un juego, ¿te animas? 

Éste, como si hubiera escuchado una locura, me observa arqueando una de sus cejas esperando a que siguiera hablando. 

—El juego de las preguntas —empiezo diciendo; al ver que seguía sin entender, prosigo explicando —: cada uno le hace una pregunta al otro y tenemos que responder con la verdad y solamente la verdad, así vamos conociéndonos más, ¿te animas o tienes miedo?

—Ese juego es para niños, muñeca.

—Oh, venga no seas aburrido insufrible —respondí alzando poco a poco la comisura de los labios. 

Este rodó los ojos manteniéndolos unos segundos hacia arriba mientras iba formando una sonrisa de medio lado y con actitud de reírse de mí por dentro en los labios. Era insoportable. Como parecía no borrar esa mirada de su cara y no tenía intención de contestarme de una buena vez a mi pregunta, empecé a repetir varias veces la misma frase de <<tienes miedo>> como si fuera una especie de mantra hasta que acabó optando por aceptar.  

Satisfecha le lancé una sonrisa de victoria. 

—Empiezo yo —me coloqué mejor sobre la silla subiendo los pies en ella resguardándolos bajo mi trasero. Coloqué mi dedo índice sobre mi barbilla fingiendo pensar que podía preguntar primero. Al final me incliné por unas fáciles en las primeras rondas de preguntas —: ¿Cuál es tu color favorito?

Connor enarcó una ceja como si mi pregunta fuese una broma y estuviera esperando la de verdad. Al ver que no lo era y como esperaba a que contestara, este lo hizo riéndose.

—Negro.

Como lo suponía, su respuesta había sido vacía y fría. Una sola palabra. 

—Sabía que elegirías ese.

Se encogió de hombro sin apartar la vista de mí, y volvió a abrir la boca para preguntar.

—Comida favorita —parecía que tenía pensado utilizar el mismo tono ante todas las preguntas. Al menos sonreía cuando las decía. 

Tardé unos segundos en pensarme la respuesta. La verdad era que nunca me habían hecho aquella pregunta, y no sabía decir si tenía una en especial. Seguí pensando hasta que... ¡Bingo! Me vino una respuesta.

—Los huevos revueltos de mi abuela —justo cuando terminé de hablar la boca se me hizo agua, pero a la vez me traía consigo mismo el recuerdo de mi abuela materna. Levanto la mirada que hasta hace unos segundos no había sido percatada de bajarla, y le observo con un brillo en los ojos. 

—Por tu cara debía ser buena cocinera, ¿me equivoco? —pregunta de pronto.

Afirmé lentamente con la cabeza. 

—Era la mejor... —la voz se me debilitó. Hablar de ella me traía muchísimos recuerdos bonitos. La extrañaba. —...Continuemos, ¿Qué significa el tatuaje de los números romanos que llevas sobre el pecho?

—Es una fecha —su voz sonó tensa como si hablar de ello estuviera prohibido o, al menos, le doliera recordar lo que supusiera aquellos números. —La fecha de nacimiento de mi madre.

Al fin terminó de hablar. 

Supe que sería algo privado para él así que no insistí más. Con un movimiento de la mano como si tratara de espantar una mosca, le di el turno a él para que preguntara. 





Los minutos fueron pasando a menudo que íbamos preguntando cosas. Al principio fueron cosas sin importancia como por ejemplo una pregunta que le hice yo fue su marca de ropa favorita y cosas parecidas, pero tiempo que avanzábamos, las preguntas se iban haciendo cada vez más y más íntimas. No sabría deciros la hora exacta que era. El cielo ahora era aún mucho más oscuro que la primera vez que llegamos a la habitación después de cenar por ahí. Hacía frío. El aire me recorría los brazos desnudos ya que la camiseta de mi pijama era de un material fino y con mangas cortas. Y para el colmo se me había olvidado meter en la maleta una bata que tenía. Se hubo quedado en la residencia. Cuando llegó mi turno de preguntar, me froté las manos con la esperanza de que entrara en calor, aunque solo fuese un poco y al cabo de poco rato sin apartar mi mirada de él, me dispuse a hablar.

—¿Por qué te molesto tanto ir a casa de Jace el día que te llamó para pelear con Adam? 

Mi pregunta salió como si acabara de expulsar una buena bocanada de aire que hubiera estado aguantando en mis pulmones por miles de años. Tenía la necesidad de saber que era lo que pasaba ya que aquel día cuando su hermano Jace le dijo que tendríamos que ir a esa casa a pasar la noche, se puso como un loco diciéndole que no pensaba volver allí nunca más. No era que quisiera ser cotilla ni nada por el estilo, pero desde ese día no había dejado de darle vueltas en mi cabeza. Volví a centrar la mirada en él que de un momento a otro se había puesto tenso con los puños tan apretados que lo nudillos estaban blancos como la cal. La situación se convirtió en algo incómodo. Supe que había metido la pata. Cuan fui a cambiar mi pregunta a una menos privada, éste inicio a mover los labios para decir las primeras palabras. 

La cabeza hacia el suelo.

—Era la casa de mis padres —murmuró apenas en un tono audible. —Mi madre murió cuando yo apenas era un crío, unos cuatro o cinco, no me acuerdo —continuó. Le escuché sin interrumpirle. Era una lástima perder a alguien querido con tan solo esa edad. Yo perdí a mi abuela y la echaba de menos —Mi padre era un alcohólico que se pasaba en el bar más tiempo que en casa. Mi padre maltrataba a mi madre. Siempre que venía del bar y tenía varias copas en el cuerpo y no estaba hecha la cena o cualquier cosa que no fuera a su gusto, la golpeaba... —en ese momento su voz se resquebrajó. Me llevé las manos a la boca asustada. ¿Cómo podía hacer aquello? 

Sin saber muy bien lo qué hacía, en un instinto involuntario me levanté de donde estaba sentada y me acerqué a Connor. Me senté sobre su regazo. Tuvo que haberle sorprendido la acción que había hecho, porque ni yo misma me creía lo que había hecho. De todos modos, no le molestó el hecho de que me pusiera a horcajadas sobre él. En cambio, siguió contando por donde se hubo quedado. Apoyé una mano sobre su torso desnudo mientras le acariciaba al tiempo que continué escuchándole.

—Yo era demasiado pequeño para saber lo que pasaba —siguió contando. Rodeó mi cadera con su mano. —Hasta que una noche, escuché a mi madre llorar en su cuarto y a escondidas, le observé por la rendija de la puerta entreabierta impactándole el puño en una parte del cuerpo —vi su mandíbula tensándose más y más. Su puño se cerró con demasiada fuerza que tuve miedo que se hiciera daño. —Años después, mi madre cayó enferma. No se podía levantar de la cama y el día antes de que muriera, fue la última vez que la vi. —le acarició las mejillas con mi pulgar. Presentía que aquel gesto le calmaba —: Cuando mi madre al fin murió, mi padre comenzó a echarme la culpa a mí de su muerte, y desde ese momento empezó a golpearme a mí. —Solté un grito diminuto en mi interior. —Y le di la razón: yo tenía la culpa de todo, o al menos, era lo que un niño de seis años cree. No quería hacerle enfadar, así que procuraba portarme bien. Solo hubo un día en el que fue un buen padre: ese día no había bebido y nos llevó a los tres a la feria. Al principio creí que sería así siempre, pero luego de ese día... todo volvió a la normalidad.

—Lo siento mucho —fueron las palabras que me salieron en ese momento.

Él simplemente negó con la cabeza.

—Jace en ese tiempo tendría once años o así, no estoy seguro —dijo intentando recordar la edad de su hermano —Y Axel nueve recién cumplidos. Ninguno de los dos sabía lo que su hermano pequeño estaba sufriendo, hasta que una noche, Jace se asomó un poco a mi puerta para asegurarse que dormía, como siempre hacía, y me vio llorando en una esquina del cuarto —imaginarme a un Connor asustado y llorando me era imposible. No asociaba a ese pequeño niño con la persona que tenía delante. —Jace entró, se acercó a mí y me vio las marcas recién hechas de los golpes, arañazos y de todo un poco que me había hecho ese gilipollas.

—¿Se lo contaste? 

Connor asintió.

—Si, y a la mañana siguiente fuimos a denunciarle. Ahora está en la cárcel por diversos motivos además de maltrato infantil... como, por ejemplo, drogas y alcohol. 

Agarré su cara entre mis manos y le obligué a que me mirara. Tenía la mirada enfurecida y aunque ya estaba acostumbrada a aquella mirada cuando antes le odiaba, aun me provocaba cierto temor en el cuerpo.

Pasé los pulgares por sus labios jugueteando con ellos como si fuera ya algo normal. Recoloqué mi cuerpo mejor. Mis ojos estaban fijos en los suyos que de vez en cuando bajaban a sus labios. Su historia me había puesto los pelos de punta. ¿Qué padre haría algo así a su hijo pequeño? Menudo hijo de puta. 

Al cabo de poco rato, mis labios impactaron contra los suyos. Nuestras lenguas bailaban unidas una bella danza para nada lenta. Iban deprisa como si tuvieran miedo de que fuera su último beso. Le pasé un brazo por detrás de sus hombros y el otro permaneció inmóvil en su torso desnudo, musculoso y caliente. Su mano se introdujo por debajo de la tela de mi camiseta provocándome escalofríos cuando sus manos acariciaban mi espalda.

Así permanecimos por segundos, minutos u horas. Besándonos como si no hubiera un mañana.

Aquí tenéis nuevo capítulo de Love Me Baby. Siento mucho la espera pero he tenido unos días agitados porque ya he vuelto de nuevo con los exámenes y además quería tener unos cuantos más escritos para subirlos juntos. Mañana subiré el siguiente con el 42. Espero que lo disfrutéis y recordar comentar y votar que os ha parecido.

¿Qué os ha parecido el juego que le ha propuesto Baby a Connor?

¿Y la contestación que le ha dado con lo de el eructo? 

DEDICATORIAS:

Burgui92LaChicaAnonima18MakaAlbrannsidielysggSheilaCandelAdictaAlChicoDelPanSummers_SarahYomira_Hernandez y Im_Pikalu138

Espero que lo disfrutéis. 

*Centro la vaguada en multimedia

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