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Capítulo 37


Los siguientes tres primeros días que llevábamos aquí en España fueron bastante placenteros. Estuvimos visitando algunas calles de Madrid como por ejemplo uno de los lugares donde fuimos justo el segundo día, fue el Retiro. Un parque histórico donde se respiraba paz a excepción de la gente que pasaba por allí hablando o algunos de nuestra edad con altavoces en los que llevaban la música muy alta. También visitamos algunos barrios como era el de La Latina con un gran ambiente y donde estuvimos hasta que comenzó el atardecer ya que algunas personas decían que era mucho más precioso y con muchísimo mejor ambiente cuando se veía allí.  Entramos en un bar de allí que ahora mismo no me acordaba del nombre, pero que estaba realmente bien. Algo nuevo que descubrimos, era que aquí en España la mayoría de edad no era como en donde yo vivía; ya que aquí, a partir de los dieciocho ya lo eras, mientras que en Los Ángeles tenías que esperar a cumplir veintiuno. Eso fue lo único bueno de que no me pidieran el carnet cuando quise pedir una bebida con alcohol supuestamente típica de allí. Se llamaba Calimocho o algo así. Reduciéndolo en una sola palabra esos tres días habían sido geniales. Excepto hoy. Me encontraba leyendo un buen libro en la cama con las mantas blancas tapándome entera mientras escuchaba el chapoteo de la lluvia cayendo en el exterior. Si, hoy había sido uno de esos días en los que el cielo y el tiempo meteorológico se habían puesto de acuerdo para ponerse a llover prohibiéndome seguir recorriendo Madrid. Al menos había sido lista y me había traído un libro para leer, ya que, si no lo hubiera hecho, estaría aburriéndome ahora mismo. 

Me fundo entre las páginas de Querido de John preguntándome una y otra vez porque no tenía yo mi propio John Tyree y recibir las cartas que los protagonistas se mandan cuando éste tiene que volver a su asignación del trabajo de militar. Su amor es tan intenso que, aunque John esta de servicio en la mili y nuestra prota en la universidad de nuevo, siguen tan enamorados como cuando se conocieron en la playa. Con esta era la millonésima vez que me leía el libro, y nunca me cansaba de hacerlo. Otra cosa del libro, es que también tenía película, y aunque la vi igual un montón de veces, prefería mil veces leerlo. Desde que aprendí a leer, era algo que me había empezado a apasionar. Tener un libro entre mis manos y sentir el tacto del papel..., era la cosa más perfecta del mundo. Y con una lluvia relajante —no como el día de hoy—, y una taza de café templada, ya era mucho mejor que decir perfecto. En el momento que estoy a dos páginas de acabarme el libro, tengo que dejarlo sobre la cama porque sin previo aviso, comienzo a hacerme pis y no tengo más remedio que salir corriendo hacia el cuarto de baño. 

Cuán salgo del aseo arreglándome el pijama que se me había arrugado, escucho algo fuera de la habitación. O, mejor dicho, no escucho nada. Exacto. Cuando levanto la mirada hacia la terraza observo que estaba dejando de llover y que comenzaba a salir el sol que antes estaba escondido por culpa de las nubes y de la lluvia. Me acerco a la cama para quitar el libro de allí y posicionándolo encima de la mesilla para unos segundos después, caminar hasta salir a la terraza. El olor a lluvia y suelo mojado era algo que me encantaba. Apoyo mis antebrazos sobre la barandilla de piedra dejando que un rico aire me diera de lleno en la cara. Algunos mechones que se habían soltado del moño desordenado que me había hecho para poder leer, se movían en la dirección del viento. Una niña pequeña fue lo que llamó la atención de mi vista mientras observaba la calle. Llevaba dos mini trenzas en un pelo muy cortito y rubio castaño mientras que jugaba feliz con algo que desde aquí no podía apreciar bien de que se trataba. Otro niño jugaba con ella, pero éste un pelín más mayor que ella. Y por último viendo como sus hijos jugaban, una pareja reía cogidos de las manos mientras trataban de vigilarles en todo momento. 

Ver a aquella madre sonriendo por ver a su pequeña feliz y pasándoselo en grande, me había dado un poco de envidia recordando algo que yo nunca tuve. Aquella pequeña tenía mucha suerte. 

Estaba tan distraída mirando de un lado a otro de la calle siguiendo a la gente que caminaba con la mirada, que cuando sentí una barbilla apoyándose sobre mi hombro y unos brazos rodeándome la cintura, no pude evitar sobresaltarme provocando que la risa de Connor llegara a mis oídos. Levanté las comisuras del labio formando una tímida sonrisa sin que este me viera. De pronto, Evans comenzó a besar mi cuello succionando aquella parte donde me producían escalofríos. Solté un gemido cuando beso por detrás de mi oreja. Luego pasó a morderme el lóbulo de esta misma. Aún seguía el agradable olor de la lluvia. Sin poder aguantarme un minuto más, me doy la vuelta para quedarme frente al insufrible que rápidamente colocó sus manos sobre la barandilla a ambos lados de mi cuerpo. Nuestros labios se juntaron como si en lugar de unas horas separados, llevarán una vida entera. Siento la bola metálica de su lengua rozando la mía y ahora que me había acostumbrado, me encantaba. Estaba fría. Él no dudo en agarrarme por los muslos cubiertos por mi pantalón o mejor dicho leggins de pijama, para pocos segundos después, sentarme sobre la barandilla. Me agarré fuerte a él porque en ese momento tenía miedo de que me cayera hacia atrás teniendo en cuenta de que nos encontrábamos en una octava planta y abajo no había una colchoneta como en las películas. Tenía mis piernas alrededor de su cintura apretándolas fuertemente. Al darse cuenta de que estaba cagada de miedo por si me caía, Evans me levantó de allí, aun sin quitar las piernas de su cintura, y los dos entramos dentro de la habitación. Solo pasaron otros segundos más cuando caímos sobre la cama, o más bien dicho, éste me dejó sobre el colchón posicionando sus manos abiertas a cada lado de mi cabeza. Ahora que me fijaba en su ropa, llevaba puesto un pantalón medio caído dejando entrever un poco la cinturilla de sus calzoncillos, y una camiseta de los Ramones que ésta no duró mucho en acabar tirada en el suelo al tiempo que mis manos empezaban a acariciar su abdomen. Seguí las líneas de su tableta bien ejercitada y cuidada. Una de sus manos fue bajando hasta detenerse en la cinturilla de los leggins que usaba de pijama ahora mismo y muy despacio fue bajándomelos hasta que estos se perdieron en algún punto del suelo de la habitación. Al principio sentí un poco de frío por las piernas que ahora estaban desnudas, pero cuando éste volvió a pasar sus dedos en pequeñas caricias por mi piel de una pierna a otra, ese frío desapareció transformándose en un calor abrumador. Connor me levantó de la cama unos segundos solo para colocarme mejor en el medio de esta y después éste ponerse encima de mí sin llegar a estarlo del todo. Su rostro estaba muy cerca del mío que casi podía sentir su cálido aliento traspasar mi cuerpo. Plantó sus labios de pronto sobre mi cuello donde empezó a descender hacia abajo dando besos cortos. Iba lento y torturándome. De vez en cuando me echaba una mirada traviesa sin dejar de besarme, cosa que hacía que me pusiera más nerviosa. 

Besaba la mitad que separaba mis pechos por encima de la tela de la camiseta de pijama mientras iba bajando. Llegó hasta la tripa y cuando siguió bajando, se detuvo en la cinturilla de mi ropa interior. Alzó por un par de minutos la mirada hacia mí, que ahora le estaba mirando. Noté como agarraba la cinturilla con uno de sus dedos y comenzaba a bajarme las bragas hasta que éstas desaparecieron como habían hecho los leggins. 

Sin apenas esperármelo, éste volvió a poner sus labios en mi piel muy arriba y cerca de esa zona peligrosa y sumamente prohibida. 

—Quiero enseñarte algo nuevo, muñeca —susurró, aunque no entendía porque ya que estábamos solos. 

Connor me abrió de piernas sin apenas darme tiempo a reaccionar porque seguía con la cabeza en su voz susurrando sin ningún motivo, quedando a la vista mi intimidad. En ese momento sentí un poco de vergüenza. Evans comenzó a besar esta vez esa zona provocándome escalofríos y placeres que jamás había sentido. Justo cuando iba a envolver mi intimidad con sus labios, unos golpes en la puerta llamaron nuestra atención.

Levanté la cabeza del colchón cuando la voz de Derek resonó al otro lado de la puerta:

—Salid. Nos vamos de compras.

—¿Y qué te parece este Baby? 

Los tres nos reímos de Emilia cuando ésta nos enseña el siguiente conjunto que había cogido y que ahora tenía agarrado entre las manos con cara de soñadora. Habíamos decidido ir de compras como bien nos dijo Derek cuando nos interrumpió a Connor y a mí en la habitación, aprovechando que había dejado de llover. Por eso nos encontrábamos ahora en el Corte Inglés, más concretamente en la quinta planta mirando ropa de mujer. Yo había oído hablar de esa tienda, pero que yo supiera nunca había ido. La calle donde se encontraba era transitada por muchísima gente, así que se notaba que era muy famoso para comprar o simplemente observar. Me acerco a mi amiga dejando atrás a mi primo con el insufrible, y en cuán estoy lo suficientemente cerca, ella vuelve a enseñarme la nueva prenda que seguía sosteniendo con la mano. Era un peto vaquero negro de invierno. Era bonito. Paso mis dedos por distintas prendas perfectamente dobladas hasta que agarró una de ellas con mis manos desdoblándola. Parecía ser un Crop Top de color rojo que dejaba al descubierto la tripa y los hombros. Dos cosas se me pasaron por la cabeza en ese instante: la primera era saber quién narices se atrevía a ponerse aquella prenda en pleno comienzo de diciembre, y la segunda era que yo nunca conseguiría dejar de tener complejos con mi cuerpo por mucho ejercicio que hiciera en el gimnasio. 

Frente a mi cara apareció un body negro de encaje realmente sexi como si estuviera flotando delante de mí. Me volteo dejando la prenda roja que había estado mirando distraída, y me encuentro con una Emilia sonriendo traviesamente. ¿Qué estaría pasando por su cabecita loca ahora? 

—¿Crees que me follaría a tu primo si me ve con esto? —lo había dicho susurrando como si no quisiera que ninguno de los dos chicos nos escuchara. ¡Dios, que amiga más pervertida tenía! 

Ruedo los ojos pasando de su vocabulario abrupto entreteniéndome mirando otra cosa. Fui hacia la parte donde se hallaban las prendas de ropa íntima femenina parándome justo frente a los sujetadores de tipo Bralette. Alcancé a coger un conjunto interior que iba a juego. Se trataba de un Bralette de encaje negro y un Culotte también de encaje y del mismo color. Tenía pensado en comprarme ropa interior uno de estos días, y ya que me encontraba aquí, aprovecharía a comprarme unos cuantos. 

En cuanto tengo cuatro pares de diferentes colores y de mi talla, me dirijo a la caja más cercana cuando la consigo localizar. La dependienta que me atiende, una mujer rubia y no más de treinta y pico años, me regala una sonrisa sincera que no dudo en devolvérsela con el mismo gesto. Entretanto esperaba a que terminara de cobrarme, percibo un cuerpo situándose a mi lado sintiendo su mirada en mi sien. Se que se trata de Emilia por el olor que desprendía su perfume de rosas. 

—Seguro que Evans te querrá follar cuando te vea con esos sujetadores. 

—¡Dios Emilia, eres muy depravada! —suelto recogiendo las bolsas y sonriendo a la dependienta inocentemente ya que me había escuchado gritar. 

Con las risas de ésta a un lado mío y la bolsa de lo que había comprado en la mano contraria a ésta, nos reunimos al fin con mi primo y el insufrible.



Estuvimos toda la tarde de compras en el Corte Inglés y en una tienda llamada Zara (esa sí que la conocía), hasta que los cuatro decidimos ir a cenar a un restaurante. Por eso ahora nos encontrábamos en un Taco Bell debido a que de todos los sitios para cenar que habíamos mencionado, éste era el único que ninguno de nosotros había estado nunca. A estas horas de la noche en España no estaba muy lleno el local, así que tuvimos suerte de encontrar una mesa vacía para cuatro personas y los menús que ofrecía su carta cuando estábamos pidiendo, tenían una muy buena pinta que te daban ganas de comértelos todos. Emilia se escogió un Taco Double Decker que simplemente llevaba queso fundido, cheddar, lechuga y carne a elegir (eligió la de pollo); en cambio, mi primo y el insufrible se escogieron lo mismo: una Quesadilla BBQ que llevaba salsa BBQ, queso fundido y carne a elegir (eligieron de pollo picante). Y yo... yo simplemente me decanté por una ensalada de pollo que incluía: lechuga, crujientes piezas de pollo, pico de gallo, doble de queso, guacamole y salsa Pepper Jack. Venía en una bandejita que parecía ser de cartón o algo parecido, y aunque era muy pequeña, yo ya sabía que no me la iba a acabar entera. 

Me dedico a mover de un lado a otro un trozo de pollo de mi ensalada mientras escuchaba, —o trataba de hacerlo—, la conversación que se estaba teniendo en la mesa. Emilia comienza a llamarme para que la presté atención, pero no es por eso por lo que consigo levantar la mirada hacia ella, más bien por el trozo de queso cheddar que voló hasta darme en la punta de la nariz y caer en una esquina de la mesa delante de mí. Los cuatro me miraban confundidos y es que me había quedado un buen rato largo callada y distraída con la cabeza en otra parte. 

—Parece ser que la muñeca hoy no se encuentra con nosotros —le lanzo una mirada explosiva.

Escucho la risa de mi primo al otro lado seguida de la de su novia. 

—Te pongo al corriente prima —comienza Derek limpiándose con la servilleta la comisura del labio que tenía manchada de queso fundido —: Mientras tu tenías la mente en otro universo, estábamos hablando que antes de volver a la habitación, podríamos ir a divertirnos un rato a alguna discoteca de por aquí, ¿Qué te parece? —asiento dándole el último sorbo al refresco que me había pedido. 

Luego de recoger nuestras cosas de la mesa y de revisar que tuviéramos todas nuestras cosas que habíamos tenido (incluyendo la compra nueva) con nosotros, nos ponemos en marcha para salir del restaurante. Nada más dar un paso al exterior, el aire que hacía a esas horas de la noche en casi invierno y en España, nos da en la cara provocándonos a Emilia y a mí un escalofrío por el frío que hacía en ese momento.



—¿Seguiremos con las clases de moto bombón? 

No puedo evitar soltar una risita cuando éste al escuchar el nuevo apodo que le había puesto levanta su cabeza para mirarme con una ceja alzada. Me acerco al banco donde Connor había decidido sentarse sobre el respaldo de madera de este mismo, con cuidado de no derramar el vaso de Ron con Red Bull que tenía en la mano debido a que ya comenzaba a estar mucho más que achispada. Mis pasos hasta que llegué al banco habían sido tan torpes, que cuando me senté no pude escuchar una carcajada proviniendo del idiota que tenía al lado. Observé entretenida como cogía una buena bocanada del humo de su cigarro para después expulsarlo hacia el cielo.

Segundos después, habló:

—¿bombón? 

—¿Qué pasa? Tú me llamas muñeca, ¿y yo no puedo ponerte un apodo ridículo? —mi voz no salía demasiado bien, pero al menos conseguía decir una frase entera sin enredar las palabras (eso vendría más tarde) 

—No me pega mucho. —Dio otra calada a su cigarro.

No dejo de mirarle con una sonrisilla traviesa en mi cara cuando otros diferentes apodos me vienen a la cabeza igual de ridículos que el anterior. Le doy un trago a mi bebida sintiendo como el líquido recorría mi garganta como si hubiera estado años sin beber, cuando en realidad solo habían pasado unos segundos hasta ahora. Giro mi cabeza hacia la entrada de la discoteca donde habíamos parado antes de marchar al hotel. Se llamaba Samsara y había muchísima gente cuando llegamos, y aún seguían entrando más y más personas. Tuve que salirme debido a que ya comenzaba a asfixiarme apretujada entre miles de cuerpos que bailaban y saltaban como locos al ritmo de la música, y si cabe decir que estaba muy achispada cuando estaba dentro, mejor aún. Echo mi cuerpo hacia atrás de tal manera que mi espalda quedara pegada sobre el respaldo del banco y vuelvo a fijar la mirada en él.

—¿Tigre? 

Me mira. De nuevo con la ceja alzada sin el cigarro. No me había percatado que se lo había acabado ya. Esa mirada me decía que tampoco le gustaba.

—Gamberro, muñeco... —llevo mi dedo índice a los labios torpemente simulando pensar más sobrenombres que pudiera ponerle. —Mr. Sexooo

Connor soltó una carcajada negando con la cabeza cuando solté el nuevo apodo que le había puesto. También podía deberse a que había alargado la última letra de la palabra sexo. Bebo otro trago. Aún seguía medio lleno. Cuando voy a levantarme, mis piernas me fallan debido a todo el alcohol que había adquirido y gracias a que él vio que me iba a caer ya que se levantó corriendo y pasando los brazos por debajo de los míos, consiguió que no acabara en el frío y duro asfalto. Con el movimiento unas cuantas gotas de la bebida se derramaron al suelo. Evans me colocó recta sujetándome de los hombros para pocos segundos después, comenzar a caminar hacia la discoteca

—Vamos a buscar a tu primo para decirle que nos marchamos —me paro en seco haciendo que éste también dejé de caminar. Me volteo como puedo procurando no caerme y le miro confusa. ¿Por qué teníamos que irnos? Yo quería quedarme más. Connor suspira pasando una mano por el pelo al leer mi mirada. —Estás muy borracha muñeca.

—Oh venga Mr. Sexo. ¡Diviértete un poco! —sentí como las personas que había allí con nosotros, se giraban para mirarme.

—¿En serio?, ¿Mr. Sexo, muñeca?  

Me encogí de hombros sonriendo traviesamente.

—No quiero irme —hice pucheros intentando de convencerle para quedarnos un rato más, pero el suspiro que volvió a soltar, me dijo que no. Seguía con los pucheros a la vez que cruzaba torpemente los brazos sobre el pecho. Comencé a sentirme mareada en una fracción de segundos sintiendo que todo me daba vueltas y... ¿había dos Connor? No me dio tiempo a verle bien, cuando sentí que alguien me cogía en brazos sin ningún esfuerzo.

Al poco rato escuché su voz de nuevo:

—¡Se acabó muñeca! Nos vamos ya. 

No rechisté más porque tenía razón. La cabeza seguía dándome vueltas así que cerré los ojos sujetándome a su cuello mientras éste comenzaba a caminar hasta alejarnos por fin de la estrepitosa música que me retumbaba en la cabeza.

Capítulo 37 también salido del horno. Espero que lo disfrutéis y no olvidéis votar y comentar para saber vuestra opinión. Mañana subiré los otros dos que tengo ya corregidos y escritos.

¿Cómo os ha parecido este capítulo?

Nuevos apodos de Baby a nuestro Connor, ¿cuál os ha gustado más?

DEDICATORIAS:

Burgui92LaChicaAnonima18SheilaCandelBeMyKataGrisbelBritoYomira_HernandezPanteritaaaAdictaAlChicoDelPanPaattri20KCriStar__Sdlagg___xxarazelixx__arazelipfranciscanaBlueOceanEditorialNahovegamo__DulcePrincesavaleska-triana-05MariFers11NatashaRodriguez314RakelValdearenasMate

Espero que os guste.

Besos a todXs.

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