Capítulo 35
Quince minutos.
Habían pasado solo quince minutos desde que el insufrible me había dejado allí tirada. Ya estaba comenzando a anochecer y puesto que únicamente tenía una sudadera negra que éste me había dejado antes de que pasara toda la absurda discusión, pues comenzaba a tener un poco más de frío que antes. Iba caminando mientras que también pensaba como disculparme; porque sí, puede que me hubiera pasado al insistir con todas aquellas preguntas. Pensar me resultaba un poco difícil por el mero hecho de que su perfume aún estaba impregnado en la sudadera y se me colaba por la nariz haciendo que lo aspirada. No tenía ni la más remota idea de donde podría estar, por eso y sin mucho por lo que pensar, decidí mirar primero en el piso que compartía con mi primo. Si resultaba que no estaba allí, ya me pondría a descifrar el sitio donde podría estar.
Meto las manos en el bolsillo de la prenda luego de habérmelas frotado para entrar en calor. Este noviembre era muchísimo más frío que el anterior.
En media hora ya estaba por fin en la calle donde se encontraba el apartamento. Con paso decidido, pero con la cabeza baja y sin saber aun que podía decirle si es que resultaba que estaba allí, camino hacia la puerta principal. Por suerte no tuve que llamar, ya que una señora de mediana edad con su perro de la raza Yorkshire Terrier en los brazos como si de un bebé se tratase, salía al tiempo que yo le daba las gracias por aguantarme la puerta con una mano. Sin más tardar voy hacia el ascensor y le pulso hasta que por fin decide bajar y abrir sus puertas.
Entro dándole al mismo tiempo al piso número cinco y me quedó ahí; en un silencio inquieto a la espera de llegar.
No sé qué hora es cuando salgo del ascensor, sin embargo, eso ahora mismo no me importaba teniendo en cuenta de que me hallaba frente a la puerta del piso de Derek. Seguía con las manos metidas en el bolsillo. Saco una de ellas para minutos después, —o segundos—, llamar al timbre. Espero y espero. Escucho unos pasos en el interior. Se detienen. Vuelven a escucharse. Y otra vez se detienen. Vuelvo a llamar y nada. No abrían. Escuchaba una respiración acelerada en el interior. Cuán estoy a punto de rendirme y girarme para irme de allí porque sentía que estaba haciendo el ridículo, la puerta se abre de pronto.
Me volteo. Mis ojos se encuentran con los suyos en un simple movimiento. Llevaba solamente el pantalón vaquero, y la parte de arriba que estaba al descubierto me dejaba una buena... unas muy buenas vistas de su torso tatuado y bien formado. Se me estaba haciendo la boca agua solo de mirarle, así que evitando que sufriera allí mismo un paro cardíaco delante de él y que además me sintiera aún más ridícula que presentarme allí, levanté la vista disimuladamente de nuevo hacia sus ojos. Tenían un atisbo de diversión y seriedad en ellos. Seguro que por dentro se estaría desternillando porque me habría pillado observándole como si fuera a devorarle.
—Vas a decirme algo, o te vas a quedar ahí comiéndome con la mirada.
El color de las mejillas subía tan rápido que solo esperaba que no llegara a explotar allí como una bomba de relojería.
—S-solo... solo v-venía a decirte que... que l-lo siento —mi voz me estaba traicionando en ese momento. Hablaba tartamudeando y otra vez las mejillas volvieron a arderme. Permanecía con la cabeza baja. Escuché su risa y acto seguido levanté la mirada para verle riéndose. Le fulminé y después añadí —: Pero veo que ha sido una mala idea. Adiós.
Justo cuando fui a dar un paso para caminar hasta el ascensor, su mano tira de mi brazo con la suficiente fuerza como para estamparme contra su cuerpo. Estaba tan pegada a su torso que no se podía saber dónde terminaba el cuerpo de uno y acababa el del otro. Mi espalda pegada a su pecho. Fue subiendo lentamente con un dedo acariciando mi brazo hasta que llegó a su punto final: el hombro. Poco después acercó sus labios hasta mi oreja donde susurró:
—No ha sido mala idea... es más, me alegro que hayas venido.
Gemí.
Gemí cuando su mano se introdujo por debajo de mi vaquero y de mis bragas tocando mi botón íntimo. Alcé mis brazos y pronto como pude, las puse alrededor de su cuello abrazándolo. Enredé los dedos en su pelo al mismo tiempo que le acariciaba la nuca. Con su mano libre, aprovechó para desabrocharme la cremallera del pantalón. No me lo llegó a quitar. Me doy la vuelta para quedarme frente a él y sin más tardar, éste me alza para que después hacer que le rodeada la cintura con mis piernas. Le besaba como si no hubiera un mañana entretanto éste andaba a paso decidido hasta entrar en su habitación. No debía de estar ni Derek ni Emilia, ya que apenas los escuchaba. Y ni siquiera se habían despertado con el ruido del timbre. De todos modos, llevaba días sin saber de ellos y cuando los veía, o no me hablaban o se iban rápido, como el otro día hizo Emilia. Evans no tarda mucho en dejarme sobre el colchón de su cama. Apoyó cada mano a ambos lados de la cama encerrándome con ellas. Me dio un beso corto y rápido para segundos más tarde, terminar de quitarme los pantalones. Otros segundos después no había ni rastro de donde había tirado mi pantalón. Me encontraba expuesta ante él por el simple hecho de solo estar en sudadera y bragas. Había venido solo a disculparme, sin embargo, no sé cómo habíamos llegado hasta el punto de estar a poco de hacerlo; sobre todo cuando me di cuenta de que ahora Connor tampoco llevaba sus vaqueros, quedándose solamente con unos bóxeres negros de Calvin Klein muy ajustados. Me mordí el labio inferior de tal manera que casi podía sentir el sabor metálico de la sangre en mi boca. Cerró las manos formándolas en un puño sin apretar, y volvió a colocarlas a ambos lados de mi cuerpo sobre el colchón. Se inclina más sobre mi rostro hasta hacer que nuestras respiraciones llegarán a rozarse.
Y sin más tardar se puso encima evitando no aplastarme. Volvió a besarme. Jugaba con mi lengua y viceversa. Cuando dejó de nuevo mis labios sus ojos estaban fijos en los míos. Una sonrisa le asomó en aquellos labios sedosos y rosados que había besado hace segundos atrás, y al poco rato formuló una pregunta que me dejó sorprendida.
—¿Te he dicho ya que tus ojos me parecen extraños muñeca? —no me dio tiempo a contestarle, porque justo cuando divisó la mirada de extrañeza que le había echado, atrapó mis labios nuevamente.
No dudó mucho este beso. En el momento que volvió a soltarme cortando el beso, su mirada fue bajando hasta detenerse en la aún sudadera que llevaba puesta. Volvió a mirarme. De repente siento que su mano se acerca hasta el borde de la tela y en cuán percibí que comenzaba a subírmela lentamente, mi cuerpo se puso en alerta; se me empezó a tensar todo. Intenté que mi mente no me traicionada y me trajera recuerdos malos porque no podía estar toda mi vida ocultándome bajo miles y miles de prendas que la mayoría no eran mías. Los primeros cinco, diez segundos había funcionado. No había pensado en Roxy o mamá. Hasta que llegó a la parte baja de los senos. Cuando la sudadera se paró debajo del pecho, dejando al descubierto prácticamente toda la tripa, mi mano apartó la de Connor y bajé rápidamente la prenda tapándome.
Negué cuando vi que éste me observaba. Pareció entenderme porque no hizo nada más. Connor siguió por donde nos habíamos quedado antes del incidente de la sudadera. Percibí un montón de cosquilleos de nuevo cuando éste volvió a introducir su mano por mis braguitas. Se puso a juguetear con la cinturilla de la prenda femenina. Evans dejó de estar encima para acabar estando justo a mi lado sobre la cama. Se colocó de lateral mirándome apoyando su codo sobre el colchón y posando su mejilla en la palma de la mano de tal manera que quedará un poco levantado.
Éste me detuvo cuando yo iba a hacer lo mismo para poder mirarle. Sin apenas entender que es lo que pensaba a hacer ahora, de mi garganta emergió un nuevo jadeo cuando sus dedos tocaron mi sexo íntimo. Con dos de sus dedos moviéndolos haciendo círculos en mi zona de placer, hacía que me sintiera en otro lugar. Cada vez sus dedos se movían más y más rápidos, cosa que hacía que yo arañada el colchón. Se notaba que Evans sabía cómo tocarme. Como tocar. Poco después, éste introdujo sus dedos en mi interior e inició otra guerra en la que yo esta vez no podía ganar. Me penetraba con los dedos una y otra vez. Primero entraba, luego salía. Y así sucesivamente. Sentía que iba a llegar al orgasmo más pronto del que pensaba, y es que nunca y podía parecer tonta, pero nunca había sabido que se podía llegar al orgasmo con solo los dedos. Escuché a Connor susurrarme en el oído más de una vez: Venga muñeca, sé que estás a punto.
Y era verdad. En apenas minutos largos y cuando éste comenzó a incrementar la velocidad de sus dedos... ¡exploté! Llegué al orgasmo tan rápido acompañado de las malditas gotas de sudor en la frente y las uñas doloridas de arañar el colchón. Un instante después, Connor me agarró de la cintura dándome la vuelta para que ahora si me quedara frente a él entrelazando nuestras miradas y con una sonrisa arrogante en su cara porque sabía que con esto acababa de ganar.
Mi respiración iba entrecortada. No podía prácticamente hablar. Le vi llevándose los dedos que había metido en mi interior a su boca, y con una rápida pasada, los saboreo para luego acercarme a él y entre susurros, decirme:
—Sabes deliciosa muñeca.
—¡Feliz cumpleaaaaaaaaños!
Siento un cuerpo tirándose encima de mí aplastándome de tal manera que apenas me dejaba respirar. Gruño aún adormilada bajó las sábanas que me tapaban y el cuerpo menudo y delgado de mi compañera y amiga de habitación. En el momento que noto que al fin se había levantado de encima, me destapo la cara apartando las sábanas de ella y en ese instante maldigo cuando Emilia abre las persianas de la ventana provocando que entrada el sol dándome en los ojos. Me siento sobre la cama desperezándome por completo. Estaba tan dormida todavía que no me di cuenta que ésta se había vuelto a tumbar en mi cama boca abajo a mi lado con la barbilla apoyada sobre las manos. Cuando ya estaba más despejada, me levanto de la cama dirigiéndome al cuarto de baño sin ni siquiera contestarla. Hago un cuenco con las manos para luego sumergirlas debajo del grifo y llevármelas a la cara. Aunque ya estaba un poco más despierta, el agua fría del grifo me sentaba de maravilla para despertarme por completo. Justo cuando alcé la cabeza, divisé a Emilia a mi espalda mirándome con una cara de extrañada y con una toalla en las manos que me ofreció. Se la acepté y con ella me sequé la cara.
—¡Felicidades amiga! —volvió a gritar como si antes no la hubiera oído bien.
—¿Así que ahora si me hablas? —contesté yo con una risa irónica. —Has estado unos días rara conmigo Emilia.
Su cara cambió drásticamente para dejar de estar feliz, a sentirse como culpable y triste a la misma vez. Al ver su cara me sentí un poco mal porque quizá había empleado un tono o unas palabras demasiado bordes.
—Lo siento no...
Emilia me detiene sacudiendo su mano delante de nuestras caras mientras que con una tímida sonrisa respondía:
—No te disculpes. Es verdad que estuve distante, pero es que... es algo que aún no puedo decirte.
—¿Y Derek? También me evitaba —dije.
En el preciso instante que Emilia iba a contestar, escuchamos que alguien llama a la puerta de nuestro cuarto. Emilia es la primera que sale del baño seguida de mí, que mientras ésta se dirigía a abrir, yo me quedaba con los brazos cruzados en medio de la habitación viendo de quién se trataba. Derek entra por la puerta con una sonrisa en los labios para acto seguido acercarse a mí y estrecharme en un abrazo que recibí con pocas ganas. Estaba enfadada con él por el mero hecho de que me había estado evitando estos días.
Derek pareció darse cuenta, que sin más se separa sin apartar su mirada de la mía y con una media sonrisa en la cara.
—¿No quieres abrazar a tu primo? —dice con un tono divertido haciéndose el gracioso. —Es tu cumpleaños prima; quita esa cara de muerta.
Le fulminé con la mirada.
—Estoy enfadada con vosotros; habéis estado evitándome.
—En mi defensa diré que fue culpa de tu primo que yo no te hablara —respondió Emilia con una sonrisa echándole la culpa a Derek.
—Ah, muy bonito cariño. Echándome la culpa a mí —protestó éste haciéndose el ofendido.
—¡Bueno vale! —grito. No se esperaban que saltara de esa manera, porque los dos me miraron sorprendidos. —¿Me podéis explicar por qué habéis pasado de mí?
Derek asiente con una sonrisa en los labios.
—¿No quieres ver primero el regalo de tu padre?
Abro los ojos olvidándome por un minuto del enfado que emanaba en mí. ¿Papá estaba aquí? Pensar en esa posibilidad de que papá hubiera venido por mi cumpleaños me sacaba una sonrisa que ahora mismo se estaba formando en mis labios. Como si mi primo me hubiera leído la mente habla de nuevo:
—No, tu padre no ha podido venir, pero fui yo a Oregón a por tu regalo.
La sonrisa se desvaneció de mi rostro en un abrir y cerrar de ojos. Ojalá hubiera podido venir y pasar mi cumple como todos los años habíamos hecho. Asentí cuando Derek me había dicho que, si iba a querer bajar a ver el regalo de papá, ya que se encontraba abajo. ¿Qué podría ser? Esa era la ansiedad que tenía en mi cuerpo. Luego de terminar de vestirme, —porque estaba claro que no pensaba bajar con mi pijama de Tinkerbell a la calle—, los tres salimos de la habitación sin nada más que decir. Salvo la risa de mi primo por mi impaciencia. Emilia y Derek iban por delante de mí.
No sé cuánto es el tiempo que tardamos en salir del edificio, pero cuando por fin estamos fuera, mis ojos no pueden creer lo que ven a continuación delante de la universidad. Aparcado fuera del recinto, pero enfrente, se encontraba un Audi A5 de color blanco. Por fuera estaba tratando de parecer normal, pero en mi interior era todo lo contrario. Por dentro no dejaba de pegar botes de alegría esperando que fuera ese el regalo de papá. El coche tenía un lazo rojo envuelto para saber que era un regalo y si de verdad era mío, no podía creerme que por fin tendría mi propio coche. Llevaba tiempo queriendo uno desde que aprobé el examen. Sigo a Derek hasta el Audi y solo con ver su sonrisa medio risa, supe que no estaba equivocada y que era para mí.
Cuando por fin estamos junto al vehículo, no puedo evitar pasar mi mano por la parte del techo blanco con una sonrisa de tonta en mi cara. En ese momento me giro para ver a mi primo que sonreía, y rápidamente me lanzó a sus brazos para corresponderle el abrazo que antes no había recibido con ganas.
—Gracias, gracias, gracias.
Me separo aun sin poder creerme que esto fuera real. Tenía coche. Tenía mi propio coche. ¡Yuju! Y la emoción que tenía en ese mismo momento en el cuerpo, se hace más grande cuando mi primo saca de su bolsillo unas llaves de coche para luego tendérmelas delante de mi cara. Las agarró. Mis llaves. Mi coche.
—Parece que estas muy ocupada mirando tu nuevo coche, para querer escuchar tu segundo regalo, ¿eh prima? —Derek se ríe.
Alzo mi cabeza de las llaves para mirarle a él con un brillo en mis pupilas que irradiaban felicidad, para acto seguido prestarle atención con una cara que decía: << ¿Más regalos?>>.
¿Qué otro regalo podía hacerme más feliz que mi nuevo coche? Esperé a que mi primo se dignara a dejar de reírse por mi reacción y mi cara de tonta, y que hablara de una vez porque tanto silencio me estaba matando.
—El segundo regalo no es material y sé que te encantará —empieza diciendo Derek.
—Ay amor, dilo ya. —Emilia interrumpe a mi primo. —Por culpa de este regalo, fue el motivo por el que tuve que fingir que pasaba de ti amiga; no sabes lo que sufrí cuando te vi desesperada.
—Eso es cierto prima —vuelve a hablar Derek. —Como conozco muy bien a esta chica y sé que no puede mantener la boca cerrada, le dije que intentara que tú te creyeras que estábamos enfadada contigo y por eso prácticamente dormía en mi apartamento, para que no metiera la pata —Emilia le da un breve codazo en las costillas suave. Ahora todo cobraba sentido. Por eso pasaban de mí. Seguí escuchando —: Bueno que me voy del tema. ¿Qué me dirías si te dijera que nos vamos unas cuantas semanas de vacaciones a España?
Mi boca se abrió tanto que, si se me ocurría dar un paso hacia delante, seguro acabaría pisándomela y cayendo al suelo. ¿Había oído bien? ¿Irnos a España por mi cumpleaños? ¿Qué le diría yo al respecto? Que me encantaba la idea de volver a ir allí. Volver a pisar sus calles. Volver a ver de nuevo sus lugares maravillosos y sus restaurantes y comidas deliciosas. De nuevo, no pude evitar lanzarme a los brazos de mi primo que, si no hubiera reaccionado a tiempo, habríamos acabado los dos en el suelo. Comenzaba a sentir las lágrimas saliendo de mis ojos mojándome las mejillas delante de ellos, pero me daba igual. Quería llorar. Quería saltar de alegría. Volver a España era algo que quería hacer desde que dejamos de ir, y gracias a que Derek me había dado esta noticia, no podía negarme (ni lo pensaba hacer).
Poco después, tiré del brazo de mi amiga que nos miraba a su novio y a mí con cara de estar a punto de llorar también, y sin más tardar, estábamos los tres abrazándonos. Ya no estaba enfadada con ellos al saber que lo habían hecho por una buena razón. Por esta buena razón.
—Gracias Derek.
—Me alegra que te guste Bab —contesta éste limpiándome las lágrimas con sus pulgares. Después mantuvo las manos en mi cara y añadió —: Felicidades enana. Te quiero.
Y yo también Derek. Yo también te quería.
Tenéis aqui el capítulo 35 de Love me Baby. Espero que os guste y no olvidéis comentar y votar para saber vuestra opinión. Espero que disfrutéis.
Ya sabéis porque la evitaban, ¿qué os ha parecido la sorpresa que la tenían a Baby?
¿Qué os ha parecido la disculpa de Baby y Connor en el apartamento?
DEDICATORIAS:
Burgui92, MakaAlbrann, TatianaEscamilla198, LaChicaAnonima18, SheilaCandel, valeska-triana-05, AdictaAlChicoDelPan, GrisbelBrito, KCriStar, __Sdlagg__, BeMyKata, Paattri20, Vickyimm, Yomira_Hernandez, Oveja_Dolly17, AbiSanchezXVI, Lecto02, xxarazelyxx, RakelValdearenasMate, NatashaRodriguez314, Pfranciscana, ChristineTxM, perlaParraSanchez.
Muchos besos a todos .
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