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Capítulo 34


Irme de la habitación después de unos minutos de que Emilia me dejara plantada allí de pies, fue lo mejor que había hecho para destensarme y calmar un poco los nervios que ahora mismo tenía. Me encontraba sentada en un banco de madera en el mismo parque donde descansé la primera vez que salí a correr por Los Ángeles. Estaba el cielo oscuro y se podía apreciar alguna que otra estrella iluminándolo. Un recuerdo tierno y precioso me lleva de vuelta a los días que me pasaba de pequeña observando aquellos diminutos puntos brillantes con mi abuela materna cuando venía de visita. Rio para mí cuando me acuerdo que la primera vez que miramos las estrellas, le pregunté a mi abuela que eran aquellos puntitos. Ella con una dulce y amplia sonrisa me contestó:

"—Se llaman estrellas Baby y las puedes asociar con alguien querido que ames mucho".

Yo la sonreía como la niña de las mejillas regordetas que era. Me acuerdo que un día, mientras nos hallábamos en el parque infantil que había en Oregón y donde me podía pasar horas y horas jugando en los columpios, mi abuela y yo estábamos tan distraídas mirando el cielo que ni siquiera nos percatamos de que papá estaba detrás nuestra hasta que se pronunció; aunque no se llevó un buen recibimiento ya que la abuela le golpeó con el bolso pensando que se trataba de alguien peligroso o malo, —como lo decía yo—. Pero fue sin querer porque luego se disculpó. Esa noche y después de que llevara un buen rato insistiéndole a papá que me alzara en brazos, los tres nos pusimos a mirar las estrellas. Por eso ahora era que estaba distraída mirándolas nuevamente y recordándome una y otra vez que esos momentos eran los mejores en mi vida. Hago caso a las palabras de mí abuela, y asocio una de esas estrellas con ella; imaginándome que me estaba viendo y sonriendo. 

Unos segundos más tarde vuelvo a bajar la mirada hacia el teléfono esperando una señal que me hiciera pensar que Derek no estaba cabreado. Desbloqueo el teléfono dirigiéndome otra vez al chat con mi primo rezando porque estuviese escribiendo a mi último mensaje o como mínimo conectado... pero nada. El resultado era en vano. Me quedé mirando unos segundos, —o quizá fueron minutos—, el mensaje que yo misma le había mandado cuando salí de la habitación para venirme aquí.

Derek, ¿Qué narices te pasa? ¿Por qué ni tu ni Emilia me habláis o si quiera me miráis? No os he hecho nada, pero si es así, os pido perdón. 

En cuanto termino de leerlo por posiblemente la quinta o sexta vez, me pongo de pies, guardo el teléfono en el bolsillo del abrigo para después resguardarme aún más en él. Era hora de que volviera de nuevo a la habitación.

Voy caminando con paso decidido hacia el despacho del director o rector de la universidad porque sí. Me había llamado por la megafonía mientras estaba fuera y tenía unos nervios en el cuerpo que casi no podía respirar. Esperaba que no fuera nada malo. A ver, su voz, o, mejor dicho, la voz de su secretaria o de alguna mujer, no parecía sonar ni brusca ni con indicios de que pudiera ser algo muy malo. Por eso cuando entro, lo primero que ubico es a una mujer sentada en su mesa con papeles por todos lados y un portátil MacBook abierto ante ella. No parecía ser muy mayor, pero tampoco joven. Las pocas canas que empezaban en el inicio del pelo me decían que estaba llegando a la edad adulta. La echaría unos cuarenta y pico de años o puede que incluso cincuenta. En cuán me acerco a ella, su mirada se alza para encontrarse conmigo con una sonrisa en sus labios pintados de un rojo coral.

—¿Eres la señorita Foster? 

Asiento y cuando me señala la puerta que se suponía era el despacho del rector, me encamino hacia ella para luego entrar.

El despacho era normalito. No tenía nada que fuera de otro mundo. Las paredes eran de un color oscuro a juego con casi todos los muebles que se hallaban allí colocados perfectamente. Cuadros y diplomas se localizaban sobre éstas que hacían que el despacho se viera muchísimo más adornado. Sobre la mesa repleta de papeles y carpetas, se apreciaba un ordenador IMac en una esquina de ésta. Estaba tan distraída mirando aquel espacio vacío moviéndome por cada rincón para mirar cada foto, que cuando una mano se posa en mi hombro no puedo evitar sobresaltarme para luego darme cuenta de que se trataba del señor rector. Un hombre de mediana edad pero que se cuidaba bien, se hallaba frente a mis ojos. Su pelo escaso de canas dejaba apreciar su capa de color negro. No era muy alto, pero tampoco bajo; de estatura media como mucho. Llevaba una carpeta color amarillo claro en la mano y con una sonrisa y un gesto señalando a su escritorio para darme a entender que nos acercáramos. 

Hago amago de hacer lo que me pide y cuando también éste se sienta en su silla y me dice que yo haga lo mismo, lo hago sin oponerme. 

Su sonrisa no parecía que fuese lo que fuese a decirme, no debía ser para nada malo. El despacho se transformó en un espacio silencioso en menos de un segundo. Me estaba empezando a sentir incómoda con su mirada fija en mí y cuando apoyó sus brazos en la mesa acercándose un poco para luego comenzar a hablar, solté un suspiro mudo de alivio:

—Te preguntarás porque te he llamado que vengas, ¿cierto? —asiento tragando saliva nerviosa. Debió de darse cuenta de lo nerviosa que estaba, porque con una risa divertida, sacó una carpeta del cajón de su mesa donde se podía apreciar en ella mi nombre. Extrañada esperé a que continuara hablando —: He visto que tus notas son bastantes buenas, y bueno... espera, ¿sabes cuantos exámenes finales te quedan por hacer?

—Dos: el de Derechos de autor y el de Literatura.

—Genial —abre la carpeta posicionándose en la primera hoja que había en ella donde se encontraban mis datos personales y demás. Jugué con los dedos de las manos enroscándolos entre ellos mientras esperaba y esperaba. —A lo que iba, te he reunido aquí, para además de mencionarte tus buenas notas, comentarte si ya tenías pensado un sitio donde poder hacer unas excelentes prácticas; al tener buenas notas, yo tenía pensado darte una empresa para hacerlas si tu quisieras, además de seguir estudiando en la universidad porque todavía estás en primer curso.

Miro al director sorprendida porque me estuviera hablando de hacer las prácticas. Si, es verdad que yo tenía pensado hacerlas, pero cuando acabará de estudiar... pero esto era fascinante. Asiento, o eso creo que fue lo que hice, ya que ahora mismo estaba en estado de shock. Me parecía una idea genial y seguramente al hacer las prácticas en la empresa que tenía para mandarme, quizá mis notas pudieran subir muchísimo más de las que tenía ahora. 

Un destello de felicidad se cruzó en su mirada grisácea. 

—Un antiguo amigo de facultad tiene una empresa que se dedica sobre todo al tema editorial y de periodismo, si quieres le podría hablar de ti y que te meta en el sector editorial... —hizo una pausa, y durante unos segundos, no supe que esa pausa era para que le dijera algo, hasta que por fin dije.

—Sería una gran oportunidad. Muchas gracias. 

—Me alegra que te guste la oferta —una sonrisa sincera cubrió su rostro entero. —Intentaré ponerme en contacto con mi compañero y si se cualquier cosa te lo comento, pero por si acaso, será mejor que le escribas un correo para que también hables tu con él y eso; te lo he apuntado en este papel. —Agarré la mitad partida de un papel donde había un correo electrónico apuntado y me lo guardé en el bolsillo del abrigo. 

—De nuevo muchas gracias.

Éste asiente con la cabeza y la misma sonrisa, aunque esta vez enseñando sus dientes. Me levanto para poco después comenzar a caminar hacia la puerta, hasta que éste me interrumpe una última vez.

—Señorita Foster espero que no bajes sus calificaciones.

Asentí con una cálida sonrisa y acto seguido, salgo de su despacho encontrándome de nuevo con aquella secretaria sonriéndome desde su sitio. Me despido de ella que se estaba colocando las gafas de ver que antes no tenía, así que supuse se las acaba de poner mientras estaba dentro, y sin perder más tiempo salgo de allí con una sonrisa de oreja a oreja. 

—Muñeca eres imposible de enseñar.

Le saco la lengua al insufrible entretanto seguía montada en su moto sin llegar a sentarme en el sillín. Si, me estaba dando unas clases de montar en moto y para que mentirnos... era malísima aprendiendo. Lo divertido de todo aquello, era ver al insufrible perder los estribos intentando decirme cada orden para que no acabara en el suelo y consiguiera hacerlo bien. Eso sí que era muy divertido. Tenía las manos apretando fuertemente los asideros de la Harley mientras trataba otra vez, por millonésima vez, arrancarla. 

Cuando creí que lo había conseguido, mi suerte se fue por la borda cuando volvió a calárseme el maldito vehículo que parecía odiarme. 

Sentía las manos de Connor situándose sobre mi cintura para agarrarme mucho mejor que antes, pero lo que él no parecía saber, es que el simple gesto que hacían sus manos en aquella parte de mi anatomía, además de cosquillas, me hacían sentir que un escalofrío me descendiera desde el último pelo de mi cabeza hasta la punta de los dedos de los pies. Debió percatarse de cómo me hacía sentir, porque una risa arrogante se oyó muy cerca de mi oído haciendo que me preguntada, ¿Cuándo se había acercado tanto a mí?, y después de subir aún más sus manos hasta tenerlas un poco por debajo de mis axilas, pero sin llegar a ellas por completo, susurró:

—No voy a poder enseñarte muñeca —giré mi cabeza con una expresión de temor en la mirada. ¿Tan difícil era de enseñar? Al menos podría ser más afable para decírmelo. Otra risa emergió de él cuando se percató de mi mirada. —Si no dejas de desconcentrarte conmigo. Ya sé que soy guapo, pero estate atenta.

Rodé los ojos volviendo a la posición en la que estaba antes. Apreté más fuerte los asideros de la Harley de tal manera que mis nudillos comenzaban a ponerse blancos. Como no quería hacerme daño, afloje un poco la fuerza. 

—Creído —murmuré en bajo.

Tuvo que haberme escuchado ya que, sin darme tiempo a reaccionar, éste sin el mínimo esfuerzo, me cogió apartándome de su Harley y entretanto daba patadas y puñetazos al aire para que me bajará, éste puso con el pie, —ya que sus manos estaban ocupadas—, el "chisme" que se ponía en la rueda para que la moto se quedara quieta en el sitio sin irse rodando cuesta abajo. En cuanto comprobó que se estaba quieta, me sentó sobre ella y sin tardar más, se acercó situándose frente a mí colocando sus brazos a ambos lados de la Harley impidiendo que saliera de allí. Su mirada verde en estos instantes me intimidaba bastante, pero al mismo tiempo me estremecía como solo Dios debía saber. El insufrible fue acercando su sonrisa arrogante hasta quedar a pocos centímetros de mi cuello donde hacía que el cálido aliento me agitada por dentro. Algo que parecía gustarle porque lo hacía con una sonrisa malvada y sexi en los labios. En el minuto cero en que presionó sus labios sobre mi cuello chupando y besando, no pude detenerme, e introduje mis manos por debajo de su camiseta acariciando su duro y firme pecho. Sus pectorales y abdominales se marcaban y podía sentir que mi tacto le ponía la piel de gallina bajo la palma de mi mano; cosa que me encantaba y a la vez me divertía. 

Jadeé cuando éste succionó con fuerza dejándome de nuevo una marca en aquel sitio. Fue subiendo hasta llegar a mis labios donde rápidamente con los dientes, atrapó el inferior con suavidad. No sé qué fue lo siguiente que me hizo volver a jadear, si el hecho de que me metiera la mano para debajo de la camiseta acariciando mi espalda, o cuando me besó haciendo que sintiera nuevamente su piercing frío de la lengua; pero lo dejé pasar sin más. Segundos después, la pregunta que llevaba haciéndome desde hacía unos días, volvió a mi mente poniendo mis manos en su pecho para separarle un poco. Él enarcó una ceja extrañado.

—¿Dónde has estado? —mi pregunta no pareció ser lo bastante clara ya que seguía con la ceja alzada. —Me refiero que donde has estado estos días. La última vez que te vi fue cuando me recogiste del gimnasio...

—¿Te estas preocupando por mí muñeca? 

Rodé los ojos dándole un puñetazo en el brazo. ¡Dios, que creído!

—Enserio responde. —le señalé con el dedo. Otra risa. —¿Qué te hace tanta gracia? 

—Estuve haciendo unas cosas.

Había girado la mirada de la mía cuando contestó aquello. Al ver que me mantenía callada volvió a mirarme, pero justo cuando fue a continuar lo que había interrumpido, es cortado de nuevo por mí, porque me cruzo de brazos esperando que continuara un poco más hablando. Tenía que ser sincera: no me tragaba lo que había dicho, de momento. 

—¿Y esas cosas te ocuparon prácticamente días y días sin aparecer? 

Un suspiro agotado brotó de su garganta mientras se pasaba la mano por el pelo sin apenas mirarme todavía. Su risa de antes hacía minutos que ya había desaparecido siendo remplazada por una seria. De momento no estaba tan enfadado como para llegar a querer romper cualquier cosa que se encontrase por su camino, y lo sabía por qué la mandíbula aún no estaba tensada, pero de igual manera daba miedo. 

—Han sido muchas cosas.

—¿Vas a contestarme solo con frases cortas? —respondí poniéndome de los nervios por el hecho de que contestara con frases realmente pequeñas y cortas. 

—¡Joder muñeca! —se separó de mí de repente. —¿Por qué tienes que cortar algo para preguntar estupideces? 

Abrí los ojos; me bajé de la moto.

—¿Estupideces? Lo siento por preguntar dónde estabas porque hacia días que no aparecías... y si, estaba preocupada. Siempre me preocupo por la gente. 

—¡Y yo te estoy diciendo que estaba haciendo cosas! No tienes que seguir preguntando —. De nuevo se pasó la mano por el pelo en un gesto que transmitía que estaba frustrándose demasiado. 

—Pero, ¡¿qué hay de malo porque te pregunté?! —solté sin poder aguantarme. 

—No me gusta que me estén controlando muñeca —parecía que estaba intentando no gritar, pero su tono de voz sonaba con bastante sorna. 

Sin saber lo que podía traerme lo siguiente que iba a decir, suelto de repente:

—¿Acaso estas ocultando algo? Porque la manera en la que giraste la mirada cuando me contestaste, me hizo desconfiar. 

Volteo su mirada ahora sí que sí ardiente por la furia hacia mí. Me entraron muchísimos más miedos en el cuerpo que no pude evitar echarme hacia atrás con cada paso que él lo hacía hacia delante. Choqué con su moto. 

Luego de soltar un suspiro profundo acompañado de un gruñido, habló:

—Sabes que: ¡paso! ¡Que te jodan si no me crees! —Tenía entre una mezcla de rabia y de estar ofendido, pero esto último no pareció durar mucho porque más rabia lo remplazó. Me aparté de allí cuando sus ojos señalaron la Harley que estaba detrás de mí y sin saber que iba a hacer, simplemente se montó en ella; antes de arrancar soltó otro exabrupto—: ¡Joder! ¡Odio que desconfíes de mí!

La moto hizo el típico ruido que hacía cuando alguien la arrancaba y temiéndome lo que llevaba pensando desde que se subió en ella, éste arrancó. Esperaba que estuviera de broma y que no me dejara allí tirada, pero sin darme tiempo a reaccionar, éste cogió velocidad y salió alejándose de allí. 

—¡Connor! 

Grité después de un tiempo callada y petrificada en el sitio cuando había tenido su mirada de rabia tan cerca. Sabía que el grito había sido una estupidez porque ya estaba muy lejos para oírme, que apenas yo le podía ver. Y allí me encontraba yo. Sola en medio de una acera sin moverme porque apenas sentía las piernas flaqueándome. 

Evans me había dejado tirada.

Otro capítulo. El 34 ya está aquí. Espero que lo disfrutéis como yo lo he hecho al escribirlo. No olvidéis votar y comentar. El próximo capítulo viene con un poco de escena HOT.

¿Qué os ha parecido?

¿Os ha sorprendido y esperabais algo diferente?

DEDICATORIAS:

TatianaEscamilla198Burgui92MakaAlbrannLaChicaAnonima18Yomira_HernandezGrisbelBritoAdictaAlChicoDelPanSheilaCandelPanteritaaavaleska-triana-05PfranciscanaLecto02KCriStarAran_IRNahovegamoNatashaRodriguez314soyAaaaaaaaa776PandaPokerMariFers11Bambirillenever_be_alone_123 y lalism44

Espero que os guste.


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