Capítulo 24
—¡Así no! —grita Emilia casi al borde de la histeria. La veo dándose con la mano en la frente y negando con la cabeza. —Lo que va a salir de ahí no lo quiero ni ver.
Tiffany y yo nos descojonamos a carcajadas de las muecas de horror que ponía nuestra querida amiga mientras nos veía intentando hacer lo que ésta había estado tratando de enseñarnos durante horas y horas sin éxito. Nos encontrábamos en la habitación de residencia de Emilia y mía, imitando los pasos de baile que ésta nos iba indicando. Era viernes y como hasta la una no tenía que marcharme a clase de Historia y Tiffany hoy no iba a ninguna de sus clases, Emilia se había empeñado enseñarnos a bailar Hip Hop y tenía que ser sincera: ¡éramos malísimas!
Llevábamos desde que nos habíamos despertado, —sobre las nueve o así—, intentando hacer un paso bien hecho como nos decía ésta. Una de las veces que intentamos hacer un movimiento un poco extraño y a la vez difícil, por casi Tiff y yo nos quedábamos sin dientes por la hostia que nos habíamos metido al caernos; aun me seguía doliendo el costado derecho.
—Madre mía, quién me ha dicho a mí que os enseñe chicas. —dice Emilia ayudando a Tiffany a hacer un paso que según ésta última era muy "paleto".
Me alejó de estas dos acercándome al escritorio con una mano en la cintura y otra cogiendo la botella de agua que había dejado encima de la mesa. Bebí un largo trago y después me dispuse a mirar la hora del móvil, aunque había sido mejor que no la hubiera mirado porque en cuanto vi que eran las doce y media y que me quedaba nada para entrar en Historia, corrí directa a coger ropa limpia del armario y entrar en el baño.
Salí unos segundos después vestida y peinada como pude y cuando agarré la mochila con todo dentro, me dispuse a salir de la habitación cuando la voz de Tiffany me hizo reír. Pobrecita, ahora me daba hasta pena.
—Baby, no me dejes sola con esta psicópata del baile.
Pero, lo hice. Cerré la puerta casi dando un portazo y corriendo me encaminé a bajar a la planta donde estaban las aulas.
Por suerte, conseguí llegar cuando apenas quedaban dos minutos para que llegará el profesor, que éste como si me hubiese leído la mente, apareció detrás de mí con su maletín en mano y el libro en la otra.
Después de dos interminables clases más, al fin había acabado mi última del día e iba directa a mi habitación, cuando vi a lo lejos a Liam que me saludaba con un gesto de la mano y una sonrisa en el rostro. Hablando de Liam, Emilia me había comentado que me llevaría a comprar algo para la "cita" con él y aunque yo le decía que no hacía falta y que me pondría algo de mi armario, ésta estaba empeñada en comprarme algo perfecto para la ocasión; así que al final tuve que aceptar. Volví de nuevo a la realidad ofreciéndole otra sonrisa a distancia a Liam antes de comenzar a subir a la planta donde estaba mi habitación.
No sé qué fue lo que me hizo tanta gracia cuando entré en la habitación, si el hecho de que tenía unas amigas bastante raras, o verlas tiradas en el suelo de la habitación moviendo las piernas en el aire como si de una bicicleta se tratase, mientras que al mismo tiempo cantaban una canción de Justin Bieber, pero fuera lo que fuese, estaba claro que mis amigas no eran normales.
Tiffany fue la primera en percatarse de mi presencia en la puerta, porque aún no me había movido de allí, y cuando me vio volvió a ponerse recta despacio. Emilia, al darse cuenta de que Tiff había dejado de hacer lo que estuviesen haciendo, giro la cabeza hasta donde ésta miraba.
Emilia me sonrió levantándose del suelo.
—¡Has vuelto! —gritó ésta viniendo hacia a mí para estrujarme en un abrazo. —Has venido pronto para irnos al centro comercial y escogerte un modelito para tu cita del sábado con Liam.
Lo último lo dijo con un retintín en la voz mientras movía su hombro rozando el mío. Rodé los ojos, pero asentí caminando hacia mi mesa de escritorio para dejar la mochila. En cuán me di la vuelta, observé a Emilia cambiándose de ropa sin ninguna vergüenza junta a su armario. Se cambio los leggins que tenía, por un peto falda vaquero y debajo se dejó la camiseta blanca que tenía. Me acerco a mi armario yo también y de este saco una cazadora vaquera para unos minutos después ponérmela.
En cuanto estoy lista, miró por última vez la hora en el móvil. Son las siete de la tarde. Al rato, las tres nos disponemos a salir de la habitación.
Buscamos en la siguiente y última tienda en la que decidimos entrar. Comenzaba a hacerse tarde y aunque yo había encontrado conjuntos bastante bonitos en las tiendas anteriores, para Emilia no era suficiente. Decía que no me quedaban bien según mi "cuerpo". Agarro un vestido falda de cuadros y cremallera trasera que me llamó la atención. Era de manga larga y no se me veía nada, como a mí me gustaba. Era verdad que seguramente me llegaría hasta las rodillas, pero era precioso. Me sobresalto cuando Emilia aparece por mi derecha con Tiff a su lado y después de ver el vestido que había cogido y darle su visto bueno, —aunque dijera que no, me lo compraría— me fui directa al probador.
Me miro por quinta y última vez en el espejo que había en el probador. Me toco la costura donde empieza la parte de la falda con una mano y con la otra, agarro una esquina de la falda cuadrada. Por primera vez en años, me volvía a ver genial con un vestido puesto. Un detalle que no había visto cuando lo cogí, era un lazo en la cintura del mismo color que la parte de arriba: negro.
Estaba impresionada por lo precioso que era.
Acelero mi ritmo en la cinta corredera mientras lo hacía al ritmo de la canción de Burn de Ellie Goulding que sonaba a través de mis auriculares. Hoy era sábado y a las ocho y media de la noche iría a cenar con Liam y tenía que reconocer que estaba demasiado nerviosa. Me había levantado temprano simplemente para acercarme al gimnasio y ponerme en forma, además de quitarme cualquier pensamiento que se me metiera entre ceja y ceja. Me sentía libre mientras corría allí mismo. No había mucha gente, pero comparado de las dos únicas personas que había antes cuando yo vine a las diez de la mañana, había bastante. Era la una y media ya.
Estoy tan concentrada en los kilómetros que hago en la máquina, que no me percato de que alguien se había acercado hasta donde estaba yo, hasta que una mano se me posa en el brazo sobresaltándome. Giré mi cabeza hasta aquella persona encontrándome con los ojos avellanas de Emilia y acto seguido, me quitó uno de los auriculares a la vez que me bajaba de allí arriba.
Me sonríe; me quedo extrañada de que estuviese aquí en el gimnasio.
—No he venido a apuntarme ni nada parecido —comenta como si me hubiera leído los pensamientos. Me río. —No pienso mancharme de sudor cuando acabó de salir recién duchada.
Me vuelvo a reír, y ahora que lo comentaba me fijaba en que decía en serio lo de que se acababa de duchar debido a que su pelo estaba un poco mojado. Me seco la nuca y la cara con la toalla mientras me sentaba en un banquillo que había allí cerca al tiempo que ésta hacía lo mismo.
—¿Entonces que haces aquí? —pregunto dándole un sorbo a mi botella de agua.
—Es que mi amiga se pasa tanto tiempo en el gimnasio, que me aburro —responde fingiendo que estaba molesta. —Aparte, luego no te veré porque estarás follándote a Liam.
Casi me atraganto cuando Emilia suelta aquello de sus labios. La fulminé con la mirada, sin embargo, me ofreció una sonrisa como si lo que acabará de soltar y mi mirada, le hiciesen gracia.
—Oh, venga Baby, es Liam Brown, ¡Liam Brown!
—¿Y? Solo vamos a ir a cenar, nada más pervertida —le suelto mojándola un poco con la botella.
—Debes ser la única que no piense en lo bueno que esta Liam —habla como si decirle buenorro a un tío fuera lo más normal del mundo entero. La verdad, era que Emilia tenía razón. Liam era musculoso, sus ojos marrones te hipnotizaban y estaba bueno, pero no pensaba decirlo en voz alta; además, a veces no entendía porque la imagen de Evans se me venía a la cabeza. Remuevo aquellos pensamientos de mi mente. —Eres tonta si acaso no lo ves.
Pongo los ojos en blanco levantándome de allí y estirar las piernas, ya que empezaban a dolerme de tanto hacer ejercicio.
—Bueno, pues que te quedé claro que no me lo voy a follar. —digo recalcando la última palabra.
—Si tú lo dices... —concluyó alzando las manos por sus hombros, después me rodeó los míos con su brazo y añadió: —¿Vamos a comer? Tengo hambre.
Asiento no sin antes decirle que se esperara aquí unos segundos mientras me quitaba aquel sudor de mi cuerpo en las duchas de los vestuarios y me cambiaba de ropa que por suerte había traído de recambio.
Unos segundos más tarde, me encuentro reuniéndome con Emilia nuevamente en la recepción del gimnasio lista para irnos.
—¿Te puedo hacer una pregunta?
Levanto la vista de mi ensalada hacia Emilia asintiendo con la cabeza. Estábamos en la cafetería de la residencia comiendo. Yo simplemente me pedí una ensalada de pollo y Emilia, la muy glotona que comía sin apenas engordar nada, se pidió una hamburguesa que, al verla, mis ojos se abrieron porque no me creía que le fuera a entrar en la boca. Tenía de todo excepto pepinillos y cebolla porque a ella no le gustaba; en la cebolla la entendía. Daba asco.
Esperé a que me hiciera la pregunta que quisiera formularme, entretanto me metía un trozo de pollo con lechuga incluido en la boca. Cuando veo como muerde otro cacho de su hamburguesa con cuidado, me acuerdo de mi madre prohibiéndome comer cualquier cosa que contuviera más grasa de la habitual; nunca me había dejado comer comida basura desde que era pequeña. Derek solía darme a escondidas esas comidas prohibidas. Ahora que mi madre me abandonó hace tiempo, podría comerme una hamburguesa o lo que quisiera, pero ya estaba acostumbrada a estas cosas y no quería ser de nuevo Baby la gorda.
Emilia se limpia el ketchup de los labios y comienza a hablar:
—¿Por qué vas tanto al gimnasio? —Su pregunta me deja sin habla unos minutos que parecen eternos. Nunca nadie me había hecho esa pregunta, cosa que agradecía, porque no quería dar explicaciones a nadie. —Tienes un cuerpo genial y eso que vas con ropa que no lo deja ver.
Me encojo de hombros como respuesta, pero ese gesto no parecía valerle porque seguía esperando a que le dijera algo.
Respiré hondo y le dije la primera excusa que se me vino a la cabeza:
—No sé, me gusta. Me siento libre y dejó atrás las cosas que me rodean. —En una parte no mentía. Lo de ser libre era verdad, luego añadí: —Solo eso, me gusta.
—Veo que te estoy incomodando —dice sintiéndose culpable. Niego para tranquilizarla. —Por si acaso, no seguiré preguntando estás cosas, pero tengo otra pregunta, ¿puedo?
Vuelvo a asentir a la espera de su siguiente pregunta:
—¿Qué te pasa con Connor?
Su segunda pregunta me dejó peor que la primera. La miré confusa esperando que hubiera escuchado mal, pero por su forma de observarme, sabía que había escuchado bien. ¿A que venía eso ahora? No me pasaba nada con el insufrible de Evans... ¿o sí?
No podía quedarme callada y dejar que pensada lo que ella quisiera. Intenté ponerme lo más recta posible y tratando de que mi voz sonara lo más borde al hablar de Connor, dije:
—Lo único que me pasa es que quiero matarle porque le odio.
—¿Segura?
Asiento.
—Pues me he fijado en que cada vez que lo tienes cerca, tu cuerpo es como si se tensara —comienza a decir con una sonrisa en los labios. —También me he fijado que no dejas de mirarlo de reojo de vez en cuando desde el día en que jugamos a verdad o atrevimiento en aquella casa...
—Emilia, sí que pienso que Liam está bueno.
Mi amiga abrió los ojos olvidándose del tema de Connor y de lo que fuera a decirme antes de que la cortara. Sabía que decir aquello iba a hacer que cambiáramos de tema rápido, así que por eso lo hice.
—Te dije que era raro que no lo pensaras.
Termino de arreglarme cuando recibo otro mensaje de Liam avisándome de que estaba en la entrada de la universidad esperándome. Le respondí que ahora bajaba, y cuando me puse la última bota de plataforma negra y cogí el mini bolso de colgar de Chanel que había conjuntado con el vestido que compré y el móvil, salí de la habitación para marcharme.
Le vi apoyado sobre su BMW distraído mirando su móvil hasta que mis pisadas acercándose hacia él, le hace percatar de que ya había llegado cuando me ofrece una sonrisa de sus labios. Me examina de arriba abajo mientras se paraba en cada detalle de mi cuerpo, cosa que me ponía nerviosa tanta atención. Tenía miedo de que no le gustara como iba y su silencio solo hacía avivar más, aquel miedo en mi interior.
—¿Estoy mal? —pregunté cortando el silencio.
Levantó su mirada hacia mis ojos y luego de volver a sonreírme, añadió:
—Estás preciosa. ¿Vamos?
Asentí rodeando el coche para llegar a la puerta del copiloto, sin embargo, cuando fui a abrir la puerta, éste lo hizo por mí dejándome entrar. Una vez éste también se adentró en el sitio del conductor y se abrochó el cinturón, puso el coche en marcha enseguida.
El restaurante no era elegante pero tampoco era vulgar. Era el típico restaurante dónde podías pedir de todo: sushi, pasta, saludables.... Nos fue difícil encontrar un sitio para que Liam aparcada, pero al final lo encontramos. En la entrada, un hombre de unos cuarenta y pico años, nos fue guiando hasta la mesa donde Liam había reservado. Estaba cerca de la ventana y apartada del olor de la cocina, ¡menos mal!
Cuando nos sentamos, rápidamente una camarera también de mediana edad, nos tendió las cartas para que le echáramos un vistazo a lo que pedir, cosa que hicimos sin tardar tanto. Liam había pedido unos tallarines con langostinos (comida china) acompañado con una cerveza, entretanto yo, me decidí por una ensalada de pasta y de bebida simplemente agua. No tenía ganas para nada de alcohol.
Mientras esperábamos, nos dedicamos a conversar.
Una hora —o más, no lo sé—, la misma camarera que nos había dejado al principio las cartas, se acerca con nuestros platos. En el minuto uno en que aquella señora dejó mi plato frente a mí y se marchó por donde había venido, agarré mi tenedor y di el primer bocado. Estaba deliciosa, había que decirlo.
Volvimos a meternos en la conversación de antes mientras comíamos y de vez en cuando, no podíamos aguantarnos la risa. Me lo estaba pasando muy bien con Liam y siempre que podía, me ofrecía una sonrisa cuando levantaba la mirada hacia él.
Los minutos allí con Liam se me habían pasado volando. No tenía ni idea de que hora de era, pero me daba igual. Como supuse desde el primer momento que pedí mi comida, había dejado mitad de la ensalada de pasta. En cambio, él se había comido todos sus tallarines enteros, sin dejar nada. Cuando Liam me ofreció un trozo de su tarta de chocolate que había pedido de postre, le rechazo diciéndole que estaba llena y que nada más me entraba, pero me entretuve viéndole comer su postre.
Un impulso me hizo inclinarme hacia él un poco y con un dedo le manché la nariz de chocolate. Él me miró con diversión y con un gesto que interpreté como venganza, me hizo lo mismo. Trató de mancharme la nariz, no obstante, al mover mi cabeza para arriba, acabó manchándome la barbilla. No pudimos evitar no reírnos que hasta dos o tres personas que había cerca, no dudaron en girarse para mirarnos.
Cada uno se limpió su cara sin dejar de mirarnos con una sonrisilla en los labios.
Aún con la sonrisa en los labios, miré unos segundos hacia la ventana porque había escuchado algo, y cuando lo hice, vi que se trataba de pequeñas gotas de lluvia que comenzaban a caer. Eran pocas, pero nunca se sabía si iban a ir a más. Volví la mirada a Liam que se encontraba dándole el dinero al camarero que no sabía que había llamado.
—Podías haberme dicho que te ayudará a pagar.
Liam se río para luego añadir:
—Te he invitado yo. Pago yo Baby. —Negué riendo mientras bebía un trago de mi aún vaso de agua lleno.
Nos quedamos un rato más en aquel restaurante hablando después de que el camarero le diera la vuelta a Liam. Seguíamos hablando y cuando pensé que nada podía estropearlo, justo cuando escuché que alguien se acercaba a donde estábamos nosotros, el cuerpo empezó a tensárseme por dentro y supe bien de quien se trataba.
Levanté la mirada cuando escuché su voz suficientemente cerca de nuestra mesa.
—Anda muñeca, que casualidad encontrarnos aquí. —dijo él como si tratada de hacerse el sorprendido. Luego miró a Liam y se saludaron chocando sus puños.
—¿Qué haces aquí tío?
Traté con todas mis fuerzas de no mirar a Evans. Tenía la mirada puesta en el agua transparente de mi vaso como si fuera super interesante. Estaba perfectamente con Liam, y ahora que tenía al insufrible de Evans cerca, volvía a sentir aquellos nervios en el cuerpo. Una risa de éste mismo me llegó a los oídos, pero aun así no levanté la mirada.
Lo siguiente que dijo, fue lo que me hizo levantar la cabeza y mirarle con seriedad:
—Vengo a llevarme a la muñeca. Vámonos.
Le miré con efusividad.
—¿Perdona?
—Perdonada —contestó con un tono de diversión en su voz. —Ahora vámonos.
—Pues adiós, allí tienes la puerta.
Me echó una mirada peligrosa y aunque había que reconocer que por dentro estaba cagada de miedo, intenté con toda mi fuerza de voluntad que no se notara nada. Volteé de nuevo la mirada hacia Liam que no dejaba de mirar a Connor y luego a mí como si no quisiera meterse en algo que no existía. Después de unos minutos en silencio, lo único que lo rompió fue el tono de llamada del móvil de Liam, que se disculpó y salió fuera dejándome sola con Evans.
Vislumbre una sonrisa de gilipollas y ególatra en su rostro cuando éste salió un momento fuera para hablar. Me dediqué a esperar a que entrará mientras miraba el móvil, hasta que éste comenzó a darme suaves patadas por debajo de la mesa.
—Así que al final has decidido venir a cenar con el pijo de Liam, ¿eh muñeca?
—Ya ves que sí, ahora vete y déjame en paz. —Miré por la ventana esperando que Liam terminará de hablar ya. Volvía a sentir una patada y una risa, y acto seguido me levanté de allí y añadí: —Eres un cansino.
Salí fuera mojándome con algunas gotas que me caían y en ese momento Liam se acercó a donde estaba guardando el teléfono en el bolsillo. Se iba acercar a mí, pero en ese instante supe que Connor me había seguido, porque Liam observó por encima de mis hombros quedándose quieto en el sitio.
Escuché un suspiró a mis espaldas y éste volvió a hablar:
—Vámonos muñeca.
Pasé de él y en lugar de responderle, le pregunté a Liam si había pasado algo por la llamada que había recibido. Liam me sonrió tranquilizando el temor que había nacido en mí, porque hubiera pasado algo malo y simplemente me contó que su abuela, —que llevaba varios meses ingresada—, por fin había recibido el alta médica y que sus padres la llevaban ahora a casa. Sonreí como una tonta, mientras pasaba de los repetitivos carraspeos y gruñidos de Evans cada vez que Liam me rozaba con su mano. ¿Qué coño le pasaba? ¿No sé podía ir y dejarme en paz?
Y sin saber porque ni cómo, fue tan rápido, pero de pronto veo a Evans empujando a Liam hacia atrás hasta estamparle contra el BMW de este último. Le aparté tirando de su brazo como pude antes de que llegará a darle un puñetazo y cuando me disculpé con Liam y me llevé a Evans un poco alejados, le solté:
—¡¿Qué coño crees que haces?! —grité empujándole, pero no muy fuerte, porque apenas se movió del sitio. —¡Déjame en paz!
—Nos vamos y punto.
Fue lo único que dijo y yo mirándole con cara de pocos amigos, porque él no decidía lo que hacía con mi vida, volví al lado de Liam para disculparme de nuevo.
—No te preocupes, solo sabe usar la violencia. —dijo estirándose la camisa que se le había arrugado. —Mañana hablamos. Voy a ir a ver a mi abuela. Me lo he pasado genial.
Asiento y después de darme dos besos, le veo subiéndose en su coche para pocos segundos después, marcharse de allí. Una sonrisa de tonta me asomó en la cara, pero se me borró enseguida cuando sentí a Evans detrás de mí. Me di la vuelta enfadada y estuve a punto de abofetearle la cara, pero éste me agarró la muñeca rápido; así que solo me dediqué a gritarle otra vez.
—¿Qué es lo que no te queda claro de que me dejes en paz?
—Pues lo siento si he intentado que ese gilipollas no te metiera mano por debajo del vestido —soltó intentando mantener la calma. Me quedé sorprendida de lo que estaba escuchando; luego añadió: —Si no me crees, no lo hagas, pero estaba decidido a meterte la mano por debajo del vestido. Conozco a Liam y no dudaría en hacerlo.
Niego la cabeza riéndome.
—Eres un puto mentiroso, él no es como tú Evans. Déjame en paz, ¿Vale?
Dispuesta a darme la vuelta y marcharme de allí, soy detenida por su mano tirando de mí para quedar a tan pocos centímetros de su cara. Sus ojos verdes me observaban con intensidad mientras una sonrisa egocéntrica le aparece en el rostro poniéndome nerviosa. Connor acerca lentamente sus labios a mi oído y cuando me susurra cerca, un estremecimiento me recorre todo el cuerpo.
—Así... ¿y como soy yo muñeca?
Fui a contestarle, pero en ese minuto cuando abrí los labios para hablar, éste me besó con intensidad y aunque quería apartarle y darle de bofetones y patadas hasta que me cansada, una parte de mí me lo impedía. Sentí sus manos rodeándome la cintura a la vez que yo le rodeaba el cuello con los míos. Una acalorada sensación fue lo que sentí a continuación. No entendía porque no podía, —mejor dicho: no quería— apartarme de él, cuando había cenado con Liam y lo había pasado genial, pero mi cuerpo era traicionero y era como si Connor fuera un imán para él.
Unos segundos después, las preguntas que Emilia me dijo esta mañana, vuelven a mi cabeza replanteándomelas en serio:
—¿Qué pasa entre Connor y tú? —Ni yo misma lo sabía Emilia, ni yo misma lo sabía.
Y, aún con esa pregunta en la cabeza, seguí continuando aquel beso tirando de su pelo con mis manos: ¿Qué coño me pasaba con Connor Evans?
Aquí les dejo el capítulo 24 de Love me Baby. Espero que lo disfrutéis y me digáis que os ha parecido mediante vuestros votos y comentarios. Gracias.
Contarme como os va cayendo Connor hasta ahora.
DEDICATORIAS:
LaChicaAnonima18, Paattri20, Panteritaaa, valeryanna, lpeld, BeMyKata, AdictaAlChicoDelPan, GribelBrito, BlueOceanEditorial, Burgui92, AbiSanchezXVI, Yomira_Hernandez, _Palvin_Lachowski_, __Sdlagg__, soyAaaaaaaaa776, __DulcePrincesa.
Besos a todos.
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