Capítulo 33
—Mamá. —tiré de su camiseta hacia abajo para que me prestara atención. Cuando lo conseguí, murmuré la siguiente pregunta esperando que hoy no se negara —: ¿Podemos ir a comer una hamburguesa con papá cuando venga? ¿Y con Roxy?
Cómo si lo que le estuviera contando fuese difícil de creer, mamá abre los ojos colgando a la persona con quien estuviese hablando y cogiéndome en brazos para después sentarse conmigo sobre sus piernas en el sofá. Sabía lo que iba a venir ahora, y aunque ya estaba acostumbrada a que me dijera que no, hubiera esperado que esta vez fuese diferente.
—Cariño, ¿Qué hemos dicho de la comida con grasa? —me observaba esperando mi contestación.
—Que son malas para el cuerpo.
Mamá asentía con una sonrisa en la cara, porque lo hubiera entendido bien. Yo solo quería comer una vez en mi vida una hamburguesa del McDonald's; no pasaría nada por una sola, ¿verdad? Como si mami me hubiese leído la mente y los gestos que hacía con la cara, volvió a abrir la boca para decir:
—Si tanto quieres una hamburguesa, que te parece que hagamos una cosa —una sonrisa me asoma en la cara esperando que hubiera cambiado de idea y cruzando los dedos a la vez que abrazaba mi peluche de cerdito, esperé que continuara; aunque lo que ofreció no era lo que estaba esperando. —Invitamos a Roxy a casa, y entre las tres las hacemos juntas aquí y serán más saludables, ¿de acuerdo bebé?
Asiento encogiéndome de hombros y cuando mami me dejó en el suelo, justo cuando iba a marcharme para mi cuarto, ésta añadió:
—Cariño, sabes que lo hago por tu bien y tu salud, para que seas como mami de delgada.
Y luego de ese último comentario, con peluche en mano, salí prácticamente corriendo hacia mi habitación como mis piernecitas me lo permitían.
Después de levantarme con un poco de sudor sobre la frente haciendo que los pelos del flequillo se me pegaran en ella por culpa de la pesadilla que había tenido por la noche, —al menos no fue una de las tan malas—, decidí salir a correr por los ángeles nada más desayunar en la cafetería sin Emilia, ya que decidí dejarla seguir durmiendo, e ir al gimnasio un rato cuando terminara de correr. Por eso, cuando veo que ya no puedo seguir más con la bicicleta estática que era la última a la que me había montado del gimnasio, compruebo el reloj del móvil viendo en la pantalla que solamente eran la una menos veinte. Estaba aquí desde las ocho o nueve de la mañana. Me bajo de la bici, y una vez recojo la mochila de deporte con mis cosas, me dirijo al vestuario de mujeres a darme una ducha que lo necesitaba de inmediatamente.
El agua templada de la alcachofa de la ducha cae por todo mi cuerpo relajando cada músculo que tenía en tensión y aclarándome las malas pesadillas que aún daban lugar en mi cabeza. No sé por cuanto tiempo me quedó allí, bajo el chorro de agua; pero lo que sí sé, es que cuando estoy prácticamente entrando en un sueño tranquilizador, mi teléfono suena al otro lado de la ducha. Salgo enrollándome con una toalla el cuerpo y con una sonrisa sin apenas motivo, abro el chat con el insufrible (porque así le tenía agregado), y comienzo a leer su mensaje.
Muñeca, ¿Dónde coño estás? He ido a vuestra habitación, y a la única que me he encontrado, ha sido a la morena saliendo del baño y chillando como loca porque iba solo con un tanga.
No puedo evitar soltar una risa muda en aquel espacio vacío y silencioso donde me encontraba al imaginarme a Emilia chillando cuando se había encontrado al insufrible entrando por la puerta. Escribo una contestación rápida diciéndole que me encontraba en el GymBox y que si no le importaría venir a recogerme ya que no tenía ningunas ganas de caminar y mucho menos de esperar al siguiente autobús.
En el GymBox, ¿Te importaría venir a por mí? No tengo ganas de andar más.
Éste no tarda en contestar.
¿Ahora si quieres que te vaya a buscar? Ok. Iré enseguida 😎
Ya no vuelvo a contestar. En cambio, me acerco al espejo que había allí con la ropa limpia que me había traído y me quedo por un buen rato observándome en el cristal. Los primeros minutos con la toalla aun alrededor de mi cuerpo. Los siguientes minutos dejo caer la toalla al suelo y cuando he comprobado que el cerrojo del vestuario está echado, me quedo el suficiente tiempo mirándome completamente desnuda. Sin ropa no sé cuánto tiempo tardo, pero cuando recibo otro mensaje, y lo abro para ver que se trataba de Evans diciéndome que ya estaba en la entrada, me doy cuenta de que me había distraído más de lo habitual. Me visto a la velocidad de la luz, me peino un poco con los dedos para desenredar el pelo y cuando estoy lista y me observo por última vez en el cristal de cuerpo entero, salgo del vestuario.
Cuando salgo del gimnasio me recibe un Connor con un cigarrillo a medio terminar entre los labios que formaban una sonrisa de capullo egocéntrico.
—Así que ahora si querías que viniera a recogerte, ¿eh muñeca?
Ruedo los ojos sacándole la lengua lo que hizo que se riera de mí. A ver si algún día conseguía tener mi propio coche. Unos segundos más tarde de que éste me ofreciera su casco para ponérmelo y de que me montara detrás suya, hablo dejándole sorprendido por lo que solté a continuación:
—Podrías enseñarme a conducir una moto —le ofrezco una sonrisa inocente cuando en ese momento había girado la cabeza para mirarme mientras me abrochaba bien el casco.
—¿Quieres aprender a montar en moto, muñeca? —Asiento y después de que se riera de broma y negara con la cabeza como si lo que hubiese dicho fuera otra broma, enuncia arrancando la moto —: Cada día me sorprendes más.
—¿No me vas a invitar a entrar muñeca? —comenta una vez habíamos llegado a la residencia. Estábamos frente a la puerta de la habitación cerrada. Me doy la vuelta quedándome a su vera fijando mis ojos en sus ojos verdes que tenían un destello de maldad en ellos. Con una sonrisa divertida, niego con la cabeza y cuando justo abro la puerta y estoy a punto de entrar para dejarle ahí fuera, éste es más rápido que yo y se autoinvita a colarse dentro. —Que vamos a hacer muñeca.
Le veo dirigirse hacia mi cama para sentarse en el borde de esta sin apartar la mirada de mí. Sin siquiera contestarle me volteo acercándome a mi mesa de escritorio donde tenía un montón de apuntes que tenía que estudiar para los exámenes. Cojo un buen montón de papeles ordenados y sin darme todavía la vuelta, con una sonrisa entre divertida e infame, respondo por fin:
—Bueno, yo iba a estudiar, ¿si quieres puedes hacer lo mismo que yo? —en mi interior me estaba riendo, porque sabía que no lo iba a hacer, pero me era muy divertido chincharle.
Debió de haberse levantado de la cama cuando yo estaba hablando, porque sin darme cuenta y sin avisar, éste me dio la vuelta para que me quedara mirándole. Aún tenía los apuntes en las manos, pero como si por arte de magia se tratase, desaparecieron de mis manos para acabar en el escritorio de nuevo. Le miro con ojos de confusión sin entender porque me los había quitado así hasta que de un momento a otro mi mente se quedó en blanco cuando el insufrible acerco sus labios al hueco de mi cuello. La manera en la que ascendía hacía arriba besándome el cuello hasta llegar a los labios, me parecía una tortura debido a que iba muy lentamente a propósito.
Cuando creí que se detendría en mis labios para besarlos, éste volvió a sorprenderme posicionándose en mi oído. El cálido aliento que desprendían sus labios, hacía que se me erizada la piel y más cuando me susurró lo siguiente con una voz pícara y sexi.
—Muñeca, hay cosas mejores que me apetecería hacerte.
Me sonrojo. Al momento me percato de que éste me levanta para sentarme sobre la mesa sin ni siquiera importarle que algunos de mis apuntes se pudieran arrugar. Le rodeo el cuello con mis brazos para luego pasar a enredar mis dedos entre su pelo. Seguía mirándome a los ojos con un destello de peligrosidad y descaro en ellos. Se colocó entre mis piernas. Con una de sus manos comenzó a bajar hasta detenerse en los botones de mi pantalón, donde sin ningún tipo de problemas, lo desabrochó y con un poco de mi ayuda, me los quitó tirándolos a cualquier parte de la habitación.
Intenté reprimir un jadeo que se me había atascado al principio de la garganta cuando Connor apretó con sus manos mi trasero. Su dedo índice volvió a jugar con la cinturilla de las bragas, tocando aquella parte de mi ser que me temblaba con solo un contacto suyo. Siguió acariciando mi feminidad hasta que de pronto dejé de sentir las bragas puestas, y supe en ese instante, que me las acababa de quitar del todo.
Estaba ansiosa por sentir el sabor de sus labios, así que, sin poder aguantarme más, choqué mis labios con los suyos moviéndolos en una lenta y dulce danza; acariciando su lengua con la mía y fue ahí cuando noté algo metálico que antes no había sentido. Me separo sujetándole de los brazos musculados y alzando una ceja, hablo:
—¿Te has hecho un piercing?
Connor sonríe con aire de superioridad, sin embargo, no me contesta, puesto que vuelve a besarme. Tenía que reconocer que, aunque no se lo había visto, estaba segura que le quedaría tremendamente sexi.
La semana estaba pasando muy rápido. Ya podía sentir el gélido aire de finales de noviembre adhiriéndose a mi rostro convirtiendo mi nariz en la misma que tenía el reno de papá Noel. Quedaba menos para que noviembre llegara a su fin y con él venía lo cerca que estaba de mi cumpleaños. Emilia llevaba unos días muy rara conmigo desde que se enteró que pronto sería mi cumple, ya que cada vez me la encontraba menos por la habitación, cafetería o cualquier otro sitio donde solíamos estar... y normalmente cuando conseguía dar con ella, era o en el apartamento de Derek o a veces por los pasillos de la universidad, pero siempre abría los ojos sorprendida de verme y me mostraba una sonrisa como si estuviera ocultando algo. A Derek le veía un poco menos que a Emilia, pero con la misma sonrisa de que estuviera ocultando algo. O quizás es que estaban cabreados conmigo por algo. No. No podía ser eso, porque apenas les había hecho nada. Por último, al insufrible la última vez que le vi fue el otro día cuando me recogió del gimnasio en moto y estuvimos en mi cuarto juntos. Aparto esos pensamientos de mi cabeza y sigo. Iba caminando dirigiéndome a mi siguiente clase, la que compartía con Tiffany. Aferro con fuerza el asa de la mochila entrando por la puerta y una vez llegué a mi asiento, me pongo a charlar con ésta animadamente mientras esperábamos a la llegada del profesor de Lingüística.
Unas horas más tarde, suspiro agotadamente y contenta porque por fin había terminado otro examen final de antes de las vacaciones de navidad. Cuando salgo del edificio seguida de Tiff para dirigirnos hacia la cafetería, un viento muy fuerte nos azota en la cara. Todavía me quedaban dos exámenes por hacer para terminar por fin... ¿o eran tres? No me acordaba en este momento, pero ahora mismo quería descansar la mente y no pensar en nada más que en un café templado con miel y azúcar para relajarme y que pensaba tomarme en cuanto llegara a la cafetería.
Al cabo de unos minutos, Tiff y yo nos encontrábamos sentadas en la mesa de siempre; al fondo del local con nuestras bebidas frente a nosotras. Tiffany se había pedido un sándwich de lechuga y mayonesa acompañado de un zumo de manzana; en cambio, yo simplemente requerí un vaso de cartón con mi delicioso café que me ayudaba a calmarme (como había dicho antes).
No sabía el tiempo exacto en el que llevábamos allí sentadas hablando de cosas triviales como, por ejemplo, contándonos como nos habían ido los exámenes que habíamos tenido, pero en un momento dado, escuché la puerta del recinto abrirse para luego volverse a cerrar dando a entender que alguien había entrado o salido. Me di la vuelta con el cuerpo en mi asiento para ver de quien se trataba. Mi mirada cambio de estar normal a querer asesinar con los ojos a la persona que acababa de aparecer por la puerta de cristal. Su media melena castaña dorada se agitaba como si de una estúpida estrella de Hollywood se tratase. Ridícula. Al principio no pareció percatarse de que la estaba observando, hasta que, en un misero momento, gira la cabeza parando su mirada en mí. Me fulminó con esos ojos azules, y si las miradas pudieran matar, tener más que claro que yo ya tendría que estar en lo más profundo de la tierra. Después de que ésta por fin entrara con otras personas más, mi mirada se fue a los dos que entraron a continuación: Liam Brown y Mikel Portman.
Como no me interesaba seguir observándoles, volví a posicionarme adecuadamente en mi asiento continuando con la conversación que había dejado con Tiffany... antes de que la voz de Portman nos interrumpiera.
Cuando levanté la mirada me sorprendí al verle allí cerca de nuestra mesa con una sonrisa.
—Hace tiempo que no nos vemos Violeta.
Pongo los ojos en blanco acompañando aquel gesto con una sonrisa que podía llegar a ser más bien una risa floja. Niego con la cabeza mientras le miraba por encima de mi vaso terminándome el café. Justo en el momento que Tiff me hizo un gesto de asentimiento con la cabeza, supe que ella también había terminado y las dos nos pusimos de pie a la vez. Si. Era cierto que hacía mucho que no me cruzaba con Portman por ningún lado de la residencia y no era porque le odiase, al contrario. Mikel Portman me caía realmente bien. Era amable, divertido... y para que engañarnos, su pelo blanco platino y sus ojos grises... esos ojazos, podían hacer que nuestras piernas temblasen. Era muy guapo para no enrollarnos demasiado.
En cuán me acerco luego de ir a tirar el vaso de cartón a una papelera, me despido de los chicos que estaban allí con una sonrisa divertida.
—¡Hasta luego Violeta! —gritó éste seguramente con un ademán de diversión.
—Hasta luego Baby —dijo Liam a su vez.
—¡Por fin apareces! —manifiesto levantándome de la cama y acercándome con brazos cruzados a Emilia. —¡Pensé que habías desaparecido de la faz de la tierra!
Ésta ni siquiera se inmuto en mi cara de terror porque pensara que la había pasado algo, es más, con una risilla en los labios se acercó hacia su armario del cuál saco un abrigo marrón beige con pelo sintético en la parte del cuello y mientras se lo ponía en total silencio solo con la misma sonrisilla en la cara, yo cada minuto me ponía más y más nerviosa. ¿Acaso volvía a marcharse? ¿Por qué no me contestaba?
Resoplé; sentí el gélido viento entrando por la ventana abierta depositándose en mi nuca al descubierto.
Cuando me harté de permanecer más tiempo en aquel incómodo silencio, porque sí, era la primera vez que con Emilia me sentía incomoda, volví a preguntar que narices le pasaba conmigo o con lo que fuera.
—¡¿Me vas a contestar Emilia?! —El tono empleado consiguió que me prestara atención. ¡Por fin! —¿Acaso estas cabreada? Llevas días muy rara conmigo.
De repente sus ojos se transformaron. Sus pupilas tenían un brillo extraño como si estuviera sintiéndose culpable por algo o como si pretendieran decirme algo pero que a la vez no podía hacerlo. Cuán tengo la esperanza de que está a punto de comenzar a hablarme, lo que dice a continuación es otra cosa muy distinta dejándome sorprendida:
—No estoy enfadada amiga. —Se acerca hasta la puerta para abrirla y antes de salir por ella, añade —: He quedado con Derek para una cosa. Cierra la ventana.
Y así se fue sin decir nada más. Sin apenas darme una explicación de porque estaba tan rara conmigo. Aunque tampoco es que fuera la única. Derek ni siquiera me respondía las llamadas y mensajes, al insufrible hace días que tampoco me lo cruzaba y ahora Emilia que pasaba de mí... ¿¡Qué coño estaba pasando!?
Aquí les traigo el siguiente capítulo de Love me Baby. Espero que lo disfrutéis como los anteriores y que no os olvidéis de votar y comentar vuestra opinión.
¿Qué os ha parecido este capítulo?
Emilia y Derek están muy raros con Baby, ¿que creéis que están tramando?
DEDICATORIAS:
MakaAlbrann, Burgui92, Yomira_Hernandez, AdictaAlChicoDelPan, BeMyKata, lpeld, LaChicaAnonima18, GrisbelBrito, SheilaCandel, Panteritaaa, Liah13_06, Vickyimm, __DulcePrincesa, KCriStar, __Sdlagg__, RakelValdearenasMate, Mafer2319, Lecto02, valeryarianna, valeska-triana-05,
Muchas besos a todos.
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