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II

» Capítulo II. Los caballeros de Wualpurgis «

Morgan caminó hacia el aula apretando sus libros contra el pecho mientras intentaba no chocar con los alumnos que se dirigían hacia el lado contrario del castillo. Era el primer día de escuela y había muchos alumnos de los primeros años perdidos y entrando a aulas que no les correspondían. Lucius, el prefecto de la casa de Slytherin, se encontraba gritándole a un par de chicos menores pues estos parecían estar perdidos ingresando a un piso restringido para los de primero y segundo año. Morgan los pasó de largo porque junto a Lucius se encontraba Bellatrix Black mirándole con una ceja levantada acompañada de una sonrisa espeluznante.

Los Black y los Avery eran amigos desde hacía cientos de años. Los abuelos de Morgan conocieron a los abuelos de las hermanas Black e incluso ambas familias lograron acrecentar sus respectivas fortunas por medio de pactos y negocios prósperos gracias a la reputación de las progenies. Morgan nunca fue muy unida a las hermanas Black -excepto, tal vez, de Narcissa- pues sus creencias eran muy dispersas y Bellatrix parecía estar completamente loca. No obstante, cuando su madre le advirtió de la boda y de que esta debía ser el mayor evento del siglo, jamás se imaginó estar enganchada a Bella durante los próximos tres meses, siendo su propia madre quien postuló a sus hijas para ser damas de honor en el enlace.

Morgan no tenía problema con Narcissa, de hecho, si Lucius iba a ser el padrino de Severus entonces eso le quitaba un peso de encima pues estaba convencida de que su prefecto estaría amargándole la vida pidiéndole colocar a su querida Cissy dentro de las damas para así no sentirse como un idiota en medio de un evento tan formal, dado a que ellos, siguiendo las tradiciones de sus propias casas, también habían sido comprometidos.

Con cada día los hijos de muggles parecían sentirse más cómodos entre los sangre puras y eso traía consecuencias como los matrimonios prohibidos y el aumento de la casta mestiza convirtiéndose en la asquerosa plaga que estaba contaminando su perfecta sangre antigua. Morgan lo entendía y hasta cierto punto apoyaba el excluir a los mestizos de sus familias, pero eso no quería decir que su padre podía apostar por el futuro de su vida como a él se le viniera en gana.

Con Severus era diferente pues si bien se trataba de un mestizo, los Prince siempre fueron respetados entre las familias sagradas -eso, hasta que los Snape mancharon su casta- manteniendo un estatus importante dentro de la jerarquía de magos y brujas con sangre pura. La madre de Severus demostró estar arrepentida de haber traicionado su pureza y, aun después de tener a Severus, regresó al cobijo de su casa, al apellido de soltera y el compromiso que su hijo tenía con una de las hermanas Avery. Morgan no los culpaba. Genevieve había hecho mal, el sombrero seleccionador la había mandado a Hufflepuff y casarse con Severus era la única manera de ocultar la vergüenza.

Esa misma vergüenza que le había orillado a Wualburga a comprometer a su hijo mayor con ella.

Ugh, Morgan estaba asqueada.

Si Sirius hubiese acatado las reglas de sus padres y hubiese quedado en Slytherin otro gallo cantaría. Ella podría hacer lo que quisiera y no echar a perder su vida atada a un rebelde sin causa como Sirius Black.

Su camino por los pasillos se alargó más de lo esperado cuando decidió tomar una vía alterna para no toparse con un grupo de chicas de Gryffindor que se autodenominaban las fanáticas de Sirius. Nunca tuvo problemas con ellas ni tampoco le interesaba tenerlos, aunque no era ajena a los chismes que hacían y de los cuales se encargaban de esparcir por toda la escuela, justo como hicieron cuando a su muy querida hermana se le escapó anunciar la noticia del compromiso doble.

—¡Morgan!

La voz de Genevieve resonó por las paredes deteniendo a Morgan de su camino. Cerró los ojos, maldiciendo. Su hermana no tenía el don de las sutilezas aprendidas de su madre, cosa que le irritaba en momentos como esos, donde Morgan buscaba entrar al aula y esconderse en el fondo. Aun así, esperó a Gen hasta que ambas pudieron caminar a la par.

—Gracias por esperarme. Creí que estarías con Severus

—No, tenía algo importante antes de clases

—Si, es por eso que me he acercado. Después de lo que pasó en las vacaciones no podría... no puedo verle a la cara por el momento

—Deberás poder hacerlo pronto. Será tu esposo

—Si, sobre eso, ¿Cómo va todo? —preguntó, porque de las dos, Morgan era quien más contacto con su madre tenía—¿Pudiste convencer a mamá de...?

—¿De llevar a tus amigos sangre sucia a la boda? No, aun no lo hablamos y, sinceramente, no creo que eso sea lo mejor

—También es mi boda y, ¿no habíamos hablado de no llamar así a los hijos de muggles?

—Da igual—Morgan rodó los ojos deteniéndose fuera del aula donde los alumnos estaban llenando los asientos de a poco. Genevieve se paró delante de su hermana, observándola con los brazos cruzados—Hablaré con ella, pero no prometo nada y sobre lo otro, no hay manera de que deje de sentirme... extraña entre tus amigos

—Está bien, sé que lo intentas y eso ya es ganancia—dijo, sonriendo. Morgan le devolvió el gesto aun si el de su hermana se esfumó tan pronto como llegó. La mano de Gen subió por su brazo hasta alcanzar las mejillas enrojecidas de Morgan donde dejó un pequeño beso antes de mirarla fijamente—Habla con Sirius, intenten llevarse bien. Lo prometiste, ¿recuerdas?

Morgan se quejó, siguiendo a Genevieve dentro del salón.

Entre tantas desgracias juntas, Morgan había olvidado ya la tonta promesa que su hermana y ella hicieron justo después de los esponsales. Ambas entendían la magnitud del problema, pero Gen estaba convencida de poder apagar las llamas del infierno con una solución tan sencilla como llevarse bien con sus futuros esposos. Gen no lo tenía tan difícil. Aun si Severus y ella apenas cruzaban palabra, estaba ya acostumbrada a verlo en casa, conviviendo con sus padres y saludando a los pocos -poquísimos- amigos que tenían en común. Morgan con Sirius era un cuento diferente. No tenían conocidos y los pocos amigos de Sirius resultaban ser unos idiotas. Al único que estimaban por partes iguales era a Regulus y este no parecía estar muy interesado en formar parte del circo de ambas familias.

Ese día los Hufflepuff del sexto curso debían compartir clase con los de séptimo por lo que las clases eran impartidas en el aula más grande del ala oriente del colegio, lo que significaba más espacio para practicar y asientos mejores para dormir entre clases. Genevieve prefirió sentarse en la primer fila porque captó la silueta fornida de Sirius Black sonriéndole despacio haciéndole un lugar junto a él y todos sus amigos. Detrás de ellos se encontraban Remus sentado junto a Peter y justo detrás James Potter junto a Lily Evans. Morgan los pasó de largo generando un silencio entre los alumnos cuando Sirius y ella se ignoraron por completo.

Los murmullos del club de fans comenzaron ni bien Morgan tomó asiento en la ultima fila cerca de las escaleras hacia la torre de astronomía, supuso ella, porque su presencia le importó a Sirius menos que un comino y viceversa y porque el anillo de diamantes, reliquia histórica de los Black, no estaba en su dedo como el día anterior.

Morgan dejó sus libros sobre el pupitre cerrando los ojos al sentir la presencia del insufrible Potter sentarse a su lado.

—Preciosa—saludó, pasando el brazo sobre sus hombros para molestarla. Morgan llevó una mano a sus sienes, sintiendo el dolor aproximarse

—Piérdete, Potter

—Oh, ¿de mal humor por la mañana?

—Mi mañana iba muy bien hasta hace apenas unos segundos, cuando un terrible mosquito comenzó a molestar sobre mi cabeza

James fingió estar ofendido

—Creí tener un poco más de consideración de tu parte con este tema de la boda y tal—se pavoneó, juguetón—Ahora que Sirius me nombró padrino tendremos que ver muchas cosas juntos, pasar horas y horas planeando la celebración, ¿no es emocionante?

—Mi familia está encargándose de eso, Potter, tus servicios de organizador no serán requeridos.

—Oh, ¿en serio? Con Gen quedamos en preparar la fiesta—mencionó en un tono exagerado de tristeza—Pero como sea, ¡de la despedida de solteros no se salvarán, eso es seguro!

La cabeza de Morgan comenzó a palpitar

—James, de verdad, lárgate antes de que yo...

—Dime, ¿no se ven bien juntos? —le susurró James apuntando discretamente hacia los pupitres de enfrente donde Sirius y Genevive reían a la par—Cuando supimos de los rumores del compromiso creíamos que sería Gen quien se casaría con Canuto. Digo, era la opción más lógica. Son algo así como la pareja perfecta de Hogwarts. No sólo nosotros pensábamos asi, toda la escuela, de hecho—La lengua serpentosa de James continuó—Incluso el mismo Sirius creyó tener suerte de haber sido emparejado con Genevieve, pero grande fue su decepción al saber que serías tú quien se convertiría en su esposa. Él lloró toda la noche—El corazón de Morgan se detuvo—No lo culpo. Tener que verse atado a alguien que no soporta. Pobre.

—Vete, James

—¿Segura? ¿No quieres que siga diciéndote cómo...?

—Ella te dijo que te fueras—interrumpió Severus a su lado, dejando caer sus libros sobre la madera del pupitre causando que las miradas de los demás se mantuvieran sobre ellos, esperando cualquier otro movimiento—Si eres lo suficientemente estúpido para no entender sus palabras estoy yo aquí para ayudarte a comprenderlo a golpes

—Me encantaría ver que lo hagas—le retó, poniéndose de pie para encararlo con una sonrisa de oreja a oreja. Del otro lado del salón se escuchó un muy bajo ¡James! de la boca de Lily Evans, bastando para detenerlo de sus propósitos—Pero debo volver con mi novia. Gracias por invitarla a la boda, por cierto. Haremos una pareja extraordinaria

—Idiota—susurró Severus al verle caminar devuelta a su lugar—Algún día me cobraré las que me debe y no me tentaré el corazón para...

—Tranquilo, no es para tanto—le calmó Morgan jalándole del brazo para sentarlo junto a ella—Ya pasó. Ni siquiera sé porque te sorprende. Es de James Potter de quien hablamos, el más grande imbécil de todo Gryffindor

—Aun así, me gusta pensar en el momento en que me lama las botas por piedad

—Mulciber ha estado aconsejándote mal—confesó en un susurro notando la presencia del profesor en la entrada—No digo que no sea una oferta tentadora, pero quizá Evans tenía razón, tu amistad con él y los Dolohov resulta aterradora

—Exageran. No son más que unos pobres diablos. Además, falta poco para graduarnos y los tres seremos parte de los caballeros de Walpurgis, así que, ¿Por qué no empezar ahora?

La mención de ese grupo hizo que el rostro de Morgan dejara de apuntar hacia el profesor para poner atención a las palabras de Severus. Él no debía estar hablando en serio. Le echó una rápida mirada al profesor quien se encontraba ya escribiendo en la pizarra aprovechando su momento de distracción para golpearle el brazo a su amigo.

—¿Los mortífagos? ¿Enloqueciste?

—Morgan, ya hablé del tema con tu padre

—Pero conmigo no, ¿Cuándo planeabas decirme que pretendes unirte a las filas del que-no-debe-ser-nombrado? ¡Es una locura!

—Era cuestión de tiempo para que pasara

—¿Y Genevieve? ¿Lo sabe? —Severus calló—Pondrá el grito en el cielo cuando se entere y no seré yo quien te ayude a salir del problema

—Ella será mi esposa, tendrá que aceptar mis decisiones y tú no dirás nada, ¿de acuerdo? Lo sabrá cuando llegue el momento

—Estoy convencida, ella va a matarte

La atención de ambos se dirigió hacia la tejón quien seguía al lado de Sirius dirigiéndose miraditas cómplices cuando el profesor no los miraba desatando en Morgan una especie de ardor en las entrañas que hacía mucho tiempo no sentía. Apretó el puño sobre su pluma, recordando las palabras afiladas de James hiriéndole los oídos.

Tal vez James Potter tenía razón. Morgan mentiría si no dijera que incluso ella misma tenía, tiene, sus dudas respecto de la relación que envuelve a su hermana con Sirius Black, por no decir que está enteramente convencida de los sentimientos de Genevieve y que estos, de alguna manera, eran correspondidos. James era un maldito desgraciado por sembrarle esas ideas en la cabeza. A él le había servido para regodearse de la situación junto a sus amigos, pero a ella le había amargado la vida.

Luego pensó en Gen y de como sería su vida al casarse con un hombre amando a otro. Quizá era ese su castigo por no ser quien sus padres deseaban que fuera y entonces Morgan no podía hacer nada al respecto, pero si lo razonaba lo suficiente, ella no tenía culpa alguna como para hacerla pagar una deuda que jamás adquirió y que estando comprometida con Sirius Black estaba liquidando con creces. Su cabeza dolió porque a sus preocupaciones se sumaron las de ver a sus amigos convirtiéndose en parte de los caballeros de Walpurgis, nombre clave para llamarse entre ellos por los pasillos a quienes estaban interesados en convertirse en mortífagos. Si Severus estaba convencido de hacerlo entonces eso significaba que Lucius estaba también dentro junto con Narcissa y Bellatrix, ¡Bellatrix! Como si ella necesitara de eso para ser temida por cualquier persona kilómetros a la redonda. Pero, si las primas de Sirius estaban metidas en el asunto hasta los dientes, eso quería decir que llegaría un punto donde él debería hacerlo también junto a Regulus. No, se dijo, ella no se casaría con ningún mortífago. Una cosa era entender la clase baja de los muggles y otra el desear su completo exterminio.

Morgan se frotó la frente, aturdida por la intensidad de sus pensamientos.

Sin notar que un muy curioso Sirius Black la observaba por encima de su hombro.

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