Capítulo 17
—Hola* —saludé a papá en español.
Mi padre me había enseñado hace muchísimo tiempo hablar español, y cuando era muy pequeña, papá nos llevó a Derek y a mí a España para visitarlo. Mi padre tenía amigos y familiares de allí. Hacía bastante que no le hablaba con aquel extraño idioma, y ver la sonrisa que a mi padre se le había formado al oírme decir aquella corta y simple palabra, supe que le había traído recuerdos. Fue mi abuelo quién enseño a papá hablar español, y él no dudó en enseñármelo a mí y a Derek cuando fuéramos un poco más mayores.
—Hola pequeña, ¿qué tal? *
La sonrisa de papá se ensanchó en la pantalla de mi ordenador. Me alegraba verle así de feliz y tenía que reconocerlo: le echaba de menos. ¡Dios, le echaba muchísimo de menos! Después de leer un rato uno de mis libros, había decidido hacer una videollamada con mi padre, y era por eso, por lo que me encontraba frente a él hablando a través de una pantalla.
—Bien. —dije tal cual. —Estaba leyendo antes de conectarme, pero aparte, creo que necesitaré reforzar mi español.
—No te preocupes pequeña, llevas sin hablar mucho tiempo.
—Te echo de menos papá. —solté sin dudar un segundo.
Papá se ríe, aunque fue más una sonrisa cálida que una risa lo que asomó de su rostro.
—Yo también Baby.
En ese instante, me percato de que mi padre no debía de estar en casa por el hecho de que el fondo que había detrás de él, no me sonaba de nada. Unas paredes negras al fondo, un banco del mismo color que las paredes y algunos grafitis destacaban sobre estas.
—¿Dónde estás papá? —pregunto señalando con la mirada hacia su espalda.
—Estoy en el gimnasio entrenando a un chico.
Uf...
Odiaba que mi padre siguiera dedicándose a eso. Al menos solo entrenaba a la gente y él no tenía que recibir los golpes.
—Odio que sigas con el boxeo papá...
—¡Entrenador! —Oigo que alguien gritaba a lo lejos cortándome a mitad de la frase. En cuanto la persona que había gritado apareció detrás de mi padre, mis ojos se abrieron como dos órbitas.
Marcus Kepler.
El único amigo que nunca me trató mal ni dejó de ser amigo mío como lo hizo Roxy. Fue el único que se quedó conmigo cuando Roxy comenzó a meterse conmigo, y por el que una vez tuve algo más que amistad, hasta que los dos nos dimos cuenta de que ninguno sentía nada más que amistad.
Marcus me saluda en cuanto me ve con una sonrisa que, al cabo de unos segundos, o quizá fueron minutos, le sonrío yo. No sabía que mi padre le entrenaba.
—¿Entrenas a Marcus? —ruego saber en un susurro cuando él susodicho se marcha hacia el ring que había en el gimnasio.
Papá asiente.
—Pequeña, te tengo que cortar. Cuando pueda volvemos a hablar. Adiós*
Después de despedirme con acento español al igual que había hecho mi padre, cuelgo dejando el ordenador y mis pensamientos a un lado echando la espalda sobre la cabecera de mi cama.
Unos minutos más tarde, la puerta se abre dejando ver entrar por ella a Emilia y a Tiffany; esta última llevaba dos trenzas de estilo boxeadora cayendo por delante de los hombros. De repente y no sé cómo, me veo levantada de la cama con la mano de Emilia rodeando mi muñeca. Alzo una ceja sin entender porque me había levantado del cómodo colchón de mi cama y parecía que me había entendido, ya que comenzó a mover los labios para articular las palabras.
—Nos vamos a cenar a un restaurante; solo nosotras.
Recalcó la palabra nosotras señalándonos a las tres con el dedo índice pasando de una a otra para darnos a entender que lo decía en serio y que no aceptaba un no como respuesta. De todos modos, no iba a negarme. Necesitaba salir un rato ya que después de que me encerrada en la habitación, no había vuelto a salir y de veras que necesitaba que me diera el aire fresco que aquella noche nos traía.
Por suerte no tenía que vestirme. Había sido avispada y no me había quitado la ropa justo cuando me puse a hablar con papá, así que lo único que tuve que coger era una chaqueta y él móvil; que éste descansaba enchufado sobre la mesa de escritorio con todos mis libros desparramados. Unos minutos más tarde, luego de coger las cosas y girarme para ir hacia donde se encontraba Tiffany que estaba esperando sentado sobre la cama de Emilia mientras que ésta rebuscaba algo en su armario, carraspeé haciendo que se volteara para hacerle un gesto de que ya estaba lista. Sus ojos avellanos me examinaron desde los pies hasta la cabeza frunciendo el ceño cuando vio la ropa que llevaba. No pensaba arreglarme. Llevaba unos pantalones negros ajustados a mis piernas que no eran ni largas ni cortas, una camiseta blanca básica y había decidido ponerme mis converses negras con un pelín de plataforma. Tampoco iba tan mal, ¿no?
—Podías ponerte un poco más mona Baby. —habló después de unos segundos en silencio observándome.
Negué poniendo los ojos en blanco. Tiffany tampoco era que llevará un vestido, es más, nosotras dos éramos las únicas que íbamos con pantalones, solo que los de Tiff eran cortos para el viento que hacía a estas horas. En cambio, mi querida amiga, se había decantado por ponerse un vestido recto que le conseguía realzar más su figura... y no olvidemos que lo acompañó con unos zapatos de infarto de la marca Manolo Blahnik.
Emilia al final se rindió y como sabía que no iba a ceder tan fácilmente, decidimos salir ya de la habitación después de que ésta agarrada su bolso.
El restaurante era un italiano situado en el centro comercial de Los Ángeles. En un principio había creído que a Tiffany y a mí nos echarían por ir en pantalones debido a que a simple vista parecía ser bastante formal y elegante, además de que no ayudaba mucho que las personas que había allí, iban super elegantes con sus vestidos de marca y sus bolsos de Louis Vuitton colgados del brazo agarrándolos como si se lo fuesen a robar, pero cuando dejamos atrás al chico que le pidió a Emilia las llaves del coche de mi primo —acababa de enterarme que Emilia conducía— para que lo llevarán a no sé dónde que dijo, entramos en el interior del local.
Por dentro, aunque seguía pareciendo ser elegante, ya no me asusté de que nos echarán, ya que me di cuenta de que ya no éramos las únicas que iban informales. Seguimos al maître a la primera mesa que había libre, y que por suerte nos había tocado cerca de la ventana y como Emilia había pedido, que no estuviese cerca de la cocina porque según ella, odiaba estar cerca del olor a fritanga que solían desprender las cocinas.
En cuánto nos sentamos en la mesa, yo y Tiffany enfrente de Emilia que a su lado vacío había colocado su bolso, otro camarero (más joven que el anterior) nos entregó tres cartas que parecían haber sido sacadas del mismísimo cielo, ya que parecían estar hechas de terciopelo o algo parecido. No tenía demasiada hambre, y el hecho de que casi todo lo que ponía en la carta estaba escrito en italiano y no entendía nada, pues tenía miedo de que estuviera pidiendo cualquier cosa asquerosa; así que señalé lo primero que vi en la lista que no parecía tan horrible y cuando se lo enseñé a Emilia y sonrió, supe que no podía ser tan malo.
En ese instante, el mismo camarero joven se acercó a tomarnos nota. Bebí un trago de mi vaso de agua que nos habían traído antes de las cartas, al tiempo que Emilia comenzaba a hablar:
—Yo tomaré la La saña de carne —comenzó diciendo. Luego pasó a Tiffany que miraba al camarero como si se lo fuera a comer entero. —Ella los Espaguetis carbonara y ella... —y pasó a ser mi turno. La sonreí, aunque más bien era una sonrisa forzada. —Ella tomará los Fetuccini Alfredo.
Mi mirada ahora mismo parecía un poema. Entre que no tenía ni idea que era lo que había pedido y que a mi querida amiga y compañera de cuarto se le daba de muerte pronunciar aquellas palabras con el acento italiano perfecto, fue lo que más me asombro; bueno, y que a Tiffany se le caía la baba cuando el camarero comenzó a marcharse por donde había venido.
Le di un pequeño codazo y esta volvió a mirarnos sonrojada.
—Alguien se ha enamorado... —habló Emilia con un tono de voz romanticona.
Reí cuando Tiff volvió a sonrojarse llevándose su vaso de Coca-Cola a los labios evitando mirarnos. Apoyé la cabeza sobre el cristal de la ventana centrándome en lo que había al otro lado del cristal mientras que Emilia seguía tomándole el pelo a Tiffany, hasta que nos trajeran la cena.
Como había previsto no tenía demasiada hambre y mi plato ahora se encontraba medio lleno frente a mí. El tenedor y el cuchillo que había utilizado descansaban encima del plato. Por el rabillo del ojo observé los platos totalmente vacíos de mis amigas para de nuevo volverme a colocar con la cabeza apoyada sobre el cristal. Segundos después, sentí la mirada de alguien posada en mi sien. Me giro encontrándome con la mirada confundida y seria de Emilia que pasaba la mirada de mí a mi plato y viceversa.
Antes de que pudiera decir algo, o, mejor dicho, regañarme por dejar media comida, el camarero del que Tiffany se había quedado pillada, volvió con algo en la mano que supuse que sería la cuenta a pagar.
Emilia niega cuando nos ve a punto de sacar nuestro dinero y cuando le entrega dos billetes de cincuenta, habla:
—Hoy invito yo, —dice sonriendo y guardando su cartera en el bolso. —Otro día ya me invitaréis vosotras.
—Eso sería lo justo amiga.
Las tres nos miramos sonriendo, o más bien riéndonos como imbéciles en aquel restaurante sin importarnos que algunas de las personas allí presentes nos mirarán como si estuviéramos locas. Justo cuando el camarero le trajo la vuelta a Emilia y ésta la guardó en su bolso, nos dirigimos a marcharnos fuera del establecimiento donde el coche ya nos esperaba frente a la puerta con el mismo chico que recogía las llaves, esperando a que estuviéramos cerca para que Emilia le cogiera de nuevo las llaves.
Emilia arranca una vez estamos las tres listas y sin darme tiempo a atarme el cinturón, ésta acelera. Después de la cena en aquel restaurante, Emilia aparcó en la misma discoteca a la que fuimos el otro día con mi primo y Connor. Tiffany fue la primera vez que iba allí.
—¿Cuándo vas a prestarme atención amiga? —Oí que me decía Emilia y cuando volví a la realidad, ahí estaba sacudiendo su mano frente a mi cara.
Resopló llevándose su vaso desechable de cartón a los labios y saboreando su café. Nos encontrábamos sentadas en un banco cerca del campus de la universidad con el desayuno que nos habíamos comprado en un Starbucks antes de que cada una fuera a su clase. La verdad es que desde que nos habíamos sentado en aquel banco, había estado demasiado fuera de mi ser pensando en a saber qué, porque ni yo misma sabía en qué pensaba mi cabeza. Me llevo la pajita de mi batido a los labios sorbiendo de ella atrayendo el líquido pasando por mi garganta.
—Enserio, ¡estás más distraída que yo! —dice rindiéndose de intentar que dejará de distraerme, mientras yo reía con el gesto tan gracioso que había hecho.
—Lo siento Emilia, ¿qué me decías?
Otro suspiro.
Emilia recuesta la cabeza sobre mi hombro y unos segundos después yo hago lo mismo apoyando mi cabeza sobre la suya sujetando aún el vaso con las manos siguiendo el dibujo que tenía con el dedo como distracción. Todavía seguíamos cansadas, —a pesar de que habían pasado dos días— de la noche en la que estuvimos las tres en aquel restaurante italiano y luego bailando y divirtiéndonos en el bar-discoteca. De pronto, el timbre resonó en todo el campus recordándonos que teníamos que volver a nuestras clases. Lo peor era que ahora me tocaba Literatura y que esa misma clase la compartía con el mismísimo diablo. Me levanto al tiempo que Emilia y juntas nos dirigimos a entrar al edificio. Estábamos ya a viernes, y solo podía esperar con ansías a que llegara mañana e ir con mi primo y mi amiga a ver el letrero de Los ángeles. Me despedí de ella en cuán llegamos primero al aula que me tocaba a mí y antes de entrar dentro, la vi marcharse casi corriendo hasta su clase. Mi tranquilidad y mi calma se esfumaron cuando al fondo del todo me encontré con él. Connor Evans ya se encontraba sentado en el sitio de siempre con los pies sobre la mesa y mirando su móvil como si la vida le dependiera de ello.
Camino a paso lento hasta llegar a mi sitio y en el minuto que llegué y me senté sin hacer un solo comentario, éste levantó la mirada hasta posarla en mi sien con una risita burlona emergiendo de sus labios.
—¡Cuánto tiempo muñeca! —exclamó bajando las piernas de la mesa y pasándome el brazo por detrás de los hombros, cosa que no dudé en decirle que lo apartará.
—Tengamos el día en paz, ¿entendido?
Y así, después de esa simple frase y por una vez en su vida, había captado el mensaje de que esta vez me dejara en paz, aunque no faltó algún que otro codazo mientras prestaba atención a lo que el profesor Griffin decía, pero al menos le tenía con la boca cerrada. El tiempo que duró la clase fue por primera vez: perfecto.
El sábado llegó volando y por fin iría a conocer la gran maravilla de la que tanto se hablaba en Los ángeles. Había decidido ponerme un pantalón ancho de chándal gris y una camiseta básica blanca también ancha a mi cuerpo, aparte lo acompañe con mis deportivas de Nike blancas. Siempre había querido entender porque a la mayoría de los Californianos les impresionaban tanto aquellas letras blancas que solo se podía pasar hasta un límite. Estaba realmente feliz cuando mi primo me recogió en su coche con Emilia como copiloto de la residencia para marcharnos al letrero, que incluso parecía una niña pequeña mirando por la ventanilla trasera del coche las enormes casas que iba dejando atrás a medida que el coche avanzaba.
Estaba feliz de estar allí. Sí, estaba. Lo había dicho en pasado y ¿sabéis por qué? Porque justo cuando mi primo aparcó el coche en un sitio libre y yo toda ilusionada bajé de él a la vez que Emilia, mi felicidad se esfumó cuando mis ojos se cruzaron con los de Connor apoyado en su moto y con un cigarro asomándole de los labios.
Lo único que dijo cuando nos acercamos a él, fue:
—Cuanto habéis tardado. —Soltó el humo del cigarro al aire para después tirarlo al suelo y pisotearlo con el pie. Sus ojos se centraron en los míos. —Anda, pero mira a quién tenemos aquí.
Bufé poniendo los ojos en blanco y en ese momento, los cuatro nos pusimos en marcha para subir.
Llevábamos varios minutos, o quizá horas, subiendo por un sendero que nos conducía hasta las letras de Hollywood y mis pies ya me pedían a gritos parar y descansar, pero todo valía por ver ese espectacular letrero. Entretanto los chicos iban por delante nuestra, tan normal como si subir la cuesta que estábamos subiendo fuera de los más fácil del mundo, Emilia y yo íbamos hablando mientras andábamos agotadas. De vez en cuando sentía como si alguien me estuviera observando desde la parte de delante, pero cada vez que quitaba la vista de mi amiga para mirar a mi primo, éste hablaba con el insufrible de Connor.
—¿Qué tal vais por ahí abajo?
Observo a Derek que se había detenido unos segundos para mirarnos a las dos. No sabía porque, pero mi mirada se trasladó de mi primo hacia Evans que se hallaba también parado unos centímetros más arriba de donde se había detenido Derek.
—Estamos bien amor, solo que nosotras no tenemos pies de elefantes como vosotros —respondió Emilia sarcásticamente, lo que hizo que mi primo se riera por el comentario. Yo también me uní.
Luego de unos minutos quietos y descansando, continuamos nuestro camino por donde lo habíamos dejado.
¡Por fin!
Por fin nos encontrábamos cerca de las letras de Hollywood y era verdad cuando la gente decía que era precioso y más a la hora a la que habíamos venido. Eran las ocho de la tarde. Me senté en una de las rocas que había ahí y a los pocos segundos después, se me unió Emilia que soltó un suspiro de alivio mientras se acariciaba las piernas.
—Mucho gimnasio, pero luego te cansas al subir una cuesta de nada, muñeca. —Enunció Evans de manera burlona.
Le fulminé con la mirada, y sin saber porque lo hice, me di cuenta de que me había levantado de donde estaba sentada para acercarme hacia él y en el momento que estuve lo más cerca posible, le vacié lo que quedaba del agua de la botella que sostenía en la mano.
Sonreí falsamente y volví hacia Emilia que se había quedado de piedra.
Connor me fulmino con la mirada y yo solamente pude sonreírle felizmente y de la manera más divertida posible.
—Venga, tenemos cinco minutos para ver las letras de cerca, pero con cuidado —dijo Derek de repente. Miro a Evans curioso, y luego preguntó: —¿Y tú por qué estas mojado?
—Nada, vamos.
Me fulmino por última vez antes de colarse al otro lado del letrero donde se veían mejor las letras. Detrás de Connor fue Emilia. Con ayuda de mi primo, me ayudo a pasar hasta la letra H sin correr el riesgo de que nos cayéramos hacia abajo. La letra era impresionantemente grande. La siguiente fue la O.
Envidiaba la manera en la que Emilia pasaba a la letra L sin temor a estar a no sé cuantos metros del suelo. Cuando Derek y yo llegamos a la primera L, nos detuvimos para mirar la ciudad desde aquel punto tan alto. Los ángeles, era precioso desde allí, y más cuando el sol estaba desapareciendo y mitad de las luces ya estaban encendidas. Me sujeté bien a donde pude, y ahí nos quedamos un buen rato hasta que la mirada de mi primo hacia un punto en nuestras cabezas, me hizo preocuparme un poco.
La voz de Connor se oyó a continuación:
—¡Mierda!
Derek me miró y después a su novia que estaba justo a mi lado en la segunda L también preocupada. De pronto, la mano de mi primo rodeando mi muñeca y tirando, me sorprendió.
—Tenemos cinco minutos para largarnos de aquí, antes de que nos pillen. —explica y acto seguido nos marchamos por donde habíamos venido.
Íbamos a paso rápido y decidido porque si dejábamos que nos pillarán, no querría ni imaginar lo que nos pasaría. Había oído que estaba prohibido cruzar la valla del letrero, y nosotros la habíamos pasado, así que, por eso en el instante en que conseguimos salir de allí y nos pusimos casi a correr bajando el sendero que habíamos subido, todos comenzamos a reírnos porque por casi podían habernos detenido.
Por suerte habíamos conseguido que no nos vieran las cámaras ni nadie.
Y podía decir que era la primera vez, que el insufrible no me había parecido tan... ¿insufrible?
Hola lectores! Aquí les dejo un nuevo capítulo de Love me Baby para que o leáis. Espero que os guste y disfrutéis tanto y que me comentéis y votéis que os ha parecido. Gracias.
Dedicatorias:
LaChicaAnonima18, Queendiamond27, SheilaCandel, panteritaaa, yomira99, AbiSanchezXVI, AndreaSmithh, -Sweethazelnut-, Ah_nnalise, BeMyKata, AdictaAlChicoDelPan, GrisbelBrito, lpeld, __DulcePrincesa, __Sdlagg__, AndreaHarrisonLane, Lecto02, Kenai93.
Besooooosss.
* = español, original.
Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro