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Capítulo 19


Seguíamos besándonos y hacía ya unos minutos que yo había comenzado a seguir con el beso. Enredé mis manos entre su pelo atrayéndolo más a mis labios. Unos segundos después, nos separamos por falta de aire. Juntamos nuestras frentes sin dejar de mirarnos como si no pudiéramos dejar de hacerlo. Como si la vida nos dependiera de ello. Una sonrisa egocéntrica volvió a aparecer en su rostro sin apartar los ojos de mí, mientras me acariciaba la espalda por debajo del agua. 

—Muñeca, he querido hacer esto desde que me plantaste cara por primera vez. —dice en un tono tan bajo que apenas podía escucharle.

Le miré confundida, cosa que hizo que volviera a reírse de mí. Cuando una de mis manos bajó hasta su pecho, me di cuenta de que no llevaba camiseta. Mi mano comenzó a acariciar cada línea de su abdomen por debajo del agua, hasta que de repente, una mano se introduzco por debajo de mi pantalón haciéndome gemir cuando su mano tocó mi sexo húmedo. De nuevo, nos volvimos a quedar en un silencio, que me hizo darme cuenta de lo duro que mi corazón palpitaba en mi pecho. 

Un rato más tarde, Evans me levanta por los muslos ordenándome que le rodeada la cintura con mis piernas. Ni siquiera sabía qué hora era, pero estaba tan distraída observando a Connor, que era como si no hubiera nada más a nuestro alrededor. Un instante después, me percato de que éste me estaba sentando sobre el bordillo, mientras que Connor se situaba entre mis piernas abiertas. Me observaba desde el agua a la vez que yo hacía algo que nunca pensé que haría estando con él: sonreír. 

—Cre..creo que deberíamos entrar dentro. —hablo después de varios minutos sin hacerlo. 

—Antes quiero hacerte gemir mi nombre, muñeca. 

No entendía a que se había referido con eso, pero cuando de pronto, su mano fue subiendo por mi muslo hasta llegar al pantalón, sentí como se me comenzaba a poner la piel de gallina. Connor introduzco su mano por dentro de las braguitas y cuando llegó a mi humedad, jadeé. Esto estaba mal y lo sabía, pero ni siquiera hacía nada por detenerle. Connor seguía moviendo su mano dentro de mi sexo femenino sin apartar la mirada de mis ojos. 

—Esto esta... mal —dije con la respiración entrecortada.

Su sonrisa se intensificó aún más.

—Que mojada estás muñeca. 

Connor sacó por fin su mano de mi pantalón y apoyando las manos en el bordillo a los costados de mis piernas, se alzó un poco haciendo fuerza, hasta quedar a la altura de mi cara. Las gotas de su cabello me salpicaban las piernas desnudas, y sin previo aviso, Connor presionó sus labios en los míos. Su lengua jugueteaba con la mía posesivamente, y de vez en cuando también lo hacía con mi labio inferior. Mordía de manera sexy mi labio tirando de él con fuerza, pero no demasiada como para llegar a hacerme daño. Él seguía dentro de la piscina, aguantando el peso de los brazos para mantenerse a mí misma altura, y para sorpresa mía y la de él, mis piernas se entrelazaron entre su cintura.

Subí mis brazos hasta su pelo y con un simple tirón de pelo, le acerqué más a mi boca para juguetear con su lengua una última vez.

Connor* —gemí su nombre entre nuestros labios.

Él se apartó, mirándome con una ceja alzada y una sonrisa entre egocéntrica y de confusión, y ahí es cuando me di cuenta que si me miraba así, sería porque había utilizado el acento español al decir su nombre.

—¿Qué has dicho muñeca? —preguntó confundido.

—Es español. Significa: Connor.

—Dilo otra vez y si quieres volvemos dentro. —Sabía que me estaba chantajeando, y sin poder evitarlo, solté una carcajada cuando dijo aquello. 

Le besé y cuando le solté de nuevo, susurré:

Connor*

—Shhh, silencio muñeca.

No tenía ni la más remota idea de a donde me llevaba Connor, pero lo que, si sabía, era que después de que los cuatro nos fuéramos de aquella fiesta, éste se empeñó en llevarme a algún sitio. No dejaba de reírme sin saber muy bien el motivo de aquella risa, pero con esta ya era la cuarta vez que Connor me mandaba callar. El contacto de la mano de Connor alrededor de mi muñeca, me hacía sentir escalofríos al tiempo que un calor infernal me recorría toda la espina dorsal. Todavía me acordaba de lo que había pasado en la piscina de la casa. Tuvimos que inventarnos una explicación, cuando mi primo Derek nos preguntó el motivo por el que estábamos mojados.

De pronto, Connor me estampa con delicadeza detrás de un enorme árbol. No entendía que hacíamos ahí, escondidos; ya que eran más de las dos de la madrugada y como mucho en la calle podía haber gatos y vagabundos, pero sin esperármelo, Evans volvió a juntar sus labios a los míos como había hecho dentro de la piscina. Por suerte ya estábamos secos.

Gemí cuando su mano apretó con fuerza mi trasero. 

Introduje mis manos por debajo de la tela de su camiseta y con la misma fuerza que el empleaba para besarme con posesividad, le clavé las uñas en su piel; gesto que hizo que gimiera entre mis labios. Cada rincón de mi cuerpo palpitaba por la electricidad que él me hacía remover en mi interior. Una electricidad que ni siquiera quería sentir, pero que me era imposible ocultarla cuando él estaba cerca. Tenía la espalda apoyada en el tronco del árbol y unos segundos después, Connor me levanto por los muslos haciendo que rodeada su cintura con mis piernas. Deslizó una de sus manos por mi muslo acariciándolo, mientras que iba subiendo poco a poco. La otra mano, fue a parar hasta mi mejilla que se dedicó a acariciarla dulcemente. 

—Muñeca, no sé qué coño me has hecho, pero no puedo mantenerme alejado de ti. —susurró entre nuestros labios para a continuación observarme con aquellos ojos verdes. 

—Esto está mal... debería irme a la residencia. 

No reconocía ni mi propia voz. Salía jadeante de mi garganta y la respiración me iba entrecortada, mientras el pecho me subía y me bajaba alocadamente. Su egocéntrica risa volvió a hacer de las suyas. 

Gemí. Una ola de placer me subió por el cuerpo cuando Connor volvió a introducir su mano por dentro de mis braguitas e ir directo a acariciar mi parte íntima con sus dedos. Saqué las manos de su camiseta y las subí hasta enredarlas en su pelo, donde no dudé ni un segundo en darle un tirón cuando éste consiguió que me mojará más de lo que había hecho en la piscina. 

—Dilo otra vez —volvió a susurrar, y sabía perfectamente a lo que se refería.

Juguetea con mi labio inferior y después con mi lengua, que entre la suya y la mía, parecían bailar una danza a la que llevaban años esperando hacer. 

Connor* —gemí entre sus labios el acento español, que ahora no dejaba de pedírmelo.

Habían pasado ya dos semanas desde aquella fiesta a la que Maddie no dudó en arruinarme la vida. También fue aquella fiesta en la que me besé unas cuantas veces con Connor y otras cosas más. Después de eso, me quedé pensando la misma pregunta que me venía siempre a la cabeza: << ¿Esto significaba que éramos algo?>>. Estaba confusa. Lo que, si tenía claro, era que no quería que me utilizará como a las demás tías con las que se acostaba, bueno, conmigo no se había acostado, solo nos habíamos besado varias veces. Y me habían encantado.

Llevaba sin ver a Connor desde aquel día, y creo que así era mejor. A ver, si yo siempre le había odiado desde que llegué aquí y empezó a hacerme la vida imposible, porque ahora no. Solo porque me gustarán sus labios en los míos, o el tacto de sus manos sobre mi piel... Baby, ¿pero qué coño te pasaba? Intenté calmarme olvidando aquellos pensamientos que surcaban mi cabeza, y en lugar de en eso, solo me dediqué a pensar que pronto sería octubre y con él, la visita de papá a California. Tenía tantas ganas de volver a verle; de volver a abrazarle.

Ahora mismo me encontraba sentada en la cafetería de la universidad, mientras me dedicaba a repasar el temario de Historia y aparte, me ponía al día con el dichoso libro de Hamlet que nos habían mandado que leyéramos. 

Doy un largo sorbo a mi vaso de agua, y es en ese momento cuando por encima del vaso de plástico, me cruzo con la mirada de Liam que en cuánto me vio, comenzó a caminar hasta aquí.

Sonrío en cuanto se sienta en el sofá de enfrente mía.

—¿Cómo estás? —pregunta con una sonrisa en los labios. Mi mirada de confusión, hizo que volviera a hablar: —El otro día en la fiesta, Maddie se pasó bastante.

Ah, por eso. Volver a remover a la noche de la fiesta, la misma en la que Maddie hurgó en lo más profundo de la herida que aún tenía abierta por mi madre haciéndome daño, volvieron a aparecérseme en la cabeza a modo de diapositivas. Y no podía faltar, lo que pasó más tarde con Evans. 

Sonreí como respuesta tratando de que pareciera lo más real posible, ya que ahora mismo no me salía una verdadera. Guardo las cosas de Historia en la mochila, y las vuelvo a dejar a mi lado para centrarme en la conversación con Liam. 

—Cuando saliste de allí, le dije a Maddie que se había pasado —dice rozándome la mano, gesto que me sorprendió bastante.

—Bueno, era lo que había, Maddie es una zorra inmadura.

—Y encima que Connor fue el que le contó aquello de tu madre... —ese comentario me dejó helada en el sitio.

Abrí los ojos de sopetón mientras notaba como Liam me miraba preocupado aun sentado en el sitio. Le miré nuevamente a los ojos, y con un simple gesto de la cara, y un continúa articulado con dificultad de mis labios, Liam empezó a contar de nuevo lo que yo le había interrumpido.

—Si, bueno, me enteré que se lo había contado, pero creí que ya lo sabías... mierda. —Me observaba pidiéndome perdón con los ojos castaños como si hubiera metido la pata, pero no dije nada.

Me levanté de la mesa y antes de que pudiese marcharme de allí, la mano de Liam me detuvo agarrándome de la muñeca. Me sorprendí de nuevo, pero lo que me parecía más extraño, era que con él, —la persona que me gustaba un poco desde que le conocí—, con él no sentí ese escalofrío que sentía cuando Evans me rozaba.

Me preguntó qué era lo que pensaba hacer, y sin ataviarme mucho en lo que contestarle, hablé:

—Quizás maté a un cabrón, por cierto ¿le has visto? —pregunté acordándome que no le había visto en todo el día.

Y, cuando éste me dijo el lugar donde podía, probablemente, encontrarle... salí de la cafetería echa un manojo de nervios y con las ganas de matar a Connor Evans por contarle lo de mí madre. Ahora que me acordaba, a él también se lo conté, cuando me cabreó el día que me llamó niña mimada sin saber nada de mí. ¿Cómo no pude darme cuenta?


Connor no se encontraba en el lugar donde me había dicho Liam que podía estar, así que al final, decidí llamar a Derek y preguntarle a él mismo que me dijera donde podía encontrármelo a estas horas de la mañana.

Me dirigía hacia él gimnasio donde mi primo me había dicho que estaba y al mismo al que me hizo prometer que no volviera a ir. El Bronx. No tardé mucho en llegar, cuando en el instante en que entro por la puerta del gimnasio, todos los tíos que se encontraban allí, dejaron de hacer lo que estaban haciendo para centrarse en mí con ojos pervertidos. No me distraigo mucho más, cuando a los allí presentes, les hago una pregunta casi a gritos:

—¿Alguien ha visto a Connor Evans? 

Solo un tío me señala hacia una parte trasera con el brazo, pero sin apartar la mirada de mí. En uno de esos momentos, había sentido que alguien me observaba el culo sin disimulo, pero no dije nada, porque en ese instante, caminé hacia donde me habían señalado.

El pasillo oscuro por donde me había metido era un poco largo, pero cuando por fin salgo de allí, me doy cuenta de que estaba en la parte del gimnasio donde seguramente se entrenaba para aquellas estúpidas peleas ilegales o no ilegales. Un cuadrilátero en medio de la sala era lo primero que había visto al entrar. A los laterales, había bastantes sacos de boxeo para entrenar, y algunos banquillos donde se descansaba. Las imágenes de mi padre peleando en uno de esos, con las manos llenas de sangre, volvieron a hacer acto de presencia en mi mente. Remuevo esos pensamientos centrándome en buscar al insufrible de Evans con la mirada por alguna parte de allí.

¡Bingo! Mis ojos se paran en alguien que se dedicaba a golpear con fuerza uno de los sacos que había al fondo de la sala, acompañado de otro chico. El mismo chico de las mechas de rojo fuego de la otra vez. El que se parecía a él. Solo estaban ellos dos y otro chaval más, también golpeando otro saco, pero alejado de Connor. 

Nadie se había percatado de mi presencia todavía.

Camino con paso decidido hasta donde se encontraba ese capullo del fondo sin poder aguantarme las ganas de abofetearle la cara. Justo cuando estoy a punto de acercarme a él, antes de llegar, grito para que pudiera escucharme bien:

—¡¿A ti qué coño te pasa Evans?! —mi voz sonaba tan furiosa, que hasta el otro chico que había en la otra punta, seguramente me habría escuchado.

Connor y el otro chico se giran al mismo tiempo para mirarme y cuando éste supo que era yo quién había gritado, su sonrisa egocéntrica, volvió a aparecer en ese rostro que iba a abofetear hasta que me cansada.

En un solo segundo me encontraba ya donde estaba él parado y de pies sonriendo como si verme allí fuera lo más divertido del mundo. 

—Anda muñeca, ¿no le prometiste a tu primo que no vendrías por aquí? —dijo aun con la sonrisa en la cara.

Sin aguantarme ni un minuto más, le comienzo a empujar hacia atrás gritándole de todo y dándome exactamente igual que ahora mismo pareciese una loca. 

—¡Quién te crees que eres para contarlo! 

Seguí empujándole hasta que, de un momento a otro, Connor me agarró las muñecas deteniendo mis movimientos. Intenté forcejear para que me soltara, pero era en vano. Me apretaba con la suficiente fuerza para que no pudiese soltarme ni tan siquiera sola. Sus ojos se me penetraron en los míos como dos dagas tratando de intimidarme, y por primera vez, sí que lo consiguió. Consiguió intimidarme de verdad.

Sin saber si quiera como, ahora era yo quién se encontraba entre la pared y su cuerpo. Debió de habernos cambiado los papeles cuando me quedé petrificada con su mirada, porque era lo único que me parecía lógico. 

Connor colocó sus manos apoyadas en la pared en cada lateral de mi cabeza evitando que no pudiese salir de allí. Tragué saliva duramente, debido a que, ahora que lo volvía a tener delante, volví a recordar la noche de la fiesta. Como si me hubiera leído los pensamientos, Evans fue acercando su cara cada vez más a mí, hasta que ya no había casi espacio entre nuestros labios. Su respiración me estremecía la piel sensible del cuello, que era el último punto final donde había acabado posándose. Traté de echarme hacia atrás, pero luego recordé que tenía una pared impidiéndome que lo hiciera. 

Tenía que admitirlo, estaba nerviosa, pero los nervios no duraron mucho, cuando recordé para que había venido.

Alcé mi brazo y justo cuando estuve a punto de abofetearle, éste pareció darse cuenta, que detuvo mi movimiento agarrándome de la muñeca. 

Me miró serio antes de comenzar a hablar:

—¡Ni se te ocurra golpearme! —levantó el tono de voz mientras seguía observándome. Ahora que me daba cuenta, el de pelo fuego y la otra persona que había, habían desaparecido quedándonos solos en aquella sala. 

—¡Vete a la mierda! 

Le di una patada en la espinilla, y mientras se retorcía de dolor, aproveché para salir de allí, pero cuando estuve dispuesta a caminar para salir de la sala, éste volvió a agarrarme del brazo tirándome hacia él y haciéndome chocar con su cuerpo musculoso y sudoroso por el ejercicio. Su mirada me perforaba con un atisbo de confusión y enfado en ella.

—¿Qué coño te pasa? —preguntó sin soltarme, pero intentando no sonar brusco.

Me reí en una carcajada. Como si no lo supiera.

—Fuiste tu quién le dijo a la zorra de Maddie que mi madre me abandonó —solté de inmediato y con el tono de voz frío. —¡Eres un cabrón! Tú le contaste sobre lo que hizo mi madre para que os rierais, y luego quisiste hacerte el bueno conmigo, pues... —me solté con fuerza de su agarré y añadí: —Si piensas que soy como todas las tías, que, por hacerte el bueno, me ibas a tener comiendo de tu palma de la mano, que sepas que no funciona conmigo. 

—¿Crees que fui yo quién le contó todo eso a Maddie, muñeca? 

—¿Quién va a ser si no? Mi primo nunca contaría nada de mi madre, a nadie y tú eres tan., tan...

—¿Tan qué? —continuó él la frase con una mirada terrorífica. —¿Quién coño te ha dicho que fui yo?

—Liam.

Maldije para mis adentros cuando supe que había metido la pata y no tenía que haber dicho su nombre. Connor soltó un suspiró parecido a una risa amarga, entretanto rodó los ojos a la vez, para volverlos a posar en mí. De nuevo, Connor me acercó a él, esta vez agarrándome de la cintura. 

Se acercó hasta el hueco de mi cuello, luego ascendió hasta parar en mi oreja, y cuando su voz salió en un susurro, mi cuerpo se volvió a estremecer.

—Yo no le dije nada a Maddie, puedes creerme si te da la gana o no lo hagas, —dijo separándose poco a poco de mi cuello, para mirarme nuevamente. —Pero lo que te dije esa noche, era verdad: no sé qué coño has hecho para no que no quiera alejarme de ti.

Sin nada más que decir, Connor se apartó definitivamente de mí, y me rodeó para marcharse de allí, sin siquiera darse cuenta de que me había quedado petrificada en el sitio al oír aquellas palabras salir de sus labios. ¿Qué significaba lo que me había soltado? No me movía, y cuando escuché la puerta de entrada al gimnasio, supe que ya se había largado.

¿Qué les pareció este capítulo nuevo?

¿Les va gustando Connor Evans?

Dedicatorias:

AdictaAlChicoDelPan, panteritaaa , Yomira99, LaChicaAnonima18, GrisbelBrito, SheilaCandel, Lesco02.

* =español, original

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